Viaje en tren 2

Continuación del viaje de Saray que cree que lo que ha pasado tan solo ha sido un error y no se volverá a repetir

De vuelta al vagón decidí sentarme no en el asiento que tenía asignado si no en el de la zorra que me acababa de follar en el baño, el viaje era un largo y monótono transcurrir de horas en una lata de metal sobre raíles, así que… vamos a hacerlo divertido al menos, aún me quedaba mucho por probar de aquella zorra.

Cuando apareció por el pasillo tenía la cara roja sofocada, el pelo enmarañado apresuradamente recogido en un moño, la blusa arrugada y fuera de los hombros, lo único que aparentaba normalidad que llevaba bien puesto era la falda. Se detuvo perpleja delante de los asientos sin saber qué hacer, el hecho de que me hubiese sentado en su asiento pareciese desconcertarla más de lo que acababa de pasar el baño.

-Por favor, toma asiento. No me has dicho tu nombre- dije dando golpecitos en el asiento contiguo al que estaba sentado y no siguiese parada como un poste en medio del pasillo.

Asintió muy despacio con la cabeza aun asimilando todo lo que acababa de suceder, y se sentó estirándose la falda, manteniendo la vista al frente.

-Esto que acaba de pasar no ha pasado, ¿me entiendes?-  dijo sin mirarme.

-Pues para no haber pasado menuda imaginación que tienes… entonces después de devorarme con la mirada mientras fingías que leías… fuiste al baño y te masturbaste como una perra pensando en mí… algo así ¿tal vez?- mi contestación hizo que se pusiera más roja aún.

-Yo no soy así. Tengo novio y le quiero-

-Vaya ¿entonces dónde está tu novio? ¿No sería el vibrador que te estabas metiendo por el coño mientras pensabas en mí?-

Muerta de la vergüenza bajó la cabeza y hablando para su pecho contestó:

-No es lo que piensas, por supuesto que tengo novio y me folla muy bien… cuando lo hace-

-Así que es la polla suplente… aunque parece que ese trozo de goma pasa más tiempo dentro de tu coño que la polla de tu novio.- y acercándome a su oído le susurré. –Si quieres que lo que no ha pasado… no vuelva a pasar, avísame-

Me levanté, para llegar al pasillo y pasar por delante de ella tuve una panorámica perfecta de sus tetas aprisionadas dentro del sujetador, mientras ella seguía con la cabeza gacha. Llegué al pasillo y antes de irme a la cafetería, me giré hacia ella y le dije:

-Estarías preciosa si con ese sujetador llevases un liguero y medias a juego, serías una auténtica puta.-

Llegué al vagón cafetería, por las horas que eran había bastante gente metiéndose el primer café del día, la mayoría hombres ojeando los periódicos, otros con mirada distraída observando por las ventanas. Me pedí un café apoyado de espaldas a la barra y la mirada puesta en la puerta de acceso a mi vagón, aposté contra mí mismo que esa zorra no tardaría en aparecer por la puerta, y no me equivocaba…

La pesada puerta se abría con dificultad y allí apareció como un animalillo asustado buscándome con la mirada, cuando su mirada se cruzó la mía dejó de buscar y arrancó a andar hacia mí con paso firme. Media sonrisa adornaba mi cara no por darle confianza, sino porque la muy guarra decidió hacerme caso y aunque no era un liguero, se había puesto unas medias tipo colegiala hasta medio muslo que le estilizaban las piernas, sutilmente había recogido la falda para que pudiese verse un trozo de piel entre el final de la media y el comienzo de la falda; también se había ordenado el pelo y de un desordenado moño pasó a una sensual cola de caballo, ideal para agarrarla y domar ese potro salvaje.

Además de recomponer su vestuario parecía que había recompuesto también su moral y venía con rictus serio, ceño fruncido y actitud firme, aquello prometía. Se plantó enfrente de mí y poniendo los brazos en jarra me soltó:

-Borra esa estúpida sonrisa de tu cara, no te pienses lo que no es y devuélveme lo que me quitaste-

Sin dejar de sonreír a la vez que repasaba su figura.

– ¿Lo que te he quitado? Hmmm no sé de qué me hablas… tal vez si fueses más concreta…-

Toda su entereza se desmoronó, balbuceaba pensando en qué contestar y más se cabreaba por la situación, quiso mantener el farol dio un paso hacia mí y con su expresión más fiera y retadora se quedó a un palmo de mi cara, podía sentir su respiración nerviosa. Bajando la voz y muy despacio

–No seas ca-pu-llo, sabes perfectamente a lo que me refiero-

Sin prestar importancia a su supuesta seriedad, me giré para apoyarme de medio lado en la barra.

-Relájate gatita y tómate un café… además mientras viajemos juntos en este tren no lo vas a necesitar- y terminé de girarme dándole la espalda.

La pobre Saray pasó de la sorpresa al cabreo, a la indignación, no iba a dejar que aquello acabase así, pero se había mojado de nuevo… toda aquella situación hacía que se pusiera cachonda hasta el punto de que le dolían los pezones de la excitación, pero no podía admitirlo así que tras unos segundos meditando qué hacer, se giró y se volvió a su asiento.

Pude sentir como rumiaba su cabreo, daba golpecitos con el pie nerviosa en el suelo, soltó un bufido y se fue. Vaya pues va a ser que se ha molestado de verdad, me terminé tranquilamente mi café y me volví a mi asiento con el preciado juguetito dentro de mi chaqueta.

Ella estaba en su asiento como le correspondía, una rodilla en alto apoyada contra la mesa lo que hacía que la falda resbalase cayendo hacia su cintura dejando a la vista desde el final de la media hasta el comienzo del culo, no se veía tela alguna así que o no llevaba nada o esta putita solo usa tangas. Una vez a su altura, levantó la mirada del libro por un fugaz instante y apartado la cabeza en un gesto brusco hacia el libro y la ventana.

Me senté en el asiento contiguo al suyo, pero ella no se inmutó seguía con su pretendida actitud distante, incluso bajó la pierna y se recolocó en el asiento.

-Todavía no me has dicho tu nombre. No te pasaría nada por ser un poco amable-

Aquella contestación aumentó su indignación y se giró aún más hacia la ventana para darme más la espalda, pasó la página del libro y tras un sonido de queja contestó.

-Tu asiento no es ese, vete a tu sitio-

-Así que prefieres tenerme enfrente… así podrás verme mejor, que seguro que es más interesante que el libro-

Aquello ya era demasiado para ella, se giró de forma brusca y mirándome a la cara dijo.

-Mira maldito cabrón engreído, me llamo Saray y sí, follamos, y lo disfruté, pero ya está. Se acabó no va a volver a pasar y ahora déjame en paz-

Seguía sosteniéndome la mirada una vez que terminó de hablar, subí las cejas y con cara de circunstancias me llevé la mano a la chaqueta.

-Entonces, sí que vas a necesitarlo-

Saqué el vibrador y lo dejé encima de la mesa, le cambió la expresión de la cara, abrió los ojos como platos, se puso colorada y rauda en un gesto reflejo soltó el libro y estiró los brazos para agarrar el vibrador, lo llevó debajo de la mesa nerviosa no sabía bien qué hacer, separó las piernas y lo llevó bajo la falda.

-Encantado de haberte conocido Saray-

Me incliné hacia ella, le di un beso en la mejilla. Al hacerlo me apoyé con una mano en su rodilla, no dijo nada, seguía con las manos debajo de la falda agarrando el vibrador; seguía cual estatua si no fuese por el movimiento de su pecho al respirar que subía y bajaba acompasadamente pero cada vez más rápido, su pulso se estaba acelerando.

Dejé bajar la mano desde la rodilla por el muslo hasta deslizarla debajo de la falda, sentí como cerraba las piernas atrapando mi mano, acariciaba sus muslos subiendo por la piel desnuda hasta que me topé con sus manos agarrando el vibrador. Seguí mi recorrido con la mano por las suyas, avanzando dedo a dedo hasta entrelazar mis dedos con los suyos, acariciarlos y notar el tacto siliconado del vibrador, lo agarré.

No quería soltarlo, pero no opuso mucha resistencia dejándoselo arrebatar, Saray cerraba los ojos y bajaba la cabeza, se estaba excitando, daba igual que acabásemos de follar, llevaba demasiados meses sin que se la follasen en condiciones; separó las piernas para facilitar el avance. Llegué hasta su pubis, hice a un lado la fina tira de algodón del empapado tanga y la penetré con su vibrador, sintió un escalofrío y dio un respingo, seguí enterrando aquel trozo de silicona en su húmeda cavidad, gemía con cada centímetro que iba llenando su coño, era un gemido continuo que a cada palmo que empujaba iba subiendo de tono.

-Así que esto es a lo que tienes que recurrir por no tener un buen macho que te folle- y encendí la parte del vibrador que era como una polla. Saray se estiró para después arquear la espalda, se mordía los labios para ahogar los gemidos de placer.

-Cabrón, tengo novio… no puedes hacerme esto…-

-¿Que no puedo hacer qué?- Contesté, enciendo la segunda vibración, la del clítoris.

Gimió dejándose caer sobre la mesa, con la cara girada hacia mí, cerraba los ojos y subí la velocidad de la vibración. Fue como un latigazo, abrió los ojos de golpe como cuando despertó por primera vez ante mí, abría la boca en gemidos y tratando de respirar ahogando el sonido, empezaba a temblarle el cuerpo del placer.

-Eres una maleducada, estas no son formas de comportarse en un tren… acaba de entrar el revisor y viene hacia nosotros-

Temblaba como si tuviese escalofríos, estaba a punto de correrse así que bajé la velocidad de vibración, me miró a los ojos con odio y musitó.

-Maldito hijo de puta- y ella misma buscó los controles del vibrador para subir la velocidad del vibrador en su clítoris, volvió a temblar de gusto y cerrar los ojos.

-Vaya, vaya así que una zorra desobediente. Vas a tener que aprender modales-

Agarré una bufanda que asomaba por el bolso, Saray desplomada sobre la mesa con los ojos cerrados temblaba de gusto con los ojos cerrados, sus gemidos solo eran interrumpidos por el sonido constante del motor del vibrador; no era ni consciente de que le agarré por las muñecas y se las llevé a la espalda atándolas juntas y pasando un vuelta por el apoyabrazos.

Una vez atada, agarré la coleta del pelo y tiré de ella hasta incorporarla, sentía el dolor del tirón tirando de su propio peso, apretaba los dientes entremezclando gemidos de dolor y placer, pero tan sólo abrió los ojos con expresión de fastidio porque al levantarle el vibrador se le había salido ligeramente y el del clítoris estaba fuera de sitio y su botoncito inflamado, húmedo y palpitante se quedó sin su dulce castigo.

Estaba fuera de sí, en una nube y ya no regía en sus pensamientos, había perdido la noción del tiempo y de la situación, me miraba suplicante susurrando apenas.

-Por favor… por favor…-

Me divertía tenerla a mi merced, esta puta ya era mía y podría hacer lo que quisiera hacer con ella, ya no era una persona sino un animal en celo, sediento de placer, el erotismo y los orgasmos eran lo único que regían ya su conducta. Se inclinó hacia mí todo lo que le dieron los brazos atados al reposabrazos, apoyando su mejilla contra mi hombro, seguía gimiendo como un animalillo.

-Por favor… por favor… no me dejes así… por favor…-

Se apretaba contra mi cuerpo, frotaba su mejilla contra mi hombre en actitud cariñosa de súplica cuando una persona se detuvo de pie a nuestra altura, vestía uniformado de azul marino; era el revisor.

-Buenos días, billetes por favor-

Saray ni se inmutó seguía en su estado de sumisión recostada sobre mi hombro. Yo me giré para contestar al revisor y la vez con una mano acaricié la cara de mi zorrita.

-Buenos días, sí espere un momento- mientras me palpaba los bolsillos – Le ruego un poco de paciencia que no sé dónde los puse… hmmm no estoy seguro de si los tiene mi chica-

Agarré con dulzura su cabeza y la despegué de mi cuerpo, llevando su cuerpo al respaldo del asiento quedando sentada de forma normal salvo por el detalle de las manos y… de su cara enrojecida, la blusa que en un infinito escote dejaba ver perfectamente las tetas hasta donde daba el sujetador y éste a su vez los marcados pezones como dos garbanzos empujando el fino tejido.

-Sabe, es que mi chica la pobre es muy tímida y también muy desconfiada. Es de las que lleva el dinero y las cosas de valor en una bolsita riñonera de esas debajo de la ropa-

Así ante la vista del revisor, cuyo desconcierto aumentaba al igual que su excitación que también crecía dentro de sus pantalones, metí las manos debajo de su falda y empecé a levantarla dejando cada vez más carne a la vista. Saray solo le dio por cerrar las piernas de forma que el vibrador quedaba oculto abrazado por la blandita y blanquita carne de los muslos.

Seguí levantando la falda, hasta llegar al pubis, la tela negra del tanga quedó al descubierto retorcida y húmeda, pasé los dedos por su rajita para que se marcase más, Saray cerraba los ojos y mantenía la cabeza baja.

-¿Y qué pasaría si hubiese perdido los billetes? ¿Podría pagarlos de otro modo?- pregunté sin dejar de manosear la tela del tanga de lado a lado buscando la supuesta bolsita con el dinero.

-Eh, eh pues claro- balbuceaba el revisor que no tardó en procesar la pregunta.

-Porque si no tuviésemos los billetes tendríamos que bajarnos del tren- a la vez que lo decía, lo que parecía un torpe intento de búsqueda, que se habían enrollado los dedos en la tela, tiré de la tela hacia abajo quedando a la vista el comienzo de los surcos de los labios mayores, gorditos, hinchados y rosaditos.

-Eh, no, no, seguro que podemos solucionarlo de algún modo- salivaba el revisor y se llevaba una mano a frotarse la polla por encima del pantalón.

-Pues si puede sacarnos dos billetes, se lo agradecería mucho, especialmente mi chica que ahora mismo está muy avergonzada por haberlos perdido y quiere pedirle perdón… “de rodillas”-

Seguía tironeando de su tanguita hacia abajo, pasaba indisimuladamente el dedo índice por su rajita frotándole el clítoris.

-¿Verdad, cielo? ¿Verdad que vas a acompañar al señor revisor y pedirle perdón con tu boquita?-

-Sí…- dijo sin mover ni levantar la cabeza.

Desaté sus manos del reposabrazos dejando sus muñecas atadas a la espalda, la ayudé a levantarse y llevándola cual preso esposado salimos del vagón siguiendo al revisor. El revisor era un señor de mediana edad, unos cincuenta años, bigote abundante y barriga cervecera, mediana estatura, bien aseado como corresponde a un trabajo de cara al público.

Salimos al espacio intermedio donde entre vagones, el revisor estaba nervioso no sabía bien qué hacer, no estaba ni seguro de lo que iba a suceder, se detuvo y se nos quedó mirando. Empujé a Saray hasta la puerta del baño, la abrí y girándola cayó sentada sobre el váter. Me hice a un lado contra el lavamanos.

-Abre la boquita guapa. Señor revisor, su turno-

El revisor entró ocupando el poco espacio que quedaba dentro del baño, una vez que cerró la puerta, todo su nerviosismo se convirtió en prisas, se desabrochó el cinturón, con lo que dado su barriga era lo único que los mantenía en su sitio, cayeron al suelo con un tintineo de llaves. Se quedó en calzoncillos y me miró buscando aprobación antes de seguir; asentí con la cabeza y el revisor se bajó los calzoncillos saltando la erecta polla, era pequeña, no muy larga ni gorda, se inclinó hacia adelante buscando la boca de Saray, la empujé por la nuca, ya tenía la boca abierta y se la metió entera en la boca.

El revisor estaba muy excitado y no estaba para florituras, empujó de caderas y se la clavó hasta la garganta, sus huevos peludos le golpeaban la barbilla, sin más preámbulo empezó a bombear, un rápido mete y saca. Saray apretaba cerraba la boca apretando los labios, en cada sacada la polla salía reluciente bañada en saliva, la saliva se iba acumulando por la polla y a colgar por la boca.

-Qué bien la chupas, hija de puta, arggggg ¡Toma puta!- Se corrió gruñendo como un cerdo.

El esfuerzo hacía que gotas de sudor le bajasen por la frente, se le encogía la polla y se la fue sacando, aún escupía lechazos de semen que impactaban por la cara de Saray, seguía con la boca abierta y la lengua fuera recogiendo todo lo que cayera, la lengua era prácticamente blanca del semen del revisor. Cuando ya parecía haber terminado de eyacular, Saray cerró la boca y tragó el semen, y se inclinó hacia adelante para terminar de chupar y limpiarle la polla al revisor.

-Ah, gracias, zorra. Mi mujer no me deja correrme en su boca- decía mientras se subía los pantalones y Saray se relamía buscando con la lengua los restos de semen que tenía esparcidos  por los labios y mejillas.

-Y bien chicos ¿para dónde os saco los billetes?-

-No hace falta, acabo de recordar de que tenía los billetes en la chaqueta- contesté agitando los billetes en el aire. –Disculpe el malentendido-