Viaje sorpresa a Cuba III

Ya subidos en el avión, el plan de Marcos y mi sumisión animarán el vuelo a todos los pasajeros.

Es la continuación de «Viaje sorpresa a Cuba II» ( https://www.todorelatos.com/relato/163239/ ); reproduzco algunos párrafos para contextualizar:

Cuando llegamos al aeropuerto, no pensaba que íbamos con más gente que conocíamos al viaje. Sin embargo, cuando llegamos allí, estaban dos negros con los que comenzó a hablar Marcos. Me los presentó brevemente:

—Este es mi amigo Ernesto y mi amigo Jorge Luis —dijo de manera atropellada—. Van a ser nuestros guías en Cuba, porque vamos a Cuba, Sara, espero que te guste la sorpresa. Tenemos una gran suerte porque son nativos y nos enseñarán toda la isla, sus secretos y… todo lo que surja —terminó la frase con un guiño, muy característico de su idiosincrasia—.

—Encantado, mi amol.

—Estás para mojar pan, como decís por aquí en España —espetó Jorge Luis de manera más atrevida—.

—Igualmente y muchas gracias. El placer es mío.

Al subir al avión, algo me hacía sospechar que no iba a ser un vuelo normal. Notaba cómo Marcos no paraba de comunicarse con miradas con sus amigos. Estaban tramando algo dentro del avión de lo que me enteraría después, cuando ya estaba dentro de su plan…

—Marcos, ¿pasa algo —rompí yo el silencio de sus miradas y gestos—? Tus amigos me miran raro desde hace tiempo

—Relájate, Sarita. Te lo vas a pasar bien en este viaje. De momento, descansa. Quedan muchas horas hasta llegar a Cuba.

—Vale… Sí, me voy a dormir un ratito. Despiértame en media hora

—Venga, duérmete ya.

Estaba muy cansada de la noche anterior, debido a la discusión con mi padre y la angustia que me provocaba la incertidumbre, y caí rendida en muy poco tiempo. Era un vuelo muy tranquilo que permitía descansar sin las molestias de las turbulencias.

Mientras dormía, Marcos le hizo un gesto a su amigo Jorge Luis y se intercambiaron los asientos en el vuelo. Yo no me daría cuenta de esto hasta que abrí los ojos, mucho después de lo que pasaría…

El plan de Marcos era haberles dicho a sus amigos que se cambiarían de asientos en algún momento del vuelo y tendrían carta blanca para hacer lo que quisieran conmigo, siempre y cuando no llamara la atención de los demás tripulantes para que no nos echaran del vuelo. Ellos aceptaron sin pensárselo.

Cuando se sentó Jorge Luis a mi lado (yo seguía con los ojos cerrados y durmiendo y no sabía que era él; lo que cuento es lo que me explicó después Marcos), comenzó a acariciarme el muslo, de manera muy disimulada. Desde el principio, él había sido el amigo más lanzado de Marcos y, poco a poco iba a demostrarlo.

Tras el ligero manoseo, comenzó a aumentar el ritmo y la presión que me hacía los muslos. Comenzó a abrir levemente mis muslos, que estaban cerrados. En ese momento, como respuesta del cuerpo, me desperté poco a poco. Sin embargo, no abrí los ojos ni me asusté, sabía que Marcos era capaz de hacer eso y yo estaba para satisfacer su placer. Su placer era mi placer.

Luego, tras abrirme completamente las piernas y toquetear por encima de mis leggins (iba vestida con unas mallas deportivas o leggins negras y una camiseta de tirantes, porque Marcos me había avisado de que haría mucha calor, unos pendientes de perla y una pulsera de un festival de música al que fui antes de entrar a la universidad, en el verano de 2.º de bachillerato, que fue la antesala de mi desenfreno en la universidad). Ahora estaba sintiendo verdadero placer y comencé a excitarme muy rápidamente.

Intuyo que se me estaba cambiando la expresión del rostro porque Marcos (Jorge Luis) comenzó a acariciarme con la otra mano las partes de la cara: mi frente, mis cejas, mis ojos, mis orejas (me encantaban que me acariciaran las orejas), mis mofletes… hasta llegar a los labios de mi boca. Allí, se paró un segundo haciendo un poco de presión para que los abriera y, siendo obediente, se lo facilité y abrí conscientemente la boca.

Él introdujo los dedos de manera muy suave y los empecé a chupar, con movimientos lentos e intensos. Parece que le estaba gustando porque comenzó a respirar más fuerte, estaba tan cerca que podía escucharlo perfectamente. En ese momento, se me pasó por la cabeza las demás personas que estaban con nosotros en el vuelo. Aunque de este pensamiento me olvidé pronto porque pensé también que, si era la voluntad de Marcos, yo tenía que hacerle caso.

Después de estar bastante rato chupando sus dedos, decidió bajarme suavemente las mallas con la otra mano. No podía solo con una y yo no quería hacer movimientos descarados que hicieran llamar la atención de los que estaban en el avión. Así que, lo ayudé un poco con mi mano, disipando cualquier duda de si estaba actuando dormida o consciente.

Ante esto, él respondió todavía más excitado, con una respiración casi entrecortada. Complacerlo era mi único objetivo en mi vida de sumisa y lo estaba consiguiendo. Después de bajarme las mallas, fue directo a las bragas y las quitó bruscamente. No quería perder más tiempo y quería saborear con los dedos el plato fuerte.

Aunque seguía con los ojos cerrados (no los abrí hasta después del orgasmo), veía cómo el se movía lentamente masturbándome porque me balanceaba mi cuerpo a su ritmo. Estaba sintiendo muchísimo placer y fogosidad estaba a un nivel igual que en los servicios del Burger King, donde fui por primera vez sometida a él. Aunque ahora no era físicamente, estaba claro que la situación el avión y que tuviera los ojos cerrados estando a su merced me hacían estar especialmente mojada.

Tras unos movimientos lentos circulares en el clítoris, pasó la mano por toda la vagina: desde la vulva hasta el clítoris. Me dijo entre dientes y con un tono superbajo:

—Diablos, estás como una fuente.

Jorge Luis (yo seguía pensando que era Marcos) sabía que era guarra porque se lo contaría Marcos en alguna conversación, pero se sorprendió que la situación de estar en público me encendiera tanto. Notaba como en cualquier momento me corría, no podía aguantar más. Cuando llegué a este nivel de excitación, Marcos me tapó la boca con una sudadera. Lo hizo de manera disimulada para parecer que me tapaba porque estaba durmiendo.

Nada más sentir la tela en mi boca, la mordí y liberé todo el placer y tensión que estaba acumulando mi silencio. Confiaba en que no estaba haciendo mucho ruido, aunque era evidente que, si alguien se había fijado en nosotros, estaría flipando con el espectáculo que estábamos montado. Aunque poco me importaba, lo único que me importaba era complacer a Marcos.

Después de estar bastante rato con el clítoris y pasando varias veces la mano, de una manera humillando como demostrando lo húmeda que estaba y lo guarra que era por estar así delante de todo el mundo, colocó varios dedos en la entrada de la vagina, presionó y los metió. Metió dos dedos del tirón, aunque como estaba superlubricada, no me dolieron y entraron con total facilidad.

Ya con dos manos, me pellizcaba el clítoris sin provocarme dolor, solo notaba la presión de estar agarrándome por ahí, a la misma vez que me penetraba con los dos dedos centrales. Estaba al borde del orgasmo, mi cuerpo ya no podía aguantar más. Ya no me bastaba la sudadera que estaba mordiendo, necesitaba gritar, expresarme, gemir, jadear, llorar… necesitaba liberarme, aunque la sensación de estar cohibiéndote, en cierto sentido, porque no podía por completo, me gustaba también, ya que con el orgasmo conseguiría estallar de placer y de sensaciones.

En esta posición, teniéndome a su completa voluntad y disfrute, se acercó para decirme al oído algo que me sonó bastante raro, aunque no estaba centrada, en esos momentos, para pensar en qué me estaba diciendo (después, entendería esta frase, claro).

—Eres mejor que en los sueños que he tenido.

De repente, me empezaron a temblar las piernas, signo de que el orgasmo era ya inminente. Para que aumentara el ritmo, le dije al oído:

—Voy a correrme —era la primera vez que hablaba desde que me estaba haciendo la dormida—. Acelera y me corro encima de ti.

Parece que esto lo encendió todavía más porque fue terminar de decírselo y comenzó a ir a una velocidad que me acabó de volver loca. Sentí una gran liberación con el orgasmo, la sudadera fue inútil para acallar mis sentimientos. Todos se giraron, tras los gritos que comencé a pegar, hacia el lado del avión donde estaba, pero como estaba dormida, no me di cuenta.

Supo alargarme el orgasmo unos 10 segundos, los mejores de mi vida. Cuando me acabé de correr, sacó los dedos y retiró la mano de mi vagina. Entonces, abrí los ojos buscando una mirada cómplice de Marcos. Sin embargo, mi sorpresa fue mayúscula cuando vi a uno de los amigos de Marcos sentado a mi lado. Era él el que me había estado haciendo disfrutar tanto. Me quedé confundida tras abrir los ojos.

Jorge Luis se dio cuenta, porque vio que me cambió la cara y me dijo:

—No te preocupes, mujel . Esta solo es la primera parte del plan de tu novio, aún queda lo mejor.

Continuará