Vigilando a la familia, cap.2

Ana María sigue sorprendiéndose con su propia familia. Y con ella. Todo esto la excita. Ahoa es su hijo Luis....

Vigilando a la familia, cap. 2.

Ana María ha llegado a su cama. Su marido aún no, el equipo ha ganado 5 a 0 y estará con el marido de Chari y otros amigos celebrándolo. Mejor. Porque tiene que pensar. En todo lo que ha ocurrido hoy, esta noche. En una sola noche se le han caído bastantes de sus sólidos principios. O no tan sólidos, por lo visto. Ha visto a su hija pequeña como jamás imaginaba. Haciendo sexo. Vamos, chupándosela al portero de la discoteca. Y se había corrido como nunca con la mano de otra mujer. De Chari. Y lo recordaba y se excitaba. Se tocó bajo las sabanas y se sintió mojada. Otra vez mojada.

Pensaba en su hijita agachada con eso… en la boca. Con una polla, vamos. Enorme. Y Chari con su mano en mi pantalón. Su aliento, sus labios, en mi nuca, besándome. Y mi corrida, bestial. Y mi hijita tragando…. ¡Dios, como había llegado a eso! Y así se durmió. Mojada. Tocándose de nuevo. No sintió llegar a su marido. Ni irse. Durmió como un ángel. O como un demonio.

La despertó el móvil. La asustó. Era Chari.

-           Venga, dormilona. Ábreme que llevo un rato llamando.

-           Perdona, no lo he oído. Bajo en seguida.

Se echó una bata encima y bajó. Allí estaba ella, con su sonrisa de siempre, como si no hubiese pasado nada.

-           Invítame a un café, que estoy también dormida.

-           Claro, pasa a la cocina, lo pongo enseguida.

-           Bueno, y de lo de ayer, ¿no vas a decirme nada?, me dice ella

-           Mira Chari, yo creo que fue un error…….

-           ¿un error? Pues bien que te corriste, putilla

-           No me digas eso, por favor.

-           ¿qué no? Si ya están tus pezones duros……

Y me metió la mano por la bata. No llevaba sujetador y cogió todo mi pecho, lo apretó y se me escapó un gemido.

-           Anda que no. Te he calado, me dijo mientras apretaba. Echa el café que me vas a pagar lo de ayer.

¿Pagar lo de ayer? No entendía. Ella se fue al sofá, mientras yo preparé el café y lo llevé. Estaba muy cortada, pero más excitada aún. Estaba sentada en el sofá, lo que se dice repantigada, y mirándome chula. Le serví el café y me hizo sentarme a su lado. Me miró fija. No soporté la mirada. Me cogió la barbilla y me obligó a mirarla. Y me besó. ¡Dios, si me besó! Y cogió mi mano y la llevó a su entrepierna. ¡A su coño! No tenía bragas. Suave, mojado, guió mi mano para que la masturbara. Y lo hice. Cada vez más rápido, más profundo, su mano ya no guiaba mi mano, se iba sola. Y se corrió. En mi mano. Me sentí satisfecha. Y mojada, muy mojada. Me atrajo y me abrazo.

-           ¡Ay, mi pequeña! ¡Cuánto vamos a gozar! Ayer me dejaste caliente, pero te enseñaré. ¿Y de tu nena, que me dices?

-           No podía ni imaginarlo. Es más, lo vi pero aun no lo creo. Si son unas niñas. ¿a ti te da igual que le hagan eso a tu hija?

-           Primero, que no le hicieron, que fue ella la que hizo, jajaja. Segundo, yo sufrí, como tú, mucha represión y no voy a hacerle pasar a ella por lo mismo. Y tercero, que se que se cuida, que es prudente y que sabe lo que hace.

-           Pero…

-           Ni pero ni ná. Eso es lo que mandan los tiempos, y tonta eres tu si no haces lo mismo. ¿o tu marido te hace feliz?

-           No, pero de ahí a……

-           Y por cierto, tu Lola no es la peor de tu casa.

-           ¿Cómo dices?

-           ¿Has visto alguna vez a tu hijo Luis en faena?

-           No, pero imagino. Es joven, guapo, no le faltaran chicas.

-           ¿Chicas? Jajaja. Mira, mañana le dices que te vas y no volverás hasta la tarde, que se queda solo. Y luego entras despacio y te escondes y ves que ocurre.

-           Pero, ¿en mi casa?

-           Si, en tu casa…….

-

Al día siguiente, todo fue normal. Desayunaron, se fue su marido y las dos niñas, llegó Carmen, la mujer mayor que atiende la casa y Luis desayunaba solo con un vaquero, sin camisa. La verdad es que tenía un cuerpo precioso, fuerte, más bien fibroso, sin una gota de grasa de más.

-           Bueno, Luis, yo me voy, hoy no como en casa, iré de compras y vendré por la tarde. ¿tus clases siguen por la tarde?

-           Sí, mamá. A las cuatro

-           Vale, un beso, hijo.

-           Adiós, mamá.

Ana María salió, sacó el coche, dio la vuelta a la manzana y aparcó. Y andando volvió a casa. Entró por la puerta de atrás y vio a Luis en la cocina. Carmen trasteaba por los aseos y lentamente subió a los dormitorios. Había una galería sobre el salón y desde allí vería que pasaba en vería el salón. Estaba nerviosa. El misterio nunca le gustó demasiado, era muy cobarde, y no sabía cómo había podido hacerle caso a Chari. No pasaría nada, seguro. Quizás Luis se fumara un cigarrillo de marihuana, lo hacía de vez en cuando a espalda de ella, pero eso no era malo.

-           ¡Carmen, puta, ven!, dijo entonces Luis, sentado en el sofá.

¿Cómo? ¿Qué había oído?

-           ¡Qué vengas, perra!, Insistió gritando Luis.

-           Voy, voy, Luis.

Ahora sí que no entendía nada. Carmen llevaba más de diez años atendiendo esa casa, casi los había visto nacer, llegó cuando Luis no había cumplido los ocho años y era como la segunda madre para sus hijos. Sobre todo, manifestaba predilección por Luis. Era muy de pueblo, bajita, gorda, sin ser obesa pero era gorda. Unos pechos enormes, que se adivinaban aún duros, un culo bastante grande en unas caderas anchas, una cara agradable, pelo más bien largo, muy morena. Vestía siempre faldas largas y camisas anchas.

-           Anda, sácate las tetas que estoy caliente, le dijo cuando llegó, mientras se masajeaba el pantalón.

-           No Luis, déjalo, Puede volver tu madre, por favor.

-           ¿Cómo? ¿Qué no te enteras?, se levantó de un salto y la cogió del pelo fuerte, echando su cabeza hacia atrás. Te dije que no me desobedecieras más. No aprendiste nada el otro día.

-           Luis, por favor. Sabes que es peligroso. Esto no puede ser.

-           Vaya, insistes, dijo Luis.

Y entonces me dejó helada. Le soltó el pelo y le dio una bofetada. No muy fuerte, pero era una bofetada. Carmen se calló y agachó la cabeza.

-           Luis…

-           ¡Ni Luis ni hostia! Me has cabreado, le dijo mientras empezó a soltarse el cinturón del pantalón.

-           No Luis, por favor.

-           Haberlo pensado antes, Venga, ya sabes….

-           Luis, no.

-           ¡Venga, hostias!

Ese no era mi Luis, estaba violento, pero sobre todo, dominador, seguro, chulo. Y, ¡se estaba quitando el cinturón! M corazón se había parado. O iba tan rápido que ya ni lo sentía. Arriba, escondida, agachada  no podía creer lo que veía. Carmen, sumisa, con la cabeza agachada se estaba poniendo contra la pared.

Luis se acercó por detrás, con el cinturón en la mano, le cogió el pelo, lo levantó y la beso en la nuca. Casi dulce. Pero se separó de ella y le dio un cintazo en el culo. Resonó en todo el salón. No pareció darlo con todas sus ganas, pero tampoco flojo.

-           ¡Ay! Luis, por favor.

-           Calla, y aprende a obedecer. Le daba otro. Saca el culazo anda. Y ella se apoyó en la pared con las dos manos en alto y lo sacó

-           ¡Ay!. Otro

Otro.

Otro.

Yo los sentía como si me los dieras a mí. Y estaba ardiendo, como si tuviera fiebre.

Cuando le dio el quinto, ella ya no se quejaba, más bien suspiraba. Y respiraba muy agitada.

-           Levanta tu falda, que te voy a dar en el culo pelón.

Y ella, sin replicar, bajó las manos y subió la falda. Llevaba unas bragas negras, grandes, con encajes. Y le dio tres más, sin que ella hiciera más que moverse y gemir.

Entonces, Luis tiró el cinturón al suelo y se puso detrás de ella.

-           Abre las piernas, putita. Y ella las abrió, sin más, sin decir nada, sujetando su falda por encima de las caderas. Entonces él le dio dos palmadas con su mano abierta y metió la mano en su braga, bien hondo, llegando a su coño.

-            Jajaja, que zorra eres. Estas empapada, chorreando, como una perra. Creo que me desobedeces queriendo para que te pegue, le dijo mientras se oían sus dedos chapotear en su coño.

Yo, sin querer, me metí los dedos en mis braguitas. Digo sin querer porque no fue consciente, fue automático, como si fuera su mano y yo me dejara. Y, sí, estaba empapada, chorreando, como Carmen, excitada. Tan perra como ella.

Él la cogió del pelo y le tiro fuerte hacia atrás.

-           Contesta, putísima, ¿te gusta que te pegue?, ¡Te gusta que te de caña!

-           Sí, Luis. Pégame. Hazme lo que quieras, soy tuya, solo tuya, decía Carmen con voz entrecortada, excitada, ojos casi vueltos.

Le dio la vuelta y le soltó un par de bofetadas.

-           Mi Luisito…

-           Sácate las tetas de vaca que tienes...

Ella se desabrocho la camisa y se quitó el sujetador, también negro, que llevaba. ¡Vaya par de tetas! Eran enormes, pero no tan caídas, se veían llenas, coronadas por una aureola marrón y unos pezones grandes, se percibían duros... Luis se acercó y le cogió los pezones, apretándolos. Carmen gimió.

-           ¡Ahhhh!

-           Te gusta, le decía mientras apretaba. Luego la soltó y se sentó en el sofá.

-           - Anda, perrita, ven a cuatro patas a por tu caramelo. Y le obedeció, a cuatro patas, con los pechos cas dando en el suelo, se acercó a mi Luis, le desabrochó la bragueta y se la sacó. ¡Dios! Si la del portero de la discoteca era grande, la de mi hijo era enorme. Y estaba muy dura. ¿A quién salía? Su padre no tenía ni la mitad, y una cuarta parte de su fogosidad…a su edad, que ahora ni eso. Empezó a darle besitos y se la metió en la boca. Entonces Luis le cogió la nuca y se la enterró en la boca. La hizo dar arcadas, pero no la soltó. Unos segundos después, lo hizo, la dejó libre. Ella respiraba entrecortada y babeaba.

-           - Jajaja, ahora tu sola. Y ella volvió a metérsela todo lo que pudo. Mientras, el le cogía las tetas y las apretaba.

Yo no paraba de masturbarme. ¿Qué me daba tanto morbo? ¿Qué me excitaba tanto? ¿Era la escena, o quizás mi deseo de ser ella? No sabía cuántas veces me había corrido. O una larga. No sé. Nunca había sentido esto.

Volví a mirar, y él le agarraba la cabeza con las dos manos.

-           Ugrrr, ¡me corro! Y la apretó con gran cara de placer, corriéndose, mi hijo, mi niño, un bestia pero que la mataba de placer. Ella tragaba y tragaba.

Cuando él la soltó, ella recogió resto que la había quedado en su labio con su dedo y lo chupó. Lo miró entregada.

-           Mi niño, ¿no me vas a follar? Dame, cielito, te necesito.

-           Jajaja, rió él, y le puso el pie en las tetas y la empujó.

-           Luego, luego te voy a follar tu culazo. Ahora sigue limpiando. Y se tumbó en el sofá.

Yo me fui hacia mi dormitorio, roja, mojada, caliente... Tenía que salir de allí.

Continuará