Viejos amigos... viejos recuerdos (1)

1ª Parte.- Verano del 74: Es verano, dos jóvenes se conocen y viven una intensas vacaciones de apasionado sexo

VIEJOS AMIGOS,… VIEJOS RECUERDOS

Parte 1: Verano del 74

El curso había terminado, aquella noche sería la tradicional celebración del inicio del periodo estival, la primera fiesta veraniega, la noche de San Juan.

Hacía años que se conocían, habían crecido compartiendo los avatares de la adolescencia y las cosas empezaban a ser de otro modo.

Una de las chicas había convencido a su padre para que les dejar organizar la verbena en la trastienda del pequeño negocio familiar, unan peluquería de caballeros a la antigua usanza. El hombre había cedido a regañadientes; pero en el fondo prefería saber dónde estaba su hija, que pasara la noche por ahí, sin saber exactamente donde estaba.

El espacio no era muy grande; pero para lo que buscaban todos, las apreturas no eran un problema. Las repetitivas notas de ""In-A-Gadda-Da-Vida", de los Iron Butterfly sonaban de fondo cuando la gente fue llegando.

Tras beber los primeros combinados, el ambiente se fue animando; Led Zeppelin y The Who se alternaban con piezas como el "Revolution" the The Beatles; pero al final el Rock and Roll más tradicional se impuso. "Rock and Roll Music", "El Rock de la Cárcel", "Rock over Beethoven" hicieron saltar a los más movidos. Tras la tempestad vino la calma y luces tenues, música lenta y parejas bailando como se llevaba entonces (Ella con la cabeza sobre el hombro de su pareja de baile y los brazos rodeando su cuello; él, abrazándola por la cintura y atrayendo su cuerpo hacía el suyo) fueron llenando el espacio de baile. Roberta Flack, Nilsson, Simon & Garfunkel, Carol King, entre otros acompañaban con sus voces y melodías a las acarameladas jóvenes parejas.

Una broma muy frecuente, cuyo único objetivo era molestar a las parejas muy acarameladas, consistía en molestarlas, interponiendo una mano entre ambos para "medir el palmo de separación obligatorio"; pero aquella noche nadie bromeaba con eso. Todo el mundo estaba en pareja: parejas oficiales, oficiosas o simplemente accidentales, ansiosas de satisfacer sus deseos de contacto con el otro sexo. Bocas fundidas en besos interminables, manos que acariciaban traseros firmes y otras más osadas que buscaban bajo las ropas carne deseosa de placeres prohibidos.

Bueno, todo el mudo no tenía pareja. Julio se había quedado sólo y mataba el tiempo poniendo música, controlando el tocadiscos, poniendo uno tras otro LP de vinilo e intentado no mirar ni pensar en nada. Al girarse para devolver un disco a su funda, se encontró de cara con un cuerpo, una cara que de momento no reconoció; pero que acabó identificando como Eva, la prima la anfitriona que había llegado ese mismo día a pasar el verano en casa de sus tíos. Se la habían presentado al llegar; pero no la había tenido en cuenta en su recuento mental de asistentes.

Julio se sobresaltó y dio un brinco hacia atrás que por poco le hace dar un traspié y caer al suelo.

  • ¿Tan fea soy que te he asustado? – Preguntó Eva mientras los sujetaba para evitar que cayera.
  • No, que va, estas muy bue… - Julio retuvo la frase que le había salido espontáneamente.
  • Acaba, acaba. No me molesta; al contrario, me gusta que me digan esas cosas.
  • Bueno, quería decir que no eres fea, que
  • No intentes arreglarlo que será peor. ¿Bailamos?
  • Creía que éramos los chicos los que os invitábamos a bailar.
  • ¿Pues, a que esperas?
  • ¿Bailamos?, Eva
  • Encantada, Julio.

Ella se abrazó fuertemente a Julio y le hizo sentir la dureza de sus pezones contra su pecho, su cálido aliento en el cuello y el roce de sus suaves labios en el lóbulo de la oreja. Julio hacía los imposible por separar sus cuerpos lo suficiente para que ella no notara el bulto que crecía en su entrepierna. No la conocía y se sentía algo incómodo. En eso, lo beso en los labios y él no supo cómo reaccionar

  • Me gustas mucho, Julio. Y yo también estoy cachonda. Vamos a fuera
  • ¿Fuera?, María ha dicho
  • De mi prima me ocupo yo, vamos. – Ordeno, con tono tajante.

Fuera reinaba la oscuridad, sólo amortiguada por la luz de la calle que se colaba por la persiana metálica a medio bajar del local comercial. Eva unió sus labios a los de Julio y ahora éste sí respondió.

El beso fue una descarga de pasión, como un arco voltaico que iluminara el entorno. Eva, sin pudor alguno, hurgó en la bragueta de Julio hasta que su miembro salto al exterior y lo apretó firmemente, sintiendo su dureza. Él exploró bajo la falda, primero sobre las braguitas que marcaban claramente los labios de la vulva engrosados por la excitación, y luego bajo el tenue encaje sintiendo su cálido y húmedo contacto.

Eva se separó de Julio, se sentó en uno de los sillones de la barbería, accionó la palanca para reclinarlo ligeramente hacia atrás y en un rápido movimiento se quitó las bragas, les dio un par de vueltas en el aire y mirando al chico con lascivia, se las lanzó a la cara, se apoyo sobre el respaldo, abriendo las piernas y colocándolas sobre los brazos del sillón

Julio creyó que le reventaba la polla y de una manera casi refleja, se arrodilló ante ella, se situó entre sus suaves muslos y, sin pensarlo dos veces, beso el coño que se le presentaba. Todo él temblaba, presa de la excitación, una vorágine de sensaciones le embargaba y se sentía como en una montaña rusa a gran velocidad. El corazón le palpitaba desbocado y tenía una extraña sensación en el estómago. Era como una borrachera, como un canuto bien cargado; se sentía como en un torbellino, lanzado pendiente abajo si poder parar.

Ella se estremeció y suspiro, él volvió a besarle el sexo y ella suspiró más profundamente, otro beso y el suspiro fue casi un gemido. Lentamente lanzó su lengua a explorar los pliegues ocultos y a recorrerlos arriba y abajo una y otra vez. Eva se agitaba y los sonidos que salían de su boca era cada vez más intensos. Cada vez que la lengua de Julio rozaba el clítoris, ella emitía un pequeño grito entrecortado que se hicieron cada vez más frecuentes, a medida que Julio aceleraba el ritmo. En uno de esos momentos, Eva alargó los brazos y sujeto la cabeza del chico gimiendo:

  • ¡Más, más! ¡Ahí, ahí! ¡Sigue ahí!

Una serié de rápidos golpecitos con la punta de la lengua sobre el sensibilizado órgano hicieron que Eva perdiera el control y lanzará un profundo

  • ¡Me corro!

Julio noto como sus labios se humedecían, como su boca se llenaba de un fluido de intenso sabor y que se deslizaba por la barbilla.

La chica, por unos instantes, quedó inmóvil, con los ojos cerrados y la cabeza reposando en el cabezal del sillón de barbería. Como si despertara bruscamente, abrió los ojos y acercó su cara a la de Julio, poniendo los labios como para darle un beso.

  • ¡Uf, tío!, ¡que viaje! – Dijo ella mientras sus labios rozaban los de él.

La verga erecta del joven rozó sus pantorrillas y ella lo miró con una sonrisa pícara y siguió hablando mientras tomaba el sexo entre sus manos y lo acariciaba con si fuera un animal desvalido.

  • Pobre Julio! Esto no lo podemos dejar así. ¿Tienes condones?

Julio no sabía que decir y simplemente se llevó la mano al bolsillo trasero del pantalón y saco un pequeño envoltorio que entregó a Eva, que lo abrió, sacó su contenido y, tras darle un beso en la punta, enfundó el erecto miembro con el preservativo.

Con movimientos sensuales, volvió a reclinarse en el sillón y a abrir las piernas ofreciendo claramente su sexo para que la penetrara. Él no se hizo rogar, y penetro libremente en la vagina aún lubrificada. Ella elevó sus caderas como para sentir la penetración más intensamente y ambos lanzaron al unísono un gemido, acompañado de una exclamación.

Los movimientos de Julio, al principio, intensos y profundos, se fueron haciendo más rítmicos y rápidos. Eva consiguió desabrocharse la blusa y sus senos salieron al exterior temblando al ritmo del movimiento de ambos jóvenes. A la vista de los rosados pezones, Julio se inclinó sobre ella para besarlos y chuparlos, Eva gemía de nuevo arrastrada por el placer.

La postura de ambos cuerpos de hacia cada vez más imposible y la chica empujó suavemente el cuerpo de su amante, que se separó de ella musitando una disculpa. Eva se levantó, besó a Julio con inusitada pasión y manejó su cuerpo hasta que lo sentó en el lugar que ella ocupaba hacía un momento.

Julio contempló desde su posición a la chica, los pechos turgentes con los pezones endurecidos, las piernas separadas mostrando su coño hinchado y reluciente y su cara de deseo. Eva avanzó y se sentó sobre su amante hundiendo su polla en el coño ansioso de seguir y otra vez, de sus gargantas salió al unísono un gemido de placer.

Los pezones de Eva quedaban a la altura de los labios de Julio, que no cesaba de chuparlos y lamerlos. Ella cabalgaba sobre el miembro del chico que se sentía flotar. Los movimientos de Julio empezaron a ser descoordinados por la proximidad del desenlace. Eva se percató de ello y llevó su mano hasta su sexo, acariciándose el clítoris con intensidad y se inclinó buscando la boca de su amante, para fundirse en un beso que apenas logro disimular los gritos de ambos.

Los cuerpos exhaustos, el uno sobre el otro, en silencio, con los labios todavía en contacto, formaban un bulto informe en la penumbra que latía al ritmo de la respiración. Eva se movió, para que la verga del chico abandonara el cálido refugio de su vagina, se enderezó levente, apoyó sus manos sobre los hombros y acercó su cara a la de él hasta que las puntas de sus narices se rozaron y comenzó a hablar en voz baja, casi a susurrar:

  • Ha sido maravilloso. Hasta hace unos momentos era virgen. Deseaba hacerlo hace tiempo, estaba harta de no pasar de caricias, besos y, como máximo, de masturbaciones mutuas, Pero estaba también harta de que los tíos se empeñaran en follarme, en que dieran por supuesto que quería hacerlo con ellos, tú has sido el primero que no has intentando forzar la situación.

Julio no supo que decir, simplemente le acaricio la cara y la beso tiernamente en los labios. Se levantaron, acomodaron sus ropas y volvieron de la mano con todos. Al entrar, unas cuantas miradas se volvieron hacia ellos y en la penumbra adivinaron sonrisas de complicidad. María les miró simulando cara de enfado y movió la mano abierta con un gesto de reprimenda; pero de inmediato sonrió y volvió a besar con pasión a su pareja.


Desde aquella noche, Eva y Julio estaban siempre juntos. ¿Estaban enamorados?, ni ellos lo sabían. Lo que era evidente era que Julio estaba encoñado y que Eva pensaba continuamente en como Julio la hacía gozar y en tener su polla a su alcance.

Cines, aseos públicos, jardines, discotecas,… cualquier lugar era válido para el sexo, un sexo de urgencia, apresurado, sin condiciones para la relajación y la intimidad. Una tarde, estaban reunidos con los amigos en una pequeña fiesta improvisada; en un rincón, Eva sentada en el regazo de Julio le besaba con lujuria, que se iba incrementando al sentir la dureza de su verga, que pugnaba sin éxito por salir, presionando su sexo sobre las humedecidas bragas.. El deseo de ambos había llegado a extremos insoportables.

Él, con un suave gesto, apartó a la chica y se levantó. Eva no comprendía lo que pasaba por la mente de su chico y se quedó allí mismo, de pie, sin saber qué hacer. Julio se acercó a un grupo de amigo que hablaban y dijo algo al oído de uno de ellos, que lo miró sonriente y le entrego algo que sacó de su bolsillo, al tiempo que musitaba algo al oído de Julio, que le hizo reír.

Julio volvió lentamente y contoneándose hacía donde estaba Eva, haciendo oscilar algo que pendía de su dedo índice y que ella no reconoció hasta que lo tuvo delante. Eran unas llaves. La atrajo hacía él, rodeándola por la cintura y diciéndole al oído

  • Los padres de Rodri están fuera y me ha dejado las llaves de su casa. Sólo me ha pedido que lo manchemos las sábanas.

Eva no dijo nada, sólo le dio un beso intenso y profundo y marcharon cogidos de la cintura.

Por primera vez estaban desnudos el uno frente al otro, sin presión exterior, sin miedo a ser sorprendidos. Piel contra piel, los dos cuerpos entrelazados, fundidos en un abrazo imposible, se agitaban sobre un lecho de frescas sábanas blancas. Los labios, casi doloridos de luchar entre sí, peregrinaban por los puntos más sensibles de la pareja. La lengua de Julio se deslizó por el cuello de Eva camino de sus senos turgentes y se detuvo titilante en los endurecidos pezones; serpenteo por el valle de sus pechos y la tostada planicie de su vientre; jugueteó en su ombligo perfecto y recorrió lentamente la línea alba, trepando al Monte de Venus, que mordisqueo suavemente.

Eva se retorcía de placer con cada nuevo roce, gemía y acariciaba la cabeza del chico y arqueó su cuerpo en el instante que la lengua rozó su coño inflamado de deseo. Lentamente, casi con parsimonia, separó los henchidos labios y las ninfas, parándose a observar lo que tenía a su alcance. Poco a poco, como con timidez, fue recorriendo cada pliegue y cada rincón muy suavemente. Todo de veía húmedo y brillante, de una suave coloración rosada iridiscente. El clítoris sobresalía prominente de su funda, mostrando un color bermellón. Julio lo lamió y toda ella se estremeció gimiendo. El chico siguió con su pausado recorrido, bebiendo los jugos del placer y sintiendo como sus papilas se saturaban de ese sabor tan peculiar.

Poco a poco fue apresurando sus movimientos, a la par que ella respiraba de manera entrecortada. Se sentía cada vez más excitado y gozaba proporcionando a su pareja nuevas sensaciones. Finalmente la chica estalló en un monumental orgasmo y quedó yerta sobre la cama.

Julio enderezó su cuerpo y la observó arrodillado entre sus piernas. Eva abrió los ojos y sus miradas se cruzaron. Él sonreía satisfecho de su obra, mostrando con su sexo erecto su estado de excitación. Ella se sentó en la cama, le beso con una mezcla de ternura y pasión y diciendo simplemente "Gracias", lo empujó haciendo que se recostara sobre su espalda.

Eva pareció dudar unos instantes; pero, de inmediato, enfundó la erecta polla y se sentó sobre ella, haciendo que penetrara en ella hasta el fondo. Ahora fue Julio el que arqueó su cuerpo y gimió intensamente, al penetrar en ella, una descarga había recorrido su cuerpo desde la verga a la nuca. Eva se inclinó sobre él para besarle y musitarle "Fóllame".

No se hizo rogar y comenzó a mover su pelvis de manera cada vez más rápida, Eva se agitaba sobre él y sus pezones rozaban sus labios, tomó un pecho con sus manos y al chuparlo hizo que ella volviera a gemir. Sudorosos rodaron sobre la cama invirtiendo sus posiciones. Ahora él la follaba controlando mejor la situación. Alternaba penetraciones secas y profundas con vaivenes enloquecidos, ambos jadeaban y sentían que el final se aproximaba.

Ella le tomó una mano, ensalivó sus dedos índice y medio y los dirigió hacia su coño. El comprendió sus deseos y presionó sobre el clítoris manteniendo un leve movimiento, el clímax los alcanzó casi al unísono.

Llamaban a la puerta y la pareja seguía abrazada sobre la cama que los acogía, agotados y empapados de sudor, sin noción del tiempo transcurrido. Saltaron sobresaltados, Eva se cubrió con las sábanas de manera instintiva y Julio se colocó el calzoncillo después de buscarlo atolondradamente. En la puerta esta Rodri, con una sonrisa sardónica de oreja a oreja.

  • No pregunto, ya veo que has mojado y, por tu aspecto, ha estado de coña.
  • No seas bruto, por favor
  • Bruto no, la verdad. Habéis follado como animales. Por cierto, no me dejéis por ahí los condones usados, que luego mi madre los encuentra y tengo que oírla.

Eva apareció medio vestida, con aspecto tímido y sin saber que decir. Sentía una mezcla de vergüenza y satisfacción. Rodri les ofreció un refresco bien frío para reponer fuerzas, no dijo nada más; pero bastaba con mirarlo a la cara para saber que pensaba.


El verano siguió su curso; a final de agosto, Eva debía volver a su casa. El día anterior a la separación, ambos jóvenes paseaban juntos como de costumbre, buscando burbujas de privacidad para sus escarceos sexuales. Era ya casi de noche, sentados en un banco de un parque, ocultos de miradas indiscretas por un seto y unos arbustos exuberantes, se besaban con su acostumbrado ardor en lo que sabían que era su despedida y el final de un ardiente verano.

Julio, bajo la falda, acariciaba el coño de la chica y ella presionaba rítmicamente el bulto de la entrepierna, perfilando con sus caricias la polla en plena erección. Hábilmente, deslizó la cremallera del holgado pantalón e introdujo los dedos buscando su objeto del deseo. No le costó ningún esfuerzo hacer que la verga enhiesta saliera al exterior. Descubrió el glande amoratado, terso, brillante, coronado de gotas de líquido seminal.

Eva dejo de besarle, lo miró dulcemente a los ojos y, sin más, se inclinó sobre el regazo del chico y tomo entre sus labios su miembro. Julio dio un brinco y todo su cuerpo se agitó en un gesto de placer inesperado.

  • ¿Qué haces? – Preguntó, entre gemidos
  • Algo que te debo desde hace muchos días y que tú nunca me has reclamado
  • No tienes porque hacerlo – Siguió diciendo, sin apenas poder controlarse
  • Ya lo sé, por eso lo hago.

Eva hacía que su polla se deslizara una y otra vez entre sus labios, el calor húmedo de la cavidad envolvía su miembro y todo su cuerpo temblaba a cada movimiento. No pudo resistir mucho tiempo y sintió como su verga descargaba una y otra vez su semen. Eva no hizo nada por evitarlo, al contrario, se aseguró que con las convulsiones no se escapara de su boca, mientras que por la comisura de los labios se escurrían hilos blanquecinos y espumosos.


Mantenerse en contacto no era algo simple, no existían ni el correo electrónico, ni los chats, ni internet, ni los móviles; sólo el correo ordinario y el teléfono, con el que llamar otra provincia tenía unas tarifas que no permitían su uso frecuente. La frecuencia y la extensión de las cartas fueron disminuyendo, hasta que se rompió el puente. Al verano siguiente, Julio preguntó a María si su prima iba a venir otra vez; y su respuesta fue totalmente descorazonadora, Eva tenía novio.

Eva y Julio no volvieron a verse hasta 25 años después.