Vida animal (6 - Final)
La humillación y la vergüenza total, al tener que caminar enganchadas de un carro como simples bestias, desnudas, encadenadas, a latigazos. La mente hundida cada vez que se miraban el pecho marcado con las iniciales en arabesco.
--VIDA ANIMAL 6--
Hacia ya casi 3 años que formaban parte del negocio de Joaquin, D. Joaquín de un tiempo a esta parte. A pesar del paso del tiempo no olvidaban los duros comienzos. La tarde que fueron marcadas quedo tan incrustada en su carne como en su mente. La piel fue chamuscada para que no se borrase nunca, y su resistencia fue también definitivamente abrasada, para que entendiesen cual era su posición y el sitio que tenían en la isla. Habían sido marcadas como lo que eran, son y serán siempre: Simples animales de carga propiedad de D.Joaquín. Desde aquel momento en que el hierro al rojo chamusca la carne, la mente entiende que la degradación a la condición de bestia es definitiva y total.
Al principio fue muy duro. El trabajo era agotador, llegando algunos dias a exprimir la última gota de sudor en el esfuerzo. La humillación y la vergüenza total, al tener que caminar enganchadas de un carro como simples bestias, desnudas, encadenadas, a latigazos. La mente hundida cada vez que se miraban el pecho marcado con las iniciales en arabesco de FGF (Familia Gander Fuintur) y justo encima y pegado a el, su nombre de animal, la forma en que se dirigían a ellas cada vez que requerían su atención. No eran ni siquiera un número, era Puta, o Guarra, o Salida, para mayor degradación.
Y eran jóvenes, fuertes, atractivas, muy atractivas, y sin embargo su vida sexual estaba totalmente retenida y coartada para conseguir un mayor rendimiento. Su amo se creía-y con el tiempo llego a serlo- un experto en la materia, y leía cualquier cosa que se publicaba sobre el tema. Según afirmaba, los animales rendían más en estado de excitación, cuando tenían el coño hinchado y los jugos vaginales chorreaban por las piernas, y se volvían holgazanes cuando estaban satisfechos sexualmente.
Las cosas habían cambiado desde luego en todo este tiempo. Se notaba la mano de una mujer dirigiendo la empresa. Desde hacia dos años el reparto se realizaba en carros mas grandes tirados por dos bestias, y la tercera iba enganchada detrás de reserva. No se paraba, y la jornada era continua de 9 de la mañana a 10 de la noche. Se trabajaba al trote, no caminando, con lo que se repartía casi un tercio más rápido. Aquí el problema lo dieron las bestias; las de tiro se agotaban y la de reserva no seguía el ritmo de trote y retrasaba a las otras. La nueva gerente, así le gustaba que la llamaran, se enfado bastante y en un solo día que hizo ella misma el reparto, soluciono el problema. Para empezar cambio el latigo habitual por otro que también ella misma se encargo de comprar. Era del mismo tamaño y peso, a la vista casi no tenia diferencias. Solo los animales notaban al contacto como a todo lo largo del latigo unos diminutos cristales al chocar con la piel se incrustaban y liberaban una sustancia urticante, que hacia reaccionar a la piel de forma tan violenta que si bien no llegaba a sangrar, si resultaba tan doloroso como una quemadura.
La mañana que se estreno fue como siempre, los animales empezaron al trote, pero poco antes de darles el pienso, sobre las 12, ya comenzaban a resoplar y descendía este ritmo de trote. El primer latigazo cayó sobre el culo de Puta, que instintivamente encogió los glúteos, y dio un grito que solo el bozal amortiguo. Cuando el segundo impacto callo sobre la espalda de Salida, esta se convulsiono violentamente. Las dos miraron al repartidor que iba subido al carro y entendieron perfectamente que aquello seria insoportable si no conseguían lo que aquel hombre quería. El ritmo de trote no volvió a descender. Y no fue necesario el uso de este latigo más de 4 o 5 veces por semana. En cuanto al problema del animal de reserva, la nueva jefa lo arreglo a los diez minutos de empezar el reparto. Vio rápidamente que el animal se retrasaba porque iba enganchada con la cadena del cuello, y dejaba esta en algunas ocasiones tirante para que le ayudase a caminar. Se bajo, y cogiendo otra cadena más fina que iba en el carro, la engancho donde iba la del cuello y las anillas del clítoris del animal.
-Veras como ahora no te retrasas si no quieres perder tu preciosos coño.
Efectivamente el animal que iba de repuesto nunca más dejo que la cadena que enganchaba su cuello con el carro quedase tirante, sobre todo porque otra cadena más pequeña y más corta enganchaba su clítoris con el mismo carro.
La fábrica había pasado de tener 8 empleados, a más de 31. Y el privilegio de disfrutar un rato de los animales, que D. Joaquin había establecido como un premio, su hija lo transformó en una obligación. Tenían una cuota mínima que cumplir, y que daba derecho al disfrute de los animales, pero el que no cumplía esa cuota de productividad, iba a la calle.
También habían cambiado las formas, a la jefa le parecía algo indigno tener que hacerlo en el mismo establo, así que acondicionó unas pequeñas habitaciones cuando se amplio la fabrica, donde disfrutaban los empleados mas limpieza y comodidad.
Cada animal, nada más llega del reparto era aseado e introducido en una de estas habitaciones. Una vez satisfechas las necesidades de los empleados, volvían al establo para pasar la noche.
Esta hubiera sido su vida hasta el desgaste definitivo, pare el que quedaban todavía varios años, si no hubiese ocurrido algo relativamente habitual, pero que nadie puede imaginar le va tocar.
Seguramente todo estaba planeado desde hacia tiempo ya que tal como fueron los hechos, no cabía nada para la improvisación.
Un Martes normal de trabajo, cuando todavía no eran las 2 de la tarde, y en una de las paradas para surtir a un cliente habitual, nada más entrar el repartidor al bar del cliente, de la parte de la cabina de un furgón pequeño que ha parado justo al lado del carro bajan tres hombres. En menos de 1 minuto dos de ellos desenganchan los arneses del carro, mientras el tercero con un soplete corta las cadenas que sujetaban a los animales de tiro a la pared del bar y al de repuesto al carro. Abran la parte trasera del furgón, y cogiendo en peso entre dos a cada una de las esclavas las vas introduciendo tumbadas en el suelo del vehiculo. Uno de ellos entra en la parte de atrás, y los otros dos delante. Arrancan a toda prisa y dejan el pueblo. Nadie pasaba en ese momento por la calle, y cuando media hora después sale el repartidor, solo puede llamar a la policía para denunciar el robo y testificar que no ha visto nada, que no tiene testigos, y que supone está despedido.
Las esclavas no han reaccionado, primero por la sorpresa y rapidez de la actuación, y segundo porque en sus condiciones, encadenadas de pies y manos y con la boca tapada por un bozal, difícilmente podrían hacer algo.
Cuando se encuentran en el furgón y ven detenidamente al joven que las acompaña comprenden por fin que aquello es sencillamente un robo, y el material robado son precisamente ellas.
El viaje dura aproximadamente una hora por carreteras bastante mal conservadas, y cuando el furgón se para y se abren las puertas está dentro de un almacén recién construido, en uno de cuyo extremos unas habitaciones llaman la atención. Hacia allí son llevadas, cogidas por los hombros y las piernas entre dos hombres, para no perder tiempo, e introducidas en unas habitaciones totalmente blancas e inmaculadas, asépticas. Aquí son depositadas en unas camillas azules. Cuando segundos después entran tres hombres con batas verdes, mascarillas, y uno de ellos con una jeringa en la mano, comprenden que están en un quirófano.
La recuperación de la conciencia es lenta, y se van asimilando las realidades que se habían escapado de forma artificial. Están las tres en una misma habitación bien iluminada acostadas en una cómoda cama y enchufadas a un gotero del que va saliendo suero y entrando a trabes de una cánula al brazo izquierdo. ¿El brazo? La segunda sensación es rara, hacia años que no la sentían. Los brazos y piernas están sueltos. Y el collar de metal. No están encadenadas. Nada restringe sus movimientos. Solo esa modorra que apenas les permite tener abiertos los ojos, y de la que se van recuperando poco a poco. ¿Qué ha podido pasar? Están medio dormidas, pero acostadas en una cama, no están encadenadas, y les han puesto suero. Después de 3 horas de somnolencia parece que están ya recuperadas, solo sienten un intenso dolor en los vendajes que tienen en el pecho y el glúteo. Entonces una nueva sorpresa. Un hombre con bata entra y les pone en el gotero otro líquido. En unos segundos el dolor desaparece. Aquella noche el mismo hombre les sirvió en una bandeja una cena que a ellas les supo como el mejor manjar del mundo. El único problema fue el uso de los cubiertos. Les dolían los hombros y las articulaciones, y el uso de las manos fue difícil después de años sin utilizarlas. Aquellos simples espárragos cocidos con una sopa ligera, el pollo asado, y el yogur final les pareció un autentico placer para el paladar.
Otra sensación nueva fue la de poder andar de forma natural. No tenían cadenas en los pies. Y poder hacer sus necesidades en privado, dentro del pequeño cuarto de baño que había en la habitación.
Al día siguiente, después de un profundo y agradable sueño, otro hombre entro, y amablemente les retiro los vendajes. En donde una vez tuvieron una marca hecha al fuego, ahora tenían un trozo de piel injertado de la planta del pie, ya casi invisible.
A los dos dias de estar en aquella habitación entro una mujer con traje, gafas y una edad indeterminada, pero más de sesenta en cualquier caso, y con un maquillaje y un humor de bastante mal gusto. Se sentó en el único sillón que había, y las tres pacientes, que acababan de desayunar, se apoyaron en la cama esperando sus palabras.
- Me llamo Mariíta. Vosotras me llamareis desde este momento Señora. Como veis se os ha liberado de todo tipo de cadenas y restricciones. De hecho esa puerta nunca ha estado echada. Me resulta curioso, y al mismo tiempo agradable, vuestra docilidad. No habéis intentado siquiera abrirla. Bien. Como veis también hemos eliminado las marcas, esas horribles y antiestéticas marcas que traíais. Lo primero que habéis de saber es que hemos hecho algunas modificaciones en vuestro cuerpo, pequeñas desde luego, pero importantes. A ti por ejemplo te hemos arreglado algunos dientes que tenias algo desencajados, por eso te ha dolido un poco la boca estos dias. Y a ti te hemos aumentado solo un poco el pecho y al mismo tiempo se ha corregido una ligera flaccidez en la mama derecha. O a ti, te hemos cambiado el tabique nasal y se ha reducido un poco. Pero la más importante, es que lleváis insertado debajo de la vejiga, justo al lado del clítoris, un pequeñísimo chip conectado a las terminaciones nerviosas de vuestro sexo. ¿Veis este aparatito que tengo en la mano? Es un mando a distancia que funciona por satélite. Y esta conectado al chip que vosotras lleváis en el coño. Desde cualquier parte del mundo quien tenga este chip decidirá si sentiréis placer, o picor, o ardor, o ansiedad, o sencillamente tanto dolor que deseareis estar muertas.
Ahora pertenecéis a una empresa internacional que fundamentalmente se encarga de cubrir pedidos de hombres o corporaciones muy ricas y poderosas. Vuestro cuerpo es en este momento prácticamente perfecto, y vuestra mente creemos que también para nuestros intereses. Portaros como os corresponde y todo ira bien, hacer lo que en estos momentos estoy observando, y os aseguro que será muy duro.¡¡ Cuando yo este en vuestra presencia nunca, repito nunca, permanezcáis sentadas como estáis ahora!!
Cuando la mujer apretó dos teclas del pequeño artilugio que tenia en la mano, las tres esclavas cayeron al suelo de forma fulminante, como si les hubiesen cortado las piernas. Sus ojos en blanco, y la boca intentando inhalar el aire que les faltaba, sin poder controlar ningún movimiento del cuerpo, indicaban claramente que aquello tenia que ser algo realmente diabólico.
Solo duro unos segundos, apenas 3 o 4, pero cuando pudieron incorporarse, y consiguieron mantenerse de pie frente a la señora, comprendieron que aquel aparatito les podía producir más dolor en unos segundos que toda una vida de latigazos. Las tres se pusieron de pie, manteniendo el equilibrio frente a la mujer, y siguiendo escuchado sus palabras.
-Como veis no necesito ni cadenas ni látigos para castigaros. Esa postura que tenéis ahora ya es más correcta. Dentro de dos dias nos vamos a Berlín. Allí tenemos que entregar un pedido. Se trata de un cliente muy importante, y espero que alguna de vosotras cubra sus expectativas. Tenéis por tanto dos dias para aprender a vestiros, comer, beber, andar, hablar y follar como autenticas señoritas. Pero, y esto es lo mas importante, nunca olvidéis lo que sois.
Nota del autor:
Aquí termina la historia "VIDA ANIMAL" y empieza otra titulada "ESCLAVAS DE LUJO". Cuando estén preparados y pulidos los capítulos de esta nueva aventura los iremos publicando.
Al mismo tiempo quiero señalar que tengo varias historias sobre Ponygirls. (La vida sigue dentro y fuera de la isla) Entiendo que no son de lectura mayoritaria, pero si a alguien le gusta el tema y le parece interesante (y puedo asegurar que lo son), solo tiene que señalarlo en los comentarios, y los enviamos también para publicar. Gracias