Viernes

Llevaba mucho tiempo esperando algo así, por fin iba a reunirme con mi perrito, y a mayores mi pequeña putita estaría presente. (primer día de un puente muy intenso)

Llevaba mucho tiempo esperando algo así, por fin iba a reunirme con mi perrito, y a mayores mi pequeña putita estaría presente.

Déjenme que me presente, me llamo Sara, soy rubia con los ojos muy azules, tengo bastante buen cuerpo sobre todo para lo que se ve por ahí, desde pequeña me gustó mandar y que se hiciese lo que yo ordenaba, y al ir haciéndome mayor fui trasladando esa faceta al sexo, sin embargo cuando empecé mi actual relación perdí todo ese poder sexual, que tanto me satisfacía, para pasar a tener una vida sexual, que no es aburrida, pero si más relajada.

Echaba de menos todo aquello, y por internet empecé a merodear los chat, en uno de ellos contacte con un sumiso, al que frecuentemente humillo. Al poco tiempo de conocer a este chico, Jose, por casualidad leyendo relatos eróticos descubrí los intereses que tenía la hermana de mi novio por la sumisión, y en ese momento me decidí a hacerla mía. Cómo lo conseguí es una historia que ya contaré en otro momento.

Un par de meses después de haber empezado a formar a mi cuñadita como sumisa, decidí arreglar una reunión entre mi perrito y mi perrita, por supuesto con la imprescindible presencia de su ama. Y la historia de cómo transcurrió la reunión es lo que narro a continuación.

Durante mas de un mes me dediqué a prepararlo todo, yo tenía una casita a las afueras de Zaragoza que había heredado, era el lugar ideal puesto que él no vive en la misma ciudad que nosotras y estaba situada a medio camino entre ambas ciudades. Por otra parte estaba prácticamente vacía así que podía amoldarla a mi gusto. Y además, está a las afueras y rodeada de jardín lo que proporciona un alto grado de intimidad.

Decidí invertir todo lo posible en aquella reunión, y gasté una verdadera barbaridad de dinero, pero las expectativas que tenía lo merecían. Pasaríamos todos juntos el puente de Viernes por la tarde hasta el mediodía del martes.

VIERNES

A las 10 de la mañana recogía mi perrita en una furgoneta que había cogido prestada para la ocasión de la empresa donde yo trabajaba, era una furgoneta de las grandes, tenía tres asientos delante y la parte trasera para transportar cajas. Lo que mas me gustaba era la ausencia de ventanas traseras.

Ella subió, y yo arranqué rápidamente. Al salir de la ciudad hice una parada en una gasolinera, me quedé alejada de los surtidores y metí la mano bajo la falda que llevaba puesta mi putita, me había obedecido y no llevaba bragas, esta húmeda, separé sus piernas y le di una fuerte cachetada en la cara interna de uno de sus delgados muslos, indicándola que debía llevarlas piernas bien abiertas, y reprendiéndola por no apoyar su culo directamente sobre el asiento. Después arranqué el coche y seguí camino.

Por el camino compartí con ella ciertos datos sobre como nos íbamos a organizar, y la dejé bien claro que el principal objetivo de la reunión era conocerle a él, y que durante esos días la educación de ella pasaría a segundo plano. Eso no la gusto mucho y se quejó un poco, pero con sólo una mirada la hice callar, y ella se dio cuenta de que recibiría un castigo por discutir una orden.

Llegamos a Zaragoza poco después de las dos, tenía pendiente comprar la comida para esos días, así que me dirigía un hipermercado, aparqué en una zona aislada y dejé a la perrita en la furgoneta esperándome. Después nos dirigimos a la casa donde llegamos sobre las tres de la tarde. Desde la cochera entramos a la casa, estaba muy oscura y fría, algo lógico dado que estaba cerrada desde hacía mucho tiempo. Las únicas habitaciones amuebladas eran los baños, la cocina, el salón y el dormitorio principal. La casa tiene dos plantas, y una cochera aneja. En la primera planta están el salón, la cocina y un aseo, en la planta superior, cuatro dormitorios, dos baños, y una pequeña despensa.

Envié a la perrita a preparar la comida, y yo empecé a descargar todo lo que había traído de la furgoneta. Después de comer entre ella y yo dispusimos todas las habitaciones a mi gusto, se acercaba el principio de aquel maravilloso puente. Mientras trabajábamos duro, noté como mi cuñadita estaba excitada, tenía prohibido tocarse así que se iba rozando contra los muebles, las paredes, i cuerpo… intentaba hacerlo discretamente, pero la conozco bien, y sé que en cuanto una orden sale de mi boca empieza a mojarse. Estaba de espaldas a mí, intentado rozarse contra un sillón, era gracioso ver como intentaba colocarse estratégicamente para recibir placer y que cuando yo regresase no me diese cuenta de lo que estaba realmente haciendo. Yo estaba detrás esperando el momento idóneo para reprenderla, unos segundos después ella se dio cuenta que no iba a conseguir su objetivo y según se separaba del mueble, me acerqué la cogí del pelo y la empujé contra el respaldo. -¿Se puede saber que coño estabas haciendo?- le dije en un tono fuerte pero sin levantar excesivamente la voz, no contestó nada, solo emitía leves gemidos, haber sido descubierta era algo que hería su orgullo.

Levanté la faldita y sin mediar palabra empecé a proporcionarla unos azotes que sabía serían efectivos, ya que si había algo que hacía sufrir a mi perrita era el saber que me había decepcionado, y eso es lo que indicaba el castigo. Sus blancas nalgas, tan suaves, tan lisas, tan bonitas, empezaron a enrojecer con tan solo unos pocos azotes, pero hasta que no sentí mi brazo cansado, y la palma de la mano dormida no di por terminado el castigo. Entonces acaricié suavemente aquellas nalgas completamente encarnadas, y murmuré –Lo siento nenita, pero lo merecías- su respuesta fue casi inaudible entre tantas lagrimas y sollozos – Losé ama, lo siento-

Después de aquello la ordené subir al cuarto de baño, la metí en la bañera y la di una buena ducha, me gusta lavarla yo, además así vigilo que no se toca, ya que después del castigo estaba muy excitada, pero quería mantenerla así para la noche. La enjaboné toda y la aclaré con agua bastante fría. A continuación la envolví en una toalla y la ordené seguirme. Una vez bien seca, me dirigí al armario donde tenía algo especial para ella –Tengo un regalo para ti- le dije, – Es el regalo ideal para una perrilla que como tú no sabe controlar sus impulsos sexuales- me gusta recordarle sus fallos durante horas, así sabia que la humillación de haber tenido que ser reprendida, no la olvidaría fácilmente, ella estaba de pie, desnuda, cabizbaja, con lagrimas en los ojos. – Con esto no te servirá de nada rozarte contra lo muebles- mientras decía esto le enseñaba un cinturón de castidad que había comprado para estrenarlo precisamente el día de hoy. Ella estaba tan abatida por mis reproches que ni siquiera levantó la cabeza para mirarlo. Lo cierto es que en ese momento me dio un poco de pena, pero debía ser dura con ella, o no aprendería nunca a comportarse.

El cinturón era de cuero y cubría toda su conchita quedando cerrado con un candado a la espalda. A continuación la coloqué el mismo collar que había usado otras veces, era de cuero y tenía cuatro argollas una frontal, una a la derecha, otra a la izquierda y otra trasera. Lo coloqué también unas muñequeras y unas tobilleras que también había usado en ocasiones anteriores. Durante todo el proceso ella no había levantado la vista del suelo, seguía cabizbaja, dejándose hacer con lágrimas en los ojos. No me gustaba esa actitud, porque la culpa del castigo la había tenido ella. Tenía todavía pendiente otra adquisición para su vestimenta, pero sabía que esta si que la iba a gustar, y mucho así de que decidí ponérsela más tarde, después de haberme vestido yo.

-Bien- le dije- ahora en lo que yo me preparo para ir a la estación, vas a quedarte en tu habitación reflexionando sobre tu actitud- Cuando dije su habitación, no me refería a otra cosa que a una especie de jaula que había arreglado ya hacía un tiempo para cuando pasábamos la noche juntas. Utilizo una cuna de viaje a la que quité las patas (para evitar roturas por el peso) ella se mete dentro y yo la cubro con una tela de red que prendo a los laterales. Ella es pequeñita y muy delgadita, pero aun así no se puede estirar dentro de su jaula, aunque si puede sentarse para estirar las rodillas. Se sentó encogida, mientras yo la encerraba. Se quedó expectante porque a veces yo cubría toda la cuna con una manta para que ella no pudiese ver a su alrededor, pero esta vez no lo hice, simplemente me fui al baño a darme una ducha. Después de salir del dormitorio me quedé espiando detrás de la puerta para ver si ella intentaba quitarse el cinturón o tocarse a través del, pero no fue así simplemente se tumbó en el suelo. En ese momento me sentí muy orgullosa de mi perrita, y pensé en que ojalá mi perro no me decepcionase.

Cuando yo ya estaba lista para salir la saqué de la cuna, había preparado su ropa, una faldita con vuelos que fue lo primero que la coloqué, y una camiseta de tirantes muy ajustadita al cuerpo, pero antes de colocarla la camiseta, le coloqué mi segunda sorpresa un corsé que apretaría su cintura dándola un toque más femenino. Se lo coloqué aprestándolo fuerte, sé que la resultaba molesto, pero tiene que acostumbrarse a llevarlo. Después la puse la camiseta y una chaqueta de puno que aunque no tenía botones por detrás la cubría hasta los tobillos. Según íbamos hacia el coche se miró en un espejo del pasillo y sonrió, estaba realmente bella.

Fuimos en la furgoneta hasta la estación, entramos en el parking y busqué el rincón más alejado y oscuro que pude y estacioné allí. Jose mi perrito, nunca me había visto bien, solo en una foto borrosa en internet, yo sin embargo, le había visto a él por la cam infinidad de veces. Él también había visto a mi cuñadita muchas veces. Yo era consciente de lo importante que era para él verme, y de lo emocionado que estaba por ello, así que tenía muy claro que no me iba a ver tan fácilmente. Le envié un sms y le indiqué que iría a buscarle mi perrita, y que debía obedecerla en todo. Yo bajé de la furgoneta y me oculté detrás de unos coches a suficiente distancia. Mientras, la perrita subió a los andenes a buscarle, como no estaba acostumbrada a andar con el cinturón de castidad tenía que hacer verdaderos esfuerzos para evitar los molestos roces, me divertía ver como andaba como un pato mientras la gente al observaba por su descarada vestimenta.

A los pocos minutos bajaban los dos por las escaleras, yo les observaba de lejos, y ella tenía muy claro lo que debía hacer. Andaba delante decidida, pero a la vez celosa de aquella presencia masculina. Subieron a la parte trasera de la furgoneta, mientras yo me colocaba en la delantera a observar todo oculta tras la cortinilla que separaba la parte trasera de la delantera. Ella le indicó que debía desnudarse, él dudo estoy segura de que no se esperaba aquella situación por lo menos hasta no haberme conocido, yo suponía que él dudaría, así que la perrita le dijo, tal y como yo la había indicado – Si no quieres no tienes que hacerlo, todavía estas a tiempo de irte- pude notar la decepción de ella al ver que el empezaba a quitarse la ropa. Cuando estuvo completamente desnudo ella le colocó un collar, unas muñequeras y unas tobilleras idénticas a las que ella lucía. Después con un trozo de cuerda ató sus manos a la espalda, y con el sobrante unió sus tobillos, no lo hizo muy bien, pero él estaba inmóvil. Lo mejor vino cuando él pudo observar como ella se dirigía a él con una mascara de cuero, tenía cubiertos los ojos y la boca, aunque podían destaparse ambas cosas, de hecho la perrita destapó la boca, tal y como la había indicado, en ese momento él empezó a lloriquear, como siempre hace en cuanto haces algo que no le gusta, y yo bajé de la parte delantera para pasar a la parte trasera. Al abrir la puerta, intentó cubrirse asustado –Jose, no empieces a lloriquear, porque si empiezas ganándote un castigo, mal vamos- acaricié suavemente sus brazos, su miembro se había empezado a poner duro, pero se notaba que estaba bastante asustado. –Por favor ama, déjeme verla, por favor- eso era lo único que decía, pero sus lloriqueos siempre me han irritado, así que cogí sus testículos con una mano y empecé a apretarlos fuerte, se dejó caer de rodilla y pegó un grito. De un bofetón crucé su cara –Compórtate que estamos en un lugar público y pueden oírnos- después de decir esto hice un gesto a mi perrita indicándola que le pusiese la mordaza que yo, previsora de lo que iba a pasar había cogido de casa, era una mordaza de las que se hinchan con aire que ella colocó en su boca y empezó a hinchar, a los pocos segundos sus quejas y lamentos tan solo eran un ruido sin sentido. Mientras le colocaba la mordaza yo ataba un poco más fuerte sus cuerdas, acortando la cuerda que unía sus tobillos con sus muñecas, de forma que debía permanecer tumbado y muy encogido. Mientras cerraba las puertas de la parte trasera me fijé en como a pesar de estar asustado, su miembro no reflejaba ese miedo, sino mas bien lo contrario.

Cuando llegamos a la casa indiqué a mi perrita que pasase dentro, y le dejamos en la furgoneta. Subí con ella arriba entramos en una de las habitaciones que para identificarla la llamaré sala 1. En aquella habitación yo había clavado a la pared argollas a diferentes alturas para poder dejar atados allí a mis perritos. Los únicos muebles que había: un sillón y una mesa, en la que yo había clavado también unas argollas en los laterales y en las patas para poder atar allí a los perritos si era necesario. Ordené a la perrita que se quitase la ropa, quedó ante mí con el cinturón y el corsé, estaba tan bella…señalé el suelo y ella se colocó arrodillada, apoyando los antebrazos y la cara en en el suelo. Me desnudé y la llamé ella sabía perfectamente que debía hacer, se acercó a mi y empezó a lamer mi coño, primero lo lamía todo como si fuese verdaderamente un perrito, y después empezó a meter su lengua en mi vagina, a pasarla rápida y hábilmente por el clítoris… sabe hacerlo muy bien. Yo me recliné tranquilamente en el sillón para que ella pudiese hacerlo bien, entonces pude ver como ella intentaba zafarse del cinturón y tocarse –jajá jajá- me hacía gracia ver que estaba tan excitada que no sabía que hacer, la quería así, como una perra en celo para el momento en que se juntase con mi perrito, le di un bonetón como reprimenda por intentar tocarse, no dijo nada, simplemente apartó la mano y siguió lamiéndome. A los pocos minutos una oleada de calor recorrió mi cuerpo y derramé mis flujos en su boca, la aparté de mí y puede observar como se estaba relamiendo, la parte de mis flujos que habían quedado alrededor de su boca.

La agarré del pelo y la coloqué sobre la mesa, até sus manos, a las patas delanteras y la coloqué una barra entre los tobillos para que no pudiese juntar la piernas, en esa posición, doblada sobre la mesa por la cintura, tenía sus agujeros completamente expuestos, retiré el cinturón de castidad y cogí un poco de lubricante empecé a meter un dedo en su ano suavemente, iba metiendo y sacando el dedo con cuidado para dilatarla bien, cuando entraba con facilidad cogí un plug anal pequeño y empecé a introducírselo con cuidado, se estaba retorciendo de deseo, yo sabía que necesitaba que la tocase el clítoris, pero estoy segura de que ella empezaba a sospechar que todavía no iba a recibir nada mas que aquel trozo de metal frió en su culito. Así fue en cuanto el plug entro en su culo, volví a colocar el cinturón, la desaté de la mesa, y la arrastre hasta la pared (tenía todavía la barra separando los tobillos) até sus muñecas entre ellas y luego al gancho de la pared. El gancho quedaba por encima de su cabeza pero no mucho, así que la posición no era demasiado incomoda, aunque estaba mirando a la pared y era prácticamente imposible darse la vuelta. Salí de la habitación apagando la luz y cerrando la puerta tras de mi. El plug la mantendría caliente para cuando la necesitase.

Cuando el perrito sintió que abría la puerta se puso de nuevo a intentar lloriquear, pero gracias a la mordaza no se oía más que un leve murmullo -Bueno cerdito- le dije – veo que no puedo quitarte todavía la mordaza porque no te callas- azoté fuertemente con la mano su nalga, y proseguí con mi pequeño discurso –Sabes que siempre me ha irritado tu llanto, pero tu siempre quejándote por todo, ¿verdad? "por favor ama, por favor ama" eres patético, pero este fin de semana, mi querido cerdito – hice una pasusa mientras recibía tres nuevas nalgadas – vas a aprender como debes comportarte, y que si tu Ama te dice no, es no- solté la cuerda de sus tobillos quedando solo atado por las muñecas colocadas a su espalda, y le ayudé a bajar de la furgoneta, llevaba allí más una hora sin poder moverse así que estaba muy entumecido.

No le destapé los ojos ni le saqué la mordaza, até una correa a su collar y le hice subir las escaleras a cuatro patas, mientras proseguía hablándole – Ay! Mi cerdito, cuántos errores has cometido, como aquél de rogarle algo a tu Ama algo que después no quisiste cumplir, pero no te preocupes porque hoy tengo una sorpresa para ti, una gran sorpresa…- Se le notaba muy nervioso y le lleve a otra de las habitaciones de la casa, allí yo había preparado la sorpresa.

Durante toda la relación con mi perro, él me había rogado en multitud de ocasiones que quería recibir un enema para limpiarse bien, pero nunca lo llego a hacer, por mucho que yo se lo ordené en diferentes momentos. Ahora iba a resarcirme de aquello y a limpiar bien el culo de mi querido perrito.

Entramos en la que podemos llamar sala 2 allí había colocado una mesa con una sábana encima y un plástico debajo, era la sala donde mi perro iba a recibir un enema que nunca en su vida iba a olvidar. Le hice colocarse, todavía sin haberle desatado, con la mascara y la mordaza. Até primero sus piernas a las patas de la mesa, esta mesa era mucho mas ancha que la de la sala 1 y las piernas quedaban separadas al máximo. Acto seguido desate sus muñecas y las lleve a la parte superior atándolas también separadas una a cada lado, la mesa era suficientemente grande y le estiré lo suficiente como para que no pudiese moverse. Entonces fui a por una paleta de madera forrada en cuero con la que me gustaba castigar a mi perrita cuando se portaba realmente mal -Bien Jose, te has portado muchas veces muy al, y no has recibido el castigo que deberías, así que ahora tendrás que recibir un castigo general por todo …- Acto seguido empecé a castigar sus nalgas, tenía calculado que recibiese unos 50 azotes, y aun así me parecía poco, dado que siempre ha tenido el don de sacarme de mis casillas, los alternaba primero en una nalga luego en la otra. A los 40 sus nalgas estaban empezando a ponerse moradas, y decidí seguir en los muslos, los gemidos prácticamente inaudibles que oía a cada golpe se habían convertido en un gemido constante, pero recibió los 10 azotes restantes en los muslos.

Cuando terminé retiré la mordaza, y después la mascará, él no decía nada, solo respiraba fuerte y emitía una especie de gemidos, besé su boca y le dije que si prometía dejar todo ese lloriqueo le desataría, y sería mejor para él puesto que iba a recibir un enema. Él me dijo que si, y le desaté.

Le sugerí se colocase apoyado sobre la mesa, dejando el vientre fuera de la misma. Y fui a buscar a la perrita para que me ayudase a administrarle el enema. La desaté de la sala 1 y la quité la barra de los tobillos, ordenándola preparase la solución del enema, me quedé observándola pues era verdaderamente gracioso ver como bajaba las escaleras sin a penas poder cerrar las piernas ya que a las dificultades que tenía con el roce del cinturón de castidad se añadía el plug anal. Yo fui a la sala 2 y empecé a dilatar el ano de mi perrito para poder introducir la cánula. Cuando acababa de meterla dentro apareció la perrita con el irrigador lleno, dos litros de solución salina templada, conecté la cánula y abrí la llave. La perrita sujetaba el irrigador y yo aproveché para quitarla el cinturón, lo que creo que la puso muy contenta. Al principio el perrito no emitía nada más que pequeños gemidos de placer, pero a partir de la mitad del irrigador, cuando su tripa se empezaba a hinchar de verdad, empezó a quejarse, y emitir gemidos de dolor, entonces indique a la perrita que bajase al suelo y empezase a mamarsela. Se veía que él disfrutaba, cuando los dos litros estaban dentro del, y la barriga completamente hinchada, le advertí –Esto te va a doler pero no quiero que ni te muevas- Saqué la cánula, y rápidamente y con fuerza introduje un plug anal bastante grande de latex en su interior, él emitió un fuerte grito de dolor, pero a continuación siguió disfrutando de la mamada. Tenía dos litros dentro y a mi perrita mamándole la cola. A los 7 minutos empezó a retorcerse por el malestar que le proporcionaba el enema dentro, y le día a elegir, o se corría o expulsaba el enema. Al principio no sabía, pero un par de segundos después eligió expulsar el enema, supongo que después se arrepintió. Así que le dije a la perrita que parase y que se quedase ahí -¡¡Sin tocarte!!- La advertí, saqué el plug del culo de mi perro, y se fue corriendo al baño.

Cuando volvió encontró a la perrita sobre la mesa, y a mí arrodillada sobre su cara disfrutando de las maravillas que ella hacía con la lengua. Le indiqué con la mano la concha de la perrita y el se dirigió directo allí con pasión empezó a comer el coñito de mi perrita que tenía todavía dentro aquel pequeño plug que la había colocado antes, mientras yo jugaba con sus pezones estiraba de ellos y los apretaba con fuerza. A los pocos minutos yo estallaba en un enorme orgasmo, y según mis flujos estaban cayendo sobre la boca de ella, empezó a convulsionarse como pocas veces antes lo había hecho.

Después de aquello, le ordené bajar a la cocina y les puse la cena en unos tazones para perritos que había comprado, cada uno tenía uno con comida y otro con agua. Acabó primero el perrito, así que le indiqué que se acercase, y le coloqué el cinturón de castidad que había comprado para él, era de cuero y no permitía ni el más mínimo acceso al pene, además iba cerrado con dos candados de los que tan solo yo tenía la llave.

Después le lleve a la pequeña despensa de la planta superior donde iba a dormir, até sus muñecas entre si y le advertí - ¿Cómo se te ocurra lloriquear en toda la noche un poco solo, te pondré una mordaza, ¿entendiste?- Sí Ama- Contestó, y yo cerré la puerta con llave tras de mí llave.

Continuará….

(*)Este relato es ficción y como tal se olvida de todas las cuestiones de seguridad necesarias.