Vida de incesto
La protagonista ve a su padre y a su hermana mayor acostados en la misma cama que ocupara su recién fallecida madre.
Vida de incesto
Capítulo 1
La partida
Iba feliz, tomada de la mano de su padre. Interrumpiría sus vacaciones por un par de días para un examen médico de rutina, pero para ella serían dos días de fiesta, de mimos, juegos, abrazos y de hacer todo lo que le gustaba, ya que la compañía de su padre era sinónimo de libertad para que hiciera todo lo que quisiera. Salvador, así le llamaba cuando estaban a solas, era un amigo más que un padre y la muchacha se sentía más cómoda con él que con su madre.
Eran pocas las oportunidades que tenían de compartir a solas padre e hija, y estos días que tenían por delante les permitiría hacer todo aquello que no podían realizar cuando la mamá o la hermana andaban por ahí cerca, aunque Karla no imaginaba lo que le deparaba ese viaje.
Su madre los despidió en la parada del bus y al momento de que la máquina se puso en marcha, Sofia y Salvador intercambiaron una mirada de inteligencia y complicidad que la muchacha no captó. Y aunque se hubiera fijado en la complicidad que escondían esas miradas, ella no estaba en condiciones de darle otra connotación que no fuera la de unos padres enamorados que se separaban por unos días.
Cuando el bus se perdió en la distancia, Sofia volvió con su hija menor a casa, donde se refugió en su dormitorio, con una copa de licor en la mano y el recuerdo de su marido y su hija en la mente. Con la mirada fija en el cielo raso, pensó en la trascendencia del paso que habían dado. Para ella era una acción que aunque repudiable moralmente le permitiría salvar lo que quedaba de su matrimonio y para él la posibilidad de hacer posible una fantasía sexual de la que Sofia era cómplice. Sí, pues entre ambos habían ideado un viaje imaginario para que padre e hija pudieran estar a solas, con las consecuencias que ambos sabían bien que tendría para la muchacha. Y no había remordimiento en ella respecto de la suerte de su hija, a la que estaba abandonando en los brazos de su padre, cuya intención era hacerla suya.
Todo había empezado durante una noche de sexo como un mal entendido, que le dio la posibilidad a Salvador de revelarle su deseo por su hija. Y a ella le atrajo la idea, ya que desde joven su vida estuvo relacionada con el incesto, por lo que siempre se sintió atraída por ese aspecto de la vida sexual.
De hecho, su iniciación sexual fue precisamente con su padre.
El recuerdo de su padre y su iniciación al sexo incestuoso le hizo remontarse a ese día, en que todo empezó. Cerró los ojos y revivió nuevamente esa tarde cuando, de vuelta del entierro de su madre, sorprendió a su padre y a su hermana teniendo sexo en la misma cama que antes ocupara su madre. Al cabo de tres meses, ella misma sucumbió gustosa a los deseos paternos y junto a su hermana formaron un trío incestuoso al que se entregaron con todas sus energías.
Mirado todo retrospectivamente le hizo comprender que la cadena incestuosa en su familia había empezado mucho antes de que ella misma se integrara. Y ahora, con la partida de Salvador y Karla la historia tomaba un nuevo rumbo y estaba segura que se escribirían muchos nuevos capítulos que se agregarían a los ya escritos por ella, su hermana, su padre y su madre.
Su desquiciada mente concibió la idea de poner por escrito la historia familiar, la que pensó que debiera enriquecerse con fotos que dieran cuenta que lo escrito se basaba en hechos reales. Su intención era registrar todo lo que había pasado entre ellos y desde ahí poder obtener nuevas ideas para futuros encuentros sexuales entre ella, su marido y su hija. Si, pues estaba segura de que a la vuelta de este viaje, Karla llegaría como amante de su padre.
Con esa idea en la cabeza, se sentó en la cama, con un note book en la falda, y empezó a escribir:
Mi nombre es Sofia. En estos momentos mi marido viaja con mi hija Karla, a la que violará. Y yo consentí y ayudé a que esto sucediera.
¿Le explicación de mi actitud? me gusta el sexo incestuoso y este viaje lo inventamos entre los dos para hacer realidad la fantasía de Salvador.
Se preguntarán cómo una madre puede llegar a este extremo. Solo diré en mi defensa que toda mi vida ha sido una larga cadena incestuosa y para mí la relación padre e hija o entre hermanos no presenta nada fuera de lo común. Mi vida sexual empezó con mi padre y continuó con mi hermana. Y ahora mi hija escribirá otro capítulo con su padre.
Para ser precisos, mi vida incestuosa realmente empezó con la muerte de mi abuela, cuando mi madre tenía apenas dieciocho años y Cecilia, su hermana, diecinueve. Solamente conociendo la historia de mi madre podría explicarse mi historia.
Recordando los hechos, me parece que son como una especia de flashes de escenas sucedidas mucho tiempo antes, por lo que me resulta más cómodo describir las diferentes escenas que nos llevaron a lo que ahora estamos viviendo.
La primera escena que imagino es la del funeral de mi abuela.
El Funeral
La tarde en que enterraron a mi abuela era triste, con cielos encapotados y amenazantes. El cortejo se dirigió a la salida del cementerio e iniciaron el ritual de la despedida. Alba, mi madre, mi tía Cecilia y mi padre, todos vestidos de riguroso luto, recibían los pésames de los asistentes y finalmente quedaron solos, bajo el peso de unas ligeras gotas que amenazaban lluvia. En silencio, se encaminaron a casa sin decirse palabra. Solo Cecilia, cuando estaban llegando, le dijo algo al oído a mi padre que Alba no logró captar.
Con aire cansado, sin ánimo de conversar con nadie, mi madre quería estar a solas y rumiar su pena, por lo que se despidió de su padre y de su hermana y se dirigió a su pieza.
Voy a acostarme.
Su hermana y su padre le dijeron que no se preocupara y que durmiera hasta que recuperara el sueño atrasado por las noches en vela de los últimos días de agonía de su madre. Cuando se dirigió a su pieza, ellos se miraron con una mirada cómplice y se sonrieron.
Ya sola en su pieza, de espaldas en la cama, la muchacha se imaginaba la vida de los tres ahora que no estaría su madre, la cabeza del hogar. Y ese pensamiento la inquietaba, no logrando conciliar el sueño. Su padre no había mostrado nunca mayor preocupación por la familia como tal y pensaba que las hermanas quedarían libradas a su suerte ante la impasividad de él por los problemas hogareños. Cecilia tendría que tomar las riendas, ya que era un año mayor que ella. Pero eran solamente diecinueve años y una carga muy pesada para una muchacha que recién se asomaba a la vida. El futuro se presentaba con muy malos augurios para las hermanas.
La inquietud por el sombrío panorama que vislumbraba la embargó y terminó por quitarle el sueño. Después de mucho rato de estar dando vuelta a la situación, sin encontrarle salida, tuvo que rendirse a la evidencia de que no podría dormir. Al cabo de una hora de intentar infructuosamente pegar los ojos, sintió unos ruidos provenientes de la pieza de sus padres. Se corrigió: la pieza de su padre a partir de ahora.
Le extrañó tanto ruido si se suponía que su padre debía estar durmiendo también. Se levantó y se acercó al dormitorio de donde provenían los ruidos y notó que estos eran una mezcla de quejidos, palabras susurradas y ruidos de la cama.
Abrió con cautela la puerta y miró.
La revelación
Otra escena que se me presenta en el recuerdo es la pieza de mi madre, con mi padre y mi hermana revolcándose en la cama en que hacía tan poco tiempo había sido de mi madre.
Los cuerpos a medio desvestir se movían con desesperación, al compás de besos desesperados y quejidos de placer. Las piernas de mi hermana al aire mostraban retazos de blancura de sus muslos en la parte donde terminaban las medias negras que en la calentura de la muchacha habían bajado solamente hasta casi sus rodillas. Las tenía medio levantadas y apoyadas en la espalda de su padre, que se movía con una energía increíble sobre su cuerpo, que parecía perdido bajo el voluminoso cuerpo que bufaba como un toro a cada embestida que daba y que Cecilia aguantaba con una energía impresionante.
Papitooooooen
Toma, toma, asíiiiiii
Ricoooo, siiiiiii
Mijitaaaaa
Alba observaba sin dar crédito a sus ojos; los dos cuerpos, que aún conservaban parte de sus ropas de luto, retorciéndose sobre la cama de su madre, parecían fundidos por la pasión que les dominaba a ambos.
Todas las inquietudes y dudas que alimentaron su mente infantil el último tiempo, especialmente a partir de la enfermedad de su madre, cuando veía a veces a su padre salir furtivamente de la pieza de Cecilia, esas miradas de complicidad entre ambos que sorprendió más de una vez, la manera en que ella se apretaba a él cuando le saludaba o se despedía, la manera de sentarse con las piernas semi abiertas frente a él, lo que le permitía a este que viera el interior de ellas, en fin, todas esas actitudes extrañas entre padre e hija ahora tenían un sentido para Alba. Su padre y su hermana eran amantes desde hacía tiempo. Y ahora, con la muerte de su madre, Cecilia tomaba finalmente posesión de la cama matrimonial, el mismo día en que la habían enterrado. Era como si tuviera apuro por convertirse en la amante oficial de su padre.
Cecilia, con la experiencia adquirida en los meses en que se había entregado a su padre, movía su cuerpo con lujuria, alimentando el morbo incestuoso de el con frases incitadoras que lo envolvían en una espiral de la que no podría escapar. Y de la cual él no quería salir.
Dale, dale, papitooooo
Mijitaaaa
Dale duro a tu niña, papitoooo
Siiiiiiiii, mijitaaaaa
Follame papitoooo, fóllame
Mijitaaaaa
Alba estaba abrumada ante el espectáculo de su padre y su hermana follando sin ninguna culpa ni remordimiento. Las piernas de Cecilia se movían sobre la espalda de su padre, golpeando una y otra vez, como impulsándose para levantar su pelvis y permitir así que la verga paterna se hundiera completamente, hasta el fondo de su vulva incestuosa. No salía de su asombro al ver el frágil cuerpo de su hermana moviéndose con una vitalidad propia de una mujer acostumbrada a estos avatares sexuales. Si apenas tenía diecinueve años y ya se comportaba como una puta en la cama. Y parecía gozarlo, de eso no cabía dudas.
¿Cuánto tiempo que eran amantes? Recapitulando sobre las señales que antes solamente le habían generado dudas y a las cuales que ahora le encontraba sentido, tiene que haber sido desde hacía por lo menos un año. Es decir, su padre empezó a follarse a Cecilia cuando esta tenía más o menos la edad que ella tenía ahora.
Ese pensamiento la inquietó.
La imagen de los cuerpos sudorosos luchando por llegar al clímax era demasiado atrayente y se quedó clavada viéndolos. Sintió que su cuerpo reaccionaba y un calor empezaba a dominarla y el deseo de seguir mirando la dejó pegada al piso, sin poder moverse.
Sabía que no debía ver lo que estaban haciendo su padre y su hermana y que tenía que huir, pero la curiosidad y algo indefinible la mantenía clavada en la puerta de la pieza donde su hermana y su padre se entregan lujuriosamente a un combate incestuoso que a cada instante aumentaba su intensidad.
Sobreponiéndose al deseo de seguir espiando, se alejó en silencio y se refugió en su pieza.
¿Cómo era posible que Cecilia hiciera con su padre lo mismo que él hacía antes con su madre? Se suponía que este tipo de actos no eran naturales, que no podían ser. Pero ahí estaban ambos, felices de fundirse en una relación anti natural.
Y, cosa extraña, sentía que en todo ello había algo que le atraía.