Victoria

Nunca se sabe como puede terminar una semana a solas con tu jefe.

Victoria

Las vacaciones se habían acabado. La entrada a la oficina era por este motivo quizás más silenciosa que otros días, ni siquiera se oía la radio , esa que otras mañanas aporreaba los oídos recordándome continuamente la hora, la temperatura, y el estado del tráfico. Pero a quien le importan esas cosas!

Tras encender el ordenador estuvo media hora tratando de buscar una postura cómoda en la silla, hasta que se dio cuenta de que el silencio era debido a que no habrá nadie en la oficina, ya que el resto de compañeros disfrutaba del segundo turno. No obstante, y extrañada se levanto a ver quien había en los otros despachos...

  • y otra vez que el tanga se me mete donde no debe

Pero aunque el ordenador de su jefe estaba encendido, en su oficina no parecía haber nadie.

  • Se habrá bajado a tomar un café, podía haberme esperado el muy idiota-

Se había pasado todas las vacaciones pensando en él como una imbécil. A todas horas y en todo momento se preguntaba que estaría haciendo él, con quien estaría hablando, cual sería la "putita" que estaría disfrutando de sus manos, de sus besos, de sus abrazos, de su imaginada polla.

Imaginada porque, desde luego Victoria no había podido vérsela, por poder no había podido verle mas allá del nudo de la corbata que llevaba todos los días, y con la cual se imaginaba que la ataba a la cama en las largas noches de onanismo digital.

Ella, Victoria, tenía 24 años, y su experiencia con los hombres brillaba por su ausencia. Su timidez rozaba lo patológico, y la probabilidad de que un hombre se acercara a ella y que inmediatamente el rubor se apoderase de su cara intimidando al infeliz de turno eran altísimas, como así había ocurrido durante los años de universidad, en su nuevo trabajo, y por supuesto en estas pasadas vacaciones.

Si fea no soy- se gustaba decirse a si misma cuando en la intimidad de su cuarto, se miraba desnuda en el espejo. Cogiendose el pecho, reconocía que atraía la mirada de sus compañeros desde antes de los 14 años. Y su tripita seguía estando igual de firme que cuando hacía gimnasia en el instituto, y sus vellos púbicos seguían igual de cortos y rojizos, más bien "zanahoria", cubriendo escasamente su vagina, su chochito, como le gustaba llamarlo a ella.

Dándose la vuelta en un escorzo comprobaba que su culito seguía en su sitio, mas arriba de lo normal en sus compañeras y más relleno que lo que su cintura haría prever, y de lo que ella desearía.

No sabía Victoria lo que le esperaba a su culo esa semana. No se lo podía ni imaginar cuando ese lunes llego a la oficina. Cuando se levantó y pensó que para pasar el síndrome postvacacional se pondría un poco más sugerente que el resto de los días laborables, y como colofón nada mejor que el tanguita de color rojo que se compró para la fiesta de nochevieja del año pasado pensando que algún desprevenido llegaría a verlo, quizás a tocarlo, y si por ella fuese quitárselo con los dientes poco a poco….

Sergio subió de tomar el café, cuando abrió la puerta vio que solo Victoria estaba en su mesa. Tras preguntarle por las vacaciones la pidió que le acompañara a su despacho para planificar la semana, que por la no presencia de casi todo el equipo se presumía de trámite.

Ella, como casi siempre, no contestó, solo asintió y le acompaño como un corderito, eso si, sin dejar de mirarle el culo constantemente, lo cual hizo que otra vez entrara en su oficina roja como un tomate.

Las tareas pendientes no les llevó mucho tiempo, por lo que estuvieron hablando de diversas cosas sin importancia. El siempre se preguntaba porque ella no hablaba, porque se ponía roja. Ella parecía otra persona en cuanto llevaba tres minutos con él.

Al final de la semana, como siempre, un encargo de última hora hizo que estuviesen trabajando hasta el jueves a última hora. Sergio nunca dejaba que su empleados se quedasen más tiempo del necesario, el se llevaba la pasta y el "hacía" las horas que fueran necesarias. No podía exigir a gente que ganaba cuatro veces menos que él que se sacrificaran de la misma manera. Pero aquella semana era diferente, solo podía recurrir a Victoria, y por ello se sentía culpable. Al caer la tarde, decidió que era suficiente, por lo que la incitó a irse. Ella no quiso, no tenía planes, le dijo. El intentando quitarse ese complejo de culpabilidad la invitó a tomarse una cerveza a la salida del trabajo.

En el Bar de la esquina empezaron a hablar de cosas, que quizás por estar siempre dentro trabajo, nunca antes habían hablado. Ella, como siempre le pasaba, empezó a abrirse más y más ante sus preguntas, hasta que una de ellas la desconcertó.

-Victoria, tienes novio?-

Victoria negó con la cabeza. Amante? Repetición del gesto.

Tras dos minutos de silencio. Ella no se aguantó, y le espetó, - ¿es que pasa algo?.

  • No, solamente me extrañaba que una chica tan guapa como tú no tuviera un macizo a su lado.

Rojo no era el color de su cara , mas bien tirando a granate oscuro. Pero como era su segunda cerveza, en vez de agachar la cabeza como solía hacer, le dio un ataque de risa sin igual. Se tambaleó en su taburete, y paso lo que no podía pasar, que se le cayó la cerveza por toda la falda.

Sergio se sintió culpable y se lanzó a intentar limpiarla, lo cual la provocó más nerviosismo en ella todavía. Al final él acabo riéndose también de su torpeza y tras pagar las consumiciones, la invitó a cenar.

-No puedo ir a ningún lado con esta pinta-

Tampoco se nota tanto, mujer- La mirada esta vez fue medio irónica medio incrédula.

-Tienes algo para cambiarte en la oficina?-

  • Si, le contestó, la ropa del gimnasio.

  • Creo que no va a servir.

  • Podrías acompañarme a casa, me cambio en un minuto. Vivo aquí cerca sería todo más fácil. Tardó un segundo en darse cuenta de lo que acababa de decir.

El, mirando el reloj, no estaba seguro de a donde le podía llevar tanta caballerosidad y educación. Pero al fin, accedió.

En el camino a casa, ella tenía un presentimiento extraño. No sabía reconocer que era. Solo que sus pezones se estaban sensibilizando, y la molestaba el roce con el sujetador. Sin embargo empezaba a tener cierta humedad entre sus muslos que le era lejanamente conocida.

Se acordó en ese instante de su primer y único novio, aquel que sin mucho miramiento la había desvirgado en aquella fiesta en su primer año de universidad. Aquel que tras endiñarle tres martines se la llevó al Fiat Punto de un amigo, y diciéndola que la amaría para siempre la dejó con las bragas en los tobillos y tratando de metérsela con los cristales empañados por único testigo se corrió dejando el asiento de atrás con unas manchas inconfundibles, porque la verdad ella no llegó a sentir si la había desvirgado o no. Sangre no iba a encontrar, porque eso ya le pasó en una clase de gimnasia cuando tenía 12 años, pero siempre tuvo la duda de si su antiguo novio se la había metido o no. Lo peor de todo es que echaba de menos aquellos escarceos, por lo menos eran algo, y su vida sexual desde entonces brillaba por su ausencia.

Todo esto pensaba cuando al llegar a su casa, él le dijo que la esperaba en el Bar de enfrente. Ella le dijo que subiera que estaba sola en casa. Su hermana seguía de vacaciones en el pueblo con sus padres.

Él, sin pensárselo mucho empujo la puerta del portal y la dejo pasar a ella, mirando su canalillo al pasar, no por atracción, si no por deformación profesional. Llevaba 20 años mirándole las tetas a todo lo que se pudiera a tiro, y no iba a ser la excepción.

Una vez arriba, y viendo que el minuto iban a ser más, que la noche se echaba encima, y que el día siguiente era laborable, fue a buscarla para decirle que mejor se iba y ya se veían mañana… cuando pasando por el largo pasillo de su pequeña casa, hablando en alto, vio a través de la puerta del baño el cuerpo desnudo de Victoria.

Se quedó paralizado. Como había llegado a tener delante desnuda a su subordinada, cuando tanto se preocupaba él de esas cosas. Su máxima siempre había sido esa de donde tengas la olla no metas la …, y de repente su erección era indisimulable.

Ella no le había visto, estaba absorta con el rimel intentando colocar una pestaña rebelde, pero coño, estas cosas se hacen una vez vestida, o no?.

Sergio seguía inmóvil. No podía dejar de mirar aquel cuerpo desconocido para él. Esos globos, de donde habían salido. Ese culo, donde había estado hasta ahora?. Eso triangulo rojizo

Sergio seguía sin moverse… pero ridículamente se le vino a la cabeza esa escena tan típica de los dibujos animados donde un angelito a la derecha y un diablillo a la izquierda tratan de arrimar el ascua a su sardina, y él sin pensárselo mucho le arrea un manotazo al angelito porque sabe de sobra lo que desea hacer, vamos, él no, lo sabe su erección

Pero, no consigue en esas tres décimas de segundo en las que se lo piensa olvidar: y mañana que