Viaje en avión

Le gusta que le toque los pechos

Por motivos profesionales suelo viajar bastante por lo que subirme a un avión se ha tornado en una actividad rutinaria, e incluso aburrida. Al principio me divertía mucho viajar a distintas ciudades y países… coleccionaba nombres de aeropuertos. Ahora se ha convertido en una tediosa actividad que estoy deseando terminar lo antes posible.

Me acomodo en el asiento que me ha tocado junto a la ventana. El viaje va a ser largo y parece que el avión estará completo. Sin especial interés observo como el resto de pasajeros toman asiento en sus respectivos sitios. De otros viajes sé que no importa demasiado quien te toque al lado, apenas nos saludamos al comenzar el vuelo y con algunos nos despedimos al aterrizar.

Recuerdo que hace algunos años, con el compañero circunstancial de viaje se solía conversar, y si el viaje era relativamente largo podíamos llegar charlar amigablemente un buen rato. Ahora esto es impensable, todo el mundo esta muy ocupado con el teléfono o el laptop.

Veo aproximarse un hombre alto y corpulento. Ruego encarecidamente que no me toque como compañero de viaje, no por nada, simplemente por una cuestión de espacio vital, no me gusta sentirme arrinconado sin poder moverme lo más mínimo.

Se detiene a la altura de mi fila y coloca su bolsa en el portaequipajes. Desgraciadamente creo que voy a tener un viaje bastante apretadito. Detrás de él aparece una mujer que también es de “talla grande”. Tiene un cuerpo exuberante lleno de curvas que dice a voces “cómeme…cómeme”, pero que para manejarnos en un espacio de reducidas dimensiones no es lo más deseable..

Por suerte, ella se coloca en el asiento central entre su acompañante y yo. Él ocupa el asiento del pasillo en previsión de poder estirar las piernas.

Al llegar, un seco saludo de compromiso en ingles es la única referencia que tengo de ellos. Se inicia el vuelo y la mujer se acerca para poder mirar por la ventanilla. La vista es extraordinaria, la ciudad se muestra a nuestros pies orgullosa acariciada por el mar. Hasta ahí todo normal, lo que sucede es que la señora para poderse asomar por la ventanilla tiene clavada su teta sobre mi brazo. Esto no parece que le moleste en absoluto y lo debe tener por normal ir abriéndose paso con sus estupendos pechos.

Se vuelve para hablar con su pareja y comentarle algo de las vistas, este no le hace el más mínimo caso, se desentiende de sus comentarios y se prepara para tratar de echar un sueñecito durante el viaje. La mujer se vuelve hacia mi, y con tanta estrechez me pone su pecho derecho sobre mi brazo. Mejor que me toque ella con la teta que no su enorme marido me ronque en la oreja.

Apenas me atrevo a moverme, no quiero que lo pueda interpretar como una queja, nadie tiene culpa que el espacio sea tan reducido. Por lo tanto prefiero que la cosa se quede así… yo mirando por la ventanilla y dejándome sentir su teta rozando sobre mi brazo.

La señora muy educada, hace un elogio de la ciudad que acabamos de abandonar, yo correspondo a su inicio de conversación con algún comentario sobre los sitios tan bonitos que se pueden visitar entablando así una mini conversación para hacer menos aburrido el trayecto. El que supongo es su marido, ya está con los ojos cerrados quizás durmiendo.

Se echa un poco hacia atrás, lo que aprovecho para mover el brazo recuperar un poco de mi espacio al tiempo que le dos un buen restregón por toda la teta, lo suficiente para rodear su pecho y rozar su pezón.

Ha pretendido ser un movimiento inocente, aunque la realidad es que he podido sentir su teta de punta a punta. Mi vecina de asiento debe haber sentido mi roce con nitidez, he pretendido que parezca accidental si lo lo acepta. Si por el contario le gusta, quiero que sienta mi clara invitación a jugar un rato entre los dos.

Su respuesta no se hace esperar, se desabrocha varios botones de la blusa improvisando un gesto de queja porque hace mucho calor. En realidad lo que quiere es enseñarme el profundo canalillo que forman sus dos generosas tetas. Dándome por aludido, trago saliva de forma ostensible y hago un discreto gesto de aprobación al ver semejante manjar. Ella no puede evitar que una sonrisa de complacencia se dibuje en sus labios.

Busco la postura para que mi brazo roce con el suyo y que con un ligero movimiento por su parte pueda volver a rozar con su teta. Viene la azafata a ofrecer un refresco. Al alargar la mano para recoger el mío, soy capaz de rozar sobre su pezón de forma muy sutil. Ella me agradece la osadía inspirando profundamente y arqueando la espalda de manera que sus tetas se proyectan hacia delante como dos obuses.

Menudo calentón que estoy cogiendo. Me cruzo de brazos dejando mi mano por encima del codo justo al lado de su teta. Tengo la tentación de alargar el brazo y poner mi palma sobre su pecho, pero eso sería demasiado y no me atrevo.

Busco hacer algo menos osado, de los dedos me atrevo a “rascar” muy levemente sobre el lado de su pecho. La mujer responde haciendo ver que buscar una postura mas cómoda para descansar hasta la hora de la cena. Primero lo intenta recostándose sobre su pareja, este la despide con un resoplido contrariado y un empujón, luego opta por inclinarse hacia mi lado. Lo que en realidad es apretar su pecho sobre mi brazo y colocar los hombros de manera que el pequeño espacio que queda entre los dos queda a salvo de la mirada del hombretón. Después de unos instantes de indecisión llevo mi mano hacia allá, con lo que puedo tocarle ambos pechos. Primero con mucho cuidado y buscando una posible salida en caso de que algo salga mal.

Luego con cierto descaro, rodeo sus pezones hasta que siento como se van endureciendo debajo de la ropa. Son bastante prominentes y puedo pellizcarlos a gusto. Ella suspira de vez en cuando y eso todavía me anima más a seguir robándole las tetas.

Me acomodo en el asiento y me coloco la polla hacia un lado. Esta tan gorda que me estaba haciendo daño. Estiro de la tela del pantalón para que se adapte a su perfil, se aprecia un bulto bastante respetable.

Veo como la mujer mira hacia allá y se muestra complacida. Siento ganas de sacármela y hacerme un paja allí mismo pero eso sería demasiado peligroso, hay mucha gente alrededor y alguien podría verme. Como sucedáneo, paso la punta de los dedos todo lo largo y froto la punta. Esto me da mucho gustito y a ella le encanta ver como lo hago.

Me gustaría podérmela sacar, darme unos cuantos meneos y enseñársela para que viera lo que ha conseguido dejándome manosear sus ricas tetas. Estoy convencido que a la señora le gusta tanto como a mi este pequeño juego que nos hemos inventado.

Por suerte su pareja parece estar traspuesto y no se entera de nada. Ella me da la idea de cómo podemos hacerlo: coge la revista de la compañía y la empieza a hojear. Yo hago lo mismo y empiezo a pasar las hojas.

Cuando veo que ella desvía la mirada hacia mi revista, paso varias hojas de golpe hasta que aparece mi polla entre medio de la hojas. La primera vez retira la mirada de como si le hubiera molestado lo que ve o que siente miedo a que alguien nos pueda sorprender. La vuelvo a tapar con las hojas.

La tentación es grande y ella me mira y luego dirige su mirada hacia la revista que mantengo levantada y apoyada sobre las piernas, escondiendo una buena polla gorda y dura. Repito la maniobra, paso algunas hojas de un lado a otro para descubrir mi verga con todo su esplendor.

Me la mira y se relame. Le gusta lo que ve y se regocija mientras yo me la toco. Enfrascados en este juego no nos damos cuenta que las azafatas están repartiendo la cena. Casi me pillan con la polla en las manos.

A trompicones me la escondo sin tiempo a subir la cremallera. Bajo el soporte de plástico y la azafata me acerca la bandeja. A duras penas podemos contener la risa, después de cenar continuaremos con nuestro juego…tengo alguna sorpresita preparada. En cuando bajen la intensidad de la luz de cabina tendremos nuestra oportunidad.

Deverano.