Vientos de Levante

Así que nos metimos los dos en la ducha, para limpiar nuestros actos bajo el agua tibia.

Vientos de Levante

Era una de tantas tardes estivales, abofeteada por el asfixiante viento de poniente que suele instalarse en la zona de levante, verano tras verano.

Vivíamos en un chalet, a las afueras de la ciudad, aunque no demasiado lejos de ésta. Aquella semana, como acostumbraba a suceder cada mes de julio, estábamos a punto de recibir la visita de mi prima Patricia.

Patricia contaba con 23 años de edad, había pasado toda su infancia a caballo entre Valencia capital y mi pueblo, por lo que nos unía una estrecha relación prácticamente desde que nacimos, puesto que yo contaba entonces con 24 años. Por motivos familiares tuvo que mudarse a Andalucía, lugar en el que su padre consiguió un buen puesto de trabajo y donde conformaron un nuevo hogar. Es por ello que, desde entonces, mi prima venía a Valencia cada mes de julio y se hospedaba en nuestra casa durante unas dos semanas y, a veces, incluso tres.

A decir verdad, Patricia guardaba una relación aun más estrecha con mi hermana Arantxa, de su misma edad. Habían crecido juntas, fueron uña y carne hasta los 17 años, cuando nuestra prima tuvo que marcharse. A pesar de esta contingencia, fueron lo suficientemente maduras como para mantener el contacto y proseguir con tan entrañable relación.

La siesta vespertina se vio truncada a eso de las cinco y media cuando el móvil de mi hermana pregonó a los cuatro vientos una llamada entrante.

  • ¿Sí? – Preguntó Arantxa, aún adormecida.

Yo estaba en mi habitación, así que no acerté a descifrar sonido alguno, por lo que me limité a esperar la reacción de mi hermana.

  • ¡¡Patriiii!! – Gritó entusiasmada.

No me hizo falta escuchar nada más, mi prima patricia había llegado a la Estación del Norte y llamaba para que fuéramos a recogerla, así que, sin aguardar el aviso de Arantxa, me vestí y salí de mi habitación.

  • ¡¡Tíaaa!! En veinte minutitos nos plantamos allí. ¿Llevas muchas maletas?, tengo que contarte mogollón de cosas, madre mía tía. – Proseguía la conversación telefónica.

Al rato salió mi hermana de la habitación con una gran sonrisa dibujada en la cara. No hizo falta mediar palabra alguna; al verme vestido y con las llaves del coche en la mano, intuyó que había enterado por mí mismo. Así que subimos al coche y emprendimos la marcha.

Nuestra prima Patricia era una chica muy extrovertida y abierta, hablaba con todo el mundo y sobre cualquier tema, hacía amigos sin esfuerzo aparente y gozaba de un carisma envidiable. Había estudiado magisterio de educación física y ahora estaba intentando sacarse la diplomatura de fisioterapia. Debido a su carácter abierto y espontáneo, ejercía de monitora en campamentos juveniles desde que era mayor de edad. Físicamente no se quedaba atrás, no era excesivamente alta, era morena de piel, con ojos oscuros, pelo castaño, largo y liso.

Yo siempre me había fijado en ella, tenía un cuerpo muy bien formado, pues era muy activa y practicaba bastante deporte. A decir verdad, tenía uno de los mejores traseros que había visto en mi corta vida. No tenía un pecho excesivamente abundante, pero sí lo suficiente como para atraer mi atención verano tras verano.

  • ¿Lo meto en el parking? – Pregunté a mi hermana.
  • Sí, que por dos euros nos ahorramos veinte minutos dando vueltas como tontos.-

Metí el coche en el parking de la estación y mi hermana bajó tan velozmente que la perdí de vista entre el gentío. Al minuto puede divisar a Patricia abrazando efusivamente a mi hermana, por lo que caminé hacia ellas.

  • ¡¡Primo!! – Gritó, al tiempo que se abalanzó sobre mí para abrazarme.
  • Hola Patri, qué tal ... – Contesté como pude.

Al separarme de ella, tras el efusivo abrazo, pude apreciar su silueta 365 días después, aproximadamente. Lucía un sencillo vestido playero y un moreno más intenso de lo habitual. Estaba aun más atractiva que los años anteriores.

Durante el trayecto hasta casa no cesó de hablar ni un solo instante.

  • Bueno pues ya estoy aquí, no os quejaréis eh, este año no pienso quedarme ni un día en casa, no os dejaré ni dormir la siesta, que lo sepáis.- Advirtió.
  • Eso está bien, a ver si el vago de mi hermano sale de casa algún día – Apuntó mi hermana.
  • Pero bueno, ¿es que no sales de casa primo?, uy, eso lo arreglo yo eh.- Afirmó.

Después de superar el siempre dificultoso centro de valencia, llegamos por fin a casa. Ayudé a Patricia con las maletas y rápidamente se instaló en la habitación de Arantxa, como era costumbre en ellas. El día no dio mucho más de sí, salvo el encuentro de Patricia con mis padres, el cual transcurrió sin mayor trascendencia. Después nos fuimos todos a dormir.

  • Eh, gandul, despierta de una vez que nos vamos a la playa. – Anunció mi prima mientras aporreaba la puerta de la habitación.
  • A la playa ... ¿no puede ser por la tarde? – Repliqué con la esperanza de seguir durmiendo.
  • No, no y no. Tu prima está aquí para sacarte de casa y así lo haré. – Dijo con tono jocoso.

No me quedó más alternativa que levantarme e ir a la playa con ellas.

La verdad es que lo pasamos genial, habían preparado bocadillos para poder quedarnos a comer en la playa, así que pasamos allí todo el día.

Lo mejor de todo fue poder ver a Patricia en bikini, con esa piel tan morena y su negra melena al viento.

  • Esta noche saldremos ¿verdad? – Preguntó Patricia desde su toalla.
  • Pues claro que sí, y ya sabes dónde. – Dijo Arantxa.
  • Tú te vienes primo. Te obligo.

Sin opción a negarme no me quedó más remedio que salir aquella noche, aunque lo hice gustoso tras contemplar la indumentaria de mi prima, más que provocativa.

Fuimos con otros amigos, fue una noche tranquila, con bailoteos entre el grupo de amigos y demás.

Los días fueron trascurriendo entre playas, piscinas y fiestas nocturnas. También pasamos un fin de semana visitando a unos tíos de Benicassim que nos alojaron amablemente.

Una tarde de lunes mi prima llamó a la puerta de mi habitación, sobre las seis y media.

  • Primo, ¿puedo entrar?
  • Sí, sí, pasa – respondí.

Abrió la puerta y apareció con un ceñido top deportivo y unos pantalones ciclistas aún más ceñidos que el top.

  • He pensado que te podrías venir a correr conmigo, tú que sueles correr por aquí sabrás algún camino que esté bien. Además a tu hermana no le gusta hacer deporte.
  • Vale, pero un poco más tarde cuando baje un poco la temperatura. – Propuse.
  • Vale, cuando quieras.- Sentenció.

Supongo que se percataría de mi sorpresa al verla así vestida, aunque no le di mayor importancia.

A las siete y media en punto salimos a correr. Durante el camino tuvimos oportunidad de hablar largo y tendido, por espacio de casi una hora.

  • Bueno primo, qué me cuentas. ¿Tienes novia ya o qué?
  • La verdad es que no, sólo algún rollo esporádico, ya sabes.
  • Ya, ya, como siempre. Pero, ¿tienes alguno a la vista?
  • Ahora mismo no, estuve de rollo con una chica hace un par de semanas – Mentí.
  • Ah, bueno entonces esta bien, ya caerá alguna más lo que queda de verano.
  • Sí, seguro. – Continué mintiendo.

De reojo miraba el vaivén de sus pechos, empapados en sudor bajo la fina tela de su ajustado top.

  • Oye que te veo eh – Dijo sorprendiéndome.
  • ¿Qué dices Patri? – Pregunté tratando de disimular.
  • Jeje, anda primo que tu a mí no me engañas, te crees que no me doy cuenta de que me estás mirando de reojo todo el rato.
  • Eh, bueno .... no se, igual se me ha escapado alguna miradita.
  • ¿Alguna? Ja ja. Anda que no estás tú calentito, que me ha dicho tu hermana que llevas meses sin estar con ninguna chica. Jaj, a mí me ibas a engañar.
  • Será bocazas ... – Exclamé algo molesto.

La verdad es que mi prima era demasiado inteligente para mí, siempre lo había sido y me había manejado mentalmente a su antojo. Tenía toda la razón, yo no dejaba de mirar sus tetas y además llevaba más de tres meses sin tocar a una mujer.

Acabamos el recorrido hablando de la universidad y otros asuntos menos humillantes para mi persona.

  • Bueno, veo que estás en forma, muy bien. – Me animó al terminar.
  • Gracias Patri, tu tampoco estás mal.
  • Pero ... ¿en qué sentido primo? Jaja. – Dijo a modo de burla.
  • Anda, cállate ya y vete a ducharte, capulla. – Contesté siguiendo la broma.

Cada día que pasaba adquiría más confianza con Patri y charlábamos de un montón de cosas. Nos sentíamos a gusto el uno con el otro.

Una mañana se tomó la confianza de entrar a mi habitación sin llamar.

  • ¡¡Primooo despierta que nos vamos!! – Gritó con su habitual energía.

Yo estaba completamente dormido y a duras penas pude reaccionar y cubrirme con la sábana tan rápido como pude, pues tenía por costumbre dormir en calzoncillos y destapado.

  • Sí, sí ya voy pesada. – Contesté.

Pero al mirarla puede ver una sonrisa pícara en su rostro y los ojos abiertos con una clara expresión de sorpresa.

  • Vale, vale ... ya ... ya si eso bajas cuando estés listo.- Contestó.
  • ¿Qué te pasa Patri? Parece que hayas visto un fantasma o algo así.
  • Sí, sí, un fantasmón querrás decir.
  • ¿Qué?, anda deja de marearme que no sé ni lo que me estás diciendo. – Dije confundido.
  • Anda primito por qué no miras debajo de tu sábana a ver si encuentras alguna explicación. – Indicó ella, al tiempo que se marchó de la habitación.

Me quité la sábana de encima y, cual fue mi sorpresa, al descubrir una erección matutina de las que marcan época. Tanto es así que mi glande asomaba por borde de los calzoncillos. Por un momento me quedé inmóvil, mi prima me acababa de ver con una erección descomunal y media polla asomando por el calzoncillo. Traté de digerirlo como pude y me vestí.

Aquél día noté en Patricia cierta sonrisa picarona cada vez que me miraba, como intentando ridiculizarme con una simple mirada.

Esa misma tarde, para más INRI fuimos otra vez a correr juntos. Como no podía ser de otra manera, tuvo que sacar el tema.

  • Bueno primo, qué te pasaba esta mañana que estabas tan "tenso"- Hurgó en la herida.
  • Eh, no sé a qué te refieres.- Traté de disimular.
  • Pues a la erección de caballo que tenías, ni más ni menos.
  • Joder Patri, mira que eres directa eh.
  • Ay que vergonzoso eres eh. Oye pues no sabía que la tuvieras tan grande jaja.

Yo no sabía dónde meterme, me moría de vergüenza y estaba rojo como un tomate.

  • Anda cállate por favor, tampoco te habrá dado tiempo a ver mucho.- Dije, tratando de quitar hierro al asunto.
  • Uy, pues lo suficiente como para darme cuenta de que no te cabía ni en el calzoncillo jaja. – Prosiguió con su habitual desparpajo.
  • Que idiota que estás eh.
  • Anda primo, no seas así de serio y dime cuánto te mide esa tranca que te gastas jaja. – Dijo sin rubor alguno.
  • Eres una cabrona, ya te haré pagar la vergüenza que me estás haciendo pasar.
  • Uy, uy cuidado que se pone amenazador en niño – dijo en tono desafiante.
  • Mira ya me estás tocando ... te vas a enterar un día de estos de quién soy yo. – Repliqué sin mucha credibilidad.
  • Ja ja, aquí estaré esperando, temblorosa de miedo.

Después de aquel día, Patricia y yo sellamos una relación un tanto especial, una especie de confianza que brotaba con fuerza cuando mi hermana no se encontraba entre nosotros.

Aquella noche, mi prima, no contenta con las burlas y vergüenzas que me había hecho pasar, me puso pasta de dientes por toda la cara aprovechando que me había quedado dormido en el sofá. Por supuesto, fui el hazmerreír de la familia a la mañana siguiente.

  • Esta sí que me la vas a pagar cabrita. – Le dije al pasar por su lado.
  • Anda primo si no tienes valor ni para matar una mosca, qué diablos vas a hacerme a mí jaja.

La verdad es que tenía razón, pero aquella vez me prometí a mí mismo que haría una excepción en mi forma de ser y me vengaría de Patricia aunque sólo fuera por orgullo.

Esa misma tarde encontraría el momento oportuno.

  • Patri, es que me ha llamdo Héctor (su novio) y necesita que le acompañe a un sitio urgentemente ... ¿te molesta si paso la tarde con él? – Preguntó mi hermana.

  • Anda pava, ya estás tardando en irte. Cómo me va a importar. Además, me quedó con el muermo de tu hermano, una diversión garantizada. – Contestó irónicamente.

Así pues, mi hermana se fue y aquélla tarde nos quedamos solos mi prima y yo. Ya que mis padres solían irse a diario a la playa hasta que anochecía.

Después de dormir un poco la siesta, bajé a la cocina para merendar algo. Allí estaba Patricia comiéndose un yogur de soja, de esos que no saben a nada pero ayudan a mantener la línea, o al menos eso es lo que anuncian.

  • Qué pasa primo, ¿ya vienes a por la merienda?, como los niños pequeños je je.
  • Ya ves, como si tú no estuvieses merendando.- Me defendí con acierto.
  • Oye dime que haremos algo esta tarde, dime que no me dejarás morirme de aburrimiento.
  • Buf Patri, pues como no pienses tu algo, yo no estoy muy inspirado ahora mismo. – Comenté mientras abría la nevera.

Mi prima se quedó pensativa durante un par de minutos, como si estuviese buscando recursos para pasar una tarde digna.

  • Aha, ya sé, podríamos jugar a un juego que hago siempre en los campamentos.
  • A ver, explica. – Dije con más desgana que otra cosa.
  • Espera, iré a buscar una cosa.

Subió corriendo las escaleras y a los pocos segundos bajó con una especie de pañuelo naranja.

  • ¿Qué es eso? Ya estamos con cosas extrañas. – proferí.
  • No, escúchame y calla. Mira, uno se venda los ojos y el otro tiene que darle cosas de comer para que las pruebe, entonces tenemos que adivinar lo que nos están dando.
  • Menuda chorrada, vaya pérdida de tiempo. – Comenté.
  • Dios, que aguafiestas eres eh, va anda, vamos a apostar algo y así será más interesante. – Propuso ella.
  • Pues... no sé.
  • Vale, ya sé, el que pierda invita al otro a cubatas esta noche.
  • Bien, eso me gusta. – Afirmé a modo de aceptación.

Con una amplia sonrisa en el acara subió de nuevo a su cuarto para bajar posteriormente con un papel y un lápiz.

  • Esto para anotar la puntuación. – Explicó.

Dibujó rápidamente un cuadro con nuestros nombres para registrar los fallos y los aciertos.

  • Ya está primo, empezaré yo tapándote los ojos. – Dijo divertida.
  • Bueno va, total, luego te tocará a ti. – Apunté.

Empezamos a jugar con normalidad. Me vendó los ojos y me dio a probar cinco cosas diferentes. Yo tenías que memorizarlas para después decírselas a ella.

  • Vale, la primera era miel, seguro.
  • Correcto primo, esa era fácil.
  • Luego me has dado mermelada, pimienta blanca ...
  • Vas bien – Me animó.
  • El último creo que era aceite de girasol.
  • Sí primo, ¿y el cuarto?, te lo has saltado.
  • Capulla, estás en todo. Pues creo que era Yogur desnatado de mi madre.
  • ¡Ja! Fallaste. Era mi yogur de soja. Uy, uy, uy, veo un cubatita gratis esta noche para mí.- Celebró Patricia.
  • No cantes victoria que aún tienes que acertar tú tus cinco alimentos.
  • Ya ves que problema. – Dijo en tono chulesco.

Busqué los alimentos como pude y se los día a probar con una cuchara. Tenía cierto morbo ver cómo Patricia abría su boca a mi merced, para que introdujese la cuchara en su boca. Después la mantenía en el interior durante unos segundos y la deslizaba sus labios sobre ella para liberarla de nuevo.

Ciertamente, me estaba empezando a excitar.

  • Vale, ve preparando el dinero para mis cubatas.
  • Ya está la sobrada, a ver lista, empieza a decir.- Ordené.
  • Lo primero era vinagre, que ya te vale cabrito. Lo segundo era melón.
  • No vas mal. – Indiqué.
  • Luego me has dado mostaza. El cuarto alimento creo que era mantequilla y el último era queso de untar.
  • ¡¡Bocazas!! Mira que eres bocazas Patri, te vas a tragar tu chulería. – Celebré.
  • Qué estás diciendo niñato.
  • La cuarta no era mantequilla, sino margarina jaja.
  • Serás ... a ver, que no me lo creo.

Se despojó de la venda y le mostré el recipiente de la margarina, quedándose más tranquila con el resultado.

  • Bien tío listo, estamos empatados y esto hay que desempatarlo como sea.
  • Vale, pues hacemos otra tanda de cinco alimentos. – Propuse yo, con mi simpleza habitual.
  • No, otra vez lo mismo no, algo más complicado.
  • ¿Ah sí?, pues ya me dirás qué.- Contesté yo.
  • Fácil – dijo despreocupada – ahora oleremos los alimentos en lugar de probarlos.
  • Bueno, me parece bien. – Concluí.

Así pues nos dispusimos a jugar con las nuevas reglas. Pero antes sucedió algo inesperado.

  • Uf, hace mucho calor aquí. – Dijo Patricia.

Sin pensárselo dos veces se quitó la camiseta y se quedó en bikini, a juego con el pareo azul que cubría sus muslos.

Yo posé mis ojos sobre aquel par de tetas durante unos segundos, hasta que mi prima me rescató de mis fantasías.

  • ¡Eh despierta!, anda que, a saber que estarías pensado.
  • Nada, nada. – Mentí como un bellaco.
  • Sí, nada, como el otro día por la mañana jaja. – Contraatacó.
  • Oye vamos a jugar o qué. – Dije desviando la conversación.
  • Venga va, empieza tú ahora.

Me vendó los ojos y buscó cinco alimentos para que pudiera olerlos.

  • A ver a ver, esto es ajo. – Dije sin apenas pensarlo.
  • Sí, así es.
  • Ahora me estás dando jamón york. – Me aventuré.
  • Dios que lerdo, era pavo.- Indicó ella.

Adiviné las dos siguientes pero volví a fallar en la última.

  • Lo último creo que es un melocotón.
  • Ja ja ja, es una paraguaya. – Celebró Patricia.
  • Joder con las frutitas raras, que asco.- Me quejé.

Había acertado tres de cinco, así que tenía muchas posibilidades de perder la apuesta.

  • Bueno, ¿preparado para perder? – Dijo desafiante.
  • Cállate, que antes ya has fallado por bocazas. – Repliqué enérgico.

Un acto tan sencillo como vendarle los ojos se convirtió en un explosivo cóctel de sensaciones afrodisíacas; en primer lugar tuve que deslizar mi mano sobre su larga y suave melena, después rocé sus hombros morenos e hirvientes y por último divisé su canalillo a la perfección mientras le ataba la venda.

Ese cúmulo de sensaciones acabó de excitarme por completo, despertando en mí una erección semejante a la de aquella memorable mañana en la que mi prima fue testigo directo y privilegiado.

Busqué azoradamente los alimentos y me dispuse a ofrecérselos para que los oliera.

Primero le di a oler un trozo de sandía.

  • Qué fácil, esto es sandía. – Dijo con total seguridad.
  • Sí, es sandía, tía lista.- Refunfuñé.

Después una zanahoria.

  • Mmm, ¿zanahoria? – Preguntó.
  • Sí, zanahoria, seguro que lo aciertas de pura suerte.
  • Claro, claro.

En tercer lugar puse un poco de aceite de oliva en una cuchara y se la acerque a la nariz.

  • Esto ya no es tan fácil, pero debe de ser aceite.
  • Aceite de qué. – Pregunté.
  • Yo creo que de oliva. – Arriesgó.
  • Joder, sí.
  • Ja ja, primito ya he empatado y me quedan dos. Puedes ir yendo a por la pasta.
  • No cantes victoria.- Dije con voz de derrotado.

Sin mucha esperanza puse un poco de leche sobre la misma cuchara y se la acerqué.

  • Vaya, no sé lo que es. No se aprecia mucho.
  • Aha, has visto, es que eres una bocazas.
  • Eh espera, acércamela un poco más a la nariz. – Pidió.

Al acercarle de nuevo la cuchara, no puede evitar mirarle los pechos, la cual cosa me descentró he hizo que se me cayera algo de leche en sus tetas.

  • Mierda. – Exclamé.
  • Ah, qué es eso.- Preguntó.

Unas gotas de leche resbalaban por su canalillo, contrastando con su piel morena. Aquella imagen fue la gota que colmó el vaso y mi excitación fue ya completa e insuperable.

Se limpió las gotas con la mano e hizo una mueca dubitativa con la boca, como si se diera por vencida.

  • Bueno, ¿te rindes ya?.
  • Sí, dime qué era.- Reclamó.
  • Pues leche, era leche. – Dije yo totalmente excitado.
  • ¿Me has tirado la leche en las tetas?- Preguntó en tono jocoso.

Esa pregunta me descolocó por completo y eliminó de mi mente la poca cordura que quedaba.

  • Sí, un poco. – Dije con voz temblorosa.
  • Anda que, hay que ser patoso eh primo.
  • Ya ves, uno que se despista con lo que no debe. – Dije armándome de valor.
  • Anda, míralo el niño, y parecía tonto.
  • Es que tú hablas mucho pero no me conoces, capulla.
  • Ja ja, anda no te flipes, todos sabemos que eres el tío más cortado y soso de toda Valencia jaja. – Contestó de forma burlesca.

Aquella afirmación me fastidió y pensé que debía hacer algo para demostrarle que se equivocaba.

  • Venga primo, quiero oler ya el último para acertarlo y ganarme unos cubatas gratis.- Dijo Patricia.
  • Si, ya voy, déjame que piense bien este último.

Tenía que encontrar algo realmente difícil de adivinar para no perder la apuesta.

Miré a mi alrededor sin encontrar nada que me satisficiese, después miré a mi prima. Aún estaba pasándose las manos por le canalillo, limpiando los últimos restos de leche que podían quedar.

Aquella imagen me hizo estallar, mi polla, completamente erecta, quería liberarse del pantalón que la apresaba, y eso fue lo que hice.

  • A ver si aciertas esto Patri. – La reté, totalmente excitado.
  • Uy cuidado, que el niño ha encontrado algo difícil, jaja, pobre infeliz. – Contestó infravalorándome.

No estaba muy seguro de lo que iba a hacer, pero lo hice; me acerqué hacia Patricia hasta situarme frente a la silla en la que estaba sentada y le dije:

  • ¿Estás preparada?.
  • Hace ya media hora – Respondió desafiante.

Me acerqué todo lo que pude a ella.

  • Vale, pues huele esto.

Me bajé el pantalón y mi polla salió de él como un resorte, con el glande totalmente hinchado y apuntando directamente a su nariz. Sus fosas nasales inhalaron profundamente con todas sus fuerzas, intentando desesperadamente captar todo tipo de matices para ganar la apuesta.

No me lo podía creer, tenía delante de mí a mi prima en bikini, su nariz perfecta y sensual se alzaba majestuosa sobre mi glande, con su estructura griega, como si hubiera sido diseñada especialmente para oler pollas.

  • Eh ... este olor ... – susurró.
  • ¿No lo adivinas Patri?

Sus pezones se erizaron al momento y la expresión de su cara cambió radicalmente.

  • Yo juraría que ... pero no puede ser. – Dijo ella.
  • Anda dilo, cómo que no puede ser, di algo.
  • Aquí huele a polla.- Afirmó mientras olfateaba para asegurarse.

Entonces acerque mi polla a su boca. No opuso resistencia alguna y empezó a lamerla lentamente. Cuando la hubo lamido unos segundos, se desató la venda de los ojos para poder verla en todo su esplendor.

Entonces me miró fijamente a los ojos sin dejar de lamer mi miembro y apretó mis nalgas contra ella, para engullir todo lo que pudiera.

Yo deslicé mis manos hacia sus tetas, esas con las que tantas veces había fantaseado y que ahora estaban a mi merced, cual sueño echo realidad.

Así estuvimos tres o cuatro minutos, sin mediar palabra, sólo emitiendo gemidos de puro placer, de puro sexo. Hasta que no puede aguantar mucho más.

  • Patri. – Susurré – Me voy a correr.

Entonces clavó de nuevo sus ojos negros sobre los míos, sacó mi polla de su boca y empezó a pelármela con decisión. Con su mano izquierda deslizó la parte de arriba de su bikini hacia abajo, dejando sus dos perfectos senos al descubierto, a la espera de ser rociados con lujuria.

No tuvo que esperar mucho más, tras unas cuantas sacudidas con su mano diestra, varios chorros de semen tiñeron sus tetas de blanco, mientras ella contemplaba la escena con la mirada puesta en mi glande y la boca a medio abrir, con el placer instalado en su rostro.

Al terminar nos miramos fijamente, tal vez algo aturdidos, tal vez confusos, quién sabe si con un atisbo de culpabilidad, pero con una expresión indescriptible de satisfacción.

Nuestras lenguas se unieron en un largo y apasionado beso.

Cuando recobramos la cordura, nos dimos cuenta de que ya era tarde y mi hermana no tardaría en llegar. Así que nos metimos los dos en la ducha, para limpiar nuestros actos bajo el agua tibia ...