Viernes

- ¿Tú estás loco? ¿De verdad te crees que voy a salir así a la calle? Pero no ves que iré enseñando las tetas? - No seas exagerada, llevarás la chaqueta puesta, con lo cual no enseñarás nada, además es viernes….nuestro día.

  • ¿Tú estás loco? ¿De verdad te crees que voy a salir así a la calle? Pero no ves que iré  enseñando las tetas?

  • No seas exagerada, llevarás la chaqueta puesta, con lo cual no enseñarás nada, además es viernes….nuestro día.

Sí, era viernes, nuestro día, ese día los niños los recogía mi madre del colegio y dormían en su casa. Con lo cual después del trabajo quedábamos para ir a cenar, ver alguna película en el cine o tomar alguna copa. Después de 15 años de matrimonio comprendimos que debíamos dedicarnos algunas horas a nosotros dos, y nos estaba dando excelente resultado, era como volver a ser novios solo que con mucha más experiencia y sabiendo perfectamente lo que a cada uno nos gustaba. Y una de las cosas que más le gustaba a mi marido era exhibirme. Le encantaba llegar a situaciones “morbosas” según me decía pero sin llegar, ni de lejos, a ser escandalosas; en el coche me subía la falda,  o en algún probador dejaba un par de dedos la cortina abierta.

Al principio me negué  en redondo pero poco a poco fui cediendo, la recompensa la encontraba después en casa ya que me hacía el amor como un loco, de lo excitado que le había puesto, me decía.

Pero ese día se había pasado, me pidió que me pusiera la camisa blanca transparente, que solo podía llevar con un top debajo,  y el sujetador también transparente que me había regalado para que se me marcaran los   pezones y que solo llevaba con un suéter encima.

Las dos cosas juntas eran como no llevar nada, para completar el modelo, debía ponerme una falda de tubo que me llegaba un par de dedos por encima de las rodillas pero tan ajustada y de un material elástico que cada dos pasos tenía que estar bajándola.

-Te recogeré a las ocho en tu despacho. Te quiero….y ponte lo que te dije ….

-Ni lo sueñes…no me lo pienso poner.

Y se fue a trabajar…terminé de maquillarme y me fui al vestidor. Allí colgada estaba la camisa…no sé  por qué pero abrí el cajón del tocador donde guardo mi ropa interior y me puse el sujetador transparente, medias negras, la falda de tubo que me había sugerido y la dichosa camisa. Me mire en el espejo y debo reconocer que estaba espectacular. Ni mis cuarenta años ni mis dos hijos habían estropeado mi cuerpo. No era una top model, por supuesto, pero la lactancia me había dejado unos pechos de talla 110 que no pasaban desapercibidos y del resto no me podía quejar.

Me puse la chaqueta encima, aunque la abrochara se veía perfectamente que no llevaba sujetador y la camisa era transparente por lo que resultaba de lo más sugerente.

Miré la hora, ¡ joder! a este paso llegaré tarde, total con no quitarme la chaqueta  en todo el día problema resuelto.

Cogí la carpeta con papeles de la oficina, el bolso y bajé al parking. Para no arrugar la chaqueta la dejé en el asiento de atrás. Puse las llaves en el contacto pero el coche no hizo ni intención de arrancar. Probé de nuevo, pero nada. Llamé desde el móvil a mi marido,

  • el coche no arranca, ayer no me dio ningún problema.. pero ahora no funciona ¿Qué hago?

  • nada, estas baterías de ahora no avisan, lo paras y al momento ya no arrancan. Compraré una nueva y la cambiaré mañana.

  • pues tendrás que venir a llevarme al trabajo.

  • imposible tengo una reunión con los jefazos de Alemania dentro de diez minutos. Tendrás que coger el metro.

Miré el reloj eran las 8:45 el metro pasaba cada media hora, si cogía el de las 9 conseguiría llegar justo al trabajo. No podía perder ni un minuto. Con la carpeta y el bolso al hombro salí del coche y me dirigí a la estación del metro. Cuando estaba en la puerta del complejo donde vivíamos  me crucé con el conserje y la expresión de su cara me llamó la atención,  siempre era de lo más correcto pero está vez se quedó  mirándome sin decir nada, y de golpe me di cuenta, con las prisas me había dejado en el coche la chaqueta,

-¡seré imbécil! ¿Por qué me puse esta ropa?

Rápidamente me coloque la carpeta sobre mis pechos,

-tengo que regresar al coche-, pero bajar al parking era perder como mínimo cinco minutos. Tomé la decisión de llevar la carpeta apoyada, de frente todo parecía normal, por los lados era distinto. En la oficina le pediría una chaqueta a alguna compañera y cuando saliera del trabajo derechitos los dos a casa, hoy no habría cena, ni cine, ni copas y desde luego mi marido no tendría fiesta, no se lo merecía después de la mañana que me estaba dando.

Así que con paso decidido me encaminé a la estación del metro que estaba a unos diez minutos de casa. Pero no había llegado ni a la esquina cuando me cruce con dos jóvenes, a uno le escuché decir perfectamente:

  • ¡joder con la tía, se le ve hasta el dobladillo de la media.

Y era cierto llevaba la falda subida casi hasta las ingles, me la bajé rápidamente y seguí mi camino pero era inútil, a los pocos pasos y con lo rápido que tenía que andar ya estaba de nuevo arriba. Y todo con una mano porque con la otra tenía que taparme con la carpeta. Así que me dije – ¿no quería mi marido que me vistiera con esta ropa?, pues alguno se va alegrar. Y desde luego que alegré la vista a más de uno, por los comentarios que escuche y por los pitidos  de los coches que pasaban junto a mí.

Al fin llegué a la estación, -¡por fin!, ahora un asiento junto a la ventanilla y prueba superada. Que ingenua,  pensaba que lo peor ya había pasado ¡pero que equivocada estaba!.

Al entrar en el vagón busque con la mirada un asiento libre, pero nada, estaba todo lleno con bastante gente de pie. Así que me dirigí al pasillo de asientos y sujetarme en el respaldo del asiento. Sentado estaba un joven, tendría veintipocos, con pinta de universitario. Junto a él y pegado a la ventanilla iba otro joven de aspecto similar.

El metro empezó a moverse y pronto llegamos a la siguiente parada. Esperaba que dejaran sitios libres para poder sentarme, pero sucedió todo lo contrario, se llenó por completo. A mi derecha se colocó una joven con su novio, a mi izquierda y dándome la espalda un cincuentón, y detrás se puso un joven con cierto aire de macarra. Llevaba un chándal azul, y no es que me girase para verlo es que lo veía por el reflejo del cristal de la ventana que tenía delante. Al poco de salir de la estación empezaron los roces.

Pues estaba listo si pensaba que se iba a estar frotando conmigo, me moví ligeramente hacía delante, pero al momento con la excusa del movimiento del tren otra vez lo “notaba detrás”. Eso lo pude hacer un par de veces pero finalmente mis piernas tocaron con el hombro del  joven que estaba sentado. Bueno, realmente, lo que toco en su hombro no fueron mis piernas sino más bien lo que hay entre ellas. El respingo que di hizo que rápidamente me echara para atrás con lo que otra vez tuve que aguantar los roces del de detrás.

Pero al llegar a la siguiente parada la cosa se complicó, ya que empezaron  a entrar más pasajeros. La gente comenzó a protestar y con toda la razón, era inhumano viajar de esa forma. El resultado es que el macarra que tenía detrás se empotró en mí y me empujo hasta que mi coño se encajó  con el hombro del joven que tenía sentado.

Y en esa estábamos cuando el tren comenzó a moverse. Los resultados no tardaron en notarse y es que con tanto refregón el macarra del chándal empezó  a tener una erección de lo más interesante. Por mucho que quisiera evitar esta situación no podía. No podía moverme hacía ningún lado, y tampoco podía protestar, ya que todos estaban igual, así opté por no hacer nada. Los movimientos del de mi espalda pasaron a ser rítmicos, era como un mete – saca, y es que el muy cabrón la tenía justo en el medio de mis nalgas. Y lo peor es que lo mismo que el me hacía a mí lo hacía yo en el hombro del joven, así es  que como una no es de piedra al rato empecé a notar un cosquilleo de lo más agradable, vamos que empecé a ponerme cachonda.

Todavía quedaba bastante para bajarme, los roces seguían, yo creo que con más confianza al ver que yo no protestaba. Ahora ya no se cortaba, movía su pelvis contra mi culo con fuerza y yo a su vez contra el chico que tenía sentado. Pero si la cosa parecía difícil que pudiera empeorar, empeoró y es que el que estaba sentado saco una revista de la mochila y empezó a leerla. Esa acción tan inocente se tradujo en que separara los codos para sujetarla y pasar las páginas con lo cual su codo izquierdo lo colocó entre mis piernas.

Con todo lo que estaba pasando, notar el codo rozar mis piernas no era lo más grave, el verdadero problema es que entre sujetar la página y  pasarla, no sé si de forma casual o con toda la intención del mundo, me iba subiendo la falda poco a poco. Así es que no había leído ni cuatro páginas y ya tenía la falda por la mitad de mis muslos.

A estas alturas mi cosquilleo se había convertido en algo más, estaba realmente mal y de repente empecé a notarlo, era el preludio de tener un orgasmo, ¡pero eso no podía pasarme a mí! ¡no en medio de un tren lleno de gente, así no me apetecía tenerlo¡

Intente separarme de nuevo, si no frotaba mi coño me relajaría aunque tuviera soportar más presión por detrás. El del chándal lo interpretó como una clara insinuación de que quería más y ya no se cortó un pelo. Tenía tan cerca su cara que podía escuchar su respiración y la mano izquierda la apoyo en mi pierna. Sus envistes eran tan fuerte que la distancia que había ganado para no frotarme con el joven sentado la perdí de inmediato y entonces ya no pude más.

No pude más porque notaba mi clítoris clavado en el hombro del chaval, no pude más porque notaba una poya clavada en mi culo, y no pude más porque el macarra empezó a jadear y a decirme barbaridades como:

  • me estás llevando al cielo tía……

  • tienes un culo divino…..

  • que buena estas guarra ….

  • como te gusta notar una poya dura en tu culo…

Lo que había intentado evitar, ocurrió y empecé tener ese orgasmo que no deseaba tener, pero no sé si por los intentos de evitarlo  o por la situación en general experimenté algo que no me había ocurrido en la vida.

Llegue a un punto que notaba que me estaba corriendo pero no llegaba al momento de mayor éxtasis, notaba que me faltaba el aire, apenas tenía fuerzas para mantenerme de pie, y hasta note como un zumbido en los oídos que hacía que todo estuviera en silencio.

Todo parecía ocurrir a cámara lenta, me miraba en el reflejo de la ventana y veía como los jóvenes se reían, y no les faltaba razón, con el codo había conseguido levantarme la falda casi por completo tenía todas las piernas al aire y podía ver la mano izquierda de tio del chándal cogiéndome la pierna. La derecha la puso encima de mi mano y para evitarla coloque mi mano en la cabeza del chaval sentado.

Las fuerzas me abandonaban,  el placer que sentía no lo había experimentado jamás y no parecía tener fin; no podía sujetar la carpeta y poco a poco la fui bajando.

  • mira Paco…mira que tetas y que pezones tiene la tía. Que pasada.

Y vi como sacaba el móvil para hacerme una foto, en ese momento pensé en mi familia, que  pudieran  verme la cara….

  • no por favor …tengo familia…- dije con un hilo de voz – la cara no.

  • tranquila tia, no te sacaré la cara.

El joven me subió por completo la falda y empezó hacerme fotos de las tetas, y de las piernas  y primeros planos del tanga, aunque no pudieron recrearse mucho ya que el macarra que llevaba clavado detrás empezó a correrse, sus manos empezaron a sobarme por completo mientras empujaba más y más su poya en mi culo. Al final y de una forma desesperada me metió la mano por dentro del tanga y fue en ese momento cuando llegué al momento de más placer que he sentido en mi vida. Duró solo unos instantes y poco a poco todo volvió a ser como antes. Lentamente me baje la falda, ajuste mi camisa y recogí mi carpeta.

Salí del tren y de la estación como en un estado de shock y solo volví a la normalidad cuando mirando a una niña escuche como le decía a su madre:

  • mira mama a esa señora se le ven las tetas.