Viajes de empresa 2

Segunda y última parte en donde narro mis experiencias en diversos viajes de empresa con uno de mis jefes y una compañera de trabajo.

Segunda y última parte. Capítulos 10 al 16.

Capítulo 10

Al día siguiente tenía ganas de verla a la vez que temía uno poco ese encuentro. Pero en seguida noté que estaba todo bien entre nosotros. De nuevo majísima, jovial, encantadora, y en cuanto a belleza se refiere: radiante.

Esa semana nos habían metido en curso después del trabajo en un edificio anexo, teníamos que ir todos menos los jefes, o sea que 8 personas, de ocho a diez de la noche. Allí me solía sentar yo con Irene, hablábamos de chorradas, maldecíamos nuestra suerte por el curso, y lo que no hacíamos era hablar para nada del tema de Román o de nuestros whats apps. Era como que en persona no quedaba ni rastro de la chica borde y cortante que era a través de su Blackberry.

Recuerdo el martes estar sentado a su lado, ella llevaba un traje negro y una camisa blanca muy fina, como de seda. Con esa camisa tan fina sí se le marcaban las tetas bastante más, la silueta del sujetador sin ningún problema. Creo que me pasé de 9 a 10 de la noche fantaseando con ella. Su cruce de piernas, la manera hasta de pasar las hojas eran de un provocativo involuntario exasperante.

Ese martes por la noche, al llegar cada uno a su casa, hablamos de nuevo por móvil. Al principio de nimiedades pero poco a poco la cosa fue cambiando. La cosa la empecé yo diciéndole:

-Bueno Irene me voy a dormir, a ver si duermo del tirón, que por aquí no hay gemidos que me puedan despertar jaja. (Yo metía siempre “jaja” para quitarle hierro al asunto pero el mensaje lo mandaba con toda la intención)

-Ya, ya… qué pena me das… pobrecito

-Si es que uno ya no puede dormir tranquilo en un hotel- insistí aunque con miedo a un nuevo corte de los suyos.

-Anda que no lo pasaste bien escuchando… por lo que tú me cuentas eh, yo no invento nada

-¿Y vuestros vecinos de hotel en Barcelona? ¿Ojeras al día siguiente, no? - yo tecleaba a oscuras en mi cama increíblemente nervioso.

-Bueno… a los del sábado igual les dimos la noche…

Y así continuamos un rato más, cada vez usando palabras menos castas. Hasta que Irene lanzó un misil que de nuevo me dolió a la vez que me excitó: “Me folló bien el muy cabrón, debía de tenerme ganas”. Me quedé muerto, a la vez que me empalmé. Nos dimos las buenas noches y me volví a hacer una paja pensando en ellos dos. Me imaginaba que yo era un pobre huésped de ese hotel de Barcelona, llegaban ellos y él se la follaba en todas las posturas posibles. Me la imaginé a ella con la ropa de ese día, con el traje tirado por el suelo y su delicada camisa prácticamente arrancada por el grosero y basto animal que era Román. El pobre huésped, al igual que yo, no entendía que hacía esa belleza con aquel viejo, pero no podía evitar masturbarse al oírla gemir y gritar. Ella sumisa, deseosa de ser follada por él, llevaría caliente todo el día, ansiando que calmara sus excitación con una buena follada. El orgasmo llegó en seguida cuando mi mente reprodujo con exactitud aquellos gemidos de putita que yo había escuchado hacía unas semanas pero que seguía recordando nítidamente.

El miércoles lo mismo: genial durante el día pero sin sacar el tema, y de nuevo de noche conversación subida de tono desde nuestras camas. Ella parecía sentir curiosidad, o le divertía, yo que sé, saber que a mí el tema me traía de cabeza, por no decir que me excitaba. Y en cuanto a mí, la mitad de mi cuerpo no quería saber nada (al fin y al cabo mi asqueroso jefe se follaba a la chica que me gustaba) y la otra mitad se volvía loco de morbo ante la historia, más, aun encima, si era narrada por ella. Ese miércoles por la noche le acabé diciendo que eso en persona no se atrevía a contármelo y me respondió que sin problema, que si le juraba no decírselo a nadie que ella me contaría todo detalladamente si “tanta ilusión me hacía”.

El jueves 1 de noviembre fue festivo y el trato que tuvimos fue un poco de whats app. Y el viernes ni en el trabajo ni en el curso hubo manera de quedarnos los dos solos. Eso no sucedió hasta esa noche.

Capítulo 11

Ese viernes, 2 de noviembre, nos fuimos a cenar los 8 que íbamos al curso. Ella se sentó algo alejada de mí, en frente pero en diagonal. La verdad es que tuvimos conversaciones muy divertidas, ese entretenimiento hizo que fantaseara con Irene durante “solo” la mitad de la cena. Me fijaba en ella, súper estilosa colocando la servilleta, cogiendo la copa, sonriendo… todo con una clase y a la vez una dulzura pasmosa. Hacía calor allí dentro por lo que casi todos nos quitamos la chaqueta del traje, ella también (por culpa del curso no pudimos ir informales ese día), por lo que me pude deleitar con aun unas mejores vistas. Llevaba una camisa beige, de seda, como la textura de otra blanca que también tiene, no había reparado nunca en esas camisas pero al ser tan finas hacen que se transparente algo sujetador y a su vez hacen que todo su look sea más femenino, refinado y delicado.

Al acabar de cenar todos decidieron marcharse, la mayoría tienen hijos ya, yo ya había supuesto que no querrían tomar nada después. Sobre las doce de la noche ya sólo quedábamos Irene y yo que nos fuimos a tomar una copa. Era un sitio de estos que ahora están de moda, de cockteles, que estaba bastante lleno pero no tenían la música demasiado alta. Allí, en la barra, seguimos una de las conversaciones que habíamos tenido todos en la cena que había sido muy graciosa hasta que el tema se agotó y le dije algo así como: “bueno ¿qué? ¿te atreves?”. Ella respondió:

-Jaja, ¿al lío ya?

Antes de empezar me preguntó un poco por Román, sobre si se lo habría dicho a más gente y sobre si al contarlo era cierto que había utilizado palabras hacia ella tan fuera de tono. Le dije que solo me lo había contado a mí y que había sido porque yo le había preguntado, y en cuanto a cómo la había insultado al contarlo le quité importancia, le dije que no había sido para tanto. Como yo veía que la cosa no arrancaba y gracias al vino de la cena y a la copa que ya me estaba acabando comencé:

-Mira, empiezo yo, te cuento lo que él me contó y después tú me dices. Me dijo que os liasteis en el bar y que en el hotel…. -Ella me interrumpió en seguida con un: “espera, a ver, te cuento yo”:

-Tú te fuiste, nos pedimos una copa y empezó a entrar más y más gente. Estábamos en la barra, como tú y yo ahora, pero cada vez más pegados. La conversación estaba bien, amena, cuando de pronto él empezó a hablar de que durante el partido yo había montado un show con mi escote. Yo le dije algo en plan que qué cabrones habíais sido por no avisarme, pero lo dije de buen rollo, y él empezó a insinuar que yo tenía que saberlo, que era imposible que no lo supiera. El caso es que con una cara increíble posó su copa, y me desabrochó el botón. Claro, yo me quedé sorprendidísima, no sabía si darle un bofetón o qué hacer. Pero él lo hizo con tanta cara que ni reaccioné. Me decía: “ibas así, ibas así”. Y te juro que no se qué me dio pero no me sentí mal, o sea no me importó. Está mal que diga esto, pero estoy tan acostumbrada a que los chicos me vengan en plan adulándome que al venirme Román en ese plan no supe como reaccionar. El caso es que pasó las yemas de sus dedos por mi escote y yo no sé, me puse nerviosa y no hice nada, miré para otro lado. Me daba vergüenza pero no hacía nada. Él me acarició un poco más. Le miré y me besó. Yo no sabía que me pasaba, ni pensaba, ni tomaba yo decisiones. Era como qué cuando me daba cuenta de lo que pasaba ya había pasado. Es que cuando me dí cuenta ya llevábamos besándonos un buen rato.

-¿Pero qué estabas borracha? La interrumpí alucinado aunque intentando poner un constante gesto inexpresivo.

-A ver… bien no iba, pero excusa tampoco es. ¿Qué tal? ¿Sigo? - sonrió

-Si, claro sigue.

-Es que… ¡mira que es raro contar esto!

En aquel momento ella titubeó, parecía no estar segura de continuar contando. Empezó a preguntarme por qué quería saber tanto y si yo pensaría que era una calentona por andar contándolo. Me las vi y me las deseé para convencerla de lo contrario, que simplemente a mí la historia “me ponía” y que ella lo contaba genial. Qué éramos amigos y que no pasaba nada. La verdad es que conseguía hacerla reír, y tras unas risas y una copa yo le pedí que lo contara de forma más cañera, más morbosa, con frases subidas de tono como en los whats app. Ella accedió y prosiguió:

-Pues la verdad es que Román besa bastante bien, y siendo sincera, yo llevaba sin hacer nada 8 meses. Y mira… no sé, pero las mujeres, al menos yo, hay épocas en las que te quieres sentir mujer ¿sabes? Sentir que gustas, que das placer, no se. -Ella a veces parecía cortarse, avergonzarse, afortunadamente sorbía de la pajita y continuaba- El caso es que yo tenía ganas… él besaba bien… me tocaba… bien, de hecho con la tontería del botón acabó por meterme mano por ahí un buen rato… ¿sabes qué pasa? Que estoy tan acostumbrada a… acabar liándome con algún chico, pocos eh, quitando novios, dos o tres chicos. Digo a acabar liándome porque el chico insiste tanto, porque le gusto mucho, etc. Que claro, en este caso, yo lo veía a él tan descarado que me ponía. Es que no sé si me explico, es que te va a sonar a flipada pero me he enrollado con chicos que poco menos que les temblaba la mano al tocarme, y claro, de golpe veo a éste que me tocaba como si nada que hizo que me gustase. Yo creo que era el hecho de darme la impresión de que a él le daba lo mismo yo, que la camarera, o que cualquier otra chica joven, lo que hizo que la cosa me pusiera. Ya sé que es rarísimo, pero yo creo que fue eso.

Y nada… después en el hotel… yo… es que joder, yo quería… pues follar… como si tuviera un vacío, ¿sabes? En plan… métemela… usémonos el uno al otro… y aquí no ha pasado nada. A mi me daba vergüenza verle desnudo, a ver, yo estaba cachonda pero no me veía desnudándole lentamente. Imagínate. Y claro, me quité la parte de abajo y me fui a cama. Él se denudó y yo le veía de reojo… El caso es que… yo por un momento me lo imaginé encima de mi, en misionero que se dice… y no me gustó imaginarlo, por eso me puse así, como… a cuatro patas que vulgarmente se dice ¿no? Pero era para eso, es que no me lo imaginaba besándome y encima de mí. Y nada él, me pidió que me quitara la parte de arriba, se puso detrás de mí… ¿te está gustando? -rió como avergonzada.

-Sí, si, a ver. No sé, creo que… me estás dejando claro lo que sentías y tal, pero… bueno, ahora que tengo claro digamos las causas por las que sucumbiste… suéltate un poco, o sea, narra lo que sentiste con morbo.

-¿Morbo? ¿Más?- se rió. Bueno venga, lo intento.

Nos pedimos un chupito con la coña de que se atreviese a narrarlo de forma más erótica y prosiguió.

´-Él se puso detrás de mí y me dijo algo de meterla ya o no, yo ahí no sabia si me estaba mandando indirecta para que se la chupase y creo que le dije que la metiera ya. Él se masturbó un rato y se inclinó para acariciarme las… bueno, las tetas, y me la metió. Hizo un gemido que no sé, a mi me pareció morbosísimo. Y allí estaba yo sin saber cómo, terriblemente cachonda y Román dándome desde atrás. Mira si estaba yo mal que la metió sin problema. Yo me estaba muriendo de gusto pero es que me daba vergüenza gemir y ahí empezó a él a susurrarme cosas al oído. Es que era eso, yo con mis novios tardamos 6 meses en que no nos de corte hablar durante el sexo y Román allí tan tranquilo diciéndome cosas. Cuánto más descarado era más me ponía. Me decía: “grita putita, ¿no la sientes?” Vamos… unas guarradas… tela…-

Yo escuchaba atónito y no se me secaba la boca porque no paraba de beber de mi copa. Mi polla estaba ya bastante grande aunque apuntaba para abajo. Con el pantalón de traje además, se tenía que notar muchísimo.

-No te veo muy entusiasmado con la historia eh, está bien, lo voy a narrar a lo bestia, ¿vale? Dijo cogiéndome desprevenido y visiblemente borracha.

Él se enfadó porque yo no gritaba aunque a punto estuve de reconocerle que me estaba matando del gusto. El caso es que me dijo que me tumbase y ahí él fue hacia abajo y me pegó la comida… la comida de coño de mi vida. Te lo juro, el muy cerdo me miraba a la cara y yo al verle cerraba los ojos, pero mira, me cogió el punto de tal manera que ya ni me parecía tan gordo ni tan feo ni tan nada. Román sabía lo que hacía y me decía más guarradas como… “joder como te huele…” y… “me encanta tu coño” y cosas así. Te juro que no me corrí de milagro. Llega a seguir un minuto más y me corro. Después me folló en otras posturas, yo perdí la vergüenza, bueno, creo que eso ya lo oíste -rió- .Creo que me puse encima… y bueno… no es que sea superdotado pero … con respecto a su… polla… nada pero nada que objetar. El caso es que me pegó una follada increíble, a lo bestia, como si yo fuera una cualquiera, que era lo que más me ponía. Por primera vez yo no me sentía como un trofeo, como si estuviera haciendo un favor si no casi, te juro, que sentía que me lo estaba haciendo él a mí. Y si no recuerdo mal… me corrí dos veces. Fue… es que.. impresionante. Me hizo de todo, cuando yo estuve encima me mordió las tetas hasta hacerme gritar, me puso a cuatro patas y me tiró del pelo hasta hacerme gritar… y yo cada vez gemía más y en esa última postura, teniéndome a cuatro patas, me susurró algo como: “así, putita, córrete para mí” y te juro, por lo que más quieras, que fue decirme eso… y automático, vi las estrellas con ese orgasmo.

-Joder… madre mía… -suspiré al escuchar todo aquello. Ella había cogido carrerilla. Le dije: “cómo me tienes”. Ella miró para abajo, sonrió, me miró… yo bebí de mi copa haciéndome el loco, y ella, aprovechando un mini empujón de alguien a su espalda pidiendo en la barra, dejó que el dorso de la mano rozase ligeramente mi miembro que pedía a gritos que alguien colocase hacia arriba. Fue la primera vez que Irene me tocó, con el dorso de la mano y con el pantalón y calzoncillo por medio, un roce, casi nada, pero maravilloso. Dejó la mano ahí. Y yo, tembloroso, como ella vaticinaba, posé mi mano en su culo. Tenía razón, me temblaba la mano. Estábamos muy pegados. Su cara muy cerca de la mía, su escote caliente brillaba ante mis ojos. Es el primer recuerdo que tengo de su olor, de su perfume. Yo sentía mi polla palpitar y golpear su mano y mi mano posada con tanto pavor en su culo que casi solo sentía su pantalón, no me atrevía a tocarle el culo más fuerte. Ella siguió hablando y mientras lo hacia empujaba un poco mi miembro, casi nada. Mi mano duró en su culo como unos diez o veinte segundos hasta que ella la apartó discretamente. Los dos bebimos de nuestra copa, ella aun con su mano como haciéndose la muerta pero rozándome la polla y continuó:

Imagíname allí a cuatro patas siendo follada por Román, gritando como loca… Imagínate la polla de Román entrando y saliendo de mí, como si nada, yo creo que estaba tan abierta que el pobre a penas se enteraba de nada, pero yo vaya sí la sentía, me volvía loca… Me tiraba del pelo y me llamaba de todo y yo solo quería que no dejase de follarme nunca y que me llamase puta, perrita y todo lo que no paraba de llamarme. Cuando alargaba su mano para acariciarme las tetas o cuando me sobaba el culo me hacía enloquecer. Yo creo que tuviste que oir aquello como si estuvieras allí porque me dio mucha caña. Te juro aunque ahora me de vergüenza que follándome así me metió uno de sus asquerosos dedos en la boca y yo lo chupé imaginando que era su polla… Yo no respondía a sus guarradas pero no dejaba de pensar: “fóllame así cabrón, soy tu puta” “soy tu puta, haz conmigo lo que quieras”

Es que recuerdo a él follándome y yo pensando “no puedo creerlo, no puedo creer lo que me pone de golpe este tío y lo bien que me está follando”. Me sentía tan sucia, tan salida… mi coño estaba tan mojado que hasta hacía un poco de ruido y Román me lo dijo, me dijo algo así como: “vaya coño de puta tienes, caben dos pollas aquí”. Y yo callada pero pensando todo el rato “dame, cabrón, dame, soy tu puta”. Increíble. Recuerdo chuparle el dedo pero seguir gimiendo al chuparlo… fue… vamos… una guarrada todo… que es que no me lo podía creer -

En aquel momento sentí claramente una gota de mi polla manchar mi calzoncillo y quien sabe si el pantalón también.

-Y yo veía que él se iba a correr dentro, sigo tomando la píldora aunque lo haya dejado con mi ex, pero no se por qué me dio por que no quería que se corriera dentro, y no sé qué hablamos de lo que le ponía más y me arrodillé delante de él. Allí estaba yo con dos orgasmos que me habían dejado mareada, como si estuviera en un sueño, esperando a que mi jefe, el señor que más odiaba en el planeta, se corriera sobre mí. No soltó mucho pero lo suficiente como para que dos chorros densos y blancos mancharan mi cara, y gimió como si se le fuera la vida. Y mira… una cara de chulo al pajearse delante de mí… que me puso… es que los hombres no lo entendéis, pero ver a un hombre, aunque no sea guapo ni mucho menos, pero que… sabe lo que hace y está seguro… nos pone… no sé, a mi me pone que ni te imaginas.

Mi polla seguía impregnando mi calzoncillo cuando ella acabó de contar y apartó la mano. Nos quedamos quietos, mi mente decía “éntrale”, decía “no te va a contar esto para que te vayas a dormir”. Pero no me atreví, nos acabamos separando un poco y reflexionando unos instantes sobre la historia. Le confesé que me ponía muchísimo y ella me reconoció que le divertía contármelo.

Era como la una de la mañana y me dijo que se iba. Lo cierto era que el sábado teníamos la traca final del curso, todo el día. Pero la sensación de que se me escapaba no solo viva, si no intacta, era evidente.

Al llegar a casa me hice una paja impresionante, y al acabarla se lo dije por whats app. Ella me contestó maja, con mucho “jaja” y con un “no te creo que te haya contado lo que te he contado”.También me dijo que se le seguía haciendo raro que me pusiera cachondo la historia y le dije que lo viera como un juego divertido. No se como suena todo esto así contado, pero ella no me lo contaba, yo creo, a modo calientapollas, le tenía que insistir mucho, muchísimo, para que me lo contara y además lo hiciera de forma morbosa. Yo no veía a una guarra, todo lo contrario, sólo a una chica normal que por lo que fuera y tras muchos meses de sequía lo había hecho con su jefe. Nos dimos las buenas noches, y yo me sentí en aquel momento muy muy colgado de ella.

Capítulo 12

Al día siguiente era sábado, 3 de noviembre, hacía justo dos meses que conocía a Irene y ya nos habíamos metido en un juego surrealista en el que a ella le ponía nuestro jefe, él se la había follado, y a mí me volvía loco que ella me contase sus encuentros sexuales, a la vez que me dolía, pues estaba colgado de ella.

Me había contado el primero, Román no había mentido en una sola frase. Pero aun me quedaba el segundo de sus polvos (si es que en Barcelona solo lo habían hecho una vez en toda la semana, lo cual tenía cada vez menos claro)

Irene debió de reparar también en que llevaba justo dos meses en la empresa ya que esa mañana me mandó un whats app en el que decía que estaba muy avergonzada, que pasaba de seguir con la historia, que acababa de llegar a la empresa y ya se lo había montado con su jefe y para colmo andaba calentando a un compañero con la dichosa historia. Que yo iba a pensar que era una guarra y no se qué más cosas.

Yo no le respondí y tenía esperanzas de que en el curso ella se suavizara un poco. Una vez allí, ella no es que estuviera distante pero se veía un pequeño cambio de actitud. No me imaginaba a mi mismo diciéndole: “Irene, anímate, cuéntame como te folló Román en Barcelona”, sonaba ridículo. Así que no me quedó otro remedio que dejarlo pasar. Me dio la vena caballerosa y a media tarde, sentado en el aula le escribí:

“Has dicho una chorrada, eres una tía genial, fue divertido lo de ayer, no hacemos daño a nadie y no eres una guarra ni nada parecido, pero es tu decisión y yo la respeto.”

La cosa quedó ahí, y en el mes de noviembre yo solo audité fuera una vez y ella otra. No coincidimos y tampoco con Román. El trato de ella con Román en Madrid era nulo porque con ella estaba otra jefa. Tomamos café juntos muchas veces pero no volvimos a sacar el tema. Yo me arrepentía cada día de no haber intentado algo más que un mini rozamiento de su culo aquella noche en la que ella me había contado en persona su polvazo en Valencia con Román. Cada vez me daba más la impresión de que me lo había puesto completamente a huevo.

Mi cuelgue por ella seguía o más bien aumentaba, pero nunca me atreví a preguntarle por cenar juntos o estar juntos fuera del trabajo. Yo no había cambiado mucho, de día encandilado por ella y de noche masturbándome pensando en ella. Unas veces imaginando su historia con Román y otras siendo yo el protagonista

Decía que no volvimos a sacar el tema, pero esto duró hasta el 1 de diciembre que nos encontramos saliendo por Madrid (esta vez casualmente) y fue eso, todo casualidad. Ella iba en vaqueros, americana azul marino y debajo una camisa azul clara, o sea la que llevaba la noche de Valencia, la noche en la que Román se la había follado por primera vez. Estábamos muy borrachos y le solté un “uyy… esta camisa me suena”. Ella me entendió en seguida. Le dije que aun no me había contado su segundo polvo con Román y ella para mi sorpresa me respondió: “Esta noche cuando llegue a casa te escribo algo”. Me sorprendió su naturalidad y me alegre lo inimaginable.

Capítulo 13

Yo seguía feliz con mi borrachera y con mis amigos y no me podía ni imaginar que aun me iba a encontrar a Irene en otro pub unas dos horas más tarde. Si ya llevaba mis copas en nuestro primer encuentro de la noche había que sumarle unas tres más.

Nos saludamos como si no nos hubiéramos visto en meses. Ella estaba “bastante contenta” aunque mantenía perfectamente la compostura. El pub estaba a tope y hacía un calor de mil demonios allí dentro. Me invitó a un chupito en la barra y cuando me quise dar cuenta me dijo algo así como: “te dije que te iba a escribir lo del viaje a Barcelona pero te lo cuento ya en persona”. Le dije que esperara y en ese momento la invité yo a una copa. En ese sitio la música no está muy alta pero sí hay mucho jaleo de gente y nos hablábamos casi al oído. Estaba guapísima de azul, con el pelo suelto y con tacones, más altos de los que lleva en la oficina. Me dijo que me lo iba a contar de verdad, que me iba a poner cachondo con la historia. Hablaba rápido, algo descontrolada.

-Pues a ver…. Cómo fue lo de Barcelona … -dudó al principio- A ver ya en el avión yo creo que se veía que iba a volver a pasar, son cosas que se ven. El caso es que -Irene usa muchísimo esa expresión- creo que fue el martes o el miércoles que estábamos en el hotel, cada uno en su habitación, por la noche, a la vuelta de trabajar. Acabábamos de llegar yo creo. Y cada uno siguió trabajando en su portátil y claro, nos escribíamos por Skype mientras acabábamos lo del día-.

Yo contemplaba nervioso como Irene me hablaba bastante cerca para que la pudiera escuchar. He de decir que es muy común estar conectados por Skype con el compañero de auditoría cuando trabajamos.

-El caso es que nos estábamos escribiendo y el muy cabrón de Román me escribe: “Venga, acaba lo de hoy y vente a mi habitación”, “Ven cuando acabes que te voy a follar” -yo me quedé atónito al escucharla, ella continuó:

-¡Te lo juro! No me podía creer la cara que tenía. Y claro, yo me quedé volada. Imagínate. Pero mira… yo recordaba lo de Valencia como algo… bufff… ¿sabes? Y me subió algo por no sé donde que no sabía qué hacer.-

-¿No me jodas que te dijo esa burrada y fuiste? - La interrumpí prácticamente infartado. -¿Y eso el miércoles ya?

-Pues… a ver… ¿no quieres qué te lo cuente bien? con detalles te cuento, ¿no? A ver detalles… Sí, era miércoles porque yo los miércoles suelo llevar el traje rosa palo y la camisa blanca… Y bueno, mira, yo estaba allí delante del portátil y me venía a la mente la follada que me había metido en Valencia… el caso es que a los 10 minutos estaba llamándole a la puerta. Pfff… como lo oyes… allí fui yo pues a eso, a que me follara, simple y llanamente. Sabiendo que va a cumplir los cincuenta y todo lo que quieras pero después de lo de Valencia… me da un morbo…-

Yo escuchaba nervioso a Irene, que tenia las mejillas ardiendo y por primera vez veía que no solo me estaba calentando yo, si no que lo hacía también ella al contarlo. Se la veía suspirar y recordar de una manera muy caliente.

-Y nada… me abrió la puerta, me invitó a pasar y después… me empezó a besar a lo bestia, de forma súper guarra… yo le respondía los besos como si no me hubiera besado con nadie en años y… ahora vas a alucinar- después de decir esto puso su mano en mi cintura derecha y habló muy cerca de mi oído izquierdo- después de besarme de esa forma tan guarra me hizo dar la vuelta, me puso contra el escritorio de su habitación y oí como se desabrochaba el cinturón y el pantalón. ¡Me puso tanto! Te juro que aun puedo oír ahora el ruido de su cinturón desabrocharse y sus pantalones cayendo al suelo. Me empezó a sobar el culo por encima del pantalón y me dijo alguna guarrada de las suyas, llamándome niña siempre, dijo: “niña te voy a follar” o algo parecido. Allí estaba yo con las manos apoyadas en la mesa dejando que el muy cerdo me bajara el pantalón y las bragas hasta los tobillos. Yo solo pensaba “fóllame, fóllame ya”, “ se que me tienes ganas, fóllame ya”.

Yo al escuchar esto de Irene, repitiéndome esa frase y aprovechando que tenía la copa en la barra puse una de mis manos en su cintura y la otra casi a la misma altura pero más abajo, prácticamente en su culo. Me estaba poniendo muchísimo y se veía que ella también.

-Y así me la metió, sin más miramientos. Los dos con los pantalones en los tobillos me folló como a una puta. -Al escuchar yo eso bajé más la mano y me atreví a tocarle el culo- Me folló durante unos pocos minutos, dos o tres, cada vez más rápido, me daba tan fuerte que a veces me hacía ponerme de puntillas. Ni me tocó las tetas ni nada, sólo me agarraba de la cintura y me follaba, yo gemía como loca y pensaba “dame, dame…” Me usaba sólo para desahogarse y eso aun me ponía más. A los dos o tres minutos se corrió a lo bestia dentro de mí. ¿Y sabes que hizo el muy cerdo? Me dijo que se iba a la ducha y que fuera adelantando trabajo para el día siguiente. Se fue a la ducha y me dejó allí con las bragas y los pantalones en los tobillos y chorreándome todo… vamos cayéndome de todo del coño.

Yo al escuchar aquello estaba fuera de mi y pegaba mi cara a la suya, no se si incluso le llegue a besar la mejilla… y le tocaba el culo sin que ella protestase lo más mínimo. Estaba como en una nube, con las luces, sus palabras… tocarla… como abstraído de la realidad.

-Y claro, yo no podía, yo no tenía papel higiénico ni nada, y eso… me subí las bragas y el pantalón y las fui mojando hasta mi habitación. Me había dejado a medias que te cagas pero pufff…. Me puso más que si me hubiera corrido. ¿Qué hoy te está gustando eh? Yo me estoy poniendo también.

Se apartó un poco, hablaba a toda velocidad. Yo la seguía sujetando por el culo. Mi mano izquierda empezó a subir y le rocé una de sus preciosas tetas por encima de la camisa. Aquello para mi eran palabras mayores y a pesar de estar en un estado de embriaguez en el que a uno le da igual prácticamente todo, me puse algo nervioso. Pero ella al yo tocarla me dio una señal, no se como, no se si había entrecerrado los ojos o ella también me había agarrado del culo, pero sí, en aquel momento yo ya lo vi completamente claro así que me acerqué y la besé. Le robé un pequeño beso, labio con labio, sin llegar a haber lengua. No me podía creer estar besando a Irene, después de tres meses. Recuerdo que aun no nos habíamos besado con lengua y le besé en el cuello y acariciaba una de sus tetas. Ella se dejaba hacer. Cuando ya la tenía me dijo de tomar otra copa y yo accedí. Recuerdo ese momento, el camarero sirviendo las copas y mirarnos… yo estaba viviendo un sueño. No sabía que decirle así que le pregunté por si lo había hecho más veces en Barcelona. Mientras nos servían, pagábamos, echábamos la mezcla y pegábamos los primeros sorbos de la pajita siguió contando.

-Pues… el viernes creo que fue que el salió de noche con un amigo suyo y yo me quedé en el hotel. Yo estaba fatal, imagínate como me había dejado con la miel en los labios, te lo digo tal cual lo sentía, quería que él me hiciera correrme. Así que a las doce y algo de la noche le escribí al móvil, le escribí una auténtica burrada. Creo que le puse algo así como: “si a la vuelta no vienes muy cansado puedes venir a follarme”.

-Joder… interrumpí yo- Ella se quedó callada, mirándome, muy cerca, y la besé, esta vez sí un beso de verdad, con lengua, con fuerza, con magreo y casi con gemido, besaba genial, yo estaba eso, como en un sueño, recuerdo besarla y pensar “joder, la estoy besando”. No suelo de ser de montar shows en pubs pero le desabroché un botón y ya le acariciaba sobre el sujetador.. Estuvimos así un buen rato y le acabé susurrando: “¿y te fue a follar?” Y ella me dijo que sí, que había llegado como una hora más tarde, que aun estaba con el portátil, en camisa y bragas y que se la había follado una y otra vez, durante casi dos horas. Que la había puesto a cuatro patas nada más llegar, que la volvía loca como se la follaba a cuatro patas, que le daba tanta caña que la hacía morirse de placer. Me repetía que nunca nadie le había puesto tanto, que ella nunca se había notado tan abierta como cuando se la follaba él. Me susurraba que él no es que le hubiera pedido que se la chupara si no que prácticamente se lo había ordenado. Irene me decía: “imagíname allí chupándole la polla a Román, me ponía tanto comérsela, mirarle al chupársela, que yo gemía como loca mientras se la chupaba“. Me dijo que después él se había puesto encima: “él encima de mí y yo apretándole el culo al viejo para que me la metiera hasta el fondo”. Me contó que ella se había puesto encima de él y en esa postura él le había dado palmadas en el culo varias veces, pero que se las daba fuerte pero casi con desidia, de una forma extraña. Y también que cuando la había puesto a cuatro patas otra vez le había tapado la boca y le había dicho “No grites tanto puta que nos van a venir a llamar la atención”.

Salimos del pub con un calentón impresionante, ella recolocándose la camisa y yo ya no sabía como colocar mi polla dentro del calzoncillo. Lo cierto es que yo ni me creía lo que me estaba pasando esa noche.

Hacía bastante frío fuera, pedimos un taxi y a los pocos minutos estábamos en su casa. Yo me repetía a mi mismo: “joder, te la follas, hoy te follas a Irene“. Llegamos a su habitación y caímos besándonos en su cama, nos quitamos los pantalones y yo aun con jersey y camiseta y ella aun con camisa nos empezamos a masturbar uno al otro. Era como el paraíso. Todo daba vueltas y apestábamos a alcohol pero yo pasaba uno de mis dedos entre los labios húmedos de ella mientras Irene me pajeaba muy despacio, todo esto sin parar de besarnos. No se como ella se puso de rodillas en la cama y yo me dejé ir hacia bajo, le hice un gesto o algo, lo cierto es que ella se colocó a horcajadas sobre mi cabeza, con su coño a centímetros de mi boca y ahí, sin dejar de mirarla ni un solo segundo empecé a comérselo. Ella soltaba bastante líquido y yo estaba en la gloria. Recuerdo comérselo, mirar hacia arriba, ella hacia abajo, y mientras me miraba se desabrochaba la camisa, yo alargue las manos y le bajé las copas del sujetador… Fue increíble, ella gemía, pero muy bajito, y solo cuando con la lengua apartaba sus labios y podía lamer con fuerza su clítoris.

Se fue hacia abajo, yo me quité el jersey y ella el sujetador y la camisa. Mi polla apuntaba al techo y ella me la agarró y sin dejar de mirarme se la metió lentamente. Cuando me montó por completo yo sentí un placer y un triunfo infinito, como si fuera el mayor logro de mi vida. Empezó a moverse de una manera morbosísima, con un estilazo perfecto, yo le agarraba las tetas y cuando me acercaba para comérselas ella con su mano empujaba mi torso hacia atrás otra vez. Yo miraba como mi polla entraba y salía de aquel coño que tenía los pelos negros y recortados, empapados que casi brillaban a contraluz, empapados por la comida de coño que le acababa de dar. Ella echaba la cabeza y la melena hacia atrás y gemía mínimamente… era como una diosa. Sus pezones bastante claros y muy grandes, la areola del pezón bastante grande, unas tetas realmente increíbles. Se movía más hacia delante y atrás que arriba y abajo, por eso yo conseguía aguantar sin correrme, y es que ver esas tetazas y esa cara angelical a la vez que de puta me hacían volverme loco. Quise insultarla, pues sabía que le ponía, pero no era capaz, no me salía nada. Ella se inclinó hacia adelante quedándome sus preciosas tetas en la cara, se movió arriba y abajo unas pocas veces y comenzó a gemir: “aaah…” “aaaaah”… y yo no pude más, imposible, comencé a correrme, a inundarla a lo bestia, me corrí como si llevara meses sin eyacular. Acabé y me quedé exhausto. Y ella me dijo “tranquilo, no te preocupes” y me quedé algo sorprendido por su frase. En seguida caí que se refería a la duración del polvo, ya que lo que había sido penetración habrían sido como 3 o 4 minutos. Pero yo la veía… nos veía como con todo el tiempo del mundo.

Ella se fue a limpiar al baño y empezamos a hablar de tonterías, que si vaya borrachera y no se que más. Ella completamente desnuda, con el resplandor de las luces de la ciudad, era jodídamente perfecta. Las tetas tirando a grandes pero perfectas, de cuerpo perfecto, dulce… guapa de cara, y me la acababa de follar. Yo seguía en mi nube. En esos momentos llegó alguien a casa, me dijo que era su compañera de piso. Claro, a mí me importaba bastante poco. Pero ella me empezó a decir que cuando se metiera ella en su habitación que mejor que me fuera, que su compañera era amiga de su ex novio y que no se qué historias raras. Y nada, no me quedó otro remedio que darle un beso e irme sigilosamente de su casa.

Cuando llegué a mi casa aun borracho, muerto de frío y alucinado, tenia buen cuerpo y malo a la vez, la despedida había sido muy muy fría. Lo cierto es que yo me había visto follando con ella varias veces más y hasta desayunando al día siguiente tranquilamente. Pero allí estaba, a las 7 de la mañana ya en mi casa y empezando a darle vueltas a la cabeza sobretodo a la despedida, y es que prácticamente me había echado de su casa.

Capítulo 14

No dormí demasiado ese domingo por la mañana. Seguía viviendo como un sueño. Nunca me había follado a una tía así. Había tenido novias normales, bien, resultonas a lo mejor, pero siempre había envidiado a aquellos que tenían novias impresionantes. Quiero decir, que me veía por primera vez con una chica de estas que son el centro de las pajas de todos sus conocidos. Pero ya no solo físicamente, si no todo lo demás, su dulzura, su estilo, etc.

El domingo por la tarde ya vi que algo no iba, le mandé un whats app y no me hizo ni caso. Y no sería porque no mirase el móvil cada minuto para ver si me había respondido. Era extraño, pues ella también vivía muy pendiente del móvil. Le preguntaba que qué tal la resaca y dos o tres chorradas más, lo típico.

Al día siguiente, (hablamos ya de lunes 3 de diciembre) me levanté ilusionado para ir a trabajar, sin embargo ella me saludó de forma muy parca y seca y no accedió a tomar el café a media mañana mediante una extraña excusa. Ese lunes por la noche le pregunté por whats app si le pasaba algo y ni se dignó a responderme. Yo estaba ya a medio camino entre el cabreo y la incredulidad. El martes en la oficina me la encontré de repente, toda trajeadita y digna, y me saltó un “click” en mi cabeza y le pregunté con cierta sorna si no le funcionaba el móvil y me dijo: “me funciona perfectamente…” se hizo un silencio y continuó: “así que si sabes que me funciona… pues eso… ya sabes”. Me quedé alucinando y frases tales como “¿Pero esta niñata que se cree?” desfilaron por mi pensamiento. “¿Y no respondes?” -proseguí. Ella respondió: “¿pero qué coño te pasa? ¿Estoy obligada?”. Le dije que era un poco maleducada y ahí quedó la cosa.

Imaginaos las vueltas que le di al tema. Vale que no había sido un polvazo el nuestro precisamente, pero no lo había visto pésimo tampoco, corto sí, pero en fin, un polvo de borrachera que no suelen ser muy buenos. ¿Qué se esperaba? Yo qué se… no sabía qué coño le pasaba.

En toda esa semana primero me evitó y luego nos evitamos. Recuerdo el jueves por la mañana que había sido festivo, me había despertado para variar pensando en ella y en la chaladura que le había dado aquella semana, y me dije para mí: “te jodes niña que te he follado”, y me hice una paja por fin sin tener que imaginar nada si no recordando aquellas tetas y aquel coño que se había abierto para mí. Me pajeaba pensando: “Ahora toda digna en la oficina ni me hablas pero aquel coño bien empapadito que estaba y bien que gemías al meterte mi polla”. Eyaculé y me limpié pensando básicamente: “Qué te jodan niña”.

Llegó el fin de fin de semana, y como ya sabemos, las desgracias nunca vienen solas. Si bien, era ya cuestión de estadística, yo me lo veía venir: email del trabajo el domingo: Sergio, Román e Irene a auditar a Alicante la semana del 10 al 16 de diciembre.

Capítulo 15

El viaje fue tenso. Primero por cómo estaban las cosas con Irene y segundo porque Román no tiene el don de la simpatía precisamente. Abundaron los silencios. Era todo realmente incómodo. En mi cabeza merodeaba la idea de… “La elección de Irene”. No sé por qué siempre acaban las mujeres con acaparar todo el poder de decisión sobre el sexo. Allí se follaría cuando ella quisiera y con quién ella quisiera. Y si no quería follar con nadie pues ajo y agua.

Lo cierto es que yo firmaba que no pasara nada. Digamos que me auto descartaba viendo su actitud de la semana anterior. Y con respecto a Román… vale que habían follado ya tres veces, pero lo de Barcelona quedaba lejos, mes y medio aproximadamente.

Para mí cada día que pasaba era como un triunfo. Ya que conmigo parecía que no iba a ser, me mataba la idea de que lo hiciera con Román. Pasó el lunes, pasó el martes y llegó el miércoles, día en que por la tarde Irene me preguntó si quería dar un paseo por la playa del Postiguet, le dije que sí.

Fuimos andando por el paseo y yo de veras pensaba que me iba a pedir perdón, por eso había accedido al dichoso paseo. Nada más lejos de la realidad ni me pidió perdón ni la conversación fue especialmente interesante ni fluida. Volvimos al hotel y cenamos los tres en el propio restaurante del hotel. Yo ahí en seguida me lo vi venir. Irene le reía todas las gracias (para mí inexistentes) de Román. Y escuchaba sus anécdotas, bueno más que anécdotas sus clases sobre la vida: “esta carne ha de cocinarse así… este vino no es el indicado para esta comida porque… en no se donde hay una placa dedicada a Canalejas porque…” etc etc. Pues eso, verla tan interesada en aquellas monerías me hizo temer lo peor. Llegó a ser tan cansino verlo a él todo orgulloso de su cultura y ella haciéndose tanto la impresionada, que tras los postres, y antes del café de Román, decidí subir a mi habitación.

Imaginaos, diez y media de la noche en mi habitación, viendo tele, esperando a si la parejita volvía de cenar junta o separada… Un auténtico suplicio de nervios, cabreo, impotencia, hastío, y… qué le voy a hacer, también cierta dosis de morbo

Capítulo 16

Escuché el ascensor, después sus voces, y me acerqué a mi puerta para escuchar mejor. Se despidieron y Román entró en su habitación (casi en frente de la mía) y ella siguió caminando un poco más hasta llegar a entrar en la suya, contigua a la mía. Podría reconocer el sonido de sus tacones golpeando el suelo aunque ni siquiera estuviera en el mismo piso que yo.

Me tranquilicé: “bueno, ya está” “un día menos”. Cada día que pasaba me sentía como un tenista salvando un “Match ball”.

Pero sigamos hablando de aquella noche de miércoles. Aun era temprano y con toda la historia me había desvelado, así que con toda la relajación del mundo continué trabajando un poco desde mi portátil. Me faltaban unos documentos y vi que Irene estaba en el Skype conectada así que pensé en pedirle que me los pasara por email pero iba a ser un coñazo ir diciéndole uno a uno cuales necesitaba, así que cogí un pen drive y me fui a su habitación. Llamé a la puerta, me quedé esperando un buen rato, volví a llamar y por fin me abrió. Y me abrió vestida solo con una camisa a rayas (la de la cena) pero nada más. Bueno, nada más no, llevaría bragas, pero vamos, me quedé alucinado. Ella puso cara de sorpresa y supongo que yo también. Le expliqué el motivo de mi visita y me acerqué a su mesa para conectar el pen drive.

Ella a mi espalda y yo esperando a que su portátil reconociera mi pen drive, no paraba de pensar en la incómoda situación. Era obvio que no me esperaba a mí. Me puse bastante nervioso. Además no es que la camisa estuviera abrochada más que un par de botones precisamente. Estuve a punto de decirle algo del tipo: “¿esperabas a otra persona o qué?” Pero no dije nada. Me fui y nada más.

Me metí en cama y me quedé dormido. Pero me desperté, sobre las doce y media de la noche. Con un ruido de muelles que me partió el alma. Las camas de ese hotel de Alicante no parecían ser tan buenas como aquellas de la noche de Valencia, pues el inconfundible sonido de los muelles de la cama de Irene me habían dejado con el corazón agarrotado y de nuevo sin respiración. No pasaron más de 10 segundos y el chirriar de los muelles se mezclaba ya con los gemidos de la niña pija que ya había elegido. Había elegido claramente que el viejo calvo y gordo se la volviera a follar. Se mezclaban “aaah… ahhhhh” con suspiros y quejidos. Era una pesadilla, una pesadilla que para variar no podía evitar que me excitara. Cuando escuché el sonido de sus cuerpos chocar y como a Irene se le escapaba un nítido “dios, mmm, dios”, ya dejé de engañarme a mí mismo y me comencé a masturbar. De nuevo nervioso, cabreado y llamándola puta en mi mente, echaba la piel de mi polla adelante y atrás imaginándome a Román llamándola de todo y follándosela de la forma más salvaje. Al fin y al cabo justo lo que ella quería era justo lo que aquel viejo le daba. La cosa duró unos diez minutos más en los que escuchaba a Román decir cosas que no alcanzaba a entender y la banda sonora de mi habitación era sonido de muelles gemidos y grititos. Una pequeña gota abandonó mi polla cuando pude escuchar claramente y de boca de Irene un: “mmm, así, joder…”

Me pajeaba pensando: “qué mal hablada eres cuando follas Irene”. Y me la imaginé a cuatro patas con sus tetazas yendo y viniendo a cada embestida de aquel viejo, me imaginé a Román ensartándola y llamándola puta. Mi mente recreaba con nitidez la imagen de la cara desencajada de Irene gritando su orgasmo instantes después, gritos morbosos y entregados de los que fuimos testigos prácticamente todos los hospedados en la planta de aquel hotel. Sus gemidos que anunciaban su orgasmo consiguieron que no pudiera evitar ya eyacular de forma triste y desengañada.

Era mi derrota y el triunfo de ellos dos. Yo quedaba aun más de perdedor que si ella nunca lo hubiera hecho conmigo.

Ruido de grifos, un par de tosidos desagradabilísimos de Román y se fue a su habitación.

Pasó el jueves y pasó el viernes. Yo intentaba trabajar y no pensar. Esos días de nuevo Irene y Román apenas se hablaban fuera de todo lo relacionado con cosas de trabajo. De nuevo toda digna y pija por la empresa que auditábamos pero yo aun podía escuchar sus gemidos y quejiditos de putita. Y tanto Román como yo sabíamos que mucho estilo pero al final lo que quería era una buena polla, como tantas otras chicas, como una cualquiera, una más.

La auditoría avanzada, nos íbamos el sábado. Yo hasta estaba casi satisfecho, al fin y al cabo el tormento solo había durado unos veinte minutos y llevábamos allí cinco días. Pero llegó el viernes por la noche, y sucedió que en un momento de la cena Irene se fue al servicio y Román ni corto ni perezoso me soltó: “llévatela a tu habitación hoy”. Yo no daba crédito y le respondí: “¿Cómo?”. Y me dijo que la “niña” había trabajado bien por la semana y que seguro que querría fiesta y a él no le apetecía nada. Yo alucinaba con lo mal repartido que estaba el mundo. Le dije que eso tendría que quererlo ella también y me respondió con un machista y burdo: “A esta niña le vale todo, hasta el palo de una escoba”. Esa frase sigue grabada en mi cabeza hasta el día de hoy. Alucinante. Él me insistió: “¿No quieres? ¿Seguro?” en el momento en que aquella chica guapísima enfundada en traje gris y camisa rosa se nos acercaba.

-No, no, toda tuya… respondí.

Ella de nuevo encantadora y majísima con Román. Parecía la forma sutil de decirle: “Quiero que me folles esta noche”. Y él más seco aun de lo habitual. Subimos en el ascensor en silencio y al llegar a nuestro piso ella le susurró algo que no escuché bien y se metieron los dos en la habitación de él. Seguramente querríais que os contara que escuché esa noche pero lo cierto es que yo ya no lo aguantaba más. Fui a mi cuarto de baño, me miré en el espejo, allí vi a un perdedor que no quería seguir sufriendo, y me fui a la calle. Deambulé hora y media por la Explanada, cerca de la playa, por una zona que llaman Castaños y por El Barrio. A la una de la mañana “me atreví” a volver al hotel pero juro que cuando el ascensor estaba casi en mi piso y a punto de abrir las puertas ya pude oír sus gemidos. Es cierto que la habitación de Román estaba justo al lado del ascensor pero me pareció un escándalo alucinante. La puerta se abrió y se escuchaba “aaah, aaaaaaaaah” por todo el pasillo. Dios parecía castigarme llegando justo en el momento de su orgasmo, quien sabe si era el primero o el tercero o el cuarto. Me metí en mi habitación y dejé de oírla. A los 5 minutos su orgulloso taconeo desfilaba por aquel pasillo hasta su habitación. La niña se había quedado por fin a gusto.

El sábado volvimos, y el domingo hablé con un amigo que me comentó de irnos a esquiar en navidad. Yo no aguantaba más con la situación de la zorrita de Irene, notaba que me estaba consumiendo por dentro. Le dije a mi amigo que me debían bastantes días de vacaciones en la empresa y organizamos el viaje. El lunes tenía día libre pero fui a mi empresa a pedir los días. Así que estuve de vacaciones desde el 17 de diciembre hasta el 8 de enero, hasta nochevieja esquiando y después tranquilito en mi casa.

El día 8 vi a Irene en la oficina, con su traje impoluto, su camisa planchadísima y su sonrisa perfecta. Tomé café con ella y me preguntó mucho por lo del esquí. Cómo si no hubiera pasado nada entre nosotros. Cuando estábamos a punto de volver al trabajo tuvo la indecencia de preguntarme: “¿Qué hay de nuestro juego?”. Alucinado le pregunté que a qué se refería y me dijo que si yo quería y algún día nos encontrábamos de noche me contaría lo sucedido con Román en Alicante. Mi cabeza empezó a echar humo y yo pensaba: “¿Pero a qué juegas niña?”. Sin embargo mi vena masoquista tomó el mando y le respondí: “Está bien, fuiste tú la que cortó con el juego en su momento”.

Tan pronto lo dije pensé: “Soy gilipollas”, la chica había pasado de mi como de la mierda y yo le reía las gracias y le toleraba todo.

Y nada más relevante que contar hasta hoy jueves 10 de enero de 2013. Espero que os haya gustado esta vivencia que he intentado plasmar de la mejor forma posible.