Vieja Culiá (3: víctima y victimario)
Por fin Julia va a obetener lo que quiere: Un adolescente dispuesto a follársela.
día 13
Como era su costumbre los lunes, Ricardo capeó las últimas 2 hrs de clases. Ahora se encontraba en el patio de los Martínez., con los pies embarrados y el corazón en sus sienes. Ansioso desde el día anterior, al no saber qué se encontraría al entrar a la casa.
Ahora, al asomarse a la ventana de la habitación matrimonial, tenía su respuesta: la vieja Martínez, sentada al borde de la cama, con las manos apoyadas en ella, las piernas juntas, enfrentándolo con expresión anhelante parecía como si hubiera estado esperando desde el día anterior: vestía la misma blusa crema desabotonada para verle bien el canal de sus tetas (que subían y bajaban mientras su respiración se iba acelerando) y hasta el borde superior del encaje de su sostén. Su falda ajustada que terminaba a mitad de los gruesos jamones de la vieja, con sus piernas juntas. Adornada además con un suelto collar de perlas y lápiz labial rojo intenso en su boca semi abierta. Le recordaba la foto que ella le había pasado el día anterior y que ahora llevaba en uno de sus bolsillos traseros del pantalón.
Ricardo se había hecho mil situaciones en su cabeza de lo que pasaría desde el que leyó el reverso de la fotografía. Una de aquellas era la que ahora parecía estar viviendo (nunca se podría estar del todo seguro en una situación que pareciera tan fuera de la realidad). Pero el choque entre su imaginación y la realidad era suficiente para confundirlo a tal grado que lo único que hizo (sin un ápice de conciencia, de su parte) fue retroceder un paso que provocó la inmediata reacción de Julia:
- N-No!- Su corazón dio salto con el paso tímido de Ricardo no te vayas- completó, cuidando el volumen de su voz.
Y acto seguido, reacomodó sus manos en la cama por detrás de su espalda, reclinándose para abrir sus piernas el máximo posible por el borde de la cama. Su falda se contrajo hasta arrugarse por sobre su pelvis, dejando sus blancas pantaletas expuestas y ofreciendo la oscura mancha de pelos de su coño al chico, que lo petrificó en su lugar.
Julia había esperado que el chico se le abalanzase encima. Un animal en celo, salvaje e incontenible en su juventud que la poseyera salvajemente hasta el agotamiento pero, en cambio, tenía a un adolescente congelado en su lugar. Toda su agresiva personalidad y seguridad se habían esfumado, ahora sí por completo, dejando a un tímido chico enfrentado por primera vez a algo que desconocía del todo Pero Julia estaba decidida y haría las cosas suceder.
-Ven- dijo, como sofocada, con la voz más insinuante que pudo entonar. Dejando su boca abierta tomando aire y su cabeza ladeada. Y agregó un movimiento de pelvis, hacia atrás, adelante, arriba y abajo. Notoriamente el chico no estaba para sutilezas. Así que, si tenía que ser indecente y obscena, lo sería con tal obtener lo que quería.
Ricardo veía a través del marco de la ventana, como si fuera la televisión lo que tuviese enfrente. Estaba perdido en la caliente madura que se ofrecía del otro lado, su mirada fija en la mancha oscura sobre su concha le estaba hipnotizando con su movimiento en vaivén. Dejó atrás toda razón y duda. Por fin la naturaleza estaba actuando. Y sus calzoncillos aprisionaban su pico, causándole molestia y dolor que él no atendía. Ahora sólo deseaba.
Automáticamente, trepó la ventana y penetró la habitación para encontrarse a si mismo a centímetros de la vieja que se le ofrecía.
Julia también dejaba atrás todo control de su cuerpo y deseos. Su excitación la sobrepasaba y seguía en aumento, ahora tenía a Ricardo casi sobre ella. Veía su mirada perdida en el escote de su blusa, veía sus orejas rojas y su transpiración empezando a aflorar sobre su frente y más importante aún, veía su paquete hinchado tan cerca de su coño, que adelantó un tanto sus movimientos, quería llamarlo a penetrarla y se movía ahora con todo el cuerpo como si ya la poseyeran con la mirada o la mente, se entregaba a su anhelo y exhalaba irregulares gemidos. Ya no podía ni mantener los ojos abiertos, así que no vio cuando finalmente Ricardo tocó sus pechos por sobre la blusa, con toda la palma, abarcándolos cuanto podía.
Ricardo sólo quería tocar y tocar más, quería agarrar por completo aquellas inmensas ubres que habían llenado sus sueños. No tenía idea cómo se podía sentir aquello y ahora iba a satisfacer su curiosidad.
Empezó palpando y tratando de tocar con suavidad lo más posible, sintiendo los duros pezones en medio de sus palmas, sobando en círculos toda la redondez de ambas tetas y notando cada costura del encaje del sostén, tropezándose con botones y sus propios dedos y disfrutando el movimiento propio de aquellas masas de carne pero, dejándose llevar por su excitación, fue aumentando la presión de sus caricias, agarrando con más fuerza, hundiendo los dedos en la blanda masa, empujando en todas direcciones. Sacó así la blusa de debajo de la falda, sin despegar sus manos de las tetas. Soltó botones y desgarró las costuras de los hombros.
Julia disfrutaba el roce de la tela, como raspaban su piel los bordes del sostén, los apretones y arañazos espontáneos, como sus pellizcos y todo el duro sobajeo que le estaba propinando. La hacía gozar, mandaba ondas de placer a su cerebro y respondía a ellas moviendo aún más su pelvis, levantándola de la cama, restregando su entrepierna en los muslos del chico. A ojos cerrados, se violaba a si misma con fuerza, su sexo estaba en uso y producía jugos de manera descontrolada, mojando hasta los pantalones del chico.
Pero se desesperaba también, la exclusiva atención que Ricardo daba a sus tetas no le era suficiente, le daba un gozo incompleto, también su coño necesitaba ser sobado con la misma fuerza. Pero el chico no se daba cuenta, estaba ensimismado con las magnificas tetas. Así que Julia tomó su mano, la llevó a su coño e inició los movimientos que necesitaba para darse placer.
La sensación húmeda de la concha de Julia contrariaba a Ricardo; sabía que así tenía que ser, pero no dejaba de ser algo que hacía por primera vez y hasta le producía desagrado, además de ningún placer en comparación con las tetas de fantasía que tenía frente a sí. Así que la atención sobre la concha de la vieja no duró mucho y, para retomar su objeto de interés, decidió colar con fuerza su mano por entre el ya abierto escote y entre los elásticos del sostén, sintiendo ahora sí, toda la suavidad de aquellas gomas que él sólo había imaginado.
Algo decepcionada estaba Julia al dejar de sentir sus dedos en su coño y las oleadas de placer venidas de ello. Pero la atención que ahora recibía sobre sus pechos requería de todas sus terminales nerviosas. La presión que ahora ejercía Ricardo sobre sus pechos, producía que los breteles del brassiere se le clavaran en los hombros, enviando a su cerebro señales de dolor y placer combinadas en un cóctel que, sin notarlo, le empezaba a resultar de lo más agradable.
Toda la casa Martínez se mantenía en silencio. Como en cualquier día de semana, a medio día, sus puertas y ventanas (las que daban a la calle) se encontraban cerradas y no había señal de actividad alguna al interior. Pero dentro, en la habitación matrimonial, los gemidos ahogados de Julia, el roce de la ropa y piel y los gruñidos de Ricardo, llenaban el cuarto. Ninguno decía nada. No podían articular palabra ni pensamiento alguno, sólo abandonarse a sus deseos animales.
Ricardo tenía toda su atención sobre las tetas de Julia. No había tocado gomas tan grandes, sus manos no le alcanzaban para abarcar cuanto quería, así que no tardó en poner su boca sobre ellas también para empezar a lamer y succionar primero, y a morder después. No importaba dónde, por sobre el brassiere, encima de él, por los lados, donde pudiera y no tuviera puestas sus manos.
Julia, sentada en la cama, soportaba ahora sobre si el peso del chico y la fuerza de su accionar sobre sus tetas. Él ya no se medía ni se preocupaba de nada. No se había quitado la mochila de la espalda, ni se había acomodado para operar mejor sobre Julia, tan sólo se había inclinado y, ante la falta de equilibrio, simplemente se sostenía en el par de gomas.
La excitación de tantos días, la espera de toda la mañana y la forma en que el chico la estaba manoseando, habían tenido a Julia en un estado de excitación límite todo el tiempo tanto que fue sólo necesario un gesto inesperado para que ella estallara de gozo y aquél vino de la intensidad de las caricias de su joven acompañante. La presión y fuerza del sobajeo llegó a tal, que el sostén no resistió más y se reventó el broche por detrás de la espalda de Julia, rasguñándola y gatillando el primer orgasmo del día (y de mucho tiempo).
Julia se contorsionaba bajo Ricardo y éste no se daba cuenta. Daba prolongados y fuertes gruñidos, apretaba los dientes, tensaba los brazos y recogía y estiraba su espalda en espasmos sin que el chico soltara sus tetas. Estaba obsesionado en ellas y ni los golpes que la vieja le daba con su entrepierna en los muslos y rodillas lo desconcentraban. Eso, hasta que en un gesto repentino, como producto de otro espasmo, Julia se incorporó cuanto pudo con el peso de él encima suyo, y le agarró con fuerza la polla por sobre el pantalón.
Con la misma desesperación con que Ricardo se había apropiado de sus tetas, ella lo hacía con su pene. Con fuerza lo empezó a sobar causando en el chico tanto placer y dolor como él se lo había causado a ella pero para Ricardo, el dolor no era un aliciente del placer.
Desde que la vieja Martínez lo había excitado para hacerlo pasar, Ricardo había soportado la incomodidad de su pene encerrado en sus calzoncillos. Primero por el movimiento hipnótico de concha y luego por la sensación de las grandes tetas, no se había dado la pausa necesaria para reacomodárselo. Así que cuando a la vieja se le ocurrió expresar su urgencia de polla, el dolor de la erección se vio incrementado hasta conseguir sacarlo de su concentración sobre las tetas y provocándole un rayo de dolor desde el pene.
Primero con un empujón intentó liberarse del agarrón. Pero la vieja no cesaba. Quería polla, la necesitaba y no estaba en condición de detenerse a ver lo que estaba haciendo. Y comenzó un irónico forcejeo: Julia mantenía una mano sobre la entrepierna de Ricardo, quien, a base de empujones y tirones de pelo la hacía atrás un poco sin lograr quitársela de "encima".
Un grito y una cachetada acabaron con el forcejeo
- Agh!.. vieja culiá!- casi ladró Ricardo junto con descargar una centelleante cachetada sobre su mejilla derecha.
Julia no se lo esperaba. Como un perro al que se le golpea en el hocico, se quedó atónita mirando a Ricardo desde abajo, con los dedos marcados en rojo en su mejilla, sin entender qué había hecho mal.
Ricardo, sin prestarle atención intentaba acomodarse la polla sin desabotonar el pantalón, al tiempo que refunfuñaba "vieja de mierda estúpida me vai a dejar sin pico"
Comprendió entonces su error y solícita se arrodilló a los pies de Ricardo, bajándole el cierre sin que él alcanzara a reaccionar y desabotonando el pantalón para finalmente sacar el endurecido y adolorido- miembro de Ricardo.
Lo siento mucho, querido- le dijo servicialmente desde su posición. A Ricardo le pareció que si le decía algo más, ella se pondría a llorar. Tal era su mirada, su mejilla enrojecida, su frente sudada y su cabello algo desordenado, que transmitía una sensación de fragilidad irreconocible en ella. Pero ni un poco compasión pasó por su cabeza, lo único en que pudo el pensar fue en aprovechar su situación. Y lo hizo en seguida.
Puta hueona, tienes que tratar mi pico con más cuidado, entiendes?- Reforzó el "entiendes" jalando su cabello y sacudiendo su cabeza, escupiendo sus palabras.
Lo siento mucho yo sólo quería - respondió Julia con tono lastimero, pero sólo llegó hasta ahí
Tú "sólo" qué, vieja hueona?- le espetó sacudiendo más fuerte su cabeza.
Es que yo quiero
Habla, hueona!, qué quieres?
Julia podría haber terminado su oración la primera vez, pero primero se había amedrentado con la actitud de Ricardo y luego, sintió que eso quería. Que ése era el Ricardo que ella quería que la poseyese. Un Ricardo dominante, un Ricardo dueño de si mismo y, más aún, dueño de ella.
Yo yo quiero chupar - prosiguió Julia
Chupar qué, mierda?- Ricardo le arrancaba leves quejidos con sus jalones de cabello cada vez más fuertes
su pene - respondió en menor volumen.
Mi qué???- A pesar de su actitud agresiva y su actuación molesta. Ricardo se divertía con lo que sucedía.
Aaaaaaaahhhh su pene su pene!!.. quiero chuparle el pene!!...
"Pico"!!... Se llama "Pico", puta culiá!- Le gritaba Ricardo salpicando la cara de Julia con saliva. Sin medir la fuerza con la que tiraba del pelo de Julia, la tenía doblada hacia atrás, afirmándose de sus piernas para no caer de espalda y él se inclinaba para poder gritarle a la cara.
Su pico! Su pico!.. quiero chuparle el pico!!... ahhhhhhh!- ya el dolor se le hacía insoportable e intentaba con sus manos tomar la de Ricardo. Pero estaba en muy mala posición y él la tenía bien sujeta y disfrutando de su posición.
Por fin, vieja culiá. Si querís pico, toma pico!!- Y, diciendo esto, con fuerza la levantó y apuntó con su mano, su miembro a la boca de Julia, quien, sorprendida, no alcanzó a abrir la boca recibiendo dos pollazos en los labios y bajo la nariz.
Abre la boca, hueona!- Ricardo le soltó otra cachetada en la misma mejilla que antes. Y Julia, con evidentes lágrimas bajándole por la cara abrió cuanto pudo la boca recibiendo la verga del chico, quien aprovechó para empujar hasta la campanilla.
No es que fuera un superdotado, ni mucho menos. Julia había disfrutado de pollas mucho mayores en su juventud, y la de su marido, aún cuando hace años que no la probaba, era de mayores dimensiones. Pero simplemente no estaba preparada, todo estaba ocurriendo de manera repentina y violenta y ella no alcanzaba a prepararse para nada. Así que no era de extrañar que las arcadas y tosidos la atacaran cuando sintió la cabeza del pene golpear su garganta. Nuevas convulsiones volvieron sobre ella, pero nada gozosas. Comenzó a toser con la polla de Ricardo atravesándole la boca, se sentía ahogada y quería retirarse a buscar aire, pero Ricardo no la dejaba. La agarraba tan fuerte por la nuca, con ambas manos, y empujaba con la cadera sin permitirle tomar un poco de aire. Julia sentía que se ahogaba, que se llenaba de babas su boca, que tosía por las comisuras de sus labios y, aún más, completamente congestionada empezó a soltar mocos por la nariz.
Pero no había pasado ni minuto y medio desde que el chico le ensartó la polla Julia se desesperaba bajo él hasta que éste finalmente tiró con fuerza de su cabeza hacia atrás
- uuuuuuuuhhhhh qué buena vieja mamona!- berreó Ricardo de gozo. Pero Julia no le escuchaba, algo enrollada en si misma, aún tomada por el pelo por Ricardo (pero sin tirárselo) aguantaba sus ganas de vomitar y tosía como enferma mocos y babas sobre sus propias manos, mojando de paso su cuello y tronco.
Al sentir que su cabello volvía a ser jalado hacia arriba, Julia despejó su boca y procuró tomar aire, fácil era suponer lo que se venía. Abrió su boca y volvió a recibir la polla de Ricardo hasta el fondo de su boca. Ahora sí, había alcanzado preparar su boca para el ataque del chico. Él sólo introducía su miembro y aprisionaba la cabeza con ambas manos por la nuca. No movía sus caderas, ni sacudía la cabeza de Julia tampoco le importaba que ella finalmente mamara. Se contentaba con mantener la presión sobre la cara de Julia.
Ricardo volvió a repetir la acción 4 veces. Siempre igual: agarraba el pelo de Julia y empujaba desde la nuca sobre su miembro, ejerciendo a su vez presión sobre la cara de la vieja. Ésta, sólo volvió a toser un par de veces más en la segunda introducción y ahora cerraba sus ojos y ponía las manos sobre los muslos del chico, aunque jamás sintió necesario empujar para sacarle la polla de su boca.
Al final del cuarto embiste, Julia hizo fuerza con sus manos, negándose a ser empujada sobre la polla nuevamente. Ricardo la miró, vio sus ojos irritados, su maquillaje corrido, su nariz moquillenta, su barbilla mojada, sus mejillas enrojecidas y su pelo revuelto, y sintió su verga dar un pequeño salto de gusto. Le gustaba tenerla así, le gustaba estar sobre ella y verla al lado de su polla . Por primera vez se sentía poderoso y mejor que ella ella era ahora una mujerzuela a sus pies, que él podía dominar y eso le encantaba.
Pero Julia, bajo sus lágrimas y mocos, bajo su cara contraída por el esfuerzo, no dejaba de sonreír ahora iba a tener lo que había estado deseando con tanto hervor
Con un tono suplicante y modoso, Ricardo oyó la congestionada voz de Julia, casi suplicándole.
- Métemelo por favor,.. méteme tu rico pico, quieres?... quieres?... sí?
Imagínate a tus 15 años, con una mujer madura, de inmensas tetas que ya has sobado a gusto, que también te ha mamado la polla y que además te suplica que la folles no sería suficiente para correrte sin más?
Para Ricardo casi fue así.