Viernes. día de entrega
Aitor ayuda a un maduro en la máquina de venta de billetes a sacar uno pero no se da cuenta que lleva un distintivo que hace que el Hombre se fije en él y pasará unas de las horas más divertidas de su vida
VIERNES, DÍA DE ENTREGA
Verano, un viernes de julio en una ciudad cualquiera ó no. Aitor había ido a hacer unos recados. Iba a estar unos días solo, pero tenía que hacer unas gestiones. Estaba de vacaciones, pero aun así quería sacarse el bono de transporte en lugar de pagar un ocasional en el metro. Estaba en las máquinas autoventas cuando un hombre muy maduro se situó a su izquierda. Aitor llevaba al cuello una pequeña cadena con una chapa con el símbolo del BDSM, no la solía llevar, pero ese día se había levantado y se le había olvidado quitársela después de haber dormido con ella por orden de un Amo.
El hombre sin Aitor darse cuenta observó la chapa. Casualmente era Dominante. Ya sé muchas casualidades, pero ocurrió así. El Amo no controlaba mucho la máquina y le preguntó a Aitor y lo que hasta ese momento eran dudas de si la chapa era BDSM o no se solventaron en un instante. Aitor le explicó como manejar la máquina y no se dio cuenta de cómo el bulto del Amo crecía.
Aitor se dirigió a las máquinas canceladoras a la vez que era observado por el Maduro. Escogió el mismo sentido de viaje que el hombre. Aitor escogió el extremo del andén. El hombre, bien trajeado, de aspecto enjuto escogió un banco a unos 20 metros del chico. Aitor estaría en los cuarenta, pero se conservaba joven.
Aitor montó en el metro. El Hombre maduro también y se situó de tal forma que pudiera observar en que parada se bajaba. El maduro Amo era su propio jefe y ese viernes no tenía apenas trabajo. Iba más bien a adecentar uno de sus locales con lo que tenía tiempo. El metro se puso en marcha y fueron bajando en las diversas paradas la gente. Aitor no hizo mención de bajarse hasta diez paradas más tarde. Si se bajaba en esa parada tendría forma de dirigirse a él.
Efectivamente, Aitor se bajó. Desde esa parada a la población más cercana había unos trescientos metros en una zona a campo abierto. Desde allí el maduro podía ir a su local, pero debía caminar casi dos kilómetros, pero era asumible así que en lugar de ver donde iba Aitor y abordarle otro día decidió ese día hablarle.
Aitor fue caminando por las primeras casas después de la estación y enseguida empezó el camino por el descampado. Ese día se notaba que era verano y había poca gente, aceleró para poder situarse cerca de él y pasarle antes de terminar esa zona. Llegó a la altura del chico y quiso probar una forma elegante de tratarle. Había espacio si fallaba para intentarlo más clara y directamente.
Omega, si la chapa que llevas es real, sígueme.
Aitor con la cara desencajada le miró. Le conocía de algo, pero no sabía de qué y se dio cuenta, era el hombre de la máquina de billetes. Que elegancia y que seguridad de sí mismo. Un omega era el último entre los hombres sobre todo bajo los Alfa. Decidió seguirle, la verdad estaba excitadísimo. Le siguió, pasaron el primer barrio donde iba Aitor y giraron en una esquina y caminaron al siguiente barrio que estaba en un alto. En los bajos de un edificio casi recién construido el Hombre se detuvo y abrió la puerta.
No necesitó más y Aitor se introdujo en el local. El hombre sin girarse caminó hacia el fondo, traspasó unas cortinas y las dejó abiertas. Sus pasos parecían la flauta del flautista porque Aitor le siguió El hombre se había introducido en esa habitación y girado a un lado esperaba fuera del campo visual del chico. Lo que no sabía Aitor es que ese local tenía sorpresas. Traspasó el umbral de la habitación dejando caer las cortinas tras él y repentinamente sintió como el suelo se abría bajo sus pies y caía en algo mullido pero el techo se cerraba tras su caída.
En uno de los lados observó cómo había unos barrotes de hierro. Oyó como unos pasos se acercaban y aparecía el hombre maduro que cogía una silla, la ponía del revés y se sentaba apoyándose en el respaldo.
Omega tienes mucho que aprender, tienes que desconfiar más en la gente, pero tranquilo que no pasará nada que tú no desees.
Abrió la puerta de la celda y lo dejó salir. Luego le ordenó desnudarse y meter toda la ropa en una bolsa de basura que le tiró. Aitor salió y obedeció. Se quitó la camisa de manga corta que llevaba, Luego abrió el cinturón y se lo quitó. Seguido, se bajó los pantalones y se iba a quitar el bóxer cuando un gesto autoritario del hombre lo impidió.
Ahora, toma esta toalla. En el baño encontrarás gel y champú, seguro que esta mañana te has lavado bien, pero quiero que ahora vayas a ese baño y lo hagas bien profundamente. Solo hazlo si de verdad quieres seguir obedeciendo. Que sepas que si sigues me pertenecerás y te podré usar yo o mis amigos cuando yo desee salvo que lo pares diciendo stop, negando con la cabeza, con la mano o dando tres golpes con el pie en el suelo. Si decides terminar coge la ropa y vete, si continuas la ducha te espera.
Aitor no lo dudó y fue a la ducha. En la ducha estaba con la cabeza llena de champú y el cuerpo enjabonado cuando el hombre entró y le ordenó arrodillarse. Aitor apenas veía nada, pero la cara se la limpió el hombre orinándosela entera, lo mismo que el cuerpo. Mientras lo hacía, le recordó que era suyo o de quien él decidiera. Aitor dijo si Señor.
Entonces le ordenó que subiera en el ascensor que le mostró y le dio una llave que era la que accionaba el elevador, que pulsase la cuarta planta y el ascensor le llevaría a un piso y allí esperarle. El chico iba solo vestido con el bóxer. Llegó el ascensor y efectivamente al abrirse entró en un piso, pero nada más poner el pie en él alguien le cogió y le puso una capucha que ató para luego llevarlo a una mesa donde le apoyó quedando el torso del chico contra la mesa. Con un movimiento le bajó de golpe los bóxeres. El chico se dio cuenta que el maduro no podía ser. El hombre se dio cuenta de la agitación de Aitor y le dijo al oído:
Efectivamente, no soy Javi, pero como te ha dicho él, puedes parar esto, si quieres. Si das tres palmadas en la mesa con la mano paro, si solo una sigo.
Aitor dio una, entonces el hombre intentó penetrarlo, en el primer intento solo logró abrirle un poco el anillo del culo, pero en la segunda lo abrió del todo y no tuvo piedad empujó hasta empalarlo del todo.
Ayyyyy, ahhhhhhhh.
Se quejaba de dolor por la embestida cuando ese dolor se transformó en morbo y en placer. El hombre embestía como si no hubiera un mañana. Javi había llegado y vestido con el mismo traje con el que lo había visto por la mañana lo sujetaba de las muñecas desde el otro lado de la mesa desde el que su amigo daba por culo a Aitor.
El hombre no pudo aguantar más y sacando la polla se corrió sobre las nalgas. Ahora entre Javi y David cogieron a Aitor y lo volvieron al ascensor con la capucha puesta y bajaron al sótano incluso por debajo del nivel de la tienda. Lo hicieron ir a un baño que tenían en el sótano. Aitor fue y se quitó el semen de sus nalgas. Salió y nada más aparecer recibió una sorpresa en forma de porrazo en las corvas que le hizo caer. Fue arrastrado hasta una esquina. Las manos elevadas sobre su cabeza y unidas por unas muñequeras de cuero. Estas a unas cadenas de hierro y elevadas con una polea hasta quedar Aitor de pies con los pies apenas de puntillas.
Los dos hombres empezaron a darle azotes con las manos, luego pasaron al flogger y por último a las fustas. No eran muy fuertes, pero si muy seguidos, querían lograr un tono rosa fuerte pero muy uniforme en todo el culo. Cuando terminaron en el culo siguieron por los muslos. La parte interna de los muslos también.
Terminaron y cogieron una manguera y le mojaron entero con agua fría. Las zonas azotadas le ardían especialmente. Entonces le dieron pequeñas descargas con un aparato similar a un tubo violeta. David se acercó y aplicó un dilatador en la uretra del chico y colocó unos pequeños electrodos. Seguidamente bajaron al hombre hasta que las plantas de los pies quedaron bien apoyadas en el suelo y las inmovilizaron. Desnudo como estaba David fue jugando con algo de electricidad que hizo que la polla de Aitor fuera excitándose. Javi de forma disimulada se había colocado a su espalda. Había liberado su polla y sujetándole de las dos nalgas y por sorpresa lo penetró atrayéndole hacia él. Javi lo follaba y David estimulaba con la electricidad su polla. Javi se la sacó y metió varias veces. Aitor iba a eyacular, pero creyó oportuno pedir permiso y así lo hizo. Se lo concedieron y eyaculó, pero sintió que lo hacía casi sin disfrutar, pero con las descargas también se contraía y eso apretaba la polla de Javi que una de las veces que la sacó eyaculó sobre los muslos del chico.
Los hombres con un rotulador le escribieron sus números en el pecho después de ducharle con la manguera de nuevo. Le liberaron, quitaron la capucha y arrojaron la bolsa de basura con la ropa antes de desaparecer. Aitor se vistió y salió a la calle, pero no vio a nadie. ¿Llamaría a esos números ó no lo haría? Lo hizo y esto solo fue el comienzo de una placentera entrega.
Este relato es imaginario, aunque espero que os haya gustado. Me gustaría conocer vuestras opiniones. Escribir a: