Vida Nueva 3

El primer polvo con mi hijo. Memorable. Me gustaría que mujeres compartieran conmigo sus experiencias.

El momento sofá que tuvimos Paco y yo resultó altamente excitante para mí, aunque excitante no es la palabra exacta. Me encontraba más que excitada. Cuando yo me excito controlo la situación. En ese momento no la controlaba, el deseo se apoderaba de mí, tenía una necesidad imperiosa de ser poseída por mi hijo. Por eso no estaba excitada. La palabra que definiría mejor mi estado en ese momento es calentura, cachondez, salimiento. Como queráis. No estaba excitada, estaba poseía por un deseo irrefrenable.

Durante mucho tiempo recordé aquella noche, aquel momento de sofá. Durante mucho tiempo cada vez que lo recordaba, tenía los mismos sentimientos, se apoderaban de mí las mismas necesidades. Y aún hoy, aún ahora cuando estoy escribiendo, cuando os lo estoy contando, el bello de mi cuerpo se eriza y una corriente eléctrica atraviesa mi cuerpo. Me gustaría poder expresar fielmente como resultó ese instante, pero creo que por mucho que diga siempre se quedará corto a la realidad. Al menos lo he intentado.

Con esa sensación pasional nos dirigimos a mi habitación. Paco estaba algo cohibido, sin saber muy bien que hacer. No era por falta de experiencia, que no la tenía, por supuesto, si no más bien por verme tan lanzada, tan deshinibida, o tan natural, ya depende de como cada uno lo quiera exponer. Antes de desnudarme yo, le quité a él su camiseta y tiré de sus pantalones de chándal para abajo. Su paquete se marcaba generoso tras de sus slips. Parecía mentira que no hubiera hecho ni una hora que se había corrido, y de qué manera. Sin duda las hormonas incipientes de Paco estaban haciendo un trabajo perfecto.

Le dejé con el slip puesto, no por nada si no porque no quería que se sintiera desprotegido mientras yo me desnudaba. Casi no tardé nada en quitarme la camisola y el pantalón de pijama. Ante Paco aparecieron mis tetas, esas mismas que hacía momento había tocado a satisfacción, con los pezones duros y desafiantes. Llevaba una braguita blanca que tampoco me quité. Cogí a Paco de la mano, como si fuera un niño, y nos dirigimos hacia la cama. La abrí y el se situó en el lugar que siempre utilizaba su padre. Yo en el mío habitual. Era una metáfora insolente: el hijo ocupaba el lugar que el padre había dejado vacante y la madre asumía que ese vacío tenía que ser ocupado y quería que fuera ocupado por su propio hijo.

Cuando ya estábamos acostados en la cama, nos abrazamos. Nuestro abrazo era más tierno que de deseo. Le besaba suave en la frente, en la sien, también pasaba mi lengua por su oreja, lo que a Paco le proporcionaba un escalofrío, mezcla de cosquilla y excitación.

Fue un instante dulce, como muchos que anteriormente había tenido con su padre. Igual. A su padre le quise con locura, hubiera hecho cualquier cosa por él, le hubiera librado de la muerte si hubiera podido. A Paco hasta ese momento le había querido con el amor natural y poderoso que una madre puede ofrecer a su hijo. Un amor altruísta, sin concesiones. Ahora sentía deseos de Paco, de mi hijo, de mi nuevo amor que entraba como un tornado en mi vida nueva. Iba a descubrir al hombre en ciernes que se estaba convirtiendo. Sabía que yo era su madre. Era consciente que él era mi hijo. Pero a pesar de todo quería que lo que iba a pasar, pasase. No tenía mala conciencia, pero tampoco quería en absoluto perjudicar a mi hijo.

– Paco, mi amor, yo deseo con todas mis fuerzas hacer el amor contigo

– yo también, mama, es que no se nota...

– sí, pero verás, esto no es un juego, es algo serio, quiero decir, que lo que podemos hacer tú y yo no está bien visto por alguna gente

– lo sé, no te preocupes que no se lo diré a nadie

– no lo puedes comentar ni al mejor de tus amigos y ante la familia debemos de seguir adoptando la misma imagen de madre e hijo, comprendes lo que te quiero decir?

– lo he etendido perfectamente y no tienes que preocuparte por eso, ya te lo he dicho.

– no, no es preocupación es que no quiero que hagas nada que no quieras hacer; por mucho que me veas de una u otra manera quiero que seas tú mismo, que hagas las cosas porque quieras hacerlas, sin sentirte para nada obligado

– mamá, yo no me siento obligado a nada y que quieres que te diga, como tú dices, que quiero follarte, que necesito follarte por encima de cualquier cosa en el mundo?

En ese momento no me cupo la más mínima duda. Paco quería, como yo. Paco necesitaba, como yo. Paco deseaba, como yo.

Me acerque a él y nos comenzamos a besar, cada beso era más apasionado que el anterior. Yo tocaba la polla de Paco por encima del slip, que fui bajando hasta medio muslo para tener una mayor amplitud de movimiento. Paco a su vez me tocaba las tetas, de repente bajaba su mano hasta mi coño que toco en un primer momento por encima de la braga, pero después, como anteriormente en el sofá, introdujo su mano jugando con mis pelo, hasta llegar a mi raja totalmente humedecida.

– bésame las tetas, cielo, besamelas

No sé si ya perdido el reparo, envalentonado por la situación o por qué causa, Paco me dijo con voz entrecortada

– no te las voy a besar, te las voy a comer, igual que a ti: enterita

Dicho esto se lanzó contra uno de mis pezones que empezó a chupar. Y digo chupar, porque era como si un bebé intentara sacar la leche materna. Yo soy muy sensible en mis pechos. Siempre lo he sido.

– muerde un poquito, cariño, no muy fuerte pero muerdelo

Paco me hizo caso y comenzó a dar pequeños mordiscos. Yo seguía tocando su polla. No quería interrumpir el instante, porque los mordisquitos que me daba mi hijo estaban empezando a surtir su efecto. Me hubiera encantado bajar un coger su rabo (porque es lo que era, lo que es, un señor y estupendo rabo) y haberle vuelto a repetir la mamada del sofá. Pero preferí en ese momento que Paco se sintiera el dueño de la situación, que disfrutara de su comida de tetas, que poco a poco iba siendo cada vez mejor y yo a mi vez disfrutar de tan fenomenal y entusiasta trabajo.

En un momento dejo de morderar o lamer o chupar o comer mis tetas. Yo estaba a mil. Mi ardor era difícil de controlar.

– quítame las brasgas.... vamos quitamelas

Paco obediente como siempre tiró de la tela hacia abajo. Yo le ayudé a quitarse de enmedio tal estorbo. Instintivamente, debió de ser puro instinto, su boca se fue derecha hasta mi chocho, paso la lengua torpemente, pero aún sentía el placer que me hacía sentir era de proporciones innimaginables. Le fui indicando," no, cielo, un poquito más arriba, lame, no muerdas", todo esto hasta que por fin dio con el punto justo, con el ritmo justo y convirtió mi placer en una desbocada cascada de sensaciones.

Me retorcía en la cama, movía la cabeza a un lado y a otro, estaba totalmente fuera de mí. Lo único que en ese momento quería era sentir su polla clavándome al máximo. Sin embargo, un momento de lucidez me vino. Y dadas las circunstancias no era sencillo. Recordé que no tomaba ninguna pastilla anticonceptiva. Obviamente desde la muerte de mi marido no la necesitaba. Tampoco había condones en casa. Y mi necesidad de polla era total. Necesitaba sentir ese hierro. Lo necesitaba ya.

– Paco quiero que me folles, pero tienes que tener cuidado, cariño, no tomo nada y no podemos hacer tonterías

– no te preocupes, mamá, la sacaré a tiempo

– Por Dios, Paco, te lo suplico

– confía en mí

– claro que confío, confío siempre y ahora más. Fóllame, entonces

Paco se montó encima de mí. Yo le ayudé con mi mano a que su miembro se alojara convenientemene dentro de mi cueva. Al sentirlo, lancé un suspiro de satisfacción que me inundó el alma.

Los embites de Paco eran tremendos, imprimía una rapidez a sus movimientos que tuve que parar.

– tranquilo, mi niño, más despacito

– quiero darte mucho placer, mamá

– claro que sí, seguro que me vas a dar mucho gusto pero tenemos que hacer que esto dure, muevete despacio para que pueda sentir tu polla como entra en toda su extensión, ya tendras tiempo de acelerar...

Paco me hizo caso. Su vaiven muy lentro al comienzo. Introducía toda su polla, lo que me proporcionaba un tremendo placer. Nos comíamos la boca, mientras el entraba y salía. El gusto que me proporcionaba era intenso. Yo llevaba algunos meses sin follar, los que me faltaba mi marido, tal vez por eso la sensación de gusto era doble. Intentaba acoplar mis caderas al ritmo de Paco, que aunque intentaba ir despacio, notaba en su cara el deseo irrefrenable de correrse. Le volví a advertir.

– mi amor, no te corras dentro

– no...no te preocupes

El ritmo era cada vez mayor, con mayor frecuencia. Yo notaba en mi interior un placer caracerístico, notaba que el orgasmo venía de camino y era imparable.

– así, así...muy bien...como me gusta. Cielo.. como me gusta

– lo hago bien?

– lo...haces...a...la... perfección (mis palabras eran intermitentes, como el bombeo de mi corazon) lo haces genial...vamos...vamos...si...si....follame, mi vida....follame

El desato todo su impetu y ya sus movimientos se hicieron alocados. Mientras yo me corría como una colegiala con su polla bien ensartada en mi coño

– no pares, cariño....no pares...más fuerte...dame...dame, que me corrooooo

Mi extasis rompió estruendoso y potente. Me estaba corriendo, dejando todo mi ser en ese momento. Paco no pudo aguantar más. Dios dos embestidas mas fuertes aún que las anteriores, y se retiro de mí. Segun sacaba su rabo del lugar donde había estado cobijado, soltó un impresionante chorro de leche que cayó en mi bello púvico, mi tripa, mis tetas y llegó algo hasta mi cara. La corrida de Paco había sido espectacular. Como la mía. Soltó un alarido. Yo le abracé y bese su cara.

– vaya corrida, cielo... impresionante

Haciendo un esfuerzo para hablar, porque el cansancio le había dejado sin fuerzas, solo fue capaz de decir en tono de machote que había cumplido

– y es la tercera de hoy

– pues tenías mucha leche guardada, cariño. Mañana compraremos condones hasta que me pueda tomar la pastilla, quiero saciarme con tu leche

Paco sonrió satisfecho. Había cumplido, había pasado el examen con nota, yo diría que con matrícula de honor.

CONTINUARA.....

P.D. Quiero agradecer a todos los que me habéis escrito a mi correo personal y a los que habéis dejado vuestro comentario. Gracias, de corazón. Me habéis animado a seguir escribiendo. Echo a faltar comentarios y correos de señoras. Supongo que para algunas cosas somos mas recatadas, pero espero sus comentarios, sobre todo si tenemos cosas que compartir. Gracias, Maritza, especialmente