Vida Nueva 11

Una jornada mas. La llegada de la invitada

La llegada de mi madre no fue bien acogida, como era de esperar, por Paco. Cuando llegó el se mantuvo serio, molesto sin disimularlo. En mas de una ocasión tuve que dirigir mi mirada a él para reprenderle su actitud. Pero le daba igual.  Mi madre no hacía mas que hablar con Paco, preguntandole de todo. El contestaba con monosílabos o con desdén. Mi madre o no se enteraba o no quería enterarse de que su nieto pasaba de ella olímpicamente. En un momento que nos quedamos solos le dije a Paco que intentara comportarse, que al fin de cuentas su abuela iba por casa de pascuas a ramos y que tampoco era plan de que terminara por preguntar el motivo de su pasotismo. Paco me escuchaba sin hablar, sin decir ni una sola palabra. Solo escuchaba.

Con el paso del tiempo Paco iba cambiando su actitud. Era como si se hubiera dado cuenta de que la presencia de su abuela era inevitable y por tanto nada de lo que hiciera para incomodarla variaria los acontecimientos. Supongo que tambien algo tendria que ver lo que yo le habia dicho. Fuera como fuera, Paco se volvio algo mas sociable con mi madre.

Vuelto todo a la normalidad aunque de una forma relativa, mi madre seguia con su interrogatorio a mi hijo. Que que tal le iba con los estudios, que si tenia alguna novia ya, que si me ayudadaba en casa (ni se podía imaginar lo que me ayudaba hasta que ella llegó), en fin, las preguntas típicas que una abuela puede hacer a su nieto, sobre todo cuando no se ven de forma frecuente. Las preguntas iban acompañadas de un continuo toqueteo de mi madre a Paco en sus manos, en sus brazos, y de vez en cuando de sonoros besos en sus mejillas que a mi hijo le estaban comiendo las entrañas por dentro. Se lo notaba.

Esa tarde de viernes tenía el turno de tarde, como os expliqué durante un tiempo trabajaba a turnos de mañana o tarde. Por lo tanto, después de comer me tenía que ir para la oficina. Mientras me arreglaba y mi madre estaba viendo la televisión en el salón, Paco entró a mi habitación. Cerró la puerta. Yo estaba marcandome la raya en el ojo y mirando al espejo le recordé cual tenía que ser su comportamiento con su abuela y más en mi ausencia. Me dijo que no me preocupase, que se portaría correctamente. Eso espero, le dije. Se acercó a mi y me cojió de la cintura. Estate quieto, le decía. Pero el continuaba. Se rozaba contra mí. Era un roce lascivo. Me hizo sonreir. Estate quieto que te vas a poner malo y hoy no te puedo ayudar, le recorde. Le daba igual lo que le dijera. El roce era cada vez mayor. Notaba crecer su bulto que se empezaba a acoplar a mi culo. Vamos, Paco, ya.

–                    al menos dame un beso (me dijo)

–                    voy tardísimo

–                    un beso solo, anda

Me di la vuelta y fui a besarle, pero antes miré hacia la puerta. Estaba cerrada. La había cerrado Paco cuando entro en la habitación. Nos dimos un beso profundo. Deseado. No muy largo, pero lo suficientemente prolongado como para que nuestros cuerpos comenzaran a reaccionar. Sobre todo el de Paco que marcaba un considerable paquete fruto de su erección.

–                    no vayas a salir a salir así al salon que a la abuela le da algo, le dije en tono de bromo

–                    al que me va dar algo es a mí. Joder, Marta...

–                    venga, ya sabes lo que hay un poquito de paciencia, cielo

–                    no puedo tener paciencia cuando estoy cachondo

–                    pues date una ducha de agua fria y que se te pase.... y no me entretengas mas que hoy llego tarde

Con esta frase se dio por terminado el jugueteo. Paco salio y se fue a su habitación. Cuando salí para irme lo encontré sentado con un libro abierto.

–                    estás mejor

–                    a ver que remedio... a ver si la química me seda

Le lancé un beso al aire que el me correspondió y se despidió de mi diciendo:

–                    adios, guapa, no trabajes mucho y acuerdate de mi

–                    sabes que si, tonto.

Pasé por el salón y me despedí de mi madre con un beso y un hasta luego, que irían Paco y ella a buscarme a la oficina para acercarnos a casa de mi hermana. Mientras besaba a mi madre en su mejilla, recordé el muerdo que me había dado mi hijo solo unos minutos antes. Mejor ese beso que este. Distinto y mejor, que duda cabe.

A media tarde, recibí una llamada de Paco. Pensé que podía pasar algo. Solo era una llamada para saber que tal iba. Le dije que tenía un lío de narices.

–                    para lio el mío

–                    que te pasa, dime...

–                    que te quiero

–                    eso ya lo sé, bobo

–                    no no lo sabes, te quiero mucho

–                    así... (me puse mimosa por telefono como si en lugar de estar hablando con mi hijo lo hiciera con mi marido o con mi novio)

–                    esta tarde me has dejado a dos velas

–                    nos hemos quedado los dos

–                    te puedo decir una cosa, mamá (me llamaba mamá cosa que ya no era muy habitual en el)

–                    claro, dime

–                    cuando te fuiste intenté estudiar, pero era imposible, tenía un buen calenton

–                    eso no hace falta que me lo jures ya lo noté

–                    me hice una paja pensando en ti

–                    qué golfo eres, cariño,  y a mi que me den...

–                    joder es que estaba cachondo total

–                    bueno, venga no sigas que al final me vas a poner a mi

–                    no estaría mal

–                    el que?

–                    que te pusieras cachonda en la oficina

–                    si, hombre, y que me hiciera un dedo delante de estos carcas... no te jode

La conversación terminó preguntandole por su abuela, que al parecer seguía sentada en el salón devorando programas de corazón o culebrones de sobre mesa. Le recordé que fuera lo mas amable posible con ella. Paco se comprometió a serlo. Y solo con eso no me cabía la menor duda de que seria así. Por ultimo, le dije que procuraran estar pronto, porque tenía intención de no entretenerme y no me gusta esperar.

A la salida de mi trabajo, que ese día dejé puntualisimamente, mi madre y Paco estaban esperandome en la calle. De lejos vi a mi madre, cogida del brazo de su nieto, o debería llamarlo yerno-nieto, sin parar de hablar. Paco aguantando estoicamente como podía y cambiando su cara, su semblante, cuando me vió bajar las ultimas escaleras que daban a la puerta principal del edificio.

Saludé a los dos, primero a mi madre y luego a mi hijo. Les pregunté genericamente que tal les había ido la tarde y sin más nos dirigimos a una parada de taxis. No me suelo llevar el coche al trabajo, me resulta muy engorroso el encontrar sitio para aparcar y tengo buen transporte público. Por eso ese día teníamos que coger un taxi para ir a casa de mi hermana.

En el taxi me sente entre mi madre y Paco, que echó su brazo en torno a mis hombros, no por nada si no por la estrechez de la situación. Indiqué al taxista la dirección a donde nos tenía que llevar y llegamos en unos diez o quince minutos.

Mi hermana Pilar no se llevaba muy bien con mi madre. De nunca. Sus caracteres chocaban continuamente, posiblemente por su similitud. Sin embargo, se alegró de verla y la recibió de una manera afable, muy cariñosa. Nos saludo a Paco y a mí. Entramos en la casa, en donde los hijos pequeños de Pilar, gemelos y mas malos que el veneno, jugaban entorno a una mesa llendo de un lado a otro.

Estuvimos merendando y al final llegó mi cuñado. Un tío estúpido, con el que jamás me unió absolutamente nada. Nunca supe lo que Pilar pudo ver en él. Seguramente por no ser no era ni buen follador. Seguro. En un momento dado en el que Gerardo estaba de pie junto a Paco hablando de futbol (algo que mi cuñado presumia de conocer y ser un maestro) hice una comparación mental de ambos. Gerardo tenía una figura regordeta, mientras que Paco era fuerte y esbelto. Gerardo hablaba gritando y Paco lo hacía pausadamente, argumentando sus razonamientos. Gerardo seguro que la tenía pequeña y Paco se gastaba un pedazo de rabo que volvía loca a la mas necesitada (en este caso su madre). Gerardo era imbecil y Paco todo un encanto.

Mi hermana Elena quería que nos quedaramos en su casa a cenar, pero decidimos volver a casa. Puse el pretexto de que no tenia el coche y al coger un taxi era mejor que no nos quedaramos a cenar. Un pretexto a todas luces vano y sin consistencia, que sin embargo fue apoyado totalmente por mis madre y mi hijo. Los tres queriamos irnos, pero ya.

Llegamos a casa y preparamos una cena ligera, después nos sentamos los tres en el sofá a ver la televisión. Como en el taxi, me encontraba en medio de mi madre y de Paco. Mi madre estaba ensimismada con el programa. No hablaba. Solo movia de cuando en cuando la cabeza asintiendo lo que algun tertuliano o invitado comentaba. Parecía como si estuviera hablando con ellos. Con disimulo toqué la mano de Paco. Fue casi un roce al principio. El me devolvio tambien la carantoña. Me gustaba rozar mi mano con la suya y me excitaba en cierta medida. Cogí su dedo gordo, lo así con mi mano. Con mucho cuidado, para que mi madre no se percatase de la maniobra, empecé a mover mi mano entorno a su dedo gordo, como si le estuviese haciendo una paja. Le miré, nos miramos. La electricidad entre nosotros ya era manifiesta. Era un gesto totalmente sexual. De reojo miraba el paquete de mi hijo, que ya se veia hinchado. Todo su tronco hacia arriba, hacia el ombligo, se marcaba a la perfección. Seguia moviendo la mano. Mi excitación crecía. Pero mi madre estaba al lado y hasta ahí podiamos llegar. Nada más

La tension era evidente. Mi madre de pronto dijo:

–                    bueno yo me voy a la cama, que estoy cansada

–                    nos vamos todos (dije yo)

Creía mas conveniente que cada uno se retirase a su habitación, de habernos quedado allí Paco y yo hubieramos terminando follando. Seguro. Lo mejor era que cada uno se fuera a su cama. Paco se quedó mirándome como no entendiendo nada de lo que decía, como pensando “pero bueno, ahora que nos quedamos solos, por qué nos vamos a ir?, podemos aprovechar...”.

Mi madre nos dio un beso a Paco y a mi y se fue para el baño, del que salio al poco para entrar en la habitacion donde habria de dormir. Cerro la puerta. Paco se tiró a mi, estaba salido.

–                    podemos hacerlo, Marta

–                    no digas bobadas, Paco... vamos a dormir

–                    joder, que podemos hacerlo... estoy muy cachondo y tu tambien no lo niegues

–                    yo no niego nada, pero tambien se que no podemos hacer nada mientras esté la abuela. Así que cada uno a su cama...

Casi me sonó a amenaza cuando me dijo:

–                    pues me voy a hacer una paja

–                    no me extraña

–                    tu tambien te la vas a hacer?

–                    vete a la cama, Paco

–                    joder, dime si te la vas a hacer o no

–                    seguramente...

–                    entonces por que no me voy un ratito a tu habitación o te vienes tu a la mía

–                    que no... y ya está

Le di un beso en su frente, un beso maternal, y me fui para mi habitacion. La contradicción de nuestra situacion era (es) que tan pronto podemos estar comiendonos, follando como condenados, como dandonos besos materno-filiales. Es confuso, a veces.

Me estaba desnudando cuando oi cerrarse la puerta de la habitacion de Paco. No me puse ni pijama ni camisón, me acoste desnuda. Abri la cama y entre en ella. Tenía claro que me iba a hacer un dedo. Empecé a tocarme, pense que Paco estaría tocandose la polla, en una paja lenta y placentera, resoplando, aguantando la corrida final para disfrutarla más. Mi dedo jugaba con mi clitoris y empezaba a notar los latigazos de placer, el orgamo era inminente. Echaba de menos a Paco. Mucho de menos. Me corri nombrándole en voz baja. Posiblemente el hiciera lo mismo.

CONTINUARA