Vida de hotel
En Caracas, la gata encuentra una presa en el hotel.
VIDA DE HOTEL.
Venezuela.1.
Estaba con Pepa en el "yacusi" del hotel. Las dos solas. Nuestros maridos fuera, en reuniones de trabajo. Ella me deseaba y yo lo sabía.
Habíamos llegado a Caracas el domingo, un viaje en avión con escala en Lima. Aprovechamos un viaje de trabajo de mi marido, para tomarnos unas vacaciones sin niño. Sólo teníamos que pagar mi billete y los extras de excursiones que hiciéramos.
Descansamos, cogimos, salimos a cenar, y volvimos a coger. Por la mañana después de desayunar y que Lalo se fuera a sus reuniones, me quedé sola. Di una vuelta por los alrededores del hotel, pero Caracas no es una ciudad para pasear, así que me volví a "disfrutar" de las comodidades hoteleras. He marcado lo de disfrutar, porque a parte de una pileta sólo tenía un gimnasio y un spa. Y no soy aficionada a ninguna de ambas cosas, pero al no tener nada que hacer, me dediqué un poco a la cinta, bicicleta y dorsales para poner en mejor estado mis piernas y pectorales ( léase las tetas). El tabaco tiene sus servidumbres, así que me cansé enseguida, y tras pedir agua caliente para el termo, me instalé en la pileta, bien cubierta de crema, con mi mate al lado, leyendo a Alan Frust en una novela de la guerra mundial.
Sol, natación, sol, así iba echando las horas del día.
Me adormilé, me desperté con la sensación de ser espiada. Me giré y miré a mi alrededor. Una pareja eran mis voyeurs, ahora fui yo la que les estudió. El andaría en los cuarenta pasados, un cuerpo no cuidado, con tripa cervecera, barba, no era feo. A mi siempre me han gustado esas carnes, que indican que sus propietarios saben vivir y dedican tiempo y dinero a los placeres de la gula.
Ella era más joven, un poco mayor que yo, alrededor de los 35. Muy guapa, morena , melena carré, nariz respingona y cuando se levantó para ir al agua, me di cuenta que tenía unas lolas y una cola bien paradas , cubiertas por una biquini negra, que le hacía destacar la belleza de su cuerpo.
Me puse a leer sabiéndome observada, me iba calentando, y decidí dar un pequeño y pudoroso espectáculo. Me levanté, me estiré para que se viera que estoy buena, como dice mi marido, me unté de crema, acariciando mi piel, y me volví a tumbar , boca abajo, soltando el corpiño, haciendo que al levantar el cuerpo para leer, quedaran mis senos, casi enteros, a la vista.
Ellos no perdían detalle, y yo cada minuto más caliente, así que comencé a mover , como si estuviera nerviosa, mi pubis, de modo que el monte de Venus golpeara contra la dura reposera. Aquella mini masturbación me iba poniendo mojada. El sol perdió su fuerza, y yo ardiendo subí a la habitación.
Puse a llenar la bañadera, y me tumbé en ella. Estaba súper cachonda, así que agarré el teléfono de la ducha , busqué una temperatura adecuada, me abrí de piernas, deje el clítoris expuesto y hacia ese punto dirigí el chorro.
Estaba en la gloria, haciéndome una paja acuática, que deseaba larga. Puse más fuerza en el agua, quería que me doliera un poquito el punto sensible. Sentir esa deliciosa sensación de placer y dolor, que a veces nos vuelve locas. Estaba a punto de irme cuando
¡RIIIING, RIIIING!
El teléfono, salí a contestar en el aparato que había en el baño: Mi marido.
"¿ Qué haces? Gatita"
"Ducharme, mi vida"- debió notar algo raro en mi voz, me conoce bien.
"Bueno, cariño, estate preparada para las 8, que nos han invitado a cenar"
Colgué, apenas un par de minutos más y hubiera acabado. Seguía caliente, y con ganas de orgasmar, así que volví a donde lo había dejado. Esta vez era una paja mecánica, había perdido la concentración. Buscaba sólo aliviar una tensión. Tras venirme, me duché , sequé , me embadurné de crema after sun y me preparé para la cena.
Los venezolanos son aficionados al trago duro, ellos y ellas. Para no quedar atrás, bebí algo más de lo que acostumbro, y soy de beber, pero no de pasar del vodka, al vino, y luego al ron. Vamos, que volví al hotel un poco borrachilla, eso sí, digna y sensual. Me había puesto una camisa blanca, que con el calor de la noche y el alcohol, había ido soltando botones y unos pantalones negros, que me marcan la cola. Iba preciosa y seductora. Me he cortado el pelo, y tengo una facha de pajecillo perverso que levanta pasiones. Está mal que lo diga, pero es que es así.
Al bajar del "carro" que nos devolvía al hotel, y ser despedida con unos besos, todo lo lujuriosos que permite la educación, por el cliente de mi marido , entramos en el hotel.
El ascensor paró en el restaurante y allí subieron mis mirones . Nos sorprendieron besándonos, mi marido también iba tocado y desinhibido. Bajaron en el 14, nosotros en el 15.
Apenas en la habitación, Lalo se convirtió en un tigre. Me soltó los pantalones, me bajó la bombacha,y sin desnudarse me lleno de saliva el ano , que penetró sin miramientos. Chillé, al principio me hacía daño, pronto pasé a sentir placer. No duró mucho, su leche me inundó.
Estábamos desnudos en la cama, más tranquilos y limpios. Habíamos ido al baño y tras, él lavarse con esmero su pija, y yo cagar, ( su leche me había servido de lavativa), nos duchamos juntos, apaciguando con mimos esa explosión de placer. La verdad es que me duché al no tener bidet el baño, mucho lujo de bañadera y ducha escocesa, y carencia absoluta de algo imprescindible para una mujer, como es el invento francés para higienizar nuestras partes íntimas. Suele ocurrir en los hoteles con influencia de los gringos.
Mimosona, con mi cabeza en su pecho , le pregunté por cómo había pasado el día. Luego le conté yo el mío. Se río por la interrupción y me recomendó tener cuidado a la hora de salir del hotel. Aunque la zona era segura, le habían recomendado prudencia por los posibles atracos.
Comencé a lamerle el pezón izquierdo, y mi mano bajó acariciando su piel camino de su verga en descanso. Me gusta tocársela, notar su grosor aun cuando esté floja, apretarla suavemente tomando posesión de ella, viendo como reacciona con el pícaro manoseo.
" ¿ No conocía esa faceta tuya gay?. Me has cogido como si fuera un muchachillo. ¿ Te pone perverso mi nuevo look?"
" La verdad es que ahora que lo dices, si he tenido la sensación de follarme a un pajecillo andrógino , será cosa de la edad, y los años que andamos juntos. Anda , sigue tocándome la polla"
Se le ha ido endureciendo, le mordisqueo los pezones sin soltar mi presa. Sé que le gusta la experiencia masoca de mis dientes apretando su carne. Acelero el ritmo, es toda mi mano la que rodea su miembro que responde a la caricia. Me doy cuenta que está en su punto.
Sin soltarla, me arrodillo con una pierna a cada lado de su cuerpo, y bajo hasta que me toca la apertura de mi placer. Juego con su glande contra mis labios y como si fuera un vibrador me acaricio el clítoris. Estoy mojada, lo sitúo como un mástil en el que empalarme y me dejo caer sobre él. Me penetra hasta lo más hondo de mí. Me quedo quieta saboreando el sentirme llena. Empiezo a moverme adelante y atrás.
Mis manos acarician mis senos, tengo los pezones erectos, los aprieto con los dedos.
" ¿ Me ves como un adolescente?. Puto perverso . Soy una yegua, una gata, una tigresa, no lo que buscabas antes"
Mientras lo digo con voz de perra en celo, paso a un arriba abajo rápido y profundo.
Sus manos sustituyen a las mías , me pellizcan las cimas de mis lolas, saca su lado sádico mientras me contesta:
"Eres mi putita, mi gatita, mi yegua. Estás para darme gusto, y lo sabes y lo haces bien, eres un pedazo de zorra"
He vuelto al adelante atrás , quiero que dure, sé que con el polvo anterior y lo que hemos bebido le va a costar correrse y quiero disfrutarlo.
Cuando llegamos al final, estamos agotados de placer. Al bajarme de él y tumbarme a su lado, enseguida quedo dormida.
Me desperté tarde, Lalo ya se había ido dejándome una nota que volvería a las ocho para volver a salir a cenar, con recomendaciones de que me cuidase, y expresiones de cariño perverso.
Bajé al restaurante, ya no había bufet, mejor, pedí un poco de fruta, la venezolana era maravillosa y un "marrón". Una tiene que mantener la línea.
Tras pasar por la habitación para desahogar el cuerpo, me puse un biquini de infarto, blanco, en contraste con el moreno de mi piel, que dejaba poco para la imaginación. Me lo había traído Julia de Río, y era de esos que apenas tapan pezón y el triángulo del sexo, no una tanga, un tangazo.
Me instalé junto a la pileta, con mi libro, mis cigarrillos y mi mate y ví llegar, sola, a mi mirona del día anterior. Era preciosa.
Se tumbó en el camino de mi reposera a las escaleras de la piscina, me di cuenta que seguía espiándome, disimulando sus miradas con la lectura de un HOLA. Tuve esa sensación, que creo tienen los cazadores ante la presa. Buscaba algo y a mí me tocaba averiguarlo.
Dejé que pasara un buen rato, hay que dejar que los ojos se llenen de carne, para que la mente fantasee, me levanté y en tres pasos me acerqué al borde del agua y me sumergí, tirándome de cabeza. Nadé unos cuantos largos, al salir pasé a su lado , y como sin querer, la mojé moviendo la cabeza.
"Perdone que la haya mojado, al intentar quitarme el agua del pelo"- me disculpé.
Estábamos en el "yacusi" , el agua nos golpeaba, sabía todo sobre ella:
Pepa, 35 años, 2 hijos de 15 y13, española, vivía en un pueblo de la Mancha. Su marido, Alfredo de 45, había ido a Caracas a cerrar unas exportaciones de vino. Era su primer viaje a América e iban a aprovechar para tomarse algunos días de vacaciones.
Era una ingenua y fiel ama de casa, pero a mi me estaba volviendo loca. Rezumaba sexualidad, tenía una cara divina, un óvalo perfecto de rostro, con unos labios jugosos, y un cuerpo adorable. El corpiño delataba unos senos poderosos, erguidos peso a la doble maternidad, que se veían elásticos a la caricia.
Había algo más, no me lo había dicho, pero quería conocer cosas nuevas y YO SE LAS IBA A ENSEÑAR.
( continuará)