Viernes de dudas y deseos

¿Por qué diablos me resisto? No tiene sentido, he venido hasta aquí y ahora me resisto a correrme. Sigo sintiéndome culpable.

Viernes de dudas y deseos

Mi nombre es María, mi edad treintaipocos años, mi vida ahora mismo se resume en demasiadas preguntas en la cabeza y escaso tiempo para todo, incluso para lo más breve e importante, o sea, tiempo para mi. No creo que sea ni el momento ni el lugar para explicar aquí mi vida, este relato no es sobre mi vida sino sobre un viernes de dudas. Constantemente dudamos sobre lo que es incorrecto, sobre lo que esta mal, dudando realmente sobre nuestro propio egoísmo. Somos animales encerrados en una gran jaula llamada moralidad, una jaula que nosotros mismos hemos construido en la creencia de que nunca escaparemos de esta jaula, a pesar de estar construida con un material tan endeble como el papel de fumar. Solo un breve soplido y la jaula se rompería en mil pedazos, habéis de saberlo. Pero lo que hace que una jaula tan frágil parezca inexpugnable somos nosotros mismos, convencidos de que fue construida en acero forjado y que escaparnos de esta jaula, además de imposible, significa pena de muerte. Siempre es más efectivo asustarnos que hacernos ver la realidad de las cosas, una sociedad asustada es más manejable.

Tu nombre es Fernando, compañero de trabajo, prefiero no contar mas, primero porque no conozco tanto de tu vida y en segundo lugar porque no me sentiría bien hablando de ti a los demás. Solo puedo contar que las circunstancias, nuestras repentinas y particulares circunstancias nos han hecho acercarnos mas de lo razonable, siempre bromeando, siempre tonteando, siempre esquivando las consecuencias en el ultimo instante. Hace poco escuché en un entierro que es mas seguro bromear sobre la muerte que enfrentarse a ella. Que gran verdad. Durante mucho tiempo tu quisiste que fuese a tu casa, querías hacerme el amor, en realidad creo que querías mucho mas que eso. Eso es lo que siempre me dices y yo estoy convencida de que así es. Pero nunca fui, por muchas, demasiadas razones, la primera es que yo no quería repetir errores pasados, yo no puedo hacer el amor tan solo, sin mas, de la misma manera que no quería implicarme emocionalmente con alguien.

De nuevo por muchos motivos.

De nuevo creyendo que la jaula donde estoy encerrada es de acero.

De nuevo dándole la espalda a mis propias necesidades.

Pero este viernes de dudas, hoy, me has enviado un correo que leo y releo hasta aprendérmelo de memoria.

"María, debes saber que no quiero destruirte, tampoco autodestruirme. No hago las cosas sin pensar, lo hice hace años, por muchos motivos, en mi descargo he de decir que yo era joven e inmaduro. Pero ahora he aprendido. Si obviásemos los problemas nunca saldríamos de casa, ni tan solo para ir a comprar el pan. Vivir implica relacionarse con la gente que nos rodea y cada relación es diferente porque cada persona es diferente. Lo que no podemos dejar de hacer es dar la espalda a las personas solo porque la relación que nos une a ellas es un tipo de relación que alguien ha tipificado como "dañina". ¿Alguien? ¿Quién? Piensalo bien, no has sido tu. Han sido ellos, la sociedad. Ya no tenemos edad para seguir escuchando frases del tipo "esto no se hace" o "esto no se toca". Tampoco tenemos edad para dejar de vivir aquello que nos emociona. ¿El sentimiento de culpa? Siempre existe, pero también podemos desembarazarnos de el. Es mas simple de lo que parece. La complicación existe solo en nuestros pensamientos, en ningún otro lado. Por eso mismo este mediodía, al salir del trabajo, vendrás a mi casa, no te robaré demasiado tiempo, sucederá lo que ambos deseamos, sucederá lo que acabaría sucediendo tarde o temprano, con una sola diferencia respecto a lo que habías imaginado. Realmente sucederá hoy. Un beso."

Lo leo y lo releo y al acabar de leerlo se que no voy a ir. Aunque lo desease con todas mis fuerzas, aunque fuese el ultimo día de mi vida. No voy a ir. Ni tan solo voy a intentarlo. Ni tan solo quiero seguir pensando en ello. La sola idea de imaginar que estarás esperándome ya me hace temblar de emoción, de deseo, de excitación, pero no debe suceder y la mejor manera de evitarlo es evitar seguir leyéndote, oyéndote, pensándote, deseándote. Eres el diablo disfrazado de ángel, si ahora hablo contigo me dirás que me esperas en tu casa y yo, que no voy a ir, no quiero negarme para que no te enfades, no quiero defraudarte, no quiero hacerte perder el tiempo.

Ahora me doy cuenta de que siempre estoy pensando en los demás, siempre hago o dejo de hacer las cosas acorde a los demás.

Me levanto y me dirijo a una ventana, desde donde estoy se ve el mar, también la montaña. Hace un día precioso. Inspiro profundamente y sonrío. Es un buen día para muchas cosas.

El tiempo pasa a toda velocidad, como si estuviese condenada a muerte, mis ultimas horas, mis últimos minutos, mis últimos segundos. A las 14.00 salgo del trabajo y me dirijo como siempre a coger el metro. No quiero pensar en nada, ni tan solo en mi misma así que, caminando por la calle, recupero del bolso un libro y comienzo a leer pero pronto me doy cuenta de que no leo, estoy pasando simplemente las paginas. Mi cabeza esta en otro lado. Justo en el lado opuesto a donde esta mi razón. Razón y sinrazón. No se que hacer. Se lo que no debo hacer pero no se lo que debo. Se lo que quiero, aunque eso represente sentirme mal solamente por el hecho de pensarlo.

El metro llega a la estación y me subo en el quedándome recostada junto a la puerta, observando a la gente y también, por una suerte de extraña sensación, sintiéndome observada. No se quien me observa pero me siento mal, como alguien fuese capaz de leer mis pensamientos. Solamente eso, me hace sentir mal. Sobreviviré a este breve instante de debilidad, lo se, pero no puedo dejar de sentirme culpable, solo de recordar que en algún momento he pensado en hacerlo contigo. En follar, en hacer el amor, en comerte, en que me comas, en revolcarme, en besarte, en tocarte, en que me beses, en que me toques, en masturbarnos, en hacer todo cuanto se supone que no debemos hacer. Me apoyo en la puerta del metro y cierro los ojos mientras el vaivén del vagón me transporta a un mundo perfecto, un mundo sin mentiras ni tampoco dudas. Un mundo donde las cosas son como siempre me contaron que eran, no como las percibo. Me gustaría ser feliz y lo soy, pero también hay momentos o cosas que me hacen infeliz. Vuelvo a abrir los ojos. Faltan dos estaciones. Se que no voy a bajarme en la estación que me llevaría hasta tu casa, ahora estoy completamente convencida de que no me bajaré. A pesar de mi férreo convencimiento, una suerte de emoción invade mi corazón, me hace temblar de puro deseo. ¿Por qué? Desearía que fuese al revés, desearía no desearlo sino simplemente hacerlo. Eso me libraría de todo dilema moral. Iría a tu casa, follariamos y volvería a la mía. Sin pensar. Ojalá pudiese hacer las cosas sin pensarlas. Pero nunca ha sido así. Soy racional, siempre lo he sido aun contra mi misma. El metro se detiene de nuevo. Solo queda una estación.

Miro mi reloj, podría ir a tu casa, si, tengo tiempo. Pero no voy a hacerlo. El metro se pone de nuevo en marcha. Cada vez queda menos tiempo, apenas unos segundos hasta la parada. Una vez haya pasado de largo me sentiré segura. Cierro de nuevo los ojos e inspiro con fuerza. Algunos pasajeros me observan, pero yo no puedo verlos. Entonces comienzo a notar como el vagón frena y las luces de la estación se cuelan bajo mis parpados. Las puertas se abren y sin saber como mis piernas se mueven y me confundo con la marea de persona que salen del vagón, como si un río me arrastrase sin poder evitarlo. Incluso puedo oler el agua fresca y la hierba húmeda. Vuelvo a sonreír. Todos los pasajeros que acaban de descender, el río que me acompaña, se dirigen a la salida pero yo me quedo quieta mientras el metro se aleja a mi espalda. Inspiro profundamente. ¿Qué diablos estoy haciendo? Me pregunto una y otra vez hasta que la pregunta queda tan gastada que apenas puedo recordarla. No importan las respuestas, me siento terriblemente excitada, me siento bien, me siento viva. Decido esperar el siguiente metro. Para volver a la seguridad de mi casa, con mi familia, alejada de toda tentación, de todo error. Aunque quizás no sea una vuelta sino una huida de todo aquello cuanto deseo. Me maldigo por no ser más simple, me maldigo por pensar tanto. Me maldigo por todo cuanto dejo de hacer y también por todo cuanto hago y entonces me doy la vuelta y me dirijo a la salida. Lo único que quiero es ponerme a prueba. Quiero pasar por delante de tu casa, seguir en línea recta y volver a coger el metro en otra estación y volver a casa habiéndote evitado.

No habré hecho nada malo y además me sentiré bien. Mientras paseo por la calle el sol me da en el rostro y sonrío de nuevo. Me siento bien. Realmente me siento mucho mejor de lo que creía que me iba a sentir. Porque estoy convencida de que no subiré a tu piso. Sigo caminando, intento mantener el paso firme pero de repente vuelven a mi cabeza todas las cosas que me has dicho que me harías, todas las veces que me he masturbado imaginando lo que me harías. De repente mis miedos quedan absolutamente ahogados por mis deseos mas básicos y de repente me encuentro frente al portal de tu piso. Miro la puerta, miro los botones del portero automático, miro el botón del primero primera, es de color blanco y está gastado. Entonces me doy la vuelta y me alejo caminando. A medio camino hacia ningún lugar me vuelvo a dar la vuelta y miro mi reloj, son las 14.20. Se que separados por unas cuantas escaleras estas esperándome. Te imagino, me imagino a mi misma subiendo, temblando, deseando… y a mi cabeza vuelven todos los motivos por los que no debería y vuelvo a dar la vuelta para alejarme. En esta ocasión llego más lejos. Siento vergüenza porque alguien pueda estar mirando y piense que estoy loca. Me detengo, inspiro con fuerza, vuelvo a tu portal y sin pensarlo oprimo el botón. Se que en este momento tu corazón ha dado un vuelco unos metros mas arriba. Escucho tu voz preguntando "¿Si?" y solo acierto a pronunciar mi nombre. El zumbido de la puerta suena y empujo casi sin fuerzas. No tengo fuerzas para nada, me tiembla todo. Estoy aquí. Estas ahí. A solo unos metros de todo cuanto llevamos meses deseando en silencio.

Me quedo en el interior del portal, mirando cada uno de los buzones, cada una de las grietas de las paredes, aun puedo dar la vuelta y salir corriendo, pero algo me impide huir. Me apetece tener sexo contigo pero no es solo eso, simplemente sucede que me apetece descontrolarme por unos instantes y olvidarme de todo, incluso de mi misma. Comienzo a subir las escaleras, lentamente, como si pudiese retrasar el momento, soy consciente de que al cruzar tu puerta ya no hay vuelta atrás, llego a tu piso, la puerta esta entreabierta, empujo y entro, está a oscuras, casi mejor, cierro y entonces escucho tu respiración tras de mi. Tus manos se deslizan por mis caderas y suben hasta mis pechos, directamente. Cierro los ojos y me doy la vuelta. Nos besamos, nos tocamos en la oscuridad. ¿Por qué he cerrado los ojos? Total, no acierto a ver nada. Entonces metes tu mano dentro de mi pantalón, estoy completamente mojada, todo el día he estado así, así llevo semanas y meses, y lo sabes, porque te lo he contado. Porque he alimentado tu necesidad de mí. Me desabrochas el pantalón, estoy temblando, me lo bajas lentamente hasta los tobillos, pasando tus manos por cada centímetro de mi piel, después te arrodillas y separando con exagerada lentitud la braguita… me regalas un tímido beso en mi sexo, me hueles, pareces un animal en celo. Como yo misma, en celo también. Estoy temblando, te levantas y me das la vuelta, entonces te aprietas a mi espalda y tu mano se desliza por mi pecho, bajando por mi estomago, hasta llegar de nuevo a mi sexo.

Tus dedos comienzan a hurgar dentro de mí. Es una sensación increíble. Eres tu. Soy yo. Estamos a oscuras, sin poder -ni querer- evitarlo, a oscuras, sin vernos apenas. Lo prefiero así. Ambos somos demasiado vergonzosos, preferimos dejarnos llevar por la pasión a decir una frase equivocada. Es mejor actuar a hablar, es mejor sentir a pensar, es mejor descontrolarse en ocasiones a pretender controlarlo todo en todo momento. Haces que me estire en el suelo, seguimos a oscuras, separo mis piernas todo lo que soy capaz, ya me da igual, hundes tu boca en mi sexo completamente húmedo y comienzas a comerme, intento resistirme, no quiero correrme. ¿Por qué diablos me resisto? No tiene sentido, he venido hasta aquí y ahora me resisto a correrme. Sigo sintiéndome culpable. No quiero correrme, estoy agotada, demasiados momentos de tensión, cierro los ojos e intento concentrarme, de nada sirve resistirse, de nada sirve ahogar los gemidos, llevo demasiado tiempo resistiéndome a todo. Mi mente desea una cosa pero mi cuerpo desea otra. ¿Cuál es la correcta? A la mierda lo correcto, llevo demasiadas semanas haciendo lo que se supone que debo hacer. Sin saber como, de repente mi cuerpo funciona de forma autónoma. Ya no puedo controlarlo. Quizás sea mejor así, es una buena excusa. No he podido controlarme. Abro aun mas las piernas y me arqueo permitiendo tu lengua me lleve de nuevo al único lugar donde consigo olvidarme de que soy yo misma. Y tú te sientes bien, te sientes útil, te sientes excitado, te siento contento. Quizás no sea lo que debíamos hacer pero es lo que deseábamos así que voy a intentar no pensar en nada más. Simplemente concentrare mis pensamientos en tu lengua que ahora está describiendo círculos alrededor de mi clítoris, concentro mis pensamientos en tus manos que acarician mis muslos, mi estomago, que llegan hasta mis pechos y me los acaricias por encima de la ropa. ¿Qué estoy haciendo?

¿Qué más da, María? Déjate llevar.

Cierro los ojos con fuera y me corro en tu boca entre convulsiones, finalmente me quedo quieta, inmóvil, tu te deslizas por encima de mi cuerpo, te limpias la boca con la manga de tu camisa y me besas. Nuestros cuerpos están pegados, de repente giro sobre mi misma y quedas atrapado bajo mi cuerpo. Antes de que te des cuenta ya te has bajado los pantalones, quiero masturbarte, quiero devolverte lo que me acabas de regalar. No lo hago por ti. Lo hago por mi, para sentirme bien. Es justo y yo siempre he creído que soy una persona justa. Además, me apetece tocar tu pene, masturbarte, escuchar como te corres. Porque no te veo. Pero eres tu.

Pero no va a suceder. Tu me apartas con suavidad y te levantas abrochándote los pantalones. Yo me levanto también y noto como me abrazas por la cintura, estoy desnuda de cintura para abajo, tu coges mis pantalones y los subes, después, en la oscuridad, los abrochas, con sumo cuidado. Imaginas una lagrima en mi rostro y en este momento no sabes distinguir si es de emoción o de pena. Tienes razón, hay una lagrima en mi rostro, pero tampoco te lo voy a explicar, piensa lo que quieras, esta emoción me pertenece solo a mí. Me abrazas y me besas, te abrazo y te beso. Quiero decirte algo pero como si lo adivinases, en la oscuridad, colocas tu dedo índice en mi boca, silenciando cualquier posible palabra que surgiese de mis labios. Lo entiendo, no quieres escuchar nada, no quieres decir nada, nos abrazamos y me acompañas a la puerta. La luz sigue apagada. Nos abrazamos y me voy por donde has venido.

En la calle me detengo y vuelvo a mirar mi reloj. Son las 15.20. Levanto la mano y pido un taxi que me lleve a casa. No puedo dejar de sonreír, tampoco puedo dejar de sentirme culpable, y sigo igual de excitada. Entonces me doy cuenta de me sentía así también antes de esta locura que ha sido venir a tu casa. ¿Cuál es la diferencia? Vuelvo a sonreír y el taxista me pregunta a que se debe mi sonrisa. Normalmente le habría contestado con una frase del tipo "cosas mías", no sabría decir "métase en sus asuntos". Pero le sonrío a el también y digo "no se, me siento bien". El tipo masculla algo y vuelve a mirar hacia la calle. Posiblemente el taxista no se siente bien, posiblemente yo no me sienta bien dentro de unas horas, posiblemente Fernando tampoco se sienta bien, posiblemente nadie se siente completamente a gusto en la porción de mundo que nos ha tocado ocupar. Pero en ocasiones, salirse del disfraz, o al menos intentarlo, ya vale la pena, como acaba de suceder en este viernes que comenzó lleno de dudas y acabo siendo maravillosamente excitante.