Viaje de trabajo con mi Jefa III
Última noche por Barcelona en una jornada marcada por las sorpresas.
Entre dormido y despierto no sabía si lo que había vivido la noche anterior había sido real o sólo un sueño.
Me deleitaba en el recuerdo tratando de despertarme y cuando conseguí desesperezame ahí estaba Elvira con la cara metida en mi entrepierna y la boca subiendo y bajando por todo mi rabo.
Era una mamada golosa, babeante, sentí sus manos sobre mis huevos y sus uñas arañándolos. La poca luz que entraba a través de la ventana me permitía vislumbrar sus labios sobre mi polla. Era una sensación magnífica... es inolvidable.
Me alcé para ver mejor la faena de mi jefa y enseguida ella noto mi movimiento, se la saco de la boca, me miró y me saludo divertida. "Anoche no me dejaste probarla y yo no me voy a currar sin haber probado tu leche". Menudo zorrón.
-"Sigue chupando así y en un par de minutos la tendrás". Le dije envalentonado y con ganas de disfrutarlo.
Elvira volvió a rodear con su boca mi capullo. Sentí como su lengua abrillantaba todo el capullo y hacia pausa sobre el frenillo. volvía a hacerlo, está vez dándome a notar la rugosidad de su lengua.
Se la sacó, escupió y me pajeo cinco o seis veces.
-"Córrete", me dijo. "Córrete para tu jefa".
Y volvió a chupar, esta vez tragándosela entera. Notaba mi capullo chocando contra su garganta. Lo hacía rápido y sucio. Y me estaba encantado.
-"No pares. No pares, joder". fue lo único entendible que pude articular.
Gemía y gritaba, mientras sentía mi leche rebosar mi polla. "Me corro, me voy a correr, sii". Elvira se la saco de la boca y coloco su lengua justo en mi glande, estimulándolo con un cachondo movimiento arriba y abajo. Esperaba mi corrida y no tardo en llegar.
El primer lechazo lo recibió de esta guisa, para enseguida engullirme el aparato y sentir como mi polla convulsionaba cinco o seis veces más.
Me dio tiempo a sentir como tragaba toda mi leche, mientras seguía el trabajito, empeñada en dejármela limpia, mientras un chorro de mi blanco y espeso semen colgaba de su pelo y de su nariz.
Cuando acabo tan placentera faena. Se levanto, sonrió y fue a la ducha.
No tarde en ir detrás de ella y meternos en la ducha juntos. Bajo el grifo pareció como si ambos nos diéramos cuenta de todo lo que había pasado, y bajo ese placentero chorro de agua y el roce de nuestros cuerpos, comentamos lo genial que había sido.
-"No quiero que pienses mal de mi", decía Elvira. "No ha sido premeditado, pero ayer me apetecía mucho que lo pasáramos bien juntos cenando y que se me olvidará todo. y aproveche que estaba con un chico joven y guapo para mi. Pero no quería que pasará nada".
-"No querías que pasara nada? ¿Te arrepientes?", le pregunté.
-"En absoluto. Ha sido mejor de lo que imaginaba y ha estado genial. Pero por favor se discreto, no se lo digas a
nadie". me pidió mi jefa.
-"Tranquila, seré discreto", fue mi respuesta.
Unos pocos magreos y besos, ya hicieron que mi polla volviera a pedir guerra. Las tetas húmedas, brillantes y bamboleantes de mi jefa me tenían hipnotizado y me dispuse a chupárselas por enésima vez.
Pegué mi boca a su pezón izquierdo y lamí, mordí, chupe, bese, mientras con la mano izquierda pellizcaba el pezón derecho y sosepasaba tan magnífica ubre. Elvira ya gemía e incluso le saque algún gritito de dolor que buscaba a posta.
La ducha no era especialmente grande ni cómoda, pero tenía una repisa en la que alcé a mi jefa, mientras nos dábamos un morreo profundo. Así intente penetrarla, pero realmente era imposible y demasiado peligroso, así que salimos de la mampara, cogimos una toalla grande y la extendimos en la cama.
Quería follar a mi jefa y la tumbe. Iba a ser un polvo clásico de misionero, pero muy excitante. Comenzamos a hacerlo, besándonos, apretando todos nuestros cuerpos y con un ritmo continuo que se iba incrementando.
Estábamos tan cómodos y cachondos que no cambiamos de postura y llegados al punto de máxima frecuencia, nuestras caderas chocaban violentamente, y mi polla se hundía en su interior que notaba ardiente y encharcado.
El chop-chop de mi polla buceando en el chocho de tan magnifica madura era el compás perfecto para nuestros gemidos y así mi jefa se corrió mientras le daba embestidas profundas y rápidas a toda la capacidad que tenía.
Sabía que podía aguantar más y pese a su reciente orgasmo seguí taladrando tan glorioso agujero.
Le daba con todo y a tope disfrutando muchísimo, penetrándola profundamente. Elvira volvía a gemir fuerte y sus pezones eran dos durísimas piedras.
Continué por diez minutos más haciendo gala de un buen estado de forma -para algo tenía que servir hacer tanto deporte- y acabando, eyaculando, dentro de mi jefa, al tiempo que ella llegaba a otro orgasmo.
Caí rendido sobre ella y tras recuperar el aliento, nos duchamos esta vez por turnos y bajamos a desayunar.
Elvira llevaba un traje chaqueta gris y una blusa azul con un zapato negro, bastante monótono. Yo llevaba mis vaqueros negros, las zapatillas y una camisa de cuadros de manga corta, con la chupa negra, puesta en el respaldo de la silla.
Se veía que iba a hacer calor y esa sensación se notó en cuanto llegamos a la calle. Caminamos rápido hacia la oficina llegando unos minutos antes de la hora de apertura y hoy, estaban, casi todos, ya en la puerta.
Era nuestro último día allí y había que hacer bastantes cosas. Intente avanzar todas mis tareas rutinarias para tenerlas listas en dos horas y pase a resolver dudas con la plataforma de todos mis compañeros. Elvira -me lo contó al día siguiente de regreso en el tren- les había puesto deberes para ese día. Tenían que entregarle un informe de contabilidad y de viabilidad de la oficina. Así como un memorándum de los proyectos de viajes, cursos y actividades de los últimos tres años y de lo que tenían previsto para el siguiente. Además quería cerrar un tema de contrataciones, así como ver cómo se adaptaría esta gente a un cambio de un par de proveedores. Total que fue una
jornada de trabajo intensa para ambos en la que sólo paramos a comer pero cada uno por su lado.
Elvira marchó con Román y otros cuantos chupa tintas a un restaurante de nivel. Por mi parte marchaba junto a la japonesita y la sempiterna sombra de la becaria eslovaca, cuando se sumaron Steve, Juan y Miguel.
Si recordáis Steve es un inglés cincuentón que lleva viviendo un montón de años en España y habla fatal nuestro idioma -no mucho peor que yo el inglés-. Juan y Miguel son dos administrativos de treinta y tantos que son bastante agradables en el trato y que se unieron a nuestra expedición por interés en las dos féminas extranjeras.
La mesa de seis se convirtió en siete cuando ya sentados se sumó Javier un pijo tontolaba insoportable que se acomodó entre las dos chicas haciendo mover a toda la mesa. Yo quede enfrente de Tomiko y al lado de Steve que presidía la rectangular tabla.
La comida fue buena pero aburrida ya que era imposible salir del tema trabajo en la conversación y cuando lo hicieron Juan, Miguel y Javier era para hablar de fútbol. No es que yo pensará en intimar con la japonesita que tan proclive se mostró el día anterior. Demasiado tenía con ansiar la hora de salida del tajo y pasar toda la tarde y la noche follando con mi jefa.
Pasó la tarde de trabajo sin mayor novedad que un mensaje de mi jefa para que la esperará a la salida, que probablemente tardaría un poco más. Así hice hasta que a las siete menos cuarto salimos de la oficina dirección al hotel.
Caminábamos con mucha formalidad. Guardando las apariencias. Con afabilidad pero manteniendo la distancia entre empleado y jefa, entre chico joven y señora madura. Quedaba para cada uno lo cachondos que íbamos -ella me lo contó después-. Le dije que iba a hacer algo de deporte para desestrasarme. A Elvira no le hizo mucha gracia en un primer momento, pero después me pidió si podía acompañarme. Le dije que si, por supuesto. Cada uno se metió en su
habitación y salimos al momento ya cambiados para hacer deporte. Ella con las zapatillas, unas mallas deportivas que me dijo que había traído para estar en la habitación y la camiseta Evil de la primera noche.
-"No tienes mucha ropa deportiva, no¿?", le dije. "Qué va. Yo no hago casi nada deporte, salvo algo de pilates o ir a nadar de vez en cuando". "Buenos, vamos al parque. Hay zonas de gimnasia y esta bastante bien acondicionado".
Estuvimos un rato corriendo juntos a un ritmo bastante bajo, pero a mi me faltaba el aire viendo como le botaban los melones dentro de la camiseta. Tras unos veinte minutos, al llegar a la zona de gimnasia con las maquinas, le dije que se quedará aquí que iba a dar una vuelta al parque a un ritmo más fuerte. No tarde ni 8 minutos en dar toda la vuelta, más o menos un kilómetro y 800 metros, y aún apurando el sprint no conseguía desembarazarme de la idea de esas tetazas que había calibrado y saboreado.
Cuando llegué, Elvira estaba en una máquina de contractor ejercitando los hombros, le guiñé el ojo y me puse enfrente en dos barras para hacer unos fondos. En pleno esfuerzo notaba como pasaban por detrás de mi corredores y personas paseando. Baje y me apoye en un banco para hacer unas flexiones cuando llegó a donde yo estaba mi jefa.
Sonreía y me indicaba con la mirada hacia la izquierda. Miré y dos chicas que no tendrían veinte años marchaban corriendo. Sus culitos con el paso acompasado era pura música celestial. Me despertó de mi ensoñación, Elvira diciéndome que cuando han pasado a su lado iban comentando lo bueno que estaba.
Sonreí y me incorporé hacia ella con la clara intención de darle un morreo que mi jefa recibió con gusto y satisfacción devolviéndome esa lengua y el sabor de su saliva. Mi mano buscaba sus pechos y cuando conseguí apretárselo, notar su redondez y dureza, Elvira se separó de mi y me pidió que marcháramos para el hotel.
Íbamos juntos caminando a buen ritmo. "Tienes que comprarte un sujetador deportivo porque menudo espectáculo nos has dado con esas tetazas moviéndose en la carrera". "Jaja. ¿Y te quejas del espectáculo", "Noo. Me ha encantado lo digo también porque te vas a hacer daño en la espalda". Reíamos los dos sin más trascendencia que en pocos minutos estábamos cada uno en su habitación, duchándonos y preparándonos para salir a cenar.
En mi caso volvía a repetir modelito, cambiando de camiseta eso sí. Mi jefa llevaba las botas y los legguins de la noche anterior, pero arriba había otra camiseta corta, de color granate, con un par de símbolos masones como es el ojo de la providencia y la mariposa monarca, el escote amplio dejaba al descubierto el nacimiento de esas dos tetas maduras de primera división. La misma chupa de cuero y las pinturas de guerra que ya me había mostrado con anterioridad y que tan sexy la hacían.
En conjunto estaba elegante y poderosa. Femenina y provocadora.
Volvimos a repetir el recorrido de las noches anteriores y eso que los bares estaban atestados. Era jueves, día de marcha de los universitarios y se notaba en las calles y en las barras. Peleábamos por un hueco exiguo donde ir cenando y tomando cervezas y vinos. Nos rozábamos cantidad y con calidad. La tenía en mis brazos y palpaba su culo, su espalda y ella hacía lo mismo conmigo. Nos comíamos la boca y sus pechos chocaban y se frotaban con el mío con asiduedad.
Cada vez estábamos más cachondos y se notaba y lo notaban todos los que estaban alrededor. Salimos dirección hacia la Plaza Real eran las 9 y media más o menos y degustábamos una tarrina de helado. Buscaba con el móvil algún local, tipo pub, donde poder sentarnos, estar cómodos y más reservados, cuando Elvira, me pidió que la siguiera.
Llamó un taxi y le indicó una dirección al taxita.
En 10 minutos estábamos entrando en un club nocturno con espectáculo en vivo. La cabrona lo había reservado sin decirme nada y quería darme la sorpresa. Y menudo sorpresón.
Nos sentamos en un sofá y tomamos la consumición de la entrada y pudimos estar metiéndonos mano con total paz, armonía y morbo. La sala era amplia pero no estaba muy llena. Pude ver en el sofá de enfrente a dos chicos de poco más de veinte años con dos señoras que tendrían mínimo 60. La delgadez de los jóvenes contrastaba con la rotundidad de las formas de las hembras entradas en años y en carnes.
Delante teníamos a una pareja joven extranjera, probablemente por el acento alemanes. Más allá vi un grupo de 7 u 8 tíos trajeados. Los típicos oficinistas que a la salida o tras una cena de empresa se van a pasárselo bien.
Llegaron más personas, fundamentalmente parejas convencionales, y un grupo bien rarito: Un señor de unos 70 años, por lo menos, con dos tías que debían rondar los veinticinco y estaban tremendas y provocativas a mas no poder.
Con ese elenco y con los magreos que Elvira y yo nos dedicábamos estábamos cada vez más cachondos. Mi jefa me había abierto el pantalón y me masturbaba y acariciaba mi polla y huevos.
En esas estábamos cuando empezó la primera actuación. Se encendieron los focos del escenario y apareció una chica
preciosa, alta, sobre unas plataformas y con unas piernas bien musculadas y torneadas. Su pecho era grande y lo
contenían unas escuálidas tiras que sujetaban dos triangulitos de tela que apenas ocultaban los pezones. Morena de ojos amplios sus labios pintados en negro contrataba con la blancura de su piel. La música y la serpiente hacían recordar la famosa escena de Salma Hayek en Abierto hasta el amanecer. Pero poco a poco la música se fue fundiendo en una melodía de marcado carácter oriental, árabe para ser más exactos que hacía juego con la braga, falda que ocultaba por delante lo importante y que atrás se ajustaba como tanga dejando al aire dos cachetes excepcionales en
forma y volumen.
Bailarina y serpiente iban interactuando al ritmo de la música. La sensualidad era pura cuando la culebra se enroscaba en las piernas de tremenda amazona. En ese momento con habilidad desabrochó la parte de falda que cayó al suelo. El impacto fue súbito. Un trozo de tela minúsculo trataba de aprisionar una verga poderosa en situación de semi reposo. La ninfa que nos había disparado era una trans guapísima y dotadísima que enseguida se desembarazó del
ofidio para bajar a la platea y empezar a interactuar con el público.
Pasando por las mesas sensualmente tocaba y se dejaba tocar. En la mesa de delante de nosotros la pareja de alemanes la desnudaron. Su polla crecía en las manos de la chica, mientras ella bajaba las suyas al bulto del chico que se afanaba en comerle las tetas.
Estuvo con ellos unos minutos mientras crecía el algarabía. Llegó a nuestra mesa y Elvira se prestó rápida a calibrar con su mano izquierda semejante pollón, mientras con la derecha se aferraba a mi rabo. La trans quiso tocar también y cuando sentimos sus manos en mi polla, rápidamente mi jefa llevo las suyas al mandoble que tenía delante. Eramos el centro del espectáculo y entre el ruido pude oír como le decía a mi jefa "Disfruta de éste macho, zorra, que envidia me das".
Estuve a punto de correrme, más aún cuando Elvira volvió con sus manos a mi falo y con su lengua a mi boca.
Mientras la trans ya estaba con el grupo de trajeados, que la piropeaban y donde un par de ellos se llevaron tal armatoste a la boca. En el escenario ya estaban una pareja, un chico negro con otro mandingo descomunal y una joven blanca vestida de monja o misionera dándole al tema a base de bien.
Había un ambiente cachondísimo y durante más de una hora fueron pasando otros espectáculos: Dos lesbianas con un amplio muestrario de dildos y estética sado light que acabaron en un squirt compenetrado glorioso que hizo necesaria la intervención de una fregona. Un par de monólogos cómico sexuales de la maestra de ceremonias (una sexagenaria macizorra con una maestría hipnotizante para caminar sobre tacones de aguja de 15cm). Los camareros y camareras ligeritos de ropa llevando consumiciones.
Pero el espectáculo no sólo lo daban los profesionales: A nuestra izquierda las dos putillas hacían un trabajo a doble lengua sobre la verga del abuelete que bien a gusto podía medir 20cm. Delante los dos alemanes follaban como locos con la intervención de uno de los oficinistas trajeados que corbata hacia un lado castigaba el culo de la bárbara.
Había más espectadores dándole al tema. Nosotros no éramos menos y mi jefa de rodillas me comía la polla cuando se acercó una de las gordas maduras. Empezó a piropearme y a tocarme los brazos. "Esto es un hombre. Mira nosotras con que dos críos nos tenemos que aliviar". Seguí su consejo y vi a lo lejos a su compañera comerse dos buenas pollas que sobresalían de unos cuerpecillos lampiños con menos carne que una bicicleta.
No le hizo mucha gracia a mi jefa la interrupción a su gloriosa mamada y me pidió que nos marcháramos. "Tengo que follarte". Raudo me recompuse y salimos del local. Desde la platea hacía la puerta hay un pasillo de unos 30 metros
que dan al vestíbulo y guardarropa. Pasamos por delante de la barra y me fije que ya estaba ahí la trans, vestida con ropa normal, tomando lo que parecía ser un cubata.
Llegábamos a la puerta y nos alcanzó la trans. "No os vayáis. Todavía queda noche por delante", fueron sus palabras. Mi jefa llevaba la voz cantante: "Para nosotros ya es tarde y lo que queda de noche es para éste y para mi".
-"¿Puedo ir con vosotros? Yo ya he acabado hoy y me parecéis guapísimos los dos y muy majos", pidió.
Elvira y yo nos miramos con bastante incredulidad pero le dijimos que si, que se viniera con nosotros.
Nos preguntó dónde estábamos alojados y nos dijo que por el puerto a un pub muy bueno para tomar algo y ponerse a tono. "Os llevo en coche". "Pero si has bebido", le dije yo. "No era un refresco".
Montamos en el Opel corsa de la trans y en 5 minutos estábamos entrando en un pub con música setentera, rock y blues, por la zona del puerto. Había mesas con sofás y sillas y se podía estar tranquilos charlando.
Elvira y yo pedimos una cerveza, Guinness y Sabrina, que es como se llama, otro refresco.
Nos presentamos más formalmente. Quienes éramos, de dónde veníamos por qué estábamos en Barcelona y como habían sido estos días en los que jefa madura y empleado jovencito se habían dado al sexo y el desenfreno.
Por su parte, Sabrina nos contó que ella es de Teruel y que llevaba trabajando cuatro años en los shows eróticos para pagarse la carrera de medicina.
También nos contó que su vida era con una relación muy complicada con sus padres porque son muy conservadores y que tuvo que salir de su ciudad para poder ser ella, sentirse libre de los juicios y habladurías de la gente. Me parecía una niña adorable que escondía un arma poderosa.
Poco a poco nos fuimos poniendo a tono y en una de estas cuando volvía del servicio (como me cambian las perspectivas cuando tengo que ir a mear) Sabrina y Elvira se estaban pegando el lote, con la mano de mi jefa dentro del pantalón de chándal de la aspirante a doctora.
No hubo falta mucho más. Salimos del pub y en el vetusto Corsa nos dirigimos a la casa de Sabrina. Un piso por el barrio de Gracia. Sabrina con habilidad deslizaba el coche verde por las calles y rápidamente lo dejo en un garaje. A su lado fue Elvira. La mano de la conductora estuvo en las piernas de mi jefa y esta no perdió tiempo en meter mano al rabazo que gastaba nuestra chófer. Salimos a la calle. Había refrescado pero los tres éramos un volcán de sexo.
Caminamos un par de minutos y entramos en un portal para subir tres plantas a pie y entrar en la puerta izquierda.
Nada más cerrarse la puerta los tres comenzamos a magrearnos y besarnos. En cuanto Sabrina y yo nos probábamos nuestras lenguas sentimos como unas manos expertas nos abrían la bragueta.
Nos separamos y la escena no podía ser más lujuriosa: Las tetazas de la trans seguían bajo la fina sudadera blanca que llevaba y transparentaba el sujetador negro. Más abajo mi jefa de rodillas con el pollón de Sabrina en una mano y con mi polla en la otra y ya rodeándola con sus labios.
Volvimos a la faena de besarnos. La boca ancha y la lengua amplía era un goce para los sentidos. Aprovechamos para desnudarnos la parte de arriba y recrearnos en nuestros pechos. No me dio tiempo a sacarle sujetador porque Elvira se puso de pies y tirando de las dos pollas nos llevo al sofá que se veía en la habitación contigua.
Ellas dos se besaban mientras yo aprovechaba para sacarles las tetas. Dos pares de pechos espectaculares que era como ver el universo entero en un mismo instante. Los pezones de Sabrina eran durísimos y estaban excitadísimos. Alargados y calientes recibieron mi boca con gusto.
Elvira llevo en su beso a Sabrina a que se sentará y de un tirón me obligó a ponerme junto a ella de rodillas de cara a semejante rabo.
Debía de medir unos 24 o 25 cms (la mía esta entre los 18 y 20). Estaba embelesado y sabía que iba a chupar mi primera polla. Las fauces de Elvira la atraparon primero convirtiéndome en espectador de la poesía hecha mamada. Sus labios apretaban el falo y subió y bajo su longitud siete u ocho veces. Libero el violáceo capullo y escupió sobre él, mientras su mano derecha lo masturbaba y la izquierda sopesaba los huevecillos, imagino que por causa de las hormonas.
Divertida me besó y me indicó que comiera del festín. Con cierto miedo me acerque a ese mástil. Sentía mis nervios y la cordura y los prejuicios parecían ir ganando esa batalla al desenfreno. Entonces mire la cara de Sabrina que se mordía el labio y se apretaba un pecho a la vez. Sus ojos eran puro deseo y morbo y saco su lengua a paseo indicándome con el gesto que me deleitara.
Derribo mis barreras. Saque la lengua y la acerque a la piel del rabo de la trans. Desde abajo contacte con ella. Subí sintiendo su suavidad y el volumen. Su sabor era excitante. Llegué hasta arriba en tan maravillosa ascensión y engullí el capullo. Mi mamada era torpe, lo sabia pero también me daba cuenta de que Sabrina estaba disfrutando de sentir mi boca su pollón.
Enseguida encontré por allí también la lengua de mi jefa y ambos hicimos una limpieza de la herramienta presente para pasar revista. Metí las manos en las bragas de mi patrona y tenía el coño que parecían las Lagunas de Ruidera. Aproveche el momento en que Elvira se deleitaba tragando rabo para con dificultad desnudarla por completo. Hundí mis manos en su coño y empecé a frotárselo a toda velocidad mientras chupaba y chupaba extasiada aquella polla.
No tardó en estar cerca del orgasmo y pese a lo complicado que podía parecer aceleró el ritmo de sus labios y manos sobre la pinga de la transexual que también empezó a gritar que se corría.
En primer plano fui testigo de los dos orgasmos de tan maravillosas hembras. Primero Sabrina arqueó la espalda y tensó las piernas. El primer lechazo salió disparado al cielo. Os juro que lo perdí de vista. Mi jefa como pudo ya convulsionando se pego a aquel monumento fálico y recibió un par de sablazos entre la boca y la cara. Con aquel sabor en su nariz y aquel aroma en su boca también se corrió encharchando mis dedos y el parquet del piso de alquiler de la universitaria con sorpresas.
Fue espectacular y no pude evitar coger con la lengua un poco de semen que había quedado en el muslo de Sabri. Era salado y viscoso y por supuesto no me desagrado. Y muchos menos compartirlo en la boca de mi jefa que iba recuperándose.
Había conseguido mi objetivo. Que estas dos diosas se corrieran primero y yo mantuviera el tipo.
No tuve mucho tiempo para despistarme porque Sabrina dijo que fuéramos a su habitación con una cama de 150 mucho más amplía y cómoda, hecha para el pecado y el placer. Nos quedamos en ella mi jefa y yo magreándonos y morréandonos. Comentando lo bien que lo estábamos pasando y lo buena tipa que parecía la muchacha del pollón colosal que volvió pasados unos minutos con un bol de fruta y una botella de Lambrusco.
Apagó la luz dejando sólo la lámpara de la mesita de noche, y se unió a la fiesta. No pude evitar mirar para su rabo que se mantenía morcillón en un grosor y tamaño considerable.
Elvira ya se abría de patas para que se la clavará y ante tal petición no pude más que proceder. Sabrina nos dio un condón que abrió y me puso con sus manos y procedí a follarla, mientras le ponía su rabazo para que creciera a la humedad de las babas de mi jefa.
Mi polla entró como churro en chocolate caliente. Me deleitaba con las peras de la trans y compartíamos unos lascivos besos. Los tres acompasamos los ritmos de penetración tanto en el coño como en la boca de mi jefa. Iba follándola con ritmo y apretándole una teta mientras Sabrina me abrazaba y entre besos me decía "Joder cómo ¡la chupa esta tia!".
La postura era hiper excitante y la mantuvimos por varios minutos. En un momento dado, Elvira me pidió que se la sacará y así lo hice. No estuvo mucho tiempo al aire libre, porque en seguida Sabrina se puso a lo perrito. Lo primero que vi en aquel culete respingón fue un plug que ya había hecho el trabajo sucio y que se sacó. "¡Por favor, fóllame!. Desde que te la toqué esta noche tenía ganas de sentirte dentro.! No me hice de rogar y la fui penetrando.
Me costó un poco, lo primero porque su esfinter, pese al plug tenía que adaptarse al mayor grosor de mi capullo. También porque quería disfrutar el momento de apretar esos cachetes y sentir como cedían a mi presión. Poco a poco se la fue hundiendo en sus entrañas. El calor era una pasada y la fuerza con la que se ajustaba a mi verga era en demasía. Tardamos un tiempo en compenetrarnos, lo suficiente para que mi jefa volviera a la carga sobre el falo de mi amante.
Pero esta tenía otros planes y se liberó de la boca de Elvira y se las ingenió para empezar a trabajarle el culo.-"Zorra. Te la vamos a clavar los dos".
Primero intento con el plug. Después alcanzó en la mesilla la botella vacía de Lambrusco y la fue introduciendo en el esfinter de mi jefa. Le tenía que doler de cojones pero el vicio todo lo puede y tras unos minutos en los que mantuvimos esa posición, se podía ver como el ojete de mi jefa estaba preparado para recibir su ración de rabo.
Entre suspiros y jadeos de los tres era glorioso ver el trabajito de maña y saliva que le estaban infligiendo a mi jefa. Sabrina pidió que saliera de ella.
Tardo lo que tardo para ponerse otro condón para que Elvira se subiera a la atracción de feria y se clavará aquel armatroste hasta el fondo dejándome su culo oradado al alcance. Las dos follaban con vicio y se besaban con pasión mientras yo sólo podía admirar semejante obra maestra.
Les di un tiempo y fui a beber un poco de agua fría. Necesitaba refrescarme y tarde un rato en encontrar cocina, nevera, botella de agua y vaso. Cuando volví me presté a cumplir el sueño de todo currito: Dar por el culo a su jefe. En este caso a la maduraza de mi jefa.
Se acababa de correr follando con la trans pero seguían al mete saca. Apunte mi rabo en el ojete y acompañaba con la mano el vaivén de las embestidas que se estaban dando. Poco a poco empecé a introducir mi polla en aquella cavidad entre los gritos de dolor y los jadeos de gusto de mi patrona. Sabrina paro algo sus acometidas para darme a mi más comodidad, y tras unos minutos conseguí que mis huevos chocarán contra el culo maduro de Elvira.
Ensartada mi jefa no nos movíamos. Era preciso acostumbrar sus agujeros ante tanta ocupación. Y era precioso.
Casi instintivamente, de manera tenue y acompasada fuimos moviéndonos en su interior. La presión que sentía era increíble. El calor abrasador y el gustazo era el éxtasis en la tierra. Dos minutos más y prácticamente se la sacaba entera y volvía a insertarla hasta que el fondo. La música del choque de mis pelotas con su pandero era pura opera.
No tardó tampoco la trans en penetrar con mayor profundidad a Elvira, y esta fue encontrando el gusto a sentirse llena y a acompañar los movimientos de las dos pollas que la sodomizaban.
El ritmo fue subiendo y el in crescendo llegando a percutir como si maquinaria industrial se tratase. Había una amalgama de sensaciones inenarrables. El gustazo en nuestros genitales. Los morreos lascivos y fulgurantes que nos lanzábamos unos a otros. Tocar tetas y culos. El sonido del coño encharcado de mi jefa, de su culo retumbando, de los gemidos de los tres...
Teníamos un pacto tácito para corrernos los tres así sin haberlo hablado pero era lo que había que hacer. Fuimos acelerando y el placer subía, recorría todos nuestros cuerpos. Mi polla y el culo de mi jefa era arte hecho movimiento. Notaba sus rugosidades, la dureza del fondo, la suavidad del esfinter exprimiendo todo el tronco de mi polla. Notaba la verga de Sabrina taladrar el chochazo de mi jefa. Cuando yo se la metía hasta el fondo, ella se la sacaba por su lado, y al segundo, estábamos devolviéndonos el favor.
No iba a tardar en correrme. Sabrina tampoco. Y Elvira se estaba corriendo ya, con los ojos casi en blanco, notaba como su culo se cerraba sobre mi rabo y a la vez percibía lo que debía ser una corrida anal. Sabrina también experimentaba el chumino llameante como un geiser de Elvira y así mientras mi jefa encadenaba tres y hasta cuatro orgasmos seguidos, Sabrina y yo nos corrimos dentro de mi jefa.
Un polvazo espectacular.
Era la 1 de la mañana y después de recomponernos un poco, nos lavamos y Sabrina se ofreció a acercarnos a nuestro hotel. Una hora después entrábamos cada uno en su habitación agotados pero contentos.
A las 7 de la mañana tocó diana. Nuestro tren salía a las 8 y había un pequeño paseo hasta la estación de Sants. Me duche, cerré la maleta, me vestí y baje a desayunar. Allí estaba ya Elvira con una sonrisa de diosa y unas ojeras de campeonato.
Me sonrió y me señaló el móvil. Tenía un mensaje de Sabrina que también me había pasado a mi:
-"Nunca había disfrutado tanto del sexo como esta noche con vosotros. Espero que nos veamos pronto".
A las 5 de la tarde de ese viernes entré en mi casa.
Ese finde, no pude quedar con Elvira pero en Barcelona comenzamos una relación de sexo y placer que duro dos años.
Hicimos casi de todo. Volvimos a quedar con Sabrina que vino a conocer nuestra ciudad.
Sé que se fueron de viaje a Paris ellas dos solas.
Algunas de esas cosas las iré contando por aquí y otras me las guardo para mi.
Agradezco muchísimo la acogida que han tenido estos primeros relatos que he publicado. Cualquier sugerencia o corrección es bienvenida, siempre que venga con respeto, educación y ganas de ayudar. Pasad un gran día!.