Viaje de trabajo y de placer I
En busca de placer para para poder recordar más tarde. Mi marido me entrega a un joven hombre y yo a una joven mujer
Desde lo ocurrido la nochevieja pasada y que relatamos a primeros de este mes la complicidad entre Alberto y yo ha ido creciendo. Bien es cierto que los dos o tres días posteriores a los acontecimientos fueron algo difíciles pero dialogamos y pronto llegamos a la conclusión que la búsqueda de placer no puede romper el vínculo pasional que nos une desde hace casi veinticinco años. Estamos enamorados el uno del otro y hemos llegado a la conclusión que leer nuestras propias experiencias en esta web sirve para recordar momentos de placer que aumentan nuestro deseo el uno por el otro.
Desde que Alberto leyó el relato que le regalé por su cumpleaños noté que insistía para que le acompañara a una feria de joyería que se celebraba en Lyon. Normalmente yo no viajo a las ferias pues debo atender las obligaciones de la fábrica y la tienda que tenemos en nuestra ciudad de residencia, pero esta vez Alberto insistió alegando que el viaje era en coche y prefería tener compañía. El viaje duró diez horas y tuvimos tiempo para hablar un poco de todo, llegando al hotel Carlton de Lyon pasadas las siete de la tarde cuando ya había caído la noche.
Subimos a la habitación, nos aseamos y bajamos a cenar al restaurante. Durante la cena aparecieron Aníbal y Arkia, una pareja que Alberto me había presentado hace unos meses durante otra feria en Madrid. Aníbal es representante de joyería que trabaja ocasionalmente para nosotros en la zona de los países árabes y Arkia es su novia además de socia. Cuando le conocí pensé que era un hombre apuesto, alto, moreno de piel y pelo que llevaba bastante largo en una melena muy bien cuidada que le caía sobre los hombros y un cuerpo de espalda ancha y perfectamente formado. Arkia era una muchacha de color, delgada y alta que da la imagen de haber sido modelo de pasarela. Él es Uruguayo y ella Sudafricana. En cuanto nos vieron vinieron a saludarnos y cada uno cenamos en nuestras respectivas mesas.
Durante la cena Alberto me habló sobre Aníbal diciéndome que a pesar de tener solamente treinta y un años ya tenía una importante cartera de clientes en los países árabes y que pensaba aprovechar el encuentro para ampliar el acuerdo de representación, yo le contesté que me parecía bien y le dije que además me había parecido muy guapo y elegante. Alberto me contestó que pensaba lo mismo sobre Arkia. Cuando acabamos de cenar fuimos a despedirnos de ellos y Alberto propuso tomar una copa una vez ellos hubieran terminado su cena. Les esperamos en el bar del hotel y tardaron un rato en venir. Alberto y Aníbal hablaban de trabajo y yo lo hacía con Arkia interesándome por el significado de su nombre y por si había sido modelo de pasarela lo que me confirmó diciendo que lo había dejado cuando conoció a Aníbal. Tomamos una copa y nos despedimos hasta el siguiente día pues todos estábamos cansados después del día de viaje.
El día siguiente a las diez de la mañana estábamos en el recinto ferial, Alberto tenía concertadas varias entrevistas y yo me dediqué a visitar stands recabando información. En uno de ellos encontré a Aníbal que me saludo y dijo que había quedado con Alberto para cenar esa noche las dos parejas juntas y me propuso que fuera a almorzar con Arkia pues él estaba muy ocupado al igual que Alberto, a lo que accedí. La comida fue muy amena, hablamos de muchísimas cosas y llegamos a intercambiar confidencias sobre nuestras respectivas parejas, yo le hice saber que Aníbal me parecía un hombre guapo y sexi y ella sin cortarse contestó que Alberto no tenía nada que envidiarle. Me hizo saber que ella acababa de cumplir veintinueve años. Una llamada de Alberto dio fin a la conversación y cuando me despedí de ella hasta la hora de la cena se mostró sorprendida pues desconocía el compromiso de nuestras parejas.
Estábamos en nuestra habitación, faltaban 25 minutos para las 7 de la tarde y sonó el móvil de Alberto, era Aníbal que nos esperaba en la recepción. Mientras bajábamos en el ascensor Alberto me dijo que había reservado mesa en un restaurante a las afueras de Lyon. Cuando llegamos al hall la otra pareja ya estaba en la puerta del hotel esperando la llegada de un taxi. Aníbal vestía totalmente de negro, con un jersey de cuello de cisne y un tabardo cruzado, Arkia se cubría con un abrigo color burdeos de paño que le llegaba hasta los pies y no dejaba ver nada más de su vestimenta. Hacía mucho frio y el aliento se veía claramente al salir de nuestras bocas. Cuando llegó el taxi Alberto ocupo la plaza delantera y el resto nos sentamos detrás colocándose Aníbal entre las dos mujeres. Fue en ese momento cuando observé que Arkia vestía una falda tan corta que sus piernas larguísimas quedaban totalmente a la vista y desde mi posición no podía ver donde empezaban a cubrirse por alguna ropa. Los dos hombres comentaban asuntos de trabajo y nosotras nos manteníamos en silencio. Pasado unos minutos observé como la mano de Aníbal se paseaba por el interior de los muslos de Arkia deslizándose lentamente desde las rodillas hasta un punto que yo no alcanzaba a ver por mi posición.
El viaje duró aproximadamente veinte minutos y las caricias duraron hasta que llegamos al restaurante que estaba en un pequeño pueblo. La cena transcurrió en un ambiente íntimo pues no había mucha ocupación, dialogábamos entre todos y de muchos temas diferentes. A la hora del café Alberto le pidió a Aníbal que explicará la anécdota del jeque que le había propuesto comprarle unas joyas con la condición de que le permitiera acostarse con una colaboradora que tenía en aquella época. Aníbal entre risas explicó la anécdota que según él acabó sin acuerdo porqué la chica no aceptó la propuesta. Cuando Arkia escuchó esto preguntó por el precio de las joyas y cuando lo supo dijo que ella por la comisión hubiera aceptado la propuesta sin pensárselo dos veces. A partir de este momento la conversación tomó como único tema las relaciones de pareja y más concretamente el sexo. Alberto dirigió cada vez más sus comentarios hacia Arkia y Aníbal hacía mí. Enseguida capté que en el comportamiento de mi marido podía haber una intención escondida y decidí continuar su juego. El tono de la conversación iba subiendo cada vez más y era evidente que Alberto bebía los vientos por Arkia y Aníbal no dejaba de lanzarme indirectas.
Habíamos tomado dos copas de cognac cada uno y tuve deseo de refrescarme un poco por lo que decidí ir al baño. Arkia me siguió y entramos juntas, yo con cuidado por el maquillaje, me refresqué la cara y ella dio inicio a una conversación preguntándome como lo estaba pasando a lo que contesté que muy bien. Después comentó que nuestro matrimonio parecía estar muy unido, que había mucha complicidad entre nosotros y que los dos demostrábamos estar muy enamorados el uno del otro. Yo escuché los comentarios y se los agradecí con una sonrisa a lo que ella respondió con un beso rozando sus labios con los míos. Esto me impactó pues no lo esperaba y sin saber que decir volvimos a nuestra mesa. La velada duró un rato más y mi cabeza intentaba comprender lo que había ocurrido momentos mientras mis acompañantes reían y celebraban sus ocurrencias.
Abandonamos el restaurante y esta vez fue Alberto quien tomo asiento entre nosotras, yo le cogí la mano y la puse encima de mi falda. En un momento que había silencio me susurró al oído si deseaba acostarme con Aníbal y reaccioné apretando su mano entre mis muslos. Cuando llegamos al hotel mientras descendíamos del taxi le dije que si pero ponía como condición que él lo hiciera con Arkia. Nos besamos mientras Aníbal estaba distraído pagando el taxi y Arkia miraba la escena con indisimulada malicia.
Nos dirigimos directamente al bar del hotel y pedimos unas copas en la barra, pasado unos minutos los dos hombre pidieron permiso para ir al aseo, Arkia y yo nos mirábamos en silencio y en su rostro se podía apreciar una permanente sonrisa de satisfacción. Volvieron riendo y bromeando, Alberto me beso en los labios y susurrándome dijo que todo estaba arreglado pero había una condición que no era otra que el encuentro debía ser en habitaciones separadas, sin pensarlo contesté que estaba de acuerdo.
Fuimos hacia el ascensor, Aníbal pulso el 2 y Alberto el 5. Se abrió la puerta y justo delante leí un cartel que anunciaba la segunda planta, seguí los pasos de Aníbal y oí el golpe de las puertas del ascensor cerrarse. Durante el trayecto dude de continuar el juego pues se me hacía difícil estar a solas con un hombre que no fuera mi marido y Aníbal debió notarlo pues me sujetó por la cintura y casi me arrastro hasta la habitación 234, la abrió y yo hice intención de escaparme pero lo impidió. Cerró la puerta y sin colocar la tarjeta para que se hiciera la luz me aplastó contra la pared, se arrodilló ante mí, levanto mi falda y hundió su cara entre mis piernas. Enseguida comprendí que no valía la pena poner resistencia entre otro motivo porque deseaba lo que estaba pasando. Noté la lengua de Aníbal luchando por perforar los pantis y las braguitas pero era misión imposible, sus manos arrastraron la ropa interior hasta el suelo y su lengua tomó posesión de mi coño de forma violenta , le rogué que fuera más delicado porqué deseaba que me poseyera y esto le calmó. Coloqué mi muslo sobre su hombro para que su lengua ganara centímetros dentro de mí, sus dedos apretaban mis muslos con fuerza , yo me movía y apretaba mi entrepierna contra su cara y notaba como se iba humedeciendo, sentí como el placer recorría mi columna vertebral y me dejaba hacer mientras pensaba que me estaba entregando a un hombre al que casi doblaba en edad y eso me causó un placer añadido. Cuando noté que estaba a punto de correrme le cogí la cabeza y estire de su pelo para devolverle el dolor que me había causado al principio. La piel se me erizó y temblé por los fuertes espasmos que me produjo aquel orgasmo.
Aníbal puso la tarjeta en el interruptor y se hizo la luz, fuimos directos a buscar la cama y mientras yo acababa de desnudarme, Aníbal hizo lo mismo. Me empujó violentamente sobre la cama y juntó su boca a la mía entrelazando nuestras lenguas, con mi mano busqué su sexo lo encontré y lo llevé a mi boca, estaba erecto y me lo tragué sin contemplaciones, quería corresponderle con la misma violencia que él lo había hecho al entrar en la habitación, rozaba mis dientes con su piel y mordía el glande con suavidad para causarle dolor. Aprisionó mi cabeza con sus manos y marcaba el ritmo de las lamidas, resoplaba intensamente y gritaba..más…más…más…oh…oh…oh… pero se resistía a darse por derrotado, mis manos recorrían su pecho buscando el placer que me daba acariciar una piel suave hasta que finalmente gritó….”me voy”, tuve tiempo de sacar la polla de mi boca y vi como un gran semen cruzaba el aire de la habitación hasta desaparecer a los pies de la cama.
Nuestras bocas se encontraron y las lenguas volvieron a unirse, ambos nos tomamos un respiro y recordé a Alberto, se me hacía extraño estar en esta situación y no tenerlo cerca, pensé que a pesar de sentir tanto placer en momento alguno había tenido deseos de decir un “te quiero”, ni tan solo un “te deseo”. Sentía placer pero no traspasaba mi piel, no llegaba a mi corazón. Las manos de Aníbal agarraron mi cintura con fuertemente, volvió a hacerme daño, me levantó hasta que quedé sentada sobre su pelvis él con las piernas abiertas dándole la espalda, me alzó y noté que su pene buscaba mi vagina que penetró sin resistencia alguna. La noté dentro y con ello una sensación de placer se esparció por mi entrepierna. Me movía suavemente de delante a atrás y sentía su miembro rozar el interior de mi vagina que se inundaba de flujos, buscando más placer me dejé caer hacia atrás hasta que las palmas de mis manos encontraron el colchón y de esta manera permitir a Aníbal mover su pelvis para que pudiera penetrarme todavía más y sentir los golpes de sus muslos contra mis nalgas. Mis ojos miraban al techo, mi cuerpo buscaba sentir y dar placer al mismo tiempo y en mi cabeza daba vueltas la ausencia de Alberto en la escena. Los dos amantes aceleramos los movimientos buscando la explosión final, jadeábamos, sudábamos, nos exigíamos más placer el uno al otro, yo sentía continuos orgasmos y luchaba por conseguir notar el desparrame de semen dentro de mi vagina pero mi amante se resistía a dejarse ir, fueron minutos de intenso y continuado placer durante los cuales no dejé de recorrer con mi vista cada rincón de la habitación y quizás por eso no disfruté al máximo el momento del éxtasis final cuando mi coño se inundó de líquido caliente que esta vez sí había ido a para dentro de mi cuerpo. Descabalgué a Aníbal, le besé en la boca y pensé que después de un respiro seguiríamos dándonos más placer, pero sorprendentemente él dijo que había sido maravilloso. Capté el mensaje, me vestí y abandoné la estancia, mientras iba a nuestra habitación calculé que aproximadamente había pasado una hora desde que dejé a Alberto.
Con cuidado introduje mi tarjeta en el lector de la puerta y la empujé, el pasillo estaba oscuro y al fondo la habitación estaba iluminada solamente por el reflejo de la televisión sin voz, caminé sobre la moqueta descalza y ante mis ojos aparecieron los cuerpos de Alberto y Arkia que se amaban sobre la cama. Cuando notaron mi presencia ambos me miraron sin dejar de darse placer, mi marido estaba arrodillado y erguido sobre el colchón y Arkia también arrodillada pero dejando caer su tronco. Tuve la sensación de ver un león cubriendo una gacela, el robusto cuerpo de Alberto cubría desde atrás el cuerpo delgado de una gacela negra que mi marido movía a su antojo. Miré un rato la escena y sentí placer solo por eso hasta que mi vista se cruzó con la de Arkia y vi que su rostro era la expresión de estar disfrutando, instintivamente me acerqué a ella, me desnude y la besé en la boca entregándonos mutuamente las lenguas. Apenas movía el cuerpo pues Alberto era delicado en sus movimientos, Arkia abandonó mí boca y noté que su mano se hacía lugar entre mis muslos acercándolos a su rostro, entendí su deseo, me arrodille sobre la cama, abrí las piernas y le ofrecí mi coño que empezó a lamer de manera delicada. Miré a Alberto y él me miró a mí, intercambiamos una sonrisa y deduje que estaba disfrutando, se movía tan suavemente que los golpes de su pelvis apenas movían el cuerpo de Arkia que ya me hacía sentir placer. Pensé que quizás ella pretendía recoger con su lengua el semen que Aníbal había dejado dentro de mí. Alberto respiraba cada vez más fuerte y su movimiento se iba acelerando, yo empezaba a sentir placer cada vez más continuo, Arkia jadeaba y entre lamida y lamida susurraba que quería más hasta que Alberto paró en seco y supe que se estaba vaciando, Arkia y yo compartíamos un orgasmo que nos había provocado el mismo hombre, ella por la penetración y yo por haberle visto disfrutar.
Ayudé a Arkia a vestirse, le enseñé la puerta de salida y volví a la cama abrazándome a Alberto completamente desnudos los dos. Me susurró que me amaba y yo le dije que lo sabía. Lo que vino después es cosa de nosotros solos
Marta.