Vidas rotas
Cuando Paulina me llamó por teléfono nuestras vidas estaban rotas. Hoy, una vez recogidos los pedazos, aún nos queda algo...pedazos.
VIDAS ROTAS
Paulina había salido. Me encontraba sólo en casa y, en verdad, puedo asegurar que estaba pensando en Yolanda. Ella acaparaba en ese instante mis necesidades. Ya no me importaba mucho con quien anduviera Paulina, ni incluso que estuviera con Alberto el que, poco a poco, había ido desapareciendo de mi vida.
Paulina se había ausentado no sé muy bien con qué motivo. Lo hacía muy a menudo. Nunca me decía ni donde iba ni con quien salía. Recuerdo que sonó el teléfono y cuando contesté, sonó su voz empalagosa. Me preguntó si estaba en casa, una pregunta estúpida si se quiere, pues estaba claro que era yo quien había contestado la llamada. Paulina reclamaba con cierta urgencia que me quedará allí, en nuestra casa, que no saliera por nada del mundo. Me iba a dar una sorpresa. Me extrañó mucho, pero como no tenía previsto salir, contesté que me quedaría en casa. Yolanda no estaba disponible y pensaba masturbarme en su honor. La paja transcurriría revisando las imágenes de ambos retozando en la cama de ella. No me llevaría más de diez minutos. Unos toques, unos meneos y la lechada saldría con vigor. Tendría tiempo hasta la llegada de Paulina.
Paulina y yo habíamos perdido todo encanto sexual. Hacía tiempo que nuestras relaciones eran muy esporádicas. Malas y rápidas, ambos habíamos perdido el deseo. Cansado de luchar y tratar de innovar, me sentía solitario y mi interés se había ido perdiendo poco a poco. Así es como conocí a Yolanda, una joven alegre, risueña, y con un deseo desenfrenado por el sexo. Nuestros encuentros eran esporádicos, pero totalmente placenteros. Yolanda vivía sóla y, aunque tenía un novio, siempre mantuvo como estandarte su libertad sexual, y al parecer, bien aceptada por su novio, que, bajo mi punto de vista, se pasaba de comprensivo. Eso, naturalmente me beneficiaba, y la verdad, yo abonaba el terreno para que ella se mantuviera segura en sus convicciones.
Paulina había perdido el interés en el sexo, al menos conmigo. Ni supe ni sé a qué se debió, lo cierto es que esas ardorosas noches, dejaron paso a esas sombras de masturbaciones solitarias. Después de hablar muchas veces con ella, sin éxito alguno, desistí y abandoné la lucha. Con 32 años me quedaba mucha vida por delante. Y a ella también. Acepté la nueva situación que se nos había presentado, una aceptación propiciada por la cama de Yolanda. Dos largos años habían transcurrido hasta aquella tarde en la que Paulina me telefoneó a nuestra casa y me pidió que no saliera porque iba a ser objeto de una sorpresa. Atrás había quedado, o al menos eso pensaba, Alberto. El era un compañero de oficina de Pauli. Un buen compañero. Un compañero sobreestimado por ella. Yo lo conocía, claro está, pero nunca le ví como un rival. Gracias a nuestros problemas, él tuvo su oportunidad. ¿O fue él el causante de nuestros desencuentros?, puede que sí. Paulina es muy ligera de cascos y me consta que, en más de una ocasión, había flirteado con ese imbécil. Cuando nuestros problemas en la cama se hicieron patentes, ella salió con Alberto tres o cuatro veces. Ni sé lo que hicieron, ni me importa, ni quiero saberlo…aunque lo imagino. Y de pronto, Yolanda apareció en mi vida. Gracias a ella, Alberto y Paulina pasaron a un cuarto plano en mi existencia. Pensé que si ella había salido con ese imbécil, era posible que hubieran usado una cama, y al llegar Yolanda, yo usé la suya. Si Paulina tenía 31 años, uno menos que yo, Yolanda apenas había cumplido los 23. Tenía mucho que aprender del sexo…y yo se lo iba a enseñar. Y se lo enseñé. Ya lo creo. Y ella aprendió.
-Te presento a Teddy. Así, escuetamente, Pauli me presentó al sujeto que la acompañaba.
-Teddy, éste es mi compañero de piso-Dijo ella llena de convicción en una de sus mejores representaciones.
Me quedé paralizado. No daba crédito a lo que acababa de escuchar de boca de mi mujer. No sólo no me había presentado como su marido, si no que se había inventado esa figura que no era nada creíble: su compañero de piso. Me levanté del sillón en el que estaba cómodamente derruido y estreché su mano mecánicamente…sin deseo. Casi con asco. Tal vez vinieran de algún hotel cansados de follar…
-Compartimos el piso desde hace dos años-Añadió ella-, es un encanto de hombre.
Compartíamos el piso desde hacía dos años y yo no sabía nada de nada. En realidad, ella no mentía. No hacíamos vida de pareja. No había sexo entre nosotros. No comíamos juntos, ella lo hacía a una hora y yo lo hacía en mi trabajo. Si, la tele, por lo general, si la veíamos juntos. El canal elegido por ella, naturalmente. Y así…dos largos años. Dos años en los que yo había desfogado mis deseos sexuales con masturbaciones y putas y ella, Paulina…!Vayan ustedes a saber!.
El tipo que estaba a su lado era un ser fornido, con una media hostia me hubiera tumbado sobre el sillón que tenía a mis espaldas. Moreno de piel, pelo corto engominado, de una estatura que rondaría los 180/185 centímetros, exhibía una sonrisa exagerada y un cuerpo moldeado a base de pesas…no había duda.
-¿Sólo lo habitáis los dos?. Preguntó aquél extraño.
-Si. Hasta hace dos meses hemos tenido una chica con nosotros. Una joven estudiante. Pero ya se ha marchado. Aunque es posible que vuelva en breve. A mí me gustaría, es adorable.
Pauli me sorprendía nuevamente. La historia que se había montado me dejaba anonadado. No sabía donde había conocido a ese Hércules ni lo que le habría contado para traerlo a nuestra casa, pero estaba claro que algo pretendía. Y si, se había cuidado muy mucho de montar una historia más o menos creíble para aquél tipo.
-Siéntate, Teddy. Te serviré un refresco. ¿Naranja o limón?. Preguntó ella.
-Naranja, plis. Dijo mientras tomaba asiento cerca de mi cuerpo.
¿Plis?...¿Qué coño era eso?. Hoy sé que es una forma estúpida de decir “por favor”. El titán se sentó a mi lado y con sus antebrazos sobre las rodillas, se anudó los dedos de ambas manos en una postura reservada sólo para los culturistas. De haber intentado imitar su gesto, hoy tendría dos muñones. En esa postura recibió un gran vaso de zumo de naranja. Bebió, sonrió, volvió a beber y dejó el vaso sobre la mesa para volver a anudarse los dedos.
-Voy a poner música-Y dirigiéndose a mí-. Luc, ¿No vas a salir?. La ironía acompañó la frase.
Esa era la abreviatura con la que contestaba cuando me llamaban. Luc. Creo que fue mi abuela materna quien, en atención a la memoria de mi abuelo, exigió, con el consentimiento de mis padres, catalogarme con el nombre de Luciano. Si, aunque yo no me apellidaba Pavarotti, como el famoso tenor. Ni estaba tan obeso como el fallecido cantante. Con 32 años, no me podía comparar con el musculitos que se sentaba a mi lado, pero la frecuencia con la que hacía deporte, me mantenía en un estado óptimo.
-No. En principio no, pero si os queréis quedar a sólas…
-¡De ninguna manera!-Me espetó Pauli-, precisamente he traído a Teddy para que os conozcáis. Creo que va a venir por aquí muchas veces.
¿Muchas veces?, ¿Qué coño pretendía esa bruja?. Se traía un ligue a mi casa, a nuestra casa, y tenía la osadía de restregármelo por la cara. ¡Qué lejos estaba yo de adivinar lo que iba a suceder un mes más tarde!.
-¿Os habéis enrollado?. Pregunté desde la indiferencia exterior, pero desde el escozor interior.
-Hemos salido un par de veces-Respondió ella con apatía mientras trajinaba con los Cds-, y como nos entendemos, le he traído a casa.
-En ese caso, me alegro por vosotros. Dije a la vez que me incorporaba para ausentarme.
-¿Te vas?...¿Dónde vas?. Me preguntó ella.
-Voy al baño…a vomitar. He tenido muchas emociones hoy.
-¿Te ha tratado mal Yolanda?.
Gong, gong, gong. Sartenazo en plena cara. Subida de tensión. Meteoritos obstruyendo mis venas. Amenaza de eclosión de mi órgano vital.
¿Cómo coño sabía ella lo de Yolanda?. Estaba claro que lo sabía, pero aunque yo era muy descuidado con mis cosas, era consciente de haberme asegurado que mi infidelidad estaría a salvo de sospechas. Faltó poco para que echara mano al zumo del altivo ser que se hospedaba a mi lado. Mis nervios me traicionaron en un principio, pero desde el pasotismo en el que me encontraba, reaccioné medianamente bien. ¿Qué coño me iba a reprochar ella?. ¿Podía acaso culparme de tener una aventura extramarital, cuando ella mísma había salido con el imbécil de Alberto y ahora me había llevado a casa un ligue?. No. No lo iba a permitir. Opté por admitirlo, ya averiguaría más tarde como lo supo ella. Pero, en ese instante, recobré el aliento y quise jugar yo también.
-No. Hoy no la he visto. Dije con cara de pocos amigos.
-Luc tiene una amiga, ¿Sabes, Teddy?.
-Eso está bien, chaval. La palmada que me dio en la pierna y la palabra “chaval” me mosquearon por igual.
-¡Anda que es tonto!-Exclamó ella haciendo una mueca acompañada de un meneo de cabeza-, se ha buscado una jovencita de 23 añitos.
-Cuanto más joven mejor, chaval. Esta vez no hubo golpe en la pierna, de haberlo habido…lo hubiera soportado de nuevo.
-¿Lleváis ya tiempo juntos, no?-Preguntó la bruja.
-Si, desde que mi mujer dejó de darme lo que necesitaba. Respondí.
-¡Ah!, ¿Pero estás casado, chaval?. Preguntó el culturista.
-Lo estuve. Ya estoy casi divorciado-El casi lo introduje para que Paulina se hiciera una idea de lo que se avecinaba-, las cosas se estropearon. Y cuando la relación no funciona, mejor abandonar antes que lesionar.
-¿Lesionar?. Preguntó Pauli extrañada ante mis últimas palabras.
-Se refiere a matarla-Dijo el cíclope a la vez que volvía a hacerse un lío con los dedos-. Te debe haber hecho mucho daño, chaval. Te noto resentido.
Me estaba cansando tanto “chaval”. La familiaridad que se había tomado era sustancial, pues aparte del golpecito en la rodilla, se había permitido, con ese último “chaval”, acompañarlo de otro en la espalda.
-No soy de esos. Aunque nunca se sabe. Retorcer el pescuezo de quien tanto daño te hace, aún a sabiendas, en cierto modo puede resultar gratificante. Sería…sería como una liberación…que daría paso a una condena. En la cárcel me pudriría. No merece la pena. Lo mejor es que se vaya con otro y yo la olvide. Tanto ella como yo sómos jóvenes, aún podemos rehacer nuestras vidas.
-Tú parece que ya la has rehecho. Dijo mi mujer.
-Más o menos. No lo tengo claro, pero…estoy en ello. Ella también tiene amigos…y es seguro que se los folla.
-¿Es que no tiene derecho?. Me preguntó ella.
-¡Por supuesto!, pero en ese caso debería habérmelo comunicado y ya estaríamos divorciados.
-Tal vez ella lo haya hecho por que tú te buscaste una jovencita…
-No lo creo. Siempre le fui fiel…hasta que dejó de acostarse conmigo. Yo tenía necesidades…y encontré otra persona. No la busqué, pero el destino me la puso delante…y me sacié-Ese “me sacié” me salió del alma. Con rabia, con agresividad-, y ya no me arrepiento de nada. La suerte está echada. Nos divorciaremos y cada uno por su lado.
-¿Y cómo van los trámites de tu divorcio, Luc?. Me preguntó ella con una cara de mala leche que avinagraba el ambiente.
-Bien. Muy bien. Contesté secamente.
-En fín, si es lo mejor para los dos…me alegro por ti, Luc-Me dijo a la vez que extendía los brazos hacia el Dios griego-. ¿Nos echamos un baile, Teddy?.
Evidentemente, el “ Schwarzenegger ” no se hizo esperar. Se puso en pies y, de dos zancadas, cruzó por delante de mí para abrazarse a mi mujer.
Como dos gilipollas iniciaron una danza absurda, donde las miradas, sonrisas y posturas, eran la clave. Afortunadamente, y ante mi indeferencia, aquello terminó en unos pocos minutos. Mientras, distraídamente ojeaba un periódico atrasado, observé como cuchicheaban. El cuchicheo se vistió de felicidad y, a ambos, se les quedó una sonrisa estúpida en la cara. Y a mi se me quedó media cara paralizada cuando escuche a Pauli.
-Luc, nos vámos un rato a la habitación.
Si, si, si. Ya sé lo que estarán pensando. Y yo…más. Pero no. Aguanté el tipo como un jabato. Con la lengua seca, vi como desaparecían camino de la habitación. Y como mi casa no es como la de Coronel, ya que es muy pequeña, les escuche hablar:
-¡Joder, nenita!. Has ocupado la habitación de matrimonio. Luc, ocupará otra, ¿No?.
-Si. El se acuesta en la contigua a la que ocupaba la estudiante que teníamos con nosotros.
La puerta de “mí”, o nuestra habitación, se cerró. Si hacía un rato había sentido como me golpeaban, como me subía la tensión, como explotaba…ahora sentía que me habían dinamitado y mis restos se esparcían por el salón. ¿Sería posible que ella se follara a ese tipo en nuestra cama?, ¿Conmigo en el piso?...alucinaba. Un halo de angustia me recorrió y me envolvió por entero. ¿Qué podía hacer yo?..., lo que hice. Nada.
Y bien que me alegro de no haber actuado, ya que cualquier acción por mi parte, hubiera jodido todo y ahora no estaría disfrutando de mi nueva vida.
Pasaron unos 15 minutos, durante los cuales yo me mantuve ocupado tratando de serenarme, hasta que salieron de la habitación de nuevo. El hijo de Júpiter la traía abrazada por la cintura. ¡Qué cara la de Pauli!. En la otra mano sostenía un teléfono móvil.
-Teddy se marcha. Dijo ella a la vez que se desprendía de ese cuerpo.
-Si, he de acudir a mi gimnasio con urgencia. Añadió él.
-¡Ah!, ¿Pero tienes un gimnasio?.Pregunté totalmente desnortado.
-¡Claro!-Y tendiéndome una tarjeta, añadió-, ve cuando quieras. Pauli lleva yendo 15 días. Allí la conocí, ¿Verdad, nenita?.
¿Pauli en un gimnasio?...Más sorpresas. El único ejercicio que yo la recordaba a Pauli en los dos últimos años, era la maniobra que hacía con el mando a distancia de la tele. Bueno, ese y elevar el brazo para tirar de la cadena del aseo. ¡Mira que tiraba veces de la cadena de la cisterna, joder!.
Se dieron un beso delante de mis narices, él la dio un azote en el culo y ella le acompañó hasta la puerta. Cuando regresó al salón no me dio tiempo a decir nada. Con los brazos en jarras y alterada a más no poder, traía ganas de guerra. Parecía el mismísimo diablo. Eso sí, vestida de puta.
-Tú y yo vamos a tener una conversación muy seria. ¿Qué coño es eso del divorcio, eh?, ¿Yolanda?, ¿Yolanda?...!Cómo te atreves!. ¿A quien coño vas a retorcer tú el pescuezo, cabrón?. ¡Te pongo los cuernos!, ya lo creo que te los pongo. Por eso el señor no me toca, tiene una jovencita que le saca el semen día tras día. Es guapa, si. ¡Pero es una cría, cabrón!. ¿No me lo pensabas contar, eh?, no me ha hecho falta, mira tú. Te he seguido, cabrón. He visto como la montabas en el coche y te la llevabas por…por…ahí…a cualquier hotel. Pero sé donde vive…y he hablado con ella, cabrón. Y me lo ha contado todo. Así que le has dicho que te has divorciado de tu mujer, cabrón. Pues te diré una cosa: Yo le he dicho que vives conmigo en un piso compartido, que si, que efectivamente te has divorciado de tu mujer y que compartimos un piso. ¿Y sabes más?...la he invitado a ésta casa. Y que sepas que va a venir. Y se va a quedar a dormir. Así que ya te puedes ir montando una historia…
Llegados aquí, los espumarajos amenazaban con salir por su boca mientras sufría un colapso. Yo la escuchaba, pero sólo atinaba a entender…”bla, bla, bla”. En Fa mayor, claro está.
-…una historia coherente. De lo contrario se te acabará el rollo con esa jovencita. Y te echaré a la puta calle. Como a un perro. ¡Cabrón!. ¡Cabronazo!. ¡Hijo de puta!. Era su remate antes de caer rendida en el sofá.
Me callé, no dije ni “pío” y, pasados unos segundos, me levanté a por agua. La cocina no quedaba muy lejos. En mi casa todo está cerca.
-¿Dónde vas, cabrón?. ¿Dónde te crees que vas?. ¡Me vas a escuchar!.
Giré con un gesto cómico sobre mis talones y me senté de nuevo. Lejos de ella. Pensé que la iba a dar algo. Su rostro estaba rojo de ira, sus venas hinchadas amenazando con reventar en cualquier instante. Pasados unos minutos se calmó. Siempre acababa calmándose. Afortunadamente. Y entonces fue cuando se rehizo y salió de nuevo a relucir la mujer con la que había convivido los dos últimos años en plena sequía sexual.
-Mira, afrontemos las cosas con calma.
-Yo estoy muy calmado. Me atreví a decir.
-¡Tú eres un cabrón!. Me espetó.
-Si. Pero empujado por ti…
-¿Por mí?, ¿Pero como te atreves?...
-¡Ahora te callas!, ahora hablo yo. Dije elevando el tono de voz. Cosa extraña.
-¡No puedes justificar nada!...
-Ni lo pretendo. Sólo quiero hacer un análisis de las cosas. Hace dos años que no tenemos contactos sexuales. He visto como te haces pajas, como te masturbas en la cama, e incluso aquí, en el salón, bajo la manta con la que te cubres cuando vemos la tele. Yo también me las hago. Soy un hombre y, al igual que tú, necesito sexo. Pero yo no lo he buscado. Yolanda, que no sé como coño te has atrevido a visitarla, se cruzó en mi vida en un momento en el que tú y yo no teníamos sexo. Si, ¿Qué pasa?, me he acostado con ella. Muchas veces. Mi linda mujer no quiere saber nada de mí…¿Acaso tú no te has acostado con Alberto?, ¿Y qué coño es eso de irse a mí habitación, a nuestra habitación, con el musculoso ese que has traído a casa?. ¿Te lo has follado?, porque tiempo has tenido. Un cuarto de hora con él a puerta cerrada. ¿Dónde te la metió?, ¿En nuestra cama?, ¿Apoyados en la pared?...!Golfa!.
-No me lo he follado-Aquello me sonó tranquilizador, aunque poco esperanzador…y si no, veréis…-, no me ha dado tiempo. Pero me lo iba a follar en nuestra cama. Quería que sintieras la incertidumbre de no saber que estaba pasando con Teddy en la habitación-Hizo una pausa y se encendió un cigarrillo y, mientras expulsaba el humo de la primera bocanada, me lo soltó-, Pero he follado con él.
No sabía qué hacer, ni qué decir. En realidad, poco me importaba que hubiera follado con ese titán, con Alberto, o con la madre que los parió a los dos. Yo follaba con Yolanda. Con eso me bastaba.
-Desde que nos casamos, sólo me he acostado una vez con otro hombre. Hace 12 días. En el gimnasio. Y lo hice porque tú te estás acostando con esa niñata. ¿Qué pensabas, que me iba a quedar atrás?. No, hijo. A mí también me apetece follar. Y ya que tú no lo haces…Teddy se encargará.
Era el colmo. Resulta que como yo no me la follaba, ella se había buscado otro. Y claro, luego estaba el despecho. ¿Y yo, qué?, ¿No importaba?. ¿No contaba para nada?.
-Mira, Luc. Voy a ser práctica. Y sincera. Me aburres. El sexo contigo es aburrido. Te subes encima de mí como un animal y me la metes sin cuidado, sin tiento. Vas a lo que vas. A follar, a correrte. Y a mí, que me den. Nunca te has preocupado de mis estados de ánimo, de mi predisposición, de mis deseos. No siempre ha sido así, al principio de casarnos, eras distínto. ¡Pero cuánta razón tiene mi madre cuando dice que la mujer compuesta quita al hombre de otra puerta!. Yolanda te ha quitado de mi escaparate. Pero por que tú has querido. Por que pasas de mí. ¿Qué me he negado a que me des por el culo?, si…¿Y qué?...no me gusta, pero eso no quiere decir que no lo pruebe. Tu y tus impaciencias. Hace casi dos años, yo tenía 29, se despertó en mí un interés por el sexo casi enfermizo. Pero tú no estabas. Tú sólo estabas para correrte. Yo quería juegos, quería que me ataras en la cama y que me llevaras al paraíso…quería que me chuparas…y un buen día me dije “esto es lo que hay”, sexo de baja calidad. Y sin saber porqué nos empezamos a distanciar. ¡Claro que me hago pajas!...imagino escenas, imagino que me atrapan una noche y dos desalmados me violan…que se corren en mi boca, que me parten en dos…imagino las cosas que no me has dado. Las cosas que, supongo, das a Yolanda.
Me partió el alma escucharla. ¿Cómo un hombre puede ser tan tonto?. Llevaba once años casado con ella. Acababa de confesarme una infidelidad. Había tirado por tierra nuestro sexo. Se masturbaba, al igual que yo, y ahora me recriminaba de tal forma que el culpable parecía yo. ¿Lo sería en realidad?. Algo me decía que sí.
-Después, hace unos meses, me enteré de lo de la niña esa. Sospechaba algo, las mujeres somos muy finas para esas cosas, y te seguí. Ví como la recogías en la puerta, de la que más tarde me enteré que era su casa. Y le eché valor. Una tarde remoloneé por su puerta hasta que la ví. Hablé con ella. Me presenté como tu compañera de piso. Ella no sabía nada. Me dijo que sabía que estabas en trámites de divorcio, pero que ignoraba que vivieras conmigo…y con una estudiante. Tiré de su lengua y me contó que tenía novio, pero nada serio. Ella, lo que verdaderamente quería, era un hombre más mayor. Un hombre que la enseñara el sexo. ¡Ya ves!, tú. ¡Qué ironía!, ¿No?. La dije que por favor no te comentara nada, pues no quería que te enfadaras y te largaras del piso. Yo sóla no podría con el alquiler. Tragó. Quedamos cuatro o cinco ves más, y…en ellas, Yolanda me contaba lo que hacías con ella, donde la llevabas, lo que la comprabas…!Hijo de puta!.
Si. Me habían pillado con el carrito del helado, que diría un excelente amigo mío. Estaba, me sentía, acorralado, desahuciado. Nuestro matrimonio, apenas once años después de su inauguración, estaba finiquitado. No es que me importara mucho, pero me dolía. Creo que en el fondo de mi ser aún esperaba que las cosas mejoraran, que las aguas se calmaran, que todo volviera a la normalidad, que ella no descubriera mi infidelidad para no poder echármelo en cara. Pero ella sabía todo, y se había acostado con el pétreo ese. Los dos, por una maldita carencia de comunicación, aunque yo lo intenté, pero se ve que mal, habíamos arruinado nuestro matrimonio. Era el final.
Podría terminar el relato aquí, con permiso de Coronel, pero no. Estábamos empatados. Y ella es ganadora…y con ello, me hizo ganador.
-Pero ya está todo olvidado. Ahora te diré lo que vámos a hacer…y si no estás dispuesto…esa puerta te espera-Dijo señalando la madera que nos separaba de la escalera del portal- Te largas y no vuelvas más. Teddy me dará lo que no supiste ofrecerme.
Era todo oídos. No pensaba hacer concesiones económicas. Lucharía por el piso. Quería quedarme en mi casa. Si, firmaría el divorcio de mutuo acuerdo, pero sin concesiones. Cuando empecé a escuchar sus palabras, creí haberme cagado en los pantalones.
-Dentro de un mes, Yolanda vendrá a esta casa. Tú la invitarás. Dirás que es mi cumpleaños. Yo invitaré a Teddy. Ellos no sabrán que somos marido y mujer. Seguiremos siendo compañeros de piso. Teddy ya conoce tu relación con Yolanda, y ella, la mía con Teddy. Yo se lo dije hace dos días. Celebraremos un gran, e inolvidable, cumpleaños. Y ahora presta atención: Teddy me follará delante de ti. Y como tu amiga tiene deseos de aprender cosas sobre el sexo, te las apañarás para que follemos los cuatro juntos. ¿No te importará prestársela a Teddy?...tiene una buena polla. Haremos intercambios. Entre los cuatro. Hasta que decidas desprenderte de Yolanda o yo de Teddy, y en ese caso, tendremos que buscar parejas o personas dispuestas a tener sexo con nosotros. No será difícil. A partir de ahora, el sexo en nuestro matrimonio, será vigilado por cada uno de nosotros dos. Ya no habrá más infidelidades. Dejaremos de aburrirnos…y ¿Quién sabe?...a lo mejor tienes suerte y eres el primero en desvirgar mi ano. No sé que opinarás, pero yo, una vez que me he acostado con Teddy, quiero más experiencias. Tal vez así recuperemos el deseo entre nosotros. El morbo que nos hace falta. ¿Qué me dices?...
Nada. No sabía que decir. Me dio un mes de plazo para pensarlo. Seguí viéndome con Yolanda y ella con Teddy. Todo normal dentro de lo que cabe. Ellas se habían llamado en tres ocasiones según me comentó Pauli y corroboró Yolanda. Se hicieron muy amigas. Teddy y yo no tuvimos la misma suerte. No era mi tipo. Pero, pese a eso, le recibí en nuestra casa en dos ocasiones durante ese mes. Seguía llamándome “chaval” y dándome golpecitos a las primeras de cambio. Y anudando sus dedos. Y yo seguía aguantando. El ganaba. Se iba a follar a mi mujer y a mi amante. Y llegó el día de la onomástica. Y aunque confieso que la relación entre Pauli y yo había mejorado, no habíamos hecho el amor ni una sóla vez. Nuestros escarceos se habían limitado a una masturbación uno frente al otro. Y nos pusimos a mil. Y encaramos su cumpleaños llenos de curiosidad. Ambos sabíamos que nuestro matrimonio estaba casi roto, pero…no hecho pedazos.
La clave, pese a todo, estaba en Yolanda. Si ella se negaba a tener sexo con Teddy…no avanzaríamos. Cuando la ví aparecer junto a Pauli en nuestra casa, tuve un amago de vómito. Traía una pequeña maleta de mano. Venía a pasar el fin de semana con nosotros. Sus pechos altivos destacaban sobre su cuerpo menudo. La minifalda que llevaba mostraba la indecencia más sublime y lujuriosa que podía imaginar. ¡Cómo me apetecía esa chica!. Comparada con Pauli, la diferencia era notoria. Siete años son siete años, allá, acá y donde sea. En seguida nos besamos ante la mirada complaciente de Pauli. El beso se interrumpió con el sonido que emitió mi mujer.
-Rosas.
-¿Qué?. Pregunté separando mis labios de los de esa chica inexperta.
-Las bragas que llevas, Yoli. Son rosas.
-¿Se me ven?. Preguntó ligeramente preocupada.
Si, se veían claramente. Al alzar sus brazos para rodear mi cuello y besarme, su falda sufrió el arrastre y dejó visibles sus bragas.
-Pero no te preocupes. Luc no se va a escandalizar y cuando venga Teddy, se las enseñas y listo.
-¿Que le enseñe qué…?
-El te enseñará otra cosa más aguda…
-¿Qué me va a enseñar?. Preguntó ella.
-Ya lo verás. Es una sorpresa.
Teddy llegó cuando le salió de los cojones. Después de una cena frugal, el chico de “Zumosol” bebió naranja, nosotros alcohol en pequeña cantidad. Yolanda estaba como en su casa, mejor, diría yo, Pauli, excitada, Teddy…eso era una roca que ni sentía ni padecía. Yo, simplemente estaba.
El “músculos desarrollados”, a petición de Paulina, y como regalo de cumpleaños, se plantó en el salón, en medio de una exhibición poco común, como Dios lo trajo al mundo. Nos hizo una demostración de cómo podría matar a un tipo como yo, sólo con la mirada. Yolanda estaba recostada sobre mi cuerpo y yo jugueteaba con un pico del cuello de su camisa. Pauli no nos prestaba mucha atención, ni a mí, ni a Yolanda. Sus ojos eran de Teddy. Y no me extraña, ver a ese tipo desnudo, en el centro del salón, elevando sus músculos, exhibiendo su fuerza, su arrogancia…estaba claro que él estaba en su salsa.
Y mientras yo miraba sus músculos y trataba de comparar con la porquería de los míos, ellas no quitaban ojo al cíclope que le colgaba entre las piernas. Yolanda parecía asustada ante el tamaño exhibido, Pauli, por el contrario, como ya lo había tenido dentro…se le hacía la boca agua.
Cuando Pauli invitó a Yolanda a que, conjuntamente con ella, tocara el cuerpo del Dios griego, mi pantalón me recordó que bajo su tela habitaba un ser sencillo pero eficaz. Y cuando las manos de mi mujer abrazaron con su mano el tronco lánguido de esa verga, a la vez que sus labios dibujaban una “O” exagerada, Yolanda se enfrentó a la realidad. Y cuando comenzó a masturbar desde la raíz hasta la cabeza ese largo y grueso pene, se descompuso. Y al final, cuando los deseos son más fuertes que la necesidad, Yolanda sucumbió tal cual lo había planeado Paulina.
-¿No quieres sentirlo en tus manos?-Preguntó con malicia a Yolanda-, Ven, tócasela. Siéntela…es grande, ¿Verdad?
Yolanda me miró. A mí no me tenía que pedir permiso. Ni a su novio. Ella era sólo mi coño. El coño donde yo aliviaba las tensiones que me había estado provocando Pauli con sus ausencias reiteradas. Aún así, la animé.
-Puede que no tengas una oportunidad como esta en tu vida. ¡Es escandalosa!.
-Ven, Yoli. Ven.
Yolanda se incorporó y, con el atrevimiento propio de la juventud, sopesó esa enorme verga cuando Pauli la liberó. Su pequeña mano sostuvo el hercúleo flácido aún y en su rostro, se dibujó el deseo.
Pauli, mientras Yolanda sostenía aquella serpiente, se quitó la camiseta, y sus pechos, poderosos, redondos, firmes, donde destacaban sus pezones inflamados, invadieron la estancia. Yolanda regresó a mi lado abandonando el cuerpo de su deseo.
-Luc, se está quitando la ropa. Me advirtió Yolanda al ver a Pauli despojarse de su camiseta.
-Lo veo, lo veo.
-Pero…
No había peros. Los pechos de mi mujer celebraban con alborozo su desnudez. Las pequeñas protuberancias se habían inflamado con sólo tocar la verga de aquél gigante. La falda no fue un obstáculo insalvable. Ya, sólo cubierta por esa pequeña tela transparente, tomó de la mano a Teddy y lo sacó del salón camino de nuestra habitación.
-Pero…pero…Yolanda tartamudeaba.
-Se van a follar. A la habitación. Dije mientras apagaba el cigarrillo que se había consumido.
-¿Con nosotros aquí?...sé que Pauli es muy liberal, pero…
-¡Es sexo, joder!-Dije cabreado ante la evidencia de que mi mujer se había ido con Teddy a nuestra habitación: A follar-, ¿Vámos a verles?.
-¡Estás loco!...oye…¿Tú no estarás liado con Pauli?. Me preguntó amenazadoramente.
-¿Por qué me preguntas semejante gilipollez?.
-No sé. No es muy normal que se haya desnudado delante de nosotros.
-¡Pues si es normal!. Es su cumpleaños. Yo ya la he visto los pechos alguna vez. Vivimos juntos y compartimos baño…
Rodeé a Yolanda por la cintura y la besé. Sus labios se apretaron contra los míos y nuestras lenguas corrieron al encuentro. Su maquinaria se había puesto en marcha con un solo beso.
-Oye, Yoli…¿Qué está haciendo tu novio hoy?. Pregunté dejando que mis pensamientos cobraran voz.
-Trabajar. Le he dicho que me iba a la casa de una amiga a pasar el finde…
-Y no le has mentido…
-Te confesaré una cosa, creo que le doy un poco igual. Nunca se enfada por nada…es raro, ¿No?.
-No tengo ni idea. Tal vez sea mejor así.
-¿Cómo va tu divorcio?. Pauli me ha dicho que va bien…
-El abogado es el que sabe de eso. Pero no pienses que me voy a casar contigo…
-¡Para nada!. Lo primero que yo no quiero y lo segundo es que si estoy contigo es por otras cosas.
Claro, sexo, visitas guiadas, regalos...pero necesitaba oírlo. Estaba furioso por lo que estaría ocurriendo en la habitación. Quería un motivo para arrastrar a esa niñata engreída hasta el abismo del sexo.
-¿Por qué estás con un tío que se está divorciando si tienes novio?. Pregunté.
-¿No lo sabes?-Me echó la mano a la entrepierna y palpó mi dureza-, porque follas bien. Y quiero aprender. Además, me llevas a sitios, me compras cosas…
Dicho y hecho. La tomé de la mano y la levanté de un solo tirón del sillón. No podía esperar más.
-¡Vámos a follar ahora mísmo!.
Cuando abrí la puerta de mi habitación, Teddy besaba apasionadamente a Paulina. Ella ya estaba desnuda al igual que él. Yolanda se sobrecogió y trató de salir al pasillo para no perturbar esa intimidad.
-¿Dónde crees que vas?. Pregunté mientras la sujetaba de la mano.
-¿Aquí?, ¿No pretenderás…?, vámos a tu habitación..
-Por nosotros no hay problema, ¿Verdad Teddy?, será una experiencia fabulosa. Dijo Paulina.
Yolanda tiraba de mi mano para huir, pero yo era más fuerte. Al final, conseguí entrar su cuerpo en esa habitación, en mi habitación, y de un puntapié cerré la puerta. La arrojé sobre la cama, cerca de los cuerpos de los otros. Mi camisa desapareció en un instante y mi pantalón cayó al suelo a ritmo vertiginoso. Cuando fui a bajarme los calzoncillos, me retraí unos segundos. No podía haber comparación entre ese elemento y yo. Al menos, Pauli, me había cambiado por algo más poderoso.
Con el pezón de Yolanda en mi boca, con mi mano entre su falda, gateando con mis dedos hacia su sexo, la mano de Pauli me acarició el culo. Levanté mi cabeza y me deshice del pezón de Yolanda. El ser engominado estaba entre las piernas de mi mujer lamiendo su sexo con un ronroneo muy explicativo de su misión. Pauli me sonrió y con los ojos me animó a seguir desnudando a Yolanda. Las bragas de la joven no fueron un obstáculo insalvable. De un tirón las rompí. Su sexo cálido fue objeto de mis atenciones. Si, estaba mojada. Muy mojada. Y eso me ponía a mil. Y me centré en ella hasta que un suspiro me hizo levantar la cabeza otra vez.
El Coloso estaba en llamas. Ardía mientras empujaba aquella exagerada verga dentro de mi mujer. Ella se partía en dos. Abrazaba con sus piernas los costados de esa mole. Mi tensión, ante lo que estaba viendo, se acumuló en mi pene. De un solo empujón me clavé en la cérvix de aquella aprendiz del sexo que mantenía bajo mi cuerpo. Ella me agarraba del pelo, extasiada, evadida, desvergonzada…
-Oye…Luc…Ufffffff…esto es…esto…es…Ay…ahhh…como una orgía..
-Es una orgía, querida. Paulina contestó por mí.
El titán sudaba. Sus músculos brillaban. Su empuje era constante, ¿Para qué iba a parar?. Cuando le ví sacar aquél pene descomunal del cuerpo de Pauli, me compadecí de ella, de todos los Gays del mundo…y de Yolanda. La rompería.
Volteó a Paulina y la puso boca abajo sobre la cama. Abrió sus piernas como quien rasga una tela fina. Su cuerpo hundió el de ella y su verga la atravesó de nuevo. Para entonces, yo había colocado a Yolanda sobre mi cuerpo y ella me cabalgaba con interés. Su clítoris se frotaba con ansia. Aún mantenía la falda liada en su cintura, y eso me daba más morbo. Giré la cabeza hacia los otros dos. Mísma postura, mísma frecuencia, mísmos suspiros. Pauli ladeó su cabeza y…nuestros labios se juntaron.
-¡Oyeeee!, tú estás liado con Pauli…Protestó Yolanda.
-Hoy estámos liados los cuatro, querida. Dijo Pauli.
-Que no, mujer. Decía yo mientras tanto.
-¿Hay algo que yo debería saber?. Preguntó Yolanda a la vez que se restregaba sobre mí.
-¿No quieres follar con Teddy?. Paulina siempre tan sutíl. Claro que yo ignoraba muchas cosas en ese instante.
-¿Yoooo?. Preguntó la chiquilla.
No hubo la respuesta deseada. Hubo otra respuesta. Una respuesta en forma de convulsión. Paulina se estremecía ante el orgasmo que la visitaba. La “roca” seguía empujando con el taladro y no parecía querer detenerse…ni correrse.
Ver a Paulina sufrir esas convulsiones, ese placer, hizo que de inmediato mi pene se tensara y expulsara cinco o seis salvas dentro del cuerpo de Yolanda. La miré mientras me corría, como implorando su perdón por haberla dejado a medias, como excusándome. Sus pezones desafiantes, sus rodillas clavadas en la cama, su cabeza vencida hacia atrás…sus nalgas acariciadas por mis manos…!Dios, que chiquilla!.
Cuando el titán se separó de Pauli y me desprendió de la joven Yolanda, supe que la iba a partir. Pauli rodó sobre la cama y como una gata ansiosa, se lanzó sobre mi cuerpo. Mi polla, mojada de los flujos de Yolanda y los míos propios, se escurrió dentro de mi mujer…tras mucho tiempo. Con sus manos apoyadas sobre mi pecho comenzó a cabalgarme. Nuestras miradas eran frías, nuestros deseos…, pues no lo sé, la verdad. Mientras trataba de analizar nuestra nueva situación, ya sin poder correrme, y casi sin sentir placer, pues acababa de eyacular en otro cuerpo, el grito desgarrador de Yolanda nos detuvo.
El culturista acababa de profundizar en la joven Yolanda. Dos lágrimas brotaron de sus ojos y rodaron por los extremos de su cara. Pauli me guiñó un ojo y vapuleó mi pene con energía. No me corrí, no podía, pero juro que algo en el interior de su vagina me mordió.
Los aullidos de Yolanda no presagiaban nada bueno, pero el titán sabía hacer las cosas. Consiguió que aquella chiquilla deseosa de aprender sexo, obtuviera dos orgasmos en una sóla penetración. Cuando terminaron, ella no podía cerrar sus piernas.
Aún mantuvimos otra sesión de sexo, dónde, y aunque parezca mentira, Yolanda exigió repetir en brazos de Teddy y mi querida mujer…también. Hubo algunos restos para mí, pero fueron efímeros. Pero aquella noche, de aquél fin de semana onomástico, comenzó una nueva vida para Pauli y para mí.
Hoy tras 10 años, yo tengo 42 y Paulina 41, han sido muchos cuerpos los que han pasado por nuestra cama. Hemos conocido muchas habitaciones de otras casas. Hemos disfrutado múltiples orgasmos con eyaculaciones espeluznantes. Y nos hemos montado muchas historias. Desde compañeros de piso, hemos pasado por hermanos, amigos, matrimonio la mayoría de las veces, vecinos, viudos…y un sin fin de estados que nos han permitido atraer a nuestros cuerpos otros cuerpos deseosos de experiencias. Hoy, al menos nos entendemos en la cama. Y nos queremos algo. Pero menos es nada.
Yolanda dejó al novio. Nos acompañó muchas veces en nuestros juegos. Nunca supo la verdad de nuestra situación sentimental. Un día, un joven apuesto, nos la robó y no la volvimos a ver. Tenía ya 26 años. Teddy, sigue en su gimnasio. Hace poco apareció en una revista para hombres…
Paulina se ha convertido en una auténtica loba sexual. Nuestra relación ha mejorado mucho. Follamos casi a diario. Los fines de semana, al menos dos al mes, disfrutamos con otros cuerpos, pero hemos recuperado una armonía y un deseo que ya teníamos perdido.
En esta historia, nadie perdió, pese a lo que diga Coronel. Seguro que me ve como un perdedor…, pero os puedo asegurar, que de no ser por aquella llamada, aquella tarde, mi vida hubiera transcurrido entre celos y masturbaciones. Y hubiera perdido a Paulina.
Y esto es todo, amigos. El sexo tiene muchas variantes, muchos caminos, muchas emociones, muchos sentimientos, pero a veces, la necedad, la terquedad…los silencios, nos embaucan por el sendero del riesgo. Claro, que según dicen, con buenos zapatos se anda el camino…y yo digo… que el que no folla de noche, jode de día.
Coronelwinston