Vicio en el invernadero V (Epílogo)

Final de la historia.

Durante esos días desde que Chema y Alonso se marcharon, Chuso echó de menos a su mejor colega. No es que hicieran grandes cosas juntos, pero era el único de su edad que quedaba en el pueblo que no era ni moro, ni negro, ni gitano, ni “panchito”. Por eso, para el fin de semana siguiente no dudó en ir a la capital a hacerles una visita. Chema abrió la puerta y se abrazaron cariñosamente. Se sentaron con un par de cervezas para ponerse al día. Al rato llegó Alonso, a quien saludó chocándole la mano a modo de colegueo.

-¿Qué tal muchacho, cómo va la vida en la gran ciudad?

-Bueno, acostumbrándome.

-No te veo muy emocionado. ¿No hay ningún amiguito especial?

-¡Chuso! -recrimina el hermano mayor-, no le preguntes esas cosas.

-Hombre, tendrá que contárselo a alguien si le pasa.

-No, no hay nadie.

-Oye, si queréis vamos esta noche a algún bar de ambiente -propone el colega recibiendo al tiempo una fulminante mirada por parte de Chema.

-Mañana curro -se excusa.

-Venga, sólo un rato -insiste-. ¿Qué dices, Sito, te apetece?

-Me daría un poco de vergüenza, ¿no?

-Vaya dos sinsorgos.

-Id vosotros -propone Chema-. La semana ha sido dura y si queréis que mañana sirva para algo, mejor me quedo descansando.

-Sito, tienes toda la tarde para decidir.

Finalmente los dos se fueron a la zona de ambiente de la ciudad, si es que a un par de garitos se les puede llamar “zona”. Pidieron dos cervezas y desde la barra otearon el lugar deslumbrados por lo que sus ojos se iban encontrando, pues al menos Alonso era la primera vez que veía a camareros sin camiseta, tíos vestidos de cuero o Drag Queens. Aunque Chuso quiso hacerse el entendido delante del muchacho, para él también resultaba novedoso, encandilándose por las travestis que eran las únicas que le superaban en altura gracias a sus interminables tacones. Ellos también llamaban la atención, casi como dos catetos que nunca han salido del pueblo fascinados por el color, la música o los sensuales bailes. De hecho, fueron el objeto de mofa de uno de los espectáculos de una tal Delirio, aunque no se lo tomaron a mal porque además les sirvió para que gente se acercara a saludarles. Gracias a ellos y al alcohol se fueron desinhibiendo y acabaron pasándoselo bien hasta que el garito cerró. Tenían ganas de más fiesta y a la salida preguntaron por algún otro. Casualmente dos chavales buscaban lo mismo, así que los cuatro se marcharon a un pub de las afueras. A Alonso le parecieron dos tipos atractivos, así que fantaseó con ligarse a alguno, pero se decepcionó cuando bajaron del coche y vio cómo caminaban juntos de la mano, dando a entender que eran pareja.

El nuevo sitio era algo más gore. Les tuvieron que abrir para poder entrar, lo vieron todo bastante oscuro, pero con la suficiente luz para darse cuenta de que los tíos caminaban desnudos por todo el local. Incluso les entraban más a saco, proponiéndoles ir al cuarto oscuro en más de una ocasión. A Chuso no le interesaban, y a Alonso ninguno le acabó de gustar. Sí que sintió curiosidad por saber qué era eso del cuarto oscuro, así que preguntó a los que habían ido con ellos.

-¿Entramos? -le propuso a Chuso tras una somera explicación.

-Esto… -habló uno de los nuevos-. No les suele gustar que entren mirones.

El chico desistió y se dedicó a bailar y pasárselo bien hasta que de nuevo les echaron del local porque era hora de cerrar.

-Coño, pero si es casi de día.

-Me he quedado con ganas de saber qué es eso del cuarto oscuro -reconoció Alonso de camino al coche.

-Ya lo descubrirás, no tengas prisa. Esto ha sido una toma de contacto. ¡Bienvenido al mundo gay, chaval! -le pasó la mano por encima del hombro-. Aquí te vas a poner las botas.

-Supongo.

-Si prometes no decirle nada a Chema te confieso una cosa.

-¿Qué?

-No me hubiera importado entrar contigo y dejar que alguno me la chupara.

-Joder, pues te la chupo yo.

-¿Qué dices? -la espontaneidad del chico le pilló totalmente desprevenido.

-¿Y por qué no?

-Porque eres el hermano pequeño de mi mejor colega.

-No se tiene por qué enterar.

-No sé, Sito -dudó un segundo-. ¡No, no estaría bien!

-Qué perra tenéis todos con eso de lo que está bien y lo que no. Es que no lo entiendo. Si tú tienes ganas de que te la mamen, y a mí me apetece hacértelo, ¿qué problema hay?

La simplicidad de sus conclusiones denotando la inocencia propia de su edad contrastaba con su descaro, que igualmente podría pasar por el comportamiento normal de un post adolescente si no fuera por lo que Alonso había tenido que pasar en su vida, sobre todo durante las últimas semanas.

-Porque no siempre se puede hacer lo que nos apetece, Sito. Todo en la vida tiene sus consecuencias.

-¡Claro, que nos corramos los dos de gusto!

Chuso no pudo evitar reírse a carcajadas ante su insolencia.

-Eres incorregible.

-Mira, te paras ahí en ese polígono y lo hacemos dentro del coche. Si sólo tienes que sacarte la pija.

El conductor dio un volantazo y se adentró en una de las calles del polígono hasta parar cerca de unos enormes contenedores de escombros.

-¿Me prometes que jamás se lo dirás a tu hermano? Mira que tú eres de lengua fácil.

-Que sí.

Alonso se quitó el cinturón para acceder sin demora a la bragueta de su colega. Le desabrochó el pantalón y vio el bulto de su paquete por debajo del calzoncillo. A pesar de su gran corpulencia, la polla de Chuso era la más normalita de las tres que había visto hasta la fecha: bastante menos larga que la de los moros y algo menos ancha que la de Jacinto. Eso sí, estaba circundada y el rosado capullo le pareció sumamente apetecible. Lo chupó provocando un sonoro gemido en el otro, que no esperaba tanta celeridad en tragárselo. Jugueteó con él un rato mientras le agarraba el tronco con una de sus manos antes de que decidiera bajarla hasta la base para poder tragársela entera. La chupaba ya con movimientos rápidos y decididos acompasados por los sollozos del grandullón, que de vez en cuando le pasaba la mano por encima del cabello, pero sin quitar ojo a los retrovisores por si aparecía algún coche. Alonso no le dio un instante de tregua y apenas se la sacó de la boca encandilado por el olor a sudor de toda la noche así como el sabor a macho con un regusto a orín que le excitaba sobremanera. Parecía que esa semana de abstinencia le hubiese provocado un hambre de polla del cual quería saciarse cuanto antes. Chuso avisó que se corría y quiso de apartar a Alonso, pero éste no se retiró.

-Quita, ¿qué haces? -preguntó convulso tratando de impedir que el chorro se le escapara.

Alonso le ignoró y no se movió, recibiendo dentro de su boca la leche del colega, tragándosela al tiempo que éste descargaba trallazos que iban a parar directamente a la garganta al ritmo de sus espasmos y gritos de un placer que jamás antes había padecido.

-¡Dios! ¿Quién te ha enseñado eso? -preguntó aún extasiado.

Cuando se recuperó arrancó y se marcharon en silencio. Al llegar vieron que Chema ya se había ido a trabajar así que Chuso anunció que ocuparía su cama.

-¿Ya te vas a dormir?

-Claro, ¿qué quieres hacer? -preguntó ingenuo.

-¿No quieres follarme? -de nuevo el atrevimiento del chaval le pilló por sorpresa.

Sin dejarle responder, Alonso comenzó a desvestirse quedándose desnudo en unos segundos.

-Mira, estoy empalmado desde la mamada.

-Pues hazte una paja.

-Pues claro que tendré que hacérmela, pero ¿por qué no mientras me follas?

-¿Y si viene Chema?

-No sale hasta la una.

-Pero joder, que su oficina está aquí abajo.

-Si lo sé te lo pido en el coche.

-Pero yo no dije nada de follar. Sólo que no me hubiera importado que me la mamaran.

-Pero si aquella vez quisiste romperle el culo al moro.

-Tú no eres el moro.

-Soy mejor.

-Venga, no te hagas de rogar.

Sin ningún tipo de vergüenza, Alonso empezó a acariciarse su verga mientras miraba lascivo a su colega.

-Te puedes correr dentro -sugiere.

-Joder, cómo me estás poniendo -Chuso se agarra la polla por encima del vaquero dejando ver que se le ha vuelto a poner dura.

Entra por fin al cuarto de Sito, se desnuda y se acerca al chico, que ya está sentado sobre la cama. Coloca su verga justo delante de su boca dispuestos a que se la chupe otra vez. Olisquea los huevos impregnándose de todo el aroma que en el coche no pudo. Los lame y se los mete en la boca haciendo estremecer al brutote de su amigo, quien le acaricia otra vez el pelo. Se centra de nuevo en el rabo tragándoselo de golpe poniendo en práctica todo lo que aprendió con Jacinto. Se la deja entera dentro de él unos instantes suscitando un vibrante jadeo. La saca para coger aire y aprovecha para levantar la vista y mirarle. Chuso está alucinando y no dice nada. Alonso vuelve a la carga y se la traga agarrándole ahora de las nalgas para empujarle. La pelvis de Chuso se mueve vivaz metiendo y sacando la polla de la boca del zagal al tiempo que él le sujeta la cabeza por la nuca. Estaba fallándose aquella boca que parecía insaciable.

El amigo tuvo que parar porque si no creía que se correría. Alonso aprovechó para prepararse a ser follado. Se colocó a cuatro patas sobre la cama dejando su culo totalmente expuesto.

-Escúpelo -le pidió.

Apartó las nalgas y lanzó un par de salivazos que luego extendió con los dedos. No pudo evitar caer en la tentación de juguetear con ellos y el esfínter del chaval, haciendo círculos sobre él, insinuar el pulgar o incluso metérselo. Escupió por última vez y se dispuso a taladrar el ojete del hermano de su mejor amigo.

-Sin miedo, métela -indicó Alonso al percibir que el otro no se decidía.

Chuso se fascinó al ver la facilidad con la que entraba, metiéndola entera en un segundo. Y aunque al principio sus embestidas eran lentas y hasta delicadas, pronto se dio cuenta de que podría acelerar el ritmo sin que al otro le importara, follándole ahora de una forma más decidida. Su pelvis chocaba con las nalgas de Sito, que gemía mientras se trabajaba su propia verga.

-Tío, me voy a correr -anunció el mayor.

-No la saques.

-¿Seguro?

Otra vez se quedó sin tiempo de reacción y Chuso expulsó su lefa dentro de Alonso, ocupado agarrándose con fuerza su polla para correrse antes de que el otro vaciara su agujero. Los gimoteos de placer de aquel grandullón le sirvieron de estímulo para acelerar el ritmo y jadear de manera más intensa. Tras un par de temblores que hicieron tambalear la cama, Chuso balbució algún comentario sobre lo gustosa de su corrida, y aunque su verga ya había decaído, esperó a que Alonso acabara para sacarla. Se corrió por fin dejando un buen charco de semen encima de la sábana, despreocupado porque él se encargaba de hacer la colada.

Chuso anunció que se iba a la ducha recordándole que no dijera ni una palabra. Alonso limpió un poco la mancha con su calzoncillo y se fue al baño del pasillo.

-¿Qué haces? -preguntó Chuso ante la intrusión.

-Coño, haber entrado en el de mi hermano.

-Y yo qué sabía. Espérate, anda.

Pero el zagal no le hizo caso y a duras penas se metió con él en la ducha.

-Joer, si es que la ocupas casi entera -le recriminó haciéndose un hueco.

-Haberte esperado.

-Tengo sueño, así que me quiero acostar ya.

El chico se enjabonó un poco, se aclaró como pudo y justo antes de salir rozó a propósito su culo con el paquete de su colega sintiendo su verga húmeda y desfallecida, dejándole aturdido por enésima vez esa noche.

-Que descanses -se despidió sonriente.

Disimularon lo mejor que pudieron el resto del fin de semana, pero en el fondo ambos hubiesen deseado que Chema desapareciera un rato por algún motivo. Como éste no hizo mención a la zona de ambiente, la noche del sábado la pasaron en los garitos de moda de la ciudad. Al despedirse del invitado el domingo, Alonso se acercó provocándole algo de miedo por lo impredecible que era.

-¿Te puedo pedir un favor?

-Sí, claro -contestó nervioso.

-¿Le puedes dar esto a Juan Ramón? -le entregó una bolsa con un paquete envuelto.

-¿Qué es? -respiró aliviado.

-Un regalo.

Esa misma noche Chuso paró en la finca para cumplir lo prometido.

-¿Quién es? -escucha desde la distancia.

-Soy Chuso, Alonso me ha dado una cosa para ti.

-Espera, voy.

Juan Ramón se acercó vestido con una camiseta y un bañador tipo calzoncillo de color oscuro.

-Me has pillado en la piscina.

-Ya, con esta calor… Es un regalo de parte de Sito.

-Oh, ¿qué tal, cómo está?

-Bien, adaptándose.

-¿Quieres pasar?

-Pues hace un minuto te hubiera pedido que me dejaras usar el lavabo, pero te he meado en la puerta -señala al charco-. Lo siento, no me aguantaba ya.

-Ja, ja. No pasa nada -le hace gracia la espontaneidad del chaval.

-Bueno, un baño no te diría yo que no, para llegar fresquito a casa.

-Entra, entra.

Juan Ramón le pide que se ponga cómodo mientras va a por un par de cervezas.

-¿Entonces están bien?

-El chico tiene que acostumbrarse, pero estoy seguro de que le irá bien.

-¿Ha decidido estudiar o algo?

-Aún no. Ha dejado un par de currículums y esperará a septiembre para decidirlo. Chema está empeñado en que estudie, pero ya sabes cómo es la juventud: basta que les digas algo para que quieran hacer lo contrario.

-Ja, ja. Me ha hecho gracia eso de la juventud. ¿Tú qué edad tienes?

-Veintiséis.

-¿Y a qué te dedicas? Porque creo que nunca me lo has contado.

-Pues estoy en el paro.

-Vaya. Está la cosa mal, ¿no?

-Bueno, tampoco busco nada.

-Joer, qué bien vives entonces.

-A ver, mi padre tenía una empresa de construcción y me he tirado trabajando con él desde los catorce años así que porque me pille unos meses sabáticos no pasa nada.

-Perdona, no quería ofenderte.

-Si no me ofendes, pero no quiero que la gente se piense que soy un mindango. Que he sido siempre muy currante.

-No lo dudo. ¿Y tienes algún plan? ¿Seguirás con tu padre?

-Con la crisis cerró la empresa y se jubiló. No sé qué haré. Ya después del verano lo decidiré.

-Si quieres trabajar en el campo aquí me tienes.

-No tienes capataz, ¿no?

-Apuntas alto tú, ja, ja.

-¿Qué quieres, que me ponga a recoger sandías?

-¿No decías que eras un currante?

-Ya, bueno…

-Es broma, ¿eh?

-¿Me puedo bañar entonces?

-Vaya, me acabas de recordar a alguien que yo me sé al cambiar de tema…

-¿A quién?

-Alonso. Era único desviando la conversación cuando no le interesaba.

-Ja, ja, sí. A veces tiene un desparpajo…

-Bueno, báñate. Voy a por otras dos cervezas.

Las acercó al borde de la piscina y le acompañó en el agua. Bebieron y hablaron hasta que Chuso decidió marcharse.

-Bueno, sé que tienes que madrugar. Por cierto, no me has dicho qué era el regalo.

-Un libro. Sabe que me gusta leer.

-Buf, ni me acuerdo de la última vez que leí yo uno.

-Pues cuando quieras te presto alguno. En el salón tienes cientos donde elegir.

-¿Y si tienes tantos para qué te regala un libro?

-Porque me los he leído todos.

-Joder, pues has leído más que todo el pueblo junto.

-Ja, ja.

-Bueno, tío, me piro. Gracias por las birras.

Esa noche Chuso cayó rendido por el cansancio, pero el lunes no paró de pensar en todo lo ocurrido. No sólo en el sexo con el hermano pequeño de su colega, sino que incomprensiblemente Juan Ramón se acomodó en su cabeza dispuesto a no marcharse. Que estuviera desocupado y aburrido no ayudaba. Creyó que aquello sería algo pasajero, y determinó que tendría que hacer algo para llenar su tiempo. La propuesta del agricultor le rondó más de una vez. Lo consultó con su padre, y aunque éste hizo mención a la sexualidad del empresario, admitió que era mejor trabajar para un marica que estar todo el día sin hacer nada. El finde siguiente fue a visitar de nuevo a Chema en busca también de consejo.

-¿Cuánto te paga?

-No entramos en detalles.

Alonso presumió que a él se lo había ofrecido antes, pero le animó aduciendo que a Juan Ramón le vendría bien la compañía. Lo dijo con cierto retintín rememorando los momentos a solas con Chuso, y éste captó el tono regañándole con una mirada reprobatoria. Como Chema no curraba ese sábado, los dos colegas salieron de marcha tras el rechazo de Alonso, que prefería quedarse en casa sin motivo aparente. No se quedaron a solas, por lo que no surgió tensión entre ellos. La despedida el domingo fue de lo más normal. Chuso pasó el camino de vuelta dispuesto a tomar una decisión antes de llegar al pueblo poniéndolo como escusa para detenerse en casa de Juan Ramón. Sin embargo, querer saber más detalles acerca del empleo era lo suficientemente verosímil, aunque quizá un domingo por la tarde no era el mejor momento para hablar de trabajo. Finalmente, aparcó en la puerta de su finca.

-¡Hola! -saludó desde la distancia.

-¿Vienes a usar mi baño? -bromeó.

-No, no. ¿Puedo pasar?

-Claro. ¿Vienes de Murcia?

Le contó sobre los dos hermanos mientras caminaban hacia el porche trasero. El anfitrión sacó unas cervezas y Chuso siguió hablando:

-He estado reconsiderando tu propuesta.

-¿La de trabajar conmigo?

-¿Me has hecho otra y no me he enterado?

-Qué perspicaz.

-Me gustaría saber las condiciones.

Juan Ramón improvisó porque, aunque a Alonso sí que se lo había ofrecido en serio, la de Chuso fue una insinuación creyendo que jamás aceptaría, y más cuando el chico hizo referencia directa al puesto de capataz. Con todo, las funciones no quedaron demasiado claras, pero Chuso dijo que se lo pensaría, pese a que ya había tomado una decisión en su cabeza.

-¿Te quieres quedar a cenar? -le invitó-. Que yo voy teniendo hambre.

-No sé, me parece un poco abuso. Si quieres voy al pueblo a por unas pizzas y unas cervezas, que te voy a vaciar la nevera a este ritmo.

-No es necesario, tengo comida de sobra.

-Te acompaño -propuso Chuso al verle irse hacia la cocina.

-Quédate en la piscina si quieres, dentro hace mucho calor.

-Voy a tener que dejarme un bañador en el coche -bromeó.

-Te presto alguno si quieres.

-No creo que me valgan. Y total, siempre que vengo acabo bañándome en calzoncillos.

-Eso es cierto, ja, ja.

-Bueno, como si estuvieras en tu casa.

Juan Ramón entró a preparar la cena y Chuso se sentó al borde de la piscina. Aprovechando su soledad, le tentó la idea de bañarse en bolas, así que miró para confirmar que Juan Ramón no estaba, se quitó la ropa interior dejándola en el bordillo y se metió al agua. Le gustó la sensación de nadar desnudo, aunque quizá demasiado asustándose por la idea de llegar a empalmarse, aunque dicen que en el agua encogen… El anfitrión apareció en el porche de nuevo:

-¿Te gustan los margaritas? -le preguntó.

-Sí, sí, lo que quieras -se puso nervioso.

Antes de volver, Juan Ramón se percató de la prenda y sonrió. En la cocina pensó en inventarse alguna otra excusa para volver y ver a su invitado desnudo, pues su cuerpo le resultaba demasiado tentador como para obviarlo y así tendría una imagen con la que fantasear esa noche mientras se masturbaba. Cogió una cerveza y salió de nuevo, pero esta vez llegó hasta la piscina. Chuso nadaba, pero al menos apreció su firme y blanco culo. Cuando éste se percató de su presencia, se tapó sus partes instintivamente.

-Te dejo otra cerveza.

-Gracias.

Ruborizado, el chaval optó por salir del agua y vestirse. Se secó un poco y acompañó a Juan Ramón en la cocina.

-¿Qué preparas?

-Unos tacos, nachos, guacamole…

-Mmm, rollito mejicano. ¿Te ayudo en algo?

-Si quieres ir sacando esto a la mesa -señaló una bandeja con cubiertos y platos.

Mientras Chuso salía al porche aprovechó para mirarle de nuevo el culo, ahora ya vestido con un pantalón de algodón. Se lo volvió a quitar cuando decidieron bañarse tras la cena, aunque esta vez se dejó puestos los bóxer. El anfitrión vestía un bañador más discreto que el de la anterior vez, menos provocativo, pero más cómodo para estar con visitas, sobre todo si eran masculinas. Para culminar con la noche mejicana se bebieron casi una botella de tequila entre risas y tonteo, provocándose el uno al otro con comentarios un tanto pueriles mientras Chuso contaba experiencias con tías del pueblo y Juan Ramón con algún maromo durante su época universitaria. En las tumbonas del porche cayeron rendidos hasta quedarse dormidos.

Cuando Chuso se despertó por la mañana se encontraba solo. Entró a la casa con intención de buscar al anfitrión atraído por el olor a café, pero no estaba. Miró la hora y cayó en la cuenta de que se habría ido a buscar a la cuadrilla. Se sirvió una taza bien cargada y se sentó a esperarle. Escuchó el ruido de la furgoneta y poco después apareció por la entrada principal.

-Buenos días -se saludaron.

-Te he robado un poco de café.

-Como si estuvieras en tu casa. Yo voy a ponerme otro.

-¿Qué hora se nos hizo anoche?

-Ni idea. Menos mal que el perro ha venido a buscarme, que si no estaría aún durmiendo.

-Oye -el rostro de Chuso se vuelve serio-, ¿no diría muchas tonterías anoche, no?

-Si te digo la verdad, no me acuerdo de nada desde la cena.

-Buf -resopló aliviado-. Al menos no soy el único. Vaya panzá de beber.

-Ya te digo, me arde el esófago.

-¿Y vas a ser capaz de aguantar el día?

-No me queda otra. Siempre digo que hay que ser consecuente, así que si ayer no puse fin, hoy toca aguantarme.

-Qué responsable. Va a ser duro trabajar para ti.

-O sea que ya te has decidido.

-No, no. Si al final aceptase, quiero decir.

-Tómate el tiempo que quieras.

-Bueno, me voy y te dejo trabajar.

-Vale.

Chuso se levantó del taburete y caminó hacia la puerta, lo que aprovechó el otro para mirarle el trasero de nuevo. En medio del salón se giró y volvió sobre sus pasos hasta colocarse delante de Juan Ramón y besarle. Éste le recibió como si lo esperara, fundiéndose con un arrebato de pasión mientras se abrazaban y acariciaban sus espaldas con fogosidad sin que sus labios se soltaran acabando con la tensión que ninguno quiso recordar de la noche anterior, pero de la que ambos fueron conscientes a pesar del alcohol. Se quitaron las camisetas con celeridad mientras el dueño de la casa guiaba sus pasos hasta el sofá. Sobre él empujó al grandullón tumbándose encima para seguir besándole. De los labios pasó al cuello, y de ahí deslizó la lengua por el pecho hasta llegar a los pezones para volver a la boca poco después mientras su mano se colaba por debajo del pantalón de algodón en el que tanto se había fijado.

Sintió la carne ardiente y vibrante en contacto con sus dedos, agarrándole la pija con la mano para masturbarle así mismo, sin dejar de besarle y sin quitarle toda la ropa. Chuso le miraba con lujuria, ocultando la inevitable confusión de estar besando a un hombre por primera vez. Juan Ramón lo presentía, así que puede que por ello se limitara únicamente a pajearle sin pretender dar ningún paso más en ese primer contacto. A pesar del morbo que le daba su supuesta heterosexualidad, y lo atractivo que le resultaba un hombre de esa envergadura, se olvidó de su excitada polla centrándose en la del otro hasta que anunció que se corría. Fue en la misma postura y con la mano del anfitrión hasta que éste notó los chorros de leche resbalarle entre los dedos al ritmo de sus jadeos y el hechizo de sus ojos complacidos.

-¿Y tú? -le preguntó al ver que no hacía nada.

-Por mí no te preocupes.

-Si quieres te hago lo mismo -se ofreció.

-No, no pasa nada.

-Que no me importa.

-Que no, yo me la he machacado esta mañana.

-¿Ah sí?

-Verte en calzoncillos tumbado con la polla tiesa era demasiado irresistible.

-¿Estaba empalmado? Qué vergüenza…

-Anda ya. Yo lo he agradecido -dice pícaro.

-¿O sea que te pongo?

-Más de lo que me gustaría.

-¿Y eso por qué?

-¿Tú qué crees?

-No sé, ¿la edad?

-Eres hetero, ¿no?

Desde luego Chuso no se esperaba esa pregunta. Le pilló tan desprevenido como la indecente proposición de Alonso la semana anterior.

-¿Quedaría mal si te doy las gracias por la paja, no? -se levanta del sofá.

-No es necesario.

-Ahora sí que me voy -avisa nervioso.

-No quería incomodarte.

-No es culpa tuya.

Da un paso, pero se detiene. Duda un momento y se vuelve para darle un tierno beso en los labios. Baja la cabeza y se marcha por fin. Lo hace confundido sin poder quitarse la pregunta de la cabeza. No conoce la respuesta pese a su aventura con Alonso y su deseo hacia Juan Ramón. Le ha gustado besarle, y le gustado que le tocara, e incluso se vio a sí mismo tocando su verga para devolverle el favor. No se sorprende porque durante la semana anterior estuvo pensando en él. La imagen de su cuerpo velludo y masculino llevando ese minúsculo bañador, su culo prieto, su sonrisa dulce. Porque no era sólo un sentimiento carnal, ni tampoco una forma de suplir la ausencia de Chema y llenar así su soledad. No se molestó en negar nada, ni tampoco en luchar contra ello. Su mejor amigo acababa de hacer con su vida lo que le había dado la gana. Incluso su hermano de diecinueve años era capaz de conseguir lo que se proponía. Y él tenía la libertad suficiente para poder hacerlo también, porque si no aprovechaba esta oportunidad ahora, a saber cuándo se le presentaría otra. Y no estaba dispuesto a esperar otros veintiséis años para comprobarlo.

-Tú también me gustas -se atrevió a decir desde la verja.

Juan Ramón le abrió y caminaron de la mano hasta la casa. Allí tuvieron sexo esa misma noche. Chuso probó una verga por primera vez, y por segunda se folló un culo. Durmieron juntos, desayunaron juntos, y desde ese día trabajaron también juntos. Chuso intercaló románticas escapadas con sus visitas a la capital. Allí no dijo nada de su relación, salvo la laboral, hasta que un día Juan Ramón le acompañó invitado por los dos hermanos. Tras beberse entre todos varias cajas de cervezas, le echó coraje y se confesó ante la mirada atónita de aquéllos. Alonso hizo algún comentario sarcástico, y Chema lo aceptó sin más, ahorrándose decir cualquier cosa gracias a que sonó el timbre de la puerta:

-Mi hermano es marica y sale con un rubito de su instituto. Mi mejor amigo es marica y está con un ricachón del pueblo. Mi padre es un hijo de la gran puta y ha metido en casa a una ecuatoriana de grandes tetas. Y yo… bueno… Yo me estoy pensando volver al invernadero a ver si Jacinto me escoge.

-¿Tú qué disir ? Pagar pizzas, treinta euros.

-Jodidos moros. A ver si aprendéis español de una puta vez.