Viendo follar a papá (II)
A la mañana siguiente me desperté sobresaltada y una tremenda vergüenza me envolvió al pensar en lo que había pasado la noche anterior. Me incorporé en la cama y de inmediato noté los efectos de una sesión de sexo adultero e incestuoso descontrolado....
A la mañana siguiente me desperté sobresaltada y una tremenda vergüenza me envolvió al pensar en lo que había pasado la noche anterior. Me incorporé en la cama y de inmediato noté los efectos de una sesión de sexo adultero e incestuoso descontrolado. Sentía agujetas por todo mi cuerpecito y un fuerte escozor en la entrepierna, unido a un intenso olor a semen, que me recordaba lo duro y lascivo que había sido aquello.
Salí de la habitación de puntillas, sin hacer el más mínimo ruido y me dirigí directo al baño para pegarme una buena ducha. Me miré al espejo, completamente desnuda, y me sorprendió ver como mi cuerpo había cambiado en tan poco tiempo.
No hacía ni un año que había tenido que dejar la gimnasia rítmica porque el tamaño de mis pechos dificultaba en demasía esa actividad física y ahora, en la fase final de mi desarrollo, veía como me había convertido en toda una mujer. Una mujer preciosa y voraz capaz de embaucar y conquistar a cualquier hombre, incluído a mi propio padre.
La ducha me despejó la mente y me tranquilizó lo suficiente como para darme el valor de volver a verlo sin morirme de la vergüenza.
Al llegar a la cocina solo encontré a Lucía preparándose un café.
Hola, tú padre ha salido a correr, ¿Que tal anoche? - me dijo Lucía con una sonrisa picara.
Bi..bien, no estuvo mal - le dije con cierta congoja pues su mirada me hacía sospechar que algo ya sabía.
Y...¿ligaste mucho? Venga, cuéntame...que me tienes intrigada- seguía interrogándome sin dejar de sonreír.
Bueno...como siempre - le dije mirando cabizbaja mi taza de colacao.
¿Cómo siempre? - dijo un instante antes de acercar sus labios a mi oído y susurrarme muy bajito...
No todos los días una folla con su padre ¿no crees?...
Me ruboricé al instante y no supe que decirle. Ella siguió sonriendo y no le noté ira, rencor o rechazo. En el fondo creo que se imaginaba que eso acabaría ocurriendo en cualquier momento y conocía esa mirada, esta situación la excitaba.
No pienses que estoy enfadada o dolida. Conozco a tu padre y sabía que acabaría dejándose enredar por una putita guapa, aunque fuera su hija. - me dijo con total naturalidad.
..... - no le dije nada pero sabía que Lucía iba a ser la única persona del mundo a quien iba a poder contarle mi secreto. A nadie más podría contarselo jamás.
Tu padre no sabe que yo lo sé y si quieres seguir jugando yo no te pondré ningún impedimento...
Se puso detrás de mí, volvió a acercar sus labios a mi oído y me susurró....
¿Te folló suave...o...te violó como una putilla? - me susurró al tiempo que sus labios comenzaron suavemente a besarme el lóbulo de la oreja, bajándo lentamente por el cuello y sintiendo como sus manos se agarraban dulcemente a mis tetas. Yo me límite a cerrar los ojos y girar ligeramente la cabeza para que siguiera besándome el cuellecito.
Me....me violó.... - le susurré al tiempo que sus labios se aproximaron a los míos y la atracción sexual hizo el resto.
Fue un beso tórrido, largo e inesperado que disfruté por la pasión con la que nuestras lenguas jugueteaban y peleaban por conquistar la boca intrusa. Sin dejar de besarnos ni un segundo me levantó de la silla y me quitó la camiseta, dejándome con las tetas al aire y en bragas.
Detuvo el beso, se quedó un instante observándome y me dijo...
- Con tu cara, tu cuerpo y lo guarra que eres, vas a poder conseguir lo que quieras de los hombres - me dijo un instante antes de lanzarse a besar mi boca de nuevo.
Yo estaba aturdida a la par que excitada. Nunca había besado a una mujer y, sinceramente, me estaba gustando mucho. Su olor, sus labios carnosos, su lenguecita inquieta y llena de sabiduría y sus caricias me estaban haciendo volar hasta que, de pronto, el teléfono comenzó a sonar y me aparte de golpe, asustada, nerviosa, confundida, me fuí corriendo a mi habitación.
Reflexionando en mi habitación supe que Lucía se había convertido en mi aliada y la guardiana de mis secretos más íntimos.
Me fuí al cine para despejarme y acabé en una sala medio vacía, masturbándome con las imágenes que pasaban, una y otra vez, por mi cabeza.
A pesar de todos los miedos e inseguridades que me envolvían, la sensación de estar cachondísima era mucho más fuerte y me daba todo el valor para continuar con este peligroso juego.
No volví a casa hasta la hora de la cena.
Al llegar a casa me cambié las braguitas, sucias y con evidente olor a coñito, y me puse una camiseta de tirantes ajustada y cortita, como una especie de top, que dejaba al aire mi ombliguito y ceñía con contundencia mis pechos. En aquel momento me sentía tan segura de mi misma que nada me avergonzaba. Y mucho menos vestir como una fulana delante de Lucía y mi padre.
Entré la cocina. Allí estaban Lucía y mi padre hablando y observé como actuaron ambos... con absoluta naturalidad, como si nada hubiera pasado, como si todo hubiera sido un sueño de adolescente...
Fué una cena agradable y distendida, con muchas risas y bromas de todo tipo. Los pezones endurecidos que atravesaban la telilla de la camiseta de tirantes eran objeto constante de sus miradas y eso no me ayudaba a relajarme...y creo que a ellos tampoco.
Al terminar la cena, Lucía se fué a pegarse un baño y mi padre y yo nos fuimos al sofá a ver un poco de tele.
Sentados ambos en el sofá, mi padre puso una serie y, sin apartar ambos los ojos de la pantalla, mi manita traviesa se posó sobre su fino pantalón de pijama, sobando sin disimulo su paquete.
Él no dijo nada, seguía viendo la tele mientras mi manita le amasaba la polla y notaba como palpitaba y crecía a un ritmo endiablado. Mi padre estaba completamente inmóvil y solo su polla se agitaba, hasta que se escuchó correr el agua de la ducha. En ese instante mi padre se bajó el pantalón y los calzoncillos, me agarró con violencia del pelo y acercó mi cara a su polla.
- ¿No tuviste bastante ayer?...pedazo de puta - me dijo mi padre en voz baja pero con tono autoritario y seco. Yo me limité a sonreirle mirandole a los ojos tiernamente y me perdí en el arte de la felación.
Le chupé y mordí las bolsas peludas de sus huevos, jugando a meterme sus pelotas, primero una y luego la otra, formando un río de saliva a su alrededor. Era sorprendente cuanto me había enseñado visualizar porno a mamar una polla como si fuera mi dedicación profesional.
Yo estaba encantada con la chupadita y me recreaba en mi labor pero, sé que a mi padre le preocupaba que Lucía pudiera pillarnos y, con poca delicadeza, agarró mi cabeza y me metió la polla en la traquea de una estacada.
- Ahora vas a tomarte el postre que no te has tomado en la cena perra - me dijo al tiempo que empezaba a follarme la boca con una violencia inusitada. Estaba claro que se había olvidado que era su hija y me estaba, literalmente, ahogando con su polla.
Con mucho esfuerzo intentaba coger aire de donde pudiera mientras luchaba por evitar las arcadas que, inevitablemente, me provocaba cada roce de su capullo en lo más hondo de mi garganta. Estaba poseída por esa grandiosa polla que estaba provocando que mi coñito, todavía dolorido, se convirtiera en una fuente infinita de flujos.
En un momento dado me agarró de la cabeza con tal fuerza que pensé que podría llegar a romperme el cuello sin inmutarse, contrajo todos los músculos de su cuerpo y empezó a brindarme una ingente cantidad de leche que no pude administrar y acabé vomitando sobre el sofá.
Me sorprendió como podía albergar tanta leche después de lo de la noche anterior.
- Límpiame la polla y recoge lo del suelo con la lengua. - me dijo con firmeza y una autoridad que me tenía rota.
Chupé, relamí y tragué cada gota del semen que brotaba de su polla y con divertimento ronroneaba como una gatita en celo mientras me ponía a cuatro patas a lamer la leche babosa y espesa que quedaba en el suelo. Tras terminar continué el juego maullando y caminando a cuatro patas en dirección a la tele, mostrándole como, a cada pasito, mis braguitas se perdían entre la raja de mis nalgas sin remedio.
Una vez en la tele, tras haberle deleitado unos segundos con la visión de mi culo, me giré y de forma impetuosa, como todo lo que me caracterizaba, salté sobre él, rodeándolo con mis brazos y besándolo con pasión desenfrenada. Sus manos se posaron lujuriosas en mis nalgas apenas cubiertas y correspondía a mis besos con ídentico ímpetu y pasión.
Se escuchó la puerta del baño abrirse y nos separamos ipso facto, interrumpiendo el fuego con un cubo de agua helada.
Segundos después y ya recompuestos apareció Lucía.
-¿Que tal la serie? - nos dijo mientras me dirigía una mirada intrigante.
-Bi...bien...pero me voy a ir ya a dormir que mañana tengo clase. - le dí un beso en la mejilla a mi padre, rozándole disimulada pero voluntariamente su paquete con una mano y me fuí a mi cuarto.
Justo antes de entrar Lucía me abordó y sin mediar palabra se lanzó a mi boca besándome con contundencia durante unos pocos segundos.
- Serás guarra...si tardo un poco más acabas follándotelo - me dijo en susurros, pícara y cómplice, haciéndome reír por su comentario vulgar...pero posiblemente cierto.
Ya en mi habitación me quité un par de pelitos púbicos que todavía tenía en la boca y notaba como el aliento aún me olía a semen, incluso después de beber agua. Me sentía sucia y cachonda por todo lo vivido ese fin de semana.
Había pasado de ser una niña a una puta en muy poco tiempo...y estaba increíblemente feliz.