Viaje sin retorno (7 : Amor de familia [1])

Dos hermanos rubios y guapos tendrán todo un fin de semana para enseñarle a su primo algunos placeres de la vida. Primera parte de dos.

Normalmente no me solía hacer demasiada gracia este tipo de planes. Pero esta vez era diferente, necesitaba un fin de semana alejado de mis preocupaciones y pensamientos. Y pensaba que unos días con mis primos me vendrían de maravilla.

Después de todo lo ocurrido en esa maldita salida al monte… No sabría explicar cómo me sentía después de aquel beso, tras el beso de Hugo mi mente era una maraña de pensamientos y sensaciones contradictorias. A ver, a mi no me gustaban los chicos… ¿o si? Ese día no había podido parar de darle vueltas a esa cuestión. Era mi segundo beso con el mismo chico y las dos veces me había sentido igual: por un lado me repugnaba el besarme con Hugo… Pero… ¿Era porque Hugo era el chico que me besaba? ¿Ese sentimiento aparecería si me besara otro chico? No podía saberlo. Lo que me mataba por dentro era que, por otra parte, las dos veces había llegado a disfrutar de sus labios. Había cerrado los ojos y me había dejado llevar. No solo una, sino dos veces.

Además estaba el hecho de que Hugo no hacía más que recordarme que, según él, algo había pasado entre nosotros dos en Italia. Si era así… ¿Me tendría que acordar no? No sabía qué pensar. Mis sueños no cesaban. Noche tras noche imágenes confusas inundaban mis pensamientos. Baños, discotecas oscuras, parques abandonados… Todos esos sitios me sonaban de algo, aunque también podían ser sitios que yo había visto en alguna que otra película. Pero en todos esos sitios había algo en común. Él. En cada sueño y lugar en el que me encontraba cuando cerraba los ojos Hugo estaba ahí. Bueno, mejor dicho, ahí estaban sus ojos. Dos focos azules intensos que me aterrorizaban y a la vez me atraían de forma inexplicable.

Si algo había pasado en Italia tenía que descubrirlo y ya que a Hugo no le iba a preguntar, mi última esperanza era que Roberto diera señales de vida. Esperaba que él me contase de una vez por todas lo que había pasado. Después del primer email le escribí un segundo, incluso un tercer mensaje. Pero nada, no había manera de que el italiano me contestase.

La idea de pasar unos días en casa de mis primos nunca me había atraído demasiado, ya que aunque su casa fuese una pasada, reflejo del dineral que tenían, mis primos se creían demasiado importantes como para hacerme caso. Por ello cada vez que íbamos me pasaba casi todo el tiempo con mi madre, que aunque no me importase, no era uno de mis planes favoritos para pasar un fin de semana. Ya habían pasado unos tres años desde la última vez que habíamos ido, así que esperaba que las cosas hubiesen cambiado.

Me decía a mi mismo: “Venga Iván, seguro que no puede ser tan malo como otras veces… Ya han pasado tres años.”

El mismo viernes de la excursión nos fuimos mi madre y yo en coche hasta su casa. Eran unas pocas horas de viaje por carreteras principales así que el trayecto se nos hizo cómodo para los dos.  Por eso no me costó demasiado dormirme un rato en mi asiento.

Cuando mi madre me despertó vi que ya habíamos llegado. Todo seguía tal y como lo recordaba. Una gran casa de tres pisos de color blanco con su tejado azul marino se hallaba en medio de un amplio jardín lleno de flores de todos los colores. A un lado de esta se encontraba una larga piscina en ese momento vacía por las fechas y aunque desde donde me encontraba no se veía, un establo rodeado por vallas de madera se escondía detrás de la casa de mis primos. Sí, todo un paraíso para cualquier persona… Menos para mí. Mis primos se encargarían de ello, por eso esperaba que el transcurso de tres años les hubiese hecho madurar a los dos. Cuando me bajé del coche me fijé en algo que no había visto antes, en el lado derecho de la casa habían construido una parte nueva. Era una especia de sala grande y circular que sobresalía de uno de los extremos de la casa. Me pregunté qué podría ser aquella sala, mi tío al tener tanto dinero podría haber construido cualquier cosa.

Le seguí a mi madre por un camino asfaltado que conducía a la casa y cuando tocamos el timbre mi tío salió a recibirnos. Mi tío Gonzalo era un hombre rubio y muy alto. Sus ojos azules eran iguales que los míos y que los de mi madre. De hecho yo me parecía más a mi tío que a mi padre, el color rubio de mi pelo y mis ojos azules los había heredado de la familia de mi madre. Mi tío le dio un fuerte abrazo a mi madre y a mí me puso una mano en el hombro y con la otra me revolvió el pelo como solía hacer cuando yo era pequeño.

-Vaya, pero si mi sobrino ya es todo un hombre.- me dijo mi tío con una amplia sonrisa.

-Claro, hace tres años que no lo ves.- le dijo mi madre con un tono acusador.

-Hace tres años que no venís Susana.- le dijo mi tío a mi madre.

-Bueno, pues aquí estamos.- le dijo mi madre empujando una pequeña maleta hacia la puerta de la casa.

-Mira Iván te he preparado la habitación de siempre, creo que ahí estarás cómodo.- me dijo mi tío señalándome las escaleras que subían al segundo piso ya dentro de la casa.

La casa se dividía en tres pisos. En el primero se encontraban varios salones y comedores, la cocina y unos cuantos baños. En el segundo piso estaban los dormitorios, una sala de juegos, otra sala insonorizada para que mis primos tocasen algún instrumento y una sala que utilizaban como cine. En el último piso se encontraban un gimnasio, una sala con un jacuzzi y un par de dormitorios más.  Mi dormitorio se encontraba en el tercer piso y era bastante amplio. Una cama de matrimonio para mí solo, un gran armario, un escritorio, una televisión y un baño incorporado al que se entraba por una puerta desde el mismo dormitorio. Cuando me hube instalado respiré más tranquilo, ese era el sitio perfecto para olvidarme de mis preocupaciones.

Ya instalado bajé por las escaleras en dirección a uno de los comedores para cenar. Cuando estaba bajando las escaleras hacia el primer piso me crucé con un chico rubio, un poco más alto que yo y cuando él me vio se paró en seco y me sonrió.

-¡Primo!- me gritó Nico abalanzándose sobre mí, me dio un abrazo demasiado fuerte para mi gusto.

Cuando nos separamos me fijé mejor en mi primo mayor, había cambiado mucho desde la última vez que lo había visto. Tenía un año más que yo, por lo que estaría rondando los dieciocho años. La última vez tenía unos quince años y le sobraban kilos por todos los lados, pero en ese momento… Joder con mi primo. Alto y muy guapo fueron los adjetivos que primero me vinieron a la cabeza. El pelo que antes siempre llevaba muy corto ahora se lo había dejado un poco más largo dejando que varios mechones rubios le cayesen sobre su frente. Sus hombros se habían ensanchado mucho y había adelgazado mucho. Al fijarme un poco más me di cuenta de que no solo había adelgazado, sino que también se le veía muy fuerte. Sus brazos abultaban mucho debajo de su camiseta y su torso se adivinaba muy definido. Lo único que no habían cambiado eran sus ojos. Esos ojos azules con sombras verdes me miraban de manera tan intensa como siempre.

-Joder Nico, pero si pareces otro.- le dije intentando salir de mi asombro. No solo por él, sino también por el abrazo que me acababa de dar. Mis primos normalmente me decían “hola” y seguían a lo suyo como si yo no existiese.

-Ya ves, lo que hace el apuntarse a un equipo de natación. ¿Tú también estás en uno no?

-Si, yo llevo desde que aprendí a nadar.- le sonreí.

-Entonces me podrías ayudar a mejorar. No llevo tanto tiempo como tú, así que me podrías dar alguna clase.

-Claro, pero me quedo solo este fin de semana y la piscina la tenéis vacía.

Nico se rio.

-¿Todavía no la has visto?- me preguntó mientras bajábamos los dos al primer piso.

-¿El qué?- enseguida pensé en la nueva sala que habían construido.

-Verás, cuando me dio por nadar mi padre me dijo que para que no perdiese el tiempo en ir hasta una piscina me haría una aquí en casa. Y claro, la de fuera ahora en invierno no la quiere usar, así que en la parte de la derecha del primer piso ha construido una piscina cubierta.

-Joder Nico, que bien vivís.- le dije asombrado. Qué fácil parecía todo cuando tienes tanto dinero.

-Bueno, no me quejo.- Nico se encogió de hombros.- ¿Tendrás hambre no?

-Pues si.- le confirmé.

-Venga, entonces vamos al comedor principal. Supongo que ya estará la cena lista.- me dijo encaminándose hacia allí.

No podía salir de mi asombro, por lo que me quedé quieto mirándole a mi primo cómo se alejaba. Cuando este se dio cuenta de que me había quedado atrás se giró y me miró interrogante.

-¿Todo bien?-me dijo.

-Si… Claro que sí, perdona. – Sacudí la cabeza.- Es solo que nunca habías hablado tanto conmigo, de hecho… Nunca me habías hecho demasiado caso.

Nico bajó la cabeza y se miró los pies como intentando buscar una respuesta.

-Iván, lo siento.- me dijo mirándome a lo ojos.

-¿Lo sientes?- le respondí todavía un poco perdido.

  • Se que he sido un cabrón contigo todos estos años, pero si te digo la verdad solo era porque… bueno… te…- le costaba decírmelo

-Bueno Nico dímelo, que no pasa nada… en serio.- estaba muerto de curiosidad.

¿En serio había una razón lógica para el comportamiento de mis primos?

-La verdad es que… te… te tenía un poco de envidia.- dijo al fin de tirón.

Me quedé mirándole con cara de idiota. ¿Envidia de mí? ¿Mi primo rico me tenía envidia?

-¿De mi?- le pregunté extrañado.- Pero si tu eres el de la casa enorme y todas esas cosas.

Nico se rio de mi comentario.

-Si, es verdad,- me dijo- yo tengo una casa enorme, un padre rico y todo lo que tu quieras. Pero todos los años tú llegabas con algo que yo no tenía.

-¿El qué?

-Me da un poco de corte decírtelo, vas a pensar que soy un gilipollas.

Le iba a decir que eso ya lo pensaba, pero no me pareció un comentario muy acertado para ese momento. Nico estaba siendo agradable conmigo, no quería cagarla.

-Que no hombre, aunque no sé qué puedo tener yo que tú no tengas…

-Eso- me dijo señalándome el pecho con un dedo,  yo miré hacia abajo y como vio que no le entendía me explicó- me refiero a tu cuerpo Iván.

-¿Perdón?- vale, las cosas que ya estaban siendo raras, en ese momento se pusieron aún más.

-No tenías ningún problema en quitarte la camiseta y tirarte a la piscina de cabeza. En cambio yo me tenía que esconder para quitármela, me avergonzaba de mi cuerpo… No lo soportaba, así que supongo que por eso nunca te traté demasiado bien. Y por consiguiente mi hermano me tomó de ejemplo y te hizo lo mismo. Por lo que soy el culpable de todo. Lo siento mucho.

Vaya, estaba flipando. Eso sí que no me lo esperaba, siempre había sabido que mi primo tenía problemas para bajar de peso, pero nunca me hubiese imaginado que su problema conmigo era ese.

-Bueno, supongo que todavía estás a tiempo de arreglar las cosas.- le dije con sinceridad.

Nico sonrió y me dio otro abrazo. Joder, sí que estaba efusivo mi primo.

-Gracias, en serio.- me dijo mientras se daba la vuelta para encaminarse hacia el comedor otra vez.- Venga, que nos estarán esperando para cenar.

Cuando llegamos al comedor vi que mi madre y mi tío ya estaban sentados en la mesa. Había cuatro sitios libres, Nico y yo nos sentamos a la mesa. Un sitio era para mi tía que estaba esa noche de guardia al ser enfermera y el otro asiento era para mi otro primo, aunque todavía no le había visto.

-Venga vamos a empezar a comer- dijo mi tío.

-¿Pero no le vamos a esperar a Rubén?- pregunté refiriéndome al segundo de mis primos.

-No, tardará en llegar, estaba en casa de un amigo terminando un trabajo creo…- me dijo Nico.

-Entonces perfecto, a comer.- sentenció mi madre.

Y así hicimos hasta saciarnos. La atmósfera en la mesa era tranquila y yo estaba muy a gusto. Por primera vez en mucho tiempo me sentía relajado y tranquilo. Cuando terminamos la cena cada uno nos fuimos a nuestras habitaciones, yo estaba bastante cansado. Subí a mi habitación, era el único que estaba en el tercer piso, ya que mi madre, mis primos y mi tío dormían en la segunda planta.

Entré a mi habitación y me puse el pijama. En un abrir y cerrar de ojos la luz de un relámpago entró por el ventanal de mi cuarto y a los pocos segundos el trueno retumbó por toda la casa. Se puso a llover con fuerza y al rato escuché unos gritos en la planta de abajo. Me había despejado por lo que decidí salir a ver qué pasaba.

En la segunda planta no había nadie a la vista así que me asomé al primer piso estando yo en las escaleras y en la entrada pude verle a mi primo pequeño maldiciendo el mal tiempo. Bueno, eso de “pequeño” ya no podía utilizarlo con Rubén.

Solo tenía un año menos que yo, pero la última vez que lo había visto tenía doce años. Ahora ya tendría casi dieciséis y se notaba. Su pelo rubio se le pegaba a la frente a causa de que lo tenía mojado por la lluvia, de hecho toda su ropa se le pegaba al cuerpo. En altura había crecido bastante y así a lo lejos calculé que sería más o menos como yo de alto. Sus ojos verdes relucían en la mitad del recibidor y no pude evitar fijarme en su boca. Tengo que confesar que la boca de Rubén siempre me había interesado. No de forma sexual, sino que sus labios carnosos y suaves parecían sacados de una película. La camiseta que llevaba puesta se le pegaba al cuerpo dejando poco de su cuerpo a la imaginación. Un pecho fuerte con unos pezones que resaltaban sobre la tela mojada y unos abdominales envidiables que incluso a través de la tela se podían apreciar.

Rubén siempre había sido un chico muy guapo, pero nunca le había mirado con ningún interés que no fuese estrictamente formal. En ese momento me sorprendí a mí mismo recorriéndole el cuerpo con la mirada. Pronto llegó Nico con una toalla, la cual se la pasó a su hermano. Este se la puso en la cabeza y se secó el pelo.

-Joder, menuda mierda de tiempo.- dijo Rubén con cara de fastidio.

-También es casualidad que no hayas llegado cinco minutos antes a casa.- le dijo Nico.

-Estaba ocupado.- le respondió su hermano.

-¿Ocupado?- le preguntó Nico alzando una ceja- ¿Qué tipo de ocupación?

Rubén le miró a los ojos a su hermano divertido.

-Ya sabes qué tipo de ocupación…

-Ya me lo imagino cabrón- le dijo Nico haciéndole girar el cuello a su hermano. Ahí en la base de su cuello, incluso desde donde yo estaba se podía apreciar una buena marca rojiza. Parecía que alguien se había ocupado de su cuello bastante a fondo.

-¿Celoso?- le preguntó entonces Rubén a Nico.

-¿Yo?- le respondió Nico divertido.- No, pero como te vea papá te va a caer una buena enano. Venga, sube a tu habitación.

Rubén le sacó la lengua a su hermano y se encaminó hacia las escaleras. Hacia donde yo estaba, me apresuré a subir a mi habitación sin ser visto. Lo conseguí y cerré la puerta de mi cuarto.

Vaya, así que mi primo mayor ahora era un tipo majísimo y el canijo de mi primo pequeño ahora era todo un buenorro. Me reí, iba a ser un fin de semana divertido.

Por primera vez en muchas noches dormí tranquilamente y no me desperté por tener  sueños inquietantes. Eso sí, cuando me desperté tardé unos segundos en situarme y en acordarme de por qué no estaba en mi casa. También notaba un peso encima de mí, algo se me estaba aplastando. Hasta que no me despejé un poco más no me di cuenta de que “eso” que me aplastaba era mi primo pequeño.

Ya totalmente despierto le vi sobre mí mientras me sacudía con intención de despertarme. Estaba sentado en mi estómago y tenía sus manos en mis hombros. Sus ojos verdes intensos me miraban divertidos. Para rematar esa visión él iba sin camiseta, mis ojos se movieron solos hacia sus pezones. Pequeños y muy morenos, en ese momento estaban erectos y perfectamente enmarcados por unos pectorales fuertes sin llegar a ser excesivos. Bajé la vista y me vi enfrente de unos abdominales muy marcados, se veían duros como piedras y si a todo esto le sumas su piel suave y morena, sus ojos verdes y su pelo rubio medio despeinado que le caía sobre la frente de manera divertida… Todo hacía que mi primo pareciese un modelo de alguna revista.

Vale, hecho incómodo número uno: lo tenía encima de mí y me tenía bien agarrado. Hecho incómodo número dos: Empecé a notar cómo mi polla empezaba a despertarse. No supe si era porque me acababa de despertar o por mi primo. Me convencí a mi mismo de que sería por lo primero.

Rubén estaba sentado en mi estómago por lo que no podía notar que ya tenía la polla como una piedra, pero bastaba un movimiento para que se diese cuenta. Y no quería montar una escenita, y menos con mi primo pequeño.

-¡Vaya, el bello durmiente se ha despertado!- se rio Rubén todavía sin soltarme.

-¿Qué haces?- le pregunté extrañado.

-¿Que qué hago? ¡Despertarte!- me dijo sonriéndome.

-¿Qué hora es?

-Ya son las doce y media primo, ya va siendo hora de levantarse, ¿no crees?

-Yo me levantaba, pero te tengo encima.- le dije.

-Eso es verdad, pero… es que estoy a gusto.- se rio Rubén.

Vaya, encima me tenía que librar de mi primo sin que él notase mi erección.

Me sacudí un par de veces intentando desequilibrarle, pero como no lo conseguí le agarré de los hombros y me giré haciendo fuerza con todo mi cuerpo. Los dos rodamos por la cama y nos quedamos al revés de cómo estábamos antes. Yo encima de él. Esto hubiese significado una victoria por mi parte si no fuese porque ahora mi erección quedaba más que a la vista.

Al darme cuenta de ello me moví rápidamente y me tumbé boca abajo a su lado rezando para que no se hubiese dado cuenta. Al ver mi reacción mi primo se empezó a reír con ganas, su risa era contagiosa y agradable de escuchar por lo que pronto estuvimos los dos riéndonos. Eso me relajó bastante y mi erección bajó bastante, por lo que me atreví a darme la vuelta y a tumbarme boca arriba.

-Joder primo, que hay confianza…- me dijo Rubén.

Confianza no sería la palabra que hubiese utilizado yo para describir lo que había entre mi primo y yo, ya que hacía unos minutos yo pensaba que a Rubén le seguía siendo indiferente.

-¿Qué?- le pregunté yo haciéndome el tonto.

-Eso- me dijo mirándome por un momento mi entrepierna- que no pasa nada, a mí también me pasa por las mañanas.

-A… ya… era por si te incomodaba.

-¿A mi?... ¿Incomodarme?- por un segundo me miró con una mirada bastante intensa que se me antojó encantadora.

-Bueno, yo qué se… ¿Tampoco es que nunca hayamos tenido demasiada relación no?

-Ya… He hablado con Nico y los dos nos arrepentimos por cómo te hemos tratado. De verdad… Así que como estamos de reconciliación hoy nos lo vamos a pasar genial.

-Si tú lo dices…- le dije un poco confuso todavía por la situación.

Rubén se levantó de la cama y así pude verle en su totalidad. Me fijé en que lo único que llevaba puesto era un pequeño pantaloncito corto que supuse que utilizaba para dormir. Me dio la espalda y se la pude contemplar. Mi primo definitivamente era un espectáculo miraras por donde lo miraras. Su espalda no era demasiado ancha, pero a cada movimiento que hacía sus músculos se marcaban e hinchaban. Bajando la vista me encontré con su culo… Vale, yo creía que los chicos no me gustaban, pero mi primo había cambiado mucho, por lo que era normal que tuviese curiosidad en descubrir esos cambios… ¿no? La cosa es que tenía un culo muy redondo y firme. De él surgían un par de piernas sin apenas vello visible, ya que lo tenía rubio. Muslos fuertes y piel morena.

Antes de salir de mi habitación cogió un cojín y me lo tiró a la cabeza.

-Ni se te ocurra volverte a dormir, si no tendré que volver.- me dijo, me guiñó un ojo y salió del cuarto.

La oferta era tentadora, solo tenía que quedarme tumbado y mi querido primo volvería a por más guerra. Sacudí la cabeza, no. No tenía que pensar así. Me miré el paquete una vez más y suspiré. Definitivamente necesitaba una ducha… y bien fría.

Cuando bajé al primer piso todos estaban ya vestidos y preparados. Mi madre me dijo que me tenía que ir un rato con ella y con mi tío a comprar algunas cosas. Me pareció una idea malísima, yo me quería quedar con mis primos. Entonces comprendí que mi madre me lo había dicho porque ella estaba acostumbrada a que con mis primos no me llevase demasiado bien. A mi madre se le veía un poco agobiada por lo que decidí que le acompañaría, no tardaríamos demasiado. Así que me despedí de mis primos y les dijimos que volveríamos en unas dos horas más o menos.

Cuando nos metimos al coche mi madre y yo, mi tío al volante, mi tío me dijo:

-Oye Iván ¿no prefieres quedarte en casa?

-No, que nos tiene que ayudar.- le dijo mi madre intentando darme una excusa.

-¿Seguro?- me miró mi tío- Nico y Rubén se quedan en casa…

-No insistas, Iván se viene con nosotros…- le dijo mi madre.

-Pero Susana… -empezó mi tío.

-Que no y punto.- le cortó mi madre.

-Esto… mamá…- le dije a mi madre.- de hecho, a mí me apetece quedarme.

Mi madre me miró sorprendida, le sonreí intentado decirle que todo estaba bien. Me debió entender porque ella también me sonrió y me guiñó un ojo.

-Está bien,- dijo mi madre- pero portaros bien.

-Gracias mamá- le dije bajándome del coche- hasta luego tío.- le dijo a mi tío despidiéndome con la mano.

Cerré la puerta del coche y mi madre y mi tío se fueron. Suspiré, esperaba pasármelo bien por fin en esa casa. Volví a entrar en casa y miré por toda la primera planta, pero no había rastro de mis primos. Por ello subí a la segunda, pero con el mismo resultado. En esas estaba cuando escuché música proveniente del piso de más arriba. Subí por las escaleras y la música me llevó hasta una puerta que estaba cerrada al final del pasillo. Sabía perfectamente lo que había ahí, el jacuzzi. Me reí, sí que sabían disfrutar los cabrones de mis primos. Abrí la puerta, lo primero que te encontrabas era una pequeña sala que se utilizaba como vestuario, al final de esta una puerta conducía a la sala donde se encontraba la piscina redonda. Al abrir la puerta te encontrabas con un muro, si girabas a la derecha y después a la izquierda entrabas en la sala del jacuzzi.

Esa entrada en “L” me dio la protección visual suficiente como para asomarme y no ser visto. Cuando vi a mis primos me quedé clavado en el sitio. Se me abrieron los ojos como platos y se me escapó un “joder” en alto. Gracias a que la música estaba bastante alta no me oyeron.

Mis dos primos estaban en la mitad de la piscina circular llena de burbujas… besándose.

Mi primer pensamiento fue el de irme, pero mis piernas no respondían y se negaban a moverse de ahí. Me resigné y me quedé medio escondido espiándolos. Vale, puede que parezca desconsiderado por mi parte… Pero joder, entendedme. Mis dos primos dándose el lote en un jacuzzi no era algo que se viese todos los días.

Nico y Rubén se besaban con pasión en la mitad de todas aquellas burbujas. Solo les sobresalía del agua los hombros y la cabeza. Los dos tenían el pelo mojado y numerosas gotas les caían por la cara. Tenían los ojos cerrados y sus bocas mantenían una peculiar lucha. El pequeño le besaba a su hermano con mucha fuerza y pasión, el mayor se dejaba hacer. Una mano emergió del agua, Rubén sacó un brazo y empezó a acariciarle el pelo a Nico.

La vista que tenía delante era algo que parecía sacado de una película, dos rubios guapos besándose en un jacuzzi… Mi polla hacía tiempo que se había puesto durísima, pero yo no le hacía caso, estaba demasiado extasiado mirándoles.

Por la posición del brazo de Rubén su bíceps se puso duro, todo su brazo estaba en tensión. Lo tenía cubierto de gotitas que resbalaban por sus músculos y su piel morena. Sus dedos jugaban con el pelo de su hermano, cada vez se besaban con más ímpetu, podía notar cómo sus lenguas chocaban con fuerza aunque no las pudiese ver. A veces se separaban ligeramente y Rubén le repasaba a su hermano los labios con su lengua. Rubén entonces empezó a besarle la cara a su hermano, se movió hacia sus orejas y ahí se aplicó con su lóbulo derecho. Nico empezó a gemir débilmente. Rubén bajó otra vez por su cara hasta llegar a su cuello, mordió y besó el fuerte cuello de su hermano. Nico miraba hacia el techo con los ojos cerrados dejándose hacer.

Rubén quiso seguir bajando, pero el agua se lo impedía, por lo que suavemente empujó a su hermano hacia uno de los bordes de la piscina. De un impulso Nico se sentó en el borde del jacuzzi, todo su cuerpo salió del agua rápidamente dejando al aire un cuerpo muy moreno y fuerte. Por fin le pude ver a Nico sin camiseta, se parecía bastante a su hermano. La misma piel morena, pero este tenía el cuerpo un poco más ancho y sus músculos aunque estaban muy trabajados no se le marcaban tanto como a Rubén. Aun así Nico era todo un bombón.

Rubén se subió a un pequeño escalón de dentro de la piscina para así alzarse más e inclinarse sobre el cuerpo de su hermano. Se volvieron a besar, Nico sentado con su hermano pequeño inclinado sobre él. Rubén fue bajando otra vez por el cuello de su hermano hasta llegar a sus pezones, pequeños y morenos en ese momento también húmedos. Rubén empezó a chuparlos suavemente, rodeándolos con la lengua, acariciándolos y envolviéndolos. Se inclinó un poco más y se metió uno en la boca, pude ver cómo los mordía y tiraba suavemente hacia atrás y luego volvía a lamerlos. Nico estaba apoyado con sus brazos detrás de su cuerpo inclinado hacia atrás. Mi primo pequeño bajó un poco más hasta los abdominales de su hermano, primero pasó la mano por ellos. Los acarició y palpó, recorría cada uno de los centímetros de sus músculos. Se volvió a inclinar y fue bajando depositando besos por toda la tripa de su hermano. Llegó a su ombligo y ahí se guio por los suaves vellos que nacían debajo del ombligo en una fina hilera que conducía hasta el inicio del bañador de Nico.

De un solo tirón Rubén le arrebató a Nico su traje de baño y lo tiró lejos de ellos. La polla de Nico quedó al aire y su hermano se relamió solo al verla. No era una polla enorme, pero sí que era bastante gruesa. Lo que sí que resaltaba era su tono tan moreno. Era una polla muy bonita en general.

-Joder Nico, cómo he echado de menos esto.- le dijo Rubén.

-Ya te digo, cómemela.

Rubén sonrió con malicia.

-¿Cómo se pide?- le dijo en tono provocador.

Nico por toda respuesta se abalanzó sobre su hermano, lo agarró de la cintura y lo besó con fuerza, casi con furia. Rubén cerró los ojos y se dejó hacer, el hermano mayor le metía la lengua al pequeño, recorriendo toda su boca. Con un movimiento un poco brusco Nico se separó de su hermano,  con firmeza le cogió la cabeza y la condujo hasta su polla.

-Come y calla enano. – le dijo Nico.

Rubén sonrió y con una mano se la cogió a su hermano. Lentamente la empezó a pajear descubriendo el glande rosado de Nico, este gemía débilmente y se mordía el labio inferior. Rubén recorrió con su mano toda la extensión de aquel aparato, subía masajeando el glande, recorriendo los bordes de la cabeza y bajaba para recorrer el tronco y masajearle los huevos a su hermano. Todo lo hacía lentamente y con mucha delicadeza.

-Joder hermanito, cómemela ya por favor…- gemía Nico.

-Eso ya es otra cosa- sonrió Rubén.

El pequeño se inclinó sobre su hermano y se metió su polla en la boca. Empezó metiéndosela entera en la boca, subía y bajaba recorriendo todo el miembro de Nico. Este le puso una mano en la cabeza para marcar el ritmo. Así siguió un rato hasta que Rubén se la sacó de la boca y la agarró con una mano por la base. Sacó la lengua y se dedicó a chupar todo lo que podía. Con la lengua le recorría el glande a su hermano centrándose en la punta, bajando por el frenillo y lamía el tronco. Así unas cuantas veces, a Nico se le veía que estaba en el séptimo cielo. Hubo un momento en el que Rubén bajó un poco más de lo normal para llegar a los huevos casi sin bello de su hermano. Con lentitud sacó la lengua y humedeció con ella los dos cargados recipientes de su hermano, se aplicaba con entusiasmo a esa tarea. Se concentró en el derecho y se lo metió en la boca, lo succionó durante unos segundos para después soltarlo. Repitió la misma operación con el izquierdo, mientras tanto con una mano pajeaba lentamente el miembro de su hermano. Subía y bajaba su mano, envolvía el glande, lo apretaba, bajaba por el tronco y se concentraba de nuevo en los huevos.

Vi como Rubén bajaba aún más y para facilitarle el trabajo Nico se tumbó en el suelo boca arriba y levantaba la pelvis lo que podía. Rubén no perdió el tiempo y le separó las nalgas a su hermano y hundió su rostro en el interior de Nico. Por la posición en la que estaban no podía apreciar qué hacía exactamente Rubén, pero me lo podía imaginar por la cara de placer de su hermano. Rubén tenía los ojos cerrados y estaba totalmente concentrado en darle placer a su hermano. Con una mano seguía pajeándolo lentamente. Nico por su parte estaba tumbado en el suelo, arqueaba la espalda cada vez más a menudo y se mordía el labio inferior de placer. Sus manos las tenía en sus pezones y se los pellizcaba y retorcía con mucha fuerza.

Nico empezó a gemir cada vez con más fuerza y en un momento su polla se puso más rígida que antes y empezó a emanar semen. Fuertes y cargados trallazos salían de la polla de mi primo mayor pringándole todo el abdomen y pecho. Incluso uno de chorros le llegó a manchar el cuello y la barbilla. Cuando terminó se dejó caer en el suelo rendido por la enorme corrida que acababa de tener. Su hermano se separó de sus nalgas y lo miró divertido. No dijo nada y se inclinó sobre el ombligo de su Nico. Rubén le miró a su hermano a los ojos, le guiñó un ojo como antes había hecho conmigo en mi habitación y comenzó a chuparle el abdomen. Con su lengua  repasaba todos los regueros de semen que cubrían a su hermano. Se aplicaba concienzudamente a la tarea de limpiar Nico, subía por sus abdominales dejándolos húmedos. Llegó a sus pezones a los cuales les propinó un par de lametazos y subió hasta la barbilla de Nico, la limpió y se abalanzó sobre la boca de su hermano. Los dos se besaban compartiendo el semen del mayor. En eso estaban cuando un reguero de semen se les resbalo entre la comisura de los labios mojándolos a los dos en pleno beso…

Había estado tan concentrado en mis primos que no me había dado cuenta de que yo estaba excitadísimo y esa última visión me hizo correrme sin remedio sin ni siquiera haberme tocado. Se me doblaron las piernas, exhalé un profundo gemido y me corrí con la ropa puesta. Notaba cómo me corría tres, cuatro… incluso cinco cañonazos de semen inundaron mis calzoncillos. No tuve más remedio me di la vuelta corrí hasta mi habitación.

Cuando llegué me metí en el baño y me quité pantalones y calzoncillos. Menudo estropicio… Los bóxer estaban llenos de semen e incluso el pantalón se había mojado un poco. Cogí un poco de papel higiénico e intenté arreglar un poco el desastre. Cuando terminé de limpiarme me cambié de ropa y me senté en la cama.

“Me acabo de correr viendo cómo mis primos se lo montan en un jacuzzi…”

Con ese pensamiento en la cabeza, sacudí la cabeza. Sonaba demasiado irreal como para ser verdad, todavía estaba muy impactado por lo que acababa de ver. ¿Cómo iba a ser capaz de mirarles a la cara otra vez a mis primos? Pero, por mucho que intentara no pensar en ello había una pregunta que me taladraba la cabeza por encima de lo demás… ¿era gay?

Primero había sido lo de Pablo y ahora esto… Podía seguir mintiéndome a mí mismo, podía seguir pensando que todo aquello solo era una reacción de mis hormonas de adolescente… O que simplemente era fruto de mi deseo sexual, que no tenía nada que ver con que mis primos fuesen chicos. Es decir, si hubiesen sido dos chicas las que hubiese visto entonces ¿me hubiese pasado lo mismo? En ese momento puse en duda mi sexualidad, y fue tal el mareo que me dio que me tuve que tumbar en la cama. ¿Estaba preparado para admitirlo? Supongo que siempre lo había sabido de alguna manera. Por miedo tal vez no lo había querido admitir, pero en ese momento lo vi tan claro que casi me asustaba. Por fin lo empecé a considerar…

Tumbado en la cama me empecé a reír. No me preguntéis el por qué, pero me entró la risa floja. Supongo que fue por toda esa tensión e incertidumbre, de pelearme conmigo mismo por una causa perdida, de intentar darme excusas baratas para no admitir lo obvio. Pasado un momento una primera lágrima bañó mi mejilla, algo en mi interior me decía que en ese momento estaba empezando un doloroso viaje y lleno de baches, el cual se iba a convertir en mi vida. ¿Me gustaban los chicos? Si así era me tenía que aceptar tal como era…  Estaba claro, y por mucho que la idea me asustase o no quisiera aceptarlo las cosas no iban a cambiar. Pero dolía pensarlo. ¿Qué iban a pensar mis amigos?  ¿Y mi familia?

El mundo no es tan fácil como para que un día digas que te gustan los chicos y la gente lo acepte así sin más. La sociedad es muy dura con este tema y por mucho que digamos que los prejuicios se han superado… no, las cosas siguen siendo demasiado complicadas. Y todavía más se me hicieron ese día a mis dieciséis años, no me comprendía yo a mí mismo. Me sentía perdido y no tenía a nadie con quien hablarlo…

Lloraba, no sabía si por pena, miedo o por qué… Pero lloraba y no podía parar.

Y así tumbado me encontró mi primo pequeño cuando entró en mi cuarto. El sobresalto fue enorme, le acababa de ver con el semen de su hermano en la boca y ahora ahí estaba, delante de mí sonriéndome como si nada hubiese pasado.

-Hombre primo, ¿no te habías ido?- me preguntó.

-Esa era la idea, pero al final me he quedado.- le dije intentando que no se me notase que me había puesto nerviosísimo y secándome las lágrimas. Si mi primo notó algo no dijo ni hizo nada.

-Pues nos podrías haber avisado, ¿llevas mucho tiempo aquí?- dijo inocentemente.

-Pues… No, hace muy poco que he venido.- mentí.

-¿Y de qué te reías tanto?- me preguntó mientras se sentaba a mi lado.

Rubén me habría oído reírme y al verme llorar lo habría atribuido al ataque de risa o solo intentaba animarme por verme con los ojos rojos.

-De nada, que me he acordado de algo gracioso…- no tenía ganas de que me siguiese preguntando, pero mi primo no había terminado.

-Pues cuéntamelo anda, así nos reímos los dos.

-Esto… - tenía que pensar en algo rápido.

Por suerte Nico entró en la habitación interrumpiéndonos.

-Acaba de llamar papá, dice que… - se interrumpió al verme la cara.- esto… ¿Todo bien Iván?

-Si claro- le dije limpiándome las últimas lágrimas que corrían por mi cara- se me ha metido algo de polvo y me pican los ojos…

Nico me miró sin creerse lo que le había dicho y luego miró a su hermano para ver si él sabía algo, pero Rubén hizo un ligero gesto negativo con la cabeza. Nico decidió dejarlo porque siguió hablando como si nada pasara.

-Dice que la tía y él se van a quedar por ahí a comer.- nos comunicó.- Además mamá no llegará hasta la noche.

-¡Bien!- gritó Rubén.- Hoy comemos  lo que nos dé la gana.

-Si, ¿tenéis hambre?- nos preguntó Nico.

-Yo acabo de comer algo, pero sigo teniendo hambre…- le dijo Rubén mirándolo fijamente.

-Tu es que siempre tienes hambre…- le dijo Nico con una mirada significativa.

-Ya ves, me gusta comer bien.- le contestó Rubén con tono chulo.

-Aquí siempre tenemos buena comida ¿no?- dijo el mayor.

-La mejor de todas.- le respondió Rubén pasándose la lengua por los labios.

Los dos hermanos se provocaban mutuamente pensando que yo no me daba cuenta de nada. La verdad es que la situación me incomodaba.

¿Iban a seguir así todo el fin de semana? No sabía si podría aguantarlo…

Ese día nos comimos unas pizzas a petición de Rubén, parece que mi tío no les dejaba comer ese tipo de cosas normalmente. Por suerte para mí el jueguecito de mis primos no duró demasiado, además ninguno volvió a preguntarme por lo de esa mañana. Lo que más agradecí fue que dejaran de provocarse el uno al otro porque pensaba que de seguir así cada vez que se dijeran algo con doble sentido me tendría que ir corriendo al baño ya que sus palabras me recordaban a lo que había visto y eso, muy a mi pesar, me hubiese excitado bastante.

Después de comer estábamos solos, así que pensamos en hacer algo divertido. Pero a Rubén le llamaron unos amigos suyos para recordarle que tenía que terminar un trabajo para el lunes. Mi primo pequeño se cagó en los antepasados de su profe de filosofía y después nos dijo que tendría que empezar a hacerlo esa tarde, ya que era bastante largo y no quería dejarlo todo para el domingo. Nico me dijo que él también tenía que aprovechar para terminar algún trabajo, así que pensamos que lo mejor sería adelantar un poco los deberes y luego a media tarde ya haríamos algo los tres.

Me fui a mi habitación y abrí mi mochila. Me había traído un par de libros por eso de que mi madre no me dijese que no estudiaba… pero no me había esperado utilizarlos. Suspiré, eso me iba a venir bien ya que no andaba muy sobrado en el curso y pronto tendríamos todos los exámenes antes de las vacaciones de navidad.

Me puse a hacer algún ejercicio de mate, pero al tercero ya lo dejé. Las mates me aburrían y de seguir así me iba a dormir. Sopesé esa idea, pero ya había dormido demasiado ese día. Finalmente se me ocurrió una idea, quería ver la nueva piscina de la casa. Además, ya que mis primos iban a tardar un poco podía nadar un rato, eso seguro que me despejaría y me ayudaría a pensar con más claridad.

Bajé al primer piso y me dirigí hacia la parte de la derecha de la casa, llegué al último salón y ahí divisé una puerta que antes no estaba. La crucé y me encontré en un pasillo rectangular con un par de puertas a la derecha, las abrí y vi que cada una daba a un pequeño vestuario. Más adelante un armario empotrado y finalmente una puerta de cristal. La abrí y no pude evitar decir: “Joder…”

Una gran sala circular blanca y azul de cristal. O por lo menos esa era la impresión que daba, el suelo era normal, pero en vez de paredes tenía una larga cristalera que rodeaba toda la estancia. En la mitad de esta se encontraba la piscina, era una larga piscina rectangular con focos en el fondo de ella. Estando ahí me di cuenta del tiempo que hacía que no nadaba en condiciones, el único problema era que no tenía ningún bañador. No tardé demasiado en solucionarlo, el armario que antes había visto en el pasillo estaba lleno de toallas y bañadores.  Me puse uno y cogí una toalla, mi ropa la dejé en uno de los vestuarios y me dirigí solo con mi bañador puesto a la piscina. La temperatura de la sala era perfecta y cuando metí un pie en la piscina comprobé que la del agua también era la adecuada. Dejé la toalla en una esquina de la piscina y la rodeé buscando el punto con más profundidad. Cuando lo encontré no lo dudé, me tiré de cabeza.

Sentir todo mi cuerpo zambullirse en el agua y luego encontrarme totalmente sumergido en ella me hizo sonreír. Salí a la superficie y empecé a nadar a buen ritmo a lo largo de la piscina. Ya pensaría, ya me comería la cabeza en otro momento. En ese instante lo único que me importaba era sentir la frescura del agua mojándome, vencer la resistencia de la piscina solo con mi cuerpo. Me desplazaba a gran velocidad por ella haciendo largos, no solía ir tan rápido normalmente, pero en ese momento necesitaba sentir todos los músculos de mi cuerpo en funcionamiento. Tenía que hacer un gran esfuerzo físico, eso seguro que me relajaría. Era mi forma de gritar de manera silenciosa, era mi forma de concienciarme de que aquello era real. Que todo lo que sentía era real y no era un sueño. Sentir todos y cada uno de mis músculos en tensión hasta el punto de que me ardían me hizo tomar conciencia de mí mismo y así conseguí dejar mi mente en blanco.

Pronto me convertí en un ser que no pensaba, solo nadaba. A un lado, llegaba al límite y me volvía impulsar por donde había venido. Así estuve mucho rato, aunque yo no me di cuenta. Mi cuerpo me decía que no podía más, pero yo no podía parar y me obligaba a seguir. Siempre hacia delante. No me daba cuenta de que estaba sobrepasando mis límites, tanto físicos como mentales.

Todo me perseguía. Mis dudas, esos besos de Hugo, sus ojos, las miradas decepcionadas de mis amigos o de mis padres… Tenía que escapar de todo aquello y literalmente eso hacía. Nadaba como si algo terrible me persiguiera y no me dejase respiro alguno.

Tan concentrado estaba que no me di cuenta de que alguien había entrado en la sala y me miraba desde fuera de la piscina. Supongo que como veía que yo no le hacía caso fue él quien me habló.

-Casi te confundo con un pez primo.

Terminé de nadar ese largo y alcé la cabeza. Ahí estaba Nico mirándome con interés y con una pizca de preocupación en la mirada.

Cuando paré bastantes cosas sucedieron a la vez.

Sentí el frío del agua contra mis músculos que en ese momento estaban ardiendo. Mi cuerpo me empezó a quemar y perdí toda la fuerza que tenía con mi última exhalación. Mis músculos no me respondían y no podía seguir manteniéndome  a flote. Era como si alguien me hubiese prendido fuego y mi mente se empezó a nublar. Me había sobrepasado y eso me estaba pasando factura de golpe. Por desgracia me encontraba en la zona de la piscina donde más profundidad había. Más de tres metros de profundidad que me engullían como una oscura aspiradora.

Me hundía, y no podía hacer nada. Casi creía poder ver un chico moreno de ojos azules que me miraba divertido, sus ojos azules me taladraban desde fuera y él se reía. Sus labios me decían: “Te lo dije, yo tenía razón”.

Se me nubló la vista y lo próximo que recuerdo fue el verme a mi mismo hundiéndome en la piscina sin poder salir a la superficie. Miré hacia arriba y lo único que veía era agua rodeándome. Creo recordar escucharle a mi primo llamarme y entonces fue cuando perdí la consciencia.

Cuando al fin recuperé parte de conciencia… no hubiese sabido explicarlo. Estaba flotando, no existía ni arriba ni abajo para mí. Solo flotaba en medio de la nada, me sentía liviano y era feliz. No podía parar de sonreír. Ni siquiera sabía cómo me llamaba ni quién era, pero era feliz. En mi cabeza no existían preocupaciones. Seguí así lo que a mí me pareció mucho tiempo, solo era consciente de que respiraba y poco más.

De pronto a mis oídos llegaron sonidos, al principio no les hice caso. No quería que nada me molestase en ese momento. Pero se fueron volviendo cada vez más fuertes y hubo un momento en el que no podía ignorarlos.

No entendía nada de lo que escuchaba.

Alguien gritaba.

Sí, ese alguien parecía muy preocupado.

De repente escuché una palabra suelta que me llamó la atención.

“Iván”

Vaya… ¿De qué me sonaba esa palabra?

No lograba acordarme de nada, pero esa palabra parecía importante. El que gritaba no paraba de repetirla.

Empecé a preguntarme quién podía estar montando tanto alboroto, me enfadé con esa persona. Con lo bien que estaba yo ahí tenía que venir alguien a gritar…

Aquella calma aparente se rompió en unos segundos.

Los gritos pasaron a ser mucho más cercanos. Mi cuerpo empezó a dar vueltas. Empecé a sentir cosas.

Algo me apretaba el pecho, una y otra vez. Mi boca se llenó de algo líquido y no pude hacer otra cosa que escupirlo.

Noté algo frío en mi espalda, como si me hubiesen pegado a una pared de hielo.

“¡Iván! ¡Joder Iván!”

Los gritos se acercaban.

“¡Iván!”

Parecía que eso de “Iván” era importante, y yo cada vez estaba más incómodo. No paraba de salirme algo líquido de la boca y algo me seguía apretando el pecho. A lo mejor si yo ayudaba al que gritaba mis problemas cesarían…

Así de manera decidida yo también grité:

“¡Iván!”

Abrí los ojos.

De lo primero que me di cuenta fue de la luz. Había demasiada luz en aquel sitio y me quemaba los ojos. Los entrecerré intentando ver algo a través de ese foco cegador. Pronto a través de esa luz fui capaz de ir distinguiendo figuras. Al principio no eran más que borrones negros, pero luego se fueron perfilando y tomando formas diferentes. La más grande de todas, la que más cerca tenía tomó la forma de un chico de unos dieciocho años. El chico era rubio y sus ojos azules me miraban preocupados. Su boca se movía pero no lograba escuchar nada.

No me preguntéis por qué, pero en lo único en lo que pensé en ese momento fue en lo bonita que tenía la boca ese chico.

Y finalmente recordé.

Fue como un torbellino que me inundó la cabeza por completo y me revolvió desde dentro. Imágenes inconexas me inundaban la mente…

Mis padres, mis amigos, mi colegio, mis profesores… Todos pasaron uno por uno como si de fotografías se tratasen por mi mente. El viaje a Italia, la vuelta al colegio, Hugo, la salida al monte, el beso, la casa de mi tío, un jacuzzi con dos rubios liándose en él, yo hundiéndome…

Me incorporé de golpe, (hasta ese momento no me había dado cuenta de que estaba tumbado) y empecé a toser.

Nico se sentó a mi lado y me puso una mano en el hombro. Parecía más tranquilo que antes.

-Joder Iván, qué susto me has dado.

Le miré mientras tosía, estaba vestido y tenía toda la ropa mojada. Se había tirado a la piscina en cuanto yo me había empezado a hundir.

-Lo siento…- conseguí articular mientras seguía tosiendo.

-Relájate,- me dijo Nico- si sigues así solo vas a conseguir vomitar.

Con la mano que tenía en mi hombro me empujó suavemente para que me tumbase otra vez.

-Respira hondo ¿vale?- me recomendó.

Y eso hice,  poco a poco me fui sintiendo mejor. Paré de toser y me tranquilicé. Sentía el cuerpo destrozado, como si me hubiese pasado una apisonadora por encima. La garganta me escocía y la vista la tenía todavía ligeramente nublada. Cerré los ojos, y así tumbado me quedé medio dormido. La voz de Nico me sacó de mi estupor.

-Tienes suerte de que mi padre me obligara a asistir a un curso de primeros auxilios hace poco…

No abrí los ojos, pero sonreí.  Los párpados me pesaban, igual que todos los músculos de mi cuerpo.

-Estás vestido- comenté.

-No me he parado a pensar en quitarme la ropa…- me dijo  Nico.

-¿Llevas el móvil?- le dije lentamente.

Nico estuvo callado un momento y como tenía los ojos cerrados no vi qué pasaba. De pronto le escuché a mi primo reírse.

-¡Que cabrón!- dijo Nico todavía riéndose.- A la mierda el iPhone, mi padre me mata.

Por su tono de voz no parecía que le importase demasiado.

Noté cómo Nico se tumbaba a mi lado, así nos quedamos en silencio un rato.

-¿Ha sido un sobresfuerzo no?- me preguntó mi primo.

Yo solo asentí con la cabeza.

-Ya se te ve, tienes todo el cuerpo todavía en tensión.

Alcé una ceja, ¿en tensión? Yo lo notaba bastante relajado, casi no me sentía las piernas.

De pronto noté una mano en mi estómago.

-Tienes la tripa durísima todavía.- me dijo Nico.

Como no se me ocurría nada inteligente que contestarle me quedé callado.

Nico me empezó a palpar ligeramente la tripa, pasaba sus dedos por debajo de mi ombligo y ejercía una pequeña presión, como comprobando su dureza. Me masajeó suavemente esa zona, peligrosamente cerca de la goma de mi bañador.

Yo seguía callado y con los ojos cerrados. Solo le dejaba hacer.

Siguió masajeando esa zona, solo me tocaba con la yema de sus dedos. Recorría toda la zona baja de mi abdomen de un lado a otro. Hubo un momento en el que se centró un la fina hilera de bellos que me nacía en el ombligo y se perdía en el bañador. Subió y bajó por ella varias veces. Me hacía cosquillas y sonreí. Eso parece que le dio pie a que siguiera sobándome.

Me masajeó lentamente el ombligo y después siguió subiendo. Llegó a mis abdominales, al principio solo me los masajeó por encima. Cuando cogió confianza empezó a hacer más presión sobre mi cuerpo. Recorría cada centímetro de mi musculatura abdominal, me recorría el borde de mis marcados músculos para después apretarlos suavemente. Así siguió un buen rato.

Yo en ese momento estaba en la gloria, me sentía destrozado por el cansancio. Aun así las manos de mi primo me provocaban una sensación muy placentera, me recorrían mi cuerpo lentamente. Conseguía que me estremeciese cada vez que me apretaba mis abdominales. Ya para entonces yo tenía la espalda ligeramente arqueada. No era totalmente consciente de mis actos, estaba sumido en un estado a mitad del sueño y el estar despierto.

Como tenía los ojos cerrados no veía nada, no podía verle a mi primo. Solo estaba sumido en un mar de sensaciones placenteras. Una mano que transportaba muy lejos de allí, a un lugar donde todo era felicidad. Esa mano se movía por mi cuerpo. Subía hasta mis pezones y los rozaba. Estos los tenía ya hace tiempo muy duros. Con el tiempo esa mano tomó confianza y no sólo me los rozaba, sino que me pellizcaba suavemente los pezones. Me recorría todo mi pecho y volvía a bajar para perderse entre mis abdominales.

Una de esas veces en las que subía por mi pecho siguió subiendo hasta mi cuello. Me lo masajeó lentamente rodeándolo casi con cariño, siguió en su ascenso por mi barbilla y se instaló en mis labios. Con un dedo me recorría el borde de mis labios, yo ya sin pensar (hacía rato que ya no pensaba en nada) abrí la boca ligeramente. Ese dedo lo comprendió y pasó a explorar una zona de mis labios más escondida. Yo en una de estas junté mis labios e hice presión con ello, como si se tratase de un amago de un beso. El dedo dejó mis labios y toda una mano apareció en mis mejillas para  acariciarlas.

Me estaba acariciando las mejillas cuando noté cómo una segunda mano se acomodaba en mi pecho, esta me empezó a pellizcar los pezones y…

¡¿Una tercera?!

Quise abrir los ojos, pero los parpados me pesaban demasiado. Iba a decir algo cuando una de las manos me pellizcó de nuevo los pezones y esta vez arqueé la espalda y me mordí el labio inferior. Se me olvidó lo que estaba a punto de decir. La única explicación era que, o mi primo era muy raro, o allí había una tercera persona.

Rubén.

Solo había otra persona en casa y ese era él. Iba a preguntárselo cuando algo me tapó la boca. Algo me presionaba los labios, algo suave. Tardé unos instantes en darme cuenta de que alguien me estaba besando. No me paré a pensar si estaba besando a un chico o a quién… Sólo sabía que esos labios me darían el placer que estaba buscando. Así que yo también me entregué al beso. Apreté sus labios contra los míos. Poco a poco fui abriendo la boca y aprisionaba sus labios con los míos. Los aprisionaba para luego morderlos con suavidad, esos labios reaccionaron y una lengua se introdujo en mi boca. Me recorría toda mi cavidad bucal e investigaba mi interior. No me quise quedar atrás así que con mi lengua palpé el interior de aquella boca.

Nuestras lenguas chocaban y mantenían una enzarzada lucha en la que el único trofeo era el placer. La envolvía con la mía propia o la dejaba hacer a ella, de cualquier manera el placer que me inducía aquella lengua no se podía expresar con palabras. De pronto noté que lo que recorría mis abdominales había dejado de ser una mano. Los dedos de esa mano se habían vuelto blandos y más suaves que antes. No sólo eso ahora estaban más calientes… Esos dedos se habían convertido en unos labios que recorrían mi cuerpo.

Esa boca me besaba cada músculo al que tenía alcance, me recorría los abdominales para subir por mi pecho y meterse mis pezones en la boca. Ahí notaba cómo una lengua los lamía y envolvía. Esa boca subía hasta mi cuello para depositar en él infinitos besos y ligeros mordiscos.

Seguía besando apasionadamente a una boca mientras otra me daba placer recorriendo mi cuerpo. Era la primera vez en mi vida que sentía tantas cosas a la vez, el gozo me invadía y recorría el cuerpo. Yo me había convertido en un ser que sólo disfrutaba y besaba. Mi conciencia se fue perdiendo entre esas sensaciones y poco a poco me fui quedando dormido.

Por ello casi no escuché la voz de Nico que me susurraba.

-Demasiadas emociones por un día supongo…- me decía su voz cálida.- Ahora descansa.

Noté cómo unos fuertes brazos me alzaban y me transportaban hacia algún lugar. A mí me daba igual a dónde ir, me sentía a gusto y seguro en ellos. Solo quería descansar en ellos y no despertarme nunca.

Volví un poco en mí cuando sentí cómo me depositaban en un lugar blando y cómodo, probablemente una cama. Alguien me quitó el bañador que llevaba y me secó suavemente con una toalla. Sentí que el frío se apoderaba de mi cuerpo, pero en seguida una tela suave me arropó el cuerpo. Me habían puesto un pantalón y una camiseta. Me dejaron de nuevo sobre la cama y noté cómo unas mantas me tapaban y ahí me quedé.

Finalmente me dormí con una sonrisa en los labios.


Muchísimas gracias por leerme. Al principio pensaba hacer solo un relato sobre esto, pero al final he visto que si no lo separaba en dos me iba a quedar demasiado largo. Os animo a comentar lo que queráis,  gracias otra vez!