Vigilando a la familia, 1

Ana María es na mujer casada, saeria, conservadora. pero su amga, muy liberal, la transforma. Y lo hace haciendo que siga a los miembros de su familia y descubra la verdadera cara de cada uno. Esta aterrorizada, pero cada día mas satisfecha y caliente

Vigilando a la familia. Cap. 1

Ana María es una señora de 43 años. Y decimos señora con todos sus atributos. De buena familia y  mejor boda. Se educó en buenos colegios de señoritas, de pago. De buenas notas y mejores costumbres. Se casó jovencita, deslumbrada por un médico, mayor que ella, diez años más, bien situado, jefe de servicio en el hospital, socio de una clínica privada, católico, conservador, bueno para los negocios.

Ana María fue dotada por la naturaleza con un buen cuerpo. No muy alta, 1’66, tenía todas  “sus cosas” en sus sitios. Un pecho muy bien puesto, talla 95, caderas anchas pero proporcionadas, culo duro gracias a muchas horas de gimnasio, cutis fino por nacimiento y por sus muchos cuidados. Sus tres hijos no le dejaron ni barriguita ni estrías. Ana, la mayor, 20 años, buena estudiante, lo que se dice una buena chica y con un cuerpo calcado a su madre, menos pecho, menos cadera, pero las mismas proporciones. Luis, su hijo, 18 años, guapo donde los haya, deportista, regular estudiante pero magnífico deportista, un ligón. Y Lola, la hija menor, 16 años, su cruz. Es delgada, preciosa de cara, buenos pechos y rebelde a más no poder.

Ya mayor y con pocas obligaciones, Ana María dedica su tiempo a lo que le exige su casa (poco, porque para eso está Carmen, la mujer que la cuida, 55 años y muy “de pueblo”), y a cuidarse. Gimnasio, esteticienne, y cafés con las amigas. Sobre todo Chari, su vecina y amiga. Chari es distinta a ella, también de marido adinerado, guapa, pero muy liberal, por llamarlo de alguna manera. Vamos, mas puta que una gallina, no desperdicia ni una ocasión de darle gusto a su cuerpo. No le importaban si eran jóvenes, los prefería. Un chulazo de 22 años era su perdición. Aunque no desperdiciaba a un maduro experto. Y ahora se había empeñado en despertar a Ana María. Esta era cortita en lo del sexo. Alguna masturbación de jovencita, y solo conocía la polla de su marido, que nunca había sido muy activo. No sabía que era correrse de gusto como una loca.

Ahora, Ana María sentía cosas nuevas. Vamos, en boca de la descarada de Chari, “le picaba el coño”. Tenía curiosidad, quería probar, experimentar, saber. Y gozar. Chari le contaba cosas que la ponía muy excitada. Unas ciertas y otras inventadas. Le decía lo que haría a ese ejecutivo, como se la chuparía a ese niñato, la cara de viciosa que tenía esa señora… Ana terminaba en su bañera tocándose, o en su cama a cuatro patas, postura en la que su marido jamás la había puesto, con los dedos bien clavados en su coño y corriéndose como una niña caliente. Luego, se arrepentía, pero cada vez lo gozaba más.

Ahora, Chari le contaba algo que la ponía mala. Le aterrorizaba, le ponía de mal humor, pero también se excitaba. Cada vez más. La hija de Chari era de la misma edad de su Lola. Y estaban en la edad de tontear.

-          Mira, esas dos no tienen tus recatos. Esas se follan a quien les da la gana

-          Qué burra eres, Chari. ¡Que son unas niñas¡

-          ¿Niñas? El otro día vi el consolador que tenía mi hija en su dormitorio y no era de Disney, vamos.

-          ¡Por Dios! Yo no me magino a mi Lola ni besando a un chico.

-          Mira, esto se comprueba fácil. Este sábado irán los maridos al futbol y luego se emborracharán para olvidar la derrota o saludar la victoria. Decimos que vamos al cine y seguimos a las niñas. Verás lo que hacen.

-          Vale, tú comprobaras que no son tan así.

Efectivamente, el sábado quedó todo preparado. Ana María llevaba todo el día vigilando a Lola, a ver si observaba algo raro. La verdad es que se fijó en detalles que nunca había observado. Tras su ducha, anormalmente larga, quedó una cuchilla de afeitar con pelitos, y se imaginó de donde. Ella ahora se depilaba los labios, la convenció Chari. Pero no imaginaba que Lola se lo depilara. También vio que se ponía un tanga muy pequeño. No se había fijado, cada una de ellas lavaba su ropa interior, pero observó que tenía una colección de ropa interior muy sexi y atrevida.  Y su atuendo, que otras veces le había parecido normal, hoy le pareció provocador. Mini negra ajustada y top blanco, que destacaban su buen pecho. En eso salía a ella.

A las once llegó la hija de Chari, Ángela. Venía también provocadora. Un pantaloncito tan corto que se le metía en sus partes y una camisa anudada en su ombligo, dejando ver un sujetador negro muy ajustado.

-          Mamá, nos vamos.

-          No lleguéis tarde, por fa

-          ¡Mamá! Que es verano y somos mayores.

-          Sí, mayores, ya veo. Anda, anda.

Cuando salían para coger el autobús, llego Chari. Tambien venía provo. Una falda muy ajustada y una camisa con algún botón de más desabrochado.

-          Venga Ana, que las perdemos, vamos en mi coche pequeño, que es más desconocido. Pero, hija, que vas de monja. Anda, cámbiate de ropa, subo contigo, rápida que como llegue el autobús las perdemos.

-          Hija, que voy bien.

-          Venga, vamos, la arrastró.

Arriba, ella abrió su armario y saco un pantalón y un jersey.

  • Esto irá bien.

  • Eso me está pequeño, estoy más gorda.

  • Venga, marca tus curvas, rápida

Cuando Chari vio desnudarse a Ana María, silbó.

-          Joder, que buena estás

-          Anda, Chari, que dices unas burradas.

-          Vale. Mira, si descubrimos que yo tengo razón y las niñas hacen algo “sexual”, tú harás lo que yo te diga, ¿vale?

-          Venga, loca.

Y subieron al coche justo cuando el autobús arrancaba. Se detuvo en una estación del centro y se bajaron las dos amigas. Ciertamente iban despertando miradas y comentarios obscenos.

-          ¡Anda, cabroncitas, que estáis para haceros un hijo a cada una!

-          ¡Pedazos de culitos para follaros hijas!

Ana María y Chari se bajaron y  las siguieron a distancia, pero las veían bien, La primera se sorprendía de que las nenas se rieran con estos comentarios, incluso que les contestaran pelín bordes.

-          Este culito no es para ti, feo, ja ja.

Al poco, llegaron a la puerta de una discoteca. Había cantidad de gente en la puerta, y tres o cuatro vigilantes, bien cachas, vestidos de negros y con unos brazos como mi pierna. No parecía la discoteca apropiada para esa edad.

Cuando llegaron a los porteros, el que estaba más cerca les dijo que no podían entrar, que no tenían la edad.

-          ¿lo ves? Te lo dije son muy niñas. – Le dije a Chari.

-          Calla y escucha, que nos va a ver.

-          Anda, guapo, que tenemos 18 las dos, les decía Ángela muy provocadora.

-          ¿ah, sí?, les dijo el portero. Enseñadme el DNI.

-          Es que nos lo hemos dejado en casa, le dijo mi hija muy zalamera. Pero hacemos lo que quieras para que lo compruebes.

El portero empezó a reír y les dijo a dos compañeros:

-          Anda, id a comprobar la edad de estas dos, ja ja ja.

Y estos dos las cogieron y se las llevaron en dirección a un callejón que había a la vuelta de la esquina, en el que había bastantes coches aparcados y poca iluminación. A ir andando, el que iba con mi Lola le puso la mano atrás y le cogió el culo por debajo de la falda.

-          ¡Dios mío! ¿Qué hace mi Lola?

-          Calla y vamos a seguirla, verás como comprueban la edad de estas dos putillas, me dijo Chari.

Muy despacio las seguimos y nos quedamos paradas tras una furgoneta en el callejón. Al llegar allí, se pararon los cuatro y el más alto les dijo:

-          Venga, a ver vuestro carnet.

Las dos niñas se miraron, sonrieron y, me quedé pasmada. Mi hija se levantó el top y el sujetador y le enseñó las tetas. Ángela hizo lo mismo. Los dos se miraron, rieron, y le dijo uno al otro:

-          Parece mayores, a ver.

Y agarró a mi hija, le cogió la teta apretándola y le pego sus labios a la boca, besándola con furia.

-          ¡Dios mío!, se me escapó

-          Shissss, me tapó la boca Chari, que estaba detrás de mí. Que nos van a oír. Y viene lo mejor.

Yo miraba aterrorizada, como si viera una película, no podía maginar a mi hija. Con las tetas fuera, un tío cogiéndoselas y besándose con rabia. Y la mano de mi hija estaba apretando su pañalón. ¡Le estaba cogiendo la polla!.

Al poco, el tío la cogió de los hombros y la empujo hacia abajo, hasta arrodillarla. Ella le baja la cremallera y le saca una polla, que aun morcillona se veía enorme.

En esto me doy cuenta que la mano de Chari ha dejado de tapar mi boca y esta tocándome mis pechos. Mis tetas. Vuelvo la cara y la miro, entre extrañada, cabreada y excitada. Ella me dice, muy bajito.

-          Calla. Te haré tan puta como tu hija. Te dije que si tenía yo razón serías mía. Ahí tienes a las niñas, comiéndose unas pollas que ya quisiéramos para nosotras. Cabrona, que buena estás¡¡¡. Mientras decía esto había metido su mano dentro de mi sujetador  y apretaba mi pezón, que estaba durísimo.

Cuando volví a mirar, era de película. Las dos nenas agachadas, comiéndose esas pollas, haciendo ruido, con vicio, como yo jamás había sido capaz de hacer.

-          Mira la manita de tu hija, tan inocente ella, me dijo mi vecina.

Lo que vi me dejó aún más sorprendida, si cabe. Mi hija estaba con una mano masturbando lo mucho que le quedaba fuera de la boca de esa enorme polla. Pero la otra mano la tenía bajo su minifalda. ¡Se estaba masturbando! Al mismo tiempo, Chari había metido su mano en mi pantalón y estaba tocándome mi coño, que era un lago. Como me tocaba. Me tocaba los labios, metía los dedos, refregaba mi clítoris y luego metía la punta del dedo en mi coño. ¡Dios mío! Que placer.

-          Mira, le van a llenar sus boquitas de leche, me dijo

El chulo que tenía a mi hija le había cogido su cabeza e imprimía su ritmo, cada vez mayor. La mano de mi niña también subía el ritmo. De pronto, él le apretó más, miró al cielo y empezó a gruñir. Se estaba corriendo en la boquita de mi niña. Ángela estaba igual, tragando como podía. Y yo estaba corriéndome como nunca me había pasado, sentía mojadas mis piernas de mis flujos, chorreando...

-          Anda, vámonos, que ya han comprobado su edad. Y tú vas lista también, me dijo Chari.

La seguí como una autómata, sintiéndome arder, mojada, con los pezones que me dolían en el sujetador. A irnos, aún oímos que los dos le decían a su compañero:

-          Anda, déjalas entrar, que si tienen la edad, y todos rieron fuerte, mientras ellas reian satisfechas y entraban.

Al montarnos en el coche, Chari me miró y me dijo:

-          Y, ahora, vendrá lo mejor. Dentro al menos se las follan varias veces, y quizás hasta por sus culitos. Ángela al salir llevaba una caja de doce preservativos.

Y al decir esto, se acercó a m y me beso en los labios. Me dejé llevar y le di mi lengua.

-          Que putita eres. Yo te voy a sacar lo mejor de ti, me dijo al arrancar.

Continuará