Viejos amigos (II) Un mundo oculto por descubrir

Quedada con Jorge y toda la pandilla. Nuevos descubrimientos.

En el relato anterior cuento como en un reencuentro con un viejo amigo tras muchos años terminamos follando en su hotel.

De vuelta a casa, en el taxi que me habían pedido desde la recepción del hotel me apunté en el móvil un recordatorio para contar al resto de la pandilla la vuelta de Jorge y en la medida de lo posible quedar todos y vernos. Por supuesto que el recordatorio incluía el pasar a recoger mi ropa, si bien creo que esto no se me iba a olvidar.

Nada más bajar del taxi las sensaciones de bienestar con las que había salido del hotel fueron dejando paso a las dudas y a los remordimientos. Esa noche me costó bastante conciliar el sueño y mis preocupaciones, las que me producían insomnio, iban de lo vivido esa noche a que necesitaba dormirme sin demora ya que al día siguiente tendría que estar a primera hora en la oficina.

Afortunadamente por la mañana me desperté al oír el despertador y aún con cara de sueño estuve a mi hora en el trabajo.

La reunión que tenía la pasé con más pena que gloria y conseguí no dormirme en la penumbra de la sala de reuniones mientras un directivo con voz monótona y un discurso aburrido pasaba diapositivas. A las 12 de la mañana por fin estaba en mi puesto tras un café doble.

De nuevo las dudas me acechaban. Lo de la noche anterior había sido glorioso, o así lo recordaba. Sin embargo era algo de lo que no podía presumir. Suponía que a cualquiera que lo contara en mi entorno cambiaría, y mucho, el concepto que tenían de mí. He de decir que siempre había sido de los que presumen de sus conquistas. En esta ocasión el conquistado era yo, y mi conquistador un hombre.

De hecho, incoscientemente ese día sentía mayor afinidad con un compañero de trabajo, Julián, que es gay. Pero yo no lo era, o eso pensaba. Incluso, pretendiendo reafirmar mi virilidad, me acerqué por Administración para hablar unos temas intrascendentes con Bea, la que consideramos chica buenorra de la empresa y de las pocas mujeres a las que no había conseguido tirarme tras intentarlo. Al poco rato de estar allí hablando, los dos teníamos cara de no saber realmente qué estaba haciendo yo allí. Ella supuso que querría intentar ligármela otra vez más y yo fui plenamente consciente de que si en ese momento tuviera que elegir algo que hiciera que se me levantase la polla no iba a ser el escote de Bea.

La cosa se presentaba más seria de lo que creía, pensé mientras volvía a mi mesa. Ni el ver el escote de Bea me hacía dejar de pensar en la polla de Jorge.

Comenzaron a llegar las respuestas del grupo de whatsapp que tenemos los de la pandilla. Mayoritariamente todos se alegraban y sólo algunos confirmaban que a las 8 de la tarde, hora a la que había fijado para quedar, estarían en "la sede", el café donde siempre nos reuníamos. Otros cuantos se excusaban debido a obligaciones familiares o laborales. Responder a varios de ellos hizo que por momentos desterrara de mi cabeza el monotema de esa mañana. Aún así, me surgía la duda de cómo me trataría yo con Jorge. Incluso con toda la pléyade de remordimientos que tenía, de haberle visto a solas no hubiera descartado besarle, pero delante de toda esta gente, sería dejar caer un mito. Y es que aún después de haber tenido la polla de Jorge en el culo y suspirar ahora por tenerla otra vez mi reputación como ligón de chicas me seguía importando.

Planeé, con acierto, quedar un rato antes con Jorge en el hotel para acompañarle al café. Podría aclarar cómo íbamos a tratarnos delante de la gente, ya que tenía cierto temor a que airease lo de la noche pasada.

Sin pena ni gloria, entre dudas y líneas de código (soy programador) pasó mi jornada laboral, y a las 7 de la tarde estaba a la puerta del hotel. Entré y pregunté en recepción por Georges Mercier. La recepcionista, muy amable, tras llamarlo me pasó el teléfono y muy escuetamente le dije a Jorge que estaba esperándole en el lobby del hotel. Por contra, él insistió en que subiera.

En todo el camino desde la recepción hasta la puerta de su suite mi mente estaba deshojando una margarita: le beso, aunque no está bien; no le beso, aunque me apetece... Cuando llamé a su puerta no hubo lugar a más dudas. Tiró de mi mano y cerrando súbitamente la puerta me plantó un beso muy corto en los labios, como un piquito.

  • Vaya! que efusivo estás -dije haciéndome el sorprendido.

  • Ha sido un impulso... perdona -respondió disculpándose.

  • Estas perdonado -respondí al tiempo que me acercaba a darle otro a él.

Jorge sonrió y sin darle más importancia se giró para mostrarme mi ropa limpia que ya le habían subido de la lavandería. Recordé que la que él me prestó la había dejado en mi casa. Hablamos de cómo haríamos para devolvermos mútuamente las ropas. Por una parte yo no podía llevarme la mía a la quedada, ¿Qué pensaría el resto de amigos?, así que quedamos que tras la cena pasaríamos por mi casa, recogeríamos la suya y volveríamos al hotel a por mi ropa. A pesar de los remordimientos que me quedaban pensé que esto me brindaba la oportunidad de volver a estar a solas.

Antes de salir le pedí que no se mostrase mas cercano a mí de lo que en nuestra juventud estábamos. Por supuesto él asumía que lo de la noche pasada era algo privado y que nada trascendería.

Desandamos el camino de la noche pasada durante el cual le fui contando más o menos el aspecto de los que habíamos quedado, ya que supuse que él los recordaba con la imagen juvenil de los 18 años, pero algunos de ellos no eran ni la sombra de lo que fueron.

Según llegábamos al café vimos en la puerta a Marta, una de las chicas del grupo. Estaba fumando con su marido. Nada más saludarla miró a Jorge con cara de deseo, y no es extraño. La que a sus 18 años era un pibón, ahora era toda una señora con mas redondeces de las deseadas embutida en un vestido con poca clase. Ricardo, su marido, en comparación con Jorge era un viejo decrépito vestido con un traje gris y aburrido y una corbata ajada. Por contra Jorge vestía también con traje, pero de Armani y sin corbata. Eran la noche y el día.

Hablamos un poco y pasamos al café. Ya esperando dentro estaban Sergio, Josue, Manolo y Carmen. Sergio, al igual que Ricardo, tenía un aspecto de cuarentón a pesar de no haber llegado a esa edad. Los pocos cabellos que le quedaban en la cabeza comenzaban a adquirir tonos grisáceos. Josué era el que quizás mejor se conservaba, aparte de mí, claro (la modestia nunca ha sido una de mis virtudes). Su vestimenta era mas juvenil, vaqueros y un polo. Manolo había pasado de ser el deportista de la pandilla al que más kilos acumulaba en su cintura. Alguna vez nos contó que se debió a una chica que le dejó, pero todos creemos que se trata de que el único deporte que hace a diario es lo que anda del ascensor a la puerta de su coche.

Por último, saludó a Carmen, que a pesar de no haber destacado de joven por su belleza, estaba entrando en la madurez poniéndose cada vez más interesante. Conservaba sus curvas y sus facciones no habían perdido la chispa de juventud. Posiblemente Carlos, su pareja, tuviera que ver en eso ya que, dicen las malas lenguas, por las noches es muy fogoso.

Y en medio de esta pandilla de casi maduros estaba Jorge que a pesar de tener la misma edad parecía fuera de lugar. Tuvo que demostrar una paciencia infinita contando su vida pero sobre todo respondiendo a las pregunas de cómo hacía para mantenerse así de bien.

Josué era el único que parecía no estar tan interesado en lo que dijera Jorge y se mantenía un poco al margen, al igual que yo. Mientras hablábamos de otras cosas ya que al ser el otro soltero de la pandilla a veces quedábamos los dos para tomar algo.

Poco a poco fueron llegando algunos más y Jorge de nuevo tuvo que contar parte de su vida, aunque se le veía feliz por volver a contactar con los que fueron sus amigos de los 14 a los 18 años. Varias veces recorrimos las paredes del café repasando algunas de las anécdotas que quedaron inmortalizadas en las fotografías que lo decoraban.

Habrían pasado 3 rondas de cervezas y una hora y media más o menos cuando algunos empezaban a disculparse por que se tenían que ir. Las obligaciones familiares no les permitían quedarse más tiempo aunque les encantaría. Todos, al despedirse, emplazaban a Jorge para quedar el fin de semana con más tiempo.

Después de media hora de despedidas quedamos en el café Josué, Gloria, Manolo, Jorge y yo. Gloria había sido la última en llegar y supongo que le parecía precipitado irse al tiempo que los demás, aunque llamó a su marido para que fuera preparando la cena para su hijo ya que ella llegaría algo más tarde a casa.

Por fin a Jorge se le ocurrió ir a cenar algo. Mientras Gloria decía no quería llegar muy tarde a casa, Manolo recibió una llamada.

  • Una ronda más y me voy -dijo Manolo.

  • La jefa, no? -dijo riendo Josué.

  • Ufff, no la había avisado y esta buena! -contestó Manolo.

  • Bueno, por un día no pasará nada, no? os suponía mas liberados -preguntó Jorge en un tono que me pareció tan sugerente como el que empleó la noche anterior.

De nuevo el magnetismo de Jorge empezó a causar efecto.

  • Que coño! Es cierto! -dijo Manolo cogiendo el teléfono para avisar a Sandra, su mujer, que tardaría.

  • Pero no tardaremos mucho en cenar, verdad? -preguntó Gloria dando a entender que también se quedaría un rato más.

A Josué no le esperaba nadie en casa, yo esperaría hasta última hora con Jorge... a nosotros no tenía que convencernos ya que nadie nos esperaba y a ambos nos agradaba estar con Jorge.

Cogimos nuestras cosas y salimos del café. En vez de al restaurante del día anterior nos dirigimos a otro que es algo mas sencillo y que está mas cerca del café.

Ya en el restaurante pedimos unas raciones y en cuestión de una hora estábamos fuera. Tanto Gloria como Manolo se despidieron asegurando que había sido un placer volver a ver a Jorge y que el fin de semana, si quedábamos, ya nos veríamos con más tiempo.

Secretamente yo estaba esperando que Josué decidiera despedirse también, pero mis esperanzas se desvanecieron cuando propuso ir a un pub cercano a tomar la última.

Jorge aceptó de buen grado y mientras nos dirigíamos al pub notaba como entre Josué y Jorge hablaban de un modo mas cercano. De hecho notaba que Josué a veces me obviaba.

¿Qué coño me pasa?, pensé, ¿Esto son celos?. Si no lo eran se parecían mucho. Jorge lo intuyó y trató de meterme en la conversación. La cara de Josué no era de amigos, precisamente, cuando vió que Jorge me incorporaba a la que creía su conversación.

Después de varias cervezas lo normal es que las ganas de orinar lleguen. Jorge, a pesar de parecer un superhombre, en esto no era distinto a los demás y sintió necesidad de ir al aseo. Mientras, nos quedamos Josué y yo en la barra.

  • Tío, creo que debes tener cuidado porque creo que Jorge es gay y me da la impresión de que quiere algo contigo -dijo Josué tratando de asustarme.

  • Jorge? -pregunté yo cínicamente-, que va! ¿Qué te hace pensar eso?

  • Créeme... los huelo a distancia. Yo que tú me iría cuanto antes si no quieres verte en una situación embarazosa.

  • Anda! -contesté-, no tengas tanta paranoia. Es un tío majo, sin más.

Mi negativa a irme causó que Josué se sintiera un poco jodido. Pensé que el magnetismo que me había hecho caer en brazos de Jorge el día anterior estaba causando el mismo efecto en Josué, pero que supiera, Josué podría estar harto de cualquier cosa menos de tías, ya que no le conocía relaciones con ninguna desde hacía años.

Aparte, yo tenía que recoger mi ropa, y aunque sólo fuera por eso, tendría que permanecer allí con Jorge, aunque no nos engañemos, la ropa me daba un poco igual. Lo que realmente deseaba era lo de la noche anterior.

Jorge volvió del aseo y percibió que algo había pasado entre los dos ya que el ambiente estaba tenso. Comenzó nuevas conversaciones pero muy inteligentemente la fue llevando a un punto que casi saltaban las chispas entre Josué y yo para averiguar de qué se trataba.

  • Pero chicos! qué os pasa? -pregunto Jorge de sopetón.

  • Nada -constesté muy secamente.

  • No te preocupes, Jorge -dijo Josué cogiéndole disimuladamente de la mano-, son cosas nuestras.

Ver como le cogía la mano fue para mí una auténtica puñalada. Tenía que reaccionar, y rápido. Se adueñó de mí un sentimiento de pertenencia que me hizo desvelar lo que quería tener oculto.

  • Además, ya nos tenemos que ir pronto, ¿no, Jorge? Tenemos que recoger tus ropas de mi casa.

Ahora era Josué el que me mirada con cara de querer estrangularme, aunque percibía en su cara un ligero gesto de sorpresa, aunque poco a poco los ánimos se fueron calmando. Al poco rato la conversación volvía a ser cordial pero Josué la estaba llevando a la vida de Jorge en Milan.

  • Tu eres gay, verdad? -preguntó de repente Josué a Jorge

Jorge y yo nos quedamos petrificados. Yo le miraba mientras él dudaba si contar la verdad o disimular. Se produjo un tenso silencio roto al final por Jorge.

  • Y qué pasaría si lo fuera?

  • No pasaría nada. Yo te entiendo -dijo Josué que parecía insinuársele.

  • Y si no lo fuera? -volvió a preguntar Jorge.

  • Una pena -dijo Josué sin ser consciente de que yo estaba al lado.

Vaya! Ya comprendía todo. Josué también había cruzado la acera e intuyó desde un primer momento la orientación sexual de Jorge, y por eso quería en todo momento que los dejara a solas. No obstante, cuando se dio cuenta de mi presencia ahí pareció querer disimimular lo que había dicho pero tanto mi cara como la de Jorge mostraban claramente que nos habíamos dado cuenta.

  • Es un decir -dijo Josué tratando de disimular.

  • No sé si esto te vale como respuesta -dijo Jorge justo antes de darme un beso en los labios.

Ahora la cara de Josué era la que mostraba sorpresa. Yo por mi parte me molestó un poco esa reacción de Jorge, ya que no sólo decía que él era gay sino que daba por hecho que yo también. Le miré con cierto enojo pero la sonrisa que me dedicó hizo que se me pasase.

  • Entonces... vosotros... -preguntó Josué señalando alternadamente a uno y a otro.

  • Oyee -contesté sin darle tiempo a hacerlo a Jorge-, que me da la impresión que tú también eres gay.

Sin querer había asumido que yo era gay cuando ni yo mismo no tenía claro eso.

  • No pienses cosas raras -terció Jorge-. Sólo hemos, ¿cómo se decía? echado una cana al aire?

  • Sí, eso -dije.

  • Pues qué suerte has tenido, cabronazo -dijo Josué señalándome.

Los tres echamos a reir. La conversación ya se distendió por completo y Josué se soltó y contó historias que le habían ocurrido. Hacía ya tres años que descubrió que prefería una polla a un coño y desde entonces lo había mantenido en secreto. Jorge y yo, casi quitándonos la palabra de la boca, le contamos la situación que nos llevó a lo de la noche anterior.

Al igual que a Jorge le ocurrió un rato antes, ahora era yo el que tenía que pasar por el aseo. Tardé lo mínimo posible ya que veía a Josué capaz de arrebatarme a Jorge. Y efectivamente, cuando llegué estaban más cerca uno del otro de lo que yo les dejé.

  • Oye! Josué! Me lo quieres quitar? -dije riendo.

  • Pues sí, para qué te voy a engañar!

  • Chicos... bajad la voz que el camarero esta escuchando -interrumpió Jorge.

La cara del camarero ciertamente era un poco extraña al ver como tres maricones estaban en su pub ligando. Por si acaso, decidimos que lo mejor era irnos de allí.

Ya en la calle Jorge me hizo un gesto que entendí como que quería que los tres nos enrollasemos. Con Jorge bien, pero Josué no me atraía en absoluto, así que mi cara hizo un gesto de desagrado. Pero Jorge estaba lanzado y girándose plantó un beso en la boca a Josué que no se lo esperaba en absoluto. Al ver que le besaban en plena calle (había gente no muy lejos) Josué se apartó un poco.

  • Jorge... esto en privado, que en público mejor no -dijo Josué.

Acto seguido se giró hacia mí y me dio otro. Yo le aguanté el beso, quizás pensando que se trataba de una competición por ver con quién se quedaba. Cuando terminó el beso Jorge estaba exultante.

  • Vámonos los tres a mi hotel -dijo Jorge.

  • Los tres? -pregunté yo algo desilusionado de tener que compartirlo.

  • Si, por favor -me contestó con cara de corderito degollado.

  • Vaaale -contesté.

  • Guay! -dijo Josué agarrándo el trasero de Jorge.

Esta vez no fue el paseo pausado de la noche anterior. Los tres caminábamos rápido con ganas de llegar al hotel cuanto antes. En poco mas de 20 minutos estábamos allí. El recepcionista, el mismo de la noche anterior, nos miró con algo de curiosidad. La noche anterior tenía una explicación que yo subiera a su habitación, pero esta noche no había. Supongo que el hecho de que Jorge se hospede en una de las suites mas caras del hotel hizo que no dijeran nada.

Al llegar a la habitación, tras varios sobeteos en el ascensor, los tres entramos en tromba. Josué inmediatamente se lanzó a besar a Jorge que le correspondió haciéndome señas para que me uniera, al tiempo que se despojaba de la chaqueta de su caro traje y la tiraba sobre una silla.

Me acerqué a ellos y colocándome tras Jorge comencé a soltar los botones de su camisa mientras mi mano se iba paseando por la parte de su piel que quedaba liberada. Josué se despojaba de sus ropas sin dejar la boca de Jorge. Cuando se agachaba para quitarse el pantalón Jorge se giró y su lengua fue a parar al fondo de mi boca. Ahora era Josué el que quitándole la camisa sobaba su cuerpo mientras no paraba de alagarlo.

Eché una mirada fugaz al cuerpo de Josué. Bien proporcionado y con la musculatura algo marcada, aunque algo menos que yo, pero con vello. No era mucho, pero sí un poco, lo que me echaba para atrás.

A estas alturas Jorge me había despojado de la camisa y estaba centrado en besar mi cuello al tiempo que con sus dedos apretaba mis pezones, mientras Josué, desde atrás, le desabrochaba el cinturón y bajaba su pantalón.

Según vi caer su pantalón mi mano saltó disparada a su pene y al instante noté como la mano de Josué se situaba al lado de la mía. Jorge ya comenzaba a suspirar sintiéndose tocado a dos manos.

Me fui arrodillando y bajé el slip mientras apartaba la mano de Josué. El pene de Jorge saltó en todo su esplendor frente a mi cara. Yo ya salivaba deseando meterme esa polla en la boca. Al poco rato tenía a mi lado a Josué pidiéndome poder probar la polla de Jorge,

  • Vamos, chicos, que hay para los dos -dijo Jorge riendo.

Parecía que Josué y yo estábamos compitiendo por ver quién agradaba más a Jorge y éste disfrutaba enormemente de vernos a los dos peleando por comerle la polla. Pero al poco rato se apartó un poco y nos dijo que nos fuéramos hacia la cama. Nos despojamos de la ropa que aún nos quedaba y pude ver la polla que se gastaba Josué, que era igual en longitud a la mía aunque algo mas gruesa.

Como Josué me ganó esta vez la partida y fue el primero que consiguió tomar la polla de Jorge, éste me empujó a la cama y sin darme tiempo a más se lanzó a comerme la mía. Tras él iba Josué sin despegarse de su pene.

Unos minutos estuvimos disfrutando de esa cadena de mamadas hasta que fue Jorge quien dijo de cambiar posiciones. Él se la comería a Josué y yo haría lo propio con Jorge. Por escrúpulos, pasé mi mano por todo su pene como quieriéndo limpiar la saliva de Josué, pero tras esto engullí casi con avaricia la polla de Jorge.

Al poco rato de estar mamando noté como Josué se acercaba peligrosamente a mi polla. No me agradaba demasiado, la verdad, pero tan concentrado estaba en deleitar la polla de Jorge que lo dejé hacer y un instante después pude notar como sus labios comenzaban a rodear mi pene. Así situados formábamos un triángulo de lamidas y mamadas.

Supongo que Jorge querría comprobar hasta qué punto lo mío era con él o con cualquiero otro tío, ya que de nuevo propuso cambiar de posición.

Ups!!! Ahora me tocaría comerme la peluda polla de Josué, que aunque mas pequeña y asequible que la de Jorge, no estaba tan libre de vello.

Le miré con cara de suplicar que dijera otra cosa. Un gesto suyo me dejó claro que quería eso. Josué se había separado de mi polla y se había cambiado de posición dispuesto a saborear de nuevo el pollón de Jorge, que comenzaba a cambiar su posición. Yo estaba más remiso a hacerlo pero la insistencia de Jorge venció mis resistencias.

Como quien va a comer algo que no le gusta, con mi boca trataba de abarcar con los labios la polla de Josué pero sin tocarla con la lengua, cosa que se me hacía imposible. Cerré los ojos para no ver el vello que tenía a un centímetro de mi cara. Jorge, viéndome hacer de tripas corazón, como agradecimiento comenzó a comerme la polla de un modo que me calentó mucho, tanto que me olvidé de lo que yo tenía en la boca y por fin así consiguió que le mamase la polla a Josué completamente.

Aguantamos en esta posición unos minutos y yo comenzaba a excitarme más de la cuenta. Por como me estaba chupando, notaba que Jorge también estaba cerca de correrse así que decidimos parar un instante para enfriar el ambiente un poco. El único que puso cara de fastidio fué Josué que parecía no saciarse.

Jorge se levantó de la cama y del minibar sacó tres copas. Abrió una botella de champagne frances y nos llenó las copas que después nos dio.

  • Vamos a brindar por un buen polvo -dijo.

  • Por eso! -contesté chocando mi copa con la suya.

  • Por vuestras pollas! -dijo Josué brindando.

  • Mejor por todas las pollas del mundo -dijo Jorge ya desbocado.

Nada más decir eso y dar un sorbo, comenzó a derramar lo que quedaba de su copa sobre su pecho. Tanto Josué como yo entendimos que quería que le lamiésemos el cuerpo. Como compitiendo, nos lanzamos sobre él para degustar su piel con sabor a champagne.

Jorge se dejaba hacer con cara de inmensa satisfacción ya que al tiempo que nuestras lenguas se coordinaban para recorrer su cuerpo, lo que no era lamido era acariciado por cuatro manos ansiosas de la suave piel de Jorge.

  • El que primero se haga con mi polla será el primero en follarme -dijo Jorge entre jadeos.

Yo antes incluso de oír el premio por chupar su polla me lancé a ella, así que lo de follarle lo oí cuando su glande estaba siendo recorrido por mi lengua.

  • No es justo! -dijo Josué.

  • Ahhh! haberte dado mas prisa -dije sacando mínimamente la polla de Jorge de mi boca.

Con su polla en mi boca, muy lentamente Jorge fue acercándose a la cama. Dejé de comérsela para que se fuera situando. Se puso a cuatro patas en el centro de la cama hudiendo su cabeza en la almohada.

  • Dame un poco de lubricante -dijo señalando a la mesilla.

Cogí el bote y espací un poco por su ano y en mi polla. Tras esto me situé detrás y apunté mi polla a su rico ano. Contrariamente a lo de la noche anterior, al estar muy lubricados (creo que por mi falta de experiencia eché de más) mi polla, con el mínimo empujón, se fue enterrando en el culo de Jorge que suspiraba con cada centímetro que iba entrando. Tardé poco en tener toda mi polla dentro de él.

Noté de pronto como en mi ano Josué derramaba un poco de lubricante. Queriendo desechar la idea de que me follara comencé a moverme follando a Jorge, por ver si con mi movimiento le impedía que me follase a mí. Pero com mucha delicadeza se fue situando detrás de mí y eran mis propios movimientos de salida del culo de Jorge los que hacían que fuera notando la punta del pene de Josué en mi ano.

Me agaché casi tumbándome sobre Jorge, lo que permitió que Josué profundizara más. Sentía un ligero dolor aunque en mi polla sentía como el ano de Jorge la abrazaba. esa dualidad de dolor-placer fue tornando en un par placer-placer. Josué me agarraba de la cintura y muy suavemente iba follándome el culo, acompasando los movimientos que hacía para enterrar mi polla en el de Jorge.

Me sentí como el jamón del bocadillo... el que mejor lo pasaba! Oleadas de placer me venían de mi polla y de mi ano al tiempo que mis jadeos sobresalían de los de mis compañeros de polvo. Consecuentemente, me estaba excitando hasta límites cercanos al orgasmo.

  • Ufff... me voy a correr! -dije.

  • Yo estoy cerca -dijo Josué que me clavaba su polla con fuerza.

  • Vamos a parar, chicos -terció Jorge instándonos a parar un momento.

Los tres nos levantamos un rato para enfriar un poco los ánimos, aunque las manos recorrían las pollas indistíntamente mientras planeábamos quien estaría en medio del sandwich esta vez. Josué quería clavarsela a Jorge y mi culito, aunque ya dilatado, se sentiría muy bien si recibiese el pollón de Jorge.

Así pues me tocó hincarme a cuatro patas en la cama. Jorge se situó detrás de mí y no fue necesario que me lubricara ya que al poco rato tenía su polla dentro de mí. Noté un poco de dolor por el mayor tamaño de Jorge pero al poco rato se disipó y pude sentirme lleno y disfrutarlo. Notaba la presión que, tras Jorge, hacía Josué. Al poco rato, las embestidas de Josué me las trasladaba Jorge a mí y al tiempo, con su mano, masturbaba mi polla y besaba mi cuello.

Este vaivén maravilloso duró unos minutos hasta que notaba como Jorge empezaba a convulsionarse. Unos segundos después escuché los alaridos de Josué que se corría en el culo de Jorge empujando fuertemente. Al notar Jorge la leche en su ano se debió excitar más de lo que ya estaba porque noté como se derramaba dentro de mí.

Sentir su leche calentita dentro de mi ano me puso a mil, aunque aún me faltaba un poco para correrme. Así se lo hice saber a mis compañeros que deshaciendo el trenecito me voltearon y se turnaban para mamarme la polla. Tener dos bocas comiéndote es una sensación que os recomiendo. Sus caras de vicio hicieron que tuvieran que esperar poco. Entre gemidos me corrí llenándoles a ambos las caras de semen.

Al igual que se turnaban para extraer mi esperma lo hicieron para dejar mi polla reluciente y a continuación uno a otro se lamieron sus caras para degustar los restos de mi corrida.

Yo a estas alturas estaba derrumbado en la cama con los ojos casi cerrados. A los pocos segundos ambos se dejaron caer uno a cada lado. Entre suspiros de satisfacción nos abrazábamos exhaustos.

Unos minutos más tarde Jorge se levantó para ir al baño. Josué seguía tumbado a mi lado pero se giró hacia mí.

  • De haber sabido esto antes, te hubiera tirado los trastos... -me dijo.

Me quedé callado sin saber qué decir. El cuerpo suave y depilado de Jorge me atraía mucho. El de Josué no tanto.

  • Con tanto pelo? -contesté-, ni de coña!

  • Mañana por la noche me cuentas -respondió de un modo un tanto enigmático mientras se acercaba a besar mi cuello.

Tengo que reconocer que besa bien Josué ya que mi polla, flácida tras mi corrida, comenzaba a coger cuerpo. En ese momento entró Jorge en la habitación.

  • Chicos... creo que tendremos que irnos. A ver si me van a llamar la atención en el hotel por dormir aqui varias personas.

En parte tenía razón. Hacía algo mas de una hora habíamos subido tres personas a una habitación para la que sólo había, en teoría, un huésped.

Josué y yo pasamos fugazmente por la ducha mientras Jorge se vestía y nos esperaba. Una vez todos vestidos salimos de la habitación, aunque antes de llegar al ascensor tuvimos que volver por que habíamos olvidado mis ropas que dejé la noche antes a lavar.

En la recepción del hotel Jorge decidió que el día siguiente vendría a mi casa a por sus ropas, ya que estaba cansado y a la mañana siguiente tenía pensado levantarse muy temprano para hacer unas visitas.

Josué y yo nos cogimos juntos un taxi ya que ambos vivimos cerca. En el taxi no hablamos nada, aparte de dar la dirección de destino al taxista, naturalmente.

Cuando llegamos a un punto intermedio de la casa de ambos y bajamos del taxi tocaba despedirnos. Yo dudaba de cómo hacerlo, pero Josué lo tenía muy claro. Una vez el taxi giró la esquina y comprobó que la calle estaba desierta me plantó un beso que me sorprendió.

  • Bueno, mañana nos vemos? -preguntó.

  • Sí, creo -dije algo dubitativo.

  • Oye... te propongo una cosa.

  • Dime.

  • Te gustaría que me quitase todo el vello del cuerpo?

Me quedé un poco sorprendido de su pregunta. Sin duda eso sería un paso necesario para allanar el camino, una vez que Jorge se volviese a Francia, para que los dos tuvieramos sexo. Se le notaba con ganas de agradar y ciertamente lo estaba haciendo.

  • Sí, estarías mejor.

  • Ok. Mañana me depilo por completo, pero a cambio tú también.

  • Yo???

Sé que cuando Jorge se fuese echaría de menos una polla, y tener a Josué tan cerca y depiladito sería de gran ayuda. Para este plan perfecto sólo era necesario que yo hiciera lo mismo. ¿Y por qué no hacerlo?

  • Venga, vale, lo haré -dije.

  • Hummm, lo vamos a pasar bien -dijo justo antes de darme otro beso y salir casi corriendo en dirección a su casa.

Yo me puse a andar en dirección a la mía cavilando sobre lo ocurrido. Me deslizaba peligrosamente hacia algo desconocido. Ya no es que Jorge me gustase, que era algo que podría considerar como una excepción, sino que la idea de hacérmelo con Josué era algo que también me atraía. Y sin embargo, la única preocupación por todo esto era por el qué dirán.

Llegado a mi portal traté de dejar de lado estos pensamientos y centrarme en lo que me había hecho disfrutar tanto. Al fin y al cabo, al día siguiente Jorge vendría a mi casa a por sus ropas y Josué había quedado en verme.