Viernes Santo
Segunda parte de El Beso Azul. Año 2100. El mundo es tecnológico, limpio, casi perfecto Mily (Emily) es descubierta con una notoria cantidad de droga sintética. Después de una semana en un calabozo, es encadenada cruelmente y subida a una furgoneta con otros presos. Destino: la cárcel municipal.
LA CÁRCEL MUNICIPAL:
Atravieso la puerta. Salgo del edificio. Ya conozco el lugar… Es un balcón de metal que da al parking de la policía del aeropuerto. Empieza el verano, hace calor… el suelo de acero rugoso está caliente. Mis pies descalzos desean abandonarlo rápidamente.
No puedo caminar muy rápido. Los grilletes me limitan a la mitad de mi zancada. Ya no es una zancada larga… La que me permite mi espectacular metro y medio. La agente me sigue de cerca. Va armada. Los guardias dentro de las cárceles no van armados, es más peligroso que su arma sea robada por un preso. Aquí, en la calle, sí llevan pistolas.
La puerta al fondo del balcón está abierta. La atravesamos. Comienzo a bajar la escalera con miedo a caer. Los escalones son del mismo metal… duro, caliente… me duelen mucho los pies. La mujer cierra la puerta tras de mí… No hay vuelta atrás. Mi estrecha celda, después de todo, fue mi hogar esta semana.
Al llegar abajo, el asfalto no es mucho mejor. Sigo haciéndome daño. Siento alivio al llegar a la furgoneta. Me tengo que sentar en un banco estrecho. Me ponen un cinturón de seguridad alrededor del cuerpo, es como el de los aviones.
La chica del vestido rojo está en la posición de enfrente. También hay una pareja de chico y chica, poco mayores que yo. Nos encierran atrás, cierran la puerta desde fuera. El motor arranca, es eléctrico. Avanza suave, apenas se nota el movimiento. Creo que paramos en la garita de control. No podemos saberlo, no hay ventanas. Sólo una luz rectangular en el techo.
Se nota más velocidad… autopista tal vez…
Ahora paramos y avanzamos, paramos y avanzamos… estamos en zona de mayor tráfico. Urbana seguramente.
Llevamos un rato parados. ¿Hemos llegado a destino? Jorge dijo que era apenas media hora. Es el tiempo que ha pasado.
La puerta se abre…
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Una oficial sube a la furgoneta. Nos quita los cinturones. Nos señala la puerta. Con dificultad, bajamos del vehículo. Piso el suelo… Estamos en un gran garaje cubierto. Iluminado con potentes focos. El suelo es liso… no demasiado agresivo. Sigo descalza.
Me van señalando el camino pero me cuesta andar. Nos conducen a una puerta. Nos esperan varias celadoras y un celador. Llevan porras y esposas en los cinturones.
Los agentes de traslado comienzan a quitarnos los grilletes. Primero va la pareja, chico y chica. Una celadora se la lleva a ella y a él se lo lleva el hombre. No les ponen esposas pero llevan la porra en la mano y amenazan con utilizarla.
Ahora le toca a la chica de rojo. Yo siempre de última…
La sientan en un banco. ¡¡¡Ahhh!!! Me liberan a mí… ¡¡¡Qué alivio!!!
Me señalan el banco. Los de traslados se van.
- Talla de ropa y de pie…
- ...I don’t understand...
El idioma vuelve a ser un problema… La celadora llama por el walkie. Se llevan a la mujer del vestido.
Sigo esperando… Al fin viene una celadora más joven.
- Clothes and shoe size? -me pregunta.
- “S or M” for clothes, shoes 2.
- You are not in a department store, “S” or “M”?
- S.
- And what on earth is a shoe size of 2?
Vale… no entienden nuestras tallas de zapatos. No… no sé mi talla europea.
- The smallest you have...
Me llevan por la misma puerta. Me conducen a unas duchas.
- You have five minutes of hot water, not even one more second. Put your clothes in this fabric bag.
Tengo cinco minutos de agua caliente… Debo poner la ropa en la bolsa de tela. El agua sólo está tibia… La agoto hasta el final… Como dijo la chica: ni un segundo más. Se corta en seco. Me han dado una toalla áspera, me seco con ella, no hay otra… Al salir me dan un pijama naranja como el que ya llevé en el aeropuerto… ¡¡¡Mierda!!! Aquel era “M”, la “S” me queda apretada… se me marca todo. Bragas ásperas… sin sujetador. La celadora me tira delante un par de chanclas de lo más básico.
- “36” size, the smaller we have...
Sí, me valen… Agradezco no estar descalza, por fin…
Al levantar la cabeza veo a la mujer con las esposas en la mano. Entiendo… sumisa, extiendo las manos. Cierro los ojos y siento el metal en las muñecas mientras oigo el siniestro ruido metálico de los grilletes al cerrarse.
Me llevan por un largo pasillo. Paramos en un mostrador. Comprueban no sé lo qué, en una pantalla. Tardan un rato…
- Módulo 5 -dice la mujer tras el mostrador.
Acabamos llegando a una puerta con un gran 5 de color rosa dibujado a su lado, en el pasillo.
- Unit 5, women’s -dice la mujer.
Avisa por el walkie y la puerta se abre lentamente. Es una puerta de malla metálica. Parece la valla de un gallinero.
- Enter… now.
Yo entro y ella queda fuera. Hay una segunda puerta de cristal blindado, delante de mí… La puerta metálica se queda tras de mí… Estoy encerrada en un metro cuadrado.
- Hands in this place -dice señalando una ranura en la puerta metálica.
Va a quitarme las esposas… bien. Cuando lo ha hecho, vuelve a usar el walkie, la segunda puerta se abre… Antes de que me lo ordene, entro lentamente. Una celadora me está esperando dentro.
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El módulo es una plaza circular con mesas y sillas de plástico. Lo rodean celdas… pequeños cubículos individuales, donde apenas cabe una cama. Allí nos encierran por las noches. Suena un timbre y debes ir a tu cama, automáticamente se cierra la puerta corredera de malla metálica, la luz del techo se apaga. Las luces del salón se atenúan. No hay ventanas. Somos quince mujeres enterradas en vida. Compartimos dos baños. Por la noche, no se puede acceder a ellos. Sólo en caso de emergencia.
En el centro de la “plaza” hay una garita grande circular. Con ventanas tintadas. Ahí están las celadoras. Nos vigilan continuamente… Podrían hacerlo, podrían no prestarnos la más mínima atención. Sólo salen en contadas ocasiones. Casi siempre mal encaradas y porra en mano. Es un método de vigilancia perverso… nunca sabes si te vigilan o no. No entran por la puerta principal. Deben tener un ascensor independiente. A las horas de comida, abren una ventana grande y distribuyen raciones precocinadas, envasadas en plástico. Insípidas, seguramente nada nutritivas… daría lo que fuera por una hamburguesa con patatas y cola.
La peor tortura aquí dentro es el aburrimiento. Las chicas lo matan con naipes viejos, libros aun más viejos y revistas que probablemente son de la edad media. A mí me cuesta mucho participar en nada… La cárcel es la soledad en sí misma, la barrera del idioma me está dejando más sola todavía.
El aburrimiento sólo se alivia cuando te sacan del módulo. Empezaron sacándome para un reconocimiento médico. Fue un reconocimiento normal excepto que, llevando esposas todo se hace más difícil. Para sacarte del módulo te llaman por el altavoz. Tienes que meterte entre las dos puertas de entrada, allí te sujetan las manos y, sólo entonces, abren la segunda puerta. Que te saquen sangre con los grilletes puestos se complica mucho… Y lo peor fue el episodio humillante al final: te bajan pantalón y bragas y te hacen mear delante de una celadora. La prueba de drogas tiene que ser con tu verdadera orina…
La segunda vez me llevaron a la sala de videoconferencias. Una pantalla ligeramente elevada y yo sentada ahí mirando para ella. Intenté evitar que las esposas salieran en mi cámara para no sentirme humillada pero no me dejaban ver mi propia imagen. Una ayudante del fiscal me explicó las pruebas, las posibles condenas y que el juicio sería pronto. Se defendía medianamente con el inglés.
Una vez, me interrogó la fiscal, la acusación se hizo formal. Me ofrecieron una abogada de oficio que habla mi idioma… Por supuesto, acepté. Me llevaron a la sala de videoconferencia a hablar con ella. Mejor declararse culpable… muy difícil negar que llevaba la droga conscientemente.. no me fiaba mucho del acuerdo con la agente Lydia Santiago. Me avisarían cuando se fijara fecha de juicio. Normalmente eran siempre por videoconferencia, pero sospechaba que el mío podría ser presencial. Era un caso famoso, la primera detenida gracias al nuevo sistema de detección de drogas.
No quise avisar a nadie… Sentía una terrible vergüenza, prefería que mis padres me dieran por desaparecida. ¿Se enterarían por las noticias?, ¿Lo sabrían ya? Seguro que sí… Nuestra prensa siempre salta si un ciudadano británico es arrestado en el extranjero.
Me volvieron a llevar a ver a la abogada por la pantalla. La orina dio positiva en drogas. Clorhexidina, la misma sustancia que transportaba en el coño… Normal, había consumido apenas un par de días antes. Eso podía ser un atenuante… Aun declarándome culpable me interrogarían… Debía dar la impresión de joven, inexperta y dominada por el vicio de las drogas.
EL JUZGADO:
Pues sí… juicio presencial. Tras dos semanas tirada aquí como una zombie, mañana es el juicio. Los pensamientos negativos circulan por mi cabeza como fantasmas… Me atormentan, veo a mis compañeras jugar a las cartas, leer… He ojeado mil veces las fotos de las revistas… He aprendido algunas palabras de español pero sigue siendo insuficiente.
Estaba sentada con los ojos cerrados cuando una persona me tocó el hombro. Era la atractiva mujer del vestido rojo…
No había intercambiado ni una palabra con ella en quince días. Es francesa… ¡¡¡Ohhh!!! Casi sin darme cuenta estoy desempolvando el poco francés que aprendí en la escuela. Michelle, se llama Michelle…
Seguimos hablando mucho tiempo… Ella estudió algo de inglés. Hace dos años huyó de Francia. La buscaban por una estafa. Cuando ya no pudo mantenerse en América Latina intentó volver a Europa. Un aeropuerto pequeño, una isla turística, tal vez colara… El control electrónico de pasaportes la delató.
Comimos juntas… Nos fuimos juntas a dormir la siesta. Sabemos que las guardianas suelen permitir esas cosas… Ella tapó la puerta de su celda con una sábana.
¡¡¡Ahhh!!! Me está besando… no me entusiasma pero me dejo… Es un cuerpo suave, cálido, me toca suavemente… con cariño… Me quita la camiseta, me toca los pechos, me los chupa… me besa el vientre… Me quita pantalón y bragas. ¡¡¡Ahh!!! Noto su lengua en la vulva… ¡¡¡Ahhh!!! Me gusta… Sus manos en mis senos, su boca en mi sexo… ¡¡¡Ahhh!!! Sigue, sigue… sigue mucho tiempo… Me retuerzo… ahogo los gritos… si gritamos, vendrán las guardianas… ¡¡¡Ahhh!!! Me corro en silencio…
Intento corresponder… Esto no se me da bien. La beso, la desnudo… La masturbo con los dedos… un poco torpemente… pero a ella le gusta. La beso en el coño… Me da un poco de asco… pelo… sabor salado… Chupo un poco… un poco más… Ella me acaricia el pelo… Sigo, sigo… hasta que noto como explota… convulsiona violentamente…
Seguimos toda la tarde, las dos desnudas en una cama de ochenta centímetros. Entrelazadas.
Anuncian la hora de agua caliente en las duchas. Ella se viste a toda prisa, me invita a hacer lo mismo… Vamos corriendo, entramos juntas en la ducha. Metiendo nuestro código tenemos cinco minutos de agua tiba… Primero ella… luego yo… diez minutos bajo el agua, desnudas… Besos, abrazos, caricias… algún mordisquito…
Al salir nos sentamos juntas esperando la cena.
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Para mí no hay cena hoy. Una guardiana viene… Es de las pocas que hablan un poco de mi idioma. Se dirige a nosotras con las esposas en la mano.
- Emily, you have to come with me… You are transferred now to the court.
Ahora al juzgado… El juicio es mañana…. Protesto:
- Trial is tomorrow… not today.
- You will be in custody in a cell of the courthouse.
Me encerrarán en el juzgado… no creo que tenga opción. Me levanto y extiendo las manos. Raaccc… raaccc… esposas puestas. Me lleva afuera del módulo y me conduce por un pasillo. Me temo que me esperarán los sádicos agentes de traslados y me encadenarán como a un animal rabioso.
Llegamos al garaje, por aquí entré. No veo gente de traslados. Me conduce a un coche patrulla… Hay un agente esperando. Tiene grilletes grandes en la mano…
Me ponen contra el coche, la mano de la guardiana en mi nuca. El agente se agacha y me pone los grilletes en los tobillos. Me suben atrás… Me ponen un cinturón de seguridad a la cintura. Una mampara me separa de la parte delantera… Las puertas no tienen manilla por dentro.
Ambos agentes se suben al coche…
- It’s a quick transfer, no need to call transport agents -me explica la mujer.
Un viaje corto… menos mal. Una tarde de verano. ¡¡¡Dios!!! Gente en la calle, caminando, sentados en terrazas, libres… El coche circula lentamente y yo los veo tras los cristales tintados. Que lleguemos pronto o moriré de pena y rabia.
Apenas unas manzanas más allá, el coche entra en un garaje subterráneo. Debe ser la parte de atrás de un gran edificio. ¿Palacio de justicia? Sí, debe ser…
Después de aparcar me conducen hasta una celda sin ventanas. Es muy básica como las que ya conozco pero un poco más grande. Hay una ducha al lado del retrete y del lavabo. Me quitan los grilletes y me encierran. Me traen algo de comer… bazofia… También me traen una bolsa con ropa. Es de mi propia maleta, me dejaron elegir un vestido para el juicio.
- And the shoes? -me atrevo a pedir…
- ¿Qué?
- Sssapatos…
Y sí… me trae mis zapatos. No los había vuelto a ver desde mi llegada al aeropuerto.
Intento dormir… no puedo dormir… dormito un poco… me veo en la cárcel… despierto asustada… me ponen en una silla eléctrica… despierto… camino encadenada por el desierto, en manos de una banda de asesinos… despierto sudando, con el corazón a mil.
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Por la mañana… Lo sé por la luz del techo. Me dan un poco de comer… vomitivo. Cinco minutos para ducharme, otros cinco para vestirme, a los diez te saco de la celda estés como estés. Eso he creído entender…
Me ducho rápido, me pongo el vestido y los zapatos, no hay espejo, pero me siento mejor, femenina, atractiva…
Dura poco la fiesta.
- Manos aquí en la ranura...
Salgo de la celda, manos esposadas. Me obligan a darme la vuelta, a apoyar las manos en la pared. Me hacen levantar una pierna, me ponen un grillete, luego la otra, el otro grillete…
Me conducen a la sala. Entramos… Está vacía. Hay un lugar reservado para mí… Es un cuadrado rodeado por una especie de barandilla. Abren una portezuela, debo entrar. Hay una silla. Sueltan un grillete de mi tobillo, lo sujetan en una argolla unida al suelo. La guardiana queda junto a mí, a la derecha, por fuera de la barandilla. Enfrente tengo el atril del acusador. A mi izquierda, una mesa para mi abogada. El tribunal se sitúa entre ambos bandos, a la derecha. A la izquierda hay una especie de teatro… el público. Sí, el juicio es público.
Viene una empleada del juzgado. Trae un pequeño aparato que cuelga con una pinza de mi vestido. Conecta unos cascos al dispositivo y los coloca en mis oídos.
- ¿Me entiendes? -dice…
- Do you hear me? -oigo esa voz, artificial, metálica, un segundo después por los cascos.
¿Un dispositivo traductor? Ya podría haber tenido uno antes. La mujer coloca un micrófono cerca de mi boca. Entiendo que debo hablar ahí…
Poco a poco vienen los protagonistas. La fiscal, mi abogada… Público… ¿Quién viene a un juicio como quien asiste a un estreno de cine? Pues allí se congregó un nutrido grupo de desconocidos.
Sigo allí sentada. Desde fuera no se ve que estoy encadenada a una argolla. MIs manos descansan sobre mis rodillas, el peso de las esposas hace que sea la postura más cómoda.
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Por fin entra el tribunal. Tres mujeres, dos hombres, preside un hombre. El presidente pide que me quiten las esposas… Ya me lo contaron… escenifican la presunción de inocencia. Cuando me crea culpable, ordenará que me las pongan otra vez.
La fiscal expone las pruebas en mi contra. Declara la oficial que me arrestó. Jorge no está… Cuando termina el testimonio el presidente vuelve a hablar:
- Agente, ponga de nuevo los grilletes a la acusada.
Lo he entendido… gran invento el traductor. Hasta aquí duró mi inocencia… Es ahora cuando me preguntan cómo me declaro:
- Guilty (culpable)...
Ya está… ya lo dije. Me interrogan… me hago la tonta, muy tonta, no sabía la gravedad del hecho, soy adicta, mi novio murió por sobredosis…
Tampoco se extienden mucho. Me declaran culpable… Me llevan de vuelta a la cárcel. Allí se me notificará la sentencia. En ese momento, me llevarán al penal: Isla Esperanza, vaya nombre. Una roca de apenas un kilómetro cuadrado a unas veinte millas de la costa.
ISLA ESPERANZA:
Llegué por la tarde a la cárcel. Se habían llevado a Michelle. La trasladaban a Francia. Al día siguiente, durante el desayuno, una celadora me dio una carta. Venía cerrada pero ella sabía el contenido:
- Fifteen years, you have been lucky… -me dijo con un acento horrible.
Efectivamente… la carta venía traducida al inglés en el reverso. Informaba de que al haber confesado durante el juicio, correspondía la pena mínima de veinte años. Habían aplicado la rebaja máxima del 25% por la atenuante de ser consumidora habitual de esa sustancia.
Le devolví la carta, al guardarla, la guardiana sacó las esposas.
- What?
- Going to convicted unit.
Aquel era un módulo de presas pendientes de juicio. Para delitos leves, condenas de hasta dos años, había otros módulos. Y había uno de condenadas al penal. Era sólo un lugar donde esperar al traslado… Por supuesto me dejé llevar. El módulo estaba identificado con un cero de color rosa, enfrente había otra puerta con un cero azul. El diseño era el mismo pero más pequeño. Sólo había otras dos chicas pendientes de traslado al mismo lugar.
Tras apenas dormir, nos levantaron dos horas antes de lo habitual. A las seis de la mañana. Estaba intentando comer la tercera galleta cuando dos guardianas entraron al salón como una avalancha. Porra en mano, pusieron a una compañera contra la pared y la esposaron con las manos a la espalda. Siguieron con la otra chica y yo ya no acabé la comida, me levanté sumisa y me puse contra la pared con las manos en la nuca.
Nos sacaron del módulo, en el mismo pasillo había una puerta abierta. Por ella, bajamos al garaje. Allí estaban los de traslados. Estaban ocupándose de dos hombres… una vez estuvieron listos, empezaron con nosotras. El protocolo era el mismo que en el aeropuerto: cadena a la cintura, esposas rígidas colgando de ella, grilletes en los pies, unidos con la cadena de la cintura.
Es un proceso lento, penoso. Tenemos que ver como lo practican paso a paso con cada una de nosotras...
Fui la última una vez más. Nos subieron a la furgoneta. Una valla metálica, separaba el habitáculo longitudinalmente. Hombres a un lado, mujeres al otro. Cerraron quedamos todos sentados a la luz de un foco en el techo.
El vehículo comienza a andar. Viajar así es lo más horrible del mundo. Esta vez el viaje fue más largo. Con muchas paradas. No podemos ver nada de la calle. Con el cinturón de seguridad a la cintura, no podemos movernos de nuestro sitio.
Hasta donde sé, la ciudad (la capital de la isla) está veinte kilómetros tierra adentro. Nos dirigimos a una localidad portuaria cercana.
Tardamos más de una hora. Creo que hemos llegado porque llevamos media hora parados. El aire acondicionado está apagado y empieza a hacer sol. El interior de la furgoneta parece una olla, todos empezamos a sudar.
La puerta se abre. Penosamente, bajamos y nos hacen formar allí mismo. Enfrente nuestra hay un pequeño barco. Me recuerda a los pequeños ferrys que trasladan personas entre mi pueblo y localidades cercanas. Yo vivía en Poole, costa sur de inglaterra, localidad conocida por su gran puerto y por las actividades pesqueras.
Parece un autobús acuático reformado a la manera militar: pintado de gris, con malla metálica en las ventanas, con dos enormes ametralladoras automáticas en proa y popa.
Tengo entendido que es el barco de suministros. Lleva material, sobre todo provisiones, al penal… También lleva y trae presos.
Los agentes de traslados comienzan a liberar a los chicos… Cuando el primero está suelto le señalan la puerta del barco… Hay una puerta en el lateral, a la altura del pantalán. Lo dejan caminar hasta la entrada. Hay dos guardias, armados con rifles, y vigilándolo todo entre nosotros y el barco. Otros dos, igualmente armados, vigilan desde la borda. Un poco a lo lejos, veo como el hombre entra a bordo. Me parece ver como un guardia le pone esposas al entrar.
El proceso continúa igual con todos y con todas… Realmente, estoy ansiosa de que me quiten las cadenas. Cuando lo hacen, camino decidida… no sé qué me espera pero allá voy.
Como esperaba, había un guardia en la puerta que me puso las pesadas esposas que usan dentro de las cárceles.
Me meten en una sala, llena de sillas y mesas ancladas al suelo. Definitivamente, es igual a las salas de pasajeros de los barcos que hacen servicio costero. Hay malla metálica en las ventanas y otra separando la sala longitudinalmente en dos partes. Ellos a un lado, nosotras en el otro. También parece que han añadido una pared para hacer la sala más pequeña. Cierran por fuera, me siento y dejo caer las manos sobre la mesa…
Al rato, vemos como el barco, lentamente, se separa del muro… Después maniobra y comienza a navegar en línea recta.
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Abandonamos el puerto, perdimos de vista la costa, a unas dos horas de salir pudimos ver algo en el horizonte. Empezó siendo solamente una roca en medio del mar. El barco giró hacia ella la enfilamos en línea recta. Apenas se podía ver en dirección oblicua desde la ventana. Se fue haciendo más y más grande. En media hora estábamos atracando.
Con el barco parado tardaron casi media hora en abrir la puerta. Salimos de una en una. El oficial de la puerta nos liberó las manos al salir, guardando las esposas en el barco.
Lo raro fue que no apareció otro agente para engrilletarnos de nuevo. “Libres” pudimos caminar por el pantalán y después por un camino ascendente hasta un edificio con forma de castillo, rodeado por un gran muro guarnecido de garitas. No había otro lugar por donde ir. No había otra forma de llegar al barco desde la isla.
Allí dentro nos dieron una charla sobre la vida en el penal. Nos iban a asignar un barracón. Las personas de cada barracón tenían un trabajo determinado: limpieza, cocina, la granja, la cantera… Todos los presos debían trabajar o serían castigados duramente. Pronto supe mi destino: “marisqueo”...
¿Qué?, ¿Qué es eso? Pronto supe que se trata de pasar horas caminando por una playa enfangada, cogiendo almejas, navajas y otros bichos comestibles. No para comer nosotras, para la producción de la cárcel. Cada barracón estaba dirigido por un preso o presa capataz. Responsable de mantener la producción. Los guardias se habían dado cuenta de cuál era la mejor manera de controlarnos a todas… Da poder a un preso o presa y se convertirá en el peor guardián… Un o una psicópata. Los capataces llevaban una porra pequeña, menor que la de los verdaderos policías y varias bridas o zipties. Estaban autorizados a atarte y hasta a golpearte si consideraban que te rebelabas o trabajabas mal.
Los barracones formaban un pequeño poblado al que se accedía saliendo del “castillo” por el lado opuesto y descendiendo por un camino estrecho.
No hay vallas… No hacen falta. Es imposible salir de la isla sin pasar por el puerto. El castillo controla el puerto. Todos le llaman el castillo… realmente, es una mole de cemento erigida sobre una roca, domina tanto el puerto como el poblado.
Por el día, trabajar… extraer los moluscos con guantes que se rompen continuamente, cortarse varias veces… Por la noche, entrar rendidas en el barracón. Los guardias lo cierran hasta el día siguiente.
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Mi barracón lo dirige la capataza Isabel. “Jefa Isa” para todos. Una mujer poco más alta que yo pero increíblemente fuerte. Ancha de hombros, brazos musculados, manos grandes. De espaldas parecería un hombre si no fuera por su cintura, medianamente marcada. Su cara, redonda, era medianamente atractiva, el pelo lacio y rubio caía a lo loco sobre los hombros tapando parcialmente la cara. Tenía dos enormes senos redondos que recordaban a todos que era una mujer.
Ella fue mariscadora antes de ser detenida y condenada. No le cuenta a nadie por qué…
Desde el primer día, me miró desde arriba como diciendo “vaya birria de mujer”. También desde el primer día, se empeña en llamarme “Londres”. Hay otra chica en el barracón que tomó algunas clases de inglés… A veces, la usa como traductora para explicarme cosas. Pero se le ve que es mucho esfuerzo, prefiere gritarme palabras que no entiendo con su voz atronadora. Yo intento adivinar qué quiere… no siempre acierto, acabamos recurriendo a las señas a diario.
Hoy parece especialmente enfadada… no para de gritar órdenes. Todas obedecen sin siquiera mirarla… ¡¡¡Vaya!!! Me toca cargar una enorme caja de moluscos… No puedo negarme… La cojo y camino lentamente, doblada por el peso.
¡¡¡Ahhh!!! ¡¡¡Mierda!!! Me he tropezado, se me ha caído todo. Encima me hecho daño… Me quedo dolorida en el suelo. Isa vino hacia mí como un rayo…
- Es suficiente, me tienes harta...
Entiendo las palabras a medias, entiendo que va a pasar algo malo. Está a punto de acabar la jornada. Grita algo a una de las veteranas, creo que le encarga dirigir el grupo. Sin dudarlo me agarra un brazo y me levanta con violencia. Me arrastra por la playa. Siempre había dos policías armados, vigilándonos de lejos. Los veo, observando todo muy atentos pero sin hacer nada.
Hacía mucho calor… Yo estaba trabajando en la arena: descalza, en bragas y camiseta. Así me está arrastrando por todo el camino que lleva al barracón. Me llevaba cogida de un brazo, desde atrás, con tanta fuerza que parecía que me sujetaba con una pinza de hierro. Notaba su aliento en la nuca. En la otra mano llevaba la porra, no la veía pero la apoyaba continuamente en mi espalda. Sabía que si me resistía me golpearía sin piedad…
Al llegar me lleva a mi camastro. Se coloca delante de mí, con las piernas abiertas y mirándome con severidad. Al menos guarda la porra…
- Camiseta fuera…
¡¡¡Qué!!! He entendido “camiseta”... ¿Qué quiere?, ¿Que me la quite?
Su cara de enfado va a peor… Me arranca la camiseta de golpe. Me obliga a sentarme en la cama. Apoyando la espalda en el pequeño cabecero de hierro. Es imposible apoyarse entera… la barra superior se me clava en los riñones.
¡¡¡Ay!!! Me ata las manos con bridas al cabecero. Cada una de un lado. Las aprieta bastante…
- Hoy no cenas, te quedas así hasta mañana.
Ha dicho algo de cenar… Cenamos todas las mujeres en un gran pabellón. El poblado está dividido entre hombres y mujeres y sólo dejan que nos juntemos los domingos. Muchas tienen novio y esperan al domingo con ilusión… Yo sueño con que Jorge me rescate de cualquier manera. Con un indulto, con una lancha, en helicóptero…
Se va, gritando juramentos que no entiendo. Está sudando… Entra en los baños. Creo que voy a estar en esta postura incómoda hasta que le dé la gana. Oigo el sonido de la ducha...
Aún falta para que lleguen las demás… Cenarán y volverán. Algunas se ducharán…
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Isa sale del baño, desnuda de cintura para arriba, mojada, vestida con una toalla a la cintura. Llega al borde de la cama. Deja caer la toalla, se quita las chanclas y se apoya sobre la cama, con las rodillas en el borde de la misma. Inmovilizada, indefensa… comencé a sentir frío, me noté temblando como un junco.
En vez de tratarme bruscamente, sentí su mano acariciando mi pelo. Se coloca sobre mí, rodillas en el borde de la cama, apoyada con una mano en la pared del fondo y la otra en mi pelo. Realmente, casi no me toca…
- No tengas miedo -dijo-. Si no quieres, párame...
Realmente, no sé si pararla o no. Siento sus labios con los míos… suaves, carnosos… Su lengua está llamando a la puerta. Una vez, dos.. A la tercera me rindo. Abro la boca y nuestras lenguas se entrelazan… Me estremezco ante la sensación cálida y húmeda.
En aquella posición, sin poder moverme, sabía que a ella le tocaba todo el trabajo. Y eso no me disgustaba. ¡¡¡Ahhh!!! Siento sus labios en los pezones. Me acaricia con los dientes, me mordisquea…
La siento descender… no separa su lengua de mi piel. ¡¡¡Ahhh!!! Me quita las bragas. Ha llegado al sexo… ¡¡¡Ahhh!!! Tiemblo de arriba a abajo. Me muevo al ritmo de su lengua… Empiezo a estar húmeda, caliente… Ella sigue… sigue… ¡¡¡AAAAAhhhhh!!!
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A partir de ese momento aquella mujer comenzó a comportarse como un encanto. Me soltó las muñecas inmediatamente. Me llevó a su “reducto” de la esquina. Allí se había montado un rincón privado, separado por cortinas.
Me trajo comida, me mimó toda la noche y yo me dejé.
Desde entonces vivo como su protegida. No me acaba de gustar… pero se vive mejor. Casi no tengo que trabajar. Como mejor. Duermo con ella en el reducto… No me gustan las chicas… pero me encanta cuando me la chupa.
Me enteré de que todas en el módulo, policías incluidas, sabían que Isa me deseó desde que me vio llegar. Yo era la única que no me había dado cuenta.
VIERNES SANTO:
Han pasado meses… no sé realmente cuántos. Aquí todos los días son iguales y se pierde la noción del tiempo.
Un día que no era domingo resultó que nos dejaron dormir hasta tarde.
- ¿Qué tiene hoy de especial? -Ya hablo español como un niño de primaria.
- Viernes Santo...
¡¡Ohh!! Yo nunca fui muy religiosa. Aquí celebran esas cosas.
Llevaba un tiempo enfadada con Isa… En el fondo ella se había dado cuenta que yo no la quería… No es que no fuera sincera. Ella estaba colada y yo me dejé querer, me ayudó en un momento muy bajo.
Estábamos tumbadas en su cama. La única de metro cuarenta del módulo. Entonces ocurrió algo que no esperaba. Un policía entró en el módulo y se dirigió a mí:
- Emily Brown.
- Sí -respondí asustada.
- El obispado ha realizado ayer el sorteo para el indulto de este año. Conmemoran el indulto de Pilatos a Barrabás. Ha ganado usted.
Me quedé helada… La señora Lydia Santiago no me había engañado. Me habían conseguido el indulto. Isa me abrazó y me besó… Se despidió de mí hablándome a la oreja. Me costó despedirme pero el policía insistió mucho.
El agente me llevó al “castillo”, por momentos creí que me iba a esposar. Me advirtió que el indulto no sería efectivo hasta llegar a puerto.
Me dieron el equipaje que traía el día de mi arresto. Lo tenían allí almacenado todo. Me pude vestir… Me embarcaron en el barco de suministros que acababa de descargar.
Tuve que viajar encerrada en la celda de traslados. Al menos sin esposas…
Al llegar al puerto había un agente esperándome con la documentación oficial…
- Jorge… -dije con lágrimas en los ojos.
Me abracé a él durante casi cinco minutos… No hablamos… sentí su cuerpo cálido, después contemplé su mirada dulce, honesta…
- ¿Soy libre?
- Sí…
- ¿Podemos ir a algún lugar a estar juntos al menos una semana?
El calló y miró hacia abajo…
- ¿Qué pasa?
- No podemos…
- ¿Qué…?
- El indulto tiene una condición…
- ¿Condición?
- Debes volver a Reino Unido de inmediato.
- ¿Qué?
- Deportación… si vuelves, irás a un penal a terminar tu condena.
- ¿De inmediato?
- Tengo un billete a tu nombre y orden de llevarte al aeropuerto.
- Si me niego, ¿Me esposarás?
- No te niegues...
No me negué… Subimos a un coche camuflado, sin distintivos de policía. Tuve que ir en el asiento de atrás, separada por una mampara, sin manillas interiores en las puertas. Por el camino me contó cómo la información que dí sirvió para desmontar una organización completa en cinco países.
Estamos en la cola de seguridad. Él enseña un carnet y la pasamos rápidamente. Me lleva a la puerta.
- ¿Tienes que asegurarte de que subo al avión?
- Sí…
- Y si voy al baño me tienes que seguir...
Al decir eso, arranco directa al baño. Él me sigue discretamente. Entro en el baño de hombres.
- ¿Qué haces?
- Cometer un delito para que me esposes...
Él entra en el cubículo conmigo… Entra y me besa. Cierra la puerta como puede. No me pone las esposas… me quita la camiseta, el sujetador… Me manosea… Me quita la falda y las bragas. Las bragas se me atascan en los zapatos… Él desabrocha el pantalón y lo deja caer…
¡¡¡Ahhh!!! Me besa, me aprieta las tetas… me penetra contra la pared. Me empuja, me empotra, me rompe, me hace temblar… Tiemblo cada vez más hasta llegar a un gran orgasmo…
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Tocamos pista en Gatwick… No sé qué dirán mis padres. No sé ni qué saben de mí… Pero mejor ir a sitio seguro.