Viaje marítimo, Cap. 7
En el último episodio de esta historia, Catalina da la vuelta a la tortilla con Haverstoke y Elizabeth, demostrando la moza descarada que realmente es.
Viaje marítimo
Título original: Sea Voyage
Autora: Jane Verlaine, (c) 2003
Traducido por GGG, febrero/junio de 2004
Capítulo VII
En el último episodio de esta historia, Catalina da la vuelta a la tortilla con Haverstoke y Elizabeth, demostrando la moza descarada que realmente es.
Los últimos de los carruajes de los invitados se alejaban del castillo, y los que se quedaban en él se retiraban a las habitaciones que les habían asignado. Desde detrás de su máscara Catalina observaba como sus dos medio hermanos se iban. Una vez más agradeció a Haverstoke el no haberla sometido a los usos sexuales de sus propios hermanos. Daba la impresión de que al final creía que ella era hija de Donal Penlerick.
Cuando finalmente el castillo quedó en silencio, Haverstoke regresó al gran salón. Se acercó a la jaula dorada y la miró con una sucia sonrisa en la cara.
"Puedes mirarme con todo el odio que quieras, pero sé que has disfrutado de tu manipulación. Eres una mujer hecha para los placeres sexuales del cuerpo. Tal vez debido a tu poderosa voluntad tu abyecta humillación a manos de otros incrementa tu disfrute. Sea cual sea la razón, tu presencia aquí me ha excitado como nunca. Estoy listo para tomarte ahora."
Catalina siguió mirándole con odio a través de los ojos entrecerrados y brillantes. Estaba tan lista para tomarle a él como lo estaba él.
Haverstoke abrió la puerta de la jaula y desenganchó las correas de Catalina de los barrotes. Le ofreció la mano como si fuera una señora distinguida, y ella se la tomó con el mismo espíritu. Luego la condujo arriba por la escalera de caracol a su propia alcoba. Oyó como la puerta de Elizabeth se cerraba suavemente mientras pasaban por delante, un sollozo contenido y sofocado salía de su interior.
Había un fuego crepitando en la gran chimenea y una bañera con pies simulando garras delante de ella. Del agua caliente salía vapor, mientras Haverstoke llevaba a Catalina a la bañera. Se sentó en ella con alivio agradecido, el agua arremolinándose alrededor de su tierna carne. El propio Haverstoke se arremangó y empezó a enjabonarla con sensualidad. Le había quitado las correas pero los anillos de los pezones y del bultito seguían soldados en su sitio. Le limpió de su cuerpo los restos del placer de los otros hombres, y cuando se relajó empezó a tirar suavemente de los anillos. Ella respondió inmediatamente, endureciendo sus pezones ante su toque.
La sacó de la bañera y le restregó el cuerpo hasta secarlo. Luego ella se quedó en pie ante él, viendo cómo se quitaba la ropa. Por primera vez veía su cuerpo totalmente desnudo y fue una visión que le inspiró un deseo desenfrenado en su interior. Era alta pero todavía tuvo que mirar hacia arriba para verle. Su pelo rubio largo y pesado brillaba alrededor de su gran cabeza, cayendo enredado sobre sus hombros, que eran anchos y musculosos. Su amplio pecho estaba salpicado con pelos dorados, una fila de los cuales bajaba hacia su pubis donde se agrupaba en torno a su miembro ya erecto. Su virilidad no era ciertamente la más larga del castillo pero era gruesa y cubierta de venas, con una cabeza enormemente hinchada. Sus enormes huevos colgaban por debajo, anidados en la parte superior de sus muslos.
Los ojos le brillaban mientras veía como ella le miraba. "¿Te gusta lo que contemplas?" Catalina asintió en silencio y avanzó las manos hacia él. Se las echó a un lado. "Ah, ahora te toca a ti." Se metió en la bañera de la que ella acababa de salir y le indicó que le bañara.
Se enjabonó las manos, pasándoselas por los hombros y el pecho. Con dedos ligeros recorrió su espalda y se los pasó tentadoramente por el interior de los muslos. Finalmente llevó las manos a su polla y se la rodeó, suavemente al principio, y luego con un poco más de fuerza. Las uñas de sus dedos le hicieron cosquillas en los huevos y le acariciaron el espacio entre su bolsa y el ano. Él se estremeció y le agarró la mano. Sus ojos se encontraron fijamente y luego él se levantó de la bañera con todo el corpachón goteando y destacando sobre ella. Se echó atrás con una sonrisa reservada, agarró una toalla que había estado calentándose al fuego y se puso a secarle.
Cuando se arrodilló ante él le agarró un puñado de cabello y le guió la boca hasta su polla venosa. Le tomó dentro, relajando la garganta para tragar toda su longitud y anchura. Le agarró de las nalgas musculosas, clavándole las uñas mientras se sujetaba. Golpeó contra ella, con los huevos azotando su barbilla. Sintiendo acumularse su fuerza, ella se echó hacia atrás mientras él embestía al aire. La miró hacia abajo sorprendido, la polla sobresaltada por el frío después del calor de su boca. Catalina se sentó sobre sus talones y golpeó su miembro oscilante.
Haverstoke respiró hondo e hizo un gesto de abofetearla, pero ella juntó rápidamente sus pesados huevos con las manos y les dio un apretón. Se echó atrás y la miró, ahora dueña de su saco. La polla le dolía con la efusión retenida, pero ella tensó su presa.
"Todavía no, mi señor. Habéis esperado esto durante mucho tiempo, podéis esperar un poco más."
"¿A qué estás jugando, esclava?"
Hizo una mueca. "No soy vuestra esclava esta noche. Soy vuestra Ama, el Ama Cat." (N. del T.: aquí se hace un juego de palabras entre 'Cat' de Catalina y 'cat' de "gata" como se verá más adelante).
Una sonrisa se extendió lentamente por el rostro de Haverstoke. "Oh, ah... Ama Cat." Dijo en un susurro suave y peligroso, "Vaya con mi niña."
Ella se rió y se levantó, todavía copando sus huevos con las manos. Se dirigió a la cama, llevándole con ella. Se dejó caer liberándole los huevos, separó las piernas y ordenó, "Ahora, poned vuestra cara entre mis piernas y llevadme al clímax."
Haverstoke, con la polla todavía palpitando de necesidad, enterró la cara en su chocho con ansia. Lamió primero un lado de su raja y luego el otro. Agarrando con los dientes su anillo, tiró de él mientras acariciaba sus pétalos con los labios. Se aplicó contra su boca y, pasándose los brazos por detrás de la cabeza, gritó mientras las oleadas del orgasmo la recorrían.
Ambos escucharon a la vez el suspiro que venía de la puerta y volvieron las cabezas al unísono; la barba dorada de Haverstoke brillaba con los jugos de Catalina. Catalina gritó en tono autoritario, "Entrad, Elizabeth."
Lady Haverstoke entró sigilosa y dócilmente en la habitación en la que su marido estaba colocado entre las largas piernas de su esclava. Miraba llena de celos.
Catalina se rió con picardía. "Sé que os gustaría probar lo que vuestro marido tiene en los labios. Venid y participad."
Elizabeth avanzó ansiosa por la sala para tomar el lugar de su marido, pero Catalina tenía otros planes para su señoría. "Podéis probarlo, pero ¡ay!, tendrá que ser en los propios labios de vuestro marido."
Haverstoke sonrió satisfecho, mientras Elizabeth se volvía para mirarle con repugnancia. "Adelantaos y besad a vuestro marido."
Haverstoke dobló la cabeza mientras Elizabeth se ponía de puntillas para colocar su boca sobre la de él, por primera vez en unos diez años. Chupó ansiosa sus labios y su barba, limpiándolos de la dulce crema de Catalina.
Catalina dijo con gracia, "Ahora podéis tomar algo por vos misma, pero no debéis descuidar a vuestro pobre marido. Poneos de rodillas."
Elizabeth se arrodilló delante de Haverstoke mientras Catalina se levantaba de la cama y se encaraba con él. Levantó la mano y le agarró del pelo, empujándole hacia ella. Su boca se tragó la de ella, su lengua la exploró a fondo e insistentemente. Sus cuerpos se apretaron por encima de Elizabeth, que estaba de rodillas entre ellos. Catalina retiró a regañadientes sus labios de los de Haverstoke y se dirigió con voz ronca a Elizabeth, agachada debajo de ellos. "Tomad su miembro en la boca, y luego os permitiré darme placer."
Elizabeth abrió la boca para recibir la palpitante polla de Haverstoke. Catalina le excitó con la lengua, trazando círculos alrededor de los pezones y en su pecho y mordiéndoselos ligeramente. De nuevo, cuando sintió que se estremecía, le ordenó a Elizabeth que dejara de chupársela y volviera a ella. De nuevo Haverstoke quedaba insatisfecho. Mientras mordisqueaba la oreja de Catalina le susurró, "¡Bruja!"
Con mucha mayor ansiedad, Elizabeth separó los labios inferiores de Catalina con la lengua, chasqueándole el anillo y metiéndose el bulto en la boca. Haverstoke dobló la cabeza y, agarrando uno de los pechos de Catalina con su gran mano, lo apretó con rudeza y le pasó la lengua por el pezón perforado. Catalina se izó sobre el cuerpo de Haverstoke, con los brazos enroscados alrededor de su cuello, enrollando las piernas alrededor de su cintura, mientras la cabeza de Elizabeth quedaba aprisionada entre los dos. Elizabeth siguió chupando su perla ahora inflamada, clavando uno de sus dedos en el agujero del amor de Catalina y otro en su ojete.
En el clímax, Catalina embistió contra la cara de Elizabeth, empujando la parte de atrás de su cabeza contra la polla de Haverstoke. Luego dejó caer las piernas y, mientras recuperaba el aliento, ordenó a Elizabeth que volviera a chupársela a su marido. Se volvió a Haverstoke y le tomó de nuevo en la boca, con los jugos de Catalina mojándole la cara y los labios. Esta vez Catalina se ablandó y, mientras el cuerpo de Haverstoke se ponía rígido y dejaba escapar un gruñido, tiró de Elizabeth hacia atrás por el pelo de modo que la espesa efusión de Haverstoke se disparara sobre su cara y la parte delantera de su mojigato camisón blanco.
Él le tiró de los anillos de los pezones y dijo bruscamente, "Quiero soltar eso dentro de ti."
"Todo a su tiempo, mi señor." Estudió a Elizabeth con una leve sonrisa en los labios; conseguiría la venganza sobre esta mujer que había sido la autora de tantas de sus humillaciones en el castillo. Se reclinó en la cama mientras Elizabeth la observaba ansiosa de nuevas órdenes suyas. Sabía que fuera el que fuera el juego al que la esclava jugaba ahora, lo hacía con la completa aprobación de Jake, y Elizabeth no se atrevía a protestar.
"Vuestro amo y señor necesita que le refresquen un poco. Limpiadle la polla con la lengua." Observó divertida como Elizabeth cerraba los ojos y, con mucho cuidado, sujetaba con la mano el miembro de Jake mientras lo lamía por todas partes. Jake volvió los ojos hacia Catalina, pero, pese a sí mismo, su polla empezó de nuevo a ponerse tiesa.
"No olvidéis sus huevos. Habría que limpiarlos también."
Elizabeth abrió mucho los ojos cuando miró el gran saco de Jake. Él sonrió y se adelantó hacia su rostro, balanceando ligeramente los huevos mientras lo hacía. Ella se atragantó un poco cuando lamió la rugosa superficie.
"Como os deseo dispuesto para otros placeres esta noche, mi señor, por favor poneos sobre vuestras manos y rodillas."
Haverstoke estuvo a punto de protestar y poner fin al juego de Cat hasta que captó la visión de ella reclinada en la cama, las piernas ligeramente abiertas, y un destello de humor en sus ojos. De modo que obedeció y se puso a cuatro patas. Ella estaba dirigiendo todavía las acciones de Elizabeth.
"Poneos detrás de él y abrid los cachetes de su culo." Tanto Lord como Lady Haverstoke contuvieron el aliento. Elizabeth se acercó a él por detrás y, colocando sus dos manos a cada lado del culo, separó sus cachetes.
La voz de Catalina era áspera. "Ahora limpiadle ahí también."
Jake soltó un bufido de carcajada cuando Elizabeth retrocedió. Ella agitó la cabeza y lloriqueó.
"El premio a la desobediencia será el látigo. Haced lo que se os ha dicho."
Elizabeth tragó saliva y se inclinó hacia la raja del culo de su marido. Su olor almizclado le repugnaba, pero empezó a pasar la lengua a todo lo largo de la raja.
Las crueles órdenes de Catalina continuaron. "Debéis limpiar también por dentro." Elizabeth ni siquiera vaciló esta vez cuando hundió la lengua en su agujero.
Catalina observó de cerca el rostro de Jake. El humor había desaparecido de él, y su boca se había aflojado con la excitación. Vio que sus huevos se tensaban bajo su vara tiesa, mientras su esposa trabajaba con la lengua dentro de su culo, y lentamente empezó a embestir al aire.
Saltando de la cama Catalina arrastró una silla por la habitación hasta colocarla delante de la cara de Jake. Se sentó en la silla con las piernas bien separadas y colocando su trasero en el borde. Jake levantó la cabeza y en el calor de su pasión empezó a darse un banquete con su chocho. Sus labios afeitados ahora enrojecidos e hinchados le llenaban la boca. Y mientras su lengua exploraba sus profundidades, lo mismo hacía la de Elizabeth con las suyas. De nuevo Catalina empapó su barba con sus jugos, dando rienda suelta a su clímax, mientras su trasero de movía en el aire arriba y abajo sobre la silla. La boca de él la montó finalmente hasta que ella se dejó caer en la silla.
Luego dijo a Elizabeth que dejara lo que estaba haciendo y le susurró algo al oído. Elizabeth salió de la habitación y Jake volvió a sentarse en los talones. "¿Qué tienes preparado para mí, gata salvaje?"
"Muy pronto lo veréis, mi señor."
Y así fue, porque Elizabeth volvió a la habitación con uno de los propios falos de Catalina y un tarro de crema. La miró con cautela mientras pasaba a su lado hacia Elizabeth, y cuando se sintió rozada por él le susurró, "Renunciad al control."
Tomó los artículos de las manos de Elizabeth y los colocó sobre la cama. "Como habéis sido una buena chica esta noche os permitiré que me preparéis para vuestro esposo."
Catalina se tumbó una vez más sobre la cama y abrió las piernas. Elizabeth se colocó cómodamente entre las piernas de Catalina y la lamió con avidez. Alzó la mano y chasqueó los anillos de sus pezones, dejando vagar sus manos por los tersos montículos de sus pechos.
Luego Catalina la retiró y le dijo, "Ahora preparad a vuestro marido para mí."
La polla de Jake ya tiesa se destacaba hacia delante en su cuerpo. Elizabeth la humedeció con la boca y luego se apartó mientras él se aproximaba, casi en trance, al cuerpo de Catalina tendida boca arriba sobre la cama. Ella dobló las rodillas y dejó que sus piernas cayeran separadas, y él se metió en el hueco. Su polla encontró el objetivo, después de restregar de arriba abajo su bultito protuberante, y se hundió en su interior vigorosamente. Sus paredes de azúcar se apretaron contra él mientras clavaba toda su longitud dentro de ella.
Catalina volvió la cabeza e hizo una señal a Elizabeth que le colocó en la mano el falo bien lubrificado. Luego, cuando Jake la estaba bombeando furiosamente, le pasó la mano rodeándole y dio un toque en su agujero con el falo. Se detuvo de repente al sentir la invasión, y luego pareció resignarse a su suerte mientras le dejaba que empezara a sondear su abertura. Catalina metió la punta y encontró resistencia. Dijo con voz ronca, "Dejaos ir, dejaos ir." Pareció relajarse mientras ella empezaba a trabajarle con el falo dentro del culo.
El anillo que rodeaba su agujero estaba ardiendo, pero empezó a disfrutar con su avance. Se hundía dentro de ella hacia delante y luego corcoveaba hacia atrás contra el falo de su culo. No había escapatoria para el placer. Nunca antes se había sentido tan totalmente poseído por ninguna mujer. Cuando llegó el clímax explotó por todo su cuerpo. Incluso después de que ella hubiera chupado hasta la última gota de su chorro, sentía el culo como si estuviera al fuego. Finalmente se dejó caer encima de ella y ella le retiró el falo del culo.
Elizabeth había observado su cópula como aturdida. Sabía que nunca se le volvería a permitir tener a la esclava para ella misma. Los observó con una sensación creciente de desasosiego, tumbados sobre la cama, uno junto al otro simplemente mirándose a los ojos, como dos almas abrasadas bebiendo un largo trago de agua. Dijo con vacilación, "¿Me la llevaré ahora a mi habitación?"
Jake ni siquiera volvió la cabeza para mirarla. "No, se queda en mi cama esta noche. Puedes irte ahora." Elizabeth dejó silenciosamente solos a los dos amantes. Jake rodeó a Catalina en sus brazos mientras ellas le rodeaba las piernas con las suyas. Luego él cayó en un profundo sueño.
A la mañana siguiente el castillo volvió perezosamente a la vida más tarde de lo habitual. El sol estaba ya alto en el cielo cuando los huéspedes que habían hecho noche allí se levantaron para participar en el desayuno. Haverstoke volvió a la vida como si despertara de un sueño inducido por drogas, buscando por la cama para empujar a Catalina hacia él. Pero se había ido.
Varios meses después de la derrota de la Armada española, la vida había vuelto a la normalidad en el castillo. Inglaterra confiaba en su poder y la Reina nunca había sido más popular. Su discurso a las tropas antes de que fueran a luchar contra los españoles era ahora muy bien conocido por el país. Haverstoke pensó tristemente en sus palabras, "Sé que no tengo sino el cuerpo de una mujer frágil y débil, pero tengo un corazón de rey, y además de rey de Inglaterra." Dudaba que la Reina Elizabeth (Isabel) creyera que era frágil o débil. De hecho dudaba de su propia creencia, largo tiempo mantenida, de que las mujeres fueran frágiles y débiles.
Su propia Elizabeth, su esposa, había vuelto a los placeres de Londres, y así aceptó él solo la invitación al baile de los Penlerick. Sus tierras estaban a unas millas bajando la costa, por lo que pensaba llevar su propio carruaje y volver a casa tras el baile. Todas las familias importantes de Devon habían sido invitadas, y sintió que era su deber acudir.
Como era su costumbre llegó un poco tarde. El baile estaba ya muy concurrido y los huéspedes parecían más animados de lo habitual. Vio a uno de sus amigotes y cruzó el salón, repartiendo saludos mientras lo hacía.
"Bueno Haverstoke, vaya noticias las de esta noche."
Haverstoke levantó las cejas. "¿Eh? Me temo que no sé de qué estáis hablando. Acabo de llegar."
"Oh, de la razón de este baile... parece que los Penlerick han encontrado a una hermana perdida hace mucho tiempo. Desde luego ilegítima y todo eso, pero no resulta muy sorprendente considerando al viejo Penlerick. Los chicos están ansiosos por tratarla como a una hermana, y resulta que es española."
Haverstoke había estado escuchando el discurso de su amigo con creciente consternación. Así que lo había hecho. Había encontrado el camino para volver con la familia de su padre.
"¿Habéis visto a esa hermana, Gilbert?"
"Sí, y es una belleza. Parece una de esas princesas españolas, alta y altanera, aunque no esté muy seguro de que puede estar orgulloso un bastardo de Penlerick. Pero los hermanos la han aceptado, así que todos deberíamos hacerlo."
Haverstoke estaba escrutando la sala para echar un vistazo a su esclava española cuando oyó la voz de Julian Penlerick detrás de él. "Todavía no le habéis presentado; llegó tarde como hace siempre."
Haverstoke se volvió lentamente para ver a Julian precediendo a una mujer joven y hermosa, alta, de curvas generosas y piel color moka, pelo negro azulado echado hacia atrás, con rizos en las orejas. Su vestido verde oscuro tenía el escote bajo y cuadrado sobre su seno y lo llevaba atado a la cintura y retirado en forma de polisón, poniendo al descubierto la ropa interior resplandecientemente blanca. La gola de la parte de atrás del vestido acentuaba su largo cuello y le daba un porte regio.
"Lord Haverstoke, ¿puedo presentaros a mi hermana, Catalina Penlerick?"
Ella extendió la mano hacia él sin que ningún rastro de emoción se manifestara en su rostro, y él se acercó los dedos a los labios y los rozó levemente.
"Las tierras de Haverstoke están en la costa, aproximadamente por donde vos naufragasteis."
Julian se volvió hacia Haverstoke. "Realmente es una historia de lo más asombrosa. Venía a encontrarse con nosotros, o mejor, con nuestro padre, cuando su barco se hizo pedazos en el Canal. Fue la única superviviente y se las apañó para llegar hasta nosotros."
Haverstoke dijo secamente, "Si que es una historia asombrosa. ¿Cuándo ocurrió ese fantástico viaje?"
Julian contestó por ella. "Hace solo unos meses, justo después de que derrotáramos a la Armada."
Los ojos de Haverstoke bailaron divertidos. "Habéis sido muy afortunada, Miss Penlerick."
Sus ojos se encontraron con los de ella brevemente antes de que bajara las pestañas. "Oh, sí, realmente me considero muy afortunada, Lord Haverstoke."
Su hermano tenía otros huéspedes a los que presentarla y cuando se dio la vuelta para seguir sus pasos, Haverstoke se colocó ante ella. Se inclinó para susurrarle al oído, "gata salvaje." Su rostro siguió impasible y por un momento temió que pretendiera que su interludio no hubiera ocurrido nunca. Pero solo fue un momento. Miró rápidamente a su alrededor, se pasó un dedo y bajó el canesú de su vestido. Pudo atisbar brevemente el brillante anillo de su pezón, antes de que avanzara siguiendo a su hermano.
Haverstoke volvió a susurrar tras ella, "gata salvaje," y se volvió como si le hubiera oído y le dedicó una sonrisa.