Vida Nueva 4

La noche no iba a acabar despues de nuestro encuentro sexual, aunque Paco durmiera

El polvo con Paco, nuestro primer polvo, había sido realmente maravilloso, al menos para mi. Me había dejado muy satisfecha, totalmente saciada. La temporada de abstinencia obligada muy probablemente había contribuido muy favorablemente a que disfrutara más. Bendita abstinencia, por otro lado, si era así. Nos habíamos quedado inhertes sobre la cama. Durante unos minutos ni él ni yo hablamos. Permanecíamos uno junto al otro, desnudos, en silencio, agotados pero satisfechos. Mi cuerpo estaba totalmente bañado por su semen. Como ya dije había caído esparcido por diversas zonas de mi cuerpo, también por algunos sitios de la cama. Si movía alguna pierna me mojaba con el nectar que mi hijo había vertido tan generosamente.

No recordaba que mi marido, en sus mejores momentos, vaciara tanto como lo había hecho Paco. Y aún más cuando aquella tarde había orgasmado en la cama en su paja dedicada a mí, y luego, en el sofá, me había llenado la boca con su engrudo supremo. La vitalidad de Paco, su capacidad para generar esperma, era cuando menos admirable.

Rompí el silencio yo preguntandole:

– qué tal, cielo, te has quedado a gustito?

– jo, mamá, como para no quedarse (y rió de forma estruendosa, una risa sana y abierta, sin maldad), y tú, qué?

– me lo preguntas?, joder, Paco, no te has enterado de mi forma de gemir, de implorarte...

– sí, algo me ha parecido oir.... (me contestó con sorna)

Yo a modo de broma, empujé su hombro que estaba junto al mío

– pero que tonto eres, hijo

El se avalanzó sobre mí colocándose en la misma posición que había estado hacía unos minutos, con la única diferencia que ahora su polla estaba morcillona y a penas me rozaba el puvis.

– con que hijo, eh? tonto, eh?

– ah, es que va a resultar ahora que no eres mi hijo, porque que yo recuerde te parí

Paco se puso serio para decirme mirandome a los ojos:

– sí soy tu hijo porque como dices tú me pariste, llevo tu sangre en mis venas, pero me parece que a partir de hoy voy a ser algo más

– algo más? y dime que algo más quieres ser

– voy a ser tu marido, tu hombre; eso es a partir de ahora voy a ser tu hijo-marido

– eso me suena muy raro, Paco

– tú me has dicho antes que teníamos que tener cuidado de que nadie se enterase, sobre todo gente de la familia y mis amigos mas cercanos, y yo voy a respetar eso pero de cara al exterior, cuando estemos en casa solos tú y yo, quiero que seamos como una pareja, como si yo fuera tu marido y tu fueras mi mujer.

– eso como un juego?

– no, mamá, de juego nada. Si nos acostamos juntos, como una pareja, debemos vivir como una pareja, en todos los sentidos

– no sé, cariño, para mí ya es muy fuerte que hayamos llegado hasta donde lo hemos hecho. No me arrepiento, Dios lo sabe, pero tampo estoy del todo segura de que no tuviera que parar esto.

Paco se me quedó mirando en silencio. Yo le miraba a él. Su cuerpo desnudo, a penas sin vello en el cuerpo, un puber que me miraba con ojos de no entender nada de nada. No sé como explicarlo, era como si le hubieran arrancado su juguete más preciado, su tesoro. Tal vez no se esperara esa respuesta mía. Acaso era yo la que no me había sabido explicar, o lo había hecho rematadamente mal.

Con tono grave, casi de disgusto me dijo:

– ahora no puedes decir que no ha pasado nada

– yo no he dicho eso, Paco

– me acabas de decir que no estas segura de que lo volvamos a hacer

– lo que he querido decir es que no sé si debemos hacerlo

– yo quiero, te quiero... y tú a mi?

– Cómo puedes preguntarme eso, sabes que te quiero con locura

– sí, pero yo me refiero no como madre

– como mujer?

– como mujer (dijo aseverando concienzudamente)

– sí (dije sin dudar)

– pues entonces... creo que está claro. De puertas para fuera tu seras mamá, como siempre, pero en casa serás Marta, la mujer de Paco

– joder, tal y como lo dices...

– no soy un niño, mamá, vale que tengo 15 años pero creo saber perfectamente lo que quiero y lo que no, lo que me gusta y lo que no también

– que no eres un niño ya me lo has demostrado, ya lo sé

Era tarde, teníamos que dormir. Aunque Paco decía no ser ya un niño de alguna forma tenía que velar yo porque tuviera una vida acorde con su edad, al menos cronológica porque fisica estaba claro que iba adelantadísimo. Se lo hice saber, lo de dormir, me refiero, le dije que al día siguiente hablaríamos con más calma, que tiempo había. Nos dimos el último beso, tierno y delicado y apagamos la luz.

Al poco, notaba la respiración de Paco pausada. Se había dormido. No me extrañaba. Había tenido un desgaste importante, su cuerpo necesitaba relajarse y descansar. Yo, sin embargo, no podía conciliar el sueño. Lo intentaba, pero no podía. Mi cabeza era una olla express que no hacía nada más que dar vueltas a todo y a nada concreto. Pensé en la paja que se hizo, en su voz nombrándome, en lo cachonda que me puse al verlo, en la escena del sofá, en el pedazo de pollón que me había follado de una forma alucinante, en su leche saliendo a borbotones, llenando mi garganta, regando mi cuerpo y ensuciando las sábanas.

Mis pensamientos me excitaban, no lo podía remedir. Paco dormía placidamente y yo recordaba y me calentaba con cada recuerdo. Estaba boca arriba. Con un brazo sujetaba mi cabeza desde abajo y el otro lo tenía apoyado en la boca de mi estómago. Miré a Paco. Dormía. Mi niño dormía placidamene, ajeno a mis pensamientos. Mi niño que había sido, que quería ser, según me había dicho, mi hombre.

Sin darme cuenta mi mano, la que estaba en la boca de mi estómago, bajo hasta mi sexo. Toque los pelos del puvis. Estaban pringosos. Pero no se detuvieron. Siguieron bajando y encontraron mi rajita medio abierta, otra vez necesitada de caricias, llena de jugos mezcla de mi flujo y el semen de Paco.

Pasé varios dedos por ella. Los saqué pegasos, muy pegajosos. Me los acerqué primero a la nariz para olerlos. No olían mal. Después los pasé por mis labios, que relamí con la lengua. Era un sabor extraño, entre agrio y dulce. Era un sabor mezcla de Paco y mío. Esto me alteró todavía más. Mis dedos volvieron al lugar donde habían salido. Pensaba para mi, cuando volvi a pasar mi lengua por el labio inferior:

– hay que joderse.... como es posible? estoy actuando como una guarra

Y sin embargo me gustaba, me excitaba, conseguía que mi coño volviera a mojarse una y otra vez. Lo tocaba y lo notaba suave, debía de estar sonrosado y brillante. Pensé en ese momento en la forma de comerme el chocho de Paco, torpemente al principio y magistralmente después. Mis dedos se movian alrededor de mi clítoris, jugando con el, haciendo que se fuera agrandando, sacandolo de su capuchón. Necesitaba una polla como la de Paco, nuevamente tenía necesidad de correrme. Paco dormía. Estaba de lado y dormido. Yo estaba boca arriba y cachonda perdida. Mis dedos jugaban con mi clitoris. Descuce el otro brazo para masajearme el pezon de mi teta, para amasar mi teta mientras mis dedos hacían su trabajo.

Nunca cuando estuve casada con mi marido, despues de follar, me habia tenido que hacer una paja. Con Paco todo era distinto. Me habia reventado de placer y mi cuerpo pedía más. Yo nunca había sido una depravada sexual y ahora no me importaba nada, incluso pasar los dedos por mi coño para extraer la leche de Paco y llevarmela a la boca. Me gustaba. Podía ser asqueroso, pero a mi me gustaba.

Mis dedos seguían trabajando, cada vez a una velocidad mayor. Tuve que amortiguar los gemidos para no despertar a Paco. O a lo mejor debía despertarle para que me diera lo que tanto necesitaba. Deseaba su polla dura, desafiante, sus besos sus toqueteos confusos siempre al comienzo y maestros al final. Me iba a correr de nuevo. Lo notaba. Las entrañas se me abrian por dentro y mi cuerpo se tensó. Me corrí. Mi orgasmo fue distinto al del polvo. Ni mejor ni peor. Distinto.

Cuando terminé giré mi cuerpo hacia donde estaba Paco, de costado. Le eché el brazo por la cintura y no pude evitar la tentacion de pasar mi mano por su polla, que como el resto de él mismo también dormía. Mañana sería otro día, pensé mientras cerraba mis ojos.

CONTINUARA....