Vidas compartidas

La vida se coparte con tu pareja.

Vidas compartidas.

Jorge:

Jorge Rodríguez es un tipo de lo más normal. 1,80 cm, piel morena, pelo castaño y ojos marrones y un cuerpo algo cuidado por el deporte que practicaba en sus ratos libres: el surf. Desde hace 4 años sale con una chica. Se conocieron en los últimos años de instituto, y luego se fueron a la universidad, cada uno por su lado, pues lo de la convivencia en pareja todavía no era algo factible para ellos. Jorge vivía solo, en un piso perteneciente a sus primas mayores, que le prestaron cuando comenzó a ir a la universidad. Amigo de sus amigos, Jorge era especial. Siempre había tenido buen filin con las mujeres, y se sabía en su círculo más íntimo, que no le importaba tirarse a cualquiera en cualquier sitio, aunque tuviese novia.

Esa mañana, pasó de ir a clase. Estaba cansado de la juerga de la noche anterior con sus amigos. Prefirió quedarse en casa durmiendo la mona, pues no tenía la cabeza ni el cuerpo para aguantar a profesores dando charlas sobre arte moderno. Al vivir solo, dormía desnudo y paseaba por su piso desnudo. Era una pasión que había descubierto cuando sus padres salían de casa los fines de semana y él se desnudaba y pasaba las horas en casa desnudo.

Lo despertó el timbre de la puerta. Maldiciendo al que tocase a esas horas de la mañana, se levantó de la cama y poniéndose un pantalón corto, atravesó el pasillo y se dirigió a la puerta.

  • Ahh, hola cariño. ¿qué haces aquí?

Sara:

Sara Fuentes estaba acostumbrada a vivir sola, pues sus padres nunca estaban en casa debido al trabajo y sus hermanas pasaban las horas metidas en casa de sus novios. Tenía novio desde los últimos años de instituto, cuando una de sus amigas se lo presentó en una fiesta de una discoteca en una playa. Se quedó loca con el chaval y se hicieron buenos amigos, terminando en lo que a día de hoy, es una relación supuestamente seria. Ahora está estudiando económicas en la universidad. Vive con su mejor amiga y una prima de ésta, compartiendo el piso. Cada mañana llamaba a su novio, pero esta vez, y por primera vez, su novio no le cogía el teléfono.

Llamó a su amiga Esther.

  • Nos vemos luego en la facultad, Esther. Voy a su piso a ver si le pasó algo.
  • No te preocupes – le contestó la amiga – seguro que está durmiendo la mona de anoche.

Al llegar al edificio, una señora mayor abría la puerta. Estaba limpiando el rellano y la dejó pasar. Subió por el pequeño ascensor hasta la última planta y tocó la puerta del apartamento de su novio. Esperó impaciente, pues nadie abría, hasta que por fin, cuando tocó por última vez antes de dar media vuelta, abrieron:

  • Ahh, hola cariño. ¿qué haces aquí?
  • He venido a ver si te pasaba algo, idiota. Que no me cogías el teléfono – dijo dándole un beso en los labios a su novio.

Jorge:

  • Es que estaba durmiendo mi amor, y tenía el móvil en silencio.
  • Sí, me lo figuraba – respondió ella.

Jorge cerró la puerta después de que Sara entrase por completo. La casa estaba totalmente desordenada, no como ella la había dejado hace dos días, cuando estuvo por última vez en ese piso y ordenó el desastre de su novio con la ropa tirada por todos lados. Se sentaron en el sillón.

  • Jorge, ¿Dónde te metiste anoche, que te estuve buscando? Encima te llamé al móvil y no contestabas.
  • Lo dejé en el coche preciosa. Es que le dije a Luis que te avisara que me iba si te veía, porque me dolía la cabeza de tanto beber. Me pasé con la bebida – respondió él limpiándose las lagañas de los ojos.
  • Joder, me podías haber llamado o mandado un mensaje al móvil.

Si su novia hubiese sabido que la dejó plantada porque encontró a una chica que no veía desde hacía mucho tiempo y le hizo todo tipo de proposiciones que él no pudo evitar, seguro que le cortaba la polla, pues era una mujer celosa de cojones.

  • Perdóname, del dolor tan grande que tenía, no me acordé de llamarte ni nada. lo siento, cariño.
  • Vete y dúchate, que apestas a alcohol - le recriminó su novia.

Sin rechistar, se levantó y fue al baño. Entró y encontró las tangas de la chica con la que estuvo follando la noche anterior en aquel plato de ducha de su baño. Las recogió y las lanzó por la ventana hacia el patio de luces del edificio. En ese instante, su novia entraba por la puerta.

  • ¿qué haces? – preguntó.
  • Nada, recogiendo las toallas que las dejé tiradas anoche.
  • ¿me dejas bañarme contigo?
  • Claro cariño.

Sara:

Cuando su novio salió frotándose la cara hacia el baño, Sara comenzó a desnudarse. Quitó su chaqueta y la dejó sobre el sillón. Ahora sus zapatos y sus pantalones vaqueros, que recogió y dejó junto a la chaqueta. Se arrebató la camiseta de mangas cortas y se quedó mirando sus pechos pequeños, aunque ella estaba orgullosa de ellos. No le gustaba utilizar sujetador, pues para ella eran incómodos. Dejó la camiseta sobre su chaqueta y se tocó un poco las tetas. Se puso de pie y bajó su tanga de rayas negras y violetas. Se había rasurado por completo de nuevo la noche anterior, antes de salir de fiesta con sus amigas en busca de su novio. Se tocó por entre las piernas y en calor comenzó a salir de allí. Estaba caliente, pues cada vez que tomaba gran cantidad de alcohol, se despertaba con el cuerpo pidiendo sexo. Se encaminó por el pasillo hacia la última puerta: el baño. Su novio hizo un gesto raro tirando algo por la ventana.

  • ¿qué haces? – preguntó.
  • Nada, recogiendo las toallas que las dejé tiradas anoche.
  • ¿me dejas bañarme contigo?
  • Claro cariño.

Jorge:

Jorge se dio la vuelta y su novia ya estaba desnuda tras él. Su polla reaccionó montando una caseta de campaña en los minúsculos pantalones que llevaba puestos. Se los bajó y buscó enseguida a su novia. La abrazó y la besó. Le encantaba el cuerpo pequeño de su pareja, con pequeñas tetas y un coño totalmente rasurado, en el que le encantaba meter su cara y lamer hasta recibir la descarga completa del interior de su novia. Amasó sus pequeñas tetas mientras ella pajeaba su miembro viril. Pasó a chupar las tetas, lamiendo de primero las aureolas marrones alrededor de los pezones, y engullirlos de segundo. No se entretuvo y siguió bajando hasta postrase delante de la chica, que inmediatamente había dejado de agarrar la polla de su novio para apoyarse en el lavabo y abrir las piernas y prepararse para recibir una buena mamada en su coño.

Jorge era experto en succionar coños. Le encantaba comer coños, aunque conociese a la chica esa misma noche, ninguna se iba sin conocer los placeres que Jorge daba con su lengua. Lamió los muslos de su chica, pasó suavemente la lengua por los labios mayores y finalmente hundió su cara en su totalidad. Hurgó un poco con la nariz, al mismo tiempo que con su boca. Atrapó en pequeño botón del clítoris de su pareja y chupó y lamió dándole un goce enorme a la chica. Sintió que su novia se corría. Los movimientos de su lengua iban cada vez más rápidos, hasta que notó como en su boca saboreaba los jugos internos de la muchacha. Nuevamente lo había conseguido. Era un maestro.

Sara:

Su novio la abrazó y empezó a besarla. A Sara le encantaba que su chico la besara con pasión, y la abrazara fuerte contra su cuerpo, sobre todo, cuando estaba caliente. Su pareja amasaba sus pequeñas tetas que a ella tanto le gustaban. Era lo que más le gustaba de su cuerpo, junto con sus piernas morenas del sol. Luego se las chupó. Jugó con su aureola, como hacía siempre y tanto la excitaba. Sara se dejaba llevar. Apretaba con una de sus manos el miembro viril de su chico y lo pajeaba muy suavemente. El chaval se chupaba ya todas sus tetas, mordisqueándole los pezones suavemente y se los chupaba. Tuvo que soltar la polla de su amante porque éste comenzó a descender por su cuerpo en busca de su entrepierna. Sara se apoyó en el lavabo, y abrió las piernas, en busca de una mamada fructífera, como lo eran todas las que su novio le proporciona desde que comenzaron a salir hacía ya cuatro años.

Le encantaba que su chico le lamiese los muslos a modo de preparación. Éste hundió su cara en la entrepierna de la húmeda muchacha y ésta se dejó llevar cayéndosele la cabeza hacia atrás, casi apoyándola contra el cristal del lavabo. Notaba la nariz de su pareja entre la raja de su coño, para enseguida notar sus labios. Cuando le atrapó con su boca el clítoris, el mundo se le venía encima, como pasaba siempre. Comenzó a sentir un espasmo proveniente de su interior. Notaba como comenzaba a salir su corrida con el aumento de la velocidad de la lengua de su novio en su coñito y sobre todo, en su clítoris. Terminó apretando la cabeza fuerte de su pareja contra su cuerpo, al mismo tiempo que sentía como éste le absorbía todos los jugos que salían de su interior. Nuevamente lo había conseguido. Su novio era un maestro.

Jorge:

El chaval había relamido todo el coño de su chica. Él estaba a mil. Necesitaba meterle la polla o por lo menos, recibir una de esas grandes mamadas que su novia sabía hacer. Se separó de ella, y se sentó sobre la taza del wc, atrayendo a su novia con la mirada, sin dejar de tocarse la polla bien empalmada. La chica se arrodilló frente a él, y se la agarró. Lamió muy meticulosamente el tronco entero del chaval. Jugueteó unos instantes con sus huevos, metiéndoselos uno tras otro en su boca. Retomó el subir y bajar de su lengua en el tronco de la verga del chico. Aunque no era especialmente grande, la polla de su novio era considerablemente gorda, y a ella le encantaba chupársela. Al llegar al glande del muchacho, la chica se la engulló completamente. Jorge estaba gozando, mirando a su novia comiéndole la polla, mientras ésta lo miraba. Su novia movía perfectamente al compás sus mamadas con el juego de una de sus manos en el tronco del chaval. Jorge necesitaba correrse. Y estaba a punto. La chica intentó metérsela toda en la boca, y al sentir su glande alojado en lo más profundo de la boca de su novia, Jorge no aguantó y sin previo aviso, descargó su leche. La muchacha al sentir la leche, sacó la polla de su boca, aunque Jorge consiguió eyacular todo antes de que esto sucediera. No era la primera vez que se corría en la boca de su novia, pero a ésta no le hacía gracia tragarse la corrida de su novio.

  • Joder, mira que tarde es. Tengo que irme a clase - dijo la chica mientras miraba el reloj.

Sara:

Aunque no era especialmente grande, la polla de su novio era considerablemente gorda, y a ella le encantaba chupársela. Fue el primero al que se la chupó. Fue su primera polla en su boca, y por eso le encantaba tanto.

Tras la exitosa comida de coño a la que había sido sometida, le tocaba el turno a ella para hacer feliz a su novio. El chico se sentó sobre la taza del wc mientras se tocaba la polla y la llamaba con la mirada. Ella sabía lo que quería su novio, y ella estaba dispuesta a dárselo hasta el final. Sara agarró la polla de su chico y comenzó a lamer el tronco gordo hasta llegar a los huevos. Sabía por experiencia, que a su novio le encantaba que le comiesen los huevos, aunque a ella eso no le motivaba mucho, pero cuando estaba caliente, le daba igual mientras satisficiera a su chico. Jugó con un huevo dentro de su boca, luego el otro. Y subió de nuevo con su lengua por el palo del chico. Al llegar al principio (o final, depende de donde se mire) del tronco de su novio, se la engulló entera. Acompasaba sus mamadas con su mano derecha. Era el momento ideal para metérsela todo lo que pudiese en la boca. Apartó la mano y sintió como se la engullía hasta que la punta del glande le tocó la campanilla, aunque sin sentir ni una arcada. Uno o dos veces y la leche caliente de su novio le llenaba la cavidad bucal.

A Sara no le gustaba tragarse la corrida, pues al día siguiente tendría dolores de barriga sin saber el porqué exactamente, pero las veces que se tragó la corrida de su novio, el dolor de estómago al día siguiente era patente. Tragó algo inevitablemente, pero pudo escupir la mayoría, repartiéndose entre sus tetas y la polla de su novio.

  • Joder, mira que tarde es. Tengo que irme a clase - dijo la chica mientras miraba el reloj.

Jorge:

Relajado y ya sin dolor de cabeza, seguía sentado sobre la taza del wc viendo como su novia se limpiaba en la ducha la boca y la corrida que le quedaba sobre sus pechos.

  • Esta tarde nos vemos, cariño – le dijo, dejando la toalla sobre él y saliendo corriendo al salón a vestirse para marcharse.
  • Sí, vale, un besito amor – se despidió él dándole un beso.

Jorge entró en la ducha, y abrió el agua caliente. Se metió bajo ella. Se quemó un poco, pero lo remedió luego jugando con las llaves de la ducha, y adecuando el agua. Se sentía muy relajado, no obstante, era su tercera corrida en menos de 8 horas. Pero eso es otra historia.

Sara:

Sara tenía mucha prisa, pero no podía irse con la corrida en las tetas ni en la boca. Además, estaba algo sudada. Se metió en la ducha mientras su chico la observaba todo relajado sentado en la taza del wc. Se enjabonó y se aclaró de nuevo con agua, cerrándola cuando terminó. Se secó el cuerpo con una toalla que olía a mojado y se la dejó encima de su novio.

  • Esta tarde nos vemos, cariño – le dijo.
  • Sí, vale, un besito amor – se despidió él.

Se dieron un beso y salió corriendo al salón.

Como era muy ordenada, no le costó nada ponerse de nuevo su ropa, doblada sobre el sofá, como la dejó cuando se la quitó.

Salió corriendo del piso cerrando la puerta, y como el ascensor tardaba, bajó por las escaleras. Encontró de casualidad un taxi que dejaba a una persona.

  • ¿me puede llevar urgente a la facultad de económicas, por favor? – preguntó antes de subir.
  • Claro, suba.

Ya en el taxi, de camino a la facultad, sacó su móvil y escribió un mensaje, mientras sonreía.

Jorge:

Secándose, entró en su habitación. Cogió el móvil que estaba en "silencio". Lo puso en "normal" y se dio cuenta de las 11 llamadas que tenía perdidas de su novia, de las 2 de su madre y de otras 2 de su amigo Luis.

Cuando las borró para llamar a su madre, un nuevo mensaje llegaba a su móvil. Lo abrió y leyó:

"esta noche terminaremos lo que dejamos a medias. No puede ser que después de lo que me hiciste antes, me dejes sin meter tu polla en mi coño. Te quiero cariño"

Jorge sonrió.