Vida Nueva 6

El día después, nuestra primera siesta juntos

Cuando Paco se marchó al Instituto me quedé sola en casa. Terminar de recoger la cocina e hice la cama. Cambié las sábanas que estaban perdidas de manchas de la noche anterior. Me vestí y me marché a la calle. Antes de llegar al supermercado, donde tenía que comprar la comida y productos de primera necesidad, me pase por la Farmacia. Para evitar cualquier tipo de suspicacias decidí no ir a la habitual. Fui a otra distinta, que me pillaba de camino, por cierto, para ir al supermecado.

Según llegaba a la puerta de la Farmacia una especie de nerviosismo me invadió. Parecía yo una adolescente que iba a adquirir su primera caja de preservativos.  Tenía los mismos nervios, la misma intranquilidad. Aproveché que no había nadie dentro del establecimiento para entrar. Llevaba unas gafas oscuras, de sol, que no me quité en ningún momento. Pedí la caja de condones y las píldoras anticonceptivas, las mismas que mi ginecólogo me había recomendado y recetado algunos años atrás después de hacerme la analítica pertinente.

Debía estar como un pavo. Me temblaban las piernas. Pareciera que estaba haciendo algo malo o prohibido. Pero solo estaba comprando profilácticos y pastillas antibaby. El dependiente se dio la vuelta hacia unos estantes de donde sacó las pastillas y me pregunto:

–                    seis o doce?

Me quedé mirándole como si no entendiera de lo que me estaba hablando. El insistió

–                    señora, los preservativos, caja de seis o de doce unidades

–                    ah, sí, perdón.... de doce, por favor

–                    alguna marca en especial?

–                    no, me da lo mismo

–                    sensación natural o ultra?

Joder, qué tío más pesado. Yo quería que de una puta vez me diera mi caja de condones y se dejara de monsergas, pero insistía e insistía como si se diera perfecta cuenta de mi azaro.

–                    una caja de doce unidades, me da igual la marca y normales (contesté yo al fin en un tono casi de enfado.

El dependiente puso sobre la mesa, junto a las pastillas, la caja de condones y envolvió ambas cosas en el típico papel de Farmacia. En ese momento estuve a punto de decirle que me diera alguna caja mas de preservativos, pero no me atreví. Me llevé una sola caja, de doce unidades, es cierto, pero una sola caja.

Guardé la compra farmaceútica en el bolso y me fui hacia el supermercado. Para entrar al establecimiento, a la zona de adquisición, había que pasar por delante de las cajas. Al pasar por una de ellas me fijé que en unos expositores, mezclados por chicles y pilas alcalinas, también había cajas de preservativos, además de la marca que el dependiente me había expedido. Me hizo gracia. El mal rato que el cabrón del farmaceútico me había hecho pasar, y resultaba que en el supermercado podía haber adquirido con la mayor de las tranquilidades el producto estrella en mi lista. Así es la vida, supongo. Pero aprendí la lección. Para las proximas veces compraría los condones en el supermercado.

Estuve incluso a punto de al ir a pagar la compra coger una cajita de gomas, pero lo dejé para otra ocasión. Pagué la cuenta de mis productos y me fui para casa. Antes de subir a mi casa, me paré en un bar que estaba justo debajo. Era gente conocida, tanto los dueños como el resto de la parroquia. Algunos amigos de mi marido, otros vecinos o simplemente conocidos del barrio. Pedí un café que tomé con sacarina, como siempre. El camarero como ya tenía costumbre me la puso junto a la taza sin necesidad de preguntar. Aun asi le di las gracias, más por cortesía que porque hubiera adivinado de pronto que yo el café siempre lo tomo con sacarina.

Mientras tomaba mi café una voz de mujer me llamó. Era Teresa, una vecina nuestra y con fama de cotilla. Se acercó a mi. Tendría que tomarme el café deprisa y corriendo. No aguantaba en absoluto a Teresa, que me perdone, pero tampoco crea que nunca llegue a leer esta confesión y por tanto nunca se enterará que me resulta extremadamente cargante.

–                    hola, Marta, cuanto tiempo hacia que no te veía.

–                    pues sí, Teresa, sí que hacía tiempo

–                    como vas de lo tuyo?

“de lo mio”?, pero que quiere decir esta mujer con eso...

–                    bueno, pues ya ves se lleva como se puede...

–                    pobrecita, con lo joven que eres... lo que tienes que hacer es rehacer tu vida, que la vida solo se vive una vez

Ay, Teresa, si tú supieras... no pude por menos que pensar. Si tu supieras que mi vida se está rehaciendo en estos precisos momentos. Si supieras lo que llevo guardado, escondido, en el bolso para rehacer mi vida... si tú supieras, Teresa.

–                    tienes razón, Teresa, pero que quieres que te diga, las cosas pasan cuando surgen no cuando quiere una (tuve que adoptar una posición diplomática e irrelevante para no mandarla a la mierda directamente)

–                    y fíjate, encima con el niño, con Paquito con lo majo que es, con lo buen chico...

Lo de “Paquito” me molesto especialmente. Porque no era Paquito, era Paco y muy Paco. Y encima lo decía en tono lastimero. No sé como pude contenerme y soltarle, como me apetecía, “mira Teresa, guapa, Paquito como tú lo llamas, me echó anoche un soberano polvo que me hizo ver las estrellas, no sé como no me oiste gritar como una loca. Paquito, como tú lo llamas, me hincó tu enorme pollón y me hizo la mujer mas feliz del mundo. Y por si tienes dudas todavía, esta mañana, antes de irse al Instituto, le he comido la polla mientras se duchaba y me he tragado toda su lefa, que, por cierto, está buenísima...”

Sin embargo, no le dije lo que pensaba obviamente y me limité a contestar:

–                    se esta amoldando bien a la nueva situación; habrá que tener paciencia....

Dicho eso, me despedí de Teresa con la excusa de que tenía que preparar la comida, que ya iba muy retrasada, para cuando “Paquito” volviera de clases. Pagué el café que me había tomado y salí del bar como alma que lleva el diablo con un “hasta luego” en voz alta y dirigido a toda la concurrencia que allí estaba.

Subí a casa y me cambié. Empecé a preparar la comida. Paco llegó cuando estaba casi todo a punto. Abrio con sus llaves como era lo normal. Yo estaba en la cocina. Entró y me besó. Como siempre hacía. Fue un beso en la mejilla. Nada más. Un beso rutinario.

–                    hola, Marta

A pesar de todo Paco volvía como se había marchado, llamandome por mi nombre, continuando con lo que me había anunciado en la noche anterior.

–                    hola, Paco, qué tal ha ido el día

–                    bueno... como todos. La Física un plomazo y las Mates insorpotables, por lo demás todo bien. Y tú que has hecho?

–                    Fui a comprar

–                    compraste eso...?

Yo sabía perfectisimamente a que se refería, pero me apatecía hacerme la remolona, para ver como respondía él

–                    el qué?

–                    pues eso, lo que me dijiste que ibas a comprar

–                    no sé a que te refieres ahora mismo, hijo (se me escapó, de verdad que se me escapó la palabra “hijo”)

Paco cambió de actitud, del rubor por nombrar el termino “condón” pasó al enfado por haberle llamado “hijo”

–                    Joder, Marta, parece que lo haces a posta

–                    lo siento, Paco, no me he dado cuenta

–                    ya, supongo que tendrás que acostumbrarte, pero lo has comprado o no

–                    pero el qué, cielo... si he comprado qué?

–                    los condones, joder! (dijo en tono ofuscado)

Paco no solía decir tacos, pero en un par de frases había soltado un par de “joder” que sinceramente me había impresionado. Se había metido perfectamente en el papel de esposo, de macho y tal vez eso le daba la libertad para soltar, como lo había hecho, esa palabra.

–                    sí, los he comprado

–                    y dónde estan?

–                    cómo que donde estan...? es que vas a utilizar ahora alguno?, no me fastidies Paco

–                    como eres... de verdad, solo quiero ver la caja.

–                    pues es una caja de condones, normales y corriente (le dije), en el primer cajón de mi mesilla, desde luego....

Era normal. Paco sentía la curiosidad lógica de un chico de su edad. Supongo que no habría visto una caja de preservativos. Sabía para que se utilizaban, sabía su fin, pero creo que no había visto jamás una caja, ni tan siquiera probablemente la gomita en sí. Salió corriendo hasta mi habitación. Le oí abrir el cajón y cerrarlo. Luego volvió conmigo a la cocina.

–                    qué... satisfecho?

–                    pues si... era curiosidad

–                    ya te digo... (le dije moviendo la cabeza), anda pon la mesa que vamos a comer ya mismo.

Me obedeció y fue poniendo la mesa. Durante la comida hablamos de cosas vanales, casi todas relacionadas, bien con sus estudios, sus profesores o compañeros, bien con mi trabajo. Me preguntó si tenía que trabajar esa tarde. Le dije que no. Yo hago turnos de mañana o de tarde, por semanas. Teoricamente ese día tendria que trabajar de tarde, pero era un día que la Empresa me debía de descanso, no sé por qué extraña razon. El caso es que ese día no trabajaba y así se lo dije a Paco.

–                    ah, pues estupendo.... (se le alegró la cara al decirlo)

–                    estupendo por qué?

–                    porque si no te tienes que ir podemos acostarnos la siesta, no?

–                    pero, bueno, tío (le dije) qué pasa contigo...? tú es que no te cansas...?

–                    es que me das mucho gustito, Marta, y ahora que estamos empezando parece que me apetece a menudo

–                    tú lo que eres es un viciosillo

–                    llamalo como quieras... pero me gustaría que nos acostaramos la siesta

–                    ya veremos

Terminamos de comer y Paco recogió los platos. Diría que ese día lo hizo con mayor celeridad. Yo mientras fregaba los cubiertos y platos que habíamos utilizado. En sus viajes del salon a la cocina, cada vez que iba se acercaba a mi lado y me hacía una carantoña, o me daba un beso o me pellizcaba el culo. Le notaba que estaba con ganas. Los hombres para eso son faciles de adivinar. Cuando están salidos, no pueden disimular. Se nota mucho. Las amigas que lean esto, creo que saben perfectamente de lo que estoy hablando. Nosotras disimulamos más.

Terminé de fregar en poco tiempo. Paco me esperaba apoyado en la mesa de la cocina. Me estaba secando las manos, cuando se acerco, se apostó en frente de mi y me dijo:

–                    vamos a la cama, Marta.

Le bese. Estaba temblando. Paco estaba salido y temblaba. Estaba como loco por estrenar la caja de condones. Deseaba follarme, lo vi en sus ojos, lo noté en su cuerpo que temblaba. Le di un muerdo. Mi lengua se metió en su boca. No se anduvo con disimulos ni tonterias, mientras nos besábamos me tocaba el culo con una mano que bajaba hasta llegar a mi coño por detrás y con la otra me sobaba las tetas, que ya le estaban dando la bienvenida en forma de excitación de pezones.

–                    anda, venga, caprichoso

–                    es que estás muy buena, Marta

–                    y encima adulador

Fuimos cogidos de la cintura hasta la habitacion. Paco estaba desmelenado, se quitó la ropa en un pis-pas. No se dejó ni los slips como el día anterior. Se lo quitó todo. Yo también me quedé ante el como mi madre me pario. Nos volvimos a besar. Volvimos a intercambiar nuestras salivas. Yo estaba tambien empezando a sentir la necesidad de sexo. Lo notaba en mis tetas, pero sobre todo en mi chocho que se empezaba a mojar de una manera preocupante.

–                    tienes que tranquilizarte, cariño. No tengas prisa, despacito se goza más

–                    es que he estado pensando toda la mañana en esto...

–                    ah, sí?

–                    sí, me he pasado toda la mañana empalmado

–                    y menos mal que habias salido relajadito de casa....

–                    menos mal

Se tumbó sobre mí, me empezó a mordisquear las tetas, el cuello, las orejas. Su mano habia llegado hasta el centro de mi raja, Ya sabía la zona que tenía que tocar y lo hacía muy bien. Aprendía muy rápido el niño. Yo por momentos estaba más caliente, con ganas de empezar a follar con Paco, ya con protección.

Nunca me habia gustado que mi marido, en las epocas de descanso de la pildora, me follara con condón, prefería la marcha atrás. Sentía así mas su polla. Pero ese riesgo no lo podía correr con  Paco, por varias razones: porque él no tenía la experiencia suficiente como para controlarse en un momento dado, aunque la noche anterior lo hubiera hecho a la perfección, y segunda porque la cantidad de leche que se gastaba mi vástago me podía preñar solo con rozarme.

–                    si estás muy caliente lo mejor es que follemos ya, Paco

–                    quiero comerte

Yo ya fuera de mí le provocaba más

–                    comerme el qué, cielo?

–                    el coño, Marta, el coño que tienes tan delicioso

–                    te gusta comerme el chocho, cariño?

–                    siíii, me encanta

–                    bueno pero date la vuelta, que yo tambien te voy a chupar tu rabo

Nos colocamos en un 69 que a mi me estaba dejando desmadejadita, loquita perdida y a Paco por lo que le oía le estaba gustando una enormidad. Yo no podía aguantar. Lo necesitaba ya dentro de mí.

–                    ven, Paco, ven....

Tiré de él y se medio incorporó. Yo me giré para abrir el cajón de la mesilla y coger la caja de condones. Tomé uno, lo abrí y le dije que se acercara. Se lo puse. El me miraba extrañado. Tiré hacia atrás de la goma un poco mas fuerte de lo debido y Paco dio una encogida, acompañada de un ay!. Le dije: “perdona, no me he dado cuenta”. Con la goma ya puesta, le dije que se tumbara en la cama. Así lo hizo. Yo me senté y me ensarte su polla. Todo mi coño se abrió de par en par para recibirle. Acoplados. Empecé a  moverme despacio. Paco me tocaba las tetas, pellizcaba mis pezones con dos de sus dedos. Mi placer era inmenso. El de él tambien.

–                    te gusta?, le dije

–                    me gusta mucho... y a ti

–                    no se nota, cielo, mmmh... vaya polla que tienes, como me da placer

–                    de verdad?

–                    te lo juro, no he disfrutado tanto con nadie

Se quedó pardo cuando me oyó decir esa frase. Le gustó. La pregunta era inevitable

–                    te lo pasas mejor que con papá?

–                    es distinto... pero creo que sí, mejor

Fue decirle eso y sus embestidas desde abajo se hicieron mas profundas. Me placer aumento.

–                    que bien follas, cabron, como me penetras.... dame fuerte...dame...mas...mas... follame, hijo puta...follame que me corro

–                    toma polla.... toda mi polla para tu chocho...joder...que...gusto

–                    si...si....si....dame....que me viene...Paco...amor...mío....

–                    correte, vamos correte conmigo

–                    sí, mi vida, me corro para ti...me...corro...me...corrooooo

Nos corrimos juntos. Llegamos al extasis juntos. Fue una maravilla. Delicioso.

Cuando me baje de él, tenía el condón arrugado entorno a su polla medio flacida. Se lo quité, lo até para que no se saliera nada. Paco estaba con la relajación típica de la satisfacción.

–                    como nos hemos corrido, Marta

–                    como dos bestias

–                    joder... follas como los angeles

–                    tu tampoco follas mal, campeon

Después de eso nos quedamos dormidos los dos. A diferencia de la noche anterior en esa siesta sí dormí placidamente. Estaba totalmente relajada. Estaba totalmente llena y feliz

CONTINUARA....