Victoria

A veces, dejar todo para el último día puede ser muy bueno.

Las letras daban vueltas, se agrandaban y luego se hacían diminutas. Mi cerebro estaba a un paso de arder. Risas, cuchicheos, los golpecitos de algún bolígrafo dando sobre una mesa formaban un agobiante sonido ambiente. El ruido de los tacones de alguna chica mona y presumida terminó por desconcentrarme. Cerré el documento de word sin guardar, ya que no había sido capaz de juntar dos palabras. Necesitaba un cigarro urgentemente. Quizás, a la vuelta estaría mucho más tranquila y ya dejaría de escuchar esos sonidos, los cuales siempre existían en la biblioteca pero que, hasta aquel día, no había oído con tanta nitidez. Quizás también, incluso las letras dejaran de bailar ante mis ojos y las frases de los numerosos artículos que debía de leer para hacer mis trabajos de prácticas de aquella asignatura empezaran a cobrar sentido en mi cabeza en lugar de parecerme una sucesión de palabras sin sentido. Dejé mi mochila en la silla del sitio que tenía ocupado.

En el exterior, había una multitud de alumnos, como siempre. Al principio, no vi ninguna cara conocida de mi clase, lo que me pareció tremendamente normal, no tendríamos clases ni el jueves ni el miércoles y muchos estarían ya viajando hacia sus pueblos o de fiesta, como había hecho mi novio, aunque en su caso, porque daba por perdida la asignatura y no tuve forma de convencerle de que lo intentara. Solo yo, por mi estúpida manía de dejar todo para el último día estaba ahí, con un tocho de prácticas sin hacer y tan solo un día para entregarlas todas, estaba pringada aquel día. Me encendí el cigarro y aspiré el humo de una calada. Mirando al vacío, me percaté de que había un rostro conocido. No sabía su nombre, pero esa chica estaba en mi clase. No habíamos cruzado jamás conversación alguna, pero yo me había fijado en ella las veces que la había visto. No sabía el motivo pero me resultaba interesante. Por alguna razón, me caía bien sin conocerla, algo de ella me atraía. También, aunque no en sentido sexual, me resultaba bastante guapa. Era una chica bastante normalita, delgada, sin apenas pecho, más bien bajita de estatura, morena y con el pelo rizado. No destabaca de ella nada, ni era la típica tía que los tíos mirasen. De hecho, cuando había estado charlando con mi novio y nuestros amigos varones de la clase y estos se habían puesto a dar el típico repaso de los tíos a las tías que están buenas, ninguno la había mencionado nunca. Preguntado a mi novio personalmente, me dijo que la veía bonica pero no le llamaba nada la atención. Pienso que puede que ese tipo de belleza sencilla fuera la que me resultara tan atractiva, no lo sé.

Estuve tentada de acercarme a ella, esperanzada de que también tuviera que hacer las prácticas y nos pudieramos echar un cable la una a la otra. el problema fue que no estaba sola, sino con un chico que no había visto en mi vida y que supuse que no sería de la carrera. Por lo tanto, me daba un poco de corte acercarme de esa forma. Seguí fumando a mi bola. Ansiosa como estaba por lo mal que llevaba las prácticas, me acabé el cigarro en un suspiro y tiré lo que quedaba de él al suelo. En ese momento, una voz me llamó la atención.

  • Perdona, ¿tienes fuego?- era la chica de clase, llevaba unos vaqueros y una camiseta de manga corta blanca muy sencilla.

  • Sí, toma- le contesté alargando el mechero.

  • Gracias- agarró el mechero y se encendió el cigarro- ¿tú eres de biología? me suena tu cara-

  • Sí, a mi también la tuya- era mi oportunidad, tenía que intentarlo - ¿estás aquí por las prácticas de neuroanatomía? (Nota: nisiquiera se si esa asignatura existe, lo de la carrera me lo he inventado, no cursé biología)

  • Sí tía...- respondió ella con un gesto de cansancio- solo me queda una pero es la más larga y no sé cómo meterle mano-

  • Yo no sé meterle mano a ninguna- respondí.

  • ¿En serio? estás vacilándome. No me digas que te faltan todas-

  • Sí- admití con un poco de vergüenza.

  • No te preocupes... espera - hizo un gesto al chico que la acompañaba para que se acercara. Era un muchacho guapetón, quizás un poco pijo para mi gusto y, sobre todo, con demasiada cara de crío. Al verlo de cerca, llegué a pensar que era su hermano pequeño pero resultó ser su novio y tener un año más que nosotras. Su rasgo más sobresaliente eran sus grandes ojos marrones oscuros. Era delgado pero con buen cuerpo y lucía un pelo medianamente largo liso y negro que hubiera podido ser bonito si no lo llevara al estilo de Justin Biever. Como he dicho, era bastante guapo, sus únicas pegas eran su cara de crío que, junto a ese pelo, le daban un aspecto que recordaba peligrosamente a la estrella del pop.

El chico saludó y mostró rápidamente ser un tipo alegre y divertido. Estuvimos hablando un buen rato hasta que él se marchó porque tenía que quedar con compañeros de su clase para hacer un trabajo de su carrera. Victoria, que así se llamaba mi compañera de clase recién conocida, me convenció de ir con ella a su casa para hacer el trabajo que le faltaba las dos juntas y, de paso, pasarme el resto de las prácticas para que las cambiara y las pudiera entregar. Yo me negué lo justo para no parecer una aprovechada, pero admito que no tuvo que insistir gran cosa. La acompañé a su casa y allí estuvimos las dos juntas, trabajando codo con codo.

Una vez terminada la práctica, ella me dejó sus archivos con las prácticas ya terminadas y me animó a que me quedara toda la noche para cambiarlas y que parecieran otras. Aunque antes, tocaba cenar.

Hablamos bastante durante la cena y en casi todos los descansos que tuve aquel día. Resultó que conectábamos bastante en todo. Rapidamente, pasamos de ser unas desconocidas a hablarnos como si fueramos amigas de toda la vida. Obviamente, se trata de un relato erótico por lo que no me quisiera extender en exceso en todo lo que hablamos. Solo sacaré lo más interesante, que coincide también como lo más interesante de cara a la parte erótica que trataré de relatar más adelante:

  • Tía, pues que sepas que me fijé en ti. No sé... te veía pasar por el pasillo de clase y sentía que eras una tía con la que me llevaría bien, no se... que conectaríamos...- le dije en algún momento de la noche, sentadas ambas frente a frente en el mismo sofá-

  • ¿Y conectas?-

  • Sí- me eché a reír y ella también- sí que conectamos, ¿no?-

  • yo creo que sí. Yo también me había fijado mucho en ti- la verdad, es que no me esperaba que me soltara eso. Imaginé que lo decía solo por cortesía

  • ¿Ah sí?-

  • Sí, me pasó lo mismo, te lo juro. Incluso le pregunté a mi novio una vez que te vimos por la biblio- me sorprendió que dijera que ella también le había preguntado por mí como yo a mi novio por ella- me dijo que le parecías muy guapa. Desde entonces tengo celos de ti-

  • Anda ya- dije riéndome.

  • Lo del fuego fue una excusa, él tenía mechero-.

  • ¿cómo?- aquello me había dejado descolocada.

  • Pues que tenía ganas de conocerte y no sabía cómo entrarte-.

Tras esto, la conversación derivó pronto en otra cosa totalmente distinta, creo que anime, que fue uno de los temas de los que hablamos. En algún otro momento de la noche, ella me habló sobre mi novio:

  • Oye, pues tu novio es muy guapo también. No te pongas celosa, el mío más- mostró una encantadora sonrisa. No podría ponerme celosa con ella porque era sincera, auténtica.

  • Cuidado, no te acerques a mi chico- dije poniendo toda la voz de malota de la que fui capaz. Ambas reímos.

  • No, pero en serio- insistió ella- es tremendamente guapo, deberíamos hacer un intercambio-

  • Estás loca- dije partiéndome de risa y tirándole un cojín a la cara.

No voy a hacer una tesis doctoral ni una enciclopedia sobre mi relacion con Victoria.  Solo decir que, pronto, nos convertimos en amigas. No inseparables ni las mejores amigas, pero sí teníamos una relación bastante fluida. Como había dicho antes, no me atraía de forma sexual. Mi atracción hacia ella fue más bien mental, nada física. O no lo había sido hasta cierto momento...

Una mañana, mi novio y yo, junto a unas amigas, nos tomábamos un café en los escalones de la puerta de nuestro edificio, cuando apareció ella. La miré desde abajo como se acercaba. Lucía un vestido de tela fina con rallas blancas y negras, sin escote y con la falda hasta la mitad de los muslos. Al mirarla, experimenté una sensación extraña. Un "ains", por llamarlo de alguna forma. No es que me excitara, más bien que la vi especialmente bella en aquel momento. Por primera vez, la miré como podía mirar a un hombre que me resultara bastante guapo.

Por el mediodía, se lo comenté a mi novio mientras degustábamos unos bocadillos de lomo exquisitos que vendían en una tienda cercana a la universidad. Él, al principio bromeó. Después, le entro la curiosidad y empezó a preguntar el cómo, si me ponía, etc. Yo no sabía que contestar a la mitad ni cómo explicarme bien. La verdad es que en esos momentos no sentía que me pusiera. Hasta que pronunció las palabras clave:

  • ¿te la follarías?-

  • ¿estando soltera?-

  • Hombre claro-

Me quedé dubitativa. ¿realmente lo haría? nunca había experimentado eso por las mujeres, al menos no de esa forma concreta. Pero me di cuenta de que sí que lo haría y así se lo dije a mi novio. Ni que decir tiene que tenemos una relación bastante abierta, no en el sentido de poder acostarnos con otras personas, sino en el sentido de que él puede decir si tal o cual tía le pone sin ningún problema por mi parte y viceversa. La frase clave siempre era: "me tiraría a x tío si estuviera soltera", pues dábamos, y damos por hecho que no seríamos infieles. Aquella era la primera vez que contestaba que sí respecto a una tía.

Lejos de importarle, le pareció genial la idea. Mi novio siempre había intentado que me gustaran las tías. Su mayor sueño de siempre era hacer un trío conmigo y cualquier otra. La verdad es que le daba igual incluso no tocar a la supuesta chica solo con verme besando y acariciando a una mujer. Por todo eso, rápidamente la conversación derivó en él preguntándome si haría un trío con ella en el supuesto caso de que se propusiera y mi respuesta siempre fue no. No soportaba la idea de verlo con otra mujer.

De todos modos, ninguno de los dos nos tomamos en serio la conversación, ambos sabíamos que no se iba a producir dicha propuesta. O eso creíamos...

  • Sara (no es mi nombre pero lo cambiaré por el mío para el relato), tu novio me gusta demasiado-

  • ¿qué dices tía?- sonreí al principio. Estábamos tiradas en el césped de la universidad y llevábamos media tarde charlando muy animadas. Lo vi como una coña sin importancia.

  • Lo digo en serio- su cara no mostraba que estuviera haciendo una broma, lo cual me preocupó. No sabía cómo contestar, si meterle una hostia o pedirle una aclaración. Estaba a punto de enfadarme, pero entonces ella acarició mi mano con sus dedos - ¿por qué no le convences y os venís los dos una noche a mi casa?-

Me quedé tratando de asimilar lo que me acababa de proponer. ¿Estaba proponiéndome un trío?

  • Piénsalo, nos lo pasaremos bien- yo seguía sin contestarle, finalmente, le dije que no. - Vaya, una lástima, me habría encantado hacerlo. Volvamos a la sala de estudio-

La observé levantandose del cesped y cogiendo su carpeta. Me resultaba sumamente atractiva. ¿Por qué no? me decía una voz interior mientras que otra voz me decía que ni de coña.

  • Espera...- noté que me ponía colorada- esto... - no sabía por qué me costaba tanto. Bueno, en realidad sí. No quería ver a mi novio mirándola a ella por miedo a los celos. Pero quería hacerlo y sabía que para él sería el mejor de los regalos - sí... se lo diré... pero lleva el vestido del otro día...-

Cuando se lo comenté a mi novio casi salta de alegría. Me empotró como modo de agradecimiento, hasta dos veces en unas tres horas. Fueron unos polvos increíbles pero que no voy a relatar porque quiero ir al grano y creo que ya me he entretenido bastante. Por resumir un poco, diré que me arrepentí tropecientas veces de haber aceptado y a punto estuve de echarme atrás a última hora. Pero no lo hice, y llegó la noche indicada sin haber dicho que no. Me puse una minifalda negra y una camiseta roja escotada, rompiendo mi norma, que consiste en no ponerme escote si luzco una falda corta o al revés, no ponerme falda corta si luzco escote. Quería estar espectacular para la ocasión. Como ropa interior, me puse un conjunto de bragas y sujetadores de encaje negros, que solo usaba para momentos especiales con mi novio. Me hubiera puesto algo aún más sexy como un matamaríos o ligueros, alguna cosa así, pero difícilmente lo podría ocultar tras la poca ropa que llevaba y tampoco era cuestión de que la policía me detuviera confundiéndome con una prostituta. Mi novio, por su parte, se puso unos vaqueros y una camiseta blanca con letras negras grandes, que le quedaba ceñida al torso y lo hacía lucir guapísimo. Además, se echó algo de gomina en su pelo negro, rizándose el flequillo.

Respecto a nosotros dos, copio y pego la descripción física de mi primer relato porque si no me voy a cansar mucho dando siempre la misma descripción:

- Físicamente, ahora he cambiado algo mi cuerpo, aunque en aquel entonces hacía bastante deporte y eso se notaba. Tenía un cuerpo fibrado, sin llegar a destacar ni pasarme. No era el cuerpo de una chica fitness de las que salen en las revistas, ni mucho menos, aunque tampoco considero que estuviera nada mal. No soy ni alta ni baja, aunque quizás me acerco más a alta, tengo el pelo castaño ondulado y ojos marrones y grandes. Mis facciones, en general, son grandes, no solo los ojos. Mi cara se podría calificar de redondita, mis labios gruesos hasta cierto punto y la nariz no es excesivamente grande, pero no se puede calificar de pequeña. A juego con el resto de mi cara, eso sí. En esa época, como he dicho, tenía buen cuerpo de hacer ejercicio. De talla de sujetador he solido usar siempre una 90 con copa c o 95 con copa b. Lo que más orgullosa me sentía era mi culo y, también, lo que siempre ha destacado más físicamente de mí. Un culo redondito y respingón, que no grande. En cuanto a mi peso, no recuerdo bien cual era en aquel entonces, pero se podría decir que estaba delgada. En general, no era, ni soy, una mujer que destacara especialmente, salvo si vestía de determinada forma. Era una más del montón. Guapa, no voy a ser modesta, pero nada del otro mundo.

  • En cuanto a mi novio tengo que reconocer que es más guapo que yo, o al menos así lo veo. Ojos verdes llenos de vitalidad, pelo suave y liso, normalmente, como en esta ocasión, algo enmarañado pero sin llegar a ser largo y siempre con la frente tapada por su flequillo. Constitución atlética que le hacía tener unos hombros y un pecho fuertes sin hacer nada de ejercicio. Amén de unos bíceps marcados que siempre han sido mi debilidad, todo ello en un cuerpazo delgado, como ya he dicho no hacía gimnasia. Tiene un poco de barriga cervezera pero, lejos de querer cambiársela, me encanta. Y en cuanto a su pene, es de unos 18 centímetros, reconozco que no es el más grande que he visto pero sí uno de los que más.

Volviendo al tema, llegamos un poco más tarde de la hora acordada, porque a mí me entraron algunas dudas en el camino que finalmente disipé. Estaba nerviosa cuando abrió la puerta. Como le había pedido, llevaba ese vestido de rallas de la ocasión anterior. Halagó lo guapa que me había puesto y, tras darnos dos besos a mi novio y a mí, nos hizo pasar.

Al entrar al salón, mi novio y yo nos miramos con los ojos abiertos, sin decir nada. Su novio, el Justin como le pusimos de mote, estaba sentado y se acercó a saludarnos. A mí me dio dos besos y comentó lo guapísima que iba y a mi novio le estrechó la mano.

  • Esperad un momento, ¿de qué va esto?-fue mi novio el que comentó lo que yo misma quería comentar.

  • ¿cómo que de qué va esto? Pues habíamos quedado en esto, ¿no?- el Justin parecía más extrañado con nuestra extrañeza que nosotros mismos.

  • ¿Algún problema?- dijo Victoria

  • No, ninguno- respondí- Solo que creo que ha habido un malentendido...

  • No lo entiendo, ¿No le dijiste que haríamos un intercambio?- dijo a Victoria su novio. Yo no sabía qué hacer ni que decir. Miré a mi novio y él también a mí. Estaba a punto de decir que nos íbamos pero mi novio dijo:

  • Creía que era otra cosa, pero lo del intercambio está muy bien- pude ver como sus ojos recorrieron a Victoria y le sonrió, a lo que ella respondió con una sonrisa pícara. Estuve a punto de pegarle un bofetón. Por momentos, me dio rabia, rabia sobre todo porque siempre había dicho que victoria no le ponía mucho. Pero decidí que no era el camino y, si habíamos llegado hasta aquí, continuaríamos. Además, en su defensa he de decir que desde que le comenté la idea del trío, su morbo hacia Victoria había subido y no me lo había ocultado. Decía que de repente la veía con otros ojos y se había convertido en un diez. En aquel momento, no obstante, reconozco que todo me enfadaba un poco y, cuando me acerqué a Juanfran, el novio de victoria, y le agarré del brazo sonriendo y diciendo que sería una gran idea, lo hacía un poco por picar a mi novio. Como ya he dicho, Justin era muy guapo, muchas tías se pelearían por él pero su mote era Justin, lo que le hacía perder puntos.

  • Bueno, ¿nos echamos unas copas de vino antes?- dijo victoria y se acercó a la mesa del salón, que tenía una botella sin descorchar y copas preparadas.

  • ¿Para qué?- le dije esperando a que me miraran ambos y cuando hube captado la atención de los dos, besé a Justin en los morros, atrayéndolo hacía mí con las manos en la cintura. Mientras lo besaba, miraba orgullosa la cara de ambos, esperando ver algo de rabia. Cogí sus manos y, sin dejar de morrearlo, se las llevé hacia mi culo, haciendo que me agarrara las nalgas.

  • Si tienes tanta prisa... - Victoria se acercó hacia mi novio provocativa y él la besó. Vi sus manos agarrar su culo, tal y como hacía Juanfran con el mío.

En aquel momento, Victoria me miró y me di cuenta, con su gesto, de que sabía que estaba un poco molesta. Su expresión aún transmitía más cosas, como que si yo quería jugar así ella estaría encantada de entrar en el pique. Había malicia en la sonrisa que me dirigió. Entonces, se dio la vuelta, sin dejar de mirarme y, agachándose, empezó a restregar su culo contra el paquete de mi novio, que la agarró de la cintura. Mientras la cara de ella decía jódete, la de mi novio la devoraba con los ojos. Era de auténtica excitación.

Yo la imité, haciendo lo mismo con Juanfran. Restregando mi culo sobre su paquete, aunque me costaba notarlo, no porque no estuviera duro, que lo estaba, ni porque fuera pequeña, que más tarde comprobé que no lo era. La razón era el tejido de mi falda, parecido al vaquero aunque sin serlo. La realidad era que sí que lo notaba pero me comparaba con los otros dos. El vestido de ella era mucho más fino y yo sabía que estaría notando mucho más el paquete de mi novio que yo. Ella nos miró sonriendo, a Juanfran y a mí. Con su mano, levantó su vestido, dejando ver sus bragas a las que pronto se pegó el paquete de mi novio. Juanfran, no sé si porque también se había picado o porque le apetecía sin más, me levantó la falda también. Por la forma en la que me agarró de la cintura con una mano mientras con la otra me acarició la entrepierna, dándome unos pollazos y unas restregadas mucho más apasionadas que hacía un momento, supe que mis bragas de encaje le habían gustado mucho. Miré a Victoria, que lucía unas bragas normales, también de rallas blancas y azul marino, como queriendo ir a juego con su vestido. Incluso me resultó inocente su intento. Era una chica demasiado sencilla para haber caído en esta clase de lencería. La miré sonriendo, con un gesto de triunfo.

Ahora sí, notaba el pene de Juanfran bien duro, restregándose contra mi culo. Vi que mi novio estaba mirándome. No tenía una expresión de estar molesto ni celoso, solo me miraba fijamente el culo embobado, dando pollazos a Victoria pero mirándome a mí. Reconozco su cara cuando le excito mucho y en ese momento, le estaba excitando muchísimo.

Una mano de Juanfran acarició mis tetas, estrujando una de ellas. Más allá de que tuviera un poco aspecto de crío, sabía tocar. Me estaba poniendo a mil. Para mejorar aún el momento, me sentía triunfante, Victoria quería mucho hacerlo con mi novio, pero él me miraba a mí, igual que el suyo. Con un poco de maldad también pensé en como me tocaba las tetas Juanfran, sonriendo para mis adentros porque las mías eran más grandes que las de ella.

Pero ella no quería perder protagonismo. Yo, por momentos, solo me dejaba manosear por Juanfran, moviendo mi culo para restregarlo también contra su pene. Él se había bajado el pantalón y me daba con los boxes puestos.

  • uhmm, a ver como es- oí decir a Victoria. Cuando miré, estaba arrodillada frente a mi novio, que tenía los pantalones bajados. Ella le lamía el boxes mirándolo con cara de putilla.

Me quedé contemplando la escena cuando ella le bajó el boxes hasta mitad de las piernas. Con su mano le agarró el pene, bombeándolo lentamente arriba y abajo y me miró, con una media sonrisa provocativa. Miré la cara de mi novio, que ahora se centraba únicamente en ella. Una mirada que conocía bien, que me excitaba como una perra cada vez que me la lanzaba. Una mirada que, en condiciones normales, no me hubiera gustado que lanzara a ninguna otra mujer, pero me sorprendí a mí misma intensificando las restregadas con mi culo contra Juanfran, que a su vez también intensificaba la marcha. No solo era la mirada de mi novio, también la que Victoria me estaba echando. Me sentía cada vez más cachonda y eran los tres. Mi novio y ella, con sus miradas, con aquella imagen de ella arrodillada, con las piernas entreabiertas que mostraban sus bragas, ante mi novio y su mirada de pervertido, su culazo al descubierto, más Juanfran que no paraba de estrujarme las tetas y darme pollazos, los que estaban poniéndome tan caliente. Me giré un poco para ver al Justin. Vi que en ese momento no estaba mirándome a mí, sino a ella. Ya no era yo la triunfadora y, la verdad, poco que me importaba. Lo entendía cada vez que miraba a Victoria, que me parecía más guapa por momentos.

Entonces, acercó su boca a la polla de mi novio y empezó a chuparla, pasándole la lengua desde abajo hacia arriba. Juanfran sintió envidia, supongo, ya que me dio la vuelta, haciendo que me arrodillara ante él y ofreciéndome su polla. Como dije, no era pequeña, sí más que la de mi novio, pero estaba bastante bien, con una ligera curvatura hacia la derecha. Me la restregó por la cara. Yo la agarré y miré a su novia, siguiendo el juego de intentar dar celos aunque a esas alturas, ella ni miraba. Solo a mi novio, ya se había metido su pene en la boca y se la estaba chupando, sin dirigir ninguna mirada. En cambio, él sí que alternaba miradas entre ella y yo. Solo por jugar, más que por verdadero ánimo de competir, empecé a metérmela, paso a paso, pero buscando llegar a tenerla toda en la boca. Considero que tengo la boca bastante grande y no me costaba nada, acostumbrada a hacerlo con otra más grande. Pude notar como Juanfran enloquecía. Lo noté en su mirada, en la cara que ponía ante mi mamada, como respondía a la mirada que le puse de viciosa, en cómo me echaba el pelo hacía atrás y, sobre todo, en la manera en la que me empezó a follarme la boca, con cuidado pero frenéticamente. Aguanté un poco algunas para no dar arcadas en las embestidas más fuertes pero disfruté como una loca con el resto. Cada vez que lo miraba, me parecía más guapo. Él buscó quitarme la camiseta con la mano, le ayudé sacándomela yo misma y dirigí una mirada a la otra pareja. Me gustó ver sus miradas.

Las manos de Juanfran, después de bajar mi sujetador para descubrir mis pechos, tocaban mis tetas, mi cara y de nuevo mis tetas, así constantemente al tiempo que me follaba la boca. Me empecé a acariciar con la mano por debajo de mi braga, para calmar un poco el fuego que abrasaba mi clítoris. No me importaba que mi novio estuviera allí con esa chica, ni que el sujetador en esa posición me molestase y me hiciera algo de daño. Lo único que me importaba en aquel momento era continuar con todo ese morbazo y que Juanfran usara mi boca y todo mi cuerpo como quisiera, yo también tenía muchas ganas de usar el suyo. Le pedí que se quitara la parte de arriba. Tenía un buen torso, delgado y sin músculos pero el conjunto era bastante sexy. Sentí ganas de lamerlo entero y eso hice. Interrumpí la mamada para ir subiendo lentamente, tocando con mis manos al lado de su ombligo y ascendiendo poco a poco, besándole cada centímetro de piel. Cuando rocé su polla con mis tetas, él me paró agarrándome de los brazos y restregó su miembro contra ellas.

Cuando Victoria se quitó el vestido y el sujetador, me sorprendí a mí misma mirándola. Tenía unos pechos pequeños y firmes y, por momentos, quise ir a mordérselos, pero fue mi novio el que lo hizo, entonces de lo que sentí ganas fue que él me las mordiera a mí. O todo a la vez, más bien. Mi novio tiene unas manos bastante inquietas en sentido sexual. Cuando empieza a tocar, pasan de un lado a otro del cuerpo tan rápido que llega a parecer que te está tocando con cuatro u ocho manos. Y supe que era eso lo que estaba sintiendo Victoria al ver como en cuestión de segundos, él había manoseado todo su cuerpo varias veces.

Yo, arrodillada, apreté mis tetas contra el pene de Juanfran, para que este me las follara. Sentía un poco de dolor en la rodilla pero, como digo, me daba exactamente igual en un principio. Lo cachonda que estaba compensaba todo. Pero, al final, cuando vi que mi novio y su novia se iban hacia el sofa, decidí que era momento de hacer lo mismo y estar más cómoda.  Me levanté y, en vez de agarrarlo de la mano, lo agarré de la polla, suavemente, pero llevándolo así cogido. Al pasar por el sofá que habían escogido Victoria y mi novio, pude verlos arrodillados, ella delante de él, que le había bajado las bragas y le comía el culo y la raja del coño con mucha pasión. Nos miramos y nos sonreímos. Él me agarró la pierna y me atrajo hacía sí, bajándome las bragas de un tirón hasta el comienzo de las nalgas, me metió la cabeza entre ellas y me dio un lametón que me hizo estremecerme de placer. Luego me soltó y se quedó observándome como me llevaba al otro al sofá de al lado, contoneándome al saber que él se le caía la baba con mi cuerpo.

Le iba a pedir a Juanfran que me lo comiera un poco, pero fue tal la forma tan morbosa que tuvo de tirarme en él bocarriba, bajar mis bragas hasta mis tobillos y separar mis piernas, que me dejé llevar. Sacó un condón del bolsillo y lo abrió con la lengua para ponérselo justo después. Entonces acercó su polla a mi vagina y no le costó mucho que entrara, pues yo estaba chorreando, totalmente lubricada. En aquel momento me sentí algo decepcionada porque yo quedaba de espaldas a la otra pareja y, aunque el Juanfran me estaba poniendo muchísimo, lo que más me ponía era poder ver a los tres. Pero era el Justin quién podía hacerlo y, de hecho, hubo momentos en los que me miraba, momentos en los que miraba al otro lado y me hacía sentir algo incómoda. Es extraño que te follen mientras miran a otra. Y también momentos algo cómicos en los que observé como retiraba rápido la mirada, como supuse y como luego me confirmó mi novio, porque sus miradas se cruzaban. Eso me gustó, que mi novio intentara verme todo el rato aunque mirara también a la otra, como era lógico.

Siguió follándome, chupándome de vez en cuando las tetas. Victoria, que todo el rato había estado gimiendo, ahora cada vez lo hacía más fuerte. Casi a gritos se podía decir. Al contrario de yo, que soy callada, ella era escandalosa. Gritaba cosas como “dame más” , “me encanta” y ese tipo de cosas que se suele decir en la cama. Y tengo que admitirlo: si no fuera suficiente que Juanfran me estuviera penetrando, la voz de Victoria me puso más loca instante tras instante. No sólo porque me ayudara a evocar la imagen de los dos follando, también la voz en sí, me estaba poniendo a mil.  Era una preciosa melodía que se metía por mis oídos y me recorría todo el cuerpo de puro placer.

-       Dame más fuerte- le dije a Juanfran, que empezó a sacudir un poco más fuerte de lo que estaba haciendo.

-       Joder, ¡dame más fuerte te he dicho!- le inquirí una segunda vez. Sus embestidas se fueron haciendo gradualmente más fuertes, salvajes. Pero yo quería más y más.

Me separé y me di la vuelta, en posición de perrita.

Me separé y me di la vuelta, colocándome en posición perrita, una posición perfecta para observar la otra pareja. Me excitó mucho la escena, y aún más porque antes de poder siquiera procesarla el Justin ya me había clavado su polla de nuevo. Ella estaba siendo penetrada sentada encima de él, también sentado, y ambos mirando hacia nosotros. La chupaba y la tocara entera y ella me dirigió varias miradas provocativas, sin dejar de gemir y gritar ante las embestidas de mi novio.

Por mi parte, yo sentía a Juanfran chocar y una vez contra mis nalgas, con su polla penetrándome constantemente. Le empecé a pedir más y más fuerza. Extasiada, apoyé la cabeza contra el brazo del sofá, mordiéndolo a veces incluso y derramando, todo el rato, saliva por la posición en la que me encontraba, con la boca de lado, abierta por el placer.

-       Sí, ¡me corro!- oí decir a Victoria. Me incorporé para mirarla.

Ella gritaba, agarrando a mi novio con sus brazos echados hacia atrás. Reconocí entonces, por la cara de mi novio, que él estaba llegando también y lo estaba haciendo mirándome a los ojos. Era una bella estampa. Me acaricié el clítoris con una mano, sin que Juanfran dejara de penetrarme a un ritmo salvaje. Todo el conjunto era morboso y excitante. Ellos se quedaron cansados, en la misma postura, unos instantes.

Entonces, las sacudidas que recibía se fueron haciendo más lentas y, a la vez, más fuertes. Supe que él se estaba corriendo y solo era cuestión de tiempo que me corriera yo.  Mi novio tenía el pelo revuelto y no dejaba de mirarme con deseo.

-       Sigue- le ordené a Justin cuando vi que se había corrido del todo.

Siguió, aunque no le hizo falta estar mucho tiempo. Estaba demasiado excitada. Mi cuerpo se estremeció, tensé todos los músculos y sentí ese placer indescriptible que te invade el cuerpo cuando tienes un orgasmo. Me encantó tener a mi novio y a Victoria mirándome, me excitaba mucho que me vieran correrme ambos de esa forma, que vieran mi cara descomponerse en una mueca de absoluto extasis. Cuando me terminé de correr y él se separó, me sorprendí a mí misma con la cara sobre un pequeño charco de baba que había formado mi saliva, la cual aún colgaba algún hilillo de mi boca, sobre el brazo del sofá.

En un primer momento, quizás por el placer del orgasmo que acababa de disfrutar, esto me puso. Y, a decir verdad, hoy todavía me pone mucho recordar aquel momento. Pero enseguida me dio vergüenza de estar babeando así ante mi amiga y su novio. Creo que me puse colorada. Los siguientes minutos fueron raros. Nos vestimos todos en silencio. Pasada la excitación, yo me moría de vergüenza. Mi novio también se sintió algo raro. Sorprendentemente, ellos, que esperaba que lo llevaran mejor pues creía que no era la primera vez que hacían esto, también los noté muy nerviosos. Luego supe que éramos su primer intercambio.

Tuvo que pasar un rato para que todos pudiéramos empezar a hablar de otros temas. Y un rato aún mayor para que, definitivamente, dejáramos de lado la vergüenza por lo que acababa de pasar y disfrutáramos de una velada en la que bebimos, reímos y, finalmente, incluso pudimos charlar abiertamente de todo lo que había pasado.