Viaje en tren

¿Hay algo más excitante que el sexo improvisado con alguien a quien no conoces y en una situación arriesgada?

Es muy temprano y fuera hace frío, pero en el tren la calefacción caldea el ambiente hasta hacer que me caiga una gota de sudor por la frente hasta introducirse en el ojo provocándome escozor. "Maldita sea". Estoy harto de hacer cada lunes el mismo viaje, en el mismo tren y viendo las mismas caras. Oigo un pitido, el tren va a partir y entran los mismos pasajeros de siempre: una señora gorda con aspecto de ir a ver a su hija, algún tipo con pinta de ejecutivo y un par de currantes que tienen que desplazarse en tren para ir a trabajar.

Miro hacia atrás… Hay una chica sentada a mi izquierda, separada de mí por el pasillo. Debe de tener un par de años menos que yo y es bastante guapa: piel blanca, no muy alta, con el pelo moreno y largo hasta los hombros, ojos verdes y una sonrisa sincera. "Sonrisa sincera". ¡Me está mirando! Le devuelvo la sonrisa y me presento a ella, -Hola, me llamo…- pero en lugar de su nombre sólo obtengo otra sonrisa. "No acabo de entender lo que piensa". Aparece el revisor (un tipo alto, de unos cincuenta años y aspecto de padre de familia), se acerca a la chica y le pide su billete con una expresión que parece mostrar más que simpatía y con la vista clavada en las tetas de la chica, grandes y firmes. "Vaya salido". Aunque en realidad yo tampoco he dejado un momento de mirarla… ..."Por fin se va ese maldito viejo verde". El revisor se ha ido del vagón, ella se levanta de su asiento con un pequeño salto, y se dirige hacia la otra punta del vagón, detrás de mí, pero antes de llegar se para en medio del pasillo y gira la cabeza, como si supiera que yo he hecho lo mismo. Vuelve a sonreírme y continúa andando. "Vaya, bonito culo". Tiene un culo pequeño y respingón que se marca bajo la tela del pantalón del chándal, un pantalón de talle bajo que deja ver un tanga de color rosa y el principio de sus caderas blancas. Sigo mirando el tanga hasta verla desaparecer tras la puerta del servicio.

"Tengo que hablar con ella". El corazón se me acelera, no había nadie mirando y puedo comprobar que la puerta está abierta así que entro y allí está ella. Me lanzo a besarla inmediatamente y mis manos rodean su cuerpo, ella me desabrochó la camisa, su lengua húmeda explora mi boca…-Mmmm - Se le escapa un suspiro –Creía que no ibas a venir. – Rodeo sus pechos con las manos bajo la ropa y la empujo hacia el lavabo, su respiración se va haciendo más rápida, cierra los ojos, aspira profundo y sus manos se deslizan por su cuerpo cuando comienzo a besar sus pechos levantándole la ropa… No son tan grandes como me parecían. "Mmmm. Deliciosos". Ya no puedo a perder un segundo, su respiración se vuelve más profunda al sentir como le voy bajando los pantalones sin dejar de besar sus pechos, se quita la sudadera y separa más las piernas para permitir que, arrodillado, pueda meter la cara entre ellas y deslice mi lengua entre los labios, deslizándola también por el interior de sus muslos y alrededor de su clítoris. Las gotas de flujo salpican mi cara, paso una mano tras mi amante y le introduzco un dedo suavemente por su trasero, moviéndolo como si la penetrara, después otro más. Insisto con mi lengua alrededor de su clítoris y en ese momento una inundación llena mi boca con el orgasmo de mi amante.

Cuando me incorporo puedo ver que ella se había tapado la boca con la sudadera para no gritar, se la quito y aplico mi boca, tapando la suya con mis labios y mi lengua; luego, introduzco uno de sus pezones en mi boca y lo voy presionando con la lengua, haciéndolo girar, una de mis manos masajea su otro pecho a la vez que la otra se mueve para sentir la curva de sus nalgas e introducir otra vez un par de dedos entre ellas. Sus pezones están erectos y sus manos se enredan entre mi pelo. –No me hagas esperar más-. Me aprieta contra su cuerpo, le cojo de las caderas y sin mediar palabra le pongo de espaldas a mí, apoyada en el lavabo.

Mi verga entra sin problemas en su trasero, aún dilatado por mis dedos y bombo despacio, pero con fuerza, los labios de su vagina se escurrían entre mis dedos afanados en lubricar mi verga con su flujo y el clítoris roza contra la palma húmeda de mi mano. Al sentir que la penetro con más fuerza mi amante por un día vuelve a coger la sudadera para ahogar los gemidos, al principio mitad placer y mitad dolor, que le causa el roce de mi verga en su agujero. Echa la cabeza hacia atrás, y beso su cuello sin dejar de penetrarla, ella me pasa una mano por las nalgas y se dedica a juguetear entre mis piernas, pellizcándome y apretándome contra ella cada vez que me mueva más despacio. -¡Oooh Diooosss!- Al fin, estalla en otro orgasmo que baña mi mano con sus flujos.

Cuando su cuerpo se relaja, se arrodilla, coge mi pene aún erectoentre sus manos y lo absorbe para recorrerlo con los labios y tragárselo entero, haciéndolo desaparecer una y otra vez en su boca, echando hacia atrás la piel y amasando mis huevos como dos bolas chinas "Oooh", hasta que yo también tengo mi orgasmo. Mi semen cae por sus labios, por su barbilla, llenando su cuello y su pecho. Mi preciosa desconocida se levanta, me besa en la boca y comparte conmigo ese sabor entre salado amargo de mi leche. Luego nos ayudamos a vestirnos y me dirijo a mi asiento antes que ella, para que nadie sospeche.

UNA SEMANA DESPUÉS:

Ya no la volví a ver más, debió bajarse en la siguiente parada y ni siquiera volvió por nuestro vagón y aquí estoy, en el mismo vagón de cada lunes, haciendo el mismo viaje junto a las mismas caras conocidas, pero ni rastro de ella. Pasa el revisor, esta vez es un tipo mayor, canoso, con una pequeña cojera y aspecto de ir a jubilarse pronto. Le pide el billete a alguien tras de mi y la voz me resulta conocida. Cuando el revisor se va, una mano se posa en mi hombro. –Me llamo Clara. El otro día no sabía si debía decírtelo-.