Viernes por la tarde.

Ama y sumiso tienen una de sus sesiones el viernes por la tarde.

Para Alejandro, el viernes no significa terminar la semana de trabajo, ni salir con los amigos, ni quedar con los compañeros de la oficina a tomar algo. Significa quedar con Ella.

Todos los viernes, Alejandro se muestra más nervioso según se acerca la hora de salir. No puede evitar recordar las sesiones anteriores con su Diosa, la mujer que le hace sentir el perro sumiso que lleva en su interior. En el trabajo, él manda sobre cinco compañeros de departamento, amable pero firmemente. En la intimidad, una mujer vestida de cuero le azota el trasero, le humilla verbalmente, le penetra por donde le place y le exige arrodillarse. Y eso le hace estar excitado e inquieto, ya que sale del trabajo a las tres de la tarde, y su Ama le espera a las tres y media. Si no llega puntual, no hay sesión. Si no hay sesión, no disfruta.

A las tres menos cuarto se marcha de la oficina. Hace tiempo que sus compañeros dejaron de preguntarle a dónde iba con tanta prisa.

Llega a casa de su Ama, puntual. Un edificio normal, en un barrio cualquiera de Madrid. Ninguno de los vecinos se imagina a qué se dedica la mujer del tercer piso, una chica amable y sonriente que siempre ayuda a la anciana señora del segundo con las bolsas de la compra. No hace ruido, es discreta y paga el alquiler de forma puntual. Un encanto.

Pero no ahora. Se ha vestido con un corsé de cuero negro, tan apretado que las tetas le van a explotar, y un tanga a juego. Los tacones, muy altos y de aguja, resuenan por el pasillo mientras acude a abrir. Alejandro, al otro lado de la puerta, espera ansioso como un perrito a su dueña.

La puerta se abre lo justo para que Alejandro entre. Ella se queda detrás para que ningún vecino la vea así vestida, y cierra antes de que nadie pueda asomarse.

-Arrodíllate, Alex.

-Sí, mi Ama.

-No nos vemos desde la sesión del viernes pasado. ¿Me has echado de menos durante la semana?

-Sí, mi Ama.

-¿Has hecho lo que te pedí? ¿Que no te tocaras durante estos días? ¿Has sido un buen perrito y me has hecho caso?

-Sí, mi Ama.

-El bueno de Alex… tan inocente y mandón en su trabajo, y tan putita sumisa en la intimidad. Mira, esto es para ti, tu juguetito de perro.

Le enseña una mordaza con forma de hueso. Alejandro la odia porque le hace babear y cuando se la quita le duele la mandíbula, pero eso, a su Ama, le excita.

-Desnúdate, Alex.

-Sí, mi Ama.

Se quita la ropa y queda completamente desnudo y arrodillado encima de la alfombra, con las manos en el regazo.

-Alex, quítame los tacones. No quiero molestar a los vecinos con el ruido de mis pasos. Y ponte en tu posición de perro que sale a pasear.

Alejandro le quita los zapatos con cuidado. Su Ama le aprieta la mordaza con el pie mientras se pone a cuatro patas.

-Vas a llevar mis tacones a la habitación, al fondo del pasillo. Uno lo pondré en tu espalda, no quiero que se caiga al suelo, así que sé cuidadoso o te castigaré. El otro te lo meteré por el culo. Ábrete el culo, perro sumiso.

Alejandro abre su culo con las manos, su Ama pone el tacón de aguja bajo las babas que caen de la mordaza para que se lubrique, y se lo introduce por el culo lentamente pero sin pausa. Él se queda quieto, empalmado, a cuatro patas y babeando la alfombra.

-Camina, perrito. Vamos de paseo.

Comienza a caminar a cuatro patas, despacio para no tirar el zapato que tiene en su espalda y porque el tacón metido en su culo le hace daño. Su Ama le guía con la correa, haciendo que levante la cabeza y tire de las pinzas de los pezones. Tras dar un par de vueltas a la habitación, suelta la correa y se sienta en un sillón, abriendo las piernas.

-Voy a masturbarme mientras te acercas y me miras, sumiso. Si consigues llegar a mí sin que caiga el zapato de tu espalda, te daré tu premio. Si lo tiras, tendré que castigarte. Y, créeme, he tenido una semana horrible y te usaré para desfogarme.

Se abre el coño con dos dedos, uno a cada lado de los labios, y acerca una pequeña pero potente bala vibradora. La pasa lentamente por encima, apoyando con fuerza pero sin llegar a penetrar, y sus dedos comienzan a mojarse.

-Mira, sumiso, aquí tienes tu premio. Trae mis zapatos y podrás lamer este coño.

Alejandro está muy empalmado y le cuesta caminar a cuatro patas. Solo quiere lamer ese jugoso coño, no puede pensar en otra cosa e intenta acariciarse la polla, así que pierde el equilibrio y el zapato de su espalda cae al suelo. Su Ama le mira, furiosa y excitada.

-Perro malo… ¿qué has hecho? ¿Tiras mis cosas al suelo por tocarte? Ponte de rodillas, con las piernas bien abiertas y las manos detrás de la cabeza. Voy a azotarte los huevos. Y quiero que mi tacón se meta hasta el fondo de tu culo, perrito descuidado.

Se levanta del sillón para cogerle de la correa y ponerle en la posición deseada. Al apoyarse el tacón del culo en el suelo, Alejandro emite un quejido que se escapa por la mordaza. Su Ama tiene en la mano una fusta, se está pasando la vara por el coño, empapándola. Se introduce suavemente en el coño la punta de la fusta con la que azotará a su sumiso.

-Abre bien las piernas, no se te ocurra cerrarlas mientras te azoto los cojones. Deberías dar gracias, esta fusta está llena de mis jugos, así que dejaré mi olor en tu piel.

Le da unos azotes en el culo hasta que se pone rojo. Continúa con la parte interna de los muslos, alternando entre estos y los huevos. Alejandro aguanta la postura con el tacón metido hasta el fondo del culo, pero los fustazos no cesan y cada vez le cuesta más aguantar la posición. Los azotes en los huevos son cada vez más rápidos y fuertes, hasta que termina con un azote en la punta del rabo que le hace dar un grito.

-Has sido un perrito muy bueno. Has aguantado mejor de lo esperado, por ello voy a darte un premio de consolación mientras tus huevos vuelven a su color normal. Voy a sacar el tacón de tu culo.

Con un rápido gesto, le saca el tacón de aguja del culo. También le quita la mordaza con forma de hueso y le pone otra, con forma de doble polla. Una polla se introduce en la boca de Alejandro y otra sale hacia afuera.

-Túmbate en el suelo, boca arriba. Voy a follarme tu boca mientras te recompones un poco.

Se sienta en la cara de Alejandro, se mete la polla-mordaza por el coño y comienza a follarse duro. Sube y baja sin parar por la polla de látex, chorreando jugos. Alejandro solo puede ver el coño de su Ama y su perfecto culo botando en su cara. No tiene permitido tocarla, pero puede acariciarse los huevos doloridos viendo semejante espectáculo. Mientras se toca, aún dolorido por los azotes,  su Ama se corre fuertemente en su cara. Puede sentir con sus labios los espasmos del coño producidos por el orgasmo.

-Veo que tus cojones tienen mejor color, y tu polla ha recuperado su erección, así que podrás correrte mientras lames mi coño y adoras mis pies.

De vuelta en el sillón, Alejandro se arrodilla a los pies de su Ama. Ella abre las piernas para que pueda lamer donde le plazca y le pone los pies en las manos. Él comienza a besarlos, a chupar cada dedo, a lamerlos con deseo. Se masturba apretando fuertemente la polla contra los suaves pies, juntándolos como si fuesen un coño cerrado y haciendo fuerza para penetrarlos. Con la lengua metida en el coño chorreante de su Ama y con la polla metida entre las plantas de sus pies, Alejandro se corre en ellos. Los vuelve a lamer para limpiarlos.

-Nos vemos el viernes que viene, sumiso. Sé puntual.