Viejos Amigos
Dos amigos encuentran su momento después de mucho tiempo. El amor es como montar en bicicleta, nunca se olvida.
Juan. Joder tía, a ver cuándo quedamos que hace mucho que no nos vemos.
María. Tienes razón, pero tenemos que quedar como antes, echar la tarde, aunque esto es cada vez más difícil con los críos.
J. Ya te digo, con los niños y la mujer no me deslío, no tengo tiempo para nada.
M. Te llamo un día de estos y buscamos una fecha. Eh! hay que cumplir, el día que quedemos quedamos, no vale luego echarse atrás.
J. De acuerdo, así lo hacemos, pero hablamos la semana que viene que luego lo dejamos y no lo hacemos. Que no nos pase como siempre.
M. Ok, te llamo el martes.
Juan y María se conocen de toda la vida, ya no se acuerdan ni desde cuándo. Han crecido juntos, pasando por todo tipo de vivencias. La infancia, la niñez, la pubertad, la juventud y ahora, ya en la madurez de sus más de cuarenta, todavía seguían con la complicidad y amistad de siempre, a pesar de sus hijos y sus respectivas parejas.
Con tantas cosas vividas habían pasado de todo juntos y, cómo no, algún que otro polvete también había caído. No todos los que ellos hubiesen querido, a veces no era el momento y otras sus parejas lo impedían. Ahora, con el trabajo, la casa, los niños, el matrimonio todo era más difícil, ya no se acordaban de la última vez que estuvieron a solas y, mucho menos, del último polvo.
Se citaron en un bar del centro, a eso de las seis de la tarde. Llegaron puntuales, seguro que por las ganas que tenían de verse. Pidieron algo y comenzaron con una conversación trivial sobre asuntos cotidianos del hogar y del trabajo. Hasta que Juan pregunto:
J. Bueno, ¿cómo llevas el sexo?
M. Pues que quieres que te diga, ya no es lo mismo. No sé si será por la rutina, el cansancio o qué, pero ya casi no follamos.
J. Pues yo más o menos igual, muchos días ni me apetece. Al final uno a la semana y no todas.
M. Pues yo igual, uno y sin ganas.
J. Eso es porque siempre es con la misma pareja, ¿no crees?
M. Puede ser, siempre he pensado que de todo se cansa una.
J. Estoy de acuerdo, no hay nada como variar. A veces pienso que hace mucho que no nos lo hacemos juntos.
M. No te creas, yo también me acuerdo. Estaba bien cuando lo hacíamos.
J. Pues ya sabes, cuando quieras. Puede ser hoy mismo, que luego lo vamos dejando y al final nada de nada.
M. Vamos cachondo. Ya te gustaría a ti que nos fuésemos a follar ahora.
J. Pues claro, a ti no... Seguro que estas deseando, ¿o es que ya no te pongo?
M. Hombre... Sabes que siempre me encuentro muy a gusto contigo, pero no sé, así sin preliminares... Si me pones un poco a tono, ¿quién sabe?
J. Eso está hecho, quieres que nos vayamos a un sitio más discreto
M. Vale, voy al baño mientras piensas donde me vas a llevar.
Estaba claro que los dos tenían muchas ganas de darse un buen revolcón, sólo tenían una dificultad que por resolver, a qué lugar podrían ir. Mientras María fue al baño, Juan pago las consumiciones y también se dirigió al mismo lugar.
Al final del local había un pasillo donde estaban los aseos, Juan termino rápido y espero a María en la puerta del baño de mujeres. Cuando oyó abrir la puerta de la cabina pasó empujando a María hacia el interior y le estampo un fuerte beso. María se sorprendió pero enseguida correspondió al morreo ofreciendo su lengua y abrazándose al cuello de Juan que con una mano le sobaba el culo y con la otra amasaba uno de sus grandes pechos. La mano que tenía en el culo la metió debajo del vestido pasando por los muslos hasta posarla en el coño sobre las bragas recién estrenadas de ella. María reacciono abriendo ligeramente las piernas para facilitar la caricia en su intimidad, Juan acepto la invitación apartando las bragas para llegar directamente a su raja. María estaba excitada, el coño le rezumaba jugos en abundancia que Juan recogía en su mano y extendía por la raja y el peludo pubis de María. Ella le correspondió poniendo una mano sobre el abultado paquete de Juan, sobándoselo sobre el pantalón, lo que aumentaba la excitación de ambos. De aquí paso a la cintura para meter la mano por dentro del pantalón hasta encontrar directamente el miembro erecto de Juan y masturbarlo ligeramente al ritmo de la mano que tenía en el coño. Todo esto sin dejar de besarse en ningún momento. Escucharon un ruido en el pasillo y tuvieron que salir a toda prisa recomponiéndose la ropa como pudieron.
J. Joder María, que cachonda estas. Si nos dejan un poco más te follo ahí mismo.
M. Si Juan, mira como me has puesto de cachonda, si es que estoy muy necesitada.
J. Pues no sabes cómo estoy yo, me hago más pajas que cuando era joven, ¿tú no?
M. Claro que me hago pajas, cuando ya no puedo más.
J. Y ahora, ¿qué hacemos? Esto no podemos dejarlo así, me va a reventar la polla.
M. Pues no se... Algo habrá que hacer, yo también estoy chorreando y me has dejado con unas ganas de follar que ufff...
J. Podemos ir a un hotel... Aunque hay un sitio al que siempre he querido ir contigo, sé que te gustará.
M. Y donde me quieres llevar picaron, seguro que quieres aprovecharte de lo cachonda que me has puesto, sabes que cuando estoy así soy capaz de cualquier cosa.
J. Te acuerdas del local de intercambio por donde siempre pasábamos cuando éramos jóvenes, está por aquí cerca y había pensado que podríamos ir a ver que hay allí.
M. Claro que me acuerdo, siempre decíamos que tendríamos que pasar un día.
J. Pues por eso, ¿quiere que vayamos ahora? Si no nos gusta siempre podremos ir a un hotel.
M. No sé, podemos probar a ver qué pasa.
Cuando María termino de decir esto le planto un morreo a Juan que casi de deja sin sentido, dejando claro cuáles eran sus intenciones. Al entrar en el local se les acerco una chica que se presentó como la relaciones públicas del club, se ofreció a mostrarles el local y ayudarles a desenvolverse resolviendo cualquier duda. El local se divide en dos zonas, una más cerca de la entrada con una barra y mesas bajas a modo de reservados y otra zona al fondo más privada. Mientras hacían un tour por el local, la chica les iba explicando cual era cada una de las salas. Pasaron por un jacuzzi bastante grande, unas salas privadas que permiten cierta intimidad, otras salas de distinta temática para estar en grupo, una sala oscura y otras zonas donde se puede ver la zona común donde está la barra por la que se accede. Dentro de la zona privada, les explico la chica que no se puede ir con ropa de calle, únicamente desnudos o con una toalla que proporciona el local.
A esa hora todavía no había mucha gente, una pareja en una de las salas privadas y algunas parejas más por el local. Se fijaron en una pareja que estaba follando en una especie de columpio, donde la chica estaba con las piernas totalmente abiertas mientras su pareja permanecía de pie embistiéndola en cada movimiento del columpio. Juan y María se miraron, sonrieron al ver a la pareja que les saludo efusivamente como si se conociesen.
Se quedaron en la barra tomando una copa, cada vez había más gente y podían ver como las parejas se metían mano en la barra o en las mesas bajas cercanas. Había gente y parejas de todo tipo, tríos y grupos. Juan deslizó la mano por el muslo de María subiendo por debajo del vestido, sin ninguna oposición por parte de ella, hasta llegar a su entrepierna sobre sus bragas.
J. Cómo estás María, sigues empapada.
M. Como quieres que este, todavía no se me ha pasado el calentón del baño y pasamos aquí, vemos a esos follando tranquilamente delante de nosotros, me pongo como una moto.
J. Pues mira como tengo yo la polla, me va a reventar. Por qué no pasamos y echamos un buen polvo.
M. Estoy muy cachonda, pero aquí hay mucha gente que nos puede ver y no sé si me cortare si alguien me ve follando.
J. A lo mejor te pones más cachonda. Para tranquilizarte podemos ir a una de las salas privadas que hemos visto, ya que estamos aquí.
María no se terminaba de decidir, para ayudar a convencerla Juan la atrajo hacia él, metió una mano bajo el vestido posándolo directamente en el coño sobre las bragas. Con la otra mano le acariciaba la espalda, manteniéndola firmemente sujeta contra su cuerpo clavándose las grandes tetas de ella en su pecho. En esta posición la beso en el cuello, la reacción de María fue abrir las piernas para permitir el acceso a su coño. Los pezones se le pusieron duros como piedras debido a las caricias en su cuello y en su coño que la estaban volviendo loca.
M. Joder como me estas poniendo, vamos para adentro y me follas, que no aguanto más.
J. Vamos. Me muero por probar tu coño rebosante.
La chica del local les facilito unas toallas y les indicó la zona de vestuarios donde podrían dejar sus ropas en una taquilla, en esa zona del local solo se puede ir en pelotas o con la toalla que les habían proporcionado. Los vestuarios eran mixtos y mientras se desnudaban aprovechaban para meterse mano para que su calentura no decayese.
Al salir del vestuario decidieron dar una vuelta por las instalaciones, iban envueltos en la toalla pues, aunque muy excitados, todavía sentían pudor. Había más gente que cuando hicieron la ronda de reconocimiento con la relaciones públicas, pero no reconocían a nadie, ni de los que había en la barra ni de los que ya estaban dentro. Allí dentro no hay rostros, solo cuerpos dispuestos a dar y recibir placer.
La sala oscura estaba repleta, observaron desde fuera como los cuerpos se rozaban en su interior sin distinguir nada más. En otra sala, un señor de mediana edad la daba un condón a un chico joven para que se follase a su mujer, que esperaba impaciente con las piernas abiertas delante de todo el que quisiera mirar. Mientras contemplaban este espectáculo, Juan acariciaba el cuello y la espalda de María, que no podía apartar sus ojos de la pareja follando. El polvo fue rápido, al terminar el espectáculo la pareja se besó profundamente y el chico dio la mano al marido en señal de agradecimiento por haberle dejado follarse a su mujer.
Juan y María pasaron entonces a una sala bastante grande con amplios sillones en una de las paredes, donde una pareja observaba a una chica que bailaba completamente desnuda a un metro de ellos. La pareja no dejaba de tocarse, ella le masturbaba a él al ritmo de los bailes de la chica, mientras él tenía dos dedos dentro del coño de su pareja. La chica que estaba bailando se acercó a la pareja y se besó con la chica a la vez que empezó a sobar sus tetas. Comenzó a llegar gente para observar el trio que se estaban montando.
J. Te gusta lo que ves.
M. Me gusta mucho.
J. Sabía que este sitio te iba a gustar.
M. Como me conoces.
J. Tengo ganas de follarte.
M. Yo también, vámonos a un sitio más apartado, me sentiré más cómoda.
Juan y María entraron en una de las cabinas privadas que estaba libre, únicamente había una cama bastante grande, la luz era suave. En la puerta había un ojo de buey que permitía ver lo que sucedía dentro. Nada más entrar se arrancaron las toallas y se dedicaron a besarse y tocarse todo el cuerpo. Juan bajo su boca hasta las tetas de María, mientras lamia un pezón sobaba la otra teta que no cabía en su mano, alternándose de un pecho a otro. Hizo sentarse a María en el borde del colchón, se situó entre sus piernas obligándola a abrirlas al máximo para poder lamer a gusto el tremendo coño de su amiga. María estaba chorreando cuando la lengua de Juan recorrió toda su raja, lo deseaba desde hacía tiempo. Juan movía su lengua por el coño de María, que no perdía detalle de las caricias que sentía y la estaban llevando al orgasmo. Cuando Juan se dedicó de pleno a su clítoris, María no pudo más y estalló en un tremendo orgasmo en la cara de su querido amigo.
Cuando se recompuso un poco, María tumbo a Juan sobre el colchón, bajando por su cuello y pecho llegó hasta su polla erecta para besarla tiernamente desde el capullo hasta los huevos. Se entretuvo metiéndose los huevos en la boca de forma alternativa, para subir por el tronco de la polla de nuevo. Abrió la boca para albergar en su interior esa polla que quería sentir ya en su coño. Subía y bajaba la cabeza succionando a la vez que le masturbaba, el ritmo de la mamada iba en aumento. A este ritmo Juan no dudaría mucho, cogiendo suavemente la cabeza de María la aparto de su polla para atraerla hacia él. María se incorporó subiéndose a la cama sobre Juan, con la polla rozando su coño.
La mano de María asió la polla de Juan, la situó en la entrada de su coño y, dejándose caer, se la metió hasta lo más profundo de su ser. Entro sin ningún problema debido a la lubricación que tenía su coño, una vez dentro comenzó un movimiento lento de caderas sobre la polla de Juan. Desde su posición, Juan vio que un chico les estaba mirando a través del ojo de buey y así se lo dijo a María.
J. Tenemos un espectador María, ¿qué te parece?
M. Ahora mismo me da igual, solo quiero que me sigas follando.
J. Por eso no te preocupes, pienso seguir follándote hasta que no podamos más.
Con estas palabras María aumentó el ritmo y comenzó a cabalgar a Juan. En el fondo le excitaba sentirse observada mientras follaba. Juan agarro sus tremendas tetas, que se movían descontroladamente con los saltos que María daba sobre su polla. De esta manera le llego un segundo orgasmo tan intenso como el primero que María prolongó todo lo que pudo metiéndose la polla de Juan hasta el fondo y dando suaves sacudidas. Se corrió en abundancia con la polla de Juan bien metida en su coño, con la esperanza de que su admirador no hubiera perdido detalle.
Después de un pequeño descanso para recuperar fuerzas, volvieron a la carga pues Juan aún no se había corrido. Ahora María estaba tumbada boca arriba con las piernas abiertas mientras Juan se la clavaba hasta las entrañas. En esta posición María podía ver la ventana, pero ahora no había nadie mirando. Entonces se centró en la follada que Juan le estaba dando. Las tetas se movían con cada embestida hasta casi darle en la barbilla, a Juan le encantaba este espectáculo lo que hacía que le diera con más fuerza. María estaba disfrutando mucho, como en los viejos tiempos cuando follaba con Juan donde podían. Un poco después volvió a sentir como se corría otra vez, Juan estaba a punto pero no paró hasta que María se hubo corrido. Entonces Juan la sacó rápidamente, María se la agarro sacudiéndola para que se descargarse sobre sus tetas. La corrida fue abundante llenándole las tetas, hasta le salpico un poco en la cara. Juan calló derrumbado junto a María.
J. ¿Qué te ha parecido?
M. No hay nada como los viejos amigos.