Viaje en tren
Saray una chica con un aburrido novio se va de vacaciones de Navidad en tren, encontrará un desconocido que le dará la caña que su novio no es capaz.
Me llamo Saray, soy una chica con novio y aburrida del mismo, llevamos juntos varios años y ya estamos aburridos el uno del otro, casi somos más compañeros de piso que otra cosa, al principio como todas las parejas empiezas con ganas pero ya llevábamos desde el verano que follábamos una vez a la semana y para eso si tenía suerte. Ahora mismo llevamos un mes sin hacerlo y yo me iba a ver a mi familia por Navidad, los precios de los aviones son una barbaridad por esta época y me tocaba chuparme el coñazo de seis horas en tren… pero no fue lo único que chupé en ese viaje…
Empezaré por describirme, tengo treinta y tantos años, metro setenta y cinco de altura, delgada y proporcionada, unas tetas como manzanas firmes, un culo duro como el acero, mis buenas horas de gimnasio me costaba ponerlo en su sitio y que en algún sitio tenía que descargar tanta energía de no follar; pelo castaño liso y ojos marrones. Una chica muy resultona, no me faltan los tíos y llamo la atención por mi estatura y que sé sacarme partido con la ropa.
Todo empezó el día anterior al viaje, mi novio se hizo con un poco de maría y nos hicimos unos petas, a mí me dio el sueño pero a él todo lo contrario, se puso cachondo… y vamos… después de estar un mes a palo seco me vienes a joder ahora que me estoy durmiendo, le dije que se hiciese una paja, también por venganza. Tumbados en la cama, yo medio dormida y él se masturbó mirándome como un mono en celo.
Al día siguiente tenía que coger el tren temprano, mi novio muy encantador él se quedó en la cama durmiendo que entraba a trabajar más tarde y no le dio la gana de llevarme, que él trabajaba y yo podía dormir en el tren todo lo que quisiera.
Me duché, me vestí con una faldita hasta la rodilla y una blusa blanca, quería ir cómoda para el tren y cuando ya estaba lista para irme con la maleta en la puerta, me acerqué a mi bello durmiente, metí la mano debajo de las sábanas y le agarré la polla flácida, se la empecé a masajear suavemente, poco a poco fue creciendo entre mis dedos y él comenzaba a despertarse entreabriendo los ojos. Le estaba haciendo una paja, le pasaba el pulgar por el glande, estaba ya completamente empalmado, seguía con las caderas el compás de la paja. Abrió los ojos, me sonrió de forma pícara, le devolví la sonrisa más lasciva que pude, la verdad es que yo también me estaba poniendo cachonda.
Noté la humedad en la mano, en concreto en el pulgar con el que le acariciaba la cabeza de la polla, la pasaba por la puntita y recogí el líquido preseminal que estaba aflorando, mi novio empezaba a emitir pequeños gemiditos… saqué la mano de debajo de las sábanas y se la llevé a la boca, le di a chupar mi dedos bañados en su agüilla salada… me chupó los dedos mirándome a los ojos como un perrillo, me incliné sobre él y le dije:
-Esto por no llevarme al tren, capullo.- Me puse derecha, agarré la maleta y ante su incredulidad me fui pegando un portazo, eran las seis y media de la mañana.
Llegué a la estación y deambulé como un zombi hasta que llegó el puto tren y pude subirme, colocar la maleta e ir a mi asiento, me tocó uno de esos de cuatro con mesa en medio, perfecto, sitio para poder estirarme y no tropezar con los asientos de delante, total no tenía a nadie sentado enfrente. Me acomodé sobre la chaqueta como almohada y me dormí.
Me desperté con el traqueteo del tren, la boca medio abierta y cayéndome la babilla por la boca, desperté sobresaltada por un momento el par de segundos que me llevó recordar en ubicarme y recordar que iba en un tren. Una vez me rehíce, me dio vergüenza el lamentable estado que
debía tener porque ahora sí tenía sentado a un chico enfrente… y ¡menudo tío! Un morenazo de ojos verdes, que me no pudo evitar sonreír con mi respingo.
Si ya me pareció atractivo, moreno con canas por los lados, metro ochenta robusto, barba de dos días, facciones cuadradas, al sonreír se le dibujó una sonrisa perfecta que terminó de avergonzarme, me sentía intimidada y nerviosa como una niña de quince años delante del chico que le gusta. Traté de recomponerme y disimular mi turbación, cogí un libro, del bolso que ya había dejado preparado para el trayecto, pero no podía concentrarme en la lectura y cada poco levantaba la vista para contemplar aquellos ojazos verdes que me tenían obnubilada.
Llevaba un mes sin follar y recordar la medio paja de la mañana me hizo ponerme cachonda, me estaba mojando imaginando como sería la polla del morenazo que tenía enfrente, como sería notar su barba áspera al besarle, tenía ganas de que me empotrara contra la pared y me agarrase con aquellas manos fuertes y huesudas… ya no podía más, me había escurrido en el asiento hacia adelante en el asiento buscando que la tela del tanga se apretara contra mi clítoris. Me mordía el labio de la excitación, culeaba hacia adelante y hacia atrás en un vano intento de sentir el rozamiento del algodón contra mi empapada rajita.
Allí estaba yo con el pelo revuelto, moviendo las caderas y tratando de disimular que leía un libro mientras devoraba con la mirada a aquel chico; él de vez en cuando posaba sus ojos sobre mí divertido, aquello me encantaba porque cada vez que lo hacía sonreía de forma entre divertida y pícara, a cada mirada suya, yo me excitaba más y bajaba la cabeza a mi libro, ya no sabía si lo tenía del revés o si llevaba media hora en la misma página. Ya no aguantaba más aquel juego, cogí el bolso y me fui al baño, necesitaba correrme como fuese, le miré por última vez recordando bien sus facciones porque chico, dentro de mi cabeza me vas a follar…
Me metí en esos ridículos baños del tren, con espacio justo para un lavabo y la taza del váter, la puerta de aluminio con un desgastado cerrojo deformado por el uso, todo eso daba igual, aún era temprano y el baño debía estar limpio. Me bajé la falda y las medias, me abrí bien de piernas, el pobre tanga estaba absolutamente empapado, no me fijé en el asiento del tren pero seguramente habré dejado un cerco de humedad, me abría la blusa y con una mano me agarré las tetas, me dolían los pezones de lo disparados que los tenía, me los pellizcaba con fuerza… Dios qué descargas de placer, cada pellizco era como un chispazo de placer, anisaba poder mordérmelos.
Ya no podía más, eché mano del bolso, allí estaba mi fiel compañero, un vibrador pequeño pero con una protuberancia en forma de dedos para el clítoris, era mi fiel compañero sobretodo en aquel largo mes de sequía; me lo metí por el coño sin dificultad hasta el fondo, el apéndice para el clítoris era como dos dedos que lo atrapaban por cada lado y rozarlo en una vibración tan fuerte y a tal velocidad que ningún tío conseguiría. Lo encendía a máxima potencia…
¡¡Qué gusto!! Aquel chisme frotaba mi botoncito a una velocidad frenética, cerré los ojos, con una mano me estrujaba un pezón y con la otra empujaba con todas mis fuerzas el vibrador contra el coño, quería sentir presión, que aquellos dedos diabólicos me frotasen con fueza…
Estaba en la gloria, sintiendo oleadas de placer desde los pezones… del coño… del clítoris… mecida por el traqueteo del tren y el ruido del vibrador; con los ojos cerrados que no me di cuenta de que alguien había abierto la puerta… en medio de un espasmo de placer, entornando los ojos para respirar, lo vi… allí estaba el morenazo plantando de pie con la misma sonrisa que cuando me desperté, pero esta vez la situación era aún era más ridícula. Me quedé paralizada con una mano agarrada a una teta y con la otra sujetando el vibrador dentro de mi coño, los dos completamente en silencio, con el único sonido del vibrador de fondo…
Me sonrojé y cerré las piernas del golpe, él seguía de pie y su sonrisa divertida mutó a perversa, se inclinó sobre mí me agarró de la cabeza y la empujó contra su entrepierna, agarró la mano con la que sujetaba el vibrador y tiró de ella con fuerza sacándome el vibrador, estaba chorreante y viscoso, lo llevó en alto, lo miró dejando de mirarme por un segundo, lo que me dio un respiro y aproveché para respirar y que mi sangre volviese a mi cerebro, no me dio tiempo a pensar en más que estaba cachonda y lo ridículo de la situación, lo apagó y en un gesto que me pareció eterno bajo la cabeza volviendo a posar sus ojos sobre mí, aquella mirada me paralizaba. Sin decir nada llevó el vibrador hacia mi cara, no necesitó hablar, abrí la boca y sacando la lengua para recoger las gotas que colgaban me dio a probar mis jugos.
Mientras lo chupaba temerosa de su reacción, él se desabrochó el pantalón y se sacó la polla, no era muy larga, pero sí gorda y con el capullo brillante rosadito, inyectado en sangre, se la agarró, le dio dos sacudidas y me le llevó a la boca. Quitó el vibrador y me hizo chuparle la polla… ansiaba aquel sabor salado a macho, la chupé como una perra ansiosa, la recorrí con la lengua, la agarré por el tronco, me la sacaba y la lamía como un helado, bajé hasta los huevos, y subía rozándole con la punta mirándole a los ojos…
Me agarró por la nuca obligándome a tragármela entera, me encantaba sentirme a su merced, no quería una nenaza quería un polvo salvaje, un macho que me empotrara. Tal y como me tenía agarrada empezó a follarme la boca con violencia, si antes era yo la que me metía un vibrador, ahora él que estaba usando mi boca para masturbarse, me estaba asfixiando con aquel grosor, me caían las lágrimas, se caía saliva por las comisuras, ya no podía más me entraron arcadas. Me sacó la polla de la boca, empecé a toser, pero no quería parar… y no lo hizo…
Mientras tosía aprovechó para agarrada como me tenía por el cuello, me levantó me giró contra la pared con violencia, tuve que poner los brazos contra la pared, apoyarme contra la cisterna quedando mi culo a su merced. Me dio un palmetazo en las nalgas que me calentó el culo y me puso más ansiosa, era un macho y me iba a follar como a una yegua. Restregó la polla por mi rajita empapándola con mis jugos y sin previo aviso me la clavó de golpe, aullé como una loba, qué dolor y qué placer hijo de puta, aquel grosor me partió en dos, pero qué placer sentirme rellena de polla, empalada por un cabrón follador… se quedó quieto haciendo fuerza para hacérmela sentir hasta el fondo, empujando la pelvis contra mi culo, casi me podría haber corrido con aquello.
Me dio un par de segundos, para acto seguido sacarla muy despacio hasta casi quitarla entera dejando solo el capullo, otros dos segundos interminables y volver a clavármela de golpe, yo estaba en la gloria, gemía de gusto, boqueaba como un pez cayéndome la saliva, goterones de saliva y mis jugos del vibrador goteaban de mi boca, al igual que colgaban hilos de viscosidad de mi coño. El muy cabrón sabía cómo hacerlo, fue subiendo el ritmo acompasado al traqueteo del tren, aquel ritmo era puro placer, era imposible que así me pudiese correr, demasiado lento, pero me estaba matando de gusto, podría pasarme así las seis horas del viaje…
Otra vez más demostrando quien mandaba allí y que yo sólo era un objeto para su placer, era una putilla en sus manos, aceleró el ritmo hasta dar golpes de cadera con auténtica violencia, llegó a tal ritmo que parecía el vibrador de la velocidad con la que me estaba castigando… las piernas me flaqueaban, ya no podía más de gusto, golpeaba con la cabeza contra la pared pero ya no tenía fuerza en los brazos, ni en todo el cuerpo, me venía ya, el placer me subía, el orgasmo me estaba subiendo con la misma fuerza que aquel hijo de puta me estaba empotrando.
-AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH-
Qué orgasmo más salvaje, convulsionaba de gusto, gritaba como una loca, perdí la noción de donde estaba, de derrumbé sobre el váter, caía como un muñeco de trapo y aquel cabrón no dejaba de bombear, aquello no paraba, me seguí corriendo durante dos minutos, hasta que se noté su polla estallar dentro de mí.
Se corrió gruñendo, borbotones de semen caliente golpeaban en mis entrañas y me inundaban, yo estaba caída y solo mis caderas que estaban asidas por él seguían en alto, pequeños orgasmos más pequeños como oleadas me seguían sobreviniendo, hasta que por fin se retiró de mi coño.
Me dejó allí tirada, con el culo en alto, me dio dos palmadas en las nalgas, de mi rajita ahora a mis jugos babeantes se sumó el semen lechoso espeso que empezaba a escupir mi palpitante rajita.
-Esto no ha acabado zorra- farfulló con respiración entrecortada- Aún nos quedan muchas horas de viaje… te espero en el vagón… -
Abrió la puerta y salió dejándome tirada y rota de placer. Antes de cerrar e irse dijo.
–Por cierto, me llamo Javier- y se fue.
Tardé como diez minutos en poder recuperarme, sólo me dio la cabeza para pensar en girarme y echar el pestillo a la puerta. Mi falda, las medias, el tanga estaban perdidos de pringue, manchados de todo, saliva, semen, mi humedad; a su vez yo estaba empapada en sudor y aún tenía calambres por el orgasmo. Sentada en el suelo del baño, apoyada contra el váter, solo podía pensar en que este cabronazo me volviese a follar.
Me levanté, limpié como pude con papel higiénico, me lavé la cara y me hice una coleta, mi pelo ya no tenía solución y cuando recogí el bolso, me di cuenta de que me faltaba mi fiel compañero… aquel morenazo, Javier, se llevó el vibrador…