Viaje sorpresa a Cuba

Es el inicio de un viaje lleno de interracial, sumisión, sexo en sitios públicos (playas, piscinas, pasillos del hotel)... Fue el mejor viaje de mi vida

Nos acababan de dar las vacaciones de navidad en la universidad. Era finales de diciembre, el tiempo comenzaba a tonarse fresco, aunque sin llegar a ser frío porque vivía en una zona de temperaturas altas. Mis navidades iban a ser muy tranquilas, tenía pocos planes porque debía estudiar para los exámenes del primer cuatrimestre, que son a la vuelta de las vacaciones, en enero.

Era 27 de diciembre, ya había pasado Nochebuena, que la celebramos en la casa de mi abuela. Nos reunimos toda la familia y fue una celebración como la de todos los años: mucha comida, mucha bebida, nos quedábamos hasta tarde, algunos se pasaban con las copas, había reconciliaciones familiares…

Este mismo día, recibí una llamada de Marcos (quien no conozca a Marcos o mis comienzos con él, debe leer este relato: https://www.todorelatos.com/relato/163050/):

—Hola, cariño, cómo vas

—Bien, un poco aburrida. No tengo ganas de ponerme con la asignatura de Alfonso. Me aburre tanto ese hombre y su asignatura…

—Jajaja, no te preocupes, tengo un plan para ti: tú y yo nos vamos de viaje mañana. No preguntes a dónde, ya lo verás. Llévate ropa fresca porque, aunque estamos en invierno, hará mucha calor. Es la única pista que te doy.

—¿Cómo, Marcos? Estás loco, no puedo irme en plenas navidades. Es una fecha muy importante para mi familia…

—No era una pregunta —me interrumpió—. Nos vamos y punto. Volveremos antes del día de los Reyes Magos, así que no te preocupes. La Nochevieja la pasamos fuera, pero me dijiste que no solías celebrarla porque con la familia de tu padre no te llevabas bien, así que…

—Marcos… en serio, no pued…

—Te espero mañana a las 10 en mi casa para ir al aeropuerto. Ponte guapa.

La llamada me había dejado helada. Sabía perfectamente que tenía que ir, no tenía otra alternativa. Hablé con mi madre y, sorprendentemente me dio permiso sin poner muchas trabas. Lo único que me dijo es que «tuviera cuidado» (Ay, mamá, si tú supieras) y que trajese souvenirs para toda la familia.

Después de hablar con mi madre, me fui a mi cuarto a hacer la maleta. Eché dentro todo lo que vi por el armario que era de verano. Además, eché lencería que me había comprado nueva porque sabía que la iba a estrenar con Marcos.

Cuando terminé de hacer la maleta era la hora de cenar y bajé al salón. Acababa de llegar mi padre de trabajar. Trabaja desde las 10 de la mañana hasta las 8 y media en dos turnos en un taller. Desde pequeña, el trato con mi padre ha sido muy limitado porque se ha perdido la mayoría de horas de convivencias por estar trabajando (aunque era necesario para sacar a la familia hacia delante).

—Hola, papá, qué tal el día. Tienes mala cara

—Hola, Sara. No ha sido un buen día; había mucho trabajo y algunos clientes tocapelotas. Pero bueno, como suelo decir… siempre hay días mejores y peores, así que no te preocupes.

—Bueno, por suerte, he preparado vuestra comida favorita: acedías a la plancha y spaghetti alla carbonara (mi madre había estudiado italiano en su juventud y se fue de Erasmus allí, así que mantenía todavía cierta pronunciación italiana de algunas palabras

—Qué bien, vamos a comer.

—Venga —dije convencida—.

Durante la cena, hablamos distendidos, como cualquier día normal, sobre las cosas que nos habían pasado a lo largo del día. Sin embargo, cuando llegamos a la hora del día en la que recibí la llamada de Marcos, sentí un escalofrío por el cuerpo antes de contarlo. No sabía cómo iba a reaccionar mi padre. Como no me dejara ir, me iba a poner en un aprieto que no sabría solventar (¿Quién tenía más autoridad para mí? ¿Mi padre o mi novio dominante? Yo lo tenía claro, pero mi padre no lo iba a entender.

—Ah, por cierto, papá, Marcos me ha invitado a hacer un viaje con él a un lugar que es sorpresa. Ya sabes que es muy detallista (no lo era, ni él lo sabía, pero lo dije porque si fuera verdad, tampoco se acordaría mi padre) y un poco impulsivo, así que me lo ha dicho hoy y el viaje es… mañana. Sé que es un poco precipitado, pero como es un regalo para celebrar nuestro aniversario (otra mentira), estaría feo rechazarlo. Mamá ya me ha dado el permiso, me falta el tuyo.

—Bueno…—rompió el silencio sin gesticular nada— son fechas muy importantes, hija. No me parece bien que vayas, aunque sea un regalo. Ya sabes que nosotros somos muy familiares, sobre todo, en Navidades, que nos reunimos mucho con la familia de tu madre.

—Papá, no puedo decir que no. Estaré aquí el día de los Reyes Magos y pasaremos ese día juntos. Por favor, déjame irme con Marcos.

—Te he dicho que no, te pongas como te pongas.

—Por favor, te lo suplico.

—Vete a tu cuarto, Sara. Ya no hay nada más que hablar

Salí llorando de la cocina sin terminar la cena. Estaba entre la espada y la pared, pero tenía claro que no podía acabar así. Tenía que ir fuera como fuera. Cuando llegué a mi cuarto, estaba totalmente bloqueada. Mi relación con Marcos no me permitía poder no hacerle caso y mi relación con mi padre tampoco. De repente, se me ocurrió un plan.

Continuará…