Vidas privadas

Nunca descuides tu relación de pareja.

Vidas privadas.

Estoy sentado en la terraza de una cafetería. Hace un día ventoso y desapacible, muy típico de estas fechas. He salido a fumar, con la nueva ley anti-tabaco y este tiempo de perros creo que vamos a pasar un frío de cojones. Vi a una chica en una esquina encendiéndose un cigarrillo. Joder, me recordaba a Marta, quizás algo más joven y más bajita pero tenía gestos y muecas que me hacían pensar en ella. Seguimos viviendo juntos, siento algo cercano al amor, aunque reconozco que nuestra relación no es la misma de antes, no se percibe un compromiso más formal en el futuro inmediato, ella lo intuye, pero sigue luchando por nosotros con la fe de una juramentada. Se lo agradezco mucho, de verdad, pero algo en mi forma de ver las cosas ha cambiado.

Todo empezó una fría tarde de febrero, hace ahora ocho meses. Recuerdo que en Madrid estaba lloviendo a cántaros y los truenos retumbaban haciendo vibrar peligrosamente los enormes cristales de la lujosa sala de reunión. Mis acompañantes, impecablemente trajeados contrastaban bastante con mi atuendo más sport y desenfadado. Eran gente muy importante, apoderados de una multinacional dedicada a los juegos para consolas. Procedían con gestos satisfechos y aliviados a firmar los diferentes documentos de nuestro acuerdo final ante mi atenta mirada. Nuestros abogados ya habían ultimado todo el papeleo y solo quedaba pendiente este último requisito. Había conseguido por fin quizás el contrato de mi vida y lo digo con conocimiento de causa. Me había costado sangre, sudor y como más tarde comprobé también, muchas lágrimas llegar hasta aquí. Estaba exultante y me sentía el tío más afortunado de la Tierra. Tras años de penurias, de trabajos muy por debajo de mi nivel y conocimientos, robando tiempo al descanso, a mi mujer y a mi vida social en general, conseguí crear un motor gráfico que permitía aumentar un cincuenta por ciento la velocidad de los videos ejecutados en una pantalla. Por fin, mi carrera informática y mis estudios post-grado me daban resultados y lo hacían concediéndome un premio gordo. La transferencia de fondos fue confirmada de forma inmediata. Vi a mis abogados con los ojos brillantes, supongo que la comisión que se pensaban llevar los tenía muy satisfechos. Tuve que abrir una cuenta en la entidad bancaria con la que esa compañía trabajaba, querían evitarse gastos extras al pagarme el primer plazo de mis condiciones. Debían abonarme la friolera de dos millones de Euros en cuatro plazos y las correspondientes comisiones por unidad vendida que incrementarían en casi otros dos millones los beneficios de mi reciente patente. A cambio de ese dineral, me comprometía en mejorar y adaptar mi software a las necesidades de los nuevos lanzamientos previstos para la próxima temporada y a trabajar en exclusiva para dicha compañía los siguientes cinco años con unas condiciones y comodidades que solo pueden darte ese tipo de empresas gracias a la pasta que llegan a manejar.

Me sentía tan feliz y exultante como aquellos chavales de California que en los setenta pasaron de ir en bicicleta y experimentar en garajes prestados a conducir potentes deportivos y vivir en lujosas mansiones gracias a sus chips semiconductores y el correspondiente software en la incipiente industria de Silicon Valley.

Después del apretón de manos ritual y el brindis obligado con una copa de champán, me despedí de ellos y marqué el número de Marta para saber si ya había llegado a casa. Escuché como se conectaba directamente su contestador. Me irrité, una vez más, su teléfono seguía apagado. Le había dicho que tenía que ir a Madrid para gestionar una serie de temas relacionados con mi trabajo, mi vuelta estaba prevista para mañana por la tarde, reconozco que me fui sin comentarle en ningún momento que quizás estaba a punto de conseguir todo por lo que tanto había luchado durante años. Hacía tiempo que no confiaba de mi pareja. Marta había cambiado mucho desde hacía una temporada y yo cada vez estaba más convencido de que había perdido interés por mi persona...vamos que me estaba engañando. Tenía algunos indicios, su forma de comportarse en general me tenía mosca, ya no era tan atenta y complaciente como antes, mi sexto sentido me decía que había algo que no encajaba del todo, notaba como ella fingía conmigo, sus reacciones las encontraba forzadas, no le salían de forma natural, antes era espontánea, pero ahora destacaba más a mis ojos por ser una buena actriz, al menos conmigo. O tenía una aventura y se sentía culpable o quizás ya había cambiado mentalmente de pareja pero aun se resistía a dar el paso final. Discutíamos mucho, es más me daba la sensación de que esas discusiones las provocaba ella para quizás sumar un motivo más a su intención futura o quizás no tan futura de dejarme plantado.

Marta de forma discreta y espaciada al principio, pero más descaradamente a medida que pasaban los meses había vuelto a salir con dos amigas de su antigua pandilla de soltera, las cuales ella misma había criticado en infinidad de veces diciéndome que eran unas golfas y unas salidas de madre. Ambas estaban separadas hacía tiempo de sus antiguas parejas y se dedicaban a disfrutar sin límites de su nueva soltería, lo cual por otro lado me parecía bastante lógico, no obstante, no opinaba lo mismo de la actitud de mi novia. Yo contemplaba con perplejidad como había cambiado de opinión sobre sus recuperadas y según ella pendonas amigas. Se lo hice notar una noche y su reacción fue sentirse dolida por mi inoportuno comentario, me quiso convencer a toda costa de que ahora eran moderadas y que nunca ligaban si ella estaba en su compañía, que lo habían acordado así para evitar malos entendidos, especialmente conmigo. Supongo que mi escéptica expresión me debió traicionar, se puso realmente furiosa y se encerró en el lavabo, siempre se recluía allí cuando estaba cabreada. Más tarde descubriría que a las amiguitas las usaba de coartada para sus escapadas secretas. Ella misma me lo confesó cuando todo estalló y se sinceró conmigo para intentar pasar página. Sus amigas le cubrían las espaldas mientras mi novia me adornaba la frente sin demasiados escrúpulos.

Volví al hotel para recoger la maleta y salí pitando hacia el aeropuerto. Me estaba adelantando un día sobre la salida prevista pero la firma se había concretado sin prácticamente incidencia alguna remarcable. Llegué a Barcelona a las nueve de la noche. Estaba reventado, la tensión del día, el coñazo del avión y las constantes llamadas infructuosas que había realizado durante todas esas horas a mi novia sin obtener respuesta me tenían de los nervios. Un taxi me dejó en la puerta de mi bloque de apartamentos. Vi que el piso estaba con las luces apagadas. Marta estaba ausente o se había metido muy temprano en la cama.

El apartamento estaba vacío, por el gélido ambiente reinante supuse que llevaba muchas horas con la calefacción apagada. No entendía nada. Joder...no podía localizarla y su móvil llevaba apagado todo el día. Me serví una cerveza en la cocina. Estaba empezando a intranquilizarme de verdad. Pensé en llamar a su hermana a ver si sabía algo de ella. ¿Un accidente?, me entró frío de solo pensarlo. Di un respingo cuando sonó mi móvil. Era Marta.

  • ¿Ramón? Hola cariño. Perdona, ya se lo que me vas a decir... he visto las perdidas tuyas que tengo, lo siento de verdad. – La noté algo contenta, como si llevara unas copas de más encima.

  • Ya te vale Marta. ¿Que coño sucede?, no he podido contactar contigo en todo el día, te he llamado cuarenta veces. ¿Que es lo que te ha pasado?

  • No seas tan borde nene, ya te he dicho que lo siento mucho. Me he quedado sin batería y ni me he enterado, tampoco he tenido la necesidad de llamar a nadie y ahora me acabo de dar cuenta de que estaba el móvil apagado y lo he puesto a cargar. Estoy liada con la limpieza general de la casa para que mañana salgamos a cenar cuando vuelvas. ¿Te recojo en el aeropuerto y nos vamos de marcha?. ¿Te gusta la idea?.

Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. ¿Me acababa de decir que estaba en casa?- No me lo podía creer.....no entendía nada de lo que estaba pasando.

  • Marta ¿estás en casa cariño? – Se lo pregunté haciendo un esfuerzo por no alterar más mi temblorosa voz.

  • Claro ¿por? No te acabo de decir que estoy de limpieza, no se porque me lo preguntas... – La noté algo molesta, como si mi incómoda duda la obligara a mentirme de nuevo, me estaban temblando las manos de pura rabia, notaba como un calor abrasador subía por mi cuerpo, joder...me estaba tomando el pelo con todo el descaro del mundo.

  • Nada mujer, no te enfades, te noto un poco alterada y no entiendo el motivo, solo es para que mires si encima de la mesa del estudio hay un sobre de color verde, pensaba que me lo había traído a Madrid y al no encontrarlo en mi maletín tengo miedo de haberlo extraviado, hay algunos datos importantes. – Mentí para darme tiempo a asimilar todo lo que me estaba pasando.

  • Cariño, no lo veo pero igual lo tienes bajo alguna montaña de papeles de esos tuyos. Mejor lo buscas tú que sabes como tienes tus cosas. Bueno, ¿cuando regresas? Tengo ganas de verte.- Coño pensé, que bien mentía la condenada. Yo la escuchaba mientras mis manos jugaban inconscientemente con el cargador del celular de mi pareja. ¡!!Si estaba hablando con ella sentado en mi propio escritorio!!. Que conversación más absurda, pero muy esclarecedora.

  • Marta si te he estado llamando todo el día ha sido para decirte que había cambio de planes y que volvía hoy mismo, de hecho estoy ahora mismo en la salida del aeropuerto a punto de coger un taxi, no hace falta que vengas a buscarme. ¿Que sorpresa verdad cariño? -Mi última exclamación sonó casi agresiva.

  • Cla...ro, claro nene, vaya una sorpresa... te habría recogido yo lástima, bueno...me sabe mal lo que ha pasado, en fin, que ganas tengo de verte yo también. Venga que te espero en casita. Un beso tigre.-

Se despidió demasiado apresuradamente. Me quedó claro que ella se encontraba en estos momentos a menos de tres cuartos de hora del apartamento, tiempo habitual del aeropuerto a mi casa. Acababa de hacer saltar la trampa y mi gata mentirosa se iba a pillar de patas en ella. Me levanté apresuradamente, limpié el vaso, me guardé la lata vacía en el bolsillo de la cazadora y recogí mi equipaje, la farsa debía representarse hasta sus últimas consecuencias, por dolorosas que estas fueran para mi, debía saber que estaba pasando en mi relación y no tenía previsto montar una escena hasta saber más de todo este asunto. Mi alegría y buen humor por el éxito en estos momentos había desaparecido totalmente, está claro que Marta me interesaba más de lo que yo mismo estaba dispuesto a reconocer. Salí de mi edifico y me senté en una cafetería desde la que se puede controlar la entrada del portal y parte de la misma calle.

A los veinte minutos vi llegar el coche de mi novia, entró en la calle a la velocidad de un piloto de rally en pleno tramo cronometrado. Marta aparcó unos metros antes frenando algo aparatosamente y se dirigió a toda prisa hacia nuestro edificio, iba vestida con una minifalda bastante extremada que en mi vida le había visto llevar antes, medias, botas altas e iba abrigada con una cazadora de cuero negro con cuello peludo, bastante maquillada y algo tambaleante, como si hubiese bebido más de la cuenta... Reconozco que estaba realmente sexy, noté mi entrepierna muy alborotada. Ella es alta, sobre el metro setenta y seis, un trasero bien puesto, piernas bonitas y trabajadas, es aficionada a sufrir las torturas en los gimnasios. De tetas regular, bonitas pero no muy grandes, aunque con unos pezones puntiagudos y duros como piedras. Una melena rubia-castaña que le llega a media espalda y ojos color ámbar enmarcados en una cara noble y picarona.

¿Y ahora que? Me pregunté angustiado. ¿Subo y le monto una escena? De que serviría, si ella me estaba traicionando, nada iba a cambiar, su infidelidad demostraba que me había perdido el respeto y que la relación estaba muerta, pero... y si me precipitaba... igual volvía de tomar una copa con las amigas y se quedó sin batería. Aun así ¿por que me ha mentido diciéndome que estaba en casa? Pensé que debía saber que pasaba en nuestra vida común antes de cometer alguna tontería.

Esperé media hora y entré en mi domicilio. Mi andar era bastante cansino, una invisible fuerza me empujaba en dirección contraria como un poderoso viento de miedo. Hice tripas corazón e intenté como un mal actor en mantener una actitud normal frente a ella.

-¡Hola! ¿Marta? Por fin he llegado. - Dejé el equipaje y me dirigí al salón. El apartamento olía mucho a ambientador y la calefacción funcionaba a pleno rendimiento. Ella apareció de repente, vestía un albornoz de baño y llevaba anudada una toalla a la cabeza. Saltó sobre mi con entusiasmo y se me abrazó efusiva. Me empezó a comer a besos mientras me hacía cosquillas y me sobaba con descaro el paquete. Se había lavado los dientes, pero su aliento aun tenía trazas de claras de alcohol. Me quedé algo perplejo, últimamente su comportamiento dejaba mucho que desear y esa efusividad repentina conmigo me tenía aun más mosqueado. Quizás era fruto de haber bebido unas copas de más, Marta bajaba bastante la guardia cuando tomaba demasiado. O quizás...me estaba compensado por sentirse culpable....ves a saber.

  • Ramón venga, date prisa, dúchate que nos vamos de cena. Que ganas tenía que volvieras. Venga...corre que he reservado una mesa en el puerto.
  • Me empezó a quitar la americana y me desvestí para meterme en la ducha. Al llegar a la puerta del baño vi que Marta se estaba colocando un diminuto conjunto morado de tanga y sostén. Estaba realmente divina. No se dio cuenta de que la estaba observando por el espejo del lavabo, me dio la sensación de que se cambiaba con premura como si tuviera prisa en taparse, observé que en su nalga derecha había cuatro pequeños morados redondeados que por la distancia entre si parecían que se los había hecho los dedos de una mano. También para mi consternación sus nalgas estaban bastante enrojecidas, como si le hubieran cacheteado bien el pandero. Totalmente fuera de mí me agarré con fuerza al lavamanos apretando los ojos para no llorar. Así me encontró ella.

-¿Ramón, estás malo? Tienes la cara pálida y estás muy sofocado. ¿Cariño te encuentras bien?, si quieres dejamos la cena para otro día. – Me miraba con cara preocupada. Ya tenía puesta la falda y la prenda le tapaba las evidentes marcas de la fiesta que se había pegado mientras yo estaba currando en Madrid.

  • Tranquila cariño, es que he hecho un mal gesto y me ha dado un calambre... no veas como me duele. Pero en un momento se me pasará. Termina de vestirte que nos vamos de cena, venga, ponte bien guapa. – Me escabullí de su escrutinio como mejor pude. Si realmente quería saber que estaba pasando debería interpretar mi papel como ella interpretaba el suyo. Además tenía tiempo y dinero para averiguarlo, hasta el próximo mes no me incorporaría a los desarrollos de los nuevos juegos. Pero algo si tenía muy claro, si me estaba engañando...mejor no pensarlo.

La cena fue amena, estaba muy habladora y me relató lo que según ella había hecho durante los días que yo había estado fuera. Demasiados detalles, demasiadas anécdotas, demasiada simpatía. La conocía más de lo que ella misma se imaginaba y era consciente de que me estaba compensado a su manera, me convencí de hacía algo que le remordía la conciencia y me trataba de contentar con más cariño. Yo procuré seguirle el rollo lo mejor posible.

  • Marta quiero que sepas que últimamente he estado muy liado con mi proyecto y quizás te he tenido algo abandonada, quiero decirte con esto que a partir de ahora las cosas van a cambiar a mejor y pienso dedicarme más a nosotros.- La observé con atención. Su reacción me podía proporcionar alguna pista valiosa.

  • ¿Como ha ido la reunión Ramón? ¿Crees que hay posibilidades reales de que cuenten con tus aplicaciones para sus juegos?- No me contestó nada sobre mi comentario...joder y no solo eso, sino que el tema económico me lo preguntaba con una reprimida ansia a penas contenida. Supongo que confiaba en que nuestra situación financiera cambiaría a mejor y quería saber que terreno estaba pisando. Me ganaba la vida como programador libre colaborando con varias entidades bancarias desde hacía unos años. Le dije una media verdad.

  • Mira... no lo se con certeza, pero tengo posibilidades. Lo están estudiando pero también lo hacen con otras aplicaciones que han presentado unos grupos de programadores y aun no han tomado una decisión definitiva. Digamos que tengo un veinticinco por ciento a mi favor. – Se lo dije observando sus reacciones. Su cara reflejó por un instante un gesto de hastío como si estuviera hasta el moño de mis historias informáticas. Cambió de tema y terminada la cena volvimos a casa. Su entusiasmo había dado paso a un cierto cansancio cuando le informé de mis gestiones en la capital. Volvimos en silencio, entré unos minutos en mi despacho para ver si había alguna novedad en mi correo, contesté un par que eran urgentes y cuando a los veinte minutos me acosté, Marta dormía o se hacía la dormida. Bueno...estaba claro que no necesitaba rabo....supuse que ya venía bien follada. No se como lo hice, pero conseguí contener los impulsos de zarandearla y exigirle una explicación por su actitud pero me contuve. Seguro que si la despierto...colabora, pero en esos instantes tenía la sensación tenerme que conformar con las sobras que otro había dejado.

A las tres de la mañana me levanté. Llevaba metido en la cama desde la media noche y aun seguía despierto. Marta dormía a pierna suelta. Las copas y ves a saber que esfuerzos de alcoba la habían dejado totalmente rendida. La casa estaba limpia pero el olor que queda en el ambiente cuando se usan productos de limpieza no era capaz de apreciarlo, solo restos del ambientador. Pasé con cuidado un dedo por las superficies del comedor, una muy ligera capa de polvo lo ensució. Mira que dormirse con su deseado y ausente novio recién llegado de viaje. Me reí con tristeza pensado que excusa me iba a dar mañana para justificar su extraño comportamiento. Me dirigí hasta el cuarto de la lavadora. Recogí toda la ropa que le había visto vestir cuando llegó esa noche. Me senté en mi despacho y encendí la luz de sobremesa. Su minifalda presentaba varias pequeñas manchas que por su color y olor eran sin duda de vino tinto. Las bragas no aparecieron. Después, cuando miré en el tendedero interior de la cocina, vi un tanga minúsculo colgado acompañado de un panty oscuro. Estaban solos, sin ninguna prenda más secándose a su alrededor. Los toqué, estaban mojados. Los había lavado...supongo que lo hizo cuando se duchó antes de salir de cena conmigo. Mal asunto...una mujer lava con urgencia su ropa interior si la ha machando de sangre o de otras sustancias más comprometedoras.....sobre todo si tiene pareja conviviendo y resulta que viene manchada de haber estado con otro.

Fui al comedor y cogí su celular, nunca antes había hecho una cosa así, pero me justifiqué a mi mismo, si mi pareja me estaba traicionando no pensaba vivir ni un segundo más a su lado, su privacidad no era un asunto tabú para mi en estas condiciones. A lo mejor soy chapado a la antigua pero en mis años de convivencia con ella siempre la he respetado, de hecho me he sentido un hombre afortunado de vivir con mi atractiva y caliente Marta, a pesar de que todos nosotros, en ocasiones recibimos y transmitimos señales que nos ponen a veces en situaciones comprometedoras, yo he procurado ser coherente.

Miré sus mensajes. Nada fuera de lo normal. Muchos, suyos a sus amigas y viceversa, pero sin revelar nada sospechoso. Hice un curioso descubrimiento, mirando en su blackberry dentro del registro de llamadas vi que había un móvil con mucho tráfico, solo aparecía el número, ella no había introducido a drede el nombre para no poder identificar al usuario. Estaba bastante claro lo que hacía mi chica, borraba los mensajes que recibía o enviaba a ese número, pero se le olvidada borrar el archivo de llamadas.

Cogí mi cable de datos y conecté su celular a mi computadora, los dos teníamos el mismo modelo. Cuando en una memoria se borran archivos, estos permanecen descabezados hasta que el espacio que ocupan se vuelve a llenar de nuevos archivos que rescriben los antiguos registros. Con conocimientos medios de usuario informático y una utilidad que se baja con facilidad de Internet puedes leer las cadenas de archivos borrados en la carpeta de correo, recuperando su totalidad, salvo que ya estén ocupados por un archivo nuevo en su lugar. No era este el caso, algunos habrían desaparecido pero gracias a la capacidad de memoria del dispositivo, seguramente aun encontraría muchos mensajes eliminados recientemente.

A las seis de la mañana me levanté totalmente baldado. El frío se me había pegado al cuerpo y también al corazón. Había podido recuperar una buena colección de mensajes de lo más tórrido entre mi pareja y un tal Juan. Bueno...al menos ya sabía o creía saber quién se metía entre sus piernas. Hice unas copias en la impresora.

Juan, vaya...vaya, Marta se estaba acostando con un compañero de su trabajo. Si lo que había leído no me confundía, este tío estaba casado con una morenita muy atractiva, de estatura media y bonito cuerpo. ¿Leonor quizás? Creo que se llamaba así, recuerdo que llevaba unas gafitas muy extremadas que le quedaban de fábula en su redonda carita. Me los presentó mi novia una noche en un bar musical del puerto olímpico. El tal Juan era el jefe de su departamento en la Fundación donde ambos trabajaban. La señora del fulano por aquellas fechas me había comentado que vivían a unas diez manzanas de nosotros, tenían una hija pequeña. Hice memoria, recordé incluso la calle, hice aun más memoria y mi mente se llenó con la imagen del pedazo de tetas que se gastaba la tal Leonor. Estaba bastante buena, pero por lo visto no lo suficiente para contener las ansias del salido de su marido.

Dejé la ropa y el móvil en su sitio. Miré en los compartimentos del bolso. En una pequeña cremallera encontré tres preservativos. ¿Preservativos? Marta tomaba la píldora desde hacía años, ¿se los hacía poner al fulano cuando se la follaba? No creo, lo que había visto en la inspección de su ropa me demostraba todo lo contrario. ¿Se acostaba quizás con más de uno? Vete a saber, en esos momento me imaginaba lo peor de lo peor. Había una llave de cerradura moderna unida a un llavero de plástico. La observé con detenimiento y la comparé con las que tenemos ambos. No era de nuestra casa ni se correspondía con ninguna conocida. ¿De su despacho?, lo dudaba mucho, funcionan con tarjetas magnéticas, no usaban llaves metálicas, esta en concreto, llevaba el logo de una marca especializada en puertas de entrada. ¿Será la llave del picadero?. Hice algo arriesgado, lo reconozco, me la quedé para hacer rápidamente una copia y devolverla con urgencia a su escondite. Me fui a primera hora a buscar el desayuno y paré para hacer un duplicado de esa llave en un centro comercial. Quizás era una estupidez, pero tenía una corazonada.

Estaba en la cocina preparando el café cuando me abrazó y empezó a sobarme el paquete buscando con muchas prisas el cierre de la cremallera.

  • Buenos días cariño, perdona por lo de ayer. No estaba yo en mi mejor momento, lo siento. Mira...el trabajo me tiene un poco colapsada y a veces descuido lo más importante que tengo, ven, podemos desayunar después, ¿no te apetece un baño? Va....lo voy preparando, no tardes. – Se marchó contorneando su culito como si fuera una brasileña, la irritación había desaparecido de sus nalgas, pero los morados se podían apreciar bastante bien. No quise hacerme más el sueco, estaba claro que ella no se había percatado aun de esa señal en sus carnes. Menuda cara se le iba a poner cuando yo se lo hiciera notar.

  • Cariño ¿que tienes en el culo? Tiene toda la pinta de que alguien te lo ha apretado con demasiado entusiasmo...al menos eso es lo que parece, no es que quiera pensar mal, pero.... – Dejé la frase en el aire mientras mi fría mirada la hacía encogerse y mi dedo acusador señalaba hacia la supuesta prueba del delito.

  • ¿Que? No te entiendo lo que me quieres insinuar...- Se giró y puso su trasero ante el espejo de la habitación. Su cara se puso pálida para luego enrojecer como un tomate canario. Me miró enfurecida y salió del dormitorio dando un portazo. Joder...encima se hacía la ofendida, no hay quien las entienda, seguramente en estos momentos mi frente estaba adornada con un buen par de cuernos y la presunta causante de esa afrenta se mostraba indignada por mi comentario. La sentí despotricar encerrada en el baño, supongo que se estaba devanando los sesos como una campeona buscando una respuesta coherente ante mi comprometedora pregunta...

Escuché como trasteaba dentro y aproveché para dejar la llave en el compartimiento de su bolso, junto a los condones. Volví al dormitorio y me tumbé en la cama. Minutos más tarde apareció de muevo. Solo llevaba puesto un tanga de color negro. Sus pechos se bamboleaban indolentes ante mis ojos. Su cara era una mezcla de excitación con una mirada algo temerosa de mis reacciones.

  • Me has ofendido Ramón, mira que insinuar que esas marcas pueden ser de una mano...supongo que de otro hombre por la cara que has puesto, sabes, tu tienes mucha imaginación, pero a veces te pasas...¿me estás insinuando que te engaño?- Si no es por el cabreo monumental que estaba intentando reprimir, me habría descojonado de risa ante su hipocresía.

  • Marta, no quiero que te escudes en un enfado que para mi es totalmente desmesurado, creo que exageras las cosas para no responder a mi pregunta, pero si te he de ser sincero, esos morados son más que sospechosos, tanto por el sitio donde están como por la forma que tienen....pero no quiero acusarte de nada, solo te lo comento para que me expliques su origen, nada más...espero tu explicación – mi expresión era seria. No es tonta la moza y supo que en ese momento me tenía que contestar algo que me tranquilizara o mi mente empezaría a buscar respuestas por si sola, posibilidad que supongo no le convenía en absoluto.

  • Mira guapo, solo se me ocurre que debió ser ayer por la mañana, se me enganchó un tacón en una rejilla y me caí en la oficina. Quizás me di con algo, no tengo ni idea pero no me pasó nada, ni recuerdo que me hiciera daño, salvo en mi orgullo. En fin...no me acuses de cosas absurdas..anda déjame que te de el recibimiento que te mereces. Te tengo que compensar lo de anoche.-

Se tumbó encima de mí, su aliento cálido me golpeó como una brisa tibia en la cara. Me excité como un toro, se frotaba con fuerza contra mí cuerpo mientras me besaba con furia. Me pasaba las tetas por la cara frotándosela contra sus duros pezones. Me aferré como un niño y chupé como si quisiera dejarlos secos, los tiene tan sensibles que se le va la olla si los acaricias a conciencia. En uno de sus vaivenes se apartó el hilo del tanga y se colocó de manera que mi polla se fuera introduciendo en su caliente y mojada raja. Cuando se empaló totalmente, su cara se deformó en un rictus de placer. Me cabalgó con una velocidad tan endiablada que tuve que pensar en mi anciana casera, señora respetable pero poco agraciada y arrugada como pocas consiguiendo así bajarme del tobogán del orgasmo y no correrme como un primerizo. Nos fundimos en un abrazo húmedo mientras las convulsiones nos invadían. Se quedó tumbada encima, nuestras respiraciones agitadas se fueron restableciendo poco a poco con el paso de los minutos. La miré y sus ojos llorosos me devolvieron una mirada de pérdida total. Me asusté al ver su expresión.

  • ¿Por que estás llorando cariño? ¿Pasa algo?.

  • No...no pasa nada, solo que te quiero mucho, te he echado de menos y me he puesto sentimental, ya ves...que tonta soy – Su expresión era más de pena que de añoranza. Creo que en ese justo instante estuvo tentada de decirme algo, de sincerarse, pero en el último momento vi que cambió de opinión. Se recostó en posición fetal y dándome la espalda se tapó con el nórdico. – Tengo sueño...anda, déjame dormir un rato más.-

  • Duerme, es temprano aun....venga, en una hora te llamo para el desayuno. -La dejé en nuestra habitación y me tomé un café mientras meditaba que iba a hacer, joder, estaba totalmente derrotado. Decidí que prolongar la incertidumbre solo jugaba en contra de mi salud mental. Sabía que la próxima semana ella no iba ir a trabajar ni el lunes ni el martes. Su oficina tenía que ser revisada por una empresa que controla plagas, fumiga los espacios comunes y tenían prohibido el acceso hasta el miércoles debido a los productos que usaban. De hecho yo le había planteado hacer una escapada romántica que ella declinó por haberse comprometido a visitar a su madre para ayudarla con las tareas de la casa. La mujer estaba delicada por una fortuita caída sufrida en una helada calle de su domicilio situado en un pueblecito del interior distante a unos cuarenta Km. de la ciudad. De hecho, la noche del lunes había previsto pasarla en el pueblo junto a sus padres.

Decidí tirar la caña a ver si picaba. Sentados desayunando le expuse mi idea. – Marta, he pensado que aprovechando que tienes que estar con tu madre, el viaje que tenía previsto para presentar mi aplicación a la otra desarrolladora de juegos lo podría tener listo para este mismo lunes, así me evitaría tenerte que dejar sola de nuevo esta semana. Volvería el martes, total, se lo tienen que estudiar y no creo que me respondan antes de quince o veinte días y así si te parece me podrías recoger y luego mientras cenamos te explico como ha ido la reunión.- Su cara se iluminó y comprobé que le iba de perlas mi repentina propuesta. ¿Le gustaba mi interés en pasar más tiempo con ella o la pasión que estaba disfrutando a escondidas le concedía una nueva oportunidad de verse con su amante estando yo ausente?

  • Me parece estupenda la idea. Así no me dejarás sola y podremos escaparnos a la nieve durante el fin de semana. ¿Te apetece cariño?. – Puso su cara más encantadora y se recostó en el sofá devorando una manzana. La vi muy animada de repente y eso me intranquilizó aun más.

Hice teatro mientras fingía llamar a esa gente. No fingí cuando aprovechando su ausencia, contraté un coche de alquiler en los servicios del aeropuerto.

El lunes, sobre las siete de la mañana Marta me dejó frente al módulo de embarque. Nos despedimos con un fuerte beso y su promesa de estar atenta a mis llamadas. Crucé la sala de facturación y me dirigí a la zona destinada a los vehículos de alquiler. Dejé mi maleta en el portaequipajes y conduje hasta el pueblo de los padres de mi novia. Aparqué en la explanada de un restaurante donde dominaba todos los accesos al domicilio paterno y me armé de paciencia.

Vaya día más aburrido, no se cuantas revistas y periódicos pasaron esas horas por mis manos, el quiosco cercano estaba haciendo el agosto conmigo. Seguro que el masajista se iba a tener que emplear a fondo, tenía el cuerpo agarrotado. Luego...por la noche la cosa se aceleró de repente. Marta permaneció en la casa materna horas y horas. Salió varias veces, una de ellas volvió cargada con bolsas del supermercado. Era una buena hija, ahora solo faltaba averiguar porque no era tan buena como pareja. Sobre las diez de la noche la llamé. Descolgó al primer timbre.

  • Hola cariño ¿Como está tu madre?

  • Un poco gruñona y impertinente, pero eso es buena señal. Ya sabes el genio que tiene...bueno, ¿Como van las cosas por la capital? ¿Tienes buenas noticias?

  • Espero que si....aun es precipitado, pero tengo fe en que alguien me compre mi trabajo. Si no...es mejor dedicarse a otra cosa. Veremos que pasa....¿ ya has cenado?.

  • No, sabes....te iba a llamar yo, hoy me ha visitado Mónica en casa de mis padres, ya sabes, la pobre ha vuelto a pelearse con su ex por culpa de la pensión de los niños. He quedado en cenar con ella y supongo que luego tendré que hacer de hombro comprensivo mientras se desfoga explicándome sus desgracias.-

  • Vaya, bueno, supongo que para eso están las amigas ¿no?, yo me tomaré un bocadillo en el hotel y me acostaré. Mañana me van a presentar a uno de los socios directivos y tengo un desayuno de trabajo a las ocho de la mañana en sus oficinas. Sobre el medio día te llamo confirmándote mi llegada.-

  • Un beso...te quiero.-

  • Yo...también. – Colgué, Mónica era una de sus amigas separadas, yo la conocía y no había estado allí en todo el día. Vamos....de eso estaba seguro. Había dicho que la visitó en casa de sus padres...otra mentira más. A los diez minutos Marta salió del portal y se subió a su coche. Manteniendo una distancia prudencial la seguí durante todo el trayecto de vuelta. No tuve que esforzarme en adivinar su destino. Ella estaba dirigiéndose directamente hacia nuestro domicilio. Aparcó y subió al apartamento. A la media hora apareció en el portal vestida para el pecado. Llevaba un conjunto oscuro ceñido que resaltaba su bonita figura. Sus piernas iban enfundadas en medias finas y los tacones de aguja le elevaban aun más su culito respingón. Se quitó el abrigo y se subió al coche. Después de unos kilómetros serpenteando por la ciudad, aparcó frente a un conocido restaurante, famoso por sus vistas y sus horarios trasnochados, situado junto a un club de tenis muy elitista que ocupaba una de las faldas de la montaña.

La escena resultaba encantadora, su galán la acomodaba en la silla con la pasión de un enamorado. Estaban sentados una esquina del restaurante frente a una gran ventana donde se disfrutaba de unas magníficas vistas nocturnas de la ciudad, era como un reservado, lejos del comedor principal y a salvo de miradas indiscretas, parecía el sitio adecuado para tener una velada romántica y apasionada. Vaya si iba a ser apasionada, pero a mi manera, como dice la canción.

-¿Molesto?- Me planté frente a ellos. Sus expresiones lo decían todo. Estaban los dos totalmente paralizados. Aprovechando la sorpresa general, cogí una silla y me senté con naturalidad en su mesa, crucé las piernas y la miré. Mi novia lucía un enrojecimiento tan evidente que parecía una muñeca maquillada. Su mirada era de auténtico terror. Fue incapaz de articular palabra alguna. El fulano me contemplaba con cierta aprensión. Algo en mi expresión le hacía sospechar un desenlace violento si hacía algún gesto amenazante.

  • No he venido a montar una escena, seguiremos sentados y tranquilos, nos comportaremos como la gente civilizada y educada que se supone que somos, al fin y al cabo hacemos un bonito trío, el amante, la zorra y el cornudo, todos sentados en la misma mesa, voy a ir al grano, bueno... quiero que me escuchéis con atención lo que tengo que deciros, no quiero montar un espectáculo, pero... si es necesario llegar a ese extremo, estoy dispuesto, es más me aseguraré de que salgamos los tres en los titulares de mañana, no lo dudéis... será en la página de sucesos.-

  • Ramón, por favor....no hagas ninguna locura, te juro que te quiero, esto te lo puedo explicar... -Las lágrimas inundaban sus mejillas. Tenía la cara desencajada y no era capaz de mirarme a los ojos. Sonreí con amargura y lo miré a el.

El galán salió al rescate con poca fortuna pero con mucho entusiasmo- Oye Ramón, quiero que me escuches, mira, no quiero causar problemas, solo somos amigos y estamos cenando y charlando, nada más. Nadie te está engañando, nuestra amistad viene de hace tiempo y si no te ha dicho lo de la cena es para evitar que lo puedas malinterpretar, te aseguro que puedes estar muy tranquilo con tu Marta. –todo esto me lo decía el famoso Juan con el tono más conciliador que supo poner a su entrecortada voz.

  • Sabes... ¿Juan?, creo que te llamas así, sois el uno para el otro, seguro que tu mujer no sabe nada pero a mi no me vais a torear ni un minuto más, toma, aquí tienes los mensajes que tú y mi infiel mujercita os habéis estado mandado durante estas semanas. ¿No me digas que no son cachondos y guarros? Ah...amor mío, para ti también hay otra copia. Así no tendrás que esperar a que termine de leerlos tu amigo, tiene aun para un rato, hay cantidad de ellos en esas hojas, las saqué de tu celular, pensabas que con borrar ...asunto arreglado, pero no - Le acerqué los 3 folios impresos y los rechazó poniéndose las manos en la cara mientras sollozaba. Sabía que yo estaba ya al corriente de todo el tinglado. Había cometido el error de subestimarme.

¿Va a cenar el caballero?- Me preguntó el camarero mientras miraba de reojo la incómoda escena que se desarrollaba frente a el.

-No gracias, solo brindaré por la felicidad de la pareja. ¿Me acerca una copa por favor?. - Mi novia se sintió horrorizada al escuchar mis palabras e hizo el gesto de querer levantarse.

La susurré mirándola con desprecio -ni se te ocurra marcharte aun Marta. Eres lo suficientemente buena actriz para seguir con la comedia hasta el final, salvo que quieras que esta cena acabe en drama. Siéntate y brinda conmigo, al fin y al cabo lo hago por vuestra futura felicidad. –

Se sentó de nuevo con la furia rebosando por su ojos pero rehusó coger la copa. Visto lo finiquitado que estaba todo, me encogí de hombros y me tomé la mía de un solo trago. Miré al amante– ¡Bueno, al menos debo reconocer que tienes buen gusto con el vino y con las mujeres, veo que no queréis brindar conmigo... me marcho, que os aproveche, os dejo que tengo una vida que rehacer, supongo que vosotros también. Marta...no vengas a dormir hoy si no quieres, total después de esto, con un poco de suerte no coincidiremos y mañana dejo el piso a ...-miré al fulano- tu entera disposición, igual que el coño de esta, ya no tendréis que esconderos más para pegar un polvo, salvo de tu mujer claro está...dale recuerdos de mi parte, igual se los doy yo en persona...ya veremos- se lo dije mirando al tal Juan con mi mejor cara de golfo, me giré y abandoné el lugar con los sollozos de mi novia como música de fondo.

Vomité con violencia el bocadillo de pollo que me había comido haciendo de detective privado. Salió mezclado con el vino de marca que había tomado hacía unos instantes. Apoyado en el capó del coche me puse a llorar como un niño. Me dejé caer en el asiento y conduje sin rumbo durante lo que creo fueron horas. A las seis de la mañana, totalmente fundido física y mentalmente me derrumbé sobre la cama de un céntrico hotel, candidato inesperado a ser mi hogar provisional mientras buscaba otro apartamento. Tenía apagado el celular. Había dejado de contar las llamadas y mensajes que mi novia me hacía llegar con tanta precipitación que me maravillaba su capacidad para emitirlos a semejante velocidad. Lo apagué para que no me torturara más y poder dormir un poco.

A las once de la mañana entré en mi domicilio. Mi idea era recoger mis cosas aprovechando que el coche de mi novia no estaba ni en el parking ni en la calle. No debía estar en casa, ves a saber donde había dormido esta noche. Confiado, me dirigí hacía el salón arrastrando dos maletas vacías y me la encontré sentada en la mesa del comedor. Me estaba esperando, supuse que durante horas. Llevaba puesta una bata corta arrugada y la ropa interior. Junto a una cafetera vacía había un cenicero lleno de colillas manchadas de carmín. No la había visto fumar así en la vida. Su cara era un poema. Tenía los ojos y la nariz tan enrojecidos que parecía sufrir un ataque alérgico. Un montón de pañuelos de papel estaban arrugados ocupando un lado de la mesa. Me miraba totalmente derrotada, con un vaso de whisky que el hielo había aguado en su temblorosa mano, supongo que esperando con resignación mi previsible furia, se levantó con la pose más digna que su cuerpo supo adoptar. No me dejó ni hablar. Me puso un dedo en los labios.

  • Déjame hablar a mi. Soy una idiota.... siento en el alma el daño que te he hecho. Estoy rota por dentro y espero que me perdones, quiero que sepas que ayer fue cuando realmente me di cuenta de cuanto te quiero. Solo pensar que te iba a perder me aterrorizó. – Seguía sollozando mientras se apretaba las manos nerviosamente. Estaba al borde de la histeria. Me senté frente a ella e hice el gesto de quererme quitar la alianza de compromiso. Ella miraba la escena como si estuviera hipnotizada Una parte de mi me pedía que la despreciara y que le demostrara mi rabia y mi frustración. La volví a mirar y vi cuanto sufría, me arrepentí de tratarla con tanta dureza. Dejé el anillo en mi dedo y le cogí las manos con suavidad.

  • Marta, mírame, no soy el hombre perfecto, es más, se que he robado mucho tiempo a nuestra convivencia para desarrollar mis obsesivos proyectos. Comprendo que te sintieras frustrada y abandonada, esa culpa es solo mía por no estar más pendiente de ti, pero eso no te excusa de tus actos, al menos no del todo. Ese tiempo robado no lo he estado usando engañándote cortejado a otra mujer, lo he usado pensando en el futuro, de hecho, ese futuro ya está razonablemente garantizado. Firmé el contrato hace unos días y el monto inicial de la operación es de muchos, muchos ceros. No te lo conté porque, sinceramente, ya no confiaba en ti. Siento rabia de que mi éxito profesional haya arruinado mi vida privada. Me gustaría saber tu punto de vista y que te ha movido a engañarme de esta manera, ¿es que ya no me quieres? -

  • Claro que te quiero Ramón...si no después de lo ocurrido no estaría aquí intentado buscar alguna salida, aunque reconozco que no he sido la mejor compañera del mundo, te he engañado conscientemente. He sido sensible al halago y al cumplido, mi hombre ha estado demasiado ocupado solucionando el futuro y no ha pensado en cuidar el presente y yo me he buscado un sucedáneo para no sentirme tan sola, no ha habido otra cosa más que sexo y compañía, te lo juro, nada más. Al principio fue por puro coqueteo, luego por rabia al verme desplazada de tu vida. Pero eso no me disculpa, soy consciente de lo que he destruido. Solo te pido que me dejes compensarte. Solo te pido eso...déjame volver a ser parte de tu vida- La abracé con fuerza, me creí su sinceridad.

Una mañana, pasadas unas semanas desde que hubo la confrontación, aun con los temblores propios de un buen orgasmo fruto de una estupenda mamada que mi novia me regaló en medio de la cocina, pensé que ya era hora de tener una conversación con el tal Juan. Marta había solicitado un traslado a otro departamento, petición que fue apoyada por su jefe y ex-amante con mucho entusiasmo, bastante miedo a que se destapara el asunto y grandes recomendaciones, esa era una condición no negociable impuesta por mí, había más condiciones, pero esta debía ser inmediata, de no ser posible, debía solicitar el cese y buscar otro lugar si le apetecía trabajar. La aceptó sin pestañear y se cogió las vacaciones mientras se confirmaba el cambio de departamento, haría lo que fuera preciso para evitar más problemas. No estaba el horno para bollos.

  • Hola, ¿podemos hablar un momento?. – El fulano me miró con cierta cara de aprensión y con algo de desagrado me señaló una silla frente a su escritorio. Me había hecho esperarle veinte minutos y el dial de mi paciencia marcaba ya la zona roja. Pronto iban a cambiar para siempre las tornas.

  • Mira...Ramón, no hemos tenido ocasión de hablar desde ese día, pero siento lo que he podido romper entre vosotros, no se como pedirte que me perdones...no era mi intención hacerte daño, pero me siento culpable... - ¡Ja!, pensé, vaya pedazo de hipócrita estaba hecho el Juanito, después de follarse a mi mujer ahora me hablaba de supuestos remordimientos. Remordimiento... de eso estaba yo totalmente vacunado en estos momentos.

-No he venido a escuchar tus disculpas, quiero follarme a tu mujer y tú me vas a ayudar a conseguirlo. – Me miró como un demente mientras se levantaba con la rapidez de un peluche con muelle.

  • Pero...como te atreves a... – Le corté en seco. – cierra la boca y escúchame bien, tu ya te has atrevido a eso cabrón, solo vengo a dejar las cosas en su sitio. Te cuento mi plan y tu decides, si le explico a una que yo se lo que ha estado pasando entre Marta y tú me juego lo que quieras a que tu mujercita te planta de una patada en la puta calle. Apenas la traté pero creo que debe tener un genio de mil demonios, la vi, no se...muy mandona para mi gusto, veo por tu expresión que no ando muy equivocado. En cambio a Marta ya la he perdonado, pero ahora me toca tirar a mí. Si consigues lo que te estoy pidiendo...seguirás con tu vida, no perderás tu matrimonio, ni a tu hijita, solo compartirás mis cuernos, lo cual creo que es de justicia, de lo contrario ya sabes. Ah...si esta conversación se la cuentas a Marta, piensa que ella entenderá que me ha movido la rabia y me perdonará, no está en posición de hacerse la dura, a pesar de lo sucedido se que me quiere y ahora que sabe que estoy forrado de pasta aun me va a querer mucho más, nosotros dos ya hemos arreglado nuestro problema y la cosa está bastante clara para ambos. Si haces eso, se lo contaré igualmente a tu mujer, y otra vez te veo en la calle con una maleta y con cara de tonto. Sabes, eres un ligón de pacotilla...pero creo que estás bastante jodido en todos los supuestos, esto te ha pasado por desear a la mujer del prójimo. Concéntrate y piensa como te lo vas a montar, no tengo prisa, pero no te duermas tampoco, me la quiero follar pronto, digamos... en un mes, ese es el tiempo que tienes. Como lo hagas, es cosa tuya. – Me levanté y me dirigí a la puerta sin atender sus balbuceos, me giré sonriéndole con bastante descaro. – Que tengas un buen día si puedes...Juan, yo ya he pasado por todo esto y es realmente muy duro, te lo aseguro...verás como me das la razón, lo dicho... tienes un mes.-

Ufff..., que a gusto que me quedé, respiré por primera vez a pleno pulmón. Estaba rodeado de infieles y si tanta gente iba de ese palo, tiene que tener su morbo, coño, tendría que probarlo yo también. Mentalmente el concepto fidelidad fue a parar al último lugar en mis prioridades.

Sonreí al recordar la cara horrorizada del Romeo cuando se lo propuse. Sin Julieta a la vista y encima se le venía encima la misión más difícil de su vida, convencer a su mujer de que se acostara con otro. Claro que, podía evitar fácilmente mi propuesta, yo ya contaba con esa posibilidad, siempre le podía confesar a su pareja lo que había hecho, pero...no me transmitía la sensación de ser un hombre muy valiente y decidido el amigo Juan.

Mi mente volvió de repente al presente, le eché un último vistazo a la chica que fumaba en el rincón y apagando la colilla entré de nuevo en el bar, Leonor me estaba esperando sentada en una de las mesas. Aun reposaba sobre su superficie la cajita con el test de embarazo. La vi preocupada pero estaba muy hermosa, sus gafitas de diseño le daban un aire intelectual, muy fassion. Me miró y sonrió.

  • ¿Ya te has dopado?-

  • Si...quiero dejarlo pero me pasa lo mismo que con las mujeres, nunca tengo suficiente.- La miré intrigado- ¿Se lo has dicho ya a tu marido?- Dejé la pregunta en el aire.

  • Aun no, pero tengo que hacerlo ya. – La noté algo tensa.

  • Pues hazlo como lo haría una buena esposa, con la cara radiante y feliz por la buena noticia. Va a volver a ser padre, eso es todo un acontecimiento ¿no?- Me miró incómoda pero asintió. Le apreté la mano bajo la mesa y le guiñé un ojo. – Siempre estaré yo por si las cosas cambian, recuerda lo que te he dicho hoy.- Me sonrió, se que confía en mi.

  • ¿Nos vamos ya querida? Tengo que recoger a Marta a las siete. Vamos al teatro. Creo que va a estar más pendiente de evitar mis ronquidos que de la trama de la obra.-

Sonreí pensando en la siesta que me iba a pegar en la butaca del teatro. Ayer Marta no me permitió dormir ni cinco horas seguidas, estaba especialmente caliente y me dejó más seco que a una momia egipcia. Hoy para acabar de rematarlo, llevaba toda la mañana follando con Leonor y sentía ya los primeros síntomas de un terrible agotamiento físico, amén de una molesta inflamación en mis partes nobles.

Mientras guardaba mi abrigo en el maletero miré por el cristal trasero y la vi como se retocaba coqueta los labios en el espejo de cortesía. Era guapa la morena, tenía unas tetas que no veas...se las untaba de aceite y te hacía unas cubanas de auténtico lujo, con un genio de mil demonios eso si, pero divertida en la alcoba como pocas. Que tonto fue Juan, con la mujer que tiene, me vino a la cabeza el día que entré en su despacho y le dije que me la quería follar. Vaya montaje alucinante que se sacó de la chistera para salvar su culo, quizás un día os lo explique, pero mira el resultado final. Voy a ser padre, al menos eso dice su mujer, está totalmente segura de quien la preñó. Bueno...no diré que no me guste la situación, que quieres que te diga. Cuando me dirigía hacia el puesto del conductor escuché un trino peculiar y muy cercano, levanté la cabeza. Vi un pájaro posado en una de las ramas, era un cuco, en mi zona hay bastantes pajarracos de esos, que curioso encuentro entre razas tan dispares pero con comportamientos tan parecidos, yo también era una especie de cuco. Había plantado un huevo en otro nido y lo iban a cuidar como si fuera suyo. La naturaleza tiene un cierto sentido del humor. Venga... deja de divagar más pensé, Marta se pone como una moto si llegas tarde, menuda es y Leonor tiene que estar en su casa antes de las seis, a esa hora llega de trabajar el futuro papá.

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