Viaje muy caliente (1)

Durante un viaje con tres amigas más, decido ponerle los cuernos a mi marido con todo tío que se ponga por delante y la verdad, resultó de lo más divertido.

1ª Parte: ¿Se enfadarán con la idea?

Puede que resulte increíble pero es cierto, nunca me han gustado las mujeres, los hombres sí, a más no poder, hasta extremos insospechados, pero nunca me atrajo la idea de estar también con una mujer. Conforme vayáis leyendo el relato os daréis cuenta de lo que quiero decir con ese "estar también con una mujer".

Fue una idea fugaz que surgió como una de esas tonterías que se dicen mientras dos amigas conversan tomando un café. La idea era que si nos habíamos imaginado las dos con un par de amigas más por ahí, en un viaje las cuatro solas, sin maridos por medio y pasarlo bien de fiesta en fiesta, tonteando como lo hacíamos cuando teníamos 18 años. La cuestión es que la cosa fue tomando forma y nos lo propusimos, el problemas para algunas iba a ser el evidente, el marido. La cuestión es que se lo propusimos a Laura y Verónica y les pareció una muy buena idea.

La verdad es que convencer a los maridos no costó trabajo; sabían que éramos amigas de toda la vida y que íbamos a cuidar las unas de las otras, así que desde ese punto de vista no había problemas. El problema era el por qué las cuatro solas y sin maridos; cada una utilizó la versión que más les fuera convincente: la mía fue que necesitaba un descanso y que él no podía coger las vacaciones justo cuando nos queríamos ir nosotras. Era cuestión de espacios, la típica excusa:

Cariño, sabes que te quiero como a nada en este mundo pero sabes que podemos agobiarnos el uno al otro. Debes entender que necesito mi espacio y tú el tuyo.

Ya lo sé cielo, y confío en ti. Pero sabes que me da miedo que vayas sola por ahí.

No voy sola, vamos Laura, Vero, Carol y yo. Sabremos cuidarnos las unas de las otras.

La verdad es que no es cuestión de que te de o no permiso. Haz lo que quieras. Lo entiendo. Aprovecharé esa semana para terminar unos trabajos atrasados.

Como veis no me costó ningún trabajo convencerlo y cuando llegó la noche supe recompensarle. Lo esperé como todas las noches en la cama tapada hasta el cuello para que no se percatase de mi ropa interior. Cuando se acostó me destapé y dejé al descubierto la lencería que me había comprado aquella tarde. Se trataba de un sujetador a juego con el tanguita rojo y medias a medio muslo. Le encantó verlo y no dudé en subirme sobre él y juguetear con sus labios y con todo su cuerpo en general. Ese día se había portado muy bien no enfadándose por lo de mi viaje, así que se merecía un premio; y qué mejor premio que una noche dedicada solo a él en cuerpo y … en cuerpo, sobre todo en cuerpo. Estuve rozándome contra su cuerpo lo más sensual que pude, sintiéndome observada durante todo el proceso, no despegaba ojo de mí y sus manos se deslizaban de mis piernas a mis hombros sin dejar de relamerse los labios.

Cuado logré desnudarlo completamente relamí cada centímetro de su cuerpo sin mencionar que me detuve en su dura y erecta polla para darle tal placer que no dudó en correrse en mi boca y hacer que me tragara todo aquel baño de semen sin haberme quitado siquiera una media. Lo tragué todo mientras miraba con cara de satisfacción a sus ojos cada vez que me la introducía en mi boca para no dejar escapar nada de aquella leche que me resultó deliciosa.

Uf, lo siento nena, pero es que me lo has hecho como nunca.

A mi también cielo, a mi también.

Terminé de limpiársela con mi boca y me dirigí al servicio. Cuando volví para continuar (porque mi intención era continuar) se había quedado dormido y yo… pues a dos velas, porque aunque me encante mamarla, también me gusta que a mi me hagan algo, y a quien no?.

La cuestión es que acabé jugando con mis deditos en mi coño, sentada en el butacón del salón mientras veía una porno. Las escenas me producían excitación, ver como aquellos hombres deseaban a esas mujeres, como se la clavaban mientras les decían las perrerías más gordas que yo había escuchado en mi vida, me encantaba pensar que me lo decían a mí. Mi coño se inundaba por momentos, cada vez más mojada y cada vez con más ganas de que llegara ese tremendo orgasmo. La cuestión es que los tíos eran unos cerdos y aquello me gustaba más y más, y no el recatado que se me había quedado dormido en la cama. Se la tenía guardada y sin saberlo me iba a vengar, y esperaba disfrutar mucho de esa venganza. Llegó el momento en que la criada enseñaba su enorme culo al señor de la casa y éste le metía la tremenda polla por el culo y ahhhhhhh si, si, si…:

Uf que no daría yo por que ese me la metiera a mí joder – decía mientras me llegaba ese tan deseado momento de placer.

2ª Parte: Primer día del viaje

Eran las 3 de la tarde, momento en que nuestro vuelo despegaba. Las cuatro nos miramos y comenzamos a reírnos. Durante al menos una semana íbamos a dedicarnos a nosotras mismas, a pasarlo bien y a disfrutar como hacía años que no lo hacíamos. No es que fuéramos muy mayores, pero a nuestros 27 años apetecía volver a revivir aquellos momentos es los que hacías lo que te venía en gana sin pensar en las consecuencias y sobre todo sin pensar en la hora de llegada a casa, era lo mejor jajajaja.

El momento de llegada al hotel fue muy divertido, el recepcionista era un chico joven (más o menos de nuestra edad) y cuando nos vio aparecer se le pusieron los ojos como platos.

Tienen alguna reserva hechas las señoritas?

Sí – y les dimos nuestros nombres y dni.

De vacaciones no?

Pues sí, a pasar unos días divertidos – dijo Carol.

Si necesitan algo no duden en preguntar por Luis, de recepción, ok? – dijo acompañado de un guiño.

No lo dudaremos – dije yo desde atrás mientras las cuatros comenzamos a reír al unísono.

Ya teníamos la primera de nuestras víctimas por si "necesitábamos" algo como nos había dicho aquel chaval.

Subimos a las habitaciones y nos dimos una ducha, nos cambiamos de ropa y salimos a cenar. La verdad es que nos habíamos dejado llevar por aquellos años de juventud y no dudamos en llevarnos (a escondidas) nuestras prendas de "al ataque" como la llamábamos entre nosotras. Íbamos bien ceñidas y yo particularmente no me había cortado un pelo en ponerme la minifalda más corta que había encontrado en mi maleta. Para ser más exactas llevaba un falda muy muy corta vaquera, camiseta negra ceñida con escote de pico y con la tripa un poco al aire, sandalias de tacón negras y el pelo suelto y rizado; Carol iba con unos vaqueros ajustados piratas, camiseta blanca bastante transparente y sandalias de tacón blancas; Vero llevaba una falda un poco más larga que yo pero en negra y camiseta negra (era más recatada) y zapatos de tacón negros y Laura llevaba piratas marrones y palabra de honor del mismo color con unos estampados y zapatos marrones.

El salir del hotel fue poco disimulado, todos los allí presentes se nos quedaron mirando como salíamos contoneando las caderas, sabiendo que éramos observadas y que aquellas miradas (o al menos la mayoría de ellas) nos devoraban con las miradas. Hay que aprovechar el verano para vestir lo más ligera posible y no pasar calor no?. Carol se dirigió al mostrador de recepción para darles las llaves a nuestro "amigo" el cual no había sido menos y no dejó de mirarnos y cuando ésta llegó le dijo:

Te las dejo para que seas tú quien nos las devuelva después ok?

Claro, con mucho gusto, estaré… digo, aquí estarán.

Bueno, entonces hasta luego.

Que lo pasen bien.

La noche resultó divertida, cenando y riendo, conversando acerca de lo bien que lo íbamos a pasar y de las ganas que teníamos de salir de marcha. Le preguntamos al camarero si había cerca alguna discoteca para no tener que desplazarnos mucho de donde se encontraba el hotel. Nos indicó que tres calles más para atrás estaba una de las más conocidas del lugar y que tenía muy buen ambiente. Pedimos la cuenta y nos dirigimos hacia allí. La verdad es que estaba repleta la estrada y creímos que íbamos a tardar una infinidad para entrar, pero no fue así; en cuestión de 10 minutos nos encontramos a dos tíos como dos armarios empotrados en la puerta decidiendo quién entraba y quien no. Sin cambiar la expresión de sus caras nos indicaron que entráramos y así lo hicimos. Allí había muchísima gente, pero no era el típico tugurio en el que no te puedes ni menear. El paso estaba alejadito de la pista y daba opción a moverse por allí sin apenas dar empujones, eso sí, dejándote ir descubriendo cada cuerpazo y cada uno que no os quiero ni contar. La cuestión es que conseguimos situarnos en una de las barras centrales y pedirle a la chica de la barra las bebidas. Al principio nos quedamos observando todo aquello, era enorme y muy bien ambientado. Cuando terminamos nuestras copas decidimos salir a bailar a la pista. Estaba bastante llena pero conseguimos situarnos las cuatro juntas y comenzamos a pasarlo bien. Bailábamos sin parar y muchos de los hombres que por allí pasaban se nos quedaban mirando. Muchos de ellos se paraban y bailaban con nosotras durante un rato intentando pillar cacho, pero cuando veían que no íbamos más allá que de bailar y pegarnos un poco a ellos, decían que les estaban esperando.

Fue en un momento de la noche cuando comenzó aquello a caldearse; noto como alguien baila justo detrás de mí. Mi reacción fue mirar hacia atrás cuando noto que se roza dos veces contra mí. Cuando me vuelvo para seguir con mis amigas y buscar la mirada cómplice de mis amigas, siento que me dan dos golpecitos en el hombro:

Perdona, pero parece que te ha molestado que baile aquí.

No, para nada, al contrario – uf, no sabía lo que contestarle y me parece que la respuesta no fue la más adecuada, había perdido mucha práctica.

Entonces te gusta que baile aquí? – me preguntó mientras me miraba de arriba abajo.

Tampoco es eso, es que… - y fue cuando me puse a reír y ya comencé a ser yo misma – lo siento, no tenía la intención de decir nada de lo que he dicho, puedes bailar donde quieras, de verdad.

Entonces quiero bailar aquí, no te importa no?

No, de veras que no.

Cuando me giré para seguir con mis amigas éstas me miraron con caras de decir que estaba haciendo que no hablaba con él. Para hablarnos debíamos acercarnos al oído y los comentarios entre nosotras fueron:

Pero has visto lo bueno que está?

La verdad es que está tremendo, a este en una noche le hacía yo lo que no se deja el mío jajaja.

Bueno chicas, dejemos pasar la noche y a ver que pasa, y tú Lucy, no seas tonta, si se interesa, ya sabes lo que tienes que hacer eh?

Eso ni lo dudéis chicas jajaja.

Sabía que lo tenía justo detrás de mí y no dudaba en que no dejaba de mirarme (sobre todo porque Carol, que estaba enfrente de mi y lo tenía a la vista me lo iba indicando) así que yo me contoneaba más y más sugerente eran mis bailes. Mis movimientos de caderas iban y venías, subiendo mis brazos para levantar mi pelo de los hombros y que me diera el aire en el cuello, hacía calor pero era soportable.

La cuestión es que a los dos minutos noto que alguien me habla al oído:

Bailas conmigo un poquito? – cuando me dijo esto mis tres amigas me miraron y supieron lo que me había pedido y con la mirada me lo dijeron todo "no seas tonta y hazlo".

Claro – le dije con la más pícara de mis sonrisas mientras me giraba y me disponía frente a él.

Era un tipo bastante alto (por lo menos 1,85) aunque para mi 1,65 cualquiera puede parecer más alto jajaja. Tenía el pelo castaño oscuro y unos ojos verdes muy bonitos. Llevaba una perilla muy bien recortada e iba vestido con unos vaqueros claros y camisa verde. Era de lo más atractivo y me encantó, calculé que tendría unos 40 años. Mientras bailábamos me cogía de la cintura dejando resbalar sus manos hasta mis caderas rozando con sus dedos mi culito respingón. Yo notaba las miradas de mis amigas clavadas en mi nuca (o en aquél tío) y sabía que eran mis cómplices. La cuestión es que yo ya sabía que aquella noche iba a tener aquello que no me había dado mi marido hacía varias noches.

Al principio me fijaba mucho en los pasos de baile que daba, en qué venía mejor hacer, pero conforme me acariciaba y deslizaba sus manos insinuantes me dejaba llevar sin tener en cuenta nada más: si miraban mis amigas, si nos miraba el resto de personas, me daba igual todo. Disfrutaba de cada movimiento, de cada roce contra aquél hombre del que ni siquiera sabía su nombre, de cada contoneo de mi cuerpo. Fue cuando Carol se dio cuenta de que aquella noche yo no dormía en el hotel; se acercó sin intentar molestar y me dijo que se iban para otro lado, no querían que me sintiera cohibida por ellas (que ilusas). Estuvimos así durante un rato hasta que ocurrió lo que no hubiera pensado en ningún momento: apareció una mujer muy atractiva. Rondaría los 38 años, alta, con el pelo largo y cobrizo, ojos verdes y un cuerpo bastante bien cuidado. Iba vestida con unos vaqueros ajustados y camisa blanca semitransparente.

Perdonad, no quisiera molestar, pero es que me tienes muy abandonada.

Yo me quedé a cuadros, no sabía que pensar: será una mujer con la que había ligado aquella noche, su novia, ¡su mujer!:

Perdona querida, es que me deslumbré con la belleza de

Lucía, me llamo Lucía – no acerté a decir nada más.

con la belleza de Lucía y no pude evitar distraerme con ella.

Y no nos vas a presentar? – dijo ella (de muy buenas maneras, por cierto)

Yo me lo veía venir y pensaba que aquella mujer me iba a decir lo típico: nena, este es mi marido y sólo me toca a mi, lo que solemos decir las mujeres cuando vemos que nuestro marido está embelesado con otra.

Bueno, ella es Lucía y ellas el Lidia, mi mujer.

Lo siento de verdad, no sabía que estabas casado – dije excusándome por mi comportamiento.

Tranquila nena, por lo menos dame dos besos.

Aquello sí que me descolocó. No sólo no se había enfadado sino que encima era cortés. De qué iba todo eso?. En un rato lo averiguaría, pero de momento ambos se dieron cuenta del apuro por el que yo estaba pasando al no saber de que iba todo aquello e insistieron en ir a tomar algo a una zona de aquella sala que era mucho más tranquila. Sin dudarlo acepté, necesitaba aclararlo todo, aún con aquel comportamiento quería disculparme ante esa mujer que había sido tan comprensiva con su marido y, como no, conmigo.

Nos sentamos en unos sillones que había en un apartado de la discoteca los cuales eran muy bajos y tuve que hacer equilibrios para no dejar al descubierto el minúsculo tanga que llevaba puesto. Me senté en medio de ambos. Cada uno con nuestra copa en la mano comenzamos una conversación un tanto extraña:

No eres de por aquí verdad Lucy – preguntó Lidia.

No, soy malagueña, se nota en el habla verdad?

Jajaja, es que además de guapa es graciosa – dijo aquel hombre, del cual seguía sin saber su nombre.

Perdona que sea tan directa Lidia, pero no te importa que…como te llamas?

Vaya, es verdad, os presento yo y aún no sabes mi nombre, soy Lucas, perdona pro el despiste.

Pues eso, lo que te decía, no te importa que Lucas baile con otras mujeres?, no sé es extraño… no sé como explicarme, pero estoy segura de que tú me entiendes.

Verás cielo, somos una pareja muy liberal y cuando salimos, él va por un lado y yo por otro, intentamos pasarlo bien cada uno por nuestro lado, pero esta noche no he encontrado nada interesante y fue cuando llegué a donde estabais bailando vosotros.

Entonces, no me tengo que disculpar por nada, no?

Por nada Lucy, sólo por no haber venido antes por aquí jajajaja – dijo Lucas entre risas y dándome una palmadita en el muslo.

Notaba como su mirada se iba de mis piernas a mi pecho y de éste a mis piernas. Lo que me llamó más la atención fue que Lidia no se cortaba en hacer lo mismo, mirándome de arriba abajo, sin cortarse un pelo. Durante un buen rato estuvimos hablando de a lo que nos dedicábamos. Les conté como era un día cualquiera en mi vida. Me sentía observada y aquello me empezaba a gustar. Comenzamos a coger confianza en la conversación, aquello cada vez era más extraño, pero a la vez sentía que mi comportamiento resultaba de lo más natural y que deseaba dejarme llevar por aquellos dos desconocidos que no dejaban de tocar mis piernas cada vez que decía algo gracioso. Las palmaditas cada vez eran menos rápidas y se fueron convirtiendo en caricias que subían de mis rodillas a mis muslos. Yo comencé a darme cuenta de aquel juego y cada vez me gustaba más. En un principio jugaban ellos dos conmigo, pero ya era hora de comenzar a jugar también, así que comencé a utilizar aquellas miradas que me gustan tanto. Sobre todo intentaba seducir a Lucas, ya que mis preferencias sexuales siempre han sido los hombres.

Supongo que ya lo tenían planeado: esa noche su presa iba a ser yo y la verdad, ni estaban dispuestos a dejarme escapar ni yo tenía la menor intención de escapar.

Bueno Lucy, yo voy al baño, ahora vuelvo, no me lo dejes solo eh? – me dijo acabando con una caricia en mis piernas.

Tranquila, te lo cuidaré bien – de dije entre cortada y picarona.

Estoy segura.

No había terminado de irse cuando Lucas se acercó más a mí, plantó una de sus manos en mi muslo (demasiado arriba para ser un simple apoyo) y con el otro brazo me rodeó.

Bueno, ahora que estamos solos – me dijo mientras deslizaba su mano por mi pierna cada vez subiendo más y mirando sus movimientos – debo decirte que estás realmente rica y estoy deseando meterte mano.

Pues ya somos dos, me encantaría que lo hicieras, y lo estoy deseando desde hace rato.

Entonces… - y comenzó a besarme restregando mi pierna hasta llegar a mi coño pero por encima de mi tanguita.

Metía su lengua hasta casi mi campanilla mientras que con la mano que rodeaba mis hombros me empujaba la cabeza para hacerlo con más fuerzas aún. Me encantó aquello, sabía que había gente que desde otros sillones podían vernos, pero todos estaban a lo suyo, todos se besabas y metían mano, se entretenían en magrearse y tocarse por debajo de la ropa. Fue un subidón ser magreada y besada por un completo desconocido, a la vista de los demás y mientras esperábamos a su mujer.

Aja, veo que habéis esperado a que yo me fuera para comenzar eh? – dijo Lidia con los brazos en jarra y con tono burlón.

Lo siento cielo, sabes que la estoy deseando desde hace rato, no hemos podido evitarlo.

Lo siento Lidia – dije de nuevo excusándome.

Jajaja, eso es lo que más me gusta de ti chiqui, eres muy inocente aún.

Otra vez creí que se había molestado y lo cierto es que ella había utilizado la excusa del baño para darle pie a su marido y comenzar lo que se iba a convertir en una de las noches más calientes y morbosas de mi vida.

Entonces sigamos – y me agarró y continuó con los morreos y el sobeteo mientras su señora se disponía a sentarse a mi izquierda.

Eso es chiqui, hazlo disfrutar, demuéstrale lo calentita que estás, yo voy a comprobarlo ahora mismo – me decía al oído desde atrás mientras noté como una mano se colaba por detrás debajo de mi falda.

Comenzó a rozar sus dedos por encima de mi tanguita notando lo húmedo que estaba.

Ups, realmente estás excitada, vamos darle a la gente lo que le gusta.

Así que empezó a meter uno de sus dedos por debajo de mi tanga y a rozarlo por todo mi coño empapado. Mientras Lucas me besaba cada vez más excitado y subiendo su mano hasta mis tetas, tocándolas una y otra vez cada vez con más fuerza. Mientras yo gemía entre los labios y la lengua de aquel tipo que tenía la polla como una piedra, cosa que pude comprobar cuando no dudé en dirigir mi mano hacia su entrepierna y uffffffff aquello iba a estallar. Lidia no perdía tiempo y entre restregón y restregón metió uno de sus dedos dentro de mi coño y mmmm aquello hizo que diera un sobresalto de placer. Mi instinto hacía que contonease mis caderas cada vez más sin perder ni un momento detalle de cada cosa que me decía al oído:

Eso es nena, eso es, mira como le gustan tus tetas, lo tienes a mil, está disfrutando como nunca. Estoy segura de que esa 100 de tetas trae loco a más de uno, verdad zorrita?

Aquella palabra fue mágica. Parecía que ambos conocían mis preferencias, que me leían la mente y yo me encontraba como en una de esas películas porno que tanto me gustan o como en uno de mis sueños más eróticos. Notaba como metía ahora dos dedos en mi humedecido coño y cómo ahora sí que había gente que nos observaba. Por allí se veían muchas cosas, pero yo no había visto un trío a la vista de todo el mundo y me pareció que éramos el entretenimiento de todos ellos, pero me gustaba, me sentía como una actriz porno. Sé que aquella mujer me deseaba tanto como aquel tío.

Bésala a ella – acertó a decir Lucas un momento después de dejarme tomar aire – quiero veros besaros, hazlo cielo, por favor.

Si es lo que quieres lo haré.

No dudé en girarme lentamente para que Lidia sacara los dedos de mi chocho empapado y comenzar a relamer sus labios. Ahora sí que nos miraban, ya ni siquiera disimulaban para hacerlo, estaban embobados y sobre todo Lucas. Crucé mis piernas al lado contrario para que nuestro espectador número uno no encontrara dificultades en levantar mi falda por detrás y dar un cachete a mi culo.

Eso es, dámelo que quiero ver lo cachonda que estás.

No quieres ver si yo estoy mojada? – me dijo Lidia.

Yo nunca había estado con una mujer hasta el momento y no sabía si aquello me iba a resultar agradable. Durante un momento dudé qué hacer, pero una vez llegado a ese punto opté por desabrochar su pantalón y darme cuenta que era el único obstáculo que me iba a encontrar: no llevaba ropa interior y pude deslizar mi mano sin ningún impedimento. Logré llegar a ese coño que desprendía un calor inmenso y sí, estaba empapada. Mientras hacía mis averiguaciones sobre lo cachonda que estaba aquella mujer comenzamos a besarnos jugueteando con las lenguas, rodeando la una con la otra mientras ella no dudaba en apretar mis tetas que casi salían ya del escote. Lucas aprovechaba para observar y mientras desde atrás humedecer sus dedos con mis flujos para después meterlos por mi culo y ufffffff no esperaba eso y me encantó. No pude evitar comenzar a gemir y a olvidarme de donde nos encontrábamos.

Ssssss cielo, contrólate.

Ah, ah, ah, no puedo – decía entre gemidos, lamidas a los labios de aquella tía y sacudidas en mi culo de aquellos dos dedos que había introducido Lucas.

Estás muy cachonda eh? que puta eres, me encanta y a Lucas ya ni te cuento, ha sabido elegir – dijo Lidia, y seguidamente empezó a morrearme como lo había hecho antes su marido.

Aquello me estaba llevando al éxtasis, disfrutaba como una verdadera guarra, jamás había sentido aquello, no era solo estar caliente, era algo más que no sé ni describir con palabras.

Vamos a irnos, tengo la polla que no aguanta más y me la follo aquí mismo o nos vamos ya.

Pues nos vamos cielo, demasiado bien lo están pasando ya a nuestra costa, verdad chiqui?

Donde vamos?

Tenemos alquilado un piso aquí al lado, no tardaremos en llegar.

Y así fue, en cuestión de dos cinco minutos nos encontramos en la puerta de su apartamento. Durante el trayecto, mientras Lidia conducía, Lucas aprovechó para sentarse detrás de mí y hacerme entretener para que aquel calentón no se me pasara, aunque, a decir verdad, difícil iba a ser que se me pasara, pero no me desagradó su detalle. Estuvimos besándonos mientras su mujer de vez en cuando miraba por el espejo retrovisor con una risita de satisfacción, cosa que pude observar dado que la situación no era de lo más normal y de vez en cuando me gustaba mirarla para ver su reacción. Mientras me besaba no dudaba en ir metiendo mano por todo mi cuerpo, sobre todo debajo de mi falda y de mi camiseta. Pero lo que hacía que me excitase más eran sus palabras, conseguía encenderme de tal manera que me encantaba ser más guarra por momentos. Abría bien mis piernas dándole señas de que deseaba que tocara y me sobara. Decía cosas como:

Cuando lleguemos a casa te vas a enterar de lo que es una buena follada nena, tengo la polla a punto de estallar y uffffffff que bien lo vamos a pasar los tres.

Seguro que sí, no lo dudo – le contesté mientras miraba al espejo retrovisor esperando la mirada cómplice de su querida esposa-.

Pero ya no era tanto lo que decía, sino cómo lo decía y la cara de sádico que se le iba poniendo por momentos. Supongo que se iba acercando el momento de pasarlo realmente bien y eso lo iba calentando y poniendo cada vez más cachondo.

La cuestión es que llegamos al apartamento, bajamos del coche y Lidia se acercó a mi y me rodeó posando su mano justo en mi culo mientras su marido se disponía a abrir el portal.

Entonces, estás preparada, verdad cielo? – me decía Lidia con tono muy pícaro.

Supongo que sí, pero me tenéis que enseñar, yo nunca… - por un momento sentí un poco de ¿miedo?, no sabría como explicarlo, no era eso exactamente pero me di cuenta de mi inexperiencia en ese campo y no sabía si iba a poder estar a la altura.

Que cielo, tú tranquila que Lucas y yo te vamos a "ayudar" mucho mucho – y me porpinó uno de esos besos de los que quitan el hipo.

Subimos un piso a pie y entramos en la casa. Era muy chica, pero coqueta. Lidia me dirigió hasta la terraza y allí, apoyada contra la barandilla empezó a besarme y a subirme la falda para juguetear de nuevo con sus dedos en mi coño que ya empezaba de nuevo a empaparse por el placer. Mientras Lucas hacía lo mismo con su mujer: le bajó el pantalón y el tanga, intentando desprenderse de sus prendas con un poco de dificultad, pero sin problemas. Comenzó a juguetear con sus dedos en su coño mientras ella hacía lo mismo con el mío. Aquella escena me encantó, empezó a recordarme a esas películas porno que tanto me gustan y no dudé en comenzar a gemir.

Eso es zorra, que nos escuchen ahhhhhhhh siiiiii mmmmmmmm – decía Lidia entre gemidos.

Aquella zona estaba rodeada de locales de moda y de vez en cuando pasaban grupos de personas, jóvenes, parejas, pandillas… y no dudaban en pararse a mirar y soltar alguna que otra obscenidad, pero eso me gustaba. Estaban a una distancia prudente, no podían acercarse más de lo que querían ya que la zona estaba vallada.

Poco después de empezar el correspondiente magreo empezamos aquello más en serio y fue cuando yo empecé a calentarme más y más. Lidia me guió para que me tumbara en la tumbona que tenían en aquella pequeña terraza. Se desprendió de mi falda y mi tanguita dejándome solamente la camiseta con el gran escote y me abrió bien de piernas. Ante ella dejó mi coño bien abierto y me miró relamiéndose y con cara de putón. Uffffff aquello pudo conmigo y no pude evitar pedirle que empezara de una puta vez a comerme el coño. Lucas mientras se sentó en la silla de enfrente observando el espectáculo. Mientras miraba fue desnudándose, supongo que para luego no perder más tiempo, y dando instrucciones a su mujer de cómo hacer para que aquella zorra que estaba abierta de piernas frente a ellos lo pasara cada vez mejor. Ver a aquella mujer a cuatro patas enfrente de mi, rodeando con su lengua sus labios y acercándose cada vez más a mi coño me excitaba mucho y no pude evitar agarrarla de la cabeza y dirigirla a mi chocho que necesitaba de aquella lengua saboreando cada uno de mis jugos. Aquello pareció gustarle tanto a él como a ella. Yo no sabía ni lo que decía, me salía de mí. Diossssssssss como lo comía la guarra, babeó cada rincón de mi coño sin parar, con un meneo de lengua que no sabía si alguien podría superarlo alguna vez, ufffffff, que gustazo.

Si, mmmmm, no pares, no dejes de comérmelo, que bien, zorrita – lo de zorrita lo dije muy bajito – ellos en algún momento me lo habían dicho pero yo no sabía si a ella le iba a sentar bien que se lo llamase.

Dímelo otra vez – dijo un momento mientras levantaba la boca de mi chocho – quiero que me digas eso otra vez.

El qué? Que me lo comes muy bien?, zorrón, que eres una zorra que me está poniendo como una perra cachonda.

Uffffffff, esto empieza a gustarme más por momentos, dos putas para mí, dos tías que piden polla y coño y que me tienen hecho un cabrón. Disfrutad del momento porque ahora os vais a enterar, pedazo de guarras.

Mientras nos decía esto Lidia continuó a lo suyo y yo me quedé mirando a Lucas notando como su mano se entretenía meneando su enorme polla y que imagen, mmmm.

De repente Lidia paró y se dio cuenta de que no dejaba de mirar aquel tremendo pollón:

Espera cielo, vamos a hacer algo – me dijo ella mientras se levantaba y me ayudaba a levantarme a mí.

Donde vamos?

Te gusta la polla de mi marido, verdad?

Uf, demasiado, estoy deseando

Pues ya sabes, yo estaré detrás de ti.

No lo dudé ni por un instante; sabía lo que querían y aquel nabo me pedía que me lo comiera por momentos, así que me arrodillé frente a Lucas y se la sujeté con una mano y comencé a lamerla. Durante un rato Lidia estuvo mirando y aprovechando para quitarse su camiseta y quedar completamente desnuda. Se la lamía de arriba abajo, con lentitud pero llena de energía, presionando mi lengua contra su polla y llenándosela de babas, haciéndosela resbalar y llegando hasta sus cojones. Hasta que ya no pude más y comencé a metérmela en la boca todo lo que pude, acelerando y bajando la marcha por momentos, dándole pequeños bocaditos y relamidas en su capullo, lo que parecía excitarle demasiado.

Eso es pedazo de puta, cómemela como lo que eres, un putón que sabe que nos gusta a los cabrones como yo – me decía mientras empujaba mi cabeza contra su tremendo rabo.

Lo hace bien cariño? – decía la querida esposa que hasta el momento no me había dado cuenta de que se había tumbado sobre la tumbona y estaba masturbándose.

Bien? Lo hace de vicio, esta guarra se las tiene que comer de dos en dos. Joder, es una máquina ahhhh – decía entre gemidos – Ven y anímala un poquito más desde ahí, verás como ya es la ostia.

En cuestión de segundo noté la lengua de mi "amiga" situada desde atrás en mi culo. Rodeaba cada centímetro de mi culo llegando su lengua hasta mi coño. No pude evitar subir la marcha y metérmela y sacármela de la boca continuamente, mientras que con la mano rozaba y magreaba los cojones de aquel tipo que retenía la corrida como nadie había visto yo hasta entonces.

Mientras se la mamaba como una perra no dejaba de pensar en las ganas que tenía de que aquel cabrón me la metiera en mi coño y se corriera dentro de mí. Necesitaba follar, estaba ya desesperada por hacerlo y aquella situación superaba algunas de mis más ocultas fantasías. Puede que Lucas ya no aguantase más, y parecía que aún quería retener toda su leche para más tarde, así que me hizo levantar y con ello también a Lidia. Lucas se dirigió a la casa. Ésta se desprendió de mi camiseta y sujetador y nos quedamos los tres completamente desnudos en la terraza. Lidia se apoyó en la baranda y me abrazó contra ella para besarnos. Mientras nos besábamos (saboreando de su lengua mis flujos) no sé por qué deslicé mi mano hacia su coño y ufff, estaba empapadísimo; comencé a restregar mis dedos por él, deslizándolos de arriba abajo, hasta que le introduje dos de mis dedos y comencé a darle pequeñas embestidas. Entre esos besos en los que entrelazábamos las lenguas y jugábamos con ellas, notaba pequeños gemiditos. Aquella tía estaba disfrutando con mi mano, con mis dedos, con el movimiento que la iba sumiendo en un tremendo placer; hasta aquel momento no la había visto ni notado tan excitada; hasta ese momento había estado centrada en mi placer y ya era hora de disfrutar de la situación y de lo que me estaba pasando, sin pensar en el mañana ni tonterías por el estilo.

Cuando Lucas salió para decirnos algo no se podía creer lo que estaba viendo. Aquella muchacha que se había quedado cortada al ver que era casado, ahora esta haciendo disfrutar a su mujer. La estaba embistiendo con sus dedos y le estaba propinando una buena paja mientras le decía al oído (pero lo suficientemente fuerte para escucharlo):

Te gusta eh? guarrrrrra, eso es gime puta, gime, quiero que me dediques esos gemidos zorra, que eres una zorra, venga, venga, menéate, hazlo para mi, mmmm, fuerte joder, que nos escuchen.

Eso es Lucía, esa era la Lucía que quería, no esperaba menos de ti, zorra.

Tienes unos vecinos muy curiosos eh?

Por qué lo dices?

Porque el de enfrente se está pajeando a nuestra costa.

Pues hagamos que se corra – conseguía decir Lidia entre gemidos.

Nos situamos más a la vista de este caballero y empezamos a besarnos dejando ver bien como nuestras lenguas se entrelazaban y pasaban la saliva de una lengua a otra. Aquello estaba resultando a la vez que excitante y placentero muy muy divertido. Nos dimos cuenta como aquel tío comenzaba a meneársela cada vez con más fuerza y fue cuando nos dimos cuenta de la presencia de Lucas que otra vez había comenzado a pajearse sin moverse del sitio mientras nos miraba.

Chicas, veo que lo estáis pasando de vicio (nunca mejor dicho), pero tengo el dormitorio preparado y necesito follar de una puta vez joder, que los cojones me van a reventar – decía mientras me miraba con una cara de sádico que no había visto en toda la noche. Había puesto cara de salido, pero esa cara de necesitar follar con tanta prisa era la primera vez que se la veía.

Fue cuando sin dudarlo ninguna de las dos nos dirigimos al dormitorio. Como bien había dicho Lucas estaba todo preparado: velas alrededor de toda la habitación, incienso, y música muy sensual. Se lo había currado así que había que hacerle disfrutar. Ya había llegado realmente la hora de pasarlo bien. Cansados de tantos "preliminares" había llegado la hora de follar en condiciones, aunque más que en condiciones era algo diferente a lo habitual. Éramos tres, y aquella idea siempre lograba despertar en mí muchísimo morbo.

Lucas se tumbó en la cama boca arriba y con su dedo índice me hizo una señal para que me acercara a él. De forma muy sensual fui andando despacito hasta la cama, me subí a ella a cuatro patas y no dudé en abrir mis piernas y sentarme encima de su polla. Al meterla tan de golpe sentí como me entraba hasta el fondo y no pude evitar dar un grito entre dolor y placer.

Eso es zorra, ha llegado la hora de montar, a ver qué tal se te da – comenzó a decirme mientras estiraba sus manos para llegar a mis tetas y comenzar a sobarlas.

Comencé a mover mis caderas, notando como aquel tío se excitaba por momentos. Echaba mi cabeza hacia atrás, arqueando toda mi espalda y metiéndola y sacándola una y otra vez. Aquello empezaba a gustarme más por momentos, sobre todo porque sentía un gran placer cada vez que rozaba mi coño. Lidia mientras tanto aprovechar para "picotear"; se iba directa a mis tetas y las lamía como una perra, mientras me decía:

Deliciosas cielo, que ricas están – y sacaba toda su lengua y daba lametones de escándalo. Mis gemidos y mis gritos iban a más.

Después se iba para su marido y le propinaba un morreo de los que quitan el hipo, jugueteando con sus lenguas mientras las manos de Lucas jugueteaban entre mi clítoris y mis tetas.

Eso es, quiero que os comportéis como mis putas, sois mías y me tenéis que hacer estallar de placer.

Yo no dejaba de gemir y gemir. De repente Lidia dejó de besar a su cachondo marido y, agarrándose a los barrotes del cabecero, abrió sus piernas y ofreció a su esposo su coño. Haciendo el esfuerzo por no caer y asfixiarlo, desde mi posición veía como aquella lengua jugueteaba con el chocho de aquella tía, que mirando a la pared no dejaba de gemir, pero unos gemidos que hacían que los míos aumentasen y fuesen más fuertes. No podía evitar excitarme escuchando a aquella mujer pidiendo más, viendo como le propinaba mordisquitos que hacían que estallara en gritos de placer. El movimiento de caderas de aquella mujer, la lengua de ese hombre jugando con su coño, mis movimientos metiendo y sacando esa polla a punto de estallar de mi caliente y desesperado coño hicieran que estallara en un tremendo orgasmo que se multiplicó por diez a los que yo estaba acostumbrada. Mis sacudidas eran fortísimas y notaron que estaba llegando a lo más alto que puede llegar una mujer, así que Lidia se dio la vuelta y, mientras Lucas le comía el chocho y metía sus dedos en el culo de ella, no dudó en ahogar mis gritos metiendo su lengua de lleno en mi boca y lamiendo la mía, mis labios y sobando mis tetas mientras.

Lo que yo no entendía era el aguante que tenía aquel tío para correrse. Ahora entiendo que se estaba reservando para poner el punto y final a aquella noche. Lidia me invitó a que me sentara a un lado de Lucas, ella hizo lo mismo y se agachó para empezar a comerle la polla. Mientras lo hacía, lentamente y sutilmente miraba hacia arriba para ver que hacía yo, como vio que no me movía, con un movimiento de ojos me dijo que me acercara. Entre las dos empezamos a lamerle el nabo a aquel tío que no dejaba de gemir y decirnos guarradas:

Ahí está guarras, reventarme la polla de una puta vez, joder. La tengo a punto de estallar pero aún aguata unos lengüetazos más, ah, ah, ah, siiiiiiii ufffffffffff eso eso, venga Lucía, que bien la comes, estoy seguro que tu marido tiene bien puesto los cuernos porque esa forma de comerla es de una experta que come muchas pollas, a que sí?.

No lo dudes ni por un momento – le dije rápidamente mirándole a los ojos, para poder seguir lamiendo aquel tremendo cipote acompañado de la sutil lengua de mi amiga Lidia.

Mientras se la comíamos Lucas aprovechaba para jugar con sus manos y pasarla de mi coño al de Lidia y así sucesivamente. No aguantó mucho más.

Venga, sí, sí, me corro joder, venga rápido sí, uffffffff, ahhhhhhhhhhhhhhhhhh

Y fue cuando ocurrió; Lidia agarró con su mano la tremenda polla de su marido mientras ésta soltaba chorros de semen a borbotones sobre nuestras caras y bocas. Nosotras aprovechábamos cada gota para relamernos la boca y tragar aquella leche caliente y espesa que salía del rabo de aquel tío. Cuando acabó de correrse no dudamos en relamer los restos que quedaban, sin dudar en encontrar nuestras lenguas y relamernos la cara la una a la otra para limpiarlas y saborear el resto de corrida que quedaba en ellas.

Lucas se quedó tumbado en la cama mientras Lidia me besaba y me decía entre morreo y morreo:

Buena chica – un beso – has sabido estar a la atura – otro beso – has sido una buena niña – y otro beso, esta vez más largo.

Fóllatela – dijo Lucas – quiero ver como te la follas como si fuera una perra.

Yo al principio no entendía a qué se refería, pero no tardé en captarlo; Lidia sacó del armario un artilugio que se ató a su cintura y simulaba una polla entre sus piernas.

Ponte a cuatro patas zorra – me dijo a modo de orden Lucas – verás que bien folla mi mujer.

No dudé en hacerlo, me puse a cuatro patas, bien a la vista de Lucas, y fue cuando noté como Lidia me metía aquel tremendo pollón en el coño. No podía dejar de mirar al espejo, la imagen que se proyectaba me excitaba tremendamente. Quien me metía el cipote era una mujer, que no dudaba en tirar de mi pelo hacia atrás y follarme a lo bestia:

Te gusta, eh guarra? te gusta que te follen así?, pues toma, toma polla.

Si, ummm, me encanta, sigue si, sigue, que bien.

Mientras me follaba de aquella manera humedecía su dedo metiéndolo en la boca y me lo iba metiendo en el culo. Primero uno, después dos, tres y ahhhh que bien, como me gustaba; pero lo que más me gustaba era la cara con la que nos miraba Lucas, aquella visión le encantaba, disfrutaba (creo) tanto o más que nosotras haciéndolo. De repente Lidia, cuando notó que mi culito estaba preparado, introdujo aquel instrumento por mi culo; lo metía y lo sacaba sin ningún tipo de compasión. Los gemidos se habían convertido literalmente en gritos y frases que ya cruzaban el límite del sexo:

Cacho puta, te voy a reventar el culo, guarra, vas a saber qué es una buena follada por este trasero que me pone como una perra – me decía Lidia. No la había notado tan excitada en toda la noche. Ahora ya llegábamos al éxtasis final.

Siiiiii, rómpemelo, si, reviéntamelo joder, a qué esperas, eh puta? a qué esperas?

Así que esas tenemos? pues toma, toma, toma – y las embestidas fueron más fuertes – te vas a enterar zorra, que eres una buena zorra.

Eso es cariño – intervino Lucas – prepárame ese culito que se va a enterar esta putita.

Lucas mientras se había empezado a hacer una paja y tenía la polla otra vez como una piedra. Estaba preparándose para el momento de echar toda su leche dentro de mi culo y cuando estaba a punto hizo que su mujer le cambiara el lugar y fue ahora ella la que nos observaba y él quien me la metía por el culo.

Ufffffffff, que bien me lo has preparado cariño, como aprieta este culito, venga Lucía, venga joder – me decía mientras agarraba fuertemente mis caderas y las empujaba hacia él.

Ahhhh, duele, ahhhhh me duele, mmmmmmmmmm siiiiiiiiii, que bien.

Te jodes guarra, que buena estas joder, necesito rellenarte como a un pavo, eso es, no pares de moverte, ufffffff, no aguanto mucho más, venga así, venga, si, ahhhhh, ahhhhhh, me corro joder, me corroooooooooo.

Ahhhhhhhhhh, venga, siiiiiiii dame más, eso es, siiiiiiiiii.

Y fue cuando, para sorpresa mía, en cuestión de veinticinco minutos aquel tío echó dos corridas de las buenas. Noté como toda su leche entraba en mi culo y me rellenaba tal y como él había dicho. Lidia, mientras nos observaba, se metía su aparatito en el coño y justo cuando Lucas se corrió comenzó a chillar mientras le inundaba un tremendo orgasmo. Cuando aquel hombre dejó de echar semen, nos tumbamos en la cama. Me dejaron en medio. Los tres estábamos exhaustos y bastante cansados.

Aquella noche había sido por un lado desconcertante y por otra muy satisfactoria. Había sentido multitud de sensaciones, algunas de ellas jamás la había sentido, otras sí, y otras hacía tiempo que no las sentía.

A la mañana siguiente, nos despertamos entrelazados. Me di una ducha y me arreglé. Me llevaron al hotel donde estaba parando. Fue allí donde les conté a mis amigas la experiencia que había vivido. Mientras les contaba todo esto, no pude evitar sentir unas ganas tremendas de follar, cosa que no tardé en hacer, pero esto os lo contaré en el siguiente relato que os escriba, que no será más que el segundo día de las vacaciones de estas cuatro amigas tan calientes.