Vida de Lola
Primer capítulo de las andanzas de la joven Lola. Harta de sus compañeros de clase, decide lanzarse a por un madurito intelectual.
Vida de Lola
Hola a tod@s. Me llamo Lola y acabo de cumplir 20 años. No soy demasiado alta, pero tengo una cara linda y un buen par de tetas. Cuando me arreglo, sé como llamar la atención de los hombres, ya sabéis.
Mi vida sexual comenzó de forma parecida a la de muchas chicas de mi generación. Tuve mi primer novio a los 14. Nos besábamos con lengua y me tocaba las tetillas. Cuando me sentía muy excitada le tocaba el paquete por encima del pantalón. Él quería tocarme el coño, pero yo todavía no me dejaba. Eso sí, cuando volvía a casa me mataba a pajas, desnuda, rozándome con las sábanas de mi cama.
Recuerdo que le mamé la polla la primera vez a un guiri, el verano en que acabé el instituto. Lo había visto hacer muchas veces en las pelis porno, aunque el chaval en cuestión no la tenía tan larga como los actores profesionales, claro. Con todo, reconozco que me encantó. Descubrí que, al agarrar una verga, puedes controlar perfectamente a un macho. Los hombres piensan que te dominan cuando te marcan el ritmo de la chupada con la manita en la cabeza. Pero somos nosotras las que decidimos cómo y dónde se correrán.
Ahora estoy en la Universidad, y no tengo pareja. No me gusta el concepto de "amigos" que tienen mis compañeras de clase. Me explico. A muchas tías les gusta tener una cohorte de admiradores, que babeen por ellas y sean sus perritos falderos. A cambio, ellas se los follan intermitentemente, sin dar preferencia a ninguno, no vaya a ser que se les acabe el chollo.
Yo, en cambio, soy monógama en serie. Eso sí, un tío no me suele durar más de tres meses. Creo que porque todos los de mi edad me parecen un poco infantiles. Por eso, voy buscando un madurito interesante, que piense en algo más que en emborracharse con los colegas los fines de semana.
Hace poco he conocido un tipo que me pone a cien. Lo conocí en un ciclo de cine independiente. Después de proyectar una película francesa subtitulada, hubo una charla-coloquio. Pronto simpatizamos, y no tardamos en intercambiarnos los números de móvil y la dirección de correo electrónico. Hace ya dos semanas de todo eso. Si no se decide a llamarme hoy, creo que seré yo la que tome la iniciativa
Suena la melodía de un teléfono móvil. Pasan unos segundos y por fin atienden la llamada.
¿Diga?
Hola, Ángel, soy Lola, ¿te acuerdas? La chica del cine.
¡Ah, sí¡ Claro, claro. Perdona que tardara en responder. Pero estaba en el laboratorio con mi jefe delante.
No pasa nada, hombre. Te llamaba por si querías tomarte una cervecita conmigo y seguir con la conversación del otro día. Creo que vives cerca de mi casa. Podemos quedar en un sitio intermedio.
Estupendo. Esta tarde te llamo y concretamos, ¿vale?
Venga. Hasta luego.
Colgué y sentí un cosquilleo en el estómago. Sabía que esta noche ocurriría algo entre nosotros.
Por fin llegó el momento de vernos en el bar. Me demoré unos minutos a propósito, para no tener que esperarle sola. Allí estaba mi chico. Ahora me doy cuenta de que sólo es un poco más alto que yo, pero su sonrisa hace que no te fijes en nada más.
Charlamos sobre trivialidades. Uno y otro dejábamos caer algunos detalles sobre nuestra vida personal, para allanar el camino. En el momento de irnos, no tuvo que insistir demasiado para que nos tomásemos la última copa en su casa.
Mientras preparaba unos cubatas en la cocina, me acerqué por detrás con sigilo. Me coloqué frente a él. Le miré a los ojos con signo de aprobación. Soltó lo que tenía entre manos y me besó. Nos fundimos en un largo abrazo. Embriagados, me tomó de la mano y nos sentamos en el sofá.
Podemos ir directamente a tu habitación -le dije con voz socarrona- Este sitio no es demasiado cómodo.
Supongo que íbamos terminar allí de todas formas -sonrió.
Nos desnudamos rápidamente. Ya la tenía muy tiesa y un poco de liquidillo preseminal le brotaba de la punta del capullo. Nos recostamos uno frente al otro. Le agarré la polla con fuerza y él empezó a acariciarme el coño.
Estás chorreando, tía. Deja que te la meta ya.
No, sigue un poco más. Me gusta sentir como se endurece tu verga. ¡Qué gorda la tienes! Sigue tocándome el chumino. Así, así
Me corrí y puse la colcha perdida de flujo. Ángel puso cara de circunstancias.
No te preocupes, tío. Te voy a compensar con creces.
Hazme una buena mamada, por favor. No puedo más. Los cojones me van a reventar.
Le pegué un escupitajo en la cabeza del cipote y me la metí hasta la campanilla. Él gemía como un desesperado.
¡Qué bien la chupas, Lola! Ah, ah Así, trágatela hasta el fondo ¡Vamos!
El muy cabrón tenía los ojos en blanco y había perdido la compostura por completo. Empezó a llamarme de todo.
Chúpamela, zorra. No te pares. Tengo leche calentita para ti.
En otras circunstancias lo hubiera mandado a la mierda, pero hoy estaba demasiado excitada. Me agarró del pelo y aceleró el ritmo de su polla. Eso ya no era una mamada. Me estaba follando literalmente la boca. Yo me sostenía como podía, clavándole las uñas en su culo. Pronto contrajo las nalgas, signo inequívoco del orgasmo que se avecinaba.
¡Oh, Oooh! Me corro, hija de puta. Sí, sííí
No esperó a que me tragara la lefa para darme un beso húmedo. Sabía muy bien que si saboreábamos juntos el sabo, yo no me sentiría tan sucia.
Pensaba que con esa carita de bueno no ibas a ser tan cerdo en la cama.
Es que hace tiempo que no me encontraba con una tía tan dispuesta como tú.
Quieres decir tan zorra.
No hija, no. Cuando me saben tratar tan bien, me emociono y digo barbaridades. No quisiera estropear esta noche tan maravillosa por un jodido comentario.
Nunca mejor dicho. ¡Ja, ja, ja! Nos reímos al unísono.
Al poco rato, ya estábamos metidos en faena otra vez. Esta vez yo yacía boca arriba, despatarrada, dejándome hacer. Con una mano, Ángel me estimulaba y me iba sacando los jugos del coño. Con la otra, los aprovechaba para mojarme el ojete del culo. Cuando estuvo bien lubricado, me metió un par de dedos. Me encontraba en la gloria, recibiendo placer por ambos agujeritos. Ahora era yo la que jadeaba sin ningún tipo de censura.
Me has puesto muy caliente, cabrón. Ya estoy lista para cabalgarte.
Todavía no, tía. Me gusta meterte los dedos por el culito. Si quieres que te folle, tendrás que pedírmelo por favor.
Hijo de puta. No seas maricón y clávame la polla hasta los huevos.
Se puso encima mía. Empezó a penetrarme muy despacio. Cuando llegaba hasta el fondo, volvía sacarla aún más lentamente. Así, una y otra vez, y otra Necesitaba que me follara más rápido. Por eso, crucé las piernas alrededor de su espalda.
Como te pares, te mato. Sigue Más fuerte, ¡más fuerte ! ¡Aaahhh !
Me corrí como una desesperada. Ángel todavía la tenía dentro de mi coño, muy dura y lubricada. Me abrazó y me puso recostada, cuidando que su polla no se saliera. Me tenía a una altura perfecta para lamerme los pezones.
Estoy muy cansada, tío. No te esfuerces. Tú sigue a lo tuyo y fóllame hasta que te corras.
Entonces, ¿quieres ser mi muñeca hinchable?
¡Ja, ja, ja!
Ángel se lo tomó al pie de la letra. Empezó a tratarme con rudeza. Me aplastaba las tetas con las manos y me penetraba con violencia. Me arañaba las nalgas y me abría el culo todo lo que podía. Protesté, pero ahora él solo pensaba en darle gusto a su rabo.
Me dio la vuelta. Me separó las piernas. Y me metió la punta del carajo por el ano. Chillé, pero no podía resistirme porque me tenía los brazos sujetos por las muñecas.
Muévete. Sé que te gusta. ¡Ah, me queda poco para regarte, perra!
Ángel no sacaba la cabeza de su polla de mi agujerito trasero. Con la parte que le sobresalía, se pajeaba cada vez a mayor velocidad. A mí me ardía el culo, pero no podía dejar de menearlo, más por pura inercia que otra cosa.
Bueno, tengo que reconocerlo. Casi sin darme cuenta, también yo me estaba masturbando. Me sorprendía a mí misma dejándome encular como una putita barata. Algo que jamás había permitido a mis parejas anteriores. Pero ellos eran unos niñatos. Y yo, por fin, he encontrado un hombre de verdad.