Vicio en el invernadero IV
El murciano se queda con las ganas de montárselo con el moro, pero aún le queda su jefe, que además de follarle le paga por ello. Y luego está ese atractivo empresario que tanto interés tiene en el zagal.
Alonso encontraba más justos los cien euros por dejarse follar o chuparle la verga a su jefe hasta que se corriera en su cara, sobre todo porque si no cobraba lo mismo que el moro, y éste lo único que hacía era poner el culo.
-Me sigue pareciendo poco -insistía.
-Pero maricón, si tú lo disfrutas tanto o más que yo.
-Ya, pero el moro…
-Mira, muchacho -le interrumpe-, ya sabes lo que hay, nadie te obliga a venir.
En parte tenía razón, así que el zagal se mordió la lengua callándose lo que se le pasó por la cabeza: “hasta que me canse y se quede sin mamada”. Y aunque no lo dijo en voz alta, sí que decidió ponerlo en práctica al día siguiente. Porque Juan Ramón se le acercó de nuevo para persuadirle en irse con él, pero Alonso ya lo tenía planeado.
-Jacinto no viene hoy, ¿probarás conmigo entonces?
-¿Cómo lo sabe?
-El Cañizo lo comentó ayer en la tasca.
-¿Y por qué motivo?
-Porque toca siembra.
-En ese caso iré con usted.
-Vaya, al menos eres sincero.
-Pero con una condición.
-Huy, ¿además con exigencias?
-Elija también a Hakim.
-¿Y ese quién es?
-El moro de la gorra roja.
-¿Por qué debo hacerlo?
-Porque se lo pido yo.
A pesar de la arrogancia del chico, Juan Ramón le hizo caso y escogió a Hakim. Hizo lo posible por sentarse a su lado en la furgoneta.
-Yo querer verte, pero dar miedo tu hermano. Él seguir a mí.
-No te hará nada.
Para su asombro, el moro busca disimuladamente con su mano la de Alonso. La acaricia y se miran, por un instante casi ajenos a lo que ocurría a su alrededor. Se separaron al llegar a la finca, donde el propio Juan Ramón dio las instrucciones.
-Todavía no sé tu nombre.
-Alonso.
-Pues Alonso, acompáñame -le lleva a uno de los invernaderos-. Esas son tus filas. Luego vengo para ver cómo vas.
Como prometió, el agricultor apareció un par de horas más tarde con un bote de refresco.
-No hacía falta -comenta el muchacho.
-Tampoco hace falta que me des las gracias.
-Gracias.
-¿Fumas?
-Sí -miente y acepta un cigarrillo, pero tose al darle una calada.
-¿Por qué me has vuelto a mentir?
-¿Cómo dice?
-No fumas -aprecia-. ¿Quieres hacerte el mayor por algo?
Alonso se encoge de hombros.
-¿Han vuelto a robarte?
-No.
-Me alegro.
-¿De qué conoces a Hakim? -inquiere.
-De coincidir en la cuadrilla.
-Me estás mintiendo otra vez.
-No es cierto.
-En la furgoneta os he visto hablar y…
-¿Está prohibido hablar con los moros o qué?
-Para nada. Sólo digo que tengas cuidado.
-No tiene por qué preocuparse. Sé cuidarme solito.
-Sí, eso parece.
-Me gustaría seguir trabajando.
-Como quieras.
Juan Ramón se va y Alonso se fija en su culo, que intuye prieto y redondito por debajo del vaquero. Parece que el agricultor percibe su mirada y se da la vuelta por lo que el chaval se ruboriza y continúa avergonzado con su tarea hasta la hora de comer. Se sorprende al ver dispuestas un par de mesas plegables bajo dos sombrillas. La cuadrilla se va sentando sin quitarle ojo a los platos cubiertos de papel de plata. Los van destapando y descubren unas tortillas, ensaladas murcianas y unos filetes de pollo. Pero aún le choca más que Juan Ramón se siente a comer con ellos. Justo a su lado está Hakim, pero apenas se cruzan un par de miradas durante todo el almuerzo. Una de ellas cuando el dueño menciona a Jacinto, cuyo nombre alarma al moro.
-Seguro que Jacinto no os da de comer tan bien -se dirige al zagal.
-Bocadillos, que supongo que será más rápido.
-Será eso.
-¿Usted da esto todos los días o sólo porque estoy yo?
-¿Por qué iba a querer impresionarte?
Se encoge de hombros.
-Ayer hice gazpacho.
-¿Cocina usted?
-¿Te sorprende?
-Un poco. Le veía más recolectando y a su mujer en la cocina.
-No tengo mujer.
-Ni tampoco capataz, por lo que parece.
-Yo me ocupo de todo.
-¿Y se fía? -Alonso baja la voz.
-No te preocupes, que no te entienden.
-Yo creo que sí.
-Tú conoces a nuestro amigo, ¿crees que nos está entendiendo?
-No es mi amigo.
-Era una forma de hablar para no decir su nombre.
-No sé qué perra le ha entrado. ¿Me puedo ir ya?
-¿No quieres postre?
Alonso niega con la cabeza, se levanta y vuelve a su puesto junto con los calabacines. No sabe qué pretende Juan Ramón con tanto comentario, considerándole además muy listo por haberle pillado en un renuncio ya un par de veces. Él mismo viene a buscarle justo antes de acabar la jornada.
-Vaya, sí que te ha cundido -le ofrece una botella de agua.
-¿Ya es la hora?
-Casi.
-¿Viene a supervisarme?
-Claro, es mi trabajo.
-¿No es cocinar? -se burla sin saber por qué.
-Vaya, un comentario gracioso por fin, aunque sea atacándome.
-Bueno, ¿está contento?
-La verdad es que sí, veo muchas cajas.
-¿Ve como no le mentí acerca de la mano?
-¿Te gustaría trabajar de forma permanente?
-¿Qué le ha dado conmigo? ¿Acaso le gusto?
-Otra guasa, se ve que has perdido la vergüenza.
-No me ha contestado.
-Pues sí, me gusta cómo trabajas.
-¿Y ya?
-¿Qué más quieres?
-Pues que me extraña esa fijación con que viniera.
-Te recuerdo que fuiste tú quien se acercó la primera vez.
-Porque Jacinto no estaba.
-O sea que prefieres seguir con él.
-No he dicho eso.
-Creí que te hacía falta el dinero. Y la recolecta se acabará pronto. Aquí te encargarías de la siembra, regar, recados… ¿Tienes carné?
-No.
-Pues yo te enseño a conducir.
-Sí que le gusto, sí.
-¿Sabes lo difícil que es encontrar a uno de aquí que quiera trabajar en esto? Ya ves que son todos marroquíes o saharianos.
-O sea que es por eso.
-Claro.
-Pues lo siento pero no puedo.
-¿Por qué?
-Me voy a Murcia el mes que viene.
-¿A la universidad?
-No.
-¿Entonces?
-Es una larga historia.
-Una lástima. ¿No puedo convencerte?
-No.
-¿Y me dejas intentarlo? Me gustaría saber esa historia.
-¿No es hora ya de irnos?
-Tienes razón.
En el trayecto de vuelta al pueblo Hakim no va a su lado. Al llegar a la plaza quiere verle, pero Juan Ramón le entretiene de nuevo.
-¿Quedamos esta noche para poder convencerte?
-¿Está seguro de que no le gusto? Porque ahora me viene queriéndome invitar a cenar…
-¿Para qué tanta vuelta si vas a decir que sí?
-¿Eso cree?
-Te espero en la finca a las nueve. No hace falta que traigas nada.
Se despiden y Alonso comienza a caminar sonriente, pero su hermano le devuelve la seriedad.
-Acho, deja de seguirme.
-¿Has trabajado hoy con él?
-Sí, Jacinto está en siembra.
-¿Y qué te ha hecho?
-Nada.
-No te creo.
-¿Y ahora qué te pasa?
-Coño, porque es marica.
-¿Y qué sabrás tú?
-Se rumorea en el pueblo. Tú dirás: treinta años, no se le ha conocido mujer, cocina para sus cuadrillas… Y ese pelo, vamos no me jodas.
-Pues a mí me cae bien.
-Es muy mayor para ti.
-Vete a la mierda, tío. El otro porque es moro, este porque es mayor… Además, no se ha insinuado ni nada.
-¿Y por qué hablabais tanto?
-Porque quiere contratarme de forma fija.
-¿Lo ves? Ese quiere algo.
-Acho, Chema, déjame tranquilo. Además, le he dicho ya que no -El hermano mayor respira aliviado-. Los escoltas suelen ir callados -concluye.
Su actitud desafiante y chulesca continúa hasta llegar a casa, donde su padre le espera con la mano abierta.
-Jacinto está de siembra, así que no he ido hoy -Chema escucha pasmado las palabras de su hermano, dándole un codazo con disimulo para que no siga.
-¡La puta que te parió! ¿Y el Fulgencio o cualquier otro?
-Sólo ha pasado el Juan Ramón ese, pero dicen que es marica -su hermano sigue alucinando.
-¿Y eso qué más da, hostias? Si tienes que poner el culo, lo pones.
El padre entra en cólera y mira al mayor.
-Sólo tengo diez euros -reconoce éste.
-Trae pacá . Vaya par de nenazas.
Como siempre, se va refunfuñando. Al cerrar la puerta Chema no tarda en recriminarle.
-Joder, tú, ¿a qué ha venido eso?
-Necesito comprarme unas zapatillas.
-Pues habérmelo dicho y el sábado vamos al mercadillo.
-Las necesito hoy -Chema le mira los pies.
-Pero si no están rotas.
-No voy a ir así a cenar con Juan Ramón.
-¡¿Vas a cenar con el marica?! ¿Qué te he dicho antes?
-Vamos a ver, que te des cuenta de una vez que no mandas en mí y que tengo edad para hacer lo que me dé la gana. Voy a ir a su casa te pongas como te pongas.
-Virgen santa, ¿qué he hecho yo mal? Si yo solo quiero lo mejor para ti. Todo iba bien, la plaza en Murcia, el piso… ¿No has podido salir del armario en la capi como todo el mundo?
Alonso se ríe ante el comentario. El rostro de Chema se destensa porque él mismo se da cuenta de cómo ha sonado eso. Ambos ríen y se relajan.
-A ver, Chema, que yo sé que todo lo has hecho pensando en mí -se sincera-. Y te lo agradezco de veras. Que yo sea gay no va a cambiar nada. O al menos por mi parte.
-Joder, Sito. Necesito asimilarlo, pero no me ayudas.
-No me vengas con más reproches porque se acaba la conversación.
-Vale, vale. Pero pasamos de un moro en mitad del campo a un viejo en su finca a solas.
-Si dices que tiene treinta no es tan viejo.
-Bueno, tú ya me entiendes.
-Si lo que te preocupa es que me vean, descuida, que tendré cuidado.
-No es eso. Si a mí en el fondo el pueblo me la suda; para lo que me queda estar en él. No quiero que te hagan daño, ni que te engañen o se aprovechen de ti, que de bueno a veces pareces tonto.
-Mira quién habla.
-Bueno, excepto cuando quisiste violar al moro detrás de la fuente… ¿Quién me lo hubiera dicho? Y con el otro en la encina de rodillas…
-No sigas.
-Me hubiese gustado que fueses activo.
-¿Y eso qué es?
-Soplanucas, no comealmohadas.
-¿Cómo sabes tú esas cosas, eh, sarasa? -se burla haciéndole cosquillas.
-Venga, vayamos a comprarte algo de ropa.
-Con unas deportivas me apaño. Pillaré cualquier cosa del armario, no se vaya a pensar que me arreglo por él.
-Pero tendrás que adecentarte un poco para tu primera cita -se burla.
-No empieces. Si me sobra, me compro una camiseta y ya está. No creas que voy a ir en camisa o algo.
-Pues bien guapo que estarías. Y así repeinadito -Chema le revuelve el pelo.
Se marchan a la tienda de deportes donde Alonso elige sin pensar unas zapatillas que le llamaron la atención desde que entró, pero mira el precio y se le escapa de los sesenta euros que lleva encima.
-No te preocupes, pago con la VISA.
-No hace falta. Esas están bien -señala a otras que están en oferta.
-Te debo dinero, ¿recuerdas?
Accede y se marcha feliz y contento con su compra. Se ducha al llegar a casa y se viste unos vaqueros y una camiseta de tirantes.
-¿No irás así?
-¿Qué pasa?
-¿Tienes complejo de jugador de la NBA? Los tirantes para la playa.
-Es la más nueva que tengo.
-Toma, pruébate esto -Chema saca un polo de su armario.
-¿Un polo? ¿No es demasiado pijo?
-Qué va. Mírate, te queda como un guante.
-No sé, Chema.
-Venga, vámonos que vas a llegar tarde.
-¿Cómo que vámonos?
-Sí, el Chuso te lleva en su coche. ¿O pensabas ir andando hasta allí?
-Claro.
-Para que te atraquen los moros y quieran aprovecharse de ti. O bueno, igual alguna zagala, porque estás para ir rompiendo corazones.
-Anda ya, idiota.
El Chuso también alabó su atuendo al verle salir de casa, haciendo algún comentario similar al de su hermano. Los dos se fueron burlando de él hasta llegar a la finca.
-Adiós pringaos -se mofa el chaval mientras se baja.
-Ten cuidado -advierte Chema.
-¡Disfruta! -le anima el colega.
Alonso intenta abrir la verja, pero los ladridos de un perro le asustan. Mira a su hermano como preguntándole qué hacer. Éste le dice que busque un timbre, pero no lo encuentra. Chuso toca el claxon y al momento una luz se enciende. Alonso les pide que se marchen ya y escucha el coche acelerar con la mirada ya fija en una sombra que se acerca por el sendero.
-¡Voy! -escucha decir.
-Vale.
Juan Ramón se deja ver ataviado con una camiseta blanca y unos vaqueros. Ha cambiado sus botas de campo por unas zapatillas de lona. Su pelo sigue recogido con una perfecta coleta.
-Pasa.
-Huy, me acabo de dar cuenta de que no traigo nada.
-Te dije que no hacía falta.
-Espero que no fuera una ironía de esas tuyas.
La casa de Juan Ramón es bastante más grande que la de Jacinto, si bien éste vive fuera de la finca. Deduce que su anfitrión sí que habita en ella todo el tiempo, porque además ya sabe que no tiene un capataz que le cuide el terreno. Por fuera, la vivienda no parece muy lujosa, con un porche un tanto destartalado y ventanas algo viejas. Entran directamente a un enorme salón con mucho espacio libre, quedando al fondo la cocina separada por una barra americana de ladrillo. Al otro lado se atisba un pasillo.
-Cuántos libros -Alonso señala una estantería repleta de ellos.
-Sí, me gusta leer.
El chico se acerca y escoge uno al azar, pero no se detiene mucho con él.
-¿Qué quieres beber? -le ofrece desde la cocina.
-¿Qué bebes tú?
-Vino.
-Pues eso mismo -se sienta al otro lado de la barra.
-¿Has bebido alcohol antes?
-Claro -miente.
-Me estás engañando otra vez.
-Jacinto me deja beber del suyo -en realidad sólo lo hizo una vez.
-Bueno, dime entonces por qué no puedo convencerte de que te quedes trabajando conmigo.
-Hale, me lo preguntas ya así de golpe…
-Cuanto antes me lo cuentes más tiempo tendré para persuadirte.
-La decisión está ya tomada. Tenemos el piso reservado para el mes que viene.
-¿Con quién te vas?
-Con mi hermano.
-¿Qué edad tiene él?
-Veinticinco pa veintiséis.
-¿Se va a trabajar o algo?
-Sí, ha conseguido plaza en una oficina de Correos en Murcia.
-¿Y tú qué vas a hacer allí?
-No lo sé. Trabajar, supongo. Aunque él quiere que estudie un Grado Superior o algo.
-Hombre, si puedes hacerlo…
-No sé si nos lo podremos permitir.
-¿Y tus padres?
-Mi madre nos abandonó hace años y mi padre es un borracho.
-¡Joder!
-Me has pedido que contase toda la historia, ¿no?
-Sí, sí. Lamento tu situación, pero al menos tienes a tu hermano.
-Claro, él trabajaba en el campo como yo, pero como mi tío es el dueño de la oficina de aquí le dijo que se preparara las oposiciones y le hizo caso. Desde entonces siempre ha querido que nos marcháramos los dos solos.
-No te veo muy convencido.
-Tampoco hago nada aquí.
-Pero, ¿y tu padre?
-Ese es un bastardo cabrón que me pega si no le doy el dinero que gano.
-Joder, lo siento.
-No pasa ná . Por eso he de irme con mi hermano. Él no me dejaría quedarme a solas con mi padre.
-Normal. Pues me temo que no voy a tener argumentos para convencerte. Desde luego estarás mejor en Murcia.
-Si encuentro trabajo sí, pero es que no sé hacer nada.
-Algo podrás hacer, aunque sea media jornada para que puedas estudiar.
-Ya veremos. ¿Qué hay de cena?
-Eres único cambiando de tema.
-Si es que ya no sé qué más decirte. Cuéntame tú algo.
-¿Qué quieres saber?
-No sé, dime lo que quieras.
-Pues a ver… -le da un sorbo al vino-. Soy hijo único, mi madre murió en mi parto, así que la conocí sólo unos segundos.
-Lo siento -interrumpe el chico.
-Gracias.
-Y mi padre falleció hace un par de años de cáncer.
-¡Hostia! También lo siento.
-Está bien. Y eso, me quedé yo con las tierras y aquí estoy.
-No tienes pinta de ser agricultor de siempre. A ver las manos.
Juan Ramón se las enseña y Alonso las acaricia.
-Lo que yo decía.
-Mi padre no quería que siguiese con la huerta, así que me mandó a la universidad. Cuando enfermó me vine para estar con él, pero había un capataz por entonces, así que me dedicaba a cuidarle y poco más.
-¿Y por qué te quedaste?
-Me propuse vender la finca, y Eusebio -el capataz-, quiso comprarla, pero me di cuenta de que me engañó.
-Joder.
-Sí, me ofreció una cantidad que yo creí que era justa, pero el abogado de mi padre me advirtió que estaba muy por debajo de su valor.
-No se puede fiar uno de nadie.
-Ya te digo.
-¿Y no se interesó nadie más?
-Sí, pero Eusebio se dedicó a ir contando mentiras sobre mí y la tierra, así que tuve pocas ofertas.
-¿Qué decía?
-Que estaba todo muy viejo y descuidado, que esto no valía nada, que usábamos pesticidas porque había plagas…
-¿Pero y sobre ti?
-Pues no lo sé.
-¿Quién miente ahora?
-Es verdad. De mí se hablan muchas cosas, pero no sé cuáles han salido de él.
-Se dice que eres marica… Bueno, gay -se atrevió a mencionar.
-Y que tampoco soy su hijo, y demás barbaridades.
-¿Es cierto?
-Claro que no. Mi padre era mi padre.
-Digo lo otro.
-Ya lo sé, chaval, pero no eres el único al que le gusta cambiar de tema, ¿sabes? -se ríe.
-Bueno, yo sí lo soy -confiesa-. Salí del armario hace unos días.
-¡Venga ya!
-Mi hermano me pilló con Hakim.
-¡Lo sabía! Sabía que Hakim y tú os traíais un rollo raro.
-¡Eh! No te pienses que somos novios o algo.
-No pienso nada. Me alegro por ti.
-Tú no me has contestado.
-Pues sí, yo también soy gay. ¿Contento?
-O sea que sí que te gusto.
-No me seas creído que eso no tiene nada que ver.
-¿Seguro?
-Segurísimo, ya te dije lo que buscaba. Y además, ¿qué edad dices que tienes?
-Diecinueve.
-Yo treinta, así que…
-¿Y qué tiene que ver la edad?
-Oye, ¿no será que te gusto yo a ti?
-Hombre, eres atractivo.
-Gracias. Tú con unos años más también lo serás.
-¿Me estás llamando feo?
-Se me quema la salsa.
Juan Ramón terminó de preparar la cena y la sirvió en sendos platos encima de la barra.
-Si prefieres la mesa…
-No, aquí está bien. Más informal, en plan colegas, que si no parecería una cita, ¿o no?
-¿No habrás pensado que lo era?
-Tú verás, me invitas a tu casa sin casi conocerme…
-Pero ya sabes por qué.
-Sí, ya has dejado claro que no te gusto -se hace el ofendido.
-No voy a caer en tus juegos -el mayor se ríe.
-Me hubiese gustado acostarme con alguien que me atrajera.
-¿Eres virgen?
-¡Claro que no!
-Tampoco pasaría nada, eres joven.
-Ya te he dicho que no. ¿Con cuántos hombres has estado tú?
-Pocos.
-Anda ya.
-Es cierto, aquí en el pueblo es complicado.
-No te creas, hay mucho vicio.
-¿Ah sí?
El chico asiente y le da otro sorbo al vino.
-¿Con ninguno de tus cuadrillas?
-No.
-Alguno pagaría por hacérselo contigo, y no al revés.
-¿Al revés? ¿Te piensas que yo pago por tener sexo?
-Yo no pienso nada -vuelve a tener la sensación de que ha metido la pata de nuevo.
-¿Entonces con Hakim qué?
-¿Qué de qué?
-Que si te gusta.
Se encoge de hombros.
-Nos quedamos a medias y desde entonces me ha hecho un par de comentarios, ¡pero es que no le entiendo cuando habla! Y esta mañana me ha acariciado la mano.
-Oh.
-No te burles.
-Pues se me acaba de ocurrir una cosa.
-¿Qué?
-El lunes os cojo a los dos, y cuando queráis os metéis aquí en casa y acabáis la “faena”.
-¿No te importaría?
-Te lo he ofrecido yo.
-Pero tú no mirarás ni nada, ¿no?
-¿Por quién me tomas?
-Joder, no serías el primero.
-¿Te han mirado mientras lo hacías? Qué vida más interesante la tuya.
-No era consciente.
-¿Y dónde fue eso?
-No quieras saber tanto.
-Lo has dicho tú.
-Es este vino, que me suelta la lengua. Ahmed me folló. Bueno, me forzó, pero al final me dejé.
La cara de Juan Ramón retomó cierta seriedad.
-Aunque otro día sí que me obligó, pero Jacinto dice que eso no es violación.
-¿Y quién es Jacinto para decirte eso?
- Cagoentó , estoy hablando de más. No dirás nada, ¿verdad?
-No, pero me estás contando unas cosas… La violación es un tema muy serio, que ya sabes lo que ha pasado aquí en el pueblo con algunos moros y las zagalas.
-Quería robarme, pero como le hice frente y le golpeé… -miente-. Y porque eran dos, que si no…
-¿Dos? Deberías denunciarlo.
-Sí hombre. Dos putos moros me han roto el culo, para que todo el mundo se ría de mí.
-¿Y aun así quieres hacerlo con Hakim?
-No sé, ¿debo fiarme?
-No sé qué decirte, Alonso. Pero no tengas prisa, que cuando estés en Murcia ligarás un montón.
-Supongo, pero es que el moro tiene su punto, y además no veas cómo calza -coloca las palmas de sus manos al aire tratando de darle talla a la verga de Hakim.
-¡No me digas esas cosas!
-¿Por qué no? ¿Te excitas? Ja, ja.
-Qué tonto.
-Venga va, ¿entonces no quieres que nos acostemos?
-¿Tú y yo?
-Claro. Jacinto dice que la chupo muy bien -revela sin pensar.
-¿Café? -aparenta ignorar el comentario, pero con todo lo que ha dicho el muchacho ya ha sacado muchas conclusiones.
-¿Qué hora es? Mi hermano vendrá a buscarme a las doce, como a Cenicienta.
-No hacía falta, te podría haber subido yo al pueblo.
-Supongo que no se fiará. Entonces de sexo nada, ¿no?
-No.
-O sea que no te gusto.
-Eres muy joven. Y además nunca tengo sexo en la primera cita.
-O sea que era una cita.
-Ja, ja. Pero gracias por el halago.
-De nada.
Alonso volvió a insinuarse un par de veces más, pese a no volver a probar el vino. La cena con Juan Ramón le sirvió sobre todo para desinhibirse, poder mostrarse tal cual es y decir lo que quisiese sin ataduras. En definitiva, soltó por su boca todo lo que se le pasaba por la mente, descubriendo así sus actividades con Jacinto, la remuneración, los moros… Depositó toda su confianza en el agricultor, quien le juraba que no contaría nada a nadie. Un claxon sonó dando a entender que su hermano ya le esperaba.
-Diles que pasen si quieres.
-Díselo tú, que es tu casa.
Salieron los dos y Juan Ramón les saludó desde la puerta. Chema no se bajó del coche, pero Chuso sí que fue a tenderle la mano.
-¿Queréis pasar a tomaros algo?
-No -rechazó el hermano mayor.
-Claro, ¿por qué no? -Chuso volvió sobre sus pasos a parar el motor-. Venga, hombre.
Chema le estrechó la mano con desgana mientras examinaba a su hermano de arriba abajo.
-No me avergüences -le susurró el pequeño.
-¿Qué ha pasado? -interrogó el mayor.
-Nada de nada. Dice que soy muy joven.
-¿Vas borracho? -levantó la voz provocando que los otros se giraran.
-Se ha tomado un par de copas de vino nada más.
Juan Ramón les dirigió directamente al porche trasero.
-Pero si tienes piscina -habló Alonso-. Y yo pasando calor ahí dentro con este polo…
-Bien guapo que estás -se burló Chuso.
El anfitrión sacó unas cervezas y su conversación giró al principio en torno al muchacho, del cual se mofaban de manera cariñosa, lo que a él no le molestaba, pues se sentía integrado en ese grupo de “adultos”. Luego Chema habló de sus planes en la capital, Chuso de lo solo que se iba a sentir sin su mejor colega, Juan Ramón de su vida y Alonso ejercía ahora el rol de bufón haciendo la gracieta casi a cada comentario de los otros. Acabaron bañándose en la piscina en calzoncillos, desoyendo su sugerencia de hacerlo en pelotas. Apreció entonces los cuerpos casi con descaro sin importarle que los otros se dieran cuenta. El de su hermano ya lo conocía, causándole bastante envidia por los trabajados músculos aprovechándose de que se lió con la Yoli, la hija del dueño del gym que le dejaba entrar gratis, porque de otra forma no se lo podían permitir. A él le había colado alguna vez también, pero no tuvo nunca la rutina de Chema, y por tanto, ni sus pectorales ni los abdominales perfectos. A Chuso le había visto alguna vez sin camiseta, y aunque parecía un tío grandullón de enormes músculos, sin ella su torso destacaba más por volumen que por haber sido definido entre máquinas. Y en cuanto al atractivo agricultor, es verdad que perdía algo de encanto sin la ropa, con un pecho velludo, aunque firme, y un vientre delgado también cubierto de pelo.
Con todo, y mordiéndose la lengua para no soltar paridas como “hagamos una orgía” o cosas así, se metió en el baño excitado para hacerse una paja mientras proyectaba a esos tíos semidesnudos imaginándose lo que haría con Chuso y Juan Ramón mientras su hermano iba al baño, como que uno le follaba mientras se la chupaba al otro. Pero después, Chema les pillaba y se unía a la “fiesta”, así que aunque trató de bloquear a su hermano en las fantasías porque no lo veía correcto, finalmente la fogosidad le llevó a dejarse hacer por los tres hasta que se corrían en su cara y se tragaba sus sabrosas leches relamiéndose con cada gota. En ese instante Alonso descargó en el váter, acordándose ahora de Hakim y la propuesta de su jefe. Aliviado, salió de nuevo al porche y no tardaron en marcharse. El sábado por la tarde Chuso les llevó a Murcia para ver su nuevo piso, aunque sólo la fachada y el portal. Al volver, Alonso propuso pasar por casa de Juan Ramón y hacer algo los cuatro. Les recibió de buena gana y se emborracharon de nuevo, así que el domingo lucharían contra sus resacas.
Tal como prometió, el lunes el agricultor les eligió a Hakim y él.
-¿Cuándo me lo puedo llevar a tu casa?
-Cuando quieras. Entrad por atrás e id a la planta de arriba por si acaso yo tengo que entrar para algo.
-Gracias.
La sola idea le causaba demasiada agitación como para concentrarse en los calabacines, así que un rato después fue en busca de Hakim.
-Ven conmigo.
-Yo trabajar ahora.
-Hazme caso -le agarró de un brazo.
-¿Dónde ir?
Tuvo que tirar de él varias veces porque se resistía, pero finalmente accedieron a la casa.
-Yo no robar.
-Que no, sígueme.
Subieron las escaleras y encontraron un pasillo con varias puertas. La del fondo estaba abierta dejando entrever una cama. Entraron y Alonso fue a besar a Hakim. Éste sólo le rozó con sus labios, aún nervioso por lo que estaba ocurriendo. El murciano se desvistió y le pidió que hiciera lo mismo, pero el moro sólo se sacó la verga por la bragueta.
-¿No prefieres desnudarte?
-¿Y si entrar alguien?
Sin darle tiempo, Alonso le agarró la polla con una mano e intentó besarle de nuevo mientras Hakim se quitaba la camisa. Le correspondió tímidamente, aunque sus lenguas apenas se rozaron. Se desabrochó el pantalón y se quedó desnudo por fin enseñando un cuerpo moreno y delgado donde lo más destacable era su larga verga colgando por debajo de una espesa mata de vello púbico. Como la recordaba, la piel cubría todo el capullo, ocultando también unos huevos que pendían laxos por detrás del cipote. Quiso arrodillarse ahí mismo, pero era la primera vez que disponía de una cama y todo el tiempo que quisiera. Por ello, empujó a Hakim hasta el colchón quedando tumbado boca arriba. Alonso se deslizó hasta su verga agarrándola de nuevo para probarla otra vez. Mordisqueó la piel sobrante y metió la lengua debajo de ella hasta alcanzar el glande. Se fue hinchando poco a poco vibrando dentro de él hasta que decidió retirarle el pellejo y disfrutarlo en su totalidad. No era tan gordo como el de Jacinto, pero teniendo aquel enorme tronco a su disposición poco importaba.
Se endurecía palpitante entre su mano al tiempo que lengüeteaba el capullo. Verlo totalmente erecto le provocó una instantánea fogosidad que le llevó a tragárselo de golpe. Como ya comprobó en el campo, era casi imposible meterlo entero. Sus huevos quedaban lejos, pero igualmente atrayentes como para ignorarlos. Que colgaran tanto captó también su atención, comparándolos inevitablemente con los de su jefe, que de nuevo no salían bien parados. Lo único que elegiría de él sería el olor a macho, y no ese tufillo moruno que Hakim escondía no sólo entre sus piernas. De un tamaño más razonable, se los fue metiendo en la boca y allí degustarlos sintiendo toda la piel velluda rellenándole las tragaderas. Lo mismo haría con el cipote, que fue lengüeteando desde la base o acariciándolo con los labios arrastrando su propia saliva. Gozaba de él como quería, pues Hakim se había rendido al placer colocando sus brazos por detrás de la cabeza para dejarse hacer.
Alonso se ayudaba de la mano para masajearlo mientras lo chupaba. A veces con un movimiento más rápido y decidido, y otras con una tortuosa calma para apreciar cada rincón del moreno rabo. Tentado por tenerlo en el culo, se incorporó para sentarse sobre el moro y clavarse su polla. Éste apenas se inmutó al sentir el ardiente culo del zagal recibiéndola. Si acaso un sollozo algo más notorio y un brillo más intenso en sus lascivos ojos. Despacio el chico la fue colocando con la mano escupiéndola para facilitar la invasión en su hambriento agujero. Una vez acoplada, comenzó a cabalgar sobre Hakim apoyándose sobre su delgado vientre sin apartarse la mirada ni dejar de sonreírse de manera lujuriosa. El murciano se dejó caer un poco para llegar a los labios de Hakim, y hubiera agradecido más participación por su parte, pues era el primer hombre al que besaba motivándole a morrease de una forma más pasional. Volvió a erguirse y esta vez dejó caer su espalda hacia atrás, estirando su torso mientras se apoyaba sobre el colchón con una mano y así poder masturbarse con la otra. Sus huevos rozaban con el denso vello del moro, lo que le provocaba un cosquilleo extra, si es que acaso necesitara más excitación que aquel enorme rabo taladrándole el ojete.
El clímax llegó cuando Hakim comenzó a levantar la pelvis de manera brusca, embistiéndole con mayor violencia quizá determinando que estaba a punto de correrse. Pero ese estímulo suplementario reforzó la satisfacción del murciano, quien se corrió abundantemente sobre el vientre del moro al compás de un estruendoso gemido que casi le hace desfallecer. Pero su culo aún tenía dentro el trozo de carne que descargaría en él como la vez anterior. Porque Hakim ni se inmutaba desde su cómoda postura salvo para recuperar el ritmo de las acometidas cuando sus fuerzas decaían. Apretó los músculos de la cara anunciando que su turno había llegado, y de forma menos escandalosa inundó el culo de Alonso de espesa leche que notaba deslizarse sobre su propio cipote hasta sentir algunas gotas en sus nalgas. Ahora sí se incorporó un poco para besar a su amante, pero igualmente carente del frenesí propio de aquel trance.
Hakim fue a vestirse sin importarle las manchas de lefa ya casi seca que tenía en la barriga. Alonso le animó a que esperara mientras buscaba algo con qué limpiarse. No tardó y volvió con una toalla mojada. Le frotó y luego la pasó por su culo y polla con la sensación de que podría llegar a empalmarse otra vez. Pero Hakim no estaba por la labor, pues ya se había vestido completamente. Le metió prisa al murciano y volvieron al trabajo. Ya en su puesto, recibió la visita de su jefe, saludándole con una sonrisa que lo decía todo. Juan Ramón se alegró por él y le dejó trabajar sin más interrupciones salvo la de la comida. De vuelta al pueblo los amantes se sentaron juntos, y aunque Alonso lo esperaba, Hakim ni le rozó ni le miró con disimulo para dedicarle una sonrisa.
En la plaza se quedó un instante despidiéndose de Juan Ramón, tiempo suficiente para que Hakim desapareciera. Caminó despreocupado hacia su casa, contento por su primer polvo en condiciones y dudando de si se lo contaría a Chema al llegar, aunque cayó en la cuenta de que igual continuaba con su vena protectora y le iba siguiendo para evitar algún ataque. Miró hacia atrás y vio a Ahmed, del cual ya casi se había olvidado. Se escondió el dinero debajo del calzoncillo y aceleró el ritmo. El moro hizo lo propio, pero en un acto de valiente hombría, Alonso determinó hacerle cara y al doblar la esquina le esperó. En tono amenazante se negó a darle el dinero, pero como siempre, Ahmed va un paso por delante del chico y sacó una navaja. Tratño de echar a correr, pero el marroquí le corta el paso. Humillado de nuevo le dio el dinero mientras pensaba desde ese momento en su venganza. Ahora es él quien le sigue a una distancia prudencial para averiguar dónde vive o qué hace tras robarle. Se derrumba al descubrir que Hakim está esperando a su compatriota y que éste comparte el dinero con él. Se siente miserable y desgraciado, aparte de engañado y sin orgullo. Enfurece y se bloquea, no sabiendo qué hacer. Piensa en su hermano, en Chuso y en Juan Ramón. Serán de gran utilidad para trazar su venganza. Al llegar a casa Chema coincide con él en que algo deben hacer. Llama a su colega y los tres se dirigen cual mafiosos a la finca de Juan Ramón.
La primera idea es que el agricultor les escoja al día siguiente y que tras la jornada les asalten. Si fueran separados Chuso se bastaría con uno de ellos, y los dos hermanos irían a por el otro. Alonso se pediría a Hakim para poder verle la cara mientras le roba, y si tuviera ocasión, hasta le rompería el culo. Aunque Juan Ramón se ofrece también, todos concuerdan en que se mantenga al margen para evitarse problemas. Sugiere inventarse el primer día que no ha podido sacar dinero y que les pagaría al día siguiente, por lo que así el botín sería mayor. Al resto les parece buena idea.
-¿Estarán conformes los moros?
-Sí, alguna vez ha ocurrido ya. Elegiré a los que conozco más y no habrá problemas.
-¿Y yo? -pregunta Alonso.
-Tú deberías venir también para no levantar sospechas.
Sin embargo, a la mañana siguiente surge el primer problema, pues Juan Ramón no sabe quién es Ahmed. Escoge a Hakim primero, y al pasar al lado de Alonso le pide que le dé alguna indicación, pero finalmente se equivoca y Ahmed se queda en tierra.
-¡Granate! -le dice Alonso cuando está ya al volante ante la mirada extrañada del resto, que no parecen entender qué significa eso.
Juan Ramón le pilla y se fija en el chico que lleva una camiseta de ese color. Pita con la intención de que se dé la vuelta y quedarse con su cara. Cuando llegan a la finca Hakim sonríe a Alonso como si tal cosa, quizá esperando que ese día puedan escaparse a la casa también.
-¿Y si espera que hagamos lo mismo? -comenta a Juan Ramón en una de sus visitas.
-Voy a pasearme mucho para dejarme ver, como si estuviera controlando.
-Y otra cosa, si no nos pagas a ninguno mañana no podrá venir Ahmed.
-Ya lo he pensado. ¿Y si digo que sólo tengo dinero para dos?
-Corremos el riesgo de que Hakim lo coja.
-Bueno, intentaré que no sea así.
A la hora de comer Hakim le hace un gesto señalando la casa, pero Alonso niega con la cabeza apuntando al jefe. Para que no sospeche, va a verle cuando ya trabajan.
-Hoy no podemos.
-¿Por qué?
-El jefe.
-Esta tarde en campo.
-No puedo, tengo médico. Mañana.
Hakim sonríe a modo de aceptación. Tal como habían acordado, Juan Ramón anuncia que sólo tiene dinero para dos y que les pagaría al día siguiente. Como son tan listos, saben que de esa forma se aseguran trabajar otro día más, así que ninguno acepta el dinero y el problema para que pueda venir Ahmed persiste.
-El Cañizo recoge mañana.
-¿No estaba de siembra?
-Necesitarán sólo a cuatro para las máquinas.
-Pues me voy yo a la finca de Jacinto y así coges a Ahmed.
-Preferiría que fuese él -Juan Ramón ya es consciente de lo que el chico hace con el otro empresario.
-¿Y cómo sabemos si lo va a coger?
-Yo me encargo.
-Pero a mí no me importa ir con el Cañizo -insiste pensando en la paga extra.
-No tienes experiencia con las máquinas -zanja el tema.
Sin saber cómo lo ha hecho, Juan Ramón consigue que Ahmed sea escogido. Los mismos del día anterior se marchan a su finca. Con una excusa creíble coloca a Hakim y Alonso bien separados dificultando que el moro quiera “escaparse”. El murciano está nervioso pero excitado por la operación “venganza” viéndose a sí mismo como un miembro del Equipo A. La tensión se acrecienta al llegar a la plaza. Hakim propone quedar con él en el campo, y acepta yéndose por separado. Justo antes de tomar la calle aparece la furgoneta del Cañizo, por lo que supone que Chema y Chuso estarán en sus puestos. Baja el ritmo de sus zancadas para darles tiempo a llegar justo después de ellos. El moro le espera apoyado en la encina con su sonrisa estúpida y le da la bienvenida con un cariñoso beso, pero Alonso se deja llevar por la ira y le empuja contra el suelo. Forcejean mientras tratan de inmovilizar el uno al otro, pero el más mayor puede con el murciano y le bloquea sentándose encima. El chico se siente humillado una vez más:
-Eres un cabrón.
-¿Qué pasa a ti? Yo querer follar tú.
-Te vi con Ahmed ayer.
-Ahmed amigo.
-Me robó con una navaja y luego te dio la mitad del dinero.
Hakim no tuvo tiempo de seguir excusándose, pues Chuso apareció agarrándole de de un brazo. Se resistió, pero le tumbó contra el suelo clavándole las rodillas en la espalda.
-Venga, regístrale los bolsillos.
No tardaron en encontrar los cien euros al tiempo que el otro trataba de justificarse.
-Cállate cabrón porque me dan ganas de romperte el culo -amenazó Alonso.
Sin embargo, en un arrebato se sacó la polla y se colocó delante de él para intentar metérsela en la boca. El moro hizo todo lo posible para resistirse, y Chuso, atónito ante aquella estampa, le inmovilizó la cabeza para que el hermano de su colega cumpliera con su objetivo. No quería que se la mamase ni nada, pues suponía que Chema no tardaría, sino simplemente obligarle a hacer algo que no deseaba. Sus arcadas y cara de asco así lo corroboraron.
-Te dejo porque va a venir mi hermano -advirtió mientras se guardaba su verga.
-Si quieres le follamos el culo al marica este -propuso Chuso-. No te ofendas.
-No será por ganas, pero no quiero que nos vea Chema.
Alonso se levantó y se dio la vuelta para no verle más mientras Chuso le liberaba. Regresaron al sendero para encontrarse con su hermano e irse a casa, donde su padre les esperaba para recibir los cuartos. El resto lo guardarían para dárselo a Juan Ramón, pues en realidad el dinero era suyo. Con él comentaron esa noche la jugada, si bien Alonso no se mostraba tan contento como esperaban, y el único que sabía el motivo era quien le prestó el dormitorio para poder consumar con el tío que le gustaba, aunque fuera moro, y aunque al principio le forzara. El anfitrión le prometió que nunca más contrataría ni a Hakim ni Ahmed, y se encargaría de que el resto de agricultores tampoco lo hicieran. Al final los robos les saldrían caros.
El resto del mes Alonso fue a ayudar a Juan Ramón con la finca pese a que no todos los días había recolecta. Tras la jornada Chuso y Chema se unían a ellos para tomarse unas cervezas. Y así hasta que el día treinta y uno se despidieron del atractivo agricultor agradeciéndole su ayuda e invitándole a ir a visitarles a la ciudad. Chuso les ayudó con la mudanza ofreciendo su coche y sus músculos para subir cosas al piso, envidiándoles por esa nueva vida, pero prometiendo al marcharse que volvería a verles el siguiente fin de semana.