Vida animal (4)

La esclava es sometida por 8 hombres a la vez, y en sus suplicios por la isla conoce a otra bestia humana que la enseña la vida en los bares del lugar.

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Poco a poco, y a medida que van acercándose, son mas claras las risas y comentarios de los empleados de Joaquín. Son 8 hombres encabezados por el patrón que les habla con tono autoritario.

-Estamos de acuerdo en una cosa. Cada uno de vosotros tiene que conseguir los objetivos marcados en el día. Si todos, repito todos, lo conseguís, tendréis derecho a 10 minutos cada uno. Por cada cliente nuevo, puede usar el animal una noche, y si consigue 4 clientes un mismo mes, puede llevárselo un fin de semana.

-¿Y si no conseguimos los objetivos? Además a sido usted patrón el que ha marcado esos objetivos.

-Coño claro, no vais a ser vosotros. Ósea que intento daros un premio,¿y encima os quejáis? Vale. Seguimos como hasta ahora, vuestra jornada de trabajo, vuestro horario, y buenas noches, que tengo que cerrar.

-Bueno hombre, no se enfade usted. ¿Nos deja ver al animal por lo menos?

El patrón abre el cerrojo de entrada y desenganchando la cadena de la pared, saca al asustado animal, situándolo en el centro de sus empleados.

-Bueno entupidos, aquí la tenéis. Vosotros veréis si doblamos o no la producción.

Con parsimonia, recreándose, sabiendo perfectamente donde sitúa su bestia, tira de ella hasta el centro de sus empleados. La carne sudada, agotada, con las señas recientes de los latigazos, se estremece en aquella situación.

-¿Podemos tocarla, patrón?

-Por supuesto, es vuestra si queréis y aceptáis mi propuesta.

Realmente esta espectacular, con aquellos muslos largos, estirados y casi perfectos, la espalda amplia, lisa, y unas tetas sencillamente espectaculares. Grandes, voluminosas, pero sin dejar de desentonar con el resto de su cuerpo.

Muchas manos hurgan por todos lo rincones de su cuerpo. Manos ávidas, hambrientas, deseosas, obscenas.

-Bueno ya esta bien, a ver si vamos a estar aquí toda la noche. ¿Que me decís?

-Yo estoy de acuerdo. Y Yo . Por mi vale. Yo acepto. Vale.

Un murmullo aprobador corrobora las palabras.

-Desde mañana doblamos la producción. Si al final del día lo lográis, tendréis diez minutos cada uno. Para que veáis que actúo de buena fe, os dejo esta noche que la probéis. Vosotros mismo controláis el tiempo de cada uno. Sois ocho, ósea que yo vendré en una hora y veinte minutos. Si no habéis terminado es vuestro problema.

Diciendo esto entra por la pequeña puerta que da acceso a su vivienda, dejando a sus empleados discutiendo y a su animal de carga en medio de ellos.

Se elevan las voces poco a poco, hasta casi llegar a la violencia. Finalmente un hombre corpulento y la cabeza calva, de unos 50 años y con ropa sucia y maloliente, coge un gran palo y con el da un golpe a un cubo metálico que ha cogido del suelo. Cuando todos han callado, impone su voz ronca y amenazadora.

-Ya esta bien joder. Parecéis una panda de cotorras. Lo vamos ha hacer por edades. Del más viejo al más joven. Como da la extraña casualidad que yo soy el más viejecito, empiezo yo. ¿Esta claro?

Un moviendo amenazador con el palo no deja lugar a dudas.

-Venga coño. Largaros. No quiero ver aquí a nadie en diez minutos.

No ha terminado la frase y decidido tira de la cadena hacia el establo.

Allí, sin preámbulos, se baja los pantalones y nuevo tirón de la cadena para dejar la cara de la esclava a la altura de su fláccido miembro.

-Si en 1 minuto no esta tiesa, te comes el palo en vez de la polla.

No es necesario repetirlo. La esclava se aplica de tal manera que el apestoso y sucio pellejo que le cuelga, se pone en erección rápidamente. Y rápidamente da un empujón tirándola sin miramientos en el jergón. Con desesperación le da la vuelta e inserta su estirado miembro en el culo de la hembra. No parece encontrar una postura cómoda, de manera que tira de las cadenas que unen las muñecas y los codos de la esclava a la espalda, para que esta levante todo lo que pueda el culo. Uno y otro intento, y otro más. Ahora por delante. Definitivamente no es la noche mas afortunada de aquel rustico hombre.

Cuando faltan 3 minutos se levanta y cogiendo la cadena pega la cara de la esclava a su cuerpo.

-Tienes 3 minutos para que me corra.

No lo ha dicho en tono amenazante, sino más bien como un ruego. Pero ella sabe las consecuencias de no cumplir lo que se le pide. De manera que se aplica con todas sus fuerzas en succionar, lamer, acariciar con la lengua, con los labios, y con toda su entrega aquel asqueroso pellejo. Finalmente traga unas gotitas anunciando que el hombre ha llegado hasta donde era capaz.

Una bofetada que la hace caer sobre el jergón, pone fin a la estancia de aquel hombre en el establo. Un trabajador también maduro esperaba en la puerta, y cuando entra no espera que cambie de postura el animal. Sencillamente se abalanza sobre ella y la penetra salvajemente con empujones constantes y repetidos. No dura más de 4 minutos. Cuando sale y llama al siguiente, no tarda en aparecer un hombre barrigudo, grasiento y maloliente, que trae en la mano una estirada y fina vara de mimbre. Cuando ve a la esclava sobre el jergón, boca arriba y con las piernas abiertas, su reacción es inmediata. Con la vara golpea inmisericorde las tetas primero, el vientre después, y por ultimo los muslos. La esclava sabe que aquel es su deseo, y por eso se limita a cerrar los ojos y aguantar en esa postura el dolor. Cuando el hombre se agota tira de la cadena y la lengua de la esclava hace que el hombre se corra en su boca. Mientras lo hace, es el culo de la hembra quien recibe la visita contundente de la vara de mimbre.

Después entro otro hombre, y luego otro, y finalmente el último.

Cuando vio aparecer a su amo y despidió a sus empleados ya solo tenia fuerzas para levantase y esperarlo cuando volvió al establo.

La mira detenidamente, y sonríe con frialdad.

-Conozco a los animales. Si, conozco muy bien a los animales, y se muy bien que tu te has corrido esta noche. No puedes entenderme, pero ya te lo haré saber de otra manera. Si vuelves a correrte sin mi permiso te despellejare viva y luego te tirare al mar.

Engancha de nuevo la cadena a la pared, y cuando se marcha, el animal queda tendido, con los ojos cerrados y completamente exhausta. Aquello no es cansancio, ni agotamiento, es sencillamente que se le van a terminar las fuerzas de un momento a otro. Seguramente no podrá soportar otro día como el de hoy.

Pero lo que mas la inquieta, lo que impida que se duerma al momento han sido las ultimas palabras de su amo. ¿Cómo ha podido adivinar que se ha corrido 3 o 4 veces? Se duerme pensando que es una sucia ramera. Le ha gustado que la follen, le ha gustado chupar pollas asquerosas, le ha gustado que le pegen.

La sensaciones cuando despierta con los ruidos de la fábrica la mañana siguiente son casi contradictorios. Esta físicamente muy mal. Siente resentidos todos los músculos del cuerpo, y el escozor de los latigazos sigue padeciéndolo. El culo le escuece a rabiar y el coño esta completamente irritado. Sin embargo hacia más de 3 meses que no disfrutaba de un orgasmo, y anoche tuvo 3, casi 4.

En ese instante le vino como un rayo cortante la amenaza de su amo. Y un escalofrió recorrió su dolorido cuerpo. Desde luego no pensaba hacerlo más. Jugarse la vida por un orgasmo no tenia sentido. Esperaría las instrucciones de su amo. Y por cierto las indicaciones ayer fueron muy claras sobre sus necesidades fisiológicas. Sin pensarlo se levanta y se sitúa encima de la paja, y aquí, sin miradas indiscretas, desocupa completamente su organismo.

Un buen rato después se presenta en el establo un joven de 18 años aproximadamente. Primero se queda en la puerta observando detenidamente al animal, que ha vuelto a tumbarse sobre el jergón. Reacciona al escuchar la voz del patrón, que se dirige a el desde el centro de la nave.

-Date prisa que no tenemos todo el día. Ya sabes lo que tienes que hacer. Primero limpias la paja y pones otra limpia. Después lavas al animal, y luego lo enganchas al carro. Pero rápido joder.

El joven coge una espuerta de la puerta del establo, y con una pala quita la paja donde la esclava había orinado y defecado un rato antes. Parece ensimismado, como estando en otro mundo, sin dejar ni por un momento de mirar al animal. Cuando coge la manguera y da presión para que salga el agua helada, la esclava entiende que ha de ponerse en pie y lo hace rápidamente.

La cara del joven sigue cambiando al ver el agua fresca como empapa los cortos cabellos morenos y el animal abre la boca intentando tragar el máximo de agua posible, observando como es la propia esclava la que va dando la vuelta para refrescar primero los verdugones sobre la espalda y el culo, y después el liquido refrescante moja las tetas y el enrojecido coño. En un buen rato el chaval no reacciona, esta como en un estado catatonico, limitándose a sujetar la manguera y observar como aquel cuerpo espectacular esta empapado, reluciente y vibrante por la sensación de frescor.

-¿Te queda mucho?.

-No. Ya estoy terminando Papa.

Pero no es tan fácil para el joven terminar rápido cuando coge una esponja empapada en jabón y con ella restriega suave y con delicadeza todo el cuerpo del animal. Sus ojos se trasponen, y seguramente algún liquido viscoso también sale de su cuerpo, cuando se entretiene meticulosamente en limpiar el culo y el coño de la esclava, que también tiembla ostensiblemente cuando el joven roza con sus dedos el empapado y excitado cuerpo, especialmente las partes más intimas, que ella se ocupa de exponer lo máximo que le es posible.

Tiene que ser desde luego un chico muy sensible ya que el mismo se arrodilla para ponerle los zapatos, al igual que el bozal, que apenas a quedado apretado. Cuando el joven coge las campanillas y ella arquea las piernas dejando ver sus labios enrojecidos e inflamados, se acerca con sumo cuidado, como si fuese una operación de cirugía. Sus ojos vuelven a trasponerse cuando roza con la punta de los dedos la delicada y sensible carne. El estremecimiento de ella es en esta ocasión de resignación. Hace un rato que intenta evitar excitarse en exceso. El agua fresca, el jabón, los roces del joven, la están excitando de una forma muy peligrosa, y tiene la certeza absoluta que su amo notaria cualquier actividad sexual por su parte.

La voz del patrón suena en esta ocasión contundente. Viene hacia el establo bastante enfadado.

-Venga coño, Joaquín, que no tenemos toda la mañana. A ver, ¿que te queda?

El joven sale colorado y con las manos tapándose la entrepierna cuando su padre entra en el establo. Sin demasiados miramientos coge el enorme bolo y tirando de la cadena hace que la esclava se incline hacia delante. Con dos movimientos rotundos el culo de la esclava queda sellado y la cola de pelo de caballo en su sitio. Desengancha la cadena y en pocos segundos el animal tiene atado el corsé a la cintura y el carro enganchado en el. Nueva jornada que empieza a la misma hora del día anterior.

El trabajo es el mismo, la carga es mas o menos la misma, la comida es la misma y a la misma hora, los latigazos son los mismos y con el mismo látigo. Solo cambia el itinerario y su intriga sobre un par de detalles curiosos: El primero es que se paran prácticamente en todos los bares por los que pasan, y el segundo es que hasta el momento no se han cruzado con ninguna otra bestia de su especie. A ambas cuestiones encuentra respuesta sobre el medio día, cuando están a punto de terminar. Esta amarrada precisamente a la puerta de un bar, cuando vuelve la cabeza atraída por el sonido diferente de dos campanitas muy finas. Se trata en efecto de dos campanas que cuelgan de dos grandes anillas insertadas en los pezones de una esclava. Se trata de una hembra madura, seguramente esta punto de cumplir los 33 o 34 años, pero con una complexión atlética. Todo en ella es puro músculo. Su vestimenta, como la de cualquier bestia, es nula, tampoco lleva zapatos, sino unas botas de tacón que le llegan ala altura de las rodillas, y a diferencia de guarra no tira de ningún carro. Su carga son dos alforjas que están colgadas sobre un madero ancho y largo, en cuyo centro se ha hecho un hueco para que introduzca la cabeza el animal, y en los extremos dos huecos por donde entran las muñecas. Con el cuello y los hombros se soporta el peso de las alforjas y con los brazos se equilibra. Todo el borde del madero, de unos 2 metros mas o menos, esta forrado con acero, al igual que el hueco del cuello y las muñecas, que cierra con remaches. También sorprende a Guarra que apenas lleva restricciones. Ni cadenas para los pies, ni bolo en el culo, ni campanillas en el clítoris, debe tener mucha confianza el amo en aquel animal, porque no teme que se le escape. Bueno confianza hasta cierto punto, porque cuando entra al bar saca de su bolsillo una fina cadena de acero, y con ella engancha las anillas del clítoris de su animal a la misma argolla en la que estaba amarrada Guarra. Cuando las dos se miran, una especie de atracción surge entre ellas.

Al principio se observan de reojo, intentando disimular, pero al final lo hacen abiertamente, observándose la una a la otra. Ha pasado un rato cuando Guarra queda aun más sorprendida. Su compañera le esta hablando. No se había fijado en que el bozal que lleva su compañera, a diferencia del que ella lleva, no tiene bolo interior, y por tanto la boca queda libre

-No me mires mientras te hablo. Disimula. Si no me miras no se va enterar nadie. Este bozal me tapa la boca y no se enterarán. Si me cogen hablando mi amo ya me ha dicho que me cortara la lengua, y te aseguro que lo hace.

Las dos siguen de cara a la pared y mirando fijamente a ella.

-Tú eres nueva en pueblo ¿Verdad? A perdona, no me había dado cuenta que llevas un bozal con bolo. Que incómodos son. Bueno no te preocupes, yo hablare. Supongo que te ha comprado el repartidor de piensos. Me da pena porque tiene que ser un trabajo duro tirar del carro todo el día. En fin cada una con lo que le toca. Yo pertenecía precisamente al dueño de este bar hasta que decidió que ya no le servia, y me vendió a mi amo actual. No es malo sabes, me trata bien en general, como ves no lleva látigo. Dice que no le gustan. Cuando me merezco algún castigo prefiere que corra, o que suba cuestas, en fin le encanta el deporte. Se nota por mi cuerpo ¿Verdad? Lo que peor llevo es la carga. Cuando nos toca transportar algo ligero va bien, pero le temo sobre todo a las obras, todo el día acarreando escombros, y ladrillos, y cemento. Termino muerta. Además es muy tacaño, porque me alquila a cualquiera y para que transporte cualquier cosa. Hoy sin embargo ha sido un día tranquilo. Toda la mañana repartiendo golosinas por los colegios. Me parece que ya hemos terminado, y me parece que lo he hecho bien, así que esta tarde no espero ningún castigo.

Parece que al unísono las dos miran al suelo y el silencio, solo roto por las risas y comentarios de los transeúntes y clientes del bar, se apodera del lugar.

-¿Hace mucho tiempo que eres bestia de carga? Por lo que veo no mucho. O tu amo es bastante estricto. No te preocupes, los verdugones de la espalda siempre terminan por quitarse, y al trabajo y las restricciones casi terminas acostumbrándote. Yo hace ya casi 2 años que soy la bestia de este amo, y cuando me compro y me inserto este artefacto que llevo al cuello pensé morirme. Como ves no tiene apertura, así que lo llevo siempre. No te acostumbras, pero terminas soportándolo. Veras como tu terminas haciéndote a la idea de que las cadenas de los pies y las manos, y de los codos, y el bozal, y las campanillas, incluso el bolo en el culo, no son tan terribles.

No ha terminado la frase cuando abre las piernas, y un abundante chorro indica que esta orinando a pleno gusto, justo cuando dos señoras entran en una tienda de corsetería, justo al lado de donde están ellas.

-Dios mío, que asquerosidad de animales. No entiendo como permite esto el ayuntamiento. Pero la culpa no es de ellas, es de sus amos, que no las enseñan.

En la cara de Guarra se ha dibujado un rictus de terror que su compañera capta al instante.

-¿Que te pasa? Se te ha puesto mala cara. Seguramente tu también tienes gana de orinar y tu amo no te deja. Tienes suerte. El mío sin embargo lo que no consiente es que lo haga en el corral, por tanto yo tengo que hacerlo en la calle, donde me vengan las ganas.

Han pasado 20 minutos y el sol aplasta el calor contra todo lo que encuentra. Las dos esclavas sudan copiosamente, deseando que la estancia de sus amos no se prolongue demasiado en el bar.

-Seguramente te estarás preguntando porque tiene tantos clientes con bares tu amo. Es porque se ha puesto de moda desde hace unos años tener varias esclavas en los bares para las más diversas tareas. En este concretamente éramos 5, pero no hay un número fijo. Cuanto más lujoso y elegante es el bar, más servicios ofrece. Te aseguro que es una de las tareas más duras y crueles que le puede tocar a una esclava. Ojala nunca te compren para un bar. Bueno, y ojala que a mi tampoco, no me gustaría tener que pasar otra vez por lo mismo. Yo era una de las putas de la barra. Nos tenían a otra compañera y a mi enganchadas con una cadena al cuello y a una larga barra que iba por encima del mostrador. Por supuesto íbamos completamente desnudas y nuestras manos trabadas por encima de la cabeza y juntas detrás del cuello. Para que mantuviésemos las piernas abiertas, una barra trababa y al mismo tiempo separaba nuestros pies. Eso si, el dueño nos ponía medias con ligeros y unos tacones altísimos. No podíamos estar en un mismo sitio a no ser que un cliente nos retuviese. Ahí nos tenías a las dos barra para un lado, luego para otro, y así horas y horas. En mi vida pensé que pudieran manosearme y tocarme tanto. Entraron en aquella época tantos dedos en mi culo, mi coño, mi boca, me sobaron tanto, que ya casi no lo sentía. En realidad éramos el premio por consumir un determinado número de copas. Si algún cliente llegaba al límite, el dueño sacaba la llave de la cadena y en un cuartucho que había al lado de los lavabos el cliente tenia 10 minutos para desahogarse con nosotras. A mi llegaron a follarme, o a darme por culo, o a ...........bueno lo que les apetecía, en un mismo día mas de 60 veces. Recuerdo que terminaba con el coño y el culo tan doloridos que apenas podía andar. Bueno, y casi éramos la envidia de la infeliz que había a la entrada del bar. Se pasaba el día arrodillada y con las pierna abiertas sobre un taburete. Tenía las manos encadenadas a la espalda, y su vestuario era el mismo que el nuestro. Su trabajo consistía en limpiar el calzado de los clientes. Era gratis, y muy pocos se privaban del placer de ver a una esclava como se inclinaba hasta hacer auténticos equilibrios para no caer, mientras lamía con la lengua asta que el cliente quería. Yo llegue a ver como entraban clientes con las botas llenas de polvo, de barro, incluso de mierda, y cuando había terminado y lamido a conciencia, estaban relucientes. Pero lo peor de todo, y lo que temíamos todas, era el cuarto de baño.

Un silencio absoluto parece apoderarse de la calle. Son casi las tres, y el sol esta reinando con todo su poderío. Nadie quiere arriesgarse enfrentándose a el.

Sobre las espaldas de las dos esclavas parece sin embargo que se ha ensañado. Sus pieles brillan coloreadas y sudorosas. Sus movimientos cortos y la agitación indica que la situación es insoportable.

-Si tardan en salir nos cocemos aquí. Te estaba contando lo del bar......bueno pues el cuarto de baño era el castigo que nos ponía nuestro amo si hacíamos algo mal. Yo estuve muchas veces, y era terrible. Imagina un sucio, viejo, y desgastado cuarto de baño de un bar de mala muerte cualquiera. Ahora imagina a dos esclavas desnudas y encadenadas por el cuello al lado de los retretes. Sus manos están trabadas a su nuca por encima de la cabeza al collar metálico que une la cadena con la pared. Permanecen de rodillas y con las piernas abiertas, y cuando algún cliente entra su misión es abrir la boca ofreciéndola como water. Muy pocos clientes se resisten a ver como la esclava bebe sin poder derramar ni una gota toda su orina. Bueno, su orina o su semen, porque lo mas normal es que una vez que había meado y tu te habías tragado todo su liquido, le apeteciese que se la chuparas. Tu labor entonces era que se corriese lo más rápido posible, por si entraba otro cliente que no te cogiese ocupada. Algunas veces entraba algún borracho, o algún despistado, y entraba directamente al water. Esto casi era peor. Teníamos que tenerlo todo limpio como un crisol, porque el amo entraba por sorpresa en cualquier momento, y no creas que disponíamos de fregonas o estropajos. Sencillamente había que aplicarse con la lengua recogiendo cada gota que se había derramado. Daba igual que fuera en la tapa del water o en el suelo. Nos pasábamos el día lamiendo suelos y tapas de water, o tragando orina y semen.

El horror se refleja en la expresión de Guarra, que sigue agitándose inquieta. Lo que le acaba de contar su compañera es sencillamente espeluznante. No quiere imaginar lo duro que tiene que ser esta vida, entre otras cosas, porque mañana le puede tocar a ella. Solo la idea le da vértigo, y entre el sol, el cansancio y la imaginación desbordada, la hace casi perder el equilibrio.

Tiene la suficiente sangre fría como para no desmayarse en ese momento.

Y no puede dejar de acordarse, precisamente en estas circunstancias, de su vida en la casa del antiguo amo. Solo se añora aquello que no se tiene. Una vida placentera, aburrida, sin complicaciones. Pero todos estamos sujetos a la fuerza desconocida del destino, y el muy puñetero había querido dejar en la ruina al amo D. Andrés, y con el empujar al abismo a todos sus esclavos. No pudo evitar recordar con añoranza a sus compañeras en la finca del antiguo amo ¿Que habría sido de ellas, habrían corrido su misma suerte, o quizás les había ido mejor?