Viciosa

Relato sobre la noche de una sexy travesti y sus ansias de vicio desenfrenado.

Viciosa

Hola chicos y chicas; me presento, me llamo Blanca y, para lo que interesa de este relato, soy travesti. No solo travesti, sino una terrible travesti viciosa de la verga y otras drogas, y muy perra cuando la ocasión lo amerita. Soy y me sé sexy y también sé que hay hombres hetero, no todos, pero sí muchos, más de los que te imaginas, que me desean, ya sea como niño o niña (pero bueno, eso ya lo sabes ¿verdad, pervertido?

Tengo un buen trabajo y soy muy buena en él, soy de esas viciosas closeteras que trabajan de niño y gozan de niña, aunque se me nota lo putita desde lejos, ya se tapada con burka o vestida con traje de “hombre”.

Así pues, solo resta decirles que tengo 25 añitos, soy blanquita, de cara fina, delgada sin músculo y sin grasa, pero con unas hermosas nalguitas paraditas, alta pero no tanto (buena estatura como hombre, pero como chica tengo estatura de modelo)

Como buena putita pudiente y trabajadora, vivo sola en una zona de clase media de la ciudad, un edificio donde nadie se mete con nadie, aunque varias vecinas murmuren sobre la loca del 2 piso, y varios vecinos me hayan visto las nalgas más de una vez.

El edificio, pequeño, privado y acogedor, tiene un defecto, carece de estacionamiento propio por ser de una época en donde los automóviles se estacionaban donde fuera, porque había pocos y mucho lugar en la calle; sin embargo, este problema es fuente de ingreso para los acomodadores de la zona, esos valet parkings callejeros, personas sin estudios y que tienen pinta de pequeños delincuentes que han estado en la cárcel y no saben, o quieren, hacer otra cosa más que delinquir o desempeñar labores para las que no se necesita una calificación. Sin embargo, gracias a esas personas, por algún billete al mes, siempre cuento con algún lugar cerca de casa para poder estacionar mi coche.

Por lo que he podido apreciar, entre ellos mismos se reparten sus zonas de trabajo y a los clientes fijos (vecinos y habitantes de la zona); así que el que me corresponde a mí es Fernando o Fer, como le digo, un espécimen callejero digno de admiración: señor moreno en sus 40s, con bigote, clavo que siempre usa una gorra, muy alto (me debe sacar unos 10 centímetros), robust tipo fornido, con un gran pecho y espalda, ojos increíblemente claros, sus brazos súper nervudos y manos grandotas (o sea, claro que me he fijado en él, como buena viciosa me encantan los chacales, esos callejeros morenos no tan feos o feos pero con cara de tipos duros y cuerpo marcado por el trabajo o la sobrevivencia, ¡papacitos!)

Yo, al ir o regresar del trabajo, era en las ocasiones que veía a Fer (o a principios de mes para darle un billete y con eso garantizar un lugar para estacionarme cerca de mi departamento) y había tenido algunos mínimos acercamientos con él más allá de los estrictamente necesarios; alguna vez detecté como me miraba la cintura (bien marcada por el corte de mis sacos) o las nalgas, o como en más de una ocasión si me veía se acercaba casi corriendo para saludarme. Alguna vez que regresé un poco tomada y el Uber me dejó afuera de la casa, él estaba despachando los últimos carros de su día laboral y en cuanto me vio bajar se acercó para verificar que todo estuviera bien

  • ¿Está bien jefe?

A lo que le respondí

-“Estoy tan bien que me siento jefa”, mientras le guiñaba un ojo y aceptaba que me sostuviera la puerta para poder entrar. Obvio al día siguiente me acordaba de esto y mientras me mordía el labio con picardía pensando en lo puta que puedo llegar a ser, sonreía al recordar que, si bien Fer puso cara de asombro, también me sonrió sin decir nada.

Pero bueno, no es como que alguien pudiera sorprenderse de que yo diga eso, como niño soy muy delicado, casi llegando al amaneramiento y nadie podría esperar que tuviera novia o esas cosas de las que sufren lo no obvios.

En fin, ¿he mencionado que soy una viciosa? Bueno, pues resulta que lo soy, y aunque no dudo que mis gustitos terminen destruyéndome, por el momento los disfruto, así que me declaro fanática de los poppers, ácidos y sobre todo, la cocaína en polvo, aunque tampoco me disgusta en piedra (de solo pensar en aspirar una línea puesta sobre una verga dura y tiesa, se me erecta mi clítoris de niño, pero esa es otra historia…)

Con estas aficiones, es obvio que conozco a más de un proveedor de tan deliciosas y divertidas sustancias, pero ese viernes en particular no contestaba ni mi taxista de confianza ni mi dealer de emergencia, y yo me sentía un poco inquieta porque tenía ganas de comenzar el fin de semana con algo de marcha y quería ponerme a tono.

Y justo en ese momento se apareció frente a mí, Fernando, como si se tratara de mi propio ángel de la guarda personal (o del vicio, como lo quieran ver)

-Buenas noches, jefe, ya viernes ¿verdad? ¿A descansar o sale a divertirse?

  • Buenas noches Fer… Pues quiero divertirme, pero mira, me da mucha pena decirte esto y no quiero que te ofendas ni nada por el estilo, pero, pues tú conoces bien la zona y sus alrededores y ¿sabes, podrías conseguirme algo de, material, para, ya sabes, relajarme?

Fer me miró con incredulidad y cierta desconfianza por un momento y preguntó “¿Y cómo qué se le antoja o qué?”

En ese momento él ya estaba muy cerca de mí, nuestras caras separadas pero nuestros cuerpos muy pegados, estábamos hablando de algo ilícito y era obvio que no queríamos que nadie nos escuchara; pero no puedo mentir, tenía ya tiempo fantaseando con este callejero, y el mero hecho de pedirle algo ilícito me estaba poniendo a mil, haciéndome presentir qué otras cosas ilícitas podría pedirle, sintiendo ante la posibilidad de cumplir una fantasía ese vacío en el estómago, acompañado de mariposas de fuego, al mismo tiempo que me percataba de cómo mi verga de nena empezaba también a calentarse, con la impresión de que bastaba solo un roce para comenzar a correrme.

Repuesta de estos pensamientos, que me tomaron solo un segundo, le dije, con mi voz de niño un poco más quebrada y amanerada “dos o tres grapitas”. Sonrió y me dijo “ya está, conozco a alguien, me tardaría unos 20 minutos para traértelo.” No me pasó desapercibido el repentino tuteo, pero no me molestó, así que acordé el dinero que le daría para mi “material” y lo que le correspondía de propina, que era prácticamente dos meses de su sueldo como cuidador callejero.

Le pedí que cuando regresara tocara el timbre del interfon y que solo dijera “ya tengo su pedido de la farmacia” y yo bajaría; así que mientras él iba por mi encargo, yo llegaba a mi departamento; me quité el saco y la corbata, colgándolos cuidadosamente, porque una es putita comevergas pero pulcra, prendiendo un cigarro mientras preparaba mi espejito para inhalar, mientras mi excitación y calentura crecían cada vez más y más al igual que mi verga, así que me dije “pues si quieres probar una verga de chacal maduro, ahora es cuando”.

Puse en marcha mi plan y rápidamente me pinté los labios con un delicado tono rosa aperlado y me alargué las pestañas (aunque me gusta usar pestañas postizas, tengo las mías naturalmente largas y me quedaban perfecto para lo que quería demostrar en ese momento, que yo era todo un mujercito que se estaba ofreciendo descaradamente a un hombre), preocupándome sólo por un momento que me pudieran ver los vecinos al bajar pero vaya, creo que sorpresa sería si me vieran alguna vez besando a una chica, no bajando discretamente maquillada.

Así que, cuando Fer llamó al interfon bajé a abrirle, con su propina en mano, pero en lugar de solo recibir el paquete lo miré a los ojos y le dije con una voz que seguía siendo de niño, pero mucho más amanerado “aquí está lo prometido, pero ¿no te gustaría acompañarme un ratito? me siento solita (sí, SOLITA) y creo que hoy puedes escaparte un rato del trabajo ¿Qué dices?” (Dios, soy tan puta que me excito de recordarlo).

Fer me miró directamente a los ojos, con una mezcla entre duda y algo más, mientras yo me mordía un poquito mi labio y luchaba por no acariciar mi verga que sentía me empezaba apretar en mis calzones de niño; volteó rápidamente para ver si nadie lo veía entrar y dijo con una voz grave y baja un simple “bueno”.

Los dos pisos para subir a mi departamento se nos hicieron eternos, llegando por fin sin toparnos con nadie (aunque a esas alturas no hubiera importado si alguien nos veía), pero una vez abriendo la puerta, dejé las prisas de lado y aunque a mi excitación sexual se aunaba mi casi imperiosa necesidad de dar la primera fumada de la noche (Fer había conseguido una piedra de casi 20 gramos de excelente tamaño y dos grapas con cocaína) decidí que iba a seducir como se debía a ese soberbio ejemplar de macho.

  • Pasa Fer, siéntate, vamos a recobrar un poco el aliento.

  • Sí, gracias.

  • ¿Quieres algo de tomar? Tengo cerveza y tequila.

  • Una cervecita me caería bien.

“Claro, eso de andar en la calle todo el día… oye, ¿no quieres ponerte más cómodo? Mira nomás que tenso estás” y mientras esto le decía él ya estaba sentado, por lo que aproveché para pasar por detrás masajeándolo, empezando por debajo de su nuca, presionando lo más fuerte que podía mis manitas sobre esa espalda tan ancha y terminando en sus hombros, apretando los músculos arriba de sus clavículas, repitiendo la operación hasta que sentí como se relajaba y dejaba escapar un suspiro.

  • “Eres mío”, pensé.

  • Fernando ¿no quieres que te de completo el masaje? Yo creo que después de todo el trabajo te lo mereces, así que ponte cómodo

Fer casi no había dicho palabra hasta el momento, pero con esa invitación reaccionó y todavía con desconfianza me preguntó “¿cómodo cómo?”

Yo, “sí quítate los pantalones y la camisa, quédate en calzones para que sientas el masaje, total, estamos entre hombres ¿no?”, esto dicho mientras le guiñaba el ojo

  • En lo que tú te pones cómodo yo aprovecharé para comenzar la diversión y buscar los aceites para el masaje.

Me llevé la grapa al cuarto, mientras mil ideas paseaban por mi cabeza: “pero Blanca que puta eres ¿y si sale que es de esos machos que les encantan las vestidas pero no lo reconocen?” “Si quiere de un golpe te mata y vas a salir en los periódicos con esos hermosos titulares de ‘maricón muerto en su casa a golpes’?” Pero bueno, ya lo tenía adentro (por lo menos adentro de mi casa) y no estaba como para decirle que siempre no.

Mientras pensaba todo esto no dejaba de preparar mis líneas en el espejo que uso para eso; y al dar el primer jalón, fue cuestión de segundos el sentir esa inmensa oleada de placer, tan profunda que me paralizaba por un momento y mientras mi mente viajaba las dudas se despejaron; era tiempo del placer.

El placer pide más placer y para mí el máximo placer después de la coca, era vestirme, incluso más que lamer o tener adentro una buena verga (cosa que mi cuerpo ya empezaba a pedir a gritos) así que me vestí para dar y recibir placer.

Comencé por retocar el maquillaje, elegí algo sexy pero rápido y sencillo; sombra negra en los párpados, rayita debajo de los ojos y un poco más de rímel para las pestañas.

De ropita, la parte que las nenas y los machos disfrutamos más, decidí el look de super mega putita trap, así que solo me puse unos cacheteros negros que me ajustaban perfecto a media nalga, un par medias negras cerradas que llegaban al muslo y unos botines negros.

Para el toque final, la peluca (con el pelo cortito y bien engominado me veo preciosa pero andrógina y esa noche no quería eso, sino parecer una perfecta putita travesti); había elegido una de cabello negro, lacio, a los hombros, pero me sentía demasiado perversa, y pensé que nada mejor para un hombre maduro que una perrita colegiala, o que lo parezca, así que elegí la peluca con la doble cola de caballo (una a cada lado) que me llegaban debajo de los hombros.

Un último vistazo al espejo me lo confirmó, ahí estaba Blanca, la deliciosa travesti viciosa, mi delgadez en cacheteros y sin bra no hacían sino gritar que era un delicado niño vestido de mujercita (y más sexy que varias, debo decir) que ansiaba ser tratado como una, sometiéndose a los deseos de la verga de su macho.

Di otro pequeño jalón y sobrecargada de placer me dirigí, llevando mi espejo y su preciada carga a la sala donde esperaba mi macho Y POR TODOS LOS DIOSES, ESE HOMBRE ERA UNA ESCULTURA. Todo su cuerpo moreno estaba cubierto de vellos que comenzaban a encanecerse, se le veía definido, no como culturista sino como un hombre al que la naturaleza ha dotado de una constitución robusta, su abdomen era lo mejor, porque se le notaban los cuadritos aunque al final terminaba en una pequeña barriga, DIOS ESE HOMBRE ERA PERFECTO.

No me había dado cuenta que me había quedado muda mientras lo contemplaba, hasta que regresé a su cara y vi mi expresión reflejada en ella, él también estaba contemplado al hasta hace poco, chico amanerado que siempre andaba de traje convertido en toda una putita pálida y drogadicta, que sin darse cuenta se estaba acariciando descaradamente la verga por encima de su cachetero.

Una vez que reaccioné, todavía sin decir una palabra me acerqué a él, quedando mi abdomen enfrente de su cara, y mientras aspiraba un poco más y sentía otra vez el placer invadiéndome bajé la vista y le dije “la coca me pone muy caliente papi” y en el acto me hinqué (eso sí, poniendo a salvo mis polvitos) para comenzar a acariciar su verga por encima de su bóxer usando solo la boca y mis manos.

No me costó trabajo encontrarla, ahí estaba la cereza del pastel, un trozo de carne de muy buen tamaño en proporción con el cuerpo de su dueño, que ya se erguía por lo que una vez que mis manitas estuvieron libres, bajé los bóxers de Fernando y comencé a mamar como desesperada, mi boca tenía una urgencia física real de ser llenada con una verga, y yo solita buscaba que su glande topara y abriera mi garganta; estaba como hipnotizada con ese trozo de carne de macho que me asfixiaba, pero yo quería más, necesitaba sentir que me ahogaba con esa verga, mientras que yo inconscientemente bajaba mis cacheteros y comenzaba a masturbarme.

De repente Fernando se levantó del sillón, sosteniéndome de la cabeza para que no dejara yo de mamar; su actitud había cambiado totalmente, se encontraba totalmente dedicado al placer que le estaba dando y entendió muy pronto como me gustaba jugar.

  • Ya sospechaba que eras toda una puta, en la calle comentamos sobre lo maricón que te ves y que sin duda borrachos te cogeríamos, pero no imaginaba que realmente eras una muñequita viciosa: PON LAS MANOS ATRÁS DE TU ESPALDA PUTA, QUIERO DEDICARME EXCLUSIVAMENTE A COGERTE POR LA BOCA Y QUE SIENTAS COMO LO HAGO.

Drogada, vestida y excitada, que me trataran como a toda una perra puta sumisa era lo que necesitaba, así que obedientemente puse mis manos atrás de la espalda mientras abría la boca lo más que podía para no lastimar con mis dientes de puta la verga de mi dominador, usando solo mi lengua para recorrer su tronco aprovechando las embestidas que me daba.

De repente se quedó quieto, y comenzó a acercar mi cabeza a su pubis, mientras su verga me penetraba más y más, casi logrando mi sueño e invadiendo por completo mi tráquea, mientras yo seguía con las manos atrás, inmovilizadas por una cuerda imaginaria que el placer de complacer me hacía creer que existía; de repente pasaron dos cosas, sentí como su glande impedía por completo el paso del aire y dos, por increíble que parezca, esa sensación de asfixia hizo que mi verga se pusiera completamente erecta y a lubricara líquido seminal.

Yo literalmente sentía que me moría asfixiada por una verga, al mismo tiempo que sentía un placer desconocido, con ninguno de mis amantes había logrado nada parecido, a pesar de que mi vida sexual era nada menos que deliciosa, y poco a poco sentía que perdía el conocimiento, pero mientras más se iba mi conciencia más placer tenía, cuando repentinamente Fernando retiró su verga de mi boca y puede por fin respirar, inhalando ansiosamente.

Me invadió un pequeño ataque de tos mientras mis ojos chillaban y mi verga seguía tiesa y rebosante de leche. Lo mejor era que la verga de Fernando seguía igual de dura, brillosa por mi saliva y con evidentes muestras de que también estaba generando líquido preseminal.

Pasaron unos segundos antes de componerme, al tiempo que Fernando me decía: “que deliciosa te ves perra, con tu maquillaje corrido y tu boca todavía abierta y babeando, soñaba con perras como tú cuando estuve en la cárcel y hoy mi sueño se está haciendo realidad”.

Yo lo veía y me sentía dominada por ese hombre, que ahora confirmaba, tenía un oscuro pasado, y sentía a partes iguales una mezcla de temor y algo que hasta parecía enamoramiento, admiración, deseo de ser usada por ese macho de todas las maneras posibles que él quisiera, así que mi satisfacción aumentó cuando me dijo: “dale otro jalón a esa chingadera que te pone tan caliente y ven a seguir mamando mi fierro”.

Lo obedecí, pero cuando me encaminaba para obedecer sus órdenes, me detuvo en seco: “¿qué no has entendido perra? Eres una perra, mi perra, y las perras no caminan como las personas. VEN A CUATRO PATAS” mientras sostenía su verga erecta con una mano y apuntaba a en dirección mía.

Yo, ebria de placer, me dirigí en cuatro patas al encuentro de esa verga y volví a meterla por completo en mi boca, cuando Fernando comenzó a caminar hacia atrás y me decía: “ven por tu premio puta, si quieres verga síguela” y comencé a seguirla, no había nada más en mi horizonte que su venudo trozo de carne y en mi mente solo la necesidad de seguir siendo una puta sumisa y humillada, porque eso me estaba dando un placer que me recorría desde la punta de la lengua hasta los pies, un hormigueo de calor que se concentraba en mi verga, que a pesar de toda la droga seguía erecta y palpitando, como si fuera a venirse al más leve roce.

De repente, Fernando se detuvo, sacó su verga de mi boca y me dio dos cachetadas con ella. “Ahora vamos a ver que tiene esta putita entre las piernas, porque te voy a usar por completo”.

No hemos hablado de mi clítoris. Es una cosa hermosa, de 15 cms en estado flácido, aunque solo crece a 17 estando en erección, aún así es más larga que la de muchos de mis amigos heterosexuales, que se les olvidan sus preferencias cuando estamos masturbándonos empleando el método de frotar únicamente nuestras vergas encontradas; siendo la mía la más larga y gorda, rindiéndome la de esos heteros fallidos homenaje, y acabando no pocas veces penetrados, taladrados sin piedad y experimentando orgasmos que los dejan sin aliento.

Cuando Fer vio mi caramelo me miró a los ojos diciendo: “mira nada más que tenemos aquí, esto pesa más que tú, flaca” y acto seguido la engulló prácticamente por completo.

Yo grité del placer y también pensé que me corría, pero, por el contrario, la humedad y tibieza de la boca de Fer junto con lo blando de su lengua me tranquilizó, y pude disfrutar la mamada que me estaba haciendo como todo un experto; supongo que esas historias sobre la cárcel son ciertas.

Mientras se comía mi clítoris, Fernando comenzó a acercar sus dedos a mi ano, por lo que yo sin demora me abrí las nalgas para poder sentir esa delicia que es ser mamada y penetrada a la vez. Fer comenzó a meter su dedo, grueso, calloso, mientras yo no sabía si llorar de gusto o usar las pocas fuerzas que me quedaban para seguir abriendo las nalgas.

De repente se detuvo y dijo “vamos a hacer un 69 pero con las vergas, flaca” acostándose en el piso mientras me pedía que me pusiera sobre él como si fuéramos a hacer un 69 pero con mi verga encima de la suya.

Inmediatamente entendí su instrucción y acomodé nuestros dos trozos de carne con mi glande apuntando a su escroto y viceversa, agarré las dos vergas y las empalmé para que nuestros troncos se apoyaran entre ellos y comencé con la masturbación a un ritmo acelerado.

Yo solo sentía como mi glande se frotaba con el cuerpo de la verga de ver y como los dos glandes rozaba mi mano al subir y bajar; mi mano volaba deslizándose sobre esos trozos de carne, uno de un macho y el otro de una putita, cuando de repente él me dijo “para que me voy a venir y todavía falta lo mejor”.

En ese momento yo sin decir nada ni pedir opinión a mi amo únicamente me hice un poco para adelante y con mi mano agarré su verga erecta, durísima y palpitante y prácticamente me senté de golpe en ella, sin poder reprimir un grito de dolor que inmediatamente se convirtió en placer, porque me estaba rozando la próstata haciéndome sentir ese indescriptible placer de estar llena del ano al mismo tiempo que sientes que el semen va bombeando hacia tu pene; una placer que solo las putitas travestis conocemos.

Sabía que ni él ni yo íbamos a durar mucho así que empecé a subir y bajar sobre su verga lo más rápido que pude, concentrándome en estimular mi próstata.

Mis esfuerzos rindieron fruto, porque los dos comenzamos a gritar, yo viniéndome sin tocarme, y él derramándose adentro de mí.

Una vez que nos vaciamos los dos me levanté y apretando mi colita fui al baño, echando parte de su semen en el escusado y llevando toallitas húmedas para limpiarnos (que una es puta pero pulcra y tiene cositas finas)

Ya descargados los dos, muy tranquilos como un lago que parece un espejo después de una violenta tormenta, nos limpiamos cada uno por su lado, sin embargo, contrario a muchas ocasiones con otros hombres, yo no me sentía liberada o sin emociones, seguía viendo el cuerpo de Fer y quería tocarlo, olerlo, lamerlo; y otra vez como al principio, descubrí una mirada semejante en él, viendo mi cuerpo.

Me acerqué a él sentándomele de frente, con nuestros penes tocándose, besándose en sus aperturas; se sentía bien, demasiado, lo vi de frente y el me agarró por la cintura, froté un poco más mie pene con el suyo y mientras abría mi boquita de placer, pude ver como se acercaba para devorarme con el primer beso que nos dábamos en nuestra primera noche juntos.