Víctima de un pervertido (2)
Helena y Baasima
Víctima de un pervertido (2)
Helena y Baasima
Helena reaccionó, tragó saliva, y sopesó aquella situación con toda la frialdad que fue capaz. Estaba en manos de un asesino, de un loco, que no dudaría en acabar con medio mundo por obtener lo que buscaba y entonces lo decidió, si alguna vez tenía oportunidad de hacerlo, lo mataría. Poco a poco, entre gestos trémulos, abrazó a la chica entrelazando su finísima cintura entre sus brazos y buscó sus labios para fundirlos con los suyos. Baasima respiró aliviada y respondió prolongando aquellos besos cuanto podía. Entre caricias sinuosas, desabotonó la chaqueta de Helena y deslizó la prenda por su espalda dejando a la vista sus hombros desnudos. Hassan acariciaba febrilmente a su acompañante mientras le obligaba a realizar toda clase de bajezas. Baasima deslizó sus brazos por la espalda de Helena y le acarició su torso con las palmas de las manos hasta rozar con la punta de sus dedos el cierre del pequeño sujetador de seda azul, Helena correspondía a todo aquello sin saber muy bien qué hacer, besando su tez fugazmente, intentando imitar los gestos de ella, reparando en la comisura de sus labios; a Baasima todo aquello parecía desagradarle y no obstante actuaba como si no fuera la primera vez que lo hacía, como si repitiese gestos aprendidos. Acarició la cadera de Helena hasta introducir sus dedos en la cremallera de su falda, disimulada entre pliegues y la deslizó sutilmente provocando que ésta resbalase por sus piernas. Después se situó frente a ella y besó sus pechos desnudos, intentando inútilmente que Helena mostrase alguna excitación, empujó su torso hacia atrás, sobre el sofá, dejándola semi sentada y lamió su vientre deslizando la tela por sus caderas hasta que únicamente unas ligeras bragas azul cielo, a conjunto con el sujetador, cubrían su sexo dejando adivinar su pubis, para deleite de Hassan. Le ordenó a ambas que se levantaran y Baasima se situó tras Helena, frente a él, ofreciéndole la mejor perspectiva; acarició sus antebrazos, deslizó sus manos por su cintura y las retuvo sobre sus pechos desnudos, que esta vez, muy a pesar de ella, si se excitaron al tacto. Por fin, muy lentamente deslizó la seda por sus caderas dejando al descubierto su completa desnudez. Helena hizo ademán de cubrirse el sexo con sus manos, pero Hassan negó con la cabeza nuevamente y se dirigió hacia ellas mostrando su excitación.
—Has dado tu palabra Hassan— de nuevo nauseas.
—Sólo pretendo que os pongáis cómodas chicas— tomó asiento en el sofá de piel y ordenó a su amante que le acompañara —quiero que retoces con ella en la cama.
Baasima condujo a Helena hasta la cama asiendo suavemente las puntas de sus dedos con su mano y ésta se dejó llevar. Ambas se recostaron en ella.
—Ahora bésala Baasima, quiero ver como goza una “puta” occidental.
La joven posó la palma de su mano sobre el sexo ya desnudo de Helena y trato de estimularla con tenues caricias nerviosas mientras besaba sus labios cerrados, acariciándolos con su lengua y tratando inútilmente abrirse paso entre ellos para rozar ésta con la suya. Helena comprendió que debía entrar en aquel maldito juego y suavizo sus facciones entreabriendo los labios a pesar de que aquellas caricias en su sexo le repudiaban. Helena agradeció el gesto y perpetuó aquel beso lascivo cuanto pudo acariciando con su lengua húmeda el paladar de la chica, besó de nuevo sus pezones y muy lentamente fue deslizando el rostro por su vientre. Helena nunca había sabido o no había tenido necesidad de disimular un orgasmo y aquella era una situación lasciva y humillante, pero sólo había una forma de poner fin a todo aquello y ella lo sabía. Elevo sus desnudas caderas sobre la cama y sintió como los dedos de Baasima que palpaban diestramente su vulva entre su escaso bello vaginal eran sustituidos por su lengua y esta se introducía entre sus labios provocando que se abrieran en el sutil roce. Tuvo que concentrarse cuanto pudo, dejar la mente en blanco, hacer acopio de sensaciones parecidas y por fin consiguió disimular aquel orgasmo indeseado que jamás había experimentado con ninguna otra mujer, aparentemente explotó como volcán en erupción mientras Baasima violaba su más preciada intimidad y sentía sobre su rostro la humedad que fluía de su sexo, ante la mirada depravada de su captor, doblegándose a sus más bajos instintos. Por un instante tuvo la sensación de que iba a vomitar pero aparentó cierta extenuación. Sabía lo que Hassan esperaba de aquel esperpéntico espectáculo y la imposibilidad física de tomar iniciativa alguna y no obstante, superó cualquier tabú dispuesta a devolver a aquella joven sus caricias. La asió por la cintura para situarse sobre ella mientras la besaba febrilmente en los labios y acarició su sexo hasta introducir el dedo índice por el prolongando aquella masturbación e intercalando la cadencia hasta que Baasima estalló en un prolongado orgasmo que a Helena no le pareció fingido en absoluto. Se separó de ella avergonzada.
— ¿Tienes bastante cerdo?
Hassan fingió perplejidad —creía que te había gustado querida.
— ¿Puedo marcharme?
Permanecía frente a él con aquella sábana de fina seda semi ceñida a su cuerpo. Helena se puso en pie, cubriendo su desnudez con la tela.
—Pero pequeña, estás a la defensiva— ella lo observó impasible — desinhíbete ante mí.
Intentó denotar la máxima desgana pero maquinalmente dejó que la sábana que la cubría se deslizara por su torso. De nuevo volvió a estar completamente desnuda frente a él.
—No te muevas, quiero explayarme con tu imagen.
Obedeció y permaneció inmóvil mirándole con odio. Su rubia melena despeinada y revuelta resbalaba por sus pómulos y su cuerpo temblaba como una hoja al viento. Hassan se sentó desnudo en un extremo del camastro, separó impúdicamente sus rodillas ofreciéndole su imagen más obscena.
—Ahora querida deberás calmar a esa insaciable fiera.
—No puedes hacerme eso Hassan, no tienes derecho—balbuceaba aterrorizada y creyó desfallecer —lo prometiste.
—Desde cuándo crees en mis promesas muñeca, tienes un minuto para decidir si lo haces, si no tu padre no verá amanecer.
Helena se arrodilló frente a el y asió el pene de Hassan para introducirlo en su boca con evidente repulsión. El prepucio rozó su garganta provocándole nuevas arcadas, pero se obligo a introducirlo hasta el fondo en un convulso vaivén mientras deslizaba la piel del pene con la mano.
—Eres muy torpe querida.
Hizo un gesto con la mano y la chica que estaba con Baasima se arrodilló junto a ella para introducir el pene de Hassan en su boca con inusitada maestría. Los pómulos de la chica rozaban los de Helena y está apartó la mirada con evidente asco pero Hassan sujetó su barbilla obligándola a observar aquello y provocando el roce de sus rostros. Solo unos minutos después sintió que se corría y con la máxima celeridad obligó a Helena a introducir de nuevo el falo entre sus labios haciendo que su semen inundase la boca de la chica.
—Si observó una sola gota saliendo de tus labios lo lamentarás Helena.
Asió de nuevo su barbilla obligándola a que le mirase fijamente y Helena engulló aquel líquido pringoso entre estertores mientras la chica que había provocado el orgasmo lamía con fricción la comisura de sus labios y acariciaba sus pecho.
—Buena chica— Hassan parecía complacido —La próxima vez lo harás mejor, llegarás a disfrutar con todo esto.
El rostro de Helena estaba demacrado y bajó su cabeza avergonzada. Hassan ordenó algo a Baasima que Helena no percibió y esta salió de las estancias para entrar de nuevo unos instantes después acompañada de un niño y una niña de apenas doce años. La acompañante de Helena sonrió complacida y Hassan habló de nuevo.