Vicente Y Alejandro

Si peleáis con vuestra mujer, no regreséis a casa ebrio y mucho menos cachondo.

Saludos, queridos lectores. Como anuncié en mi más reciente lista de proyectos futuros, aquí les traigo otra historia corta y rápida (menos que Flash, obviamente). Si conocen a alguien que mea colonia, no os dejéis salpicar, sabias palabras del filósofo Es Perpento.

“Joder mujer, eres desesperante!” exclamó Vicente, parado en el umbral.

“Oh… pensaba que vivir conmigo era un lecho de rosas!” gritó su mujer furiosa.

“Ya parad, me voy a trabajar…”

“Si, ya regresaras, borracho y sin pasta,” aseguró ella y dando un portazo, Vicente salió hecho una furia.

Aquella mañana no había iniciado de la mejor manera. Todo estaba bien hasta que de un momento a otro, su mujer había empezado a discutir sin razón aparente. Su hijo Antonio, de 20 años e indiferente a ese pleito, consiguió el permiso de sus padres para invitar a un amigo de su clase a estudiar esa misma noche. La verdad, ya Vicente estaba acostumbrado a esas peleas tras 21 años de matrimonio, si un día trascurría sin inconvenientes, preguntaba a su mujer si se sentía mal, lo que desencadenaba la reacción esperada.

Los problemas radicaban principalmente en el sexo. Ya Nuria estaba un poco hastiada de ello, y ya eran varios años en los que Vicente no había podido echar un buen polvo con ella, de nuevo se había reconciliado con el amor de su juventud y tres veces por semana disfrutaba de las caricias que su mano podía brindar.

Media hora más tarde, estaba sumergido en la tortuosa rutina del trabajo. La industria química era cosa seria y al estar casi siempre distraído, apenas prestaba atención a lo que hacía, lo que mayormente podía ocasionar incidentes, si bien nada que lamentar.

Tras aguantar varias reprimendas por su falta de atención, y soportar una larga jornada de trabajo, Vicente terminó lo suyo para seguir con la siguiente parada: ir al bar con varios colegas, beber, lamentarse o celebrar. Siempre eran los mismos, y tras un par de horas, todos estaban ebrios y no siempre eran capaces de marcharse por su propio pie. Vicente sabía que era una temeridad conducir así de regreso a casa pero no tenía otra opción, conducir como abuela y tratar de recobrarse en el camino.

Tras casi una hora conduciendo, a duras penas logro aparcar el coche y salió de él gateando. Se sentía mareado por tantas cervezas en tan poco tiempo, y además deseaba descargar la vejiga. La última vez lo había hecho en el césped, lo que naturalmente resultó en otro cabreo monumental de su mujer cuando el mal olor fue evidente al salir el sol. Como pudo, se puso de pie y abrió la puerta tras varios intentos.

Casi de inmediato derribó una silla de madera al tratar de apoyarse en ella. “Joder, nada es sólido aquí,” se quejó Vicente en voz baja. Con mucho cuidado puso el pie en el primer escalón y varias veces se aseguró de estar en suelo firme, pero al mover el otro pie, tropezó y cayó con gran estrépito.

Su esposa escuchó el alboroto y sin abrir los ojos murmuró para sí misma, “Borracho otra vez… ya te lo compensara con regalos, lo hará…”

Al llegar arriba, Vicente fue a trompicones hasta el baño y abrió la puerta. En la habitación de su hijo, su “amigo” Alejandro escuchó el ruido y zarandeó a Antonio.

“Escuchaste eso?” preguntó en un susurro.

“Es mi padre, siempre lo hace, ya duérmete,” respondió Antonio medio dormido.

“Tal vez necesite ayuda,” insistió Alejandro, preocupado.

“Lo que digas… tráeme la puta orden ahora…” dijo como si estuviese soñando y se quedó dormido.

Alejandro se quedó pensando un rato en la oscuridad, dudando en si hacerle caso a Antonio o por el contrario, echar un vistazo y posiblemente ayudar a un pobre hombre que tal vez estaba borracho, pero magullado. Levantándose de la cama con cuidado, buscó su camiseta y un pantaloncillo; ya que estaba desnudo, y abrió la puerta de la habitación.

Mientras lo hacía, Vicente había logrado meterse al baño y descargado su vejiga. Suspirando aliviado y menos ebrio, tuvo la idea de llegar hasta su cama y sorprender a su esposa con un sexo de reconciliación y de paso acabar con la larga sequía. Pensando en las cosas que le haría a su mujer, se tocaba la polla y esta comenzó a cobrar vida con inusitada rapidez hasta alcanzar los 18 cms, venosa y gruesa.

“Ya hoy no te me escapas…” dijo Vicente en voz baja, pensando en su mujer.

El chaval vio la luz del baño iluminar la pared, y probablemente pensó de que el padre de Antonio estaría vomitando o peor aún. Con cautela, Alejandro caminó en silencio, listo para ayudar al pobre hombre a llegar a su habitación. Justo cuando se acercaba, divisó unos pantalones y zapatos en el suelo.

“Madre mía, como uno puede embriagarse tanto?” pensó el muchacho.

No era la primera vez que se quedaba con Antonio a “estudiar”. Pero si la primera vez que su padre hacia tal estrépito que le hizo ir a ayudarle. Dando un par de pasos, se detuvo fuera del baño y lo que vio le paralizó.

El padre de su amigo estaba sentado en el váter, desnudo de la cintura para abajo. Tenía los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia atrás, mientras se pajeaba como un poseso. El chico no pudo evitar fijarse en los fuertes muslos de aquel hombre, y que decir de su rabo. Grueso, venoso y seguramente de más de 15 cms, Alejandro estaba estupefacto y no hacía nada más que contemplar ese cipote.

No supo exactamente cuánto duró aquello, pero de repente Vicente abrió los ojos. Admiró su polla dura y luego miró hacia donde estaba el jovencito y luego de nuevo a su rabo, como si no lo hubiese visto. A Alejandro le dio un vuelco el corazón, pero las piernas no le respondieron en ese momento para regresar por donde había venido. Con cierto desconcierto, Vicente se pasó la mano por la cara y volvió a mirar al umbral, justo donde seguía Alejandro, paralizado.

“Antonio?” preguntó con duda.

“L-lo-lo… lo siento… yo… yo no quería…” tartamudeó Alejandro, sin ninguna excusa.

“Tú no eres Antonio… quién eres?” preguntó Vicente, algo más consciente pero sin cubrirse la polla.

“A-Alejandro. Soy un amigo de su hijo…” respondió el chaval, sin dejar de mirarle el paquete, no podía evitarlo.

“Ah… si, su compañero de estudios,” dijo Vicente con énfasis.

Aquel tono no le pasó desapercibido al chico, que no sabía cómo salir del atolladero.

“Si… escuche un ruido y… y pensé que necesitaba… ayuda,” admitió Alejandro.

Vicente se puso de pie, su rabo seguía tieso y ahora le apuntaba.

“Bueno, ayuda como tal, creo que necesite un poco,” contestó Vicente.

“Creo que… será mejor que… me vaya a dormir…” dijo Alejandro, que no dejaba de mirar el palpitante rabo frente a él.

“Venga chaval, no te gusta lo que ves?” preguntó Vicente con morbo, sobándose la polla.

El chico tragó saliva nervioso. No sabía que responder ante aquella pregunta, y no quería descubrir a Antonio en el proceso.

“No te hagas el desentendido. Yo sé que te molan las pollas, siempre escucho cuando mi hijo te está dando la suya,” siguió Vicente, revelando que estaba al tanto de sus “noches de estudio”.

“No sé a qué se refiere…”

“Pensaba follarme a mi mujer. Aunque sería mejor enseñarte como lo hace un macho de verdad,” continuó diciendo Vicente, mientras se pajeaba.

“No se… usted está ebrio y no creo que sea prudente…” intentó decir Alejandro, pero en el fondo se moría de ganas por darle una mamada.

“Prudencia mis pelotas… ven y tócala… sé que quieres hacerlo, se te nota en la mirada. O lo niegas?”

Aquel escenario era surrealista. El morbo en la mirada del padre de Antonio era como una señal que le atraía a rendirse a la tentación. Pero por otro lado, no quería ser pillado en una situación en la que ambos terminasen en serios problemas. Aunque ese cipote y la forma en que le miraba ese hombre maduro y cachondo nublaban su sentido común, que le decía que no.

Lentamente, Alejandro comenzó a acercarse a Vicente, que sonrió con lujuria.

“Si… ven a por ella…” murmuró Vicente con voz gutural.

Despacio, Alejandro se arrodilló frente a Vicente, quedando su pollon a escasos centímetros de su cara. Sujetando su rabo por la base, el chaval la admiró embelesado, tiesa como palo y sus cojones, grandes y cargados de lefa. Alejandro sacó la lengua y rozó el glande con la punta, con cierta timidez, Vicente no pudo reprimir un gemido de placer y, alentado por ese gesto, el chico abrió la boca todo lo que pudo y se tragó más de la mitad.

“Sii… a esto me refería, es toda tuya chaval…” musitó Vicente cerrando los ojos y acariciando su cabello.

Alejandro no perdió tiempo y comenzó a chupar y lamer toda la extensión de ese rabo. El maduro mordía sus labios al mismo tiempo que acariciaba el cabello del chaval, instándole a continuar. El chico pasaba su húmeda lengua por el glande en círculos y descendió hasta llegar a sus huevos, los cuales succionó por separado, Vicente sentía su polla aún más dura que al inicio y cogiéndole con ambas manos por las mejillas, le hizo abrir la boca de par en par para follarle la boca a saco.

“Joder… lo haces mejor que mi mujer, estas hecho para esto…” balbuceó Vicente mientras Alejandro sacaba la lengua y mantenía la boca abierta, tragando polla.

Pronto Vicente hizo algo de presión, y Alejandro se tragó su polla hasta la base. De su boca entreabierta goteaba saliva y tenía arcadas, ese glorioso sonido le arrancó una sonrisa a Vicente, que segundos después sacó su polla cubierta de babas, mientras el chaval tosía un poco con los ojos llorosos, pero con una mueca de morbo; pidiendo más.

Y por supuesto que iba a recibir más… mucho más. El chico estuvo durante unos cinco minutos dándole garganta profunda al cachondo Vicente, Alejandro acabó cubierto con sus propias babas; mezcladas con el líquido preseminal del padre de Antonio. El hombre mayor le ayudó a ponerse de pie y se terminaron de desnudar, pasando su mano por el mentón del chico, hizo que lamiese su propia saliva con mirada guarra.

Manoseando y apretando el firme y respingón culo de Alejandro, Vicente le asestó un par de nalgadas. Instándole a que volviese a abrir la boca, el maduro escupió un par de veces y el chaval tragó su saliva con una sonrisa lujuriosa.

Cogiéndole la mano, Vicente le sacó del baño y lo guió hasta una habitación al fondo del pasillo, en la cual siempre se quedaba su hermana o algún otro familiar de visita. Sin muchas ceremonias, Vicente se acostó en la confortable y amplia cama, invitando a Alejandro a unírsele. Encima de su amplio y poco velludo pecho, el chico sentía la punta mojada de su glande peleando por abrirse paso entre sus nalgas, deseosa de horadar su retaguardia.

“Ahora si vas a saber lo que es follar…” dijo Vicente.

Separando sus nalgas con una mano, con la otra sujetó su rabo y su glande rozó su esfínter, provocando que Alejandro gimiese de placer, en preparación a lo que sucedería. Posando sus manos en sus nalgas, Vicente hizo presión y lentamente, el ano trabajado del chaval comenzó a dar la bienvenida a su nuevo y maduro amante, Alejandro cerró los ojos y se mordió el labio, disfrutando como su agujero se expandía por la intrusión.

Una vez que toda su polla estuvo dentro, sintiendo la estrechez y calidez de Alejandro, Vicente gimió en voz baja, al fin descargaría sus huevos. Lentamente comenzó a bombear el culo de chaval, que al mismo tiempo jadeó de placer y sentándose sobre su cipote, se dispuso a disfrutar de la virilidad del padre de su amigo.

“Te voy dejar el culo como un bebedero de patos…” musitó Vicente mientras su polla iba y venía.

No tardó mucho tiempo en acelerar sus embestidas y ambos comenzaron a gemir con mayor ímpetu. Nuria escuchó los ruidos pero creyendo que se trataba de su hijo y su compañero de estudios , se dio vuelta en la cama y siguió durmiendo, a la espera de su esposo. Antonio, en cambio; yacía profundamente dormido e ignoraba que su padre estaba bombeando el culo de su querido Alejandro. Flexionando sus piernas, Vicente taladraba sin sutilezas el culo de Alejandro, poseído por una lujuria animal; sus huevos chocaban agresivamente contra las nalgas del chaval, que solo podía apoyar sus manos en el pecho de aquel hombre y gozar del vigoroso coito anal.

“Aaahhh!! Si, follame duro!” exclamó Alejandro cuando pudo hacerlo.

“Jodeeerr!! Te llenaré el culo!” respondió Vicente sin dejar de follar al chico.

Tras un par de minutos, Vicente hundió su rabo hasta el fondo y luego de otra nalgada, Alejandro se sacó su polla de su culo, enrojecido y abierto, y a cuatro patas volvió a chupársela. El hombre acariciaba el cabello mojado de su joven presa mientras jadeaba con ojos cerrados y movía un poco sus caderas para follarle la boca. El chaval se empleó a fondo, dando chupetones y lamidas al glande, y lamiendo todo el tronco de ese cipote para luego tragárselo todo, Vicente tensaba sus piernas; conteniendo así las ganas de correrse pronto.

Una vez estuvo bien lubricada, Vicente acomodó al chico a su lado, y en postura de cuchara volvió a meter su polla en su hambriento culo. Alejandro gimió una vez más mientras Vicente se abrazó a su cuerpo y con poderosas estocadas, entraba y salía de su retaguardia. Besando y lamiendo el cuello del chico, el hombre maduro mantuvo el ritmo y el vigor de sus embestidas, ambos gemían al unísono y a pesar del potencial riesgo de ser pillados, solo importaba el enorme placer prohibido que se brindaban mutuamente.

Estuvieron así por otros diez minutos, hasta que Vicente, sudoroso y resoplando, se la volvió a sacar del culo y arrodillándose a su lado, Alejandro se tragó su polla una vez más. Moviendo su  lengua en círculos, casi se vino en su boca pero logró reprimir el orgasmo en el último momento, para satisfacción del chaval, que buscaba exprimir hasta la última gota de vigor en él.

Poniéndolo con la cara contra el colchón y el culo en pompa, Vicente se encimó y deslizó su rabo sin ninguna dificultad en el agujero dilatado de Alejandro. Con sus manos en sus nalgas, Vicente clavaba su rabo en el jovencito, aplastándolo cada vez más contra el colchón, sintiéndose el puto amo mientras su polla entraba y salía con embestidas cortas y cada vez más profundas. Cambiaron luego y de perrito, Vicente empotró a Alejandro con renovadas energías, sus cuerpos sudorosos se tensaban en cada movimiento y el chaval estaba en la gloria, jamás se lo habían follado de esa manera y no deseaba que aquello acabase.

Disfrutaba como sus nalgas se aplastaba contra su pelvis, engullendo toda su polla y ansiando la lefa acumulada en sus testículos. Ese culo era un vicio, un vicio que le estaba brindando todo el placer que no le daba la frígida y conflictiva que tenía por mujer, y no solo eso; jamás habría pensado que con otro hombre podía alcanzar esas cotas de placer y satisfacción.

Después de eso, cambiaron a la postura del misionero. Alejandro gozó de ese experimentando semental sobre él, su cuerpo tensado y brillante por el sudor, del cual algunas gotas caían sobre su propio torso mojado. Su polla yendo y viniendo sin pausa ni descanso, sus huevos golpeando su trasero y con cada embestida, se sentía completamente suyo, hacía largo rato que Antonio había desaparecido de sus pensamientos, solo deseaba sentir el calor y la copiosidad de su corrida llenando su joven culo.

Agotados y faltos de aliento, Vicente le ayudó a ponerse en cuatro y se abrazó a su espalda, como lo haría cualquier perro con su perra; sus pieles mojadas se encontraron y el maduro bombeó con arrebatado frenesí el culo del chico, sin apenas sacar su miembro. Con una mano, Alejandro se pajeó rápidamente y en medio de jadeos y gemidos, soltó cuatros chorros de lefa que fueron a parar sobre la cama. Poco tiempo después, invadido por espasmos y gemidos; el propio Vicente sintió como sus huevos se tensaba, su polla palpitaba y se hinchaba dentro de ese culo y gritando de placer, chorro tras chorro comenzó a descargar sus testículos en lo más profundo de Alejandro, que jadeaba de placer al sentirse preñado por ese veterano macho alfa.

“Siiii… siii… por fin… mi lefa es toda tuya,” balbuceó Vicente mientras seguía corriéndose en el culo de Alejandro.

Tras un par de minutos descargando sus huevos, el hombre suspiró aliviado y complacido. Esperó a que su polla perdiese rigidez y saliese por su cuenta, aquel culo lo merecía. Cuando eso pasó, un hilillo de semen se escapó fuera y se deslizó lentamente hasta los diminutos huevos del chaval.

Aun abrazados, Vicente besó el hombro de Alejandro.

“Increíble… fue increíble…” dijo Vicente.

Descansaron un rato antes de que Alejandro, con cierta dificultad; regresase a la habitación de Antonio y se quedase dormido como un bebe. Vicente se duchó y con cuidado se acostó junto a su esposa.

“Al fin llegas…” dijo ella sin abrir los ojos, al sentir su peso en la cama.

“Si… llegue…” respondió él con una sonrisa.