Víctor, mi nuevo jefe
Desde siempre fantaseo con hombres mayores. Mi nuevo jefe me come con la mirada. Quiero que le cueste convencerme aunque apenas lo veo me mojo.
Lo primero. Siento una profunda atracción por los hombres maduros. Fantaseo con ellos. Me imagino teniendo sexo con ellos. Montada. Dándoles la mejor chupada de su vida. Los miro a la altura de sus penes. Fantaseo con tocarlos por sobre el pantalón. Ejerciendo presión y subiendo y bajando. Sintiendo como se hincha, como crece su erección. Imagino que me agarran con fuerza y me lo meten duro, como me gusta. Segundo. Ya dejé pasar a un maduro rico y me arrepiento.
Hace un mes me contactó una amiga, se había abierto una vacante para trabajar en un sitio web como vendedora de publicidad. Entusiasmada concerté una reunión con mi nuevo jefe. Por teléfono una voz jovial y encantadora despertó mi curiosidad.
Me arreglé como de costumbre, casual, con mi pelo tomado a un costado y a cara lavada. Mi contextura delgada me permite lucir bien unas leggings y mi trasero redondo, bien parado y palmeable atrae bastantes miradas hace esta prenda muy interesante en mí. Una blusa transparente dibujaba mis senos, un poco más que medianos, firmes.
Entré al café y de inmediato relacioné la voz del teléfono con un tipo de unos 50 años, sentado frente a un laptop, muy concentrado. Su mentón resaltaba, un gracioso agujero lo dividía. Sus ojos grandes, cuando estuve más cerca pude notar su color verde grisaceo, los enmarcan sus tupidas cejas. Y su seductora presencia. Me sentí helada, me gustó tanto, no se si supe disimularlo, supongo que no.
De inmediato cambió mi actitud hacia él. Coqueta, dispuesta, pero distante. Tengo un novio guapo, disfrutamos de todas las formas posibles del sexo, la fidelidad es un tema para mí. Aunque jugar no implica engaño. Me propuse entusiasmarlo. Ver hasta donde lo puedo llevar. O el a mí.
Nos saludamos por fin. Su nombre es Víctor por cierto. Comenzamos a hablar de trabajo. Cada vez que nos mirábamos era terrible, solo pensaba en tener sexo. Por fín la reunión terminó.
Esa misma noche recibí un llamado de él.
-Hola preciosa, cómo estás? Te cuento que tenemos un potencial cliente en la costa. Necesitamos buenas fotos para un catálogo además, podrías acompañarme? Yo tengo que dedicarme a visitar a algunos empresarios de la zona... si quieres ayudarme sería genial, por supuesto el viaje lo costeo yo- Con la seguridad que lo caracteriza la propuesta sonó como una posibilidad perfecta para realizar por fin mi fantasía. Y que mejor, él lo estaba poniendo todo en bandeja.
-Claro Víctor, creo que puedo acompañarte, confírmame la fecha del viaje por correo y te doy la respuesta, me encanta la idea, un abrazo, nos vemos-
-Un beso, quiero ir contigo, di que sí, adiós - Tan seguro de sí, Víctor quería robarme mi fantasía.
Imaginé todo. Noté como mis fluidos comenzaron a humedecer mi calzón. Ya me veía contra el cuerpo de Víctor, mis senos contra su velludo pecho, podía sentir sus manos en mi cintura apretándome hacía sí. Fui hasta el sillón donde mi novio estaba, me arrodillé frente a el sin más, levanté su camisa y comencé a acariciarlo, a besarlo con mucha lengua, muy suave, en su abdomen, empecé a sentir como su pene se levataba, se volvía caliente, tenía tantas ganas de culear, mordí sus caderas hasta que por fín liberé aquel bulto, lamí su glande con delicadeza, por todo el contorno, lamí desde la base hacia arriba como un helado. Y comencé a chupar y a sentir su sabor, hacia adentro, cada vez más adentro. Con mi mano izquierda sujeté la base fuerte haciendo presión. Mi novio gemía de placer tirando mi pelo hacia atrás. Empujando de vuelta con fuerza hasa tener todo su miembro en mi boca. Con arcadas. Rico. Pronto me monté sobre él, no aguantaba más. Mis caderas tienen vida propia cuando hay un pene rondando. Mis movimientos intensos y circulares nos tenían ya al borde de todo. Gonzalo (mi novio) lamía una de mis tetas que rebotaban en su cara con un rápido movimiento de su rica lengua en mi pezón. Con su mano derecha presionaba mi cintura hacia abajo. Sentí que moría de placer, mi columna se crispó y terminamos pronto en un glorioso orgasmo.
Tuvimos un par de reuniones más, coqueteos varios, tensión sexual, difícil de seguir aguantando.
Última reunión del mes, esta vez es más tarde, llego bastante atrasada al café y sólo está él. Los demás se han ido. Conversamos sobre trabajo, pedimos algo de beber y seguimos trabajando. Me mira esta vez directo a los ojos, largo rato, quiero tener sexo ya. Seguimos, acaricia mi pelo. Miro su bulto, quiero verlo. La reunión termina, Víctor se ofrece a llevarme a casa como siempre.
Subimos al auto, andamos un par de cuadras y me pregunta si sé manejar, le digo que no, que no me interesa, me dice -es porque no lo has intentado, pásame tu mano- mi mente se nubla. Pone mi mano sobre la palanca de cambio y su mano sobre la mía. Comienza a moverla despacio.
- Esta es primera, ahora bajas y esta es segunda...- Ya sentía que esa palanca era su pene. Dios! cómo quería estirar mi mano y agarrar firme ese bulto. Debía tenerlo durísimo. Estabamos tan calientes, sin embargo me contuve.
Llegamos hasta mi edificio y me despedí, nos miramos y quiso robarme un beso. A cambio le dí un beso en cada mejilla y me bajé.
No lo podía creer, ya lo tenía. Ahora tengo que esperar la próxima reunión. O el famoso viaje. Los tendré al tanto.