Vida Nueva 2

continuacion de la historia.

Después de nuestro primer encuentro en el sofá, apagado el fuego que nos invadió, retomamos la normalidad, por así decirlo. Volvimos a ser madre e hijo. Paco estaba como ido, como si se encontrara en un sueño del que supongo que no se quería despertar. Yo estaba sorprendida, sorprendida, sí, por la actitud que había tomado. Practicamente lo habiamos hecho porque yo lo provoqué. Provoqué el beso, el tocamiento ante la excitación de Paco. Pero no pude resistirme. Ver su polla dura, encajonada en los pantalones del chándal, fue algo superior a mí. Ni el dedo que me había hecho esa misma tarde en el baño, creo yo, que había calmado mis ansias de sexo. Lo que hicimos aquella noche en el sofá Paco y yo fue eso: calmar el ansia que consciente o incoscientemente teníamos los dos.

Fui yo la que rompió el hielo del momento, porque miraba a Paco totalmente desmadejado en el sofá, mirando al frente, hacia la televisión, sin decir ni una sola palabra.

–                    cariño, te pasa algo (le dije tocando de nuevo su pelo, pero esta vez con un gesto como el que se hace a los niños pequeños, moviendo la mano)

–                    no, mamá... que me va a pasar....

Intenté hacer una broma de algo tan serio como lo que acababamos de hacer, sabiendo perfectamente que un nuevo horizonte se abría ante nosotros y que ni Paco ni yo teníamos ni la más remota de las ideas hasta o hacia donde nos llevaría.

–                    es que parece que no te lo has pasado bien, te has quedado muy serio

–                    jo, mamá, como dices eso (esbozó una sonrisa como si recordara de nuevo el placer reciente)

–                    entonces, no entiendo por que estás tan callado

–                    es que creo que no he estado a la altura

–                    a la altura de qué, cielo?

–                    creo que debía haberme esforzado un poquito más e intentar darte a ti placer, que hubieras disfrutado tú mas.

–                    pero si yo he disfrutado muchísimo, le dije a la vez que le abrazaba. Aunque  no te lo creas, sin saber la razón, necesitaba hacerte lo que te he hecho y sentirte como te he sentido. De todas maneras, yo no me he quedado a dos velas. Habrás visto que me he preocupado también de mí.

–                    sí, ya lo he visto (me dijo, de nuevo volviendo a esbozar una sonrisa pícarona) y te diré que verte a ti, todavía me excitaba más

–                    qué jodío mi niño, mirale..., con que te gusta ver a tu madre haciéndose una paja

–                    cada vez que te he visto me he excitado mucho, mamá....

Ese cada vez que te he visto.... no me terminaba de encajar. Cuántas veces me había visto? Supuestamente solo había sido una (y mal) la de esa tarde en la habitación del ordenador. Pero él hablaba en plural. Cada vez que te he visto... La verdad es que no me tocaba muy habitualmente aunque lo hacía por puro deseo sexual. Pero lo que sí procuraba era ser discreta. Acostumbraba a hacerlo en mi cama, por las noches. Es cierto que la puerta de mi habitación no se cierra nunca, o en muy raras ocasiones, pero nunca fui consciente de que Paco me hubiera visto, salvo aquella misma tarde y casi de refilón.

Tenía que preguntárselo. Tenía que saber a que se refería exactamente con la frase “cada vez que te he visto”.

–                    Y cuántas veces me has visto, listillo?

–                    pues alguna que otra vez...

–                    venga, anda, dímelo... cuántas?

–                    verás, mamá, ver lo que se dice ver solo esta tarde, bueno, y hace un rato, claro, pero saber que lo estabas haciendo un par de ellas más.

Le miraba atenta, mientras él comenzaba a explicarse. Me dijo que la primera vez que se enteró de mi masturbada,  porque como había dicho, ver había visto poco fue una noche que se levantó porque tenía que decirme algo y se le había olvidado. Me contó que al llegar a la puerta de mi habitación le pareció oir un pequeño jadeo y se detuvo, prestando mucha atención a los sonidos que venían desde dentro. Los gemidos, según me contó, sin ser extridente, se hacían más evidentes, juntándose con el movimiento de mi cuerpo sobre la cama. Lo que le llevó a corroborar lo que estaba pasando.

–                    y tú que hiciste?

–                    me quedé escuchando, oía como te movías y como suspirabas a veces y gemías otras

–                    ya, y te pusiste como una moto, no?

–                    me excité, claro

Paco siempre había sido muy recatado en su vocabulario. Parece algo no frecuente, sobre todo para un adolescente, pero no solía decir las palabrotas o los tacos que otros chicos de su edad decían, incluso para darse importancia, para aparentar ser mayores. Sin embargo, como os he dicho ya, yo soy todo lo contrario en momentos de ardor sexual me gusta hablar de una forma chabacana, grosera y hasta soez.

–                    Paco, mi vida, no me seas cursi: te pusiste caliente y seguro que te la pelaste como un mono allí, junto a la puerta.

No contesto, movió afirmativamente la cabeza en señal de asentimiento. Me dijo que desde esa noche procuraba estar alerta cada una de ellas para ver si se repetía. Se levantaba de la cama con sigilo y agudizaba el oído, pero no se volvió a producir tal hecho hasta pasados bastantes días, que me pilló leyendo un relato erótico en el ordenador. Con lo cual, lo de esa tarde, no había sido la primera vez. Le dije que me lo explicara:

–                    yo me había acostado y tu te fuiste al ordenador. Como era mi costumbre al rato me levanté, estabas leyendo algo y movias tu mano con enfasis por dentro del pantalon del pijama. Gemías, al principio despacio luego cada vez más fuerte y en un momento determinado dijiste “se esta tirando a su hijo, la muy zorra”, pero lo dijiste con voz.... no se como decirte

–                    de viciosa?

–                    sí, de viciosa. Era como si te gustara lo que estabas leyendo

–                    seguro que sí.... y que más

–                    nada, de repente dijiste algo así como “Dios....joder, joder” y debiste terminar

–                    me debí correr muy a gusto.... pero no recuerdo el día que me dices

No lo recordaba porque habían sido si no muchos sí los suficientes, la verdad.

La conversación con Paco me había vuelto a poner cachonda, relativamente cachonda, sin extridencias.

–                    te vas a venir a la cama conmigo esta noche?

–                    quieres, mamá

–                    quiero

–                    entonces sí

–                    pero tendrás que portate bien

–                    te lo juro, mamá, no te tocaré

–                    quiero todo lo contrario, que me toques mucho

Me acerqué a él y le di un beso, no como una madre besaría a su hijo, si no como una mujer lo haría con su hombre.

–                    no sé si me volverá a poner...

–                    dura?

–                    sí

–                    seguro que sí, mamá te ayudará

Estuvimos besándonos durante un rato, no mucho, achuchándonos y tocándonos cada vez más abiertamente. Yo estaba alcanzado el nivel de calor necesario para despreocuparme de que quería ser follada por mi hijo. Le toqué su miembro, estaba duro como una piedra, lo que me alteró más. Paco ya no se limitaba a sobarme por encima de la ropa, metía sus manos por donde quería. Me tocaba las tetas y el coño, jugaba con mis pelos vaginales. Creo que también estaba él bastante salido.

–                    tienes que follarme, Paco...por favor, tienes que follarme

–                    mamáa...

–                    verdad que me vas a follar, cielo

–                    no lo he hecho nunca...

–                    mejor, te enseñará como hacer feliz a una mujer, te enseñaré a follar, te enseñaré a dar placer a una mujer hasta que se corra como una puta

–                    tu no eres ninguna puta

Me le quedé mirando y le dije:

  • sí cielo voy a ser una puta para ti, tu puta porque tu serás mi cabrón que me harás deseasr cada día mas tu polla...

CONTINUARA...