Vida cuartelera capítulo 10

La polla de Benedé, no era ni larga ni gruesa, era... normalita. Yo me había tragado otras vergas grandes, que apenas me cabían en la boca. Pero ésta era especial. La de un chico inexperto en el sexo que estaba siendo taladrado por una polla larga

Vida cuartelera capítulo 10

Sargento Reboiro

La polla de Benedé, no era ni larga ni gruesa, era... normalita. Yo me había tragado otras vergas grandes,  que apenas me cabían en la boca. Pero ésta era especial. La de un chico inexperto en el sexo que estaba siendo taladrado por una polla larga, la de Armenteros, la misma  que yo había tenido en mi culo unos días antes y que me había hecho gritar de puro éxtasis. Por ello, cuando lo oí gritar al clavársela de golpe en su esfínter, no pude por menos que intentar apaciguarlo llevándome ese trozo de carne a mi boca. Estaba tiesa, palpitante, deseosa de ser engullida por una boca o entrar en algún otro agujero, posiblemente no haría distinción en si fuera de macho, hembra ó animal, con tal de descargar la tensión sexual que sentía al estar siendo taladrado por el ariete del cabo. Por unos instantes observé la cara de puro placer del soldado. Asido a la cuerda de nudos, subía y bajaba incrustándose la polla del cabo en su orto en cada movimiento descendente de su cuerpo. ¡Era él quien se follaba al cabo y no al revés!. Eso fue lo que motivó que mi polla respingara y me indujera a llevarme la del soldado a mi boca.

Sabía a sudor, a orines, a semen reseco. Entonces recordé que su dueño había estado de guardia la noche anterior y no habría tenido ocasión de darse una ducha. Eso me produjo más placer a saborear ese manjar que se mostraba ante mi boca. Me la introduje en la boca abriendo ligeramente los labios. La piel que recubría su prepucio se replegaba al irse metiendo en mi boca y mi lengua lo acarició, dando lametadas por toda su circunferencia. Benedé gemía de puro gusto, aunque no sé si era por mis lamidas o por la polla de Armenteros. A mí, me daba igual cuál fuera el motivo de su placer. Yo sí estaba gozando con esa mamada. Todo mi cuerpo era puro éxtasis. Mi verga, que unos minutos antes había descargado todo mi semen en el culo de Armenteros. comenzó a empinarse, pidiendo guerra.

Mi cabeza subía y bajaba lamiendo la polla del soldado conforme éste subía y bajaba por la polla del cabo. Desconocía el tiempo que Benedé aguantaría la follada. Pero sí me gustaba cómo yo le estaba mamando su verga.

Elevé mi mirada a su cara para contemplar su grado de placer y observé sus ojos fijos en una dirección. Miré en esa misma dirección y encontré a Ramírez y Laguna que, en la puerta que conducía a mi dormitorio, nos contemplaban con expresión de no creerse lo que estaban viendo.

-¿Qué ocurre...? - escuché preguntar a Ramírez. Algo parecido debió preguntar Laguna. No presté atención a su pregunta pues  ambos se quedaron mudos ante lo que estaban viendo.

Yo me saqué de la boca la polla de Benedé. Me molestó mucho que me interrumpieran la mamada, pues estaba disfrutando realmente haciéndola. Recordé que Benedé había gritado como un poseso cuando su culo fue taladrado por la polla de Armenteros. Eso debió de interrumpir fuera lo que fuese que estuviesen haciendo Laguna Y Ramírez.

  • No ocurre nada anormal, soldados.-

  • Verá, mi sargento - respondió Laguna - Es que se escuchó como alguien gritaba,  nos pareció que estaba sucediendo algo anormal y vinimos por si se necesitaba de nuestra ayuda.

  • Ya veo, ya veo, soldado. Su ayuda será muy valiosa - dije en plan jocoso - Dos soldados prestos a socorrer a alguien, acudiendo en su auxilio completamente en pelotas y armados.... ¡con uno de mis consoladores!. ¿Quién les ha dado permiso para hurgar en mis pertenencias?

  • Verá, mi sargento, yo... Es que, Ramírez....- Laguna sólo acertaba a balbucir algunas palabras.

Dejé de prestarles atención y volví a concentrarme en la polla de Benedé. Por el ojo de su capullo salía un babilla que llegaba hasta el vientre de éste La metí de nuevo en mi boca, y proseguí con la mamada. Noté cómo se erguía al contacto de mi lengua. Volvía a estar turgente, caliente, vibrante. Cerré mis labios en torno de su tronco y chupé como si tuviera un polo de fresa en la boca. Tanto Benedé como Armenteros seguían gimiendo y jadeando.  No aguantarían mucho tiempo antes de correrse por lo que aceleré los envites de mi boca en la verga de Benedé llegando a engullirla entera en mi garganta. Benedé se quedó quieto con  sus manos engarfiadas en la cuerda de nudos. Empezó a sufrir como unos espasmos y note cómo mi garganta se llenaba de su leche caliente.

-¡Arggg,  arggg, - repetía una y otra vez y con  cada gemido expulsaba un chorro de lefa que yo me apresuraba a tragar. Cuando terminó de correrse, aproximé mi boca la suya y lo besé, transmitiéndole parte de sus jugos. Nuestras lenguas juguetearon unos momentos hasta que Armenteros  avisó con un "¡me corro, me corro!, ¡Diosssss!". Vi que comenzó a embestir con golpes lentos y profundos las entrañas de Benedé. Al cabo de unos instantes, se quedó inmóvil sobre la mesa.

Benedé se irguió lentamente con ayuda de la cuerda de nudos. La polla del cabo salió de sus entrañas y junto con ella, la lefa que su amante había descargado en su interior.

Con un ademán de mis manos, llamé a los soldados que estaban expectantes en la puerta del dormitorio para que se acercaran.

  • Esto es lo que ha hecho gritar a Benedé, ¿os gustaría probarlo? - les dije

  • Verá, mi sargento....- replicó Ramírez.

  • Eso es lo que quiero, ver cómo os tragáis la lefa del cabo.- y recogiendo la corrida de éste, la fui restregando por los labios de Ramírez y Laguna.

Ambos lamieron la leche de Armenteros y debió gustarles pues su pollas comenzaron a levantarse.

  • ¿Veis como yo tenía razón?. Estáis deseando tragar leche. Así lo manifiestan vuestras vergas - dije sin mirarlos y asiendo cada una de ellas con una mano. En sus caras se leía la lujuria. Comencé a pajearlas lentamente. Mis manos notaban el calor que sus vergas desprendían, cómo se iban levantando y endureciendo. El tener los troncos en las palmas de mis manos  facilitaba que con mis dedos meñiques acariciara suavemente el frenillo al descapullar la polla correspondiente.

  • ¡Ah, mi sargento! - decía Ramírez. y se relamía los labios de puro gusto.

Laguna, sólo emitía pequeños suspiros y no cesaba de amasar mi dildo que aún conservaba en sus manos. Se lo quité, paré de pajearle e hice que se diera la vuelta quedando su culo al alcance de mis manos. Tomé el dildo y lo fui restregando a todo lo largo de su raja. Él se puso en pompa para mejorar el roce del mismo en su agujero.

  • Sí, mi sargento, siga, no pare, ¡Diossss! - y comenzó a pajearse.

  • Quieres tener de nuevo  este aparatito en el culo, ¿no?.

-  Quien lo ha disfrutado, ha sido Ramírez. Yo lo iba a probar cuando hemos escuchado el grito y vinimos hacia  acá y, sí, me gustaría tenerlo dentro y que me folle aunque no me preñe.

  • Vale, vale. Vas a tener tu recompensa. Ve hacia el dormitorio  - le dije. - Id vosotros tres también, seguro que os gustará el regalo que le voy a hacer a... ¿tu nombre?.

  • Emilio, mi sargento.

  • Vale, Emilio. Espero que disfrutes aún más que sólo teniendo ese consolador en el culo por muy grande que sea.

Los cuatro se encaminaron al dormitorio.  Yo saqué del cajón de la mesa un nuevo vibrador. Era del tamaño de un bolígrafo, en su envase indicaba que medía 8 mm. de diámetro y 150 mm. de largo. Estaba confeccionado de látex y su superficie era un tanto rugosa. Un extremo era redondeado para facilitar la entrada donde se fuera a introducir. Del otro, salía un cable que finalizaba en un compartimento donde se alojaban las pilas para su funcionamiento. Al accionar el interruptor, el consolador vibraba y su "cuerpo" se encogía y alargaba como si de un gusano procesionaria se tratara.

Cuando llegué al dormitorio, los cuatro jóvenes estaban expectantes. En sus caras vi cierta decepción cuando compararon las dimensiones de los dos aparatos.

Hice que Emilio se tumbara de espaldas en la cama, la almohada bajo los riñones, las piernas flexionadas con y las plantas de los pies en el colchón. Los otros tres muchachos rodearon la cama no perdiendo detalle de lo que sucedería. Yo me situé a los pies de Laguna, de rodillas en la cama. Tenía ante mí su culo. -¿Dispuesto, chico? - le pregunté y, sin esperar su respuesta, ensalivé mi una de mis manos y comencé a  restregarla por su ojete haciendo pequeños círculos por su anillo. Apunté un dedo al esfínter y entró sin dificultad por lo que introduje un segundo dedo. Emilio estaba dilatado así es que, sin más dilación coloqué el dildo grande en su ojete y lo empujé hacia el interior de sus entrañas.

-¡Ah, duele! - dijo éste arqueando el cuerpo, cuando notó cómo la punta el ariete se enterraba en su intestino.

No empujé más ese dildo en el esfínter de Laguna. Esperé unos segundos a que se recuperara del pequeño dolor. Mientras, tomé el "gusano" mecánico, me lo metí en la boca  y lo ensalivé. Luego, asiendo la polla del soldado, que se había aflojado un poco al sentir el dolor de la penetración del falo del látex, se lo fui introduciendo lentamente por su verga como si se tratara de una sonda quirúrgica hasta que solo quedaron fuera de ella los cables eléctricos.

En los ojos de los cuatro chicos se reflejó la sorpresa ante esta forma de estimulación.

  • ¡Hostias, mi sargento, ésto no me lo esperaba!. - Entonces, accioné el interruptor y el pequeño consolador comenzó a "gusanear" dentro de la polla de Laguna. -Y esto..., ¡menos!- replicó comenzando a dar pequeños gemidos.

Su verga comenzó a agrandarse y  palpitar al compás de los movimientos del "gusano". Entonces escupí en el tronco del consolador que ya estaba alojado en el culo de este soldado y se lo seguí metiendo poco a poco.

Los jadeos de Laguna se hacían cada vez más rápidos y profundos, lo que provocó que los mirones de alrededor de la cama comenzaran a pajearse.    - ¡Dios, qué gustazo, Diossss!  no cesaba de gemir. Ramírez, estaba como hipnotizado ante este espectáculo y se abalanzó sobre la pija de su compañero para engullirla.

Ramírez

La escena que estaba viendo provocó que mi libido se exacerbara y, no aguantando más, me encaramé a la cama arrodillándome con la cabeza de Emilio entre mis piernas. Me eché sobre él y engullí de un solo empellón su verga en mi boca. Hasta mis labios llegaban  los "latidos" del pequeño consolador. Las paredes de mi cavidad bucal notaban las vibraciones y cómo la polla de mi amante se henchía. Apreté mis labios en su tronco y los fui subiendo y bajando por él. Mis dientes hacían de barrera al tropezar con su glande e impedían que la verga se saliera de mi boca. Entonces, con la punta de mi lengua, acariciaba el frenillo. Los gemidos de Emilio aumentaban con esas caricias. Dejaba de aprisionar ese capullo con mis dientes, lo succionaba y me sacaba rápidamente la verga de mi boca lo que generaba un sonido como el de descorche una botella.

Llevaba un buen rato haciéndole esta mamada a mi novio cuando noté que el vibrador que él tenía insertado en el culo comenzó a rotar en su interior. Emilio arqueó su espalda ante tanto goce y yo imprimí más rapidez a mi comida de su polla. Entonces fue cuando sentí los lametones en mi polla.

Laguna

Estaba gozando como nunca pensé que disfrutaría. El pequeño consolador insertado en mi polla provocaba en ella una sensación rara como un cosquilleo interior muy placentero. Era como tener una procesionaria del pino dentro de mi verga. Cuando era pequeño, con 12 o trece años, me tuvieron que sondar por haber sufrido una infección de orina. En aquella ocasión, me excité con el roce del tubo en las paredes interiores de, por aquel entonces mi pollita, y me dio vergüenza ver cómo se me empinaba en las manos de la enfermera y que ésta se sonriera al ver mi erección, pero ahora, era diferente. Realmente sentía verdadero placer el tener ese artilugio frotando mi vega por su interior. El dildo incrustado en mi recto, vibrando, siendo movido por el sargento dentro y fuera de mi culo lograba que yo estuviera casi en éxtasis. Para colmo, cuando Antonio comenzó a comerme la polla creí delirar de puro gusto. Hasta entonces, había permanecido con  los ojos cerrados concentrado en el placer que estaba recibiendo. Creí que había alcanzado el culmen del placer pero estaba muy equivocado pues éste aumentó cuando el ariete que empalaba mi culo comenzó a girar en su interior.

¡Diooooos!, el placer era inmenso, cerré con más fuerza mis párpados para asimilar tanto gusto, abrí la boca y comencé a jadear, lanzando grandes gemidos y continuos "sí, sí, ahhhh" para aseverar el gusto que estaba recibiendo. En un momento abrí los ojos y me encontré la polla de Antonio a la altura de mi boca. Sin pensarlo, comencé a lamerle el capullo. Éste rezumaba precum y debía de haber estado así bastante tiempo pues en mi pecho había un pequeño charquito. La postura en la que me encontraba me estaba resultando un poco cansada por lo que me giré sobre mi costado izquierdo, elevé mi pierna derecha hacia la cara del sargento y empujé a Antonio para que se tumbara mi lado. Así quedamos ambos en una cómoda postura, haciéndonos un placentero 69,

Armenteros

Nunca había visto un dildito como el que Laguna tenía alojado en su polla. Cómo me gustaría tenerlo dentro de la mía y poder experimentar el gusto que seguro estaba gozando ahora Emilio pues todo su cuerpo así lo expresaba. Desde mi posición junto a la cama, podía escuchar el sonido de las vibraciones de ambos aparatos, así como los de los chupeteos que los amantes se estaban prodigando. Mi polla hacía rato que estaba mirando al techo y yo comencé a pajearme con los ojos fijos en el espectáculo que se ofrecía ante mis ojos.

Miré al sargento. Su lengua no cesaba de pasearse por sus labios. El cabrón estaba ensimismado y  también gozando por el placer al que estaba sometiendo a Laguna. Su polla lo demostraba pues estaba tiesa como un garrote y en la punta de su capullo brillaban gotas de precum. Sin encomendarme ni a Dios ni al diablo, me situé a su  espalda, me así a sus  caderas  y le restregué mi falo por su raja. No hicieron falta más insinuaciones pues Reboiro aceptó mis caricias, echó su culo hacia atrás y comenzó a subir y bajar sus nalgas por todo el tronco de mi verga, desde la punta hasta mis huevos. Le abrí los cachetes y escupí en su raja. Introduje uno  de mis dedos en su ano y lo hice rotar en su interior. El sargento volteó su cabeza y buscó mi boca con la suya. Nos fundimos en un beso largo, húmedo. Nuestras lenguas juguetearon un rato intercambiando nuestras salivas.

-Quiero que me folles, cabo, que me metas tu larga polla en mis tripas y me preñes con tu leche - me dijo cuando separó sus labios de los míos.

No hizo falta que me repitiera la orden. Le abrí los cachetes, apunté la cabeza de mi verga en su orto y se la fui metiendo lentamente. Quería que fuera sintiendo cómo entraba mi ariete en sus entrañas. Cuando mi pubis rozó su culo, empecé un mete y saca reposado. Deseaba que la follada al sargento fuera lo más larga posible, no quería correrme pronto. No obstante, los deseos del sargento eran otros pues empezó a mover su culo adelante y atrás.

-¿Qué pasa, cabo, es que no tienes bríos para follarme, tendré que buscarme a otro?

No le repliqué. Simplemente, aumenté un poco el ritmo de mis embestidas. Le sacaba del todo la polla para metérsela inmediatamente de golpe, hasta que mis huevos comenzaron a sentir cierto malestar por los golpes que yo mismo me prodigaba con el culo de Reboiro. Entonces comencé un movimiento frenético de embestidas rápidas sin sacar ya la polla de ese culo tragón.

  • ¿Es así, mi sargento, es así  como quiere que le folle?. ¿Eh, maricón? -  El sargento no decía nada, arqueaba su espalda y con sus manos se aferraba a mis cachetes como queriendo que mi verga no se saliera de sus entrañas.

  • Sí, no pares, fóllame, más, más. Quiero que me preñes, que llenes todas mis tripas con tu leche, cabrón.

En ese momento, el tándem que formaban Laguna y Ramírez, se volteó de lado sobre el colchón. El sargento seguía metiendo y sacando el dildo en el culo de Laguna, pero ante la nueva posición de la pareja, también modificó la suya. Sin sacar mi polla de su culo ni el dildo del de Laguna, se incorporó a los pies de la cama. Comenzó a chupar el pie derecho de Emilio, pasando la lengua entre los dedos de éste a la vez que se agachaba ligeramente facilitando que mi polla se incrustara todavía más en su culo. Así, comencé a follarlo salvajemente, aumentando el ritmo de mis penetraciones.

Benedé

Todo lo que estaba contemplando superaba en mucho lo que había visto en alguna de las películas porno que había visionado. A lo sumo, un trío en el que el pasivo, era follado por la boca y el culo a la vez. Pero ésto que ahora veía  superaba con creces las sesiones de video que había tenido. Mi polla estaba a explotar de lo dura y tiesa que la tenía. Me la empecé a sobar pero el placer que yo me daba no era suficiente así es que me situé detrás de Armenteros, me abracé a él pegando mi pecho y pelvis a su espalda. Mis manos comenzaron a acariciar sus pectorales, mis dedos pellizcaban sus tetillas y con un juego de mi pelvis acariciaba su culo con mi s huevos y tiesa polla.

Armenteros giró su cara sonriente hacia mí. Aplicó sus labios a los míos aunque éstos no permanecían mucho tiempo juntos ya que lo impedía los movimientos propios de la follada al sargento. Ese beso lo consideré como un permiso para que me lo follara y eso hice. Me cogí la polla y se la puse a la entrada de su culo. Aunque por la punta asomaban algunas gotas de precum, no lubricaban suficiente mi capullo para entrar en el ojete del cabo.

Me agaché teniendo el culo de Armenteros a la altura de mi boca, afilé la punta de mi lengua y se la apliqué a su ojete. ¡Hummm me supo a gloria!. Nunca había lamido el culo de nadie, ni a chica y menos a un chico. Así la metí varias veces notando cómo el anillo se abría y cerraba con las embestidas de mi lengua.  Luego recorrí con mi lengua toda ensalivada el ano, su perineo, llegando hasta el nacimiento de los huevos, haciendo ese camino varias veces.

Mi verga seguía turgente y pidiendo entrar en acción así es que me incorporé y la dispuse a la entrada de la "cueva" del cabo y empujé. Ahora entró sin encontrar ninguna resistencia.

¡Diossss, qué gusto experimenté!. Era la primera vez que mi polla taladraba a alguien. Hasta hoy yo era virgen. Unos momentos antes había conocido lo que era tener una verga ¡y qué verga! en mi culo y ahora, era la mía la que notaba cómo era aprisionada por las paredes de los intestinos de un hombre. El placer que yo alcanzaba con mis pajas no era nada en comparación con todo lo que estaba viviendo.

Empecé a culear a Armenteros a mi propio ritmo, pero pronto me acoplé al de la follada que éste le estaba prodigando al sargento, así evitaba que mi polla se saliese del culo del cabo y tuviera que estar a cada momento apuntándola a su culo.

Hasta mis oídos llegaban varios sonidos: el de los chupeteos de Laguna y Ramírez, los jadeos del sargento y sus palabras a Armenteros diciéndole ¡más, cabo, más! así, cabo. sííííi! cuando éste arreciaba en sus embestidas, el de los huevos  ¡chof, chof, chof  del furriel golpeteando las nalgas del sargento y el de los míos chocando con el culo del cabo.

Al cabo de unos minutos vi separarse la pareja Laguna y Ramírez. Laguna se puso de espaldas en el colchón y Ramírez de rodillas a su costado. De la verga de Emilio comenzó a salir algo de leche. -Me corro, me corro - anunció.  Entonces Antonio comenzó a pajearse y le sacó el "gusano" lo que hizo que aquél expulsara largos trallazos de lefa que llegaron hasta la cara de Ramírez y la del sargento. Laguna se terminó de ordeñar pajeándose hasta que no quedó ni una gota de leche dentro de sus huevos que se derramó sobre su vientre. Lamió de su mano derecha parte de sus jugos y se la pasó a la boca de Ramírez.

Éste saboreó la leche de su pareja y terminando la paja que había comenzado al cambiar de postura acercó su polla a la cara de Emilio y se descargó en ella. Chorros de semen quedaron adheridos a sus párpados, nariz y labios. Antonio aplicó sus labios a éstos y ambos saborearon conjuntamente sus jugos. Al acabar el beso, Ramírez se tendió en la cama al lado de su amante, dando a sus cuerpos un rato de descanso.

Creo que estas dos corridas facilitaron que el sargento comenzara a resoplar. Se cogió la polla con ambas manos y comenzó  a meneársela con frenesí. Armenteros paró de follárselo, aunque yo seguí follando al cabo asido a sus caderas.

  • ¡Me corro, sí, me corro! anunció entre espasmos y de su pija comenzó a salir lefa a borbotones que llegaron a los cuerpos de Laguna y Ramírez así como a algunas zonas del colchón e incluso al suelo. ¡Yo nunca había visto salir tanta leche de una polla!.

Noté cómo iba a alcanzar el orgasmo. Yo quería dejar mi lefa en el culo del cabo pero éste con un golpe de caderas se sacó mi polla de su culo, se situó a mi lado y la tomó con su mano izquierda comenzando a pajeármela.

Yo así la suya con mi mano derecha y también empecé a meneársela. ¡quién iba a pensar que en un día experimentaría todas estas cosas: ser sodomizado, follar a un tío, mamar una verga, que un tío me pajeara y yo menear la polla de otro tío.

No aguanté mucho con la paja que me estaba prodigando Armenteros. Para no ser menos que mis compañeros me acerqué a la cama y apunté mi polla a los cuerpos de los que reposaban en ella. No solté tanta lefa como el sargento, pero fueron cuatro chorros potentes, más que en mis corridas en solitario, que fueron a caer en el vientre de Laguna. En cada trallazo de mi pija Armenteros apretaba su tronco, creo que me enseñó que así, la leche salía con más brío y llegaba más lejos. ¡Cuánto estoy aprendiendo hoy!.

Armenteros se limpió de su mano los restos de mi leche llevándola primero a su boca y luego a la mía. - Acelera el ritmo, Benedé - me pidió-suplicó entre jadeos - Me arrodillé a su lado, cogí con mi mano izquierda sus huevos, cerré con más fuerza mi nano sobre su verga y aumenté la velocidad del masaje de mi mano derecha sobre su tronco. Instantes después. noté cómo su polla se hinchaba más y comenzaba a derramar su zumo, que en abundancia fue a parar también sobre los cuerpos de mis acostados compañeros.

Éstos, comenzaron a reír viéndose duchados con tanta cantidad de lefa. El sargento, Armenteros y yo nos contagiamos de sus risas y, como si obedeciéramos una orden, al unísono nos abalanzamos sobre ellos para limpiarlos con nuestras lenguas.

NOTA DEL AUTOR

Mi agradecimiento a todos los lectores y especialmente a los que han comentado los relatos. Ellos me han ayudado a intentar mejorar tanto mi narrativa como imaginación. Repito, mil gracias a todos.