Vida animal (5)

Cuando entraron Justino y Javier, tampoco se sorprendió. Les gustaba hacerlo juntos. Era fácil y sin complicaciones, uno por el culo y otro por el coño. . Terminaba sonriendo cuando se corría y veía los ojos en blanco y los espasmos de impotencia de la esclava. Savia perfectamente que ella no podía correrse.

VIDA ANIMAL 5

Aquella noche, como casi todas las noches, una vez terminado su trabajo, se ocupo de satisfacer a los empleados del patrón. No siempre acudían todos, y en concreto en ese momento, 5 hombrees esperaban sentados tranquilamente a las puertas de la fabrica. El patrón entro, amarro su animal en el establo, le quito el bozal, y le hecho de comer. A continuación se dirigió al interior de su fabrica, donde comprobó meticulosamente que sus empleados cumplían el pacto que habían hecho 7 meses antes, y por el cual, si doblaban la producción, tenían derecho a usar al animal de tiro de su jefe.

Todo estaba perfecto. Sus previsiones eran acertadas. En poco más de medio año había conseguido casi doblar la producción, y los clientes no paraban de crecer. De hecho ya se había acercado a la oficina de desempleados para contratar a 4 operarios más, y quedado para el Viernes con un granjero. Si la oferta era buena, le compraría dos animales que ayudasen al que ya tenia.

Mientras el amo hacia las comprobaciones de rigor, la esclava se apresuro a beber y comer todo lo que encontró en su establo. Siempre llegaba sedienta y agotada. Sin embargo sabía bien que todavía le quedaba un último trabajo. Ya se había acostumbrado a muchas cosas, por ejemplo conocía a la perfección los gustos de los ocho empleados, y casi siempre acertaba para hacerles que les resultase agradable y corto su paso por el establo. El primero que entro aquella noche fue Julián, el técnico de electricidad y encargado del mantenimiento de las maquinas en general. Le gustaba que le hiciese una rápida mamada, para fallársela después por el culo. No le duro ni 10 minutos. Entro entonces Jaime, o Jaime como le llamaban todos, el encargado en quien el patrón confiaba. Ya sabía la esclava lo que le esperaba. Doblo la espalda y saco el culo todo lo que pudo. Los latigazos de D. Jaime no eran nada comparados con los que recibía a lo largo del día, así que tampoco le martirizaban demasiado. Siempre sobre los 20 azotes tenia que darse la vuelta para que la penetrara, y casi siempre también tenia que lamerle los testículos para que pudiera correrse aquel sesentón. Cuando entraron Justino y Javier, tampoco se sorprendió. Les gustaba hacerlo juntos. Era fácil y sin complicaciones, uno por el culo y otro por el coño. Estaban tan bien compenetrados que se corrían al mismo tiempo. Terminó Justino, otro peón joven y nuevo en la fábrica. A este si que le temía la esclava. Era joven, fuerte, resistente, y tremendamente atractivo. Le gustaba empezar lamiéndole los anillados pezones. Se desplazaba entonces lentamente con su lengua hasta su clítoris, donde se recreaba quitándole con una suavidad infinita las campanillas, lamiéndole entonces los hinchados y chorreantes labios vaginales. Y no tenia prisa, se recreaba observando y saboreando los espasmos de la hembra. La penetraba entonces con una maestría seguramente impropia de su edad. Por lo demás su pene era enorme, y grande, y tieso, siempre tieso. Terminaba sonriendo cuando se corría y veía los ojos en blanco y los espasmos de impotencia de la esclava. Savia perfectamente que ella no podía correrse. De hecho lo primero que hacia el patrón en cuanto los empleados se iban y cerraba la puerta, era pasar por el establo, observar detenidamente a su animal, comprobar con sus dedos la lubricación del coño de la bestia, y olerlo finalmente. Nunca se equivocaba. Sabía perfectamente si su animal se había corrido o no, y si lo había hecho era capaz también de adivinar el lugar y la hora exacta. Solo le ocurrió un par de veces, involuntariamente por supuesto, y ambas fueron terribles. Una fue a los dos meses más o menos. Estaban repartiendo una mañana, y su amo entró a un bar a dejar un pedido. Era un día de mucho calor, y salió al momento con un cuenco lleno de agua. Lo deposito a su lado y volvió a entrar. Ella se arrodillo, inclino la cabeza y se puso a beber con todas sus ganas. No vio llegar a dos hombres jóvenes y con trajes desaliñados, que seguramente se recogían de alguna fiesta. Cuando pasaron por la acera y vieron a la esclava arrodillada bebiendo agua, se acercaron y primero con bromas y después más envalentonados, no tuvieron otra ocurrencia que coger un palo largo, y encajar un enorme consolador que traían de su fiesta. La situación de la esclava no era muy airosa. Por un lado no se atrevía a moverse por miedo a contrariar a aquellos jóvenes, y por otro temía lo que finalmente ocurrió. Decidió estarse quieta y aguantar hasta que no pudo más. Hacia más de tres meses que no tenía un orgasmo, y aquello la supero por completo. Se corrió como una guarra en medio de la calle, con un consolador metido en el coño por dos desconocidos, y a la vista de la gente que pasaba y no dejaba de criticar y hacer aspavientos. Allí estaba ella completamente desnuda y encadenada a un carro en medio de la calle, y corriéndose sin poder remediarlo. Cuando salio su amo media hora más tarde y se acerco a ella, solo le dio un tirón a la cadena bruscamente y con unas palabras la sentencio.

-Te arrepentirás de esto guarra. Haces honor a tu nombre. Si no permito que mis animales se cagen y se meen en la calle, mucho menos voy a permitir que se corran delante de la gente.

Aquella noche cuando llegaron al establo le puso la comida, pero no el agua. Ella pensó que era un olvido. Pero al día siguiente tampoco pudo beber nada, y cuando al tercer día le dio agua, estaba ya al borde de la deshidratación. Nunca pensó que la sed fuese tan horrible.

El segundo incidente le ocurrió casi justo tres meses después. Acababa de contratar al chico nuevo y la primera vez que desplegó todos los encantos que poseía con Guarra, ella no pudo soportar las acometidas de aquel enorme miembro, y se corrió desesperadamente. Aquella misma noche su amo nada más acariciarle el coño noto algo raro, y cuando lo olio, su semblante cambio. Al igual que cambio el de ella. Sabia que aquello era demasiado.

Al día siguiente, cuando su amo la saco del corral como siempre, no le sorprendió nada lo que le paso. Además de lo habitual, el bozal, el bolo en el culo con la cola de caballo, y las campanillas colgándole del coño, abrió un pequeño frasco, se puso unos guantes de goma, y untándose los dedos, restregó con el todo el contorno del depilado sexo, e introdujo los dedos todo lo que pudo con aquella sustancia pegajosa. No sintió nada. En un principio pensó que se trataría de alguna sustancia urticante, pero termino por creer que simplemente podía ser un antibiótico externo para evitar que cogiera infecciones. Lo que ella no pudo ver es que en el pienso que preparaba para que comiese aquel día, además de los habituales anticonceptivos y antibióticos añadía unas gotitas de un frasco señalado como muy peligroso en la tapa del envase.

Nada más comenzar aquella jornada ya empezó a sentirse rara. No era mal, pues estaba perfectamente, incluso con más fuerza se diría, sino una sensación que no sabia lo que era, pero que empezaba a incomodarla. Y fue en aumento a lo largo de la mañana. Cuando pararon al medio día y le preparo la comida el amo, ya aquel estado de agitación era total. Pensó que serian nervios, o ansiedad, o cualquier cosa que se pasaría con la comida. Pero cuando había pasado una hora, y volvió a tirar del carro, ya sabia lo que le pasaba. En una ocasión hacia ya tiempo le aplicaron aquellos productos, y fue terrible mientras duró. Sencillamente su amo la estaba estimulando sexualmente de forma artificial. Primero a través de la piel, y después a través de la comida con un potente afrodisíaco del que se aconsejaba no utilizar mas de dos gotas cada tres días. Su amo puso 5 gotas.

A media tarde ya no aguantaba más. No paraba de moverse, de restregar las piernas, de mover el culo intentando que el bolo la estimulase. Y todo termino cuando intento en una de las paradas, mientras su amo entregaba el pedido, acercar el coño a un saliente del muro de la pared. Seguramente él lo estaba esperando. La dejo empezar, y se acerco sin que ella lo viese. El látigo, que desde el día del incidente con los jóvenes era diferente, sonó en el aire justo antes de sonar en su espalda, rematando la punta en uno de los anillados pezones. Aquel látigo era de fibra de cristal. Duro, resistente, pero tremendamente flexible. Lo probaba diariamente, y la sensación era la de una brasa ardiendo que te penetra en la carne. No dejaba mucha marca exterior, y además cicatrizaba rápidamente si se producía herida. Pero aquel latigazo fue diferente, premeditado, realizado con una fuerza y un impulso que solo es capaz de producir la ira tremenda que su amo sentía. Quedo con los ojos en blanco, sin respiración, y pensando que acababan de rajar la espalda por la mitad. En unos segundos no fue capaz de moverse. Que fue justo el tiempo que tardo su amo en coger nuevo impulso. Esta vez fue la parte alta de los glúteos. Fue como si se sentara en brasas ardientes. Del segundo latigazo brotaron algunas gotas de sangre. Su cuerpo se convulsiono de tal forma que casi termina sin sentido en el suelo.

El amo se acerco, y cogiendola del collar, la alzo para que mirase hacia arriba, y evitar que cayese. Le hablo muy flojito, casi con cortesía.

-No puedes correrte sin mi permiso. Creía que quedo claro la última vez que te lo dije. Igual no me entendiste bien. Bueno, espero que esta vez quede claro.

Seguramente estarás muy caliente, tremendamente cachonda, pero eso no cambia nada. El efecto de lo que te he dado durara una semana. No te preocupes, yo te ayudare a superarla. Cada vez que intentes correrte, como has hecho ahora, probaras este precioso latigo. Y si alguna vez lo consigues, te arrepentirás tanto, que desearas no haber nacido.

Aquella noche, cuando los obreros la estuvieron utilizando, pensó en varias ocasiones que todo estaba acabado, que no reisitiria. Gozo con los 4 que acudieron. Le gusto el viejo al que no se le ponía tiesa, casi se pierde con los dos que se la follaron por el culo, y pensó que no aguantaría cuando el ayudante del patrón se corría azotándola mientras ella se la chupaba y tragaba su esperma. Era realmente un autentico suplicio querer, estar a punto, pensar que llegas a un orgasmo maravilloso, y tener siempre que reprimirte, que volver, no poder llegar nunca a la fuente que tienes frente a ti, teniendo una sed abrasadora. Pero resistió, igual que resistió toda la noche. No pudo dormir, ni a la siguiente noche tampoco, ni a la siguiente, solo la cuarta noche de puro agotamiento pudo relajarse. Fue seguramente la peor semana desde que llego a la fábrica.

Pero no todo fueron malos momentos. Una tarde, después de dejarla en el establo, escucho una conversación entre su amo y el hermano que la llenó de ilusión.

-¿Y no sabes cuanto te pide por las dos?

-Tenemos que verlo. Lo que si me han dicho es que quiere deshacerse de ellas, que no le sirven para la granja. Creo que son demasiado finas.

-Joder entonces a nosotros tampoco nos sirven. Si son tan delgadas no aguantaran el trabajo

-No, finas de refinadas, no de gordura .No se. Sin ver el género no puedo decirte. Mañana te diré.

Sabia que no podrían hablar, ni apenas comunicarse, pero siempre era mejor trabajar con alguien que estar sola.

Las sorpresas agradables continuaron la noche siguiente. Cuando llego del trabajo no solo encontró a dos compañeras en su establo, sino que además se trataba de las otras dos esclavas que había en la casa de D. Andrés. Tenían buen aspecto, casi como ella las recordaba. Parecía que les había ido bien. Lo que no entendía es porque estaban allí, si parecían jóvenes y fuertes, y la cara de asombro y pánico que pusieron cuando la vieron entrar y el amo amarro su cadena a la pared. Por supuesto lo primero que izo fue beber agua y comer la ración del cuenco. Esto no le impidió escuchar a su amo y al hermano.

-Al final as cedido.

-Que coño he cedido, si era un a ganga. Resulta que este individuo era el antiguo capataz del amo de estas dos esclavas. Bueno, pues se las compro más por compromiso que por necesidad. Por lo visto se dedica a cultivar no se que fruta tropical en invernaderos. Total, que necesita animales con una fuerza física especial, hembras de cierta edad y con un físico mucho más resistente, además de especialización especial. Estaba el tío loco por venderlas.

-¿Y cuanto?

-Si te lo digo no te lo crees. Adivínalo.

-15.000

-Hombre tampoco te pases. Son jóvenes, ya las has visto. Me las ha dejado en 45.000 las dos. Justo lo que él pago por ellas hace casi un año.

-Yo no lo veo tanta ganga.

-Si se adaptan al trabajo, y más les vale adaptarse, seguro que damos el dinero por bien empleado.

-¿Tu las ves como animales de tiro?

-No se, a mi la primera impresión me a resultado positiva. Mañana las examinare más a fondo y te lo asegurare. Pero creo que si, que servirán.

-Oye los obreros están esperando.

-¿Cuántos hay esta noche?

-Me parece que 6.

-Diles que tenemos bestias nuevas y tenemos prisa, que abrevien. Por supuesto a las nuevas ni mirarlas hasta que yo lo diga.

La expresión de miedo, de autentico pánico, fue en aumento a medida que veían entrar a los obreros y utilizaban a su antojo a aquella desdichada que una vez fue compañera suya casi les dio mas pánico comprobar como ella colaboraba con todas sus ganas, como si disfrutase cuando la follaban dos hombres a la vez, o le chupaba la fláccida polla a un anciano mientras este le azotaba, o sencillamente lamía el culo de un obrero sudado, mientras este se recreaba viendo las caras de pánico de las nuevas.

Cuando se apagaron las luces, el amo cerró el candado del corral, y se fue a su casa, Guarra se sentó y observo por fin detenidamente a las dos compañeras que compartían con ella establo. Definitivamente pensó que habían corrido mejor suerte que ella. Se las veía bien, seguían gozando de una belleza espectacular, y sus cuerpos no habían perdido ni un ápice de aquella irresistible y salvaje lujuria que una vez tanto gusto a su antiguo amo. Le gusto verlas allí, completamente desnudas, con las manos esposadas hacia delante y un collar de cuero sujetándolas a la pared. Ninguna de las dos se atrevía a sentarse, evidentemente el pánico seguía siendo su mayor compañero.

Los ojos empezaron a acostumbrarse a la penumbra y esto parece que ayudó a dulcificar un poco la tensión. Las dos se sentaron lentamente, y por fin una de ellas se atrevió a hablar. Era Puta, la que un día fue una de las favoritas del que hoy era seguramente el hombre más rico de la isla.

-Esto es una pesadilla.

Nuevo espeso silencio. Y de nuevo es la misma quien habla. No se dirige a nadie en concreto, más bien esta reflexionando para ella misma, con la mirada perdida en ninguna parte.

-Esto es una autentica pesadilla. No pude ser verdad. Si esta es la vida que nos espera, prefiero cualquier cosa antes que este infierno.

Su compañera la mira, también con terror en la mirada, y tras un momento de indecisión comenta.

-No creo que puedas decidir.

-¿Pero que te han hecho? ¿Tú te has visto?

Silencio absoluto.

-Algo le pasa, seguramente le han hecho algo para que no pueda hablar.

-No me han hecho nada, pero esta prohibido hablar.

-Bueno, si esta prohibido ahora no nos oye nadie.

-Tú no conoces al nuevo amo

-Lo dices como si lo supiera y lo adivinara todo.

-Ya veras con el tiempo.

-Bueno, por lo menos dinos algo. No te imaginas el aspecto que tienes.

-Estoy muy mal verdad?

-No, estas espectacular, físicamente estas bien, me refiero a todas esas cosas que llevas puestas.

-Te refieres a las restricciones. Mas os vale acostumbraros cuanto antes a ellas, porque seguro formaran parte de vuestro cuerpo a partir de ahora. Como veis ni el collar de metal, ni los grilletes de los pies, ni los de las manos y los codos, ni por supuesto las anillas de los pezones, el clítoris, la nariz y la lengua se pueden quitar. Cuando me los pusieron se remacharon de forma permanente. Yo ya casi estoy acostumbrada después de tantos meses, es como si no tuviera manos, y en cuanto a andar con las cadenas, bueno terminas dando el paso justo para no caerte. Y las anillas, bueno, están puestas para que el amo las utilice cuando quiera.

-Pero y las cadenas de los codos, todo el día con las tetas sacadas hacia fuera.

-Si, duelen mucho al principio los hombros, pero al final no notas nada. Ya os digo, no es eso precisamente lo peor.

-Ya imagino. Lo peor es tirar del carro. ¿Es muy pesado?

-No. Bueno a mí ya no me lo parece.

-Oye antes e visto que hacías tus necesidades en esa paja, es un poco guarro, no te parece?

-Si, y hacerlo en medio de la calle también.

-¿Como en medio de la calle?

-Si, la mayoría de los animales lo hacen donde les viene las ganas, pero nuestro amo eso no lo permite, así que primera lección, no lo hagáis nunca en la calle.

-Perdona antes has dicho animales.

-Si, he dicho animales. Tú eras hasta ahora una esclava, desde este momento ya no eres ni eso, eres sencillamente un animal de carga, y te trataran como tal.

-¿Qué uniforme te ponen para salir a la calle?

La esclava sonríe de forma irónica y mira con simpatía a sus dos compañeras.

-No me estáis escuchando verdad? Cuando antes he dicho que somos bestias de carga, he querido decir exactamente eso. ¿Tú has visto alguna vez a un animal de tiro con uniforme? Bueno pues este que ves es mi uniforme.

-Quieres decir que vas desnuda por la calle?

-Yo hace ya años que no se lo que es una prenda de vestir. Si. Voy desnuda, mis únicas prendas de vestir son los cencerros que el amo me pone, y el latigo cuando decide usarlo. Y os diré que no termino de superarlo. No puedo dejar de sentirme avergonzada, vejada, tremendamente humillada cada vez que pasamos por una calle llena de gente y el amo decide que caminemos al trote para que suenen con fuerza mis cencerros, o utiliza el latigo para llamar la atención.

Nuevo y espeso silencio.

-La comida es buena supongo, porque a ti te veo con buen aspecto.

-Esto es una fabrica de piensos para animales como nosotras. Me dan de comer dos veces al día. Una a media mañana, y otra por la noche. Es una especie de papilla con un sabor......bueno yo ya no se a lo que sabe, porque es lo único que comemos las bestias. Si te puedo decir que cuando lo fabrican utilizan cereales como base, añadiéndole complejos vitamínicos, varias medicinas como antibióticos, antiparásitos, además de anticonceptivos para no quedarte preñada, ya habéis visto antes que pueden usarte los obreros de la fábrica.

-De eso quería hablarte. Son un poco salvajes verdad ? Pero tiene sus ventajas, porque tú no pasas necesidad de sexo. Nosotras llevamos casi tres semanas sin nada.

-Que equivocada estas. Ya te darás cuenta que esta total y absolutamente prohibido tener un orgasmo sin el consentimiento previo del amo. Y ese permiso no lo tendrás nunca, yo por lo menos en todos estos meses no......

-O sea que llevas meses enteros sin correrte.

-No, ese fue mi error, que en dos ocasiones no pude aguantar, y en una casi me cuesta la vida, y en la otra......en fin de la otra ya os hablare. Esto es muy serio, el amo tiene un sexto sentido que detecta, supongo que por el olor, o el sabor, o no se que puta mierda de cosa, cuando te has corrido, y os lo hará pagar caro. Os cueste lo que os cueste, no lo hagáis.

-No me digas que tu esta noche, después de follarte a seis tíos no as gozado nada.

-Si, como una loca, pero sin llegar al orgasmo de ninguna manera.

-Y esto sucede todas las noches.

-Si. Bueno a veces vienen 2, otras 4, incluso otras ninguno. Pero lo dices como si fuera algo maravilloso. Estas muy equivocada. Esta es la peor tortura de todas. Imagina que vas a tener 6 orgasmos en media hora, y tienes que voluntariamente renunciar a ellos. Y lo peor no es esto, algunos fines de semana o algún puente, el amo me presta para que los empleados me lleven con ellos. Aquí puede suceder de todo, y ocurrirte las cosas mas insospechadas. Algunos me utilizan simplemente para hincharse de follar el fin de semana. Entramos en su piso el viernes por la tarde, me ata la cadena a la pata de la cama, y me folla hasta que no puede más. Me desengancha el Lunes por la mañana temprano, y de vuelta a la fábrica. Otros, que suelen ser los casados, me llevan a su casa para que goce también su mujer. Se montan entonces unos tríos tremendos. Ese fin de semana me lo paso chupándole el coño a la señora. Y no se, los que más miedo me dan son los de los más viejos. El ultimo fin de semana me llevaron a un chalet a la afueras, todo fue bien hasta el Domingo, que se presento con un pony. Bueno pues hasta que el pony no me monto, no se quedaron satisfechos. No, no pongáis esa cara, lo peor fue cuando tuve que lamer la leche que el pony derramó por el suelo, y luego la que derramaron los dos amigos cuando se las tuve que chupar a los dos a la vez. Tampoco es nada inusual que me lleven a casa de alguno y allí se monten unas orgías de 15 o 20 hombres, a los que tengo que satisfacer naturalmente. ¿Y sabéis lo peor? Lo peor es que estoy todo el santo día caliente como una perra, sabiendo que no podré saciarme nunca. Es, os lo aseguro, mi peor pesadilla.

Junta las piernas, las restriega enérgicamente, y deja los ojos en blanco, para continuar hablando después.

  • Bueno, contarme vosotras, quien os compro finalmente?

-Estuvimos todo el tiempo con el antiguo capataz del amo D. Andrés. Es definitivamente un buen hombre. Desde el primer día nos vistió, nos asigno nuestra cama junto al resto de trabajadoras y nos metió en el invernadero, asignándonos una cuota de producción. El problema es que nosotras de agricultura nada de nada. Comparadas con nuestras compañeras no llegábamos ni a la mitad. Nos cambio entonces y nos dio un uniforme de sirvientas y nos metió en la casa. Pero aquí dos mujeres ya maduritas, desde el mismo momento de entrar y ver nuestra edad y nuestro físico fueron sinceras, y recuerdo que cuando hablaron con el amo no se cortaron un pelo. No nos querían ni en la casa, ni en el invernadero, ni en ningún sitio. Así que este buen hombre nos devolvió al invernadero y nos dijo: Haced lo que podáis. Ha sido un tiempo estupendo pero muy aburrido. Nos bestia bastante bien, no nos ponía restricciones para salir por la finca, y nunca se metió con nostras por el trabajo. Eso si, en cuanto pudo, nos ha vendido al primero que ha llegado, al bestia este que tienes por amo. En cuanto hemos llegado a la fabrica nos ha desnudado, nos ha puesto estas esposas y nos ha amarrado a la pared.

-Os va a resultar muy duro vuestro cambio de vida, muy, muy duro. Por cierto, no se os ocurrió escaparos en todo este tiempo?

-Que no se nos ocurrió, por supuesto. Era imposible. La finca de este amo esta totalmente electrificada, con cámaras de vigilancia, con perros amaestrados, con un sistema no se que de satélite. Bueno lo intentamos hace un mes, no mejor dicho lo intento ella, y casi se la comen viva los perros. Yo creo que ese fue nuestro error, lo que decidió a nuestro amo a vendernos. Pero no creas que lo tiene para que nadie salga, sino para que no entren. Le habían robado hace un año más de cuatro veces. Ahora entiendo que seria una estupidez con esa clase de amo intentar escapar.

Nadie respondió, cada una absorta en sus pensamientos, fue dejándose acariciar por el sueño.

A la mañana siguiente, y a una hora mucho más temprana de lo habitual, se presenta en el establo el amo acompañado de dos hombres. Desengancha la cadena y las cuerdas que unían las esclavas a los enganches de la pared, y sacándolas fuera las sitúa frente a los dos extraños.

-Bueno Luís, esta es mi bestia, y estas las acabo de comprar. Como te decía quiero algo de calidad, pero austero, sin lujos, sin demasiado coste.

Se acerca entonces a Guarra para ayudarse de forma grafica en las instrucciones que da al hombre.

-Como ves el collar es rustico pero practico. La cadena no muy larga, que no arrastre. Las manos y los codos tienen que quedar muy juntos, sin enganches.

En la cadena de los pies con 30 centímetros es suficiente. Por supuesto todos los cierres los quiero con remaches. Para que quiero inútiles aperturas y pérdida de llaves y tonterías, si estas restricciones ya no se las van a quitar nunca. A bueno, los zapatos, ¿Tu tienes también zapatos, verdad?

Entra al establo y saca los zapatos de su animal, calzándolo mientras continúa hablando.

-Quiero algo fuerte, resistentes para trotar mucho. Estos me han salido buenos. En menos de un año solo he gastado 3 pares. En fin como tú veas, los quiero eso si con bastante tacón, como comprenderás quiero que mis animales reluzcan elegantes.

Ambos hombres sonríen socarronamente.

-Y ahora el tema de las inserciones. Como ves con estas bestias nuevas no tengo problema, tienen hechos los orificios de las tetas, del coño, de las orejas, pero nos faltan el de la nariz y la lengua. Mira, aprovechando que tienes que llamar al veterinario, vamos ha hacer una cosa que tengo pensado hace tiempo. Las vamos a marcar. Tengo arriba en mi estudio unos bocetos casi definitivos. ¿Si te los doy ahora los tendrás listos para esta tarde?

-Hombre Joaquín, yo soy herrero, así que no hago milagros. Pero bueno por ser para ti, intentare hacer un esfuerzo.

-Espera que te lo traigo ahora mismo y ya me dices.

No tarda dos minutos en apareces de nuevo con un folio medio arrugado en la mano, y unos dibujos y garabatos escritos en el con lápiz. Se lo muestra al herrero, le comenta algunos detalles, y finalmente, como no queriendo, pero sin posibilidad de decisión, el hombre habla.

-Bueno. Haré lo que pueda. No es fácil lo que me pides. De hecho es un dibujo bastante complejo. Muy bonito, precioso, pero muy difícil de hacer. Ahora mismo pongo al niño con el barro. Con suerte estará seco para media tarde, y entonces tendré que echar el hierro, que por lo menos en otras dos horas no estará preparado. Que bueno como mucho, y si no falla nada, por lo menos hasta las 8 o las 9 no esta hecho. Ahora yo respondo por mí, y esto tiene que hacerlo el veterinario, si quieres garantías de que te quede luego bonito y lucido.

-No te preocupes que del veterinario me ocupo yo. A las 6 lo tienes en tu taller. Le vais haciendo a estas dos las inserciones de la nariz y la lengua, que para las 9 ya estaré yo allí. Quiero estar delante cuando las marquemos.

-Piénsatelo bien Joaquín. Mira que no es el primero que ha marcado a sus animales y luego a querido venderlos, y pierden mucho valor.

-Esta decidido. Mira yo con mi trabajo dejo constantemente a las bestias fuera, en la calle, sin que nadie las vigile, y se que últimamente los robos son muy frecuentes. No te digo que no me las roben, pero si van marcadas, se lo piensan dos veces.

Cuando comenzó su trabajo aquella mañana Guarra no sabia si sentía satisfacción, deseo, o sencillamente miedo de lo que le esperaba aquella noche. Sin embargo el pánico y la desesperación de sus compañeras fueron en aumento a lo largo de la mañana. Conforme el herrero les iba colocando las restricciones y notaban el paso del collar y la cadena, o la incomodidad de los grilletes en manos, pies y codos. Y el terror, el autentico pavor de pensar que aquellos remaches ya no daban posibilidad a apertura alguna.

Eran ya pasadas las 10 cuando llego Joaquín al taller del herrero. En una esquina estaba su hijo y aprendiz limando y dando los últimos retoques al hierro con el que marcarían a las bestias. Sentados en una mesa charlaban y tomaban una copa el herrero y el veterinario, que al ver a Joaquín se levanto alzando los brazos.

-Por fin. ¿Has visto la hora que es? Si no fueras tu..........

-Si, si, si, ya lo se que me aprecias, y además me lo cobras muy bien para demostrármelo. Venga no quiero enfados.

En el centro de la herrería, junto a una amplia mesa, y enganchadas a ella por su nueva cadena están las dos esclavas. Tienen la nariz enrojecida, la boca entreabierta, y el pánico desbocado se refleja en sus gestos y miradas.

Joaquin viene contento, casi eufórico.

-¿Sabéis una cosa? Acabo de enterarme de los nombres de las tres bestias. Los nombres me los ha dicho su antiguo dueño, al que acabo de contratar como comercial. La que ya tenía se llama Guarra. Bueno eso ya lo sabia, y hace honor a su nombre, es una autentica hembra hambrienta.

Se acerca a la mesa y tira de una de las cadenas.

-Esta tiene que ser, si, no me puedo equivocar, con este cuerpo tan espectacular, tiene que ser Puta. Y esta que nos queda, joder que mirada, cuanto vicio tiene que haber dentro, esta es Salida. Bueno.....me parecen unos nombres perfectos. Solo una cosa. Esto, seria posible añadir sus nombres a la marca?

-Vamos no me jodas Joaquín, que son las diez de la noche. A estas horas es imposible hacer nada.

-Si. Venga, no te enfades. Que os parece si quedamos para mañana por la tarde? Quiero que me tengas preparadas las letras para que luzcan encima de mi marca. ¿Os va bien a las 4?

Ante la cara de seriedad y contrariedad de los otros Joaquín esgrime su frase definitiva.

-Lo pagare todo. Y sabéis que pago bien.

Aquella noche ninguna de las tres esclavas podía dormir. Guarra intentaba dar ánimos, sin mucha convicción la verdad.

-Tampoco es tan terrible, pensarlo desde el punto de vista positivo.

-¿Y puedes decirme cual es?

-El amo lo ha dicho, estamos expuestas a que nos roben.

-¿Y tu crees que eso seria peor? Esto es lo peor que nos podía pasar.

-imagina que nos roban y nos llevan a no se donde, para no se que, con no se quien......

-Vale, lo has intentado, pero no funciona. Joder que incomodo es esto, yo no puedo estar todo el día con estas cadenas puestas. Me duelen los hombros horrores, y el collar, como aprieta el collar, y lo que pesa. Es imposible dormir así. Si tenemos las manos encadenadas a la espalda, como vamos a ponernos para dormir?

-No te desesperes que no consigues nada. Yo lo hago siempre de lado. Te tirará la cadena de la pared, pero te terminas acostumbrando.

-¿Dolerá mucho?

-No lo se.

-Espero que sea rápido por lo menos.

Todo el trabajo se programo aquel día en función del gran acontecimiento. Fueron invitados los obreros, los vecinos, los amigos, algunos clientes, los más allegados al fin y al cabo. Aquello significaba que un trabajador cualquiera, un obrero, un don nadie, conseguía éxito y fortuna, pasando a desempeñar un puesto respetable en la sociedad. Nadie que fuese un don nadie marcaba un mismo día a tres animales.

A las 4.36 de la tarde entraban por la puerta trasera del amplio patio del herrero, Joaquín, su hermano y socio del negocio familiar, y su hijo mayor, tirando cada uno de una cadena ala que iba unida una desencajada y descompuesta esclava.

Sonaron los aplausos, los vítores, las bromas. Y joaquin se fue sonriente a donde estaba al herrero y el veterinario. En el patio podían estar en ese momento más de 150 personas.

-¿Todo listo? Déjame ver el hierro. Si, perfecto. Empezamos con esta.

Tirando casi a la fuerza se acercan a una especie de taburete alargado y alto.

El veterinario habla entonces con Joaquin.

-Tu dirás lo que quieres, y como lo quieres.

-Aremos dos marcas. Una en la teta izquierda y otra en el culo, en el glúteo derecho. Quiero una señal bien visible, pero sin deformaciones posteriores y que resulte elegante. Se que tu eres el mejor.

Con decisión cogen a la esclava entre varios hombres, la colocan boca abajo sobre el taburete y con varias cuerdas inmovilizan cualquier parte de su cuerpo que pudiera moverse. Dos hombres suben además encima de ella. Uno justo debajo del culo, donde empiezan las piernas, y otro donde empieza la espalda.

Otro sujeta sus pies, y un último su cabeza.

Todos quieren ver el acontecimiento. Se arremolinan alrededor de la mesa alargada, y el gran corro que se forma guarda un silencio expectante.

El hierro hace ya varios minutos que esta en el fuego. El veterinario coge entonces una especie de liquido blanquecino y lo unta donde le ha indicado Joaquin. Se acerca al fuego, tantea con la punta de un dedo el extremo de la marca, y espera unos segundos más. Por fin coge decidido el hierro, y con precisión lo pega durante 2 segundos justos en la carne receptora.

El olor a quemado se confunde con el grito desgarrado del animal que sobresale por encima de los vítores y aplausos de la gente. Todos sonríen.

Al instante el veterinario pone una gasa con pomada y la sujeta con esparadrapo. Sin perder un segundo desatan al animal y le dan la vuelta. Misma operación pero al revés. Esta vez joaquin tiene la precaución de poner el bozal al animal. No quiere escándalos innecesarios. El veterinario, con el hierro en una mano y señalando con el pulgar de la otra interroga a Joaquin con la mirada. Este confirma en un rápido movimiento afirmativo, y el hierro es aplicado dos segundos justos en ese lugar. De nuevo olor a carne chamuscada, pero esta vez con un sonido gutural ahogado en la garganta del animal. Solo salen al exterior de su cuerpo lágrimas abundantes y convulsiones de dolor, de un dolor indescriptible que no sentía hasta entonces. Aquello era peor de lo que imaginó. Y no tuvo alivio la gasa con pomada para evitar infecciones que le aplico el veterinario.

Le tocaba a salida. Y aguanto mejor de lo que pensaba ella. Cuando terminaron, y la llevaron junto a Guarra para amarrarla con la cadena del cuello a un poste situado en el centro del patio, creyó que se desmayaría. Que aquel dolor era insoportable. No le ocurrió nada, se limito a aguantar el dolor, a llorar de rabia, dolor e impotencia, y a intentar no pensar en la vida que le esperaba.

Lo de Puta fue peor. Primero se meo encima cuando la subieron al caballete. Después armo un revuelo tremendo, hasta el punto que hicieron falta hasta ocho hombres para inmovilizarla, y por ultimo el veterinario termino muy cabreado; tuvo que calentar el hierro varias veces porque aquel entupido animal no era capaz de estarse quieto y no cogia el punto de contacto optimo.

Para los asistentes aquello fue espectacular, aplaudiendo primero la incontinencia urinaria del animal, y jaleando después su pertinaz resistencia. Por fin fue llevada arrastrando los pies donde estaban sus compañeras, y enganchada con la cadena al poste. Allí se fue recuperando.

Joaquin quería agasajar a sus invitados, agradeciéndoles la amabilidad de acudir al evento, y contrato los servicios de un catering. En cuestión de minutos, se prepararon mesas, sillas, aperitivos, bebidas, y hasta una sorpresa.

Acababa de llegar una banda de música

Fue desde luego una tarde maravillosa para Joaquin y su entorno de amigos y familiares. Estuvieron comiendo, bebiendo, charlando, bailando. ¿Qué más se podía pedir?

No fue tan maravillosa para sus tres animales. Cuando ya estaban marcadas, y creían que el suplicio había terminado, todavía les quedaban muchas horas de estar de pie, amarradas a la estaca del centro, siendo el centro de atención de los invitados, el objeto codiciado por todos y expuesto por Joaquin como triunfo personal. Fueron horas y horas, minuto tras minuto, con la herida del fuego abrasando la piel, sin poder moverse para encontrar una postura cómoda, con unos zapatos de tacón incomodísimos, con una sed y un hambre ya casi insoportable.

Cuando cerca de la media noche su amo amarro las cadenas del collar al establo, quito los zapatos y los bozales, apagando la luz, y dando por concluida una jornada inolvidable para él, las tres esclavas se abalanzaron sobre el cubo de agua primero, y el cuenco de la comida después, de tal forma que realmente precian animales desesperados. En las tres o cuatro últimas horas la sed llego a ser más fuerte que el propio dolor de las heridas.

En los seis meses siguientes, tal y como pronosticó Joaquin, las cosas fueron bastante bien para el y su familia. Todo parecía crecer y desarrollarse a su alrededor. Tanto en el plano familiar- tuvo otra hija, está con su nueva mujer, con la que llevaba casado casi dos años- como en el laboral, donde consiguió hacer una formula mejorada y más barata de su pienso- que por supuesto patentó- y que consiguió situar como el más vendido de la isla. Por fin se daban cuenta los habitantes propietarios de animales, que era mejor para sus bestias y para sus bolsillos, consumir aquel pienso, que dar sobras y desperdicios, que a la larga minaban la salud de sus animales. Se contrataron a 6 nuevos empleados, se hicieron necesarios los servicios de un gestor financiero, además de 3 repartidores que se encargaban de entregar los pedidos hechos por los clientes. Joaquin se permitió además el lujo de disponer de una secretaria personal. Se trataba de su sobrina, recién salida de la universidad, y un portento de inteligencia, según su padre. En realidad fue su padre quien, tras la insinuación de Joaquin de que necesitaba alguien que le ayudase en los tramites diarios, le dijo que de más gastos nada de nada, que la mitad de la empresa era suya, y se quería una secretaria, tendría que apañarse con su hija. La chica en cuestión resulto ser un portento de eficacia e inteligencia. En pocos días informatizo todos los documentos, asigno nuevos horarios, optimizo las cargas de trabajo de cada obrero, y seguía trabajando, según dijo, porque en la fábrica se gastaba mucho y era necesario reducir el gasto, y esto se conseguía fundamentalmente con la mano de obra. Joaquin bromeaba con su hermano diciéndole.

-Hermano, no te descuides que tu hija nos despide y nos quedamos sin trabajo, y tú me dirás a nuestra edad.

Para las esclavas el paso del tiempo era tan insustancial como el viento insensible de la primavera. Daba igual un día que otro. Incluso una hora que otra. Cada minuto traía aparejado su suplicio particular.