Vigilante nocturno

Entro a trabajar de vigilante de obras por la noche y conozco a mi nuevo compañero gay.

Hola a todos. Soy de Almería y tengo 28 años. Me llamo Alberto. Mi vida dio un cambio radical cuando un colega de hacía muchos años me ofreció la posibilidad de trabajar de vigilante nocturno. Al principio me pareció una mala idea porque eso de trabajar de noche no era muy agradable. Pero las cosas empezaron pronto a cambiar y, la verdad, me quedé bastante contento de aceptar el curro.

Veréis, las noches eran muy largas y yo me compré una televisión pequeña para pasar el rato. De madrugada siempre acababa viendo películas porno en cadenas locales y haciéndome unas pajas. Casi siempre me cambiaban de obra cada cierto tiempo y en una éramos dos compañeros los que vigilábamos porque era muy grande. Yo ya había oído comentar que este vigilante era gay pero no suelo hacer mucho caso de los habladurías y tampoco juzgo a nadie. Así que la noche empezó tranquila, charlando, el chaval tenía unos 22 años más o menos y era guapo y se cuidaba. Me cayó bastante bien. Ya de madrugada, yo le pregunté si le importaba que pusiera la película porno. Él se rió y me dijo que adelante, que teníamos que entretenernos con algo.

Cuando llevábamos media hora o así viendo la película, ya estábamos los dos empalmados. Se nos notaba el bulto a través del pantalón del uniforme. Yo empecé a tocarme un poco por encima del pantalón, me puse nervioso y un par de veces me di cuenta que el compañero me miraba. Yo entonces, incómodo, dije que me iba a dar una vuelta a vigilar y él se rió. Me preguntó: "¿A vigilar o a hacerte una paja donde no te vea?". Yo me reí y le dije que sí, a hacerme una paja. Me dijo que no tenía que irme que él también estaba bastante cachondo y se sacó la polla. Le medía unos 15 cms. A mí, mi polla de 17 y bastante gorda me hacía ya daño y al final, al verle tan abierto, también me la saqué. Nos concentramos unos minutos en la película donde dos tías eran folladas a saco por unos diez tíos y de repente se arrodilló frente a mí y me empezó a hacer la paja. Yo me levanté, enfadado: "¡Qué haces, tío!". El me explicó que no era el primer compañero de trabajo al que se la comía y que quería tragarse mi polla hasta el final. Yo aluciné. Miré la pantalla de la tele y vi a las dos tías llenas de leche y, como estaba tan caliente, dije: "Pues entonces traga, pedazo de puta. Como esas dos guarras de ahí".

Y él, tan feliz, empezó a tragársela. Primero la llenó de saliva, lamiéndola desde los huevos a la punta. Y después empezó a chuparla poco a poco y fue aumentando el ritmo. Yo le quité las manos, le sujeté la cabeza y prácticamente le follé la boca, provocándole a veces arcadas y, eso sí, mucha saliva que le ayudaba a tragarse mejor mi polla. A veces le obligaba a permanecer unos segundos con toda la polla dentro de la boca y luego la sacaba y se la volvía a meter con fuerza en la boca hasta que casi se atragantaba. Finalmente, le dije que me iba a correr y él me pidió que siguiera follándole la boca sin parar. Así lo hice hasta que ya no aguanté más y toda mi lefa salió disparada. El tío se tragó cuanta leche pudo y la que no, se le fue derramando por la comisura de los labios. Yo la cogí con mis dedos y se los di a chupar. Después estuvo unos minutos más dejándome la polla bien limpia de leche. Se salió de la caseta en la que estábamos y, sentándose en el suelo, comenzó a pajearse. Yo salí detrás aún sin subirme los pantalones y le miré. Pensé en hacerle la paja yo, en agradecimiento, así que se lo dije. Pero él paró, se rió y me preguntó: "¿No tienes ganas de mear?". Le dije que sí, bastantes. "Pues meame encima mientras me corro". Yo ya sabía que de ese compañero se podía esperar cualquier guarrada así que me planté frente a él y descargué toda la orina que llevaba acumulada sobre él mientras se corría. Después se fue a una manguera que teníamos en la obra y se duchó.

Coincidimos unas semanas más. Y al final acabé follándolo en la caseta. Él siempre iba preparado con su mochila donde llevaba toallas, condones y lubricante. Lo pasábamos muy bien. Cuando me cambiaron de obra pensé que no volvería a pasarlo tan bien pero me equivocaba

Aunque eso ya lo contaré otro día. Hasta pronto.